Él Luchó Por Mi Vida VI
La noche anterior, él me prestó un short, así que habíamos dormido sin camisa... Ahora casi todas nuestras partes se rozaban. Me congelé unos segundos, observándolo fijamente. Observando sus las largas pestañas, sus mejillas ligeramente rojizas, su suave fragancia con un toque masculino.
VI…¿Quieres dormir conmigo?
Cuando me arreglé lo mejor posible, lo suficiente como para que no se notara que había tenido sexo, salí del cuarto.
Afuera noté que había mucho revuelo y vi una multitud afuera de la casa, entonces tuve un mal presentimiento.
... Algo andaba muy mal.
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Cristóbal
Volvíamos al departamento, luego de haber rescatado a los chicos.
Ya era bastante de noche, así que prácticamente no había personas en la calle, eso sumado a la tensión que había en el grupo, hacía que el ambiente fuera un desastre.
Yo llevaba a Adrián entre mis brazos; estába inconscientemente, pero parecía que le habían dado una total paliza, su cuerpo y en especial su cara, estaba llena de moratones y cortes, le salía algo de sangre por la nariz y tenía el labio partido en tres partes.
Gabriela caminaba a mi lado, muy incómoda y afectada, tenía lo ojos rojos, la cara llena de maquillaje y rímel corrido por las lágrimas que había soltado.
Alberto iba delante de nosotros, llevando a David, que por lejos estaba mejor que Adrián. Estaba inconscientemente, pero sólo tenía un ojo morado y el pómulos derecho hinchado.
Ninguno de los tres dijo algo en el camino. En ese momento, las redes sociales debían de estar reventando con el vídeo del show que armamos.
Quería verle la cara a Alberto, tratar de hablar con él sobre lo que pasó cuando llegamos, pero sé que no era el momento ni el lugar...
Pero luego de lo que ví en esa pelea, ahora la historia de Alberto me parecía más real. Los que pasó cuando llegamos se repetía sin parar en mi cabeza, todavía costándome creerlo.
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—Era por aquí, ¿no? —dije muy preocupado, tratando de ver algún rastro de alguna fiesta o una multitud en medio del silencioso sector que pasábamos. Alberto no respondió, solo siguió caminando a paso rápido con el ceño fruncido.
Apenas Gabriela dejó hablar, corrí a buscar las llaves para salir. Cuando fui a la puerta, noté que Alberto se arreglaba la pantalones y se ataba los cordones.
Salimos y ahora estamos aquí, corriendo por la calle, pendientes por si algún malandro aparecía y buscando la fiesta.
Cuando cruzamos una esquina para llegar al final del piñal, nos encontramos de frente con un buen grupo de que personas gritando sin parar en medio de la calle.
Apenas reaccioné a que estábamos frente a la fiesta. Alberto salió disparado hacia el gentío, empujando al montón de personas que parecían ver algo, al punto de que los tiraba al suelo.
—¡Alberto! —exclamé, intentando seguirle.
—¡¡Suéltalo, maldito becerro!! ¡¡Te voy a matar, cabrón mamagüevo!! —le escuché gritar claramente. Me impulsé entre la gente que solo grababa videos y gritaba estupices.
Respiré profundo, tratando de calmarme.
Gabriela estaba en el borde del círculo, abrazando a David, que tenía la mirada ida y vidriosa, un ojo morado y el pómulo rojo.
Adrián se encontraba tirado en el suelo, casi inconciente y respirando con dificultad, estaba terriblemente golpeado. Le salían burbujas de sangre de la nariz al exhalar.
Alberto estaba parado frente a nosotros, bufando sin parar, mientras que dos tipos gigantesco lo miraban asesinamente, recogiendo a un tercero que estaba tirado en el suelo, con el labio sangrándole.
Recogí a Adrián, sacándolo del camino.
"¿De dónde salió ese chamo? ¡No sé, pero se está ponienso bueno esto!" Decían las personas a nuestro alrededor.
—¿Qué te pasa, pajuo? ¡Esto no tiene que ver contigo!, ¡Esos pendejos se metieron con nuestras gevas!
Alberto le señaló para luego hacerle el gesto de cortarle el cuello.
—Te voy a matar, hijo de puta desgraciao.
De repente alguien lanzó un bate de madera en medio de la gente y cayó cerca de los mastodontes.
—¡Toma, mátalo tú con el bate!
El tipo de labio sagrando se levantó cabreado, agarró el bate y fue contra Alberto.
Los siguientes sucesos que pasaron fueron algo confusos.
El tipo fue a meterle un batazo a Alberto por la costilla.
Pero él se movió hacia adelante, recibiendo el golpe.
Sólo que pareció no hacerle daño para nada.
El sujeto le miró sorprendido, lo que le dió tiempo a Alberto para tomar el bate, arrancárselo de la manos y reventárselo a la mitad en la cabeza de un golpe, y con el segundo golpe se lo terminó de partir en un hombro, quedándole el pomo en la mano.
El sujeto cayó al suelo con la cabeza ensangrentada. La multitud se calló de repente, seguramente tan sorpendidos como yo.
—M-mierda —murmuró uno de los tipos. Creo que estaba cagado del miedo.
Alberto agarró la astilla de bate más grande que había en el piso y salió corriendo hacia ellos, eso pareció despertar a los otros dos.
Le lanzó el pomo a uno de los tipos y corrió hacia el otro y esquivó un gancho que le tiró.
La gente soltó un suspiro de dolor cuando le clavó la astilla en una pierna. El hombre soltó un alarido de dolor.
El otro le metió una tacleada a Alberto y calleron al suelo, él cayó abajo y el sujeto se le montó, comenzando a golpearlo sin parar. El otro cayó al piso, sosteniéndose la pierna.
—¡Toma hijo de perra! —gritó el mastodonte mientras le caía a golpes. Alberto solo se cubría como podía.
El tipo tomó más impulso y le lanzó un potente golpe.
Alberto se contorsionó de pronto y esquivó completamente el golpe. El tipo no pudo frenarlo y se reventó la mano contra el suelo, soltó un alarido, congelándose un momento, lo que le dió chance a Alberto a agarrar al tipo por la nuca y meterle un cabezazo con la frente en la quijada.
El tipo quedó aturdido unos segundos, así que se lo quitó metiéndole un manotazo en la sien que tumbó al otro en el piso.
Alberto se paró rápidamente y le sacó la rodilla derecha de un pisotón. Ni siquiera había terminado de gritar de dolor el otro, cuando él se agachó y le estrelló la cara en el suelo varias veces, hasta que eso lo calló.
Entonces fue hasta el último, que ahora sí estaba cagado de miedo en el suelo, mirándolo como si fuera un psicópata.
En ese punto, todos estaban asustados; nadie se movía para nada, creo que ni respiraban.
Alberto se agachó frente al tipo y se sacó una navaja de la media.
—¡A-ayudenme! —gritó desesperado el tipo.
Pero nadie se movió, seguramente temiendo por lo que Alberto podría hacerles.
Él le puso la navaja en el cuello. En ese momento me levanté y me acerqué.
—Cállate malparío —murmuró apretándole el filo en el cuello, sacándole sangre. El tipo le hizo caso.
—Alberto, ya fue suficiente —dije tratando de hacerle razonar.
—Escúcame bien, puto —dijo sin hacerme caso—, si tratan de hacernos algo, o si nos denuncian, o si me entero que están hablando o tramando algo sobre esto. Júralo hijo de puta que te voy a arrancar las pelotas y haré que te las tragues, ¿quedó claro?, ¡¿quedó claro?!
El sujeto asintió rápidamente, casi llorando. Alberto se levantó.
—¡Eso también va para el maldito del bate y para todos en general, coño e' tu madre! —gritó guardando la navaja y devolviéndose a agarrar a David. La gente se corrió asustada cuando salió de ese círculo.
Tomé a Adrián y lo seguí junto con Gabriela.
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Llegamos al departamento. Gabriela nos ayudó a meter con cuidado a los chicos.
—Alberto, pon a Adrián en mi cuarto. Colocaré a David en el suyo.
De nuevo, él no me respondió, simplemente fue a mi cuarto. Suspiré cansado, para luego llevar a David a su cuarto
—Gabriela, ¿qué fue lo que pasó ahí? ¿Por qué David no recciona? —dije mientras le daba palmadas en las mejillas de David, que permanecía imperturbable con los ojos entreabiertos.
—N-no lo sé, no tengo ni idea —dijo nerviosa, frotándose la cara con las manos temblorosas—. Todo fue tan rápido; yo estaba hablando con un conocido cuando comenzó la bulla y luego vi como esos tipejos jalaban a David hacia afuera, parecía muy mareado y ausente.
Traté de detenerlos, pero me empujaron a un lado y le dieron dos golpes y cayó al piso, cuando le iban a caer a patadas, apareció Adrián y se enfrentó a ellos y...
Ella se calló nerviosa. Yo murmuré distraído:
—Y entonces Alberto vino y los mediomató. —Me levanté de la cama—. No sé cómo pasó, pero es obvio que drogaron a David. —Ella me miró confundida.
—Él al principio de la noche estaba ligando con unas chicas, ¡esas perras lo drogaron!
Volví a supirar.
—No sabemos con exactitud cómo sucedieron las cosas, así que creo que lo mejor será esperar a que despierte y nos explique de su parte —indiqué pensativo. Gabriela asintió distraídamente—. Iré a ver cómo va Alberto con Adrián.
Fui a salir del cuarto cuando Gabriela.
—C-Cris... Sobre lo que pasó con Alberto en ese lugar... Por fa-
—Está bien, todo está bien —aseguré antes de ir a mi cuarto.
Fui a mi cuarto, para ver cómo Alberto limpiaba cuidadosamente las heridas de Adrián con un pañuelo, este parecía murmurar algo inconscientemente entre leves quejidos de dolor.
—¿,Cómo está Adrián? —pregunté suavemente, colocando mi mano en su hombro. Alberto no me miró, pero dijo:
—Le dieron hasta por debajo de la lengua —murmuró lentamente—. Está inconsciente. No para de murmurar algo sobre David, no le entiendo nada aparte del nombre.
—Déjame ayudarte —dije sacando el botiquín y colocando el agua oxigenada y el yodo junto con el algodón en la mesita.
Entre los dos terminamos de tratar a Adrián, y no se me escapaba que él trataba de huir de mi mirada.
—Bien, vamos a tratarte a ti ahora, no creas que no ví las heridas que te dejaron esos sujetos —le indiqué, tomándolo del brazo para sacarlo a la sala.
—Espera —dijo cuando estuvimos a punto de salir de mi cuarto. Cerró los ojos fuerza—. C-Cristóbal, sobre lo que viste en ese lugar, lo que le hice a esos sujetos y la cosas que dije...
—Hablemos afuera. —Posé mi mano en su mejilla para calmarlo, antes de salir.
Ni siquiera pensé en por qué hice ese gesto, hasta que me di cuenta cuando nos sentamos, de que él tenía el rostro rojo.
—E-eh, perdón por lo de ahorita —dije algo nervioso—. Ni me dí cuenta que-
—¡No, no!... Tranquilo, está bien —me interrumpió él—. Al contrario, agradezco el gesto. —Miró el suelo—. Me hace pensar que no estás asustado de mí.
—¿Y por qué te tendría miedo? —pregunté mientras echaba un poco de agua oxigenada en un algodón y comenzaba a limpiar su ceja partida y el corte en su pómulo.
Alberto me observó entonces, al fin.
—Perdí el control allá afuera e hice cosas realmente horribles; hay muchos motivos por los que me tendrías miedo.
—¿Cuáles?, ¿el que le reventaras un bate a alguien en la cabeza y apuñalaste a otro?; ¿que le sacaste la rodilla alguien y luego lo desfiguraste?; ¿o podría ser la amenaza casi letal con la que de broma si lograste que ese hombre se orinara encima? —pregunté tranquilamente.
El rostro de Alberto se tornó muy pálido con eso.
—S-son muchas razones —comentó pensativo, avergonzado—. Y-yo lo siento en verdad, ¿vale? Entiendo que te incomodó lo que hice y-
—No he terminado, señorito —proseguí, frunciendo el ceño.
—O-okey, mande señor —espetó, sentándose recto y alzando la cabeza, tragando duro.
Le dí un golpe en el brazo.
—¡¿Por qué debería de tenerte miedo, idiota?! —Solté un suspiro de molestia—. Esos desgraciados se metieron con David y apalearon a Adrián. Tienen suerte de que intervinieras tú, porque si los hubiese agarrado yo. Óyeme bien, ¡yo mismo los hubiera matado! —exclamé molesto, tirando el algodón al piso—, les hubiera partido los brazos, la piernas; los habría abierto en canal y-
—Está bien, está bien, cálmate, vamos, cálmate. —Me tomó de las manos y las cubrió con las suyas—. Respira, vamos...
Inhalé profundamente para luego soltar un bufido.
—Incluso te lastimaron a ti —dije tocándole el costado donde le dieron con el bate.
Alberto siseó de dolor, cerrando los ojos con fuerza.
—Me duele ahí —murmuró conteniendo la mueca de dolor. Fruncí el ceño.
—Vamos, Alberto, quítate la franela.
Él se la quitó con cuidado... Mostrándome el enorme morado que tenía en el costado, incluso tenía puntitos verdes.
Lo miré sorprendido.
—Alberto, esto es...
—No tengo las costillas rotas, de eso sí estoy seguro —explicó acariciando levemente la zona.
—¿Cómo pudiste resistir ese golpe?
—Eh. Lo que sucede es que me acerqué a él para minimizar el golpe lo más posible, de lo contrario, él me hubiera roto el bate encima. —Hizo una mueca de dolor para luego encogerse de hombros—. En todo caso no dolió mucho en el momento, he recibido peores golpes y heridas.
Lo miré unos segundos antes de sacar el ungüento y aplicárselo.
—Debió ser muy duro para ti, vivir esa de esa manera —murmuré suavemente. Él frunció el ceño y bajó la mirada.
—En el momento no lo fue, para nada —negó, observando sus manos, que teblaron levemente—... Lo realmente duro, es cargar con peso de las cosas que hice, toda esa la sangre que cargo en mis manos, todo el dolor que causé —susurró afectado, con los ojos llenos de lágrimas. Apretó las manos.
Se la agarré y las apreté con suavidad.
—Ahora quien debe de calmarse, eres tú —indiqué—, ya no eres esa persona, estás realmente arrepentido de tus actos; eres alguien dedicado a cambiar y a ayudar a los demás... Todo va a estar bien.
Él me miró y luego asintió, limpiándose los ojos. Me levanté.
—Bien, vamos a dormir.
Le dije a Gabriela para que se quedara, pero ella decidió irse a su casa, así que la acompañé hasta su casa.
Luego entre Alberto y yo llevamos a Adrián al cuarto de David y los acomodamos en la cama juntos.
Cuando iba a mi cuarto, Alberto fue al sofá cama y lo comenzó a acomodar.
—Espera —dije antes de darme cuenta. Él me miró confundido.
Me pasé la mano por el cabello, algo nervioso.
—¿Quieres dormir conmigo? —pregunté, tratando de no sonar avergonzado—. Es suficientemente grande para los dos, aparte de que el sofá se ve muy incómodo.
Él me miró por unos segundos, con el rostro cada vez más rojo, para luego asentir.
—C-claro, ¿por qué no?
—B-bien, entonces vamos a dormir —dije sintiendo el rostro caliente.
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Alberto
Lo primero que sentí al despertar, fue algo pesado en mi pecho, impidiéndome ligeramente el respirar.
Fue cuando abrí los ojos.
No sé cómo había pasado, pero pasamos de dormir cada uno de un lado de la cama y de espaldas, a yo dormir en medio de la cama con Cristóbal encima de mí, abrazándome.
La noche anterior, él me prestó un short, así que habíamos dormido sin camisa... Ahora casi todas nuestras partes se rozaban.
Me congelé unos segundos, observándolo fijamente.
Observando sus las largas pestañas, sus mejillas ligeramente rojizas, su suave fragancia con un toque masculino, la sensación de su cuerpo sobre mí.
Estuve tanto tiempo absorto en él, que no noté las ganas de orinar que tenía hasta que realmente fue urgente que fuera.
Tenía que salir debajo de él sin que se despertara o las cosas se pondrían súper complicadas y difíciles de explicar.
Lentamente y con mucho cuidado me moví, tratando de deslizarme suavemente debajo de él; cada vez que ví que cabecea, me detengo en seco.
Al final logré esquivar a Cristóbal y sentarme en la cama, suspiré aliviado.
Cuando fui a la levantarme, casi muero del susto al sentir que me sostuvo de la muñeca. Me giré dispuesto a dar un rontunda, completa y larga disculpa.
—A-ah, discúlpame Cristóbal, e-en serio, discu-
Me callé al ver que todavía seguía dormido, aunque por alguna extraña razón me sostuvo. Me solté con cuidado y fui al baño.
Al volver, revisé la hora y serían casi las cuatro y media de la mañana. Solté y bostezo y me dispuse a acostarme otra vez. Me detuve unos momentos para contemplarlo dormido, se notaba tan tranquilo con un pequeño gesto de felicidad en su rostro.
La expresión de su rostro me reconfortaba de una manera que no llego a comprender.
Por algún motivo, sentía la necesidad de posar mi mano en su mejilla... Sólo para... Sentir cómo se sentía.
"Sólo... Una tocadita" Pensé ansioso, estirando mi mano para tocar-
—¿Qué estás haciendo, Alberto?
Del susto me caí de la cama.
Cristóbal se asomó por el borde, divertido.
—E-eh, eh, eh... Yo. Eh. Tú. ¿Cómo? —balbuceé sin parar, sintiéndome estúpido como hace rato no me sentía. Cristóbal se rió divertido.
—¿Sigues dormido?
—Eh. Sí, yo... Me cabo de despertar e ir al baño —murmuré desviando el rostro, para que no me viera totalmente rojo—. ¿Y tú porqué te despertaste?
—Oh. A esta hora me levanto siempre —dijo mientras sacaba sus lentes de la cómoda, para luego fruncir el ceño—, aunque hoy no hay necesidad de levantarse temprano, los chicos están muy mal y necesito arreglar este desastre bien. —Se acostó en la cama.
Me senté en la cama, nervioso.
—¿No quieres que nos acostemos juntos otro rato?
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Adrián
Gemí de dolor, tratando de seguir dormido, pero los golpes dolían demasiado, así que me levanté cansado.
—¡Argth! —solté sosteniéndome de la sien.
No sé qué había pasado; en un momento, había estado cogiendo realmente sabroso a un bello chico, pero al siguiente fui apaleado por un trío de bastardos, tratando de salvar a David.
"Ah. David..." Pensé cansado.
Fue entonces que me dí cuenta de que estaba en su cuarto.
Acostado con él.
Me levanté de golpe, alejándome de ahí lo más rápido que me daba mi cuerpo... Estar cerca de David es lo que menos quiero hacer en este momento.
Salí de su cuarto y me apoyé en la puerta, suspirando al fin tranquilo. Fui a la cocina y tomé agua, que me estaba muriendo de sed.
Me senté en el sofá a prender la play y comerme un sándwich de jamón y queso con un jugo de naranja, cuando escuché risas por el pasillo.
—Dios, que pesado eres, solo me caí porque me asustaste, estaba medio dormido.
—Bueno, bueno, ¿pero qué estuviste haciendo para que te asustaras así?
Observé por el pasillo como Alberto y Cris no paraban de tontear y hacerse cosquillas. Arqueé una ceja cuando me notaron y se separaron de inmediato, cohibidos.
—¡A-Adrián! —exclamó Cris sorprendido—. Te ves hecho un desastre.
No le dije nada, solo observé fijamente a Alberto, con su delicioso y hermoso cuerpo, que se rascó la cabeza algo nervioso.
—V-voy a ir a vestirme —dijo rápidamente, volviendo por el pasillo, seguramente al cuarto de Cristóbal.
—¿Hay algo que tenga que saber sobre ese juego de manitas y miraditas? —le pregunté a Cris, divertido, que volteó los ojos.
—Por Dios; no inventes, Adrián, no estoy de humor para tus cosas. —Se sentó a mi lado—. Más bien estoy preocupado por ti. ¿te sientes bien?
—Claro, ¿por qué no? —Coloqué un juego de peleas.
Cristóbal se me quedó mirando, por lo que me puse algo nervioso, aunque disimulé.
—Adrián, ayer casi te matan por David de no ser porque Alberto intervino. ¿Por qué te metiste en la pelea?
—¿Cómo que por qué? —solté indignado—. Es David, ¿eso no basta?
—Sí, pero tú no sabes pelear, y lo mejor era que nos llamaras como hizo Gabriela.
—Pero si no hubiera hecho algo, David podría haber muerto.
—Vamos, Adrián, no te pongas a la defensiva —dijo de pronto—, pareciera que estás escondiendo algo.
Me detuve unos segundos, tratando de controlarme.
—Adrián, vamos, ambos nos conocemos muy bien y sabemos nuestra mañas. —Se quitó los lentes y los limpió con su short—. Deberías hablar con David y abrirte.
—¿Y decirle qué?, ¿qué estoy enamorado de él? —dije sarcástico.
—No sé, eso queda en ti. —Se encogió de hombros—. Quien quita y te corresponda.
Dejé el control en el suelo y lo miré fijamente.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿Sabes algo sobre David? —entrecerré los ojos antes de suspirar—. Hablar sobre mis emociónes con él no tiene sentido, lo único que hará esto es complicar las cosas. Ambos sabemos que me rechazará.
—Eso no lo sabes —dijo de nuevo, frunciendo el ceño.
Me incliné hacia él, observándolo fijamente.
—Si vamos a jugar a que sabemos del otro, entonces voy yo —solté ya harto de la situación—. No paras de decir eso, así que, no lo dirías si no supieras con certeza algo que yo no sé, como que David no solo es un hetero curioso, sino que ya tuvo un acercamiento sexual... Como contigo, por ejemplo.
—¿Y eso te molesta? —preguntó de pronto, agarrándome con la guardia baja.
Apreté a boca y me levanté, furioso.
—Vete a la mierda, Cristóbal, yo no tengo por qué decirle a David que estoy enamorado de él, solo porque tú lo q-
—¿Qué?
Me congelé, Cristóbal también. Ambos observamos al pasillo.
David nos observaba apoyado de la pared, mirándome confundido, para luego pasar a Cristóbal y de nuevo a mí.
—¿Qué dijiste?
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David
Realmente me sentía mal, la cabeza me dolía un montón, la luz me molestaba y me sentía mareado.
Pero no estaba sordo; aún así, quería creer que todo era un complicado y muy incómodo malentendido.
—¿Adrián?, ¿qué querías decir con eso? —pregunté lentamente, tratando de dar un par de pasos al sofá.
Él apretó la boca y se puso inusualmente rojo, tembando sin control, miró a Cristóbal unos segundos, que estaba pálido, y me volvió a ver.
—¡Pues lo que escuchaste!, ¡Estoy enamorado de ti!
Adrián salió casi que corriendo de ahí. Cristóbal lo persiguió.
—Espera, ¡Adrián! En serio lo siento, yo-
—No, ¡Cállate de una vez, Cristóbal!, ¡Me largo de aquí!
Yo solo permanecí agarrándome de la pared, sintiendo el piso moverse debajo de mí. Al momento Adrián pasó a mí lado ya vestido y salió de la casa, dando un portazo. Cristóbal corrió por el pasillo hacia la puerta, pero lo detuve.
—Espera —dije sosteniéndole del brazo. Él frunció el ceño.
—David, debo hablar con Adrián y solucionar este desastre, por favor suéltame —dijo lentamente, seguramente tratando de contenerse.
—No, quien debe de hablar con él, soy yo —indiqué, tratando de recomponerme cuando sentí que el mareo se me pasaba. Él me miró fijamente, dudando, para luego suspirar y asentir.
—De acuerdo, vamos.
Me vestí lo mejor que pude, todavía mareado y salimos, encontrándonos a Adrián justo en la entrada del edificio, sentado en la acera con las manos en la cabeza. Cristóbal me miró unos segundos y volvió a subir.
—Adrián... —dije nervioso. Él se levantó de golpe, sorprendido.
—M-mierda... Me voy. —Comenzó a caminar rápido. Traté de seguirlo.
—¡Espera, Adri-!
En ese momento el mareo que tenía aumentó y caí de frente en el piso. El dolor de cabeza que tenía se quintuplicó.
—¿David? ¡David!
De repente tenía a Adrián sobre mí.
—M-mi cabeza —murmuré sosteniéndome la frente.
Él me ayudó a pararme y sentarme en un lugar seguro.
—¿Estás bien? —preguntó observándome fijamente.
—Mareado, adolorido, pero bien, creo —indiqué—; ¿tú estás bien?, ¿por qué saliste corriendo así?
Él soltó un bufido.
—No estoy de humor para escuchar algo que ya sé —espetó algo incómodo.
Yo le detellé un poco más.
Tenía el rostro algo hinchado y amoratado, con algunos cortes en la ceja y los labios... Posé mi mano en su mejilla.
—¿Te duele? —pregunté sin saber qué decir. Él se sonrojó.
—N-no mucho —dijo incómodo, sin darse cuenta de que comenzó a frotar su mejilla con mi mano.
En ese momento recordé el beso que tuve con Cristóbal hace un tiempo. Tragué duro.
—Adrián... No puedo corresponder tus sentimientos, no puedo, lo siento mucho —murmuré algo inquieto. Él observó el piso.
—... ¿Es porque te gusta Cristóbal? —soltó de pronto—. Él muy idiota me soltó que se besaron.
—¿Qué? No, e-eso fue —solté un suspiro—... Es algo complicado. Cristóbal no tiene nada que ver, yo solo... No puedo.
—No puedes —dijo lentamente, para luego mirarme a los ojos—, ¿pero quieres?
Eso me agarró desprevenido.
Antes de darme cuenta, tenía su rostro muy cerca del mío, demasiado, al punto que sentía sus labios ro-
Me paré de golpe, sintiendo que mi corazón iba a salirse de mi pecho.
—L-lo siento —dije rápidamente—. Adrián, no quiero que esto dañe nuestra relación o afecte a los demás. ¿Podemos hacer como esto nunca pasó?
Adrián suspiró para luego levantarse.
—Tú eres un caso perdido, David. —Se encogió de hombros—. Claro, ¿por qué no? Si eso iba a hacer de todas formas.
No sé por qué, pero sentí que de alguna forma me estaba equivocando, aunque era obvio que era lo mejor para todos.
Él se dirigió de nuevo hacia el departamento.
—Oye, vamos que tengo hambre, ¿crees poder caminar? —dijo de pronto, despertándome.
—E-eh, sí, creo que sí —dije levantándome.
Apenas me paré, me fui de lado. Adrián me atrapó justo antes de caerme de lado, soltó un bufido. Me reí incómodo, muy nervioso.
—Eres un caso perdido. —Pasó mi brazo por sus hombros.
—Je, je, je... Lo siento.
Volvimos al departamento.
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Cristóbal
Cuando David salió a buscar a Adrián, me tiré en el sofá y solté un suspiro, cansado.
Sé que lo mejor era que Adrián se lo dijera y hablaran entre ellos. No quería decirlo en voz alta, pero prefería que David se quedara con Adrián en vez de andar dando tumbos por ahí, rebotando de chica en chica como hace ahora... Sé que Adrián lo cuidará muy bien; lo que me preocupa es David y su extraño complejo con su lado homosexual.
Aparte de que Adrián me iba a matar, por mi culpa David se había enterado de la peor manera. Fue bueno ver a David toma la iniciativa para hablar, pero creo que es obvio que lo va a rechazar.
—¡Argth. Y todo es mi culpa! —exclamé exasperado, dándole cabezasos al sofá.
En ese momento apareció Alberto por el pasillo, visiblemente nervioso.
—¿Ocurrió algo entre ustedes? Escuché que tenían una pelea, a-asi que no salí para no incomodar —explicó.
Suspiré para relajarme.
—Bueno, aparte del hecho de que Adrián está enamorado de David y por mi culpa este lo escuchó, así que ahora Adrián se fue corriendo y David lo persiguió, nada más pasó —dije sarcástico.
—... Vaya —soltó sorprendido, sentándose a mi lado. Le dí una palmada en la pierna.
—Ven, vamos a desayunar y esperar a que David y Adrián vuelvan. —Me levanté y fui a la cocina. Alberto me siguió.
—Eh. Gracias, en verdad, pero ya tengo que irme, tengo bastante camino que recorrer y hoy es muy difícil conseguir autobuses que vayan a Puerto Cabello luego del mediodía. Me gustaría quedarme, pero no puedo —terminó algo triste.
—... Bueno, está bien. —Hice una mueca de incomodidad—. Debe ser muy díficil para ti conseguir ir a la universidad, ¿no?
—No te imaginas cuanto —suspiró—, bueno, nos vemos en la uni, chao.
Alberto me dió un abrazo y de dirigió a la puerta.
En ese momento tuve una idea.
—¡Alberto! —grité saliendo de la cocina, esperando que no se hubiera ido.
Justo en ese momento estaba cerrando la puerta.
—¿Dime? —Se asomó por la puerta.
—¿No te gustaría vivir más cerca de la universidad? —le pregunté algo ansioso.
Él me miró sorprendido.
Continuará...
Hola chicos, al fin la siguiente parte, tengo un comunicado importante que dar en el siguiente capítulo, así que por favor, lean el otro pié de página magistral que haré.
Pueden valorar y comentar y/o escribirme a adeth.maldito@gmail.com, mucha gracias por leerme