Él Luchó Por Mi Vida IV

—Verás, yo no he sido del todo sincero contigo; tienes que saber algo... Y es que no soy una buena persona —comentó triste—, soy una mala, muy mala persona... Lo peor de lo peor que podrías encontrar en la calle

IV...Asquerosa familia de mierda.

—Gracias Alberto —le dije sorprendido por el detalle y lo abracé—. Es lo más lindo que me han dado hoy. —Me separé y le enseñé la muñeca—. ¿Me la puedes poner? Es que cargo muchas cosas —indiqué nervioso.

Él asintió, con el rostro algo rojo.

—Por supuesto, para ti, lo que quieras...

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Alberto

Tomé suavemente su brazo y le subí un poco la camisa manga larga roja con rayas cuadriculadas negras, mostrando su piel.

No entendía él por qué, pero todo se sentía demasiado íntimo como para lo que era a simple vista.

Le coloqué lo más rápido que pude la pulsera y me alejé, algo avergonzado.

—Listo ¿Vamos a clases entonces? —dije rápidamente, tratando de deshacerse la extraña sensación que tenía.

—Ah. Claro, vamos —dijo él con una leve sonrisa, observando cómo le quedaba la pulsera.

No lo mostraba a simple vista, pero me sentía orgulloso por haber elegido bien. Le debía una grande a Israel.

Al acercarnos al auditorio donde nos tocaba ver clases, se paró de golpe. Lo miré extrañado.

—¿Cristóbal?, ¿qué suce-?

Me callé al ver como su rostro, poco a poco, se endurecía y se ensombrecía cuando, viendo a la puerta del auditorio. Seguí su mirada.

En la puerta no había nada extraño, excepto por el hecho de que estaba un chico, no bebía tener más de quince.

Era lo más parecido a un clon de Cristóbal, solo que más pequeño y con ojos azules. Él se acercó al chico y yo lo seguí un poco más atrás.

—¿Qué mierda haces aquí, Bryan? —le preguntó molesto, realmente molesto.

Era la primera vez que lo veía en ese estado.

El chico escupió hacia un lado y arqueó una ceja.

—No te estreses, maldito gay, que no estoy aquí porque me guste, de todos modos —soltó el chico sarcástico.

Mi vista iba de un lado al otro como un espectador de juego de tenis. No entendía nada ¿Por qué Cristóbal actúa así? ¿Es gay? Todo era muy confuso.

—No respondiste mi pregunta, carajito del coño —dijo Cristóbal, quitándose un momento sus lentes para limpiarlos—, si quieres plata o algo así, olvídalo, que yo sepa, estoy muerto para ustedes, ¿no?

—Maldito bastardo —espetó el chico, Bryan, dando hacia nosotros un par de pasos, hasta que detuvo, como si recordara algo—. No tengo tiempo para pelear contigo, mi papá tiene un problema en el corazón y está internado en el hospital de Carabobo... Él quiere que vayas a verlo.

—¿Y? Yo no tengo nada de qué hablar con ese señor. —Cristóbal enarcó una ceja, divertido.

—¿NO ESCUCHAS? Él está muy mal y-

—¿Y? ¿Acaso crees que me iba a importa, aunque sea un poco? Me da igual si él está con un pie en la tumba o si ahora baila parado de manos. Ya me dijiste lo que te mandaron a decir, ahora vete, tú y yo no tenemos nada que ver —zanjó entrando al auditorio, el chico solo se le quedó viendo cómo entraba.

No entendía qué ocurría, pero ese chico parecía muy cercano a Cristóbal, y no me gustó verlo en este lado.

—Oye, niño —le llamé cuando me acerqué a él—, no te preocupes, yo haré que vaya al hospital.

El chico bufó.

—Me importa una mierda si va o no... Por su culpa todo está peor —murmuró molesto, marchándose.

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Cristóbal

Entré al auditorio, que ya estaba repleto y a punto de comenzar las clases, y me senté en el primer puesto que conseguí; casualmente tenía uno al lado vacío, así que lo guardé para Alberto.

No entendía qué carajos hacía Bryan aquí o cómo fue que supo dónde iba a tener clases, pero fuera lo que fuera eso que tan urgentemente que quería hablar mi padre conmigo, pues que se fuera olvidando de ello, porque no pensaba poner un pie en el hospital por alguien que me golpeó, me echó de su casa y ni siquiera se preocupó por mí cuando estuve a punto de morir.

Si a él le tocaba ahora estar a punto de morir, o mejor, si se moría de una buena vez, ¿qué tenía que ver eso conmigo?, ¿qué le debía yo a una persona así? Por mí podía morirse ahora mismo.

No quiero saber absolutamente nada de la familia Sandoval. Unas personas que prácticamente me criaron para hacerme sufrir, no merecen ninguna clase de consideración

Alberto al fin se sentó a mi lado, sacó sus cosas y se me quedó mirando.

—Esto... Cristóbal, sobre lo que pasó allá afuera... —dijo algo nervioso. Yo suspiré, tratando de calmarme.

—Perdón por lo de allá afuera, es un problema "familiar", que llevo algo de tiempo arrastrando —expliqué con una mueca de desagrado en el rostro.

—¿Familiar? Entonces el chico de hace rato era...

—Mi hermano, Bryan. Al parecer mi padre está enfermo o algo así y quieren que vaya, seguramente a pisotearme un poco más de lo que ya lo han hecho, porque la última vez como que no le bastó —expliqué casi gruñendo al final—. Ah. Lo siento, me dejé llevar.

Alberto se mantuvo en silencio unos segundos, pensativo, entonces se mordió el labio inferior y me miró fijamente.

—Cristóbal, sé que este tema de tu familia no me incumbe para nada y que está en ti tomar una desición, y no voy a juzgar lo que decidas, después de todo, parece que merecen más que una simple parada en el culo, pero —él tomó mi mano, muy, muy levemente— solo quiero decirte que sé que a veces, las cosas entre los familiares pueden resultar muy mal y sé que pueden decir muchas cosas que pueden herir muy duro... Pero nunca es tarde para empezar de nuevo, al menos, no mientras ambas partes están vivas, ¿entiendes? Tienes derecho a odiarlos por lo que sea que te hicieron, pero creo que tienes un mayor derecho a perdonarlos y a dejar pasar ese rencor que no es bueno para ti.

Así que, en mi opinión, creo que deberías de tratar de empezar de nuevo con tu familia, no será nada fácil que limen asperezas, lo sé muy bien, pero es mejor tratar y dar tu parte en el proceso, que luego lamentarte cuando realmente no haya marcha atrás para las desiciones que tomaste en su momento. Nunca está de más volver a intentar —terminó dándome una nostalgica sonrisa.

Yo solo pude observarlo, totalmente absorto en lo que me había dicho.

Fue como un golpe al riñón a todo lo que había pensado segundos atrás.

—Alberto...

—Mejor piénsalo seriamente y luego dame una respuesta cuando acaben las clases, ¿vale? —dijo con una sonrisa. Justo en ese momento entró el profesor.

No pude realmente concentrarme en la clase, por más que trataba, no podía, las palabras de Alberto no paraban de repetirse en mi cabeza sin parar.

Especialmente por el hecho de que, esas palabras, eran algo que diría el viejo Cristóbal antes de que le pasaran todas esas mierdas que arruinaron mi vida.

Era algo que diría mi viejo yo sí tuviera la fuerza para volver a alzarse.

Al final tomé una decisión.

—Bien, tú ganas —le dije cuando terminó a última clase. Ese día solo vimos dos—. Iré al hospital a ver a esa arquerosa familia de mierda —indiqué.

—Genial —comentó Alberto, algo sorprendido— , e-estaba demás eso de asquerosa familia de mierda, pero bueno, supongo que un paso es un paso —celebró algo incómodo.

—Que bien que lo apruebes, porque quiero que vengas conmigo. —Me crucé de brazos.

Él se me quedó viendo unos segundos.

—¿Qué?

—Claro, tú fuiste el de la idea, así que vendrás. —Me encogí de hombros.

—P-pero...

—David y Adrián seguirán en clases, y Gabriela anda ocupada estudiando para su examen. No quiero ir solo, así que me quedas solo tú.

—Pero, Cristóbal... Yo no conozco a tu familia —dijo nervioso—, estaré totalmente fuera de lugar ahí.

—Alberto, tú no vas por mi familia, tú vas a apoyarme. Por favor, ¿vendrías conmigo? —pregunté al final.

Él suspiró y luego me miró serio.

—¿Para qué están los amigos? Por supuesto que voy —dijo al fin.

Eso me sacó una sonrisa.

—Bien...

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Gabriela

Suspiré agotada cuando terminé el último ejercicio de la guía de análisis uno que me tocaba para mi exámen.

—¡Dios, odio tanto estudiar! —exclamé con un bostezo, tirándome sobre mis cuadernos—, pero todo sea por la plata.

Sí, todo sea por la cómoda vida, los cientos de bolsos y los millones de zapatos, que tanto anhelo.

—Ah. Desearía que me fuera tan fácil como a Alberto —dije con un puchero, garabateando en la esquina de la hoja—, así estudiar sería un paseo.

En ese momento me detuve, pensativa.

"Alberto..."

La verdad es que, si Alberto no hubiera pasado por todo lo que hizo y las repercusiones de lo mismo, ahora él tal vez estaría ya en quinto o sexto semestre de la carrera, así de inteligente es.

Pero como siempre, las cosas nunca son como deberían de ser, eso lo aprendí personalmente por las malas hace mucho, mucho tiempo.

"Espero que le haya conseguido un buen regalo a Cristóbal, parecía especialmente preocupado por eso" Pensé distraída mientras recogía mis cosas e iba al departamento de matemáticas a que me ayudaran a corregir los ejercicios.

Me alegra mucho de que la relación entre Alberto y Cristóbal estuviera floreciendo sin problemas. Considerando que mi hermano siempre termina alejando a las personas por miedo a dañarlos, esto es todo milagro.

Solo espero que Cristóbal pueda aceptar el pasado de Alberto, así como lo hice yo en su momento, de lo contrario, probablemente Alberto se hará añicos... Y esta vez no sé si podré recomponerlo de nuevo. Éll ha pasado por tanto, que no sé si pueda recuperarse de un nuevo golpe.

Justo en el camino, me encontré con David y Adrián sentados en la mesa fuera del departamento. El lugar estaba extrañamente vacío para la normal afluencia de gente que circulaba por ahí.

—Ellos van a quedar juntos, ya lo verás, me apuesto lo que sea —dijo David en ese momento—, Cristóbal ha estado actuando muy raro desde que Alberto anda con nosotros.

—Oye sí, yo había notado algo raro desde que Al empezó a andar con Cris —indicó Adrián, pensativo—, aparte de que Alberto siempre es tan tímido y nervioso cuando está cerca de él. Cualquiera diría que está enamorado de él o que por lo menos le gusta.

En ese momento le dí con mis libros a la mesa. Ambos dieron un salto, gritando levemente.

Sonreí con suficiencia.

—¡Mujer, casi me matas de un susto! —exclamó Adrián, agarrándose del pecho.

—Se lo tienen merecido por estar diciendo estupideces —les reprendí ante de sentarme—. ¿Que Cristóbal y mi hermano serán pareja? ¿Son idiotas? —pregunté incrédula, pasando la mirada de uno al otro. Ellos se observaron unos segundos.

—Eh. Gabi, cariño, sé que eres nueva en esto, pero Cris tiene una extraña habilidad para enamorar a los hombres —indicó Adrián algo incómodo. David solo asintió rápidamente.

Suspiré levemente.

—En primer lugar, niños, Alberto no es gay, no es para nada gay, en lo absoluto... No. Es. Gay, lo sé de primera mano —indiqué lentamente.

—Eh. Creo que ya quedó claro —murmuró David, avergonzado.

—En segundo lugar, que Alberto no se entere de que están hablando sobre esto a sus espaldas... No lo parece, pero puede llegar a ser muy peligroso si se meten con él, especialmente en ese sentido. Ya muchos hombres han intentado algo parecido a lo que ustedes planean, y créanme, no terminaron muy bien que digamos.

David entonces frunció el ceño.

—Vamos, que todo eso suena muy misterioso y no le queda para nada a Alberto —señaló con sospecha, emtrecerrando los ojos—... A menos que claro, tú sepas algo importante que nosotros no sabemos.

Apreté mis labios, frustrada. Sé de sobra sobre el pasado de estos chicos, y de cómo fueron traicionados por personas que no eran lo que aparentaban.

Mantener ocultos los secretos de Alberto no es muy buena idea, pero tampoco es una idea mejor, el estar diciéndolo todo a la ligera.

Mi hermano es lo suficientemente famoso como para atraer atención no deseada si la voz se riega mucho...

Y si eso ocurre, no estaremos para nada a salvo, incluso cuando Alberto ya salió de ese agujero.

—No se lo tomen tan en serio; lo que ocurre, es que simplemente es alguien muy servicial, es alguien que le gusta ayudar a los demás y se desvive por ellos, lo que parece imteres a simple vista, en realidad es él tratando de simplemente de ser servicial, podría decirse que tiene un pequeño complejo de héroe. —Sonreí algo orgullosa—. Él no duda en arriesgarse para salvar a las personas.

Hace poco salvó a un chico de un robo y por eso terminó herido en la pierna, y también ayudó, junto con un primo que es policía, a salvar a un chico en un callejón que estuvo a punto de morir. Recuerdo que incluso se descubrió que los atacantes eran una banda que traficaba con órganos y que la policía llevaba mucho tiempo buscando y...

Me detuve al ver que los chicos me miraban boquiabierto, hasta pálidos, diría yo.

¿Qué les pasa?

—No puedo creerlo, ¡esto hasta parece una novela mexicana-colombo-coreana-puertoriqueña-española-venezolana de bajo presupuesto! —exclamó Adrián sorprendido. David le dió un sape en la nuca.

—¿Qué? ¿Qué pasa?, ¡cuéntenme! —dije con un puchero.

David me miró fijamente.

—Que Alberto y Cristóbal se van a lleva una gran sorpresa —indicó—, y me juego una mano, a que esos dos terminarán juntos.

—Y yo que tú, no apostaría contra David —indicó Adrián—, él ya ganó una apuesta parecida una vez.

Yo solo solté un bufido y negué con la cabeza.

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Cristóbal

Cuando llegamos al hospital, estaba replanteándome cada vez más el hecho de venir aquí, sentía que estaba perdiendo mi tiempo, buscando un camino por donde no lo había.

Pero Alberto tenía razón, si no trataba de hacerlo, nunca me iba a quitar ese peso de encima ni podría seguir adelante del todo.

Lo importante aquí, es que yo me sienta mejor, no ellos.

Pregunté por la habitación de mi padre y fuimos hacia el ala de cuidados intensivos.

Alberto caminaba detrás de mí, casi podía sentir su incomodidad y nerviosismo.

Pero, aunque él no se diera cuenta, su presencia me ayudaba a estabilizarme y seguir adelante en esta locura.

Al llegar al pasillo de la habitación de mi padre, me encontré con Bryan sentado viendo su teléfono. Cuando él se dió cuenta de que era yo, simplemente señaló la puerta.

—Yo llego hasta aquí, te toca entrar solo, suerte —me animó Alberto, apretando mi hombro.

Sin mirar a mi hermano, entré.

Adentro estaban José y Cecilia, él se hallaba conectado a varios monitores y vías intravenosas; parecía descompuesto y hasta un par de años mayor a su edad real, se encontraba muy mal. Estaba despierto y hablando con Cecilia.

Ambos me miraron al escuchar la puerta cerrarse.

—Veo que sí viniste al final —dijo algo cansado.

—Sí, aquí estoy ¿Qué querías decirme? —le pregunté fastidiado, al sentir la mirada asqueada de Cecilia.

—Antes de eso. Querida… sal por favor —le pidió a madre.

—Pero, querido, dejarte a solas con... Esta cosa —dijo confundida, señalándome.

Aquí vamos de nuevo…

—Querida, solo hazlo, por favor —zanjó él. Ella a regañadientes tuvo que irse, quedándonos así solos—... Bien, ahora por fin podemos hablar… Hijo mío.

Yo lo observé irónico, apoyándome en la pared.

—Vaya, no sabía que de pronto, me había vuelto a salir un padre —dije sarcástico—, juraría que TÚ fuiste quien me quitó el derecho de ser tu hijo.

José Sandoval hizo rictus de dolor.

—Lo sé... Lo sé —murmuró cansado, dando un largo suspiro —¿Sabes porque la familia... Odia tanto a los homosexuales? —Esa pregunta me cogió desprevenido.

—No, no lo sé. —Fruncí el ceño—. ¿Qué tiene que ver eso con lo que me ibas a decir?

Él levantó la mano con algo de dificultad, como pidiéndome que espere.

—Hace tiempo... Cuando ni siquiera pensábamos en tener hijos, mi padre y el padre de tú, bueno… De Cecilia… Ellos dos tuvieron una aventura.

No daba crédito a lo que mis oídos escucharon, mis abuelos… ¿Ellos eran gay? En ese momento recordé que, pese a que la familia es enorme, jamás vi a mi abuelo materno o paterno; me parecía curioso que nunca los haya visto o que nadie hablara de ellos.

–Con su amorío, ellos decidieron escapar... Rompiendo con eso a tus abuelas, así como a toda la familia... Los gays, solo significan problemas en la familia. Una y otra vez, miembros de la familia tuvieron encontronazos con ellos... Es por eso que la familia entera los detesta —terminó, desviando la mirada.

Yo solo pude apretar los dientes, molesto, estaba realmente molesto.

—¿Y esa historia de mierda qué tiene que ver conmigo?, ¿cómo llevó eso a que me trataran como lo hicieron? —dije asqueado—. Los problemas que tuvieron en el pasado, lo que hicieron los abuelos, ¡nada de eso era mi culpa!

—Yo... Ahora lo sé, lo entiendo y te pido perdón por eso —admitió, deteniéndose para toser—. Ver en qué te estabas convirtiendo, me recordó a mi padre y me asustó... Me asusté mucho y no me di cuenta de la estupidez que cometía, de que esta vez, era yo el que rompía a mi familia... Por no querer aceptar el presente, por no poder aceptarte.

No pude cambiar de parecer a Cecilia o a tus hermanos... Ellos creen que solo estoy delirando por mi enfermedad, pero quiero recuperar la relación que alguna vez... Tuvimos, hijo, quiero que me ayudes a volver a unir a nuestra familia.

Yo solo pude observarlo, sintiendo que el pecho me dolía, me dolía mucho. Una lágrima se me escapó.

—Yo no sé si quiero hacer eso que me pides —dije antes de darme cuenta. Me limpié la lágrima, sintiendo el odio bullir en mi interior—. Ustedes me dejaron en la calle, ¡totalmente en la calle! Sí yo no hubiera tenido a David, si su familia no me hubiera dado refugio, ¡yo ni siquiera estaría aquí! Seguramente estaría tirado bajo un puente o durmiendo en una plaza y pidiendo limosna o siendo albañil, ¡Vete a saber tú!

Incluso cuando estuve a punto de morir, a ti no te importó que yo puede terminar en un callejón, abierto de par en par y sin órganos, no, a ti solo te importa limpiar tu cochina consciencia de plasta 'e mierda, ahora que podrías morir en cualquier momento. Claro, ahora que TÚ estás en peligro, ahora sí piensas en mí.

—Hijo, por fa-

—¡No te atrevas a llamarme así! —grité sin poder contenerme, sintiéndome más y más molesto.

La puerta se abrió y apareció Alberto tras ella.

—Cris...

Fue a ponerme la mano en el hombro, pero me deshice de él. Observé a José fijamente.

—¡No, no te perdono, y no, no quiero volver a tu puta familia de mierda!

Me largué de ese lugar, sintiéndome totalmente expuesto y superado por el tema.

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Alberto

Me senté inquieto en una de las sillas del pasillo, agitando mi pie sin parar, casi como un tic.

Realmente me quería ir de ahí.

Bryan, el hermano de Cristóbal, no paraba de verme de reojo, como si trata de descubrir qué hacía yo ahí.

No es como si yo pudiera responder eso, la verdad es que no entendía por qué Cristóbal me trajo para un asunto tan importante. Yo no era bueno con estas cosas, él debió de haber traído a David o a Adrián, en su defecto.

Al minuto, una señora salió de la habitación con cara de molestia, congelándose al verme ahí.

—¿Y tú quién eres? —preguntó molesta, colocando las manos en jarra.

Me levanté, incómodo.

—Soy amigo de Cristóbal, él me pidió acompañarlo y aquí estoy —dije simplemente.

El hermano de Bryan, sentado un poco más allá, soltó una carcajada.

—¿Amigo? Más bien pareciera que eres el novio, me sorprende que cambiara de maricón tan rápido, el tal Noel ese no debió bastarle —soltó sarcástico.

Yo me paralicé, confundido, recordando lo poco que sabía sobre ese tal Noel. ¿Cristóbal tuvo un noviazgo con ese chico?

Bueno, eso explicaría algunas cosas.

—Tú no sabes de qué hablas —dije lentamente, tratando de calmarme. Bryan sonrió divertido.

—¿Cómo que no? Es obvio que una puta como Cristóbal, se iba a ir con el primero que la cogiera du-

No me aguanté, lo levanté del asiento y lo estampé contra la pared, alzándolo en el aire. El chico me miró asustado.

—Escúcuame bien, niño de papi y mami, no te atrevas a insultar a Cristóbal de nuevo o no respondo por mis acciones —le advertí, empujándolo más arriba en la pared—. Y. No. Soy. Su. Novio, ¿quedó claro mal parío?

Él asintió rápidamente, así que lo dejé ir. Bryan cayó al suelo, fulminándome con la mirada.

La señora se acercó y puso su dedo en mi pecho.

—No te armo un escándalo, porque estámos en un hospital, pero te advierto que vas a pagar muy caro. Yo soy una jueza y-

—A mí usted no me va a venir a amenazar —dije, quitando su dedo de mi pecho—, usted puede ser hasta la pinche vicepresidenta del país si se le da la gana, pero no es la única con recursos o poder aquí, que yo también tengo contactos.

Así que le aconsejo que tenga cuidado con lo que dice, que quien podría terminar arrepintiéndose de lo que haga, es usted —susurré lentamente.

El rostro de esa mujer se tornó rojo de la ira, hasta le vi una vena palpitar.

Cuando fue a decir algo...

—¡No te atrevas a llamarme así! —gritó Cristóbal en la habitación, haciendo que todos voltearamos a ver.

Yo actué más rápido y corrí a la habitación, solo para ver la cara de odio de Cristóbal y sus ojos empañados de lágrimas tras los lentes.

—Cris... —dije suavemente, tratando de poner mi mano en su hombro.

Quería decirle que todo estaba bien, que yo lo sacaría de ahí, que esa gente no valía la pena.

Pero mis palabras murieron cuando él se sacudió mi agarre sin verme.

—¡No, no te perdono, y no, no quiero volver a tu puta familia de mierda!

Él salió prácticamente corriendo del lugar, dejándome ahí. Tenía que ir por-

—Espera, chico —dijo el hombre en la cama. Lo miré, frunciendo el ceño.

Creí que sería bueno que Cristóbal tratara de sanar su herida al venir aquí, pero al ver cómo eran su hermano y su madre, entendí que fue un grave error hacerlo venir a ver a este hombre.

—¿Qué quiere? —pregunté, apretando la mandíbula.

—Cristóbal está muy herido y lleno de odio en este momento... Por favor, cuídalo por mí —suplicó el señor con la voz afectada.

No respondí, simplemente salí de aquel lugar. Tenía que encontrar a Cristóbal.

El hospital era algo grande y los espacios alrededor de este, inmensos, él odía estar en cualquier parte, aunque dudo que quisiera seguir estando en este lugar.

Así que debía de estar afuera, en el camino de regreso.

Para llegar al hospital de Carabobo, hay que tomar un autobús que pasa por una única vía que pasa frente a Facyt, el domo de deportes y sigue derecho, hacia el hospital.

Así que debía de estar caminando de regreso a la universidad.

Pero cuando salí, me lo encontré sentado en la acera de la parada, con el rostro oculto entre las manos.

—¿Cristóbal? —murmuré sentándome a su lado, acariciando su espalda.

Él se levantó y me miró. Sus enormes ojos violetas no estaban escondidos detras de sus lentes, y, su mirada normalmente seria y aguerrida, ahora estaba llena de dolor y lágrimas.

Él me abrazó con fuerza, comenzando a llorar en mi pecho.

Le devolví el abrazo, acariciando su costado.

—Está bien, déjalo salir, vamos, déjalo salir —murmuré levemente sobre él.

Cristóbal gritó un par de veces en mi pecho, hasta que en algún momento, comenzó a calmarse y se separó de mí.

—¿Estás mejor? —pregunté suavemente, limpiando las lágrimas de sus ojos con mis pulgares delicadamente.

Me él me dió una leve y afectada sonrisa.

—No... Pero creo que lo estaré.

Definitivamente, había sido buea idea traerlo aquí.

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Cristóbal

Estábamos en el autobús que nos iba a llevar de regreso a la campiña; nos habíamos sentado en el fondo del autobús, en la última fila, yo estaba en la esquina y Alberto se encontraba a mi lado, como si me protegiera de los demás. Yo estaba apoyado de él.

Luego de ese mal sabor de boca que pasé en el hospital, necesitaba esto, necesitaba a alguien de quién apoyarme, aunque sea por un momento.

Si hubiera traido a Gabriela o Adrián, ellos se la hubieran pasado todo el camino criticando, la mejor opción era David, pero, aunque me cueste reconocerlo, en este momento no quería que tener cerca a alguien que constantemente estaba dudando sobre su sexualidad.

Irónicamente, la persona a la que había rechazado en un principio, era con quién mejor me sentía en este momento. Alberto no preguntó, ni me juzgó por lo que dije e hice, ni nada por el estilo.

Él solo estuvo ahí, para mí, para ayudarme a aliviar el dolor que creí que había superado hace mucho.

Suspiré mientras me acomodaba en mi asiento, para ponerme lentes otra vez.

—Yo... Creía que había superado por fin esto —murmuré, sacando el estuche del bolso—, creí, que ya había llorado suficientes lágrimas y que no me quedaba nada ya.

—Siempre tenemos un poco más para llorar, siempre —dijo lentamente, pasando su brazo por mis hombros, abrazándome.

Me sentí un poco más reconfortado con su gesto.

—En todo caso, tuve un pequeño encontronazo con tu familia, así que entiendo un poco mejor por qué estás molesto con ellos... Son escoria —dijo con gesto de disgusto.

—¿Te peleaste con mi hermano y mi madre? —dije levemente sorprendido, casi diría que divertido—. ¿Por qué? ¿Qué hicieron?

—No vale la pena decirlo —desestimó rápidamente—, solo diré, que tú hermano es un total imbécil y un día alguien le romperá la nariz por eso.

—Je. Espero que ese alguien no seas tú, no quiero que tengas problemas por culpa de ellos... Mi madre es jueza.

—Bah, no seré yo, tranquilo. —Se encogió de hombros—. Al menos, si no se le ocurre meterse contigo de nuevo.

Algo en esa frase me hizo sentir avergonzado y extrañamente protegido, así que, antes de decir alguna tontería, me limité a solo asentír y mirar el suelo.

—Él antes no era así... Mi familia en un principio no era así, o eso es lo que quiero creer.

—¿Y cómo te sientes luego de ir allá? —preguntó suavemente.

—Apaleado, cansado, solo quiero dormir y digerir mejor el asunto —admití, volviéndome a recostar de él.

—Cristóbal... Aún creo que deberías de tratar de hacer las paces con ellos —dijo suavemente, casi que con miedo.

—Yo también lo creo —reconocí—, pero por hoy, no quiero pensar más en esto —Me encogí de hombros.

Ambos permanecimos callados, en ese momento el autobús paró frente a la universidad y un grupo de estudiantes entraron.

Frente al pasillo de la última fila, quedaron un par de chicos y una chica, que se nos quedaron viendo y luego murmuraron entre ellos.

—Ay. Que lindos, hacen un bonita pareja —escuché decir a la chica con ilusión.

Automáticamente me sentí abochornado y con el rostro caliente; traté de soltarme con disimulo del agarre de Alberto.

Pero este, en vez de soltarme, afianzó el abrazo.

Era imposible que no escuchara lo que decían, porque estaba más cerca de ellos que yo.

Y él hecho de que no le importara lo que otros dijeran, me hizo terminar de sentirme cómodo.

Al final llegamos a mi departamento, encontrando a David, Adrián y Gabriela sentados en la sala, conversando. Se callaron de inmediato al vernos.

—¿Qué sucede? —preguntó Alberto, extrañado.

—Sucece que nosotros saldremos de fiesta —dijo David de pronto, mientras que Adrián y Gabriela soltaban gritos de felicidad.

—¿Qué? —solté yo.

—Alberto, te quedarás aquí hoy, sin derecho a negarte —indicó Gabriela, tomando a su primo de los hombros y mirándolo fijamente—. Mi tía ya te dió permiso así que está bien. Y, oye, es momento de hablar, dile sobre lo que hablamos, todo va a estar bien. —Le sonrió suavemente.

Yo no entendía ni papa de lo que pasaba, pero Alberto parecía que sí, porque se quedó mirando a Gabriela, serio, para después asentir.

—Lo haré.

—Nosotros vamos a una fiesta que queda por aquí cerca de la UC, ustedes se quedan a hablar, ya saben, de esas cositas que no dicen en voz alta —dijo Adrián pícaro una vez que David y Gabriela salieron—. Que tengan una bonita noche chicos. Ah. Y usen condón. —cerró la puerta.

Yo me tiré en el sofá, quitándome los lentes y frotándome el puente de la nariz.

—¿Qué coño acaba de pasar? ¿Y a qué se refería Gabriela hace unos momentos? —dije confundido.

Alberto se sentó a mi lado, sin mirarme a los ojos, parecía muy nervioso.

—Yo creo que sé qué pasó. Ellos buscaron una excusa para dejarnos a solas... Para que yo hable contigo.

—¿Sí? ¿Y sobre qué será? —pregunté curioso.

Él me miró a los ojos, hecho un manojo de nervios.

—Verás, yo no he sido del todo sincero contigo; tienes que saber algo... Y es que no soy una buena persona —comentó triste—, soy una mala, muy mala persona... Lo peor de lo peor que podrías encontrar en la calle.

Yo lo miré confundido, sin entender de qué iba el el tema o qué pasaba.

—Pero Alberto, eso es absurdo, tú eres un buen chico, un muy buen chico —aseguré—, siempre estás pensando en los demás y diciendo cosas increíbles, incluso me ayudaste a afrontar a mi familia y eres tan considerado con las personas —expliqué algo avergonzado por tener que decir todas esas cosas.

Él se pasó las manos por el cabello.

—Estoy fichado en el sistema policial, como un ex sicario, uno de los más peligrosos del país, por cierto, y, era el líder de la banda más peligrosa en todo el estado Carabobo, Los Moroncitos —reveló muy, muy lentamente, con una voz tan baja, que sí la tele estuviera prendida, no lo habría escuchado.

Yo solo pude observarlo por un largo y tendido rato, en total shock.

—... ¿Qué?

Continuará...

Bien señores, en primer lugar, quiero pedir perdón por si se me escapó algún error ortográfico o de dicción, a veces ni yo sé lo que escribo o simplemente lo paso como si lo hubiera escrito bien, es de locos XD en fin...

En segundo lugar, quiero destacar que, cuando escribí está historia, una de las cosas que más me gustó escribir, fueron precisamente las interacciones entre Alberto y Cristóbal, el como Alberto ayuda a sanar las heridas de Cristóbal, el como este acepta y acobija todos los miedos de Alberto, tratando de hacerlo salir de su caparazón sin darse cuenta, el que sientan y hagan cosas por el otro sin darse la más mínima cuenta de lo que sienten de verdad, su versión del amor y el desarrollo de este, a mí parecer, es uno de los más inocentes y puros que he hecho.

También quiero destacar, que esta correción que he hecho me ha dado, sorpresivamente, más dolores de cabeza que la primera parte XD en parte, porque había argumentos de está historia que parecerían reciclaje. Por ejemplo, en principio, Cristóbal en vez de ser asaltado por una banda para sacarle sus órganos, él iba a ser violado, y tendría en cierta medida asco hacia los hombres y hacia la sociedad en general, pero no perdería esa personalidad que lo caracterizaba en la primera parte.

Esto, obviamente es un poco absurdo, aparte de que la trama me pareció algo muy superfluo, poco humana y algo inmadura, para el nivel en que se estaban desarrollando las cosas, como que Cristóbal perdonara así como así como algunas bastantes, muchas, inconsistencias en lo que había escrito... No sé que me pasaba por esa época, la verdad XD

Así que básicamente, eh vuelto a escribir, respetando los parámetros que me había impuesto en la primera parte, escribiendo sobre lo que ya estaba hecho y rescatando las pocas conversación que consideré que daban más desarrollo y personalidad a mis chicos... Nadie verá ese horrible escrito XS solo diré que era más de comedia (comedia mala y barata, por cierto) que otra cosa.

Vlviendo a la historia, ahora sí, damas y caballeros, al fin sabremos qué carajos pasó en el pasado de Alberto, aunque él dió una enorme y jugosa pieza de información, todos sabemos que las cosas no siempre son lo que parecen.

Hay más, mucho más que ser un simple sicario en el historial de Alberto. También quiero aclarar, que no, esto no se pondrá más turbio de lo acostumbrado en esta historia, ni se volverá policial, que pasarán cosas por culpa del pasado de Alberto, pues pasarán cosas, pero esto no se volverá el final del 'el Tutor' versión venezolana, para nada XD

Por otro lado, quiero celebrar que también, al fin pasará la primera escena de sexo, y vendrá, de un personaje que nadie se espera o UE muchos esperan que cuente su parte, la verdad es que no sé.

Y por último, quiero anunciar que, luego de publicar el capítulo de "el caballero de los cuervos", me tomaré un par de semanas de no-descanso, es decir... Hay un buen amigo mío que cumpleaños a finales de agosto, él también me lee y me pidió de regalo, que le mandara los dibujos de Caleb, Brandon y Bryan, de "el tutor" que son sus personajes favoritos, así que los haré bien chulos, se los mandaré lo mejor corregidos posiblemente y los publicaré por Facebook, censurado, claro. ¡Habemus cuenta de Facebook Adeth, señoras y señores! Así que debes en cuando, pueda que suba algo por ahí, en todo caso, yo aviso por aquí, así los heater que tanto me persiguen, tendrán otra plataforma donde quejarse de mi persona y críticar tanto como gusten XD

Fiu, este fue un largo pié de página... Pueden comentar, valorar y/o escribirme al correo adeth.maldito@gmail.com, siempre respondo, puede que algo tarde, pero respondo. Hasta luego y gracias por leerme...