El machito jerezano

Un día para pensar en todo menos en sexo: resaca de nochevieja, un pijo patilludo en el que nunca me hubiera fijado, estaba casado y aún así...

Todavía con algo de resaca cogí el tren para volver a Jerez. Eran las ocho de la tarde del uno de enero y el vagón iba vacío. Aun así me senté en el asiento que figuraba en el billete. En él último momento subieron dos señoras y un chico y yo me puse a dormitar.

Por lo visto la señora era la mujer del chico y la otra su suegra. Le iban riñendo como dos madres por haberse pasado con la bebida en la comida de año nuevo. A él no le oí.

Abrí los ojos y vi a un típico pijito del sur. Ni gordo ni delgado, alto eso sí. Bien peinado y con unas considerables patillas que destacaban. Labios gruesos y nariz fina. Sus ojos algo vidriosos denotaban todavía la borrachera.

Él seguía callado, como ausente y con una mueca de sonrisa.

Las dos se sentaron de espaladas a mí y el tío de cara en el asiento del pasillo. Camisa azul, chaleco con mangas, gris y pantalón azul marino. Los zapatos eran de cuero marrón con una borla sobre el empeine. Un tío con apenas treinta años y ya iba vestido como su padre. Llevaba calcetines de ejecutivo azul que dejan intuir unas piernas peludas. El cabrón debía calzar un cuarenta y cinco por lo menos.

Intenté distraerme pero mis ojos terminaban en sus enormes zapatones. Nuestras miradas se cruzaron por un momento y su expresión se tornó en sonrisa. Me había pillado. Ahora la cuestión era interpretar su respuesta. El corazón me latía a mil.

Con todo el disimulo que pude no le quitaba ojo. Él se concentró en su teléfono y yo en sus enormes manos largas y delgadas. Pude ver que se había descalzado bajo la mesa. Su pie derecho se apoyaba en el zapato. A estas alturas el calentón era máximo. El contribuía metiendo y sacando la punta del pie del zapato.

Su mujer le llamó la atención por no responderla y enganchó con la riña por beber en la comida de nuevo. La suegra apostilló y el chaval de nuevo perdió la mirada.

Dos paradas antes de llegar, llama a alguien.

  • ¡Feliz año!  ¿Puedes pasarte para mirarme lo de la copia de seguridad?.  Si, por casa. Vamos por mi apartamento de soltero. El que está cerca de la estación. En quince minutos llegamos, dejo a las chicas en un taxi y voy.  Recógeme en la entrada principal- Con esta frase me miró por un segundo imperceptible para su mujer que esperaba ansiosa por poder reñirle de nuevo.

Él bajó delante para ayudarlas y en un gesto rápido cogió también mi maleta para dejarla en el andén. Me sonrió y me deseó Feliz año. Las piernas me temblaban por el frío y la excitación. Salí de la estación y caminé. Volví después sobre mis pasos y esperé.

Por el rabillo del ojo le vi llegar y permanecí con la mirada en el suelo.  Pasó a mi lado y me dijo. – Vamos – No lo pensé y aceleré el paso tras él.

  • ¿Vas así por la vida buscando guerra en los trenes?- Menos mal que me miró con una amplia sonrisa o pensaría que debía salir corriendo.

  • No… es que los vi y…- Fue todo lo que pude responder.

  • ¿Se te hizo la boca agua verdad? Te lo noté.

Llegamos a un portal. Entramos en silencio. Subimos al último piso. Todo el silencio.  Yo no estaba del todo cómodo. Entramos a un apartamento lleno de temas equinos, gran televisión y sofá donde nos sentamos.

  • Pues ahí los tienes. ¿Qué saber hacer con ellos?- Era una invitación, fría pero invitación al y fin al cabo.

Puso los pies sobre la mesa. Yo me arrodillé al otro lado. Cerró los ojos para darme vía libre. Le quité un zapato y luego otro. Sus pies enormes parecían de cerca aún más grandes. Los masajee para deleite del chaval que apretaba los labios y respiraba entre dientes. Comencé a besarlos. Él podía notarlo a través del fino calcetín y se retorcía al notar los labios en sus dedos y planta.

Cuando saqué la lengua comenzó a gemir al notar la humedad de mi lengua. Yo por mi parte noté su sabor a macho, leve pero sabor a tío.

Sin pudor olí los calcetines por todos lados mientras al oírme respirar el cabrón se iba poniendo cachondo mostrando un buen bulto en su pantalón.  Le miré a los ojos mientras le quitaba despacio el calcetín. Su cara pasó de borracho a completamente salido . Eso me puso más cachondo y me metí sus cinco dedazos en la boca. Al verme, abrió la suya y rugió.

Se abrió el pantalón y se sacó un rabo morcillón con mucho vello negro. La siguiente media hora la pasé siguiendo sus instrucciones. –Huele. Lame. Besa. Muerde-.

Mirarle mientras se la machacaba sentado en el sofá era un espectáculo que me iba a hacer correrme sin tocarme.

Se puso de pie con el rabo completamente duro y cuando pensé que lo iba a catar me dice que lo único que puedo hacer es pajearlo. Su tacto es suave y su grosor importante. Le descapullo y me acerco para apreciar su olor macho. Me coge del pelo y me deja a un palmo de su rabo coronado por una gota blanca. Ahora si me llega todo el aroma de sus pelotas aplastadas en el tren y su rabo sudado.

  • Ni se te ocurra chuparla. A saber que pollas te comerás por ahí.-

Le pajeo con ansia. Apuro su olor lo más cerca posible pero sin tocarlo. El muy hijo de puta seguro que tiene un rabo de lo más sabroso. Seguí con la paja, cambié de mano y él con su clásica mirada perdida.

  • Bájate los pantalones- Me dijo entre jadeos y agitando muy rápido su polla.

  • Es que yo no suelo….-

  • Que te calles joder. Bájate los pantalones- Y recuperó su tono más bien bajo y pausado.

En el suelo me quité los pantalones a la vez que los calzoncillos y las zapatillas.

El muy cabrón se reía de verme desnudarme tan rápido.

Me colocó a cuatro patas y cuando ya esperaba lo peor sentí sus gemidos y algo caliente cayendo sobre mi culo. Me corrí sin tocarme en ese instante.

Cuando dejó de respirar como Conan el Bárbaro le miré. Me sonrió y me dijo. – Súbete los gallumbos y vete-

  • ¿Puedo pasar al baño un momento …-

  • Ya me has oído.- Su cara ahora no era de risa.

De nuevo me temblaban las piernas mientras me vestía notando su leche caliente por detrás y la mía por delante. Menudo hijo de puta. ¿Qué le costará?.

Cogí mis cosas, caminé hacia la puerta pero antes de salir no me resistí a mirarle. Ya tenía los pantalones puestos y parecía recién bajado del tren. Abrí la puerta y le escuché decir – Te dejas esto- agitando los calcetines en la mano. Nos reímos y aunque pensé por un momento irme sin más, al final fui a por ellos y me los guardé en el bolsillo.

  • Menudo perraco que estás hecho. ¿Te pajeas con ellos?-

Yo miré al suelo hasta que sentí sus manos en mi nuca.  Solté la maleta y me arrodillé. Me aplastó contra su bragueta. Volvió a abrirse el cinturón, el pantalón y se sacó la polla por encima de la goma del bóxer de tela holgado. Comprobó con la vista que había cerrado la puerta y dijo - A tomar por el culo.- Y me metió todos sus centímetros en la boca para seguir follándomela sin piedad.  Si lo de antes era gemir, ahora bufaba mientras yo apenas podía distinguir su sabor a polla con tanto mete saca. La tenía otra vez dura como el acero y apenas habían pasado unos minutos.

  • Ponme un condón- Ordenó  agitando el nabo que brillaba por la cantidad de saliva.

De nuevo me vi corriendo mientras me desvestía y buscaba en mi bolsa de aseo  Él esperaba rabo en mano lo que presionaba bastante.

Le puse el condón y a mi lubricante. Entonces me pisé un cordón del zapato y caí al suelo a cuatro patas. Con el culo en pompa,  la camisa y el chaleco con mangas puesto.

  • Quieto, quédate así.- Noté que se arrodillaba tras de mí hasta sentir su pecho en mi espalda y su rabo frotándose en mi raja.

A mis treinta años me habían follado sólo cuando estaba en pareja pero nunca en un aquí te pillo aquí te mato.

  • Quiero que me saques la leche con ese puto culo- Y me pasó los dedos por el ojete que estaba más mojado de su leche.

Aproveché la ocasión de cederme le iniciativa y me acerqué hasta sentir su nabo en mi ojete. Presioné un poco y entró sin mucha dificultad mientras emití un ruido más de sorpresa que de molestia. Lentamente me moví y pareció gustarle porque su respiración sonaba agitada mientras él permanecía como una estatua.

Entre la lubricación y sobre todo el calentón inmenso que me producía aquel tío mi culo iba tragando polla como pocas veces en la vida. Ya podía sacar y meterla poco o recorrer el tronco de aquel pollón. Así que me comencé a mover lo que podía intentando presionar su polla con mi culo. A cada apretón gemía y decía- Illo para, para, para- Y luego volvía a dejarme coger ritmo poco a poco volviendo a ponerlo como loco.

Seguimos un rato jugando al borde de su orgasmo cuando sentí su mano que me tapaba la nariz y con la otra me atraía hacia él por la barriga. Me clavaba la polla sin compasión mientras yo quería gemir pero sólo podía lamer sus dedos que tapaban mi boca.

Le sentía pegado desde el culo hasta la nuca. Su aliento me produjo unas cosquillas que él tomó como rebeldía así que me apretó más fuerte metiendo todo su rabo y me inmovilizó.

Yo me sentía lleno de carne de aquel tío que no era en absoluto el tipo de hombre con el que había gustado nunca.

Sentí su rabo contraerse dentro de mí antes de oírle gritarme al oído. – Me corro. Me corro. Me corrooo.- Se desplomó sobre mí y los dos sobre el suelo.

Me sacó la polla dejándome un extraño vacío. Me imaginé un ojete abierto de esos de las pelis porno.

Me dio la vuelta con si fuera un muñeco y volvió a meterme el rabo, todavía duro, mientras se acercaba poco a poco hasta que me besó con pasión o cachondo perdido ya cada uno como lo quiera interpretar.

Con la espalda en el suelo, me saca la polla y me dice que me abra la camisa. Yo lo hice todavía cargado de vicio  y sin sospechar  lo que pretendía.

Se quita la goma y la vacía con cara de cabrón sobre mi  pecho goteando. El muy hijo de puta se descojona.

  • Voy a pasar el baño…-

  • Vete.-

  • No seas cabrón que mira cómo estoy-

  • Es un recuerdo de año nuevo.- Se rio su gracia y se limpió la polla con los calzoncillos volviendo a lanzarlos al suelo.

Mientras me vestía me preguntó, algo más amable, que por donde vivía y si era discreto.