Él Luchó Por Mi Vida VII

Por el hecho de que he descubierto que tengo estoy enamorado de él... Tal vez siempre lo estuve, pero no lo quise ver. Hasta ahora.

VII...Justo como esta bufanda.

—¡Alberto! —grité saliendo de la cocina, esperando que no se hubiera ido.

Justo en ese momento estaba cerrando la puerta.

—¿Dime? —Se asomó por la puerta.

—¿No te gustaría vivir más cerca de la universidad? —le pregunté algo ansioso.

Él me miró sorprendido.

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Alberto

Decir ahora mismo que estoy feliz es decir poco.

Ha pasado una semana desde me quedé en casa de Cristóbal, pero todavía siento que fue ayer cuando me pidió que me fuera vivir con él.

Así es, damas y caballeros, voy a vivir con Cristóbal a partir de ahora.

No puedo creer que ahora me lleve tan bien con él, cuando al principio todo era un desastre y yo no paraba de cagarla y avergonzarme.

Incluso fuí capaz de revelarle mi pasado y ni siquiera pestañeó ni dudó en aceptarme.

Estoy realmente agradecido de haber conocido a estos chicos, agradecido por esta oportunidad que me da la vida, que no pienso desperdiciar por nada en el mundo.

Lo arreglé con mis padres y cuadramos que por ahora, ellos me iban a mandar un dinerito mientras conseguía un trabajo de medio tiempo, aunque ya David me aseguró de que me lo iba a conseguir con su padre, segun él, siempre se necesita ayuda en las panaderías.

Ya para ese fin de semana, tenía preparada mi mudanza para el departamento, solo necesitaba terminar de recoger un par de cosas y esperar un camión que Israel me había recomendado.

Mientras Cristóbal y Adrián preparaban la habitación que sería mía, David vino conmigo para ayudarme a alistar mis cosas.

Luego de presentarle mis padres a mi amigo, empezamos a sacar mis cosas.

—Me alegra mucho que vengas a vivir con nosotros y el arrimado de Adrián —dijo divertido, cuando terminamos de sacar la cama.

—Gracias por todo, David, en verdad —agradecí rascando mi mejilla—; por todo en general, por aceptarme en el departamento, por ayudarme con lo de la panadería. —Él me sonrió amablemente.

—¿Y por qué no? Eres un gran chico y me agradas en verdad, así que no tengo ningún problema con eso, al contrario, me hace muy feliz —explicó mientras volvíamos a mi casa.

—B-bueno, me alegra haberme integrado tan bien a su grupo, haré lo posible para encajar en el departamento, daré lo mejor de mí —dije algo avergonzado.

Él me observó fijamente unos segundos.

—¡Aaaawwwnn... Cosita! —dijo revolviendo mi cabello. No pude evitar sonrojarme—. Eso sí que sonó lindo, pero guarda esas frases tan cutes para Cristóbal, que con él las necesitas más.

—¿Qué? —dije sorpendido, o mejor dicho confundido.

Antes de que pudiera decir algo o preguntar de qué hablaba, David se metió en mi clóset.

—¡No, no, espera!

Movió algo e hizo que la pila de cajas que había en el fondo cayeran sobre él.

—Ay, yay, yay... —se quejó levemente.

Pero no me moví a ayudarlo a quitar las cajas encima de mí, solo observé lo que salió de entre las cosas. Recogí una bufanda toda agujereada y roída.

Yo... Ni siquiera recordaba que esa bufanda estaba ahí.

Mi padre fue quien me metió en el mundo de anime, gran parte de lo que sé, fue él quien me lo enseñó, y, cuando me fasciné con Fairy Tail, él me regaló una bufanda de edición limitada, era exactamente igual a la de Natsu, el protagonista, con el símbolo de la serie y un grabado que él le puso especialmente para mí.

“De un humilde padre para su increíble hijo” Decía en un bordado de hilo dorado y rojo... Era un bufanda que había botado en un arrebato hace mucho tiempo

Papá debió de haberla guardado y escondido para que no la volviera a tirar a la basura.

En ese momento me espabilé cuando David puso su mano en mi hombro.

—Al, ¿estás bien? —preguntó suavemente, preocupado.

Fue entonces cuando note que estaba llorando.

—E-estoy bien, gracias por preguntar —susurré—, es solo un recuerdo muy preciado que me dejó y que yo boté... Pero parece que la guardó, por suerte. —Guardé la bufanda, que estaba hecha un desastre.

Justo como yo...

—Bueno, vamos a terminar de recoger para irnos —dije tratando de recobrar la compostura. David solo asintió, respetando mi desición y seguimos recogiendo.

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Cristóbal

David nos avisó que estaban a punto de llegar, así que acomodamos todo lo mejor que pudimos y nos preparamos para su llegada.

No le habíamos contado del todo lo que planeábamos hacer. No sólo despejamos su futuro cuarto, sino que también arreglamos el departamento para una pequeña fiesta, con nada de alcoho, luego de lo que pasó en la última.

Queríamos celebrar por Alberto y su nuevo hogar, junto a nosotros. Estaban Gabriela, Adrián, Sara y los padres de los gemelos, a quienes queríamos presentárselos a Alberto, para arreglar los acuerdos de su trabajo en la panadería. Sara quería conocerlo y ver lo “guapo” que él era.

—¡Ahí vienen! —gritó Gabriela al verlos llegar por la ventana, así que corrimos todas las cortinas y apagamos las luces.

A lo cinco minutos escuchamos el sonido de la puerta al ser abierta.

—Eh. ¿Por qué todo está oscuro? ¿Y los chicos? —preguntó Alberto extrañado.

Entonces prendió las luces.

—¡¡¡SORPRESA!!!

Gritamos todo, incluso Gabriela le aventó algo de confeti.

—Oh. Chicos —dijo algo afectado, cubriendo algo su rostro, seguramente par evitar que notaramos que estaba sonrojado—, n-no tenian que haber hecho esto.

—¿Y por qué no? —dijo Adrián divertido antes de prácticamente echársele encima—. Todo esto y más para el papito de la casa —soltó coqueto.

—¿Papito de la casa? —dijo Alberto con una gran sonrisa—. Ven acá, pequeña perra. —Lo abrazó y lo apretó tan fuerte que Adrián se quedó sin aire.

—¡Oh. Por. Dios! —exclsmó Sara nada más verlo—. Pero si está como para comérselo con pan y café con leche.

—¡Aléjate... Perra! —dijo Adrián como pudo, todavía siendo espachurrado por Alberto—. Él ya... Tiene dueño... Y soy yo.

Todos comenzamos a reírnos, hasta yo no pude evitarlo. Alberto se sonrojó y se cubrió el rostro con una mano, tratando de separarse de Adrián.

Le ayudamos a acomodar su cuarto rápidamente, disfrutamos de la pequeña fiesta que le organizamos y hasta Alberto logró tener una pequeña entrevista con el señor José.

Puedo decir que fue uno de los días más felices que he tenido en mucho tiempo, fue tan genial que ni Sara ni Adrián se fueron, seguimos con el bochinche hasta muy tarde por tener que recoger el desastre que hicimos en el día.

—Ahhh... Tengo sueño —dijo Sara luego de un bostezo—. Voy a dormir en tu cama, Cris.

—¿Qué? —Me detuve de fregar los platos al escucharla—. ¡¿Por qué?!

—No quiero dormir con el apestado de mi hermano y Adrián va a dormir en el sofá. —Se encogió de hombros, para luego sonreír—. Además de que Grabrielita y yo vamos a chismear un rato y ustedes no pueden escuchar —exclamó señalándome. Solté una carcajada sarcástica.

—No Creo que eso vaya a-

—¡Cris, auxilio!, ¡Sarita me secuestra! —exclamó Gabriela exageradamente entre risas.

Corrí de la cocina con las manos llenas de jabón, solo para ver cómo se encerraban en mi cuarto con seguro.

Los chicos, que estaban en el salón, me miraron con lástima.

—Bueno, yo dormiré en el sofá infernal rompe espaldas —dijo Adrián como si nada, abriendo el sofá cama.

—¿Estás seguro? Íbamos a jugar con el play un rato luego de limpiar —indicó Alberto algo confundido. Adrián lo miró unos segundos antes de ver a David.

—No, gracias, estoy cansado. Buenas noches —dijo con una simple sonrisa, para luego acostarse así sin más.

David se puso rojo al ver las acciones de Adrián. Suspiró.

—S-se me quitaron la ganas de jugar, voy a dormir.

—¡Oh! ¡Vamos! —expresó Alberto antes de suspirar—. Bien, vamos a dormir.

David se escondió en su cuarto y yo me devolví a termina de fregar. Pensando en los obvios e incómodos cambios que habían entre esos dos.

A los segundos, apareció Alberto algo nervioso.

—Oye, vine a ayudarte a terminar de fregar.

—Genial, porque me estoy muriendo de sueño también —me quejé un poco, podría decirse que era el único que de verdad tenía sueño.

Alberto entonces se rascó la nuca, mientras secaba y guardaba las cosas.

—Esto... Si no tienes algún problema, bueno, pues podrías dormir conmigo; claro, si tú quieres —comentó tímidamente y muy nervioso.

Su gesto me hizo reír un poco, lo que hizo que Alberto se sonrojara.

—Por supuesto que me gustaría dormir contigo —dije simplemente, pasándole el último plato a secar.

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Alberto

Ha pasado un mes y todavía siento como si estuviera en un sueño, un hermoso y aterrador sueño.

Vivo con los chicos más locos e increíbles que he conocido. Estoy empezando en un trabajo que me parece realmente bueno, con geniales compañeros de trabajo. Estudio la carrera de mis sueños y mi relación con Gabriela no ha parado de mejorar, hasta podemos llamarnos hermanos tranquilamente.

Mi vida no ha parado de mejorar desde que decidí abrirme y acercarme a Cristóbal, así que no puedo estar más feliz... Jamás había pensado que mi vida sería tan brillante, mi papá estaría muy orgulloso de mí.

En la panadería, pues he aprendido a integrarme al trabajo, realmente es algo intenso trabajar en una panadería tan famosa, pero el ambiente laboral es muy bueno, así que todo es llevadero y agradezco mucho haber tenido la suerte de trabajar ahí.

En especial hoy mismo, que es el aniversario de la cadena de panaderías y todos están muy ansiosos por la fiesta que se va a hacer en la noche luego del cierre; no puedo esperar a ver cómo será.

También hoy es libre en la UC, ¡así que adisfrutar!

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Los cuatro vamos trotando como cada mañana, o mejor dicho madrugada.

El haber empezado a vivir con los chicos, también significó que me uní a la rutina de entrenamiento matutina. Cristóbal se levantaba muy temprano por la mañana para poder hacer ejercicio tranquilamente, así que yo también aproveché el chance y empecé a salir con ellos.

Íbamos trotando al lado de la acera, cuando pasó de cerca un chico por la acera. Adrián se detuvo y volteó a verlo.

—¡Ey. Tú! —exclamó para luego silbar con fuerza. Nosotros nos detuvimos y el chico volteó a verlo—. ¡Modela ese culito para mí, papito sabroso! —gritó divertido.

El chico se puso rojo por completo. No parecía para nada ser gay, al menos a simple vista.

—Es broma, ¿no? —dijo David, incrédulo—. Bro, es imposible que ese chi-

De pronto el chamo levantó el culo y se fue contoneando las caderas sensualmente. Solo pude arqueé una ceja y reírme junto a Cristóbal, mientras Adrián le silbaba al chico que solo alzó la mano a modo de despedida.

David estaba con la boca abierta.

—¿Q-qué? ¿C-cómo-?

—No deberías subestimarme sobre cuáles son los caramelitos que puedo o no puedo comerme, mi amor —dijo Adrián chasqueando los dedos—, y ese caramelito que pasó, yo me lo comí anteanoche por mi casa, papá.

David solo hizo un puchero, rojo de la vergüenza. Nuestras carcajadas se volvieron más fuertes, así que David se adelantó, seguramente avergonzado.

Terminamos nuestras rutinas de ejercicio y volvimos al nuestro departamento a tomar una merienda.

"Je, je, je, nuestro departamento" Pensé feliz por enésima vez en el día mientras comía una ensalada de frutas y veía a Adrián apalear sin parar a David en una partida de Call of Duty.

—Oigan chicos, hoy no voy a ir al trabajo —comentó de pronto Cristóbal, sentándose a mi lado. David soltó el control como si le quemara y miró indignado a Cristóbal.

—¡Oye!, ¡que los controles del play tres no caen de la mata! —le riñó Adrián, pero David ni lo notó.

—¡¿No irás al trabajo?!, p-pero, ¡¿y los postres de chocolate?! —exclamó confundido—; ¡dijiste que los harías para la fiesta!

Cristóbal solo negó con la cabeza, colocándose los lentes, como si se diera por vencido con David.

No quería decir nada, pero en parte pensaba como David. Había descubierto que Cristóbal era sorprendentemente un muy buen repostero y pastelero, especialmente si el postre o pastel en cuestión era de chocolate.

Él suspiró y perforó a David con sus ojos violetas.

—¿Eres idiota?, ¡claro que los haré! —exclamó con un bufido—. Haré unas diligencias y luego iré a la panadería.

—¿Cuáles diligencias? —preguntó David confundido.

Cristóbal prácticamente mató a David con la mirada y luego se levantó.

—No preguntes tanto y ya... Me voy a arreglar —soltó para luego huir por el pasillo, o al menos, eso me pareció.

Adrián soltó su control al haber ganado otra vez la partida y miró hacia el pasillo.

—¿Es solo mi imaginación, o Cris escapó de David? —preguntó negando con la cabeza.

Solo pensé que no, no era solamente su imaginación.

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David y yo estábamos terminando de alistar la panadería, mientras Adrián nos observaba comiéndose unos cachitos con un refresco en la barra, cuando apareció Gabriela por la puerta del local.

—Hola mis chavos —dijo apoyándose en el recibidor y me daba su tarjeta—, ¿Cómo están hoy?, y, quiero un jugo de naranja de un litro y cuatro pancitos Ungaros.

—Ya te sirvo —dije rápidamente.

—Bien, pues bien —respondió David con un suspiro—, algo atareados por todo lo que hay que hacer para la fiesta de más tarde, pero bien.

—Okey, okey, ¿y Cris? —preguntó abriendo el bolso que cargaba—, vine a entregarle los apuntes que me prestó.

—Eh. No está, fue a hacer algo, así que está fuera hoy —le indiqué a mi hermana a la vez que le daba su pedido. Ella quedó como en blanco hasta que su mirada se iluminó.

—Ahhh, cierto, cierto; que él fue a hacer...

De pronto se calló, como si se diera cuenta de qué hablaba de más. David pareció darse cuenta también por este hecho, porque la miró suspicazmente.

—Gabriela, ¿tienes algo qué decirnos? —Se cruzó de brazos.

Ella sonrió algo nerviosa.

—Eh. No, no tengo nada que decir —dijo rápidamente—, es un secreto, así que jódanse, no les voy a contar nada. Solo diré que no es nada malo y que él está bien... Creo.

—¿Crees? —soltó David sarcástico.

—Sí, bueno, lo que sea —agregó rápidamente—. Me tengo que ir chicos, nos vemos más tarde, ¡chao!

Salió corriendo antes de que David siquiera pudiera decir algo, por lo que terminó estrujando el pañito que usaba para limpiar.

—Voy a estrangularla cuando venga más tarde —soltó antes de seguir limpiando. Lo imité.

Pero yo no pude quitarme de la cabeza, la pregunta sobre qué estaría haciendo Cristóbal para que lo tuviera que ocultar de nosotros.

¿Tan malo era?

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Cristóbal

Miré un rato el restaurant súper costoso al que debía ir; suspiré cansado y crucé la calle.

No sé si lo que estoy a punto de hacer es algo bueno o si es en realidad un pacto con el diablo.

"No, sí es algo bueno" Pensé de regreso antes de entrar.

Vestía una camisa blanca con una corbata negra, jeans azul marino, botas y unos guantes de motociclista negros. Di mi nombre y me señalaron la mesa a la que debía ir. Tragué saliva y me armé de paciencia, mucha paciencia, cuando ví a Bryan y Katherine, mis hermanos.

Perdón, ex hermanos.

Caminé lentamente hacia la mesa y simplemente me senté a ver el menú, ellos se me quedaron viendo…

—¿Qué? —pregunté sin importarme en lo más mínimo sus miradas llenas de odio—. Solo estoy aquí por negocios, cuando termine la comida me iré.

—Se puede saber, ¿qué coño haces tú aquí? —soltó Bryan mirándome asqueado.

—Creo que es obvio, ¿no? Vine a comer. —Le entregué el menú al camarero y le indiqué lo que iba a pedir—. Lamento que vuestro papito lindo y querido, no les dijo que era conmigo. ¿Qué cosas no? Se nota que no se puede confiar en la familia —dije sarcástico.

Bryan soltó un gruñido y trató de levantarse, pero Katherine lo detuvo.

—No malgastes energía él, Bryan. No sé en qué estaba pensando papá, pero si debemos de estar en este lugar, con este idiota, entonces simplemente comamos.

Bryan observó fijamente a su hermana, antes de asentir. En ese momento sonó mi teléfono, era José.

—¿Aló? Sí, estoy aquí con ellos. Espero que cumplas y me des lo que prometiste a cambio de esta tontería. Adiós —colgué.

Casi de inmediato, Katherine recibió una llamada, no sé qué les habrá dicho, pero ella frunció el ceño y Bryan se puso rojo, seguramente de la arrechera.

Ellos no hablaron y yo tampoco, solo esperé pacientemente a que sirvieran la comida. Bryan parecía que en cualquier momento saltaría la mesa y me clavaría el cuchillo de mesa en el pecho.

Katherine por otro lado solo parecía pensativa.

—... ¿Y cómo te va? — dijo ella de pronto, llamando la atención de Bryan. Yo solo sonreí sarcástico.

—Vamos, no tienes por qué esforzarte en aparentar que esta supuesta "comida familiar" te importa, así que ahórrate tus mierdas —acusé con una gran sonrisa, antes de tomar un poco de mi bebida que llegó justo en ese momento. Ella frunció el ceño.

—Si te estoy preguntando, es porque me interesa, ¿no crees?

—Ay. Qué linda, se interesa por mí, luego de toda la mierda que me echaron y me hicieron. —Sonreí sarcástico antes de fulminarla con la mirada—. No seas hipócrita, Katherine. Ustedes no quieren saber nada de mí y yo no quiero saber nada de ustedes, así que dejemos las cosas por las buenas.

—Pues no, yo sí quiero saber algo, bastardo —dijo Bryan con un gruñido. Suspiré antes de mirarlo, harto de tanta palabrería innecesaria.

—Vuelve el perro arrepentido... Haber, habla antes de que me largue de aquí. —Me crucé de brazos.

—¿Por qué coño te tenían que gustar los hombres?, ¡¿por qué?! —exclamó él, golpeando la mesa para luego señalarme—. ¿Por qué carrizo no te podía gustar una chica, casarte, tener hijos, y ya?, ¡¿Por qué tenías que romper nuestra familia así?!

Yo lo miré fijamente.

—¿Eres pendejo o te la das? Sí al haber vamos, yo sí que podría preguntar por qué no tuve una familia que me aceptara tal cual soy o por qué no tuve una oportunidad para explicarlo todo, o por qué mi familia ni siquiera movió un dedo cuando estuve a punto de morir.

Así anda a joder a otro lado, mocoso malcriado.

—¡Yo ni sabía nada de eso! —exclamó Katherine, demasiado sorprendida para que fuera mentira o fingido. Observó a Bryan—. ¿A punto de morir? ¿Por qué no me dijiste nada de eso?

Bryan se cruzó de brazos y se calló.

—No me importa si sabías o no, paga con ellos igualmente, Katherine. —sonreí dulcemente, para luego señalar a Bryan—. En cuanto a ti, jódete puberto de mierda, es más, deberías estar feliz de que yo no esté, así tienes más atención, herencia y toda mierda para ti.

—¡Tú rompiste nuestra familia!

—¡Eso ya estaba roto! —grité levantándome de golpe, quitándome los lentes para masajearme el puente de la nariz—. ¿Saben qué? Pensé poder aguantar esto, pero se nota que no. Me largo.

—¡Espera, explícame eso que me dijiste! —exclamó Katherine.

—¡Aún no he terminado contigo! —gritó Bryan parándose también.

Tomé lo que quedaba de refresco en mi vaso y se lo eché en la cara. Él me miró sorprendido, en shock, al igual que Katherine.

—Pues yo sí que terminé —dije satisfecho por haberme descargado contra ese idiota.

Él fue a lanzarse sobre mí, pero Katherine lo sostuvo.

—¡Te voy a matar desgraciado! —gritaba sin parar.

Eso no me importó, lo único que quería era salir de ahí.

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Apenas llegué al primer parque que conseguí, me senté y me quité los lentes.

Llamé a José de nuevo.

—¿Qué pasó ahora? —preguntó con paciencia.

—Se acabó, tus hijos definitivamente me sacaron de quicio, así que olvída nuestro acuerdo, yo veré cómo consigo la bufanda por mi parte —solté con un suspiro.

—Cristóbal... Ellos son tus hermanos, tenles algo de pacien-

—No, no, no. Yo no tengo porqué calarme el desprecio de otros, solo porque tengamos parentesco —dije apretando levemente el teléfono—, y eso te incluye, nuestra relación era solo de interés, yo te pedí que me consiguieras una bufanda de edición limitada y tú me mandaste a ser el payaso de esos niños. No seré el payaso de nadie, así que ya no necesito que me busques nada, yo resolveré a mi modo.

—Cristóbal, espera un momen-

Colgué, no tenía ánimos ni mucho menos la paciencia de escuchar a ese tipo y discursito barato de disculpas de nuevo.

Yo nunca podría perdonarlos del todo, jamás, así que no tendría ninguna clase de consideración con ellos.

La imagen de Alberto colgando la bufanda toda destruida en la ventana de su cuarto, volvió a mí.

Siempre lo veía observar algo triste esa prenda. David me había explicado un poco lo que significaba esa prenda; era el mayor regalo que el difunto padre de Alberto le había dado... Podía ver el dolor y el arrepentimiento por las desiciones que tomó, cada vez que se quedaba viendo la bufanda.

Yo quería regalarle una nueva, una que representara el futuro, la nueva persona que era.

Pero cuando me puse a investigar en internet, descubrí que la bufanda era cara, muy, muy cara... Así que pensé en pedirle el favor a José Sandoval, él me había estado llamando muchas veces, tratando hablar conmigo.

Mi único interés con esa persona, era el conseguir la bufanda... Pero no esperé que fuera tan difícil tener que lidiar con esta gente de nuevo.

Observé fijamente mis lentes, pensando en lo irónico de la situación.

Alberto había tomado las peores decisiones que alguien podría tomar, pero su familia nunca lo abandonó y luchó por recuperarlo.

... En cambio yo, por el simple hecho de que me gusta algo diferente, mi familia simplemente denegó de mi existencia.

—... ¿Por qué mis padres no pueden ser más como los de Alberto? ¿Por qué todo tiene que ser así? —le pregunté al viento, sabiendo la respuesta a eso.

De repente algo se reflejó en mis lentes, al subir la cara, vi a Katherine cruzada de brazos, mirando hacia un lado, incómoda.

—... ¿Me puedo sentar a tu lado? —preguntó levemente. Me masajeé el puente de la nariz otra vez, listo para otro asalto.

¿Es que no podía tener algo de descanso?

—No, no puedes, fíjate —dije rápidamente—. Mira Katherine, me fuí de ahí porque no quiero pelear más, así que haznos el favor a los dos de irte por donde vinistes.

—¿Quieres dejar de ser tan hostil? —preguntó ahora viéndome a los ojos—, solo quiero hablar un rato.

—No me interesa y no, no quiero dejar de ser así, primero y principal porque ustedes fueron los que comenzaron todo esto.

—¡Lo sé y créeme, lo siento por todo! —exclamó cansada.

Yo solo la miré unos segundos, para luego sentarme en una esquina y señalarle la otra. Ella se sentó.

—Habla, ¿ahora qué quieres? —suspiré. Ella observó el suelo.

—... Yo no sabía exactamente lo que había pasado, en serio, solo sabía lo que nuestros padres me habían dicho —indicó ella.

Bueno, no me sorprende, después de todo, ella vive en Europa, pero...

—Bueno, no preguntaste exactamente —dije sarcástico.

—Bueno, fue muy díficil contigo y Bryan tirándose los platos a la cabeza —devolvió con sarcasmo. Solté un bufido—. Bryan me medio explicó la situación... Él se quedó llorando en el baño del restaurante.

—Bien, poco me importa, por no decir nada. —Me encogí de hombros.

—¿Por qué eres así? —preguntó cansada.

—¿Por qué será, Katerine? Tal vez fue porque mis padres me echaron de casa sin prácticamente nada y me amenazaron con demandarme si volvía a verles la cara, y, cuando el hospital y la policía les informo que una banda traficante de órganos estuvo a punto de matarme, ellos simplemente vieron todo mientras comían cotufas —dije lentamente, sintiéndome lleno de odio.

Ella me miró estupefacta unos segundos.

—En serio lo siento tanto, Cris... No pensé que nuestros padres fueran-

—Tus padres, no míos, tuyos. —Me levanté, observando la hora en mi teléfono—. Me tengo que ir, mi verdadera familia me espera.

—Espera, Cristóbal, por favor —dijo ella levantándose, la miré de reojo—... Y-yo quiero recuperar a mi hermano, ¿podrías volver a mí?

Suspiré, volviendo a colocarme mis lentes.

—Lo siento, Katherine, pero tus padres y yo no nos llevamos bien.

—Pero tengo entendido que nuestro padre quiere vuelvas.

—¿Y Cecilia qué?, ¿está pintada en la pared o qué? Sin contar con Bryan —Me volteé a ella—. No quiero volver y no voy a volver. No puedo perdonarlos, Katherine, no puedo perdonarle a tu familia todo lo que me hizo, no importa cuántas veces lo intente, no puedo, además de que tú te tienes que ir a Europa dentro de nada, así que has como que no viste ni oíste nada y sigue con tu vida.

Entonces al fin me fui sin mirar atrás.

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Estaba cerca de llegar a la panadería, cuando una camioneta se detuvo a mi lado, era José.

Se bajó y se paró frente a mí. Me crucé de brazos y solté un bufido.

—¿Y ahora qué quieres? —pregunté ya cansado, había tenido suficiente dosis de ellos como para que ahora me empezaran a acosar en todos lados.

José no me dijo nada en un principio, pero luego abrió la parte trasera de la camioneta y me dió un bolsa plateada.

—Tómala.

La agarré y revisé el contenido, era la bufanda que le había pedido, incluso tenía el bordado que tenía Alberto en la suya.

—No sé por qué me estás dando esto, pero no creas que, porque me compraste lo que te pedí, va a cambiar mi trató hacia ti —advertí guardando la bufanda y abrazándola con fuerza, dispuesto a pelear por ella si intentaba arrancármela.

José observó el suelo antes de volver a verme.

—¿Así van a ser las cosas entre nosotros de ahora en adelante? —preguntó suavemente—. Yo solo quería tratar de que te llevaras bien con tus hermanos.

—Tus hijos, José, tuyos, no son mis hermanos, jamás —recalqué rápidamente, para luego señalar la panadería—. Ellos son mis hermanos, mi familia. Cuando ustedes me tiraron la puerta en la cara, ellos me aceptaron con los brazos abiertos sin pedir nada a cambio... Ustedes perdieron el derecho de ser mi familia, más cuando Bryan y Cecilia son así conmigo.

José solo suspiró, estiró su brazo y trató de tocarme, pero me alejé.

—... Hijo, ¿algún día me perdonarás por lo que te hice?

Entonces lo observé a los ojos.

—No lo sé —dije honestamente—, honestamente, no lo sé.

En silencio incómodo nos envolvió unos segundos.

—Me tengo que ir, me están esperando, gracias por la bufanda. —caminé hacia la panadería.

—CRIIIIIIIIIIS! —gritó eufórico Adrián lanzándoseme encima en cuanto crucé la puerta.

Exclamé sorprendido, soportando su peso.

Volví a ver hacia afuera, pero José ya se había ido.

—¡Adrián, bájate de mí! —ordené mientras lo pellizcaba piernas, se bajó.

—Rápido, corre Cris, David se puso a experimentar con la cocina mientras no estabas y quemó un pastel de chocolate —le acusó señalando la sala de hornos.

—¡No quemé el pastel, simplemente se tostó! —se quejó David indignado.

—¡Solo porque Alberto evitó la tragedia!

David y Adrián siguieron peleando entre ellos.

Verlos me hizo sentir que se me pasaba el mal sabor de boca que tuve en todo el día.

En ese instante Alberto salió de la sala de hornos, lo que me hizo cerrar con más fuerza la bolsa.

—Oh. ¡Al fin llegaste!, ¿vas a hacer los dulces?

—¡Sí, sí!, déjame cambiarme y me pongo manos a la obra.

Escondí la bolsa en mi casillero para que no la encontrara, esa misma noche se la iba a dar.

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Alberto

—Ya está está todo listo —dije aliviado, observando que todo estaba decorado y bien puesto.

—Sí, está todo listo —repitió Sara abrazada a mí, mientras Adrián trataba de quitarmela de encima. Suspiré cansado.

—¡Quítate puta!, ¡¿no vez que lo molestas?! —dijo Adrián, jalándola. Ella lo miró indignada.

—¡¿Puta yo?! ¡La puta aquí eres tú!

—¡Y a mucha honra, mi amor, no como tú! —exclamó Adrián, logrando despegarla de mí.

—Vamos chicos, cálmense un poco —dije nervioso, poniéndome entre Adrián y Sara, que parecían estar a punto de matarse entre ellos.

—Vaya, vaya, hermanito, se nota que los vuelves locos a todos por donde pasas —se carcajeó Gabriela al pasar a mi lado. Yo solo puede soltar un bufido.

En ese momento el señor Óscar y la señora Ana salieron de la sala de hornos y aplaudieron para llamar la atención.

—Quiero agradecerle a todos y a sus invitados, por el esfuerzo que han dado todos para mantener un año más a la panadería en alto, así que celebremos por este año y los siguientes que vienen.

Todos aplaudimos al mismo tiempo, cuando Cristóbal y David empezaron a colocar bandejas de dulces y panes en cada mesa y en la encimera.

—La comida o mejor dicho los postres están listos, cortesía de nuestro habilidoso repostero —dijo señalando a Cristóbal, que levantó el pulgar.

Todos lo vitorearon mientras que él, sonrojado, hizo una modesta inclinación.

–A celebrar. Feliz aniversario, familia.

Todos gritamos juntos “feliz aniversario” y comenzó la fiesta.

—¡Vamos a comer! —exclamó en señor con una carcaja.

Se repartió refresco, mientras los trabajadores y demás personas rotaban por las bandejas. La verdad todo estaba muy rico y la fiesta estaba muy animada.

Al final me quedé un rato en una esquina, viendo todo el panorama. ¿Siempre ha sido así para todos ellos? Probablemente este negocio haya tenido bajas e incluso me imagino que los empleados se han peleado entre ellos alguna que otra vez, pero en este momentos parece que todos se llevan de maravilla, parecían una verdadera familia… Y yo estaba en ella.

Siempre se cree que solo las familias están hechas por la sangre, pero este tipo de reuniones a veces demuestra que es un error pensar así, a veces basta con entregarse cordial y amistosamente a una persona para ser su familia, alguien en quien confiar pase lo que pase, esa es la verdadera familia.

—¿Qué haces? —me preguntó Cristóbal saliendo de la nada—, pareces perdido en tus pensamientos, pensando en algo muy profundo.

—¿Lees la mente? —pregunté divertido.

—Solo si me dejas. —Se encogió de hombros.

—Pues creo que está bien que lo hagas. —Lo miré a los ojos un nos segundos.

Él me sonrió de repente y sacó una bolsa plateada detrás de él.

—Toma, esto es para ti.

—¿Y esto?

—B-bueno, tú siempre has sido muy bueno, conmigo, así que yo quiero devolverte un poco de toda esa amabilidad. Sí, sí, yo y mis tonterías... Pero sentía esta necesidad de mostrarte lo importante que te has vuelto para mí, así que quería darte algo que fuera simbólico e importante para ti... Y no pude pensar en otra cosa que esto, así que ya ve qué es que ya estoy hablando mucho por los nervios —comentó ansioso.

Revisé la bolsa... Y lo que estaba adentro era la bufanda.

No cualquier bufanda, era mí bufanda, que estaba como nueva. Lo miré congelado unos segundos.

—¿Qué? E-esto...

—Quería darte algo que te representara, y sé por un pajarito, que la bufanda que te dió tu papá es muy importante para ti, así que quería darte una nueva, para que vieras que eres alguien nuevo y brillante, justo como esta bufanda.

—Y-yo n-no sé qué decir —dije con la voz débil, abriendo a bufanda en todo su esplendor— H-hasta tiene el bordado que me dedicó mi papá.

No lo puede evitar, las lágrimas se escaparon. Él me sonrió, como solo lo había visto hacerlo con los chicos.

—C-Cristóbal, muchas gracias, en verdad, gracias. Te a-

Me corté, sorpendido por lo que estuve a punto de decir.

"Yo, e-esto, ¿qué?"

—¿Alberto? —dijo Cristóbal, despertándome.

—Ah. Perdón —dije incómodo, todavía en shock—, te a-agradezco por todo lo que haces por mí, Cristóbal, todo en realidad es gracias a ti.

Lo abracé, tratando de esconder mi vergüenza. Él correspondió, divertido.

Las palabras que quería decir, que no debía de decir.

Jamás pensé que podría sentir algo así, no por un hombre.... Menos por Cristóbal.

No puedo, ni quiero, entorpecer su camino, con algo tan tonto como lo que siento por él. Cristóbal ha pasado por mucho, no quiero que sufra por mi culpa.

Por el hecho de que he descubierto que tengo estoy enamorado de él... Tal vez siempre lo estuve, pero no lo quise ver.

Hasta ahora.

Continuará...

Bien. Antes que nada, quiero disculparme por la demora, y por cualquier error ortográfico y de dicción que pudiera habérseme pasado.

Y como dije en el capítulo anterior, tengo un par de cosas sobre qué hablar.

La primera es sobre el Facebook, para aquellos que estén interesados en enviarme una solicitud de amistad, les debo de recordar que tienen que mandarme un mensaje notificándome que son un lector, lo digo, porque curiosamente últimamente me han llegado varias solicite amistad, efectivamente de lectores, pero también extraños y nadie me envió un mensaje. Traté de atinarle a ver quiénes si eran lectores, le atiné con uno, pero el otro apenas lo hice, me escribió para preguntarme si era mujer, con lo que y supe que era un desconocido total, porque obviamente, ya los que me han leído saben que efectivamente, soy un hombre.

Así que decidí que, a menos que envíen un mensaje indicándome la naturaleza de su invitación, simplemente los eliminaré, porque no soy de esas personas que aceptan solicitudes de extraños así porque sí.

Segundo, sé que muchos esperan con ansias mis capítulos, porque muchos me preguntaron y que mientras más tarde, significa perder lectores y todo lo demás, aja.

Para aquellos que no pasaron por el tutor o que normalmente no leen los pié de páginas, he indicado en reiterada veces que no dejaría ninguna serie sin terminar y que tenía un deber con mis lectores.

Y aunque la gran mayoría me preguntó amablemente, y en un principio dije que en una semana y luego comencé a disculparme porque no sabía cuándo... Algunos no lo preguntaron tan muy amablemente.

Lo voy a poner en palabras simples, para que sea más claro que el agua. Yo tengo en cuenta el hecho de que ya muchos me dijeron que me iría bien si tuviera un blog y pidiera donaciones y otros y me han dicho en reiteradas veces que me pagarían por escribir.

Pero, ahora mismo, no tengo cómo hacerlo. entienden? No. Tengo. Cómo. Hacerlo.

Y estoy trabajando precisamente para eso, para conseguir tener una laptop y trabajar apropiadamente en mis escritos. Así que, el simple hecho de que me digan "Yo quiero pagarte para que escribas", no significa que tengan algún derecho a reclamarme como si fueran mi editor o algo por el estilo.

Yo estoy comenzando a trabajar, y me gusta mi trabajo, y tengo que esforzarme para quedarme. Tengo una vida social y una vida familiar, y pronto voy a comenzar a estudiar y quiero dibujar también. Esto ya no es la pandemia total ni la cuarentena radical, y escribir ya no es lo primero en mi lista de quehaceres. Yo tengo una vida, y no voy a esclavizarme y para mi vida para escribir sin parar, para que otros, que sí tienen su vida, tranquilamente lean y sigan pidiendo, incluso si tienen el deseo de pagarme. Por ahora es sin fines de lucro.

Y no me importa si esto me hace tener más heaters o enemigos o como quieran llamarlo, yo no obligo a nadie a leerme o a entender los motivos por los cuales escribo.

Así que ahora, excepto para algunas personas que aprecio mucho, a todo aquél que me pregunte cuándo publicaré otro capítulo de algo, les diré que no lo sé, así de simple, ya no diré sobre cuándo publicaré algo ni nada, les tocará esperar ya sea un par de días, un mes o hasta un año, o tal vez nunca. No. Lo. Sé...

La próxima publicación que haré, será sobre el caballero de los cuervos.

Pueden comentar sobre el capítulo o sobre el anuncio que hice, también valorar y/o escribirme a adeth.maldito@gmail.com y ahora también en Facebook, al perfil "Adeth Escritor". Que tengan un buen día y gracias por leer y pido disculpas por el discursito de arriba, pero considero que era necesario. Hasta luego