Él Luchó Por Mi Vida II

Deberías usar ropa más ajustada, más acorde a tu cuerpo... Tienes un buen cuerpo, bien tonificado —comenté sin darme cuenta. Su rostro se sonrojó violentamente.

II…Gracias por tu ayuda.

Quien sí se gozó todo el monólogo de Gabriela, fue Adrián, que le divertía de sobremanera, las caras que David puso cuando esté se enteró de la bisexualidad de Gabriela y las pocas o casi inexistente posibilidad que tenía con ella.

En pocas palabras, admito que fue un rato bastante divertido.

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Alberto

—Eh. ¿Tío? —dije algo dudoso, mirando la enorme bolsa de medicamentos frente a mí—, ¿en serio tengo que tomarte todo esto? —pregunté a mi tío Norberto.

—Sí. La infección es más fuerte y grande de lo que imaginaba; si no la atacamos con antibióticos poderosos... Tendremos que tomar medidas extremas al respecto —explicó, mirando fijamente mi pierna.

Tragué en seco, no queriendo pensar en lo peor.

Tenía la pierna muy inflamada, roja y en algunos puntos estaba morada, era enorme la mancha amarilla que envolvía el corte y olía feo. Durante la revisión parcial metió un hisopo en la herida y casi grité de dolor, salió rojo y amarillo... Sangre y pus.

—No quiero que corras el riesgo de que la infección entre en tus venas y todo acabe cuando llegue a tu cerebro. —Me miró muy serio y preocupado—. Por eso los antibiótico son muy fuertes, debes tomártelos cada cinco horas y colocarte la inyección justo en la herida cada seis horas. ¡Ah! Y lo mejor será que uses esto, por lo menos por hoy —ordenó sacándola de no sé dónde.

—¡Y también eso! ¿por qué tengo que usar una muleta? —preguntó extrañado.

La infección ciertamente era grave, pero coño, no estaba inválido.

Él me dió una sonrisa misteriosa en ese momento.

—Oh. Créeme, cuando termine de limpiar esa horrible herida que cargas ahí, vas a suplicarme que te dé esa muleta —indicó lentamente, sacando un montón de cosas.

Estre esas cosas, sacó un bisturí... Y no veía la anestesia por ningún lado.

—Lo siento sobrino, no podemos gastar algo tan valioso como la anestesia, en esto —soltó simplemente, al ver como yo la buscaba con la mirada entre las cosas que sacó.

"... La madre que lo parió..." Fue lo único que pensé en ese momento...

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—¡Listo, señorito!, ¡Ya terminamos! —exclamó felizmente, cuando cortó el hilo de la última sutura.

—... ¡La puta que te parió, bastardo!, ¡Esa mierda dolió como el infierno! —grité sin poderme contener. Mi tío solo negó con la cabeza.

—Y yo te creía más duro, que llorón le saliste a mi hermana —suspiró. No pude aguantar las lágrimas más—. Vamos, vamos, no chilles, voy a cubrirte esa herida, cambia el parche una vez al día. —Se quedó viendo la herida unos segundos—. ¡Y cómprate una crema para las cicatrices o algo, por amor a Dios! A las mujeres les gustan los chicos con cicatrices, pero tú eres el colmo.

Yo sólo gimoteé de dolor y no le hice caso.

Me dolía tanto, que sentía la pierna ligeramente dormida, en especial la punta de los pies.

Él volvió y comenzó a parchear la herida.

—... Oye, ¿y qué tal te va con Gabriela? —preguntó de la nada, mirándome a los ojos por un segundo.

Resoplé.

—Igual —respondí cabizbajo—. Me sigue incomodando la idea de decirle hermana... No creo merecer decirle algo así. —Desvié la mirada, incómodo al recodar algo que no debía.

—Pues claro que mereces decirle así —refutó mi tío, enojado—. Si saliste de ese hueco tú solo, pues claro que lo mereces; casi nadie sale de ahí solo, Alberto, no tienen tantos huevos. —Terminó de colocar el parche—. Así que ya quítate eso de la cabeza y sigue adelante.

—Incluso si tú dices eso, igual no cambian los hechos. Las cosas que hice, las personas a las que arruiné... —mumuré cansado.

Esa era la cruz que tenía que cargar, el precisamente ser yo.

—Alberto, puede que sea importante, no olvidar quiénes fuimos y lo que hicimos en el pasado, pero más importante aún, es quienes somos ahora y lo que hacemos en el presente —indicó mi tío, rellenando rápidamente el papeleo de mi historia clínico—. Ahora, quita esa cara de perro mal amarrado y largo de aquí, que tienes clases.

—Entendido, entendido, mi querido psicólogo. —zanjé ya levantándome y agarrando la muleta.

Hizo un mohín cansado.

—Te regañaría por lo que acabas de decir, pero bueno, el infierno que vivirás las próximas cuarenta y ocho horas me bastará —dijo misteriosamente, pasándome la bolsa de medicamentos—. Dios te bendiga y nos vemos sobrino.

"¿Infierno?, ¿él acaba de decir infierno?" Pensé con sospecha, agarrando la bolsa.

Para mi suerte, o desgracia, según se mire, ya había usado muletas un par de veces antes anteriormente, así que podía manejarme con una fácilmente.

Ciertamente necesitaba la muleta, realmente tenía dormida la pierna, más aún cuando mi tío me inyectó directamente en la herida.

Al final llegué algo tarde a la clase. Me sentía tan mal y estaba tan atrasado con los apuntes, que no pude detenerme a ver ni un segundo a Cristóbal.

Apenas terminaron las clases, Gabriela corrió hacia mí.

—Oye, hermanito, ¿estás bien?, ¿y esa muleta? ¿El tío sigue haciendo de sus travesuras? —preguntó divertida. Respiré profundo.

—El tío haciendo de las suyas —admití cansado—, tranquila, solo la tengo que usar por hoy... Creo.

—Oh. Genial.

—¡Gabriela, apúrate! —gritó David más allá, con los chicos esperándola.

Con Cristóbal, esperándola.

La miré feo.

—Veo que te llevas de maravilla con ellos —dije resignado, y por qué no, también un poco indignado.

—Hay, no seas gruñonsito, celoso mío —desestimó ella por completo mi sentir—. Además, esto lo estoy haciendo por los dos, te ayudaré con tu pequeña obsección —susurró al final, mirando a todos lados con sospecha.

Yo inhalé profundamente.

—Gracias por la consideración, pero no necesito tu ayuda para arruinar las cosas, yo lo puedo hacer solito —espeté molesto, mas que todo conmigo mismo—, Cristóbal no me quiere ver ni en pintura.

—Ah. Pero...

—Nos vemos mañana, Gabriela —le interrumpí, marchándome.

—¡P-pero Alberto!

No escuché más nada, pasé al lado de los chicos sin mirarlos y me fui.

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Cuando llegué a casa, mi mamá me miró alarmada al verme con la muleta, yo le quité hierro al asunto alegando que era solo paranoia de mi tío, aunque ya ni siquiera podía apoyar el pie del todo.

No sabía cómo iría a la universidad al día siguiente; medité la idea de quedarme en casa unos segundos, pero rápidamente la deseché, debía ir a clases o me perdería luego.

Que grave error fue esa desición.

Al despertar al día siguiente, me dí cuenta que era oficialmente, la peor mañana que había tenido en mi puta vida.

Ni siquiera cuando tomaba, o cuando me drogaba, o cuando tomaba y me drogaba a la vez, había tenido una mañana así de horrible.

Mi cabeza se sentía como si la tuviera metida en una gran campaña a la que le daban martillazos sin parar; sudaba copiosamente; me dolía el cuerpo y ni hablar de la pierna, apenas pararme podía considerarse un milagro.

La noche había sido horrible; incómodo en mi cama y levantándome cada dos por tres para tomar agua por lo sediento que me sentía, pero ahora con la luz del sol, tengo un plus en dolor de cabeza y mis ojos se siente como si los cociera a fuego bajo… Y no ha pasado mucho desde que comencé el tratamiento.

Jodido tío Norberto, cuando lo vea lo voy a matar por no haberme advertido de esto.

Puede que esté muy cansado y adolorido, pero, aunque se me caiga el mundo encima y tenga que arrastrarme por la carretera, iré a la universidad, no puedo faltar a clases, si lo hago, me costará mucho seguir el hilo de las cosas.

Llevo en mi bolso todos los medicamentos, por los horarios en que debo tomarlos, aunque no sé cómo diablos iré a ponerme la inyección.

Mi madre es enfermera, así que puede hacerlo en la casa; yo odría hacerlo solo porque sé en dónde y cómo debo hacerlo, pero mi pánico a la agujas no me lo permite... Ya no.

Creo que tendré que ir a donde mi tío a que me la ponga.

"Solo hay que sobrevivir a hoy" Pensé lentamente, intentando animarme.

Solo sobrevivir, esa meta está bien para mí.

Suspiré hastiado cuando salí de la casa, rogándole a Dios porque pudiera llegar tranquilo a la universidad.

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Ya va a ser la primera hora y voy en camino, sino me equivoco, esa clase es en la que estudio junto a Gabriela, los dos chicos esos y… Cristóbal. La verdad me anima mucho ir a verlo.

Ya sé que está fuera de discusión, él intentar ser su amigo... Pero eso no impide que pueda verlo desde lejos, ¿no? No le hago daño a nadie, ¿no?

"No, no lo haces daño a nadie... Aunque parezcas un pinche acosador todo el tiempo" Indicó mi consciencia en ese instante.

Solo pude suspirar.

Al llegar, me encontré con que los chicos estaban sentados en la parte superior del auditorio, tres escalones arriba para ser exactos... Me venía pésimo con lo mal que me sentía y lo agotado que estaba, el subir escaleras.

Así que simplemente me senté en una esquina de la primera fila, tratando de concentrarme en lo que sea que el profesor decía.

Fue un desastre, no podía ni enterarme de lo que decia.

Lo único bueno de ese día, era que en ese auditorio vería todas mis clases, sin interrupciones.

Así que pude dormirme tranquilamente, sin que nadie viniera a interrumpirme...

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Cristóbal

"¡Ah! Por fin terminaron las clases" Pensé agotado, luego de que terminara el último profesor que nos tocaba hoy.

También había notado, que ese chico, el tal Alberto, había llegado tarde a clases, y no solo eso, sino que también se la pasó todo el día echado en su asiento.

"No entiendo quién vendría a clases, solo para dormir" Pensé cansado, mientras volvía al salón, luego de haber comprado un par de libros que necesitaba.

En fin, no es que sea mi problema, de todas formas.

Al llegar al salón, noté que ese par había desaparecido, solo quedaban algunas personas que copianban los últimos ejercicios que dejó el profesor.

Adrián y David se habían cansado de esperar y me habían dejado botado. Esos dos debían de estar almorzando sin mí.

Con MÍ paga de la semana.

—Este par de... Ya me las van a ver —murmuré molesto.

Me disponía a llamarlos... Cuando noté que ese chico seguía durmiendo en su lugar. Hacía dos horas que las clases habían terminado; si vino solo a dormir, ¿para qué vino hoy?

Observé entonces la muleta que estaba recostada de él.

Por un momento, pensé en despertarlo, más que todo, porque si le robaban algo mientras dormía tan descaradamente en un auditorio, seguramente tendría a esa chica, Gabriela, chillando de un lado a otro sin parar. Sería una verdadera molestia.

Suspiré al acercarme a él.

"¿Por qué tengo que lidiar con este desconocido?" Pensé incómodo.

—Hey. Mira, despierta chico —solté levemente, empujando un poco su hombro.

Miré asqueado mi mano, cuando la noté empapada en sudor.

El auditorio tenía aire condicionado, así que el clima era templado, ¿por qué estaba así?

—¿Qué mierda?... Hey, tú, levántate —dije más fuerte, empujándolo por la cabeza—. ¡Vamos que no tengo todo el-!

Él se levantó de golpe. Me le quedé viendo unos segundos.

Su camisa gris estaba totalmente empapada en sudor, aún así, su rostro estaba totalmente rojo, casi morado, y no necesitaba tocarlo para sentir el sofocante calor que desprendía su cuerpo, parecía un radiador viviente.

Ese chico estaba prendido en fiebre.

Miró a todos lados algo perdido, hasta que notó mi presencia. Sus ojos estaban muy rojos.

—A-ah... Eres tú —dijo simplemente. Fruncí el ceño.

—Chamo, estás realmente mal, ¿por qué viniste a clases en este estado?

Él observó el suelo, nervioso.

—E-es que... No quería perder clases porque me costaría seguirle el ritmo a las cosas luego, pero al final no pude entender nada por más que traté —dijo incómodo.

—Prácticamente viniste para nada —suspiré—. ¿Puedes levantarte?

Él tomó sus cosas y la muleta, y se levantó.

Apenas lo hizo, se fue de lado. Le sostuve justo antes de que cayera.

... Terminé empapado con su sudor.

—Urgth... Lo siento, todo me da vueltas. —Se rió nerviosamente. Solté un bufido.

—Camina, yo te apoyaré, debemos de ir a la enfermería —dije simplemente, con una mueca de fastidio.

¿Por qué diablos terminé en esta situación?

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Alberto

"Dios, Alberto, ¿se puede ser más patético que en este momento? Definitivamente rompiste tu récord" Se quejó mi conciencia.

—Dame algo de tiempo, estoy seguro que lo puedo hacer peor —murmuré frustrado.

—¿Dijiste algo? —preguntó Cristóbal, ayudándome a caminar mientras me apoyaba en su hombro. Negué con la cabeza para no empeorar las cosas con mis palabras.

Estaba pasando la vergüenza de mi vida en ese momento.

Normalmente, soy alguien con temperatura corporal caliente, así que cuando me da fiebre, suelo ponerme realmente caliente.

Pero en ese momento debía de superar los cuarenta grados.

Así que estoy aquí, camino a la enfermería, sudando sin parar, con la fiebre a full millón y entorpeciendo el día de la única persona a la que no quiero molestar.

"En serio Dios tiene algo en mi contra hoy" Pensé avergonzado, casi que humillado, mientras notaba cómo Cristóbal, al apoyarme en él, se estaba empapándo por completo con mi sudor, que no es que huela muy bonito que digamos.

Bien hecho, Alberto, diez de diez para ti.

Llegamos a la enfermería y él le explicó al enfermero mi situación, mientras me tomaban la temperatura.

—Pues tienes casi cuarenta y dos grados, estás realmente grave —indicó el chico, que observó mi anormal sudoración—, estás sudando bastante, por lo que la fiebre debería de haber bajado... ¿Se trata de alguna infección?

—S-sí, tengo una fuerte infección por un corte que tengo en la pierna —acaricié levemente mi pierna derecha, que sentía como si tuviera otro corazón, justo en la herida—. Estoy tomando un cóctel de antibióticos para controlarla.

—Eso lo explica todo; es solo tu cuerpo teniendo una reacción a los antibióticos, deben de ser realmente potentes como para que estés en esta situación. —Se quedó pensando unos segundos— ¿En dónde vives exactamente?

—Eh. Puerto Cabello, Morón, ¿por? —dije confundido, él enfermero suspiró.

—No estás en condiciones para viajar —indicó simplemente, entonces observó a Cristóbal—, oye, ¿puedes tener a tu amigo en tu casa por hoy por lo menos?, es peligroso que esté viajando tan lejos con una fiebre tan alta.

Cristóbal en ese momento entró en tensión, yo solo puede cerrar los ojos y suspirar.

Ese chico creía que Cristóbal era mi amigo. Ja. Era más que obvio que se iba a negar, aclararía la situación y me dejaría a mi suer-

—Sí, no hay problema. Vivo en la campiña, así que no está tan lejos.

Yo solo pude observarlo, sin poder creerme lo que oía.

—Genial —dijo el enfermero, para luego entregarme una tableta de pastillas—. Esto debería de ayudarte a controlar la fiebre, tómatelas junto con los antibióticos —me ordenó.

—Ah, disculpe, tengo que ponerme una inyección en la pierna a esta hora, ¿me la podría colocar? —dije, buscándola en mi bolso.

—Oh. Por supuesto.

Apenas Cristóbal cayó en cuenta que me tenía que desvestir para eso, salió rápidamente del lugar con el rostro enrojecido. Suspiré una vez más, avergonzado.

"¿Lo ves? Solo necesitaba un poco de tiempo para ser imposible aún más patético" Pensé cansado.

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Una vez el enfermero me colocó la inyección, mis mareos se detuvieron y la fiebre bajó levemente, así que pude salir de ahí con mi propio pie y muleta.

A fuera, Cristóbal parecía esperarme con los brazos cruzados. Le dí una sonrisa de disculpa.

—Eh. En verdad, en verdad, lo siento por todo esto —dije rápidamente, tratando de demostrar lo terriblemente avergonzado y culpable que me sentía.

Él solo me miró de arriba abajo y asintió.

—Ya déjalo así. Vámonos, que hemos perdido mucho tiempo y tengo hambre —soltó, para luego comenzar a caminar. Lo miré algo descolocado.

—Ah. ¿A dónde vamos? —pregunté sin entender.

—¿La fiebre te sigue atontado? —Frunció el ceño—. Dije que te iba a llevar a mi casa y eso haré.

Observé el suelo, sintiéndome extrañamente nervioso y vulnerable.

—No tienes porqué hacer esto. —Me rasqué la mejilla levemente—. Ya fui suficiente estorbo y ya hiciste demasiado por mí y no tengo palabras para agradecerte este gesto.

Entonces se acercó a mí y señaló mi pecho.

—Escúchame. Yo no te conozco, y sí, has sido un dolor de cabeza desde que te me atravesaste ayer —soltó gruñón, yo solo pude agacharme aún más—, pero ya me involucré y prometí hacerme cargo de esto y ya te indicaron que es muy peligroso que viajes en esta condición, aparte de que no podría dejar a alguien en tu condición, a su suerte.

Así que deja las excusas y camina, que nos vamos a mi casa a comer.

Yo solo pude asentir y seguirlo, sintiéndome algo intimidado por su presencia.

Y por qué no admitirlo, también un poco bastante emocionado por sus palabras.

Aunque no lo pareciera en apariencia, él era un buen chico, un muy buen chico.

—Muchas gracias por tu ayuda, Cristóbal —murmuré algo afectado, cuando no subimos al autobús.

Aunque el igual el ruido del transporte calló mis palabras, el cálido sentimiento en mi pecho permaneció.

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Cristóbal

—El departamento queda en el tercer piso de mi residencia, así que tendremos que lidiar con tu muleta en las escaleras —indiqué a la vez que abría la puerta.

—T-tranquilo, he tenido bastante entrenamiento en el uso de las muletas, las escaleras no son nada para ti. —Se rió algo nervioso, pero comenzó a subir ágilmente las escaleras.

No sé con exactitud qué tenía en la pierna, pero parecía ser algo importante, si tenía que usar esa muleta.

Subimos rápidamente las escaleras, aunque al llegar al final, se tambaleó un poco, por lo que tuve que sostenerlo.

—L-lo siento por molestarte —dijo con el rostro sonrojado.

—Está bien, más bien fue sorprendente cómo subiste esas escaleras, considerando el estado en el que te encuentras —indiqué en cambio. Éll solo asintió.

Cuando abrí la puerta, le pedí a Dios paciencia para lo que iba a pasar a continuación.

—¡Ya llegué, espero que me dejaran comida! —dije en voz alta; unas risas se detuvieron desde la cocina—. ¡Aunque traje a alguien para-!

Tuve que callarme cuando Adrián se asomó por la puerta y-

—¡Ah! —gritó de golpe—. ¡David tienes que ver esto; que lo veo y no lo creo!

—¿Qué?, ¿qué cosa? —preguntó él, saliendo de la cocina, observándonos sorprendido.

—¡Nuestro pequeño Cris se trajo a un ligue!... ¡Y es hombre!

David salió de golpe de la cocina, observándonos fijamente. Casi pude sentir claramente detrás de mí, cómo Alberto dió un brinco de sorpresa.

—Ja-ja-ja. Que chistoso tú, hombre —solté cansado. Adrián me sacó la lengua. Suspiré—. Alberto se siente muy mal, así que me pidieron que le echara una mano... Quería preguntarte si puede quedarse por lo menos hoy —le indique a David.

—A-ah. Claro, claro, ¿por qué no? Es el primo de Gabriela, después de todo, no podemos dejarlo así —balbuceó David rápidamente.

—G-gracias por todo y disculpen las molestias —murmuró Alberto un poco fuerte, llamando la atención del par.

David asintió, esta vez más seguro y dijo:

—Estate tranquilo, Alberto, siéntete como en casa —exclamó—. Ah. Nosotros vamos a comer y saldremos a trabajar en un rato, así que puedes descansar en la sala, que el sofá es sofá-cama.

—Gracias —repitió Alberto, más seguro.

—Sí, ¡claro!, quédate a gusto todo lo que quieras, papacito —dijo Adrián sensualmente; casi en vez de hablar, gemía.

Alberto solo sonrió algo incómodo. Le fruncí el ceño a Adrián.

—Quédate quieto, Adrián. —Le señalé a modo de advertencia. Adrián bufó y se cruzó de brazos.

—Vale, vale, está bien, que intenso estás. —Se cruzó de brazos.

—¿Dejaron algo de comida?

—No hemos comido todavía, te estábamos esperando —señaló David con un leve asentimiento—, aunque igual pedimos bastante como siempre, así que podemos comer los cuatro sin que haya problemas por eso. —Se encogió de hombros.

—En serio, chicos, mucha gracias por todo, no sé cómo agradecerles por esto —dijo Alberto de pronto, cabizbajo y con el rostro sonrojado.

Adrián revoloteó por la sala hasta colgarse de su hombro.

—Tranquilo, Al, no le des tantas vueltas, disfruta de la comida y ya —exclamó Adrián despreocupadamente—. En todo caso, creo que tú y yo podemos llegar un consenso para que pagues conmigo nuestra gratitud —comentó seductor, pasando sus dedos por el pecho de Alberto, que permanecía inmutable, observándolo fijamente.

Tomé a Adrián de la oreja y lo jalé al comedor.

—Guarda tu puta interior y vamos a comer, que tenemos cosas que hacer.

—Ay, ay, ay. ¡C-como mande el amo, pero suelta!

Al fin nos sentamos a comer. Mientras esos dos hablaban sin parar, yo solo atinaba a decir un que otra palabra.

Estaba más concentrado en lo que hacía Alberto; no podía evitarlo, tenía un extraño en la casa y me sentía algo inquieto al respecto.

Aunque él no es que se moviera o hiciera mucho, solo observaba su comida y comía muy lentamente. Parecía querer desaparecer del lugar.

Luego de comer, nosotros nos preparamos para irnos a trabajar. Alberto se mantuvo en sala estático, como si no supiera qué hacer exactamente.

Los chicos salieron rápidamente del departamento. Yo me detuve justo en la puerta.

—Eh. Ve televisión, juega algunos videojuegos, no sé, has lo que quiera. Venimos más tarde.

Alberto abrió la boca como si quisiera decir algo, pero luego se cayó y asintió algo incómodo.

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Al volver, solo lo hicimos David y yo. Al llegar, Alberto estaba durmiendo a pierna suelta en el sofá-cama, tenía la misma ropa con la que llegó.

—Tengo flojera de cocinar. ¿Caliento algo de lo que ya está congelado? —preguntó David con un bostezo.

—Sí, sí, has lo que queda de pasticho, eso bastará. Yo iré a despertar a Alberto —indiqué.

—Claro, dale.

Me acerqué al sofá y le toqué levemente del hombro.

—¿Alb-?

De pronto se levantó de golpe.

Del susto caí sentado en el suelo.

—¡Argth! —me quejé al golpearme con el suelo—. ¿Qué rayos...?

Pero no terminé de decir lo que pensaba, al ver el estado de Alberto.

Él estaba espirando desbocadamente, observando sus manos fijamente, como si no las reconociera.

O como si viera algo realmente horrible en ellas.

—Eh. Oye, ¿estás bien? —pregunté algo preocupado, tocando ligeramente su hombro.

Alberto volteó de golpe a verme, fue entonces cuando pareció recobrar el sentido.

—¿E-eh? ¿Q-qué? ¿Cristóbal?

Así sentí el calor irradiaba su cuerpo. Toqué su frente; estaba ardiendo, tanto más que en la tarde.

—Tienes fiebre, Alberto, es muy alta, necesitamos bajartela y...

De pronto me abrazó de golpe, me cohibí por unos segundos.

—Gracias, gracias por estar aquí, Cristóbal... Muchas gracias —jadeó sin parar, yo solo pude parpadear, procesando la sensación de ser abrazado por él.

Era súper incómoda la situación.

—Okey, esto es súper extraño y es más que obvio que estás delirando por la fiebre —dije lentamente, separándonos—, así que vamos a darte tu medicina para que recuperes el sentido.

Él me miró unos segundos para luego asentir.

—Medicinas —mumuró distraído, revisando sus cosas, hasta sacar una bolsa llena de antibióticos.

Miró su teléfono distraído y abrió un par, seguramente las que le tocaba tomarse. Aproveché ese momento para pasarle un vaso con agua.

Una vez que se tomó las pastillas, se me quedó mirando con el rostro sonrojado.

—¿Mmm? ¿Qué ocurre? —pregunté al fin. Alberto se rascó la mejilla.

—Esto, n-necesito ponermela inyección en la pierna... Pero no puedo hacerlo yo solo, le tengo pánico a las agujas —mumuró cohibido—... ¿Podrías ponermela tú, por favor?

Solté un suspiro y asentí.

—Bien, hagámoslo. Tienes suerte de que sé inyectar —comenté frotándome, para luego buscar entre sus cosas—. Bien, muéstrame exactamente en dónde tengo que inyec-

Me callé al voltear y ver cómo se bajaba el bóxer.

Lo primero que me llamó la atención, fue el enorme, el anormalmente gigantesco bulto de su entrepierna, que parecía retorcerse y meterse entre sus piernas.

Lo otro era su muslo, era grande, musculoso, parecía haber perdido definición por su tiempo en convalecencia, y, aún así, era bastante musculoso.

¿Él tenía tan buen cuerpo debajo de es enorme ropa que cargaba?

—Deberías usar ropa más ajustada, más acorde a tu cuerpo... Tienes un buen cuerpo, bien tonificado —comenté sin darme cuenta. Su rostro se sonrojó violentamente.

—... No me gusta la ropa ajustada, no es bueno para mí llamar la atención, podría causar problemas —comentó cabizbajo, con un tono de voz algo tembloroso.

No pensé mucho en sus palabras o en su tono de voz. Sino quería mostrar su buen cuerpo, bueno, ese no era problema mío.

—Haber la pierna —le dije, sentamos el suelo y colocando su pierna frente a mí, observando el enorme parche donde debía de tener la sutura.

—Colócala por esta zo-

Antes de que pudiera terminar de señalar el área, le inyecté rápidamente. Sólo un gemido lastimero, temblando sin control, como un chiquillo.

Ese lado totalmente inesperado y vulnerable de él, me sacó una sonrisa.

—Listo, ya está, pequeño Al, ya te coloque tu inyección —me burlé levemente. Él se sorbió los locos un par de veces, aguantando las ganas de llorar—. Si tienes pánico a las agujas, lo mejor es administrarla rápidamente.

—... Eres malo —murmuró triste, casi abatido.

—Vamos, no te sientas mal, un poco de bullying no le hace mal a nadie —indiqué divertido. Él frunció el ceño, parecía pensativo.

—Un poco de bullying... ¿Eh?

Antes de que pudiera decir algo, David nos llamó a comer, así que le ayudé a colocarse bien el pantalón y cenamos.

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David

Cuando Cris me mandó a calentar el pasticho, por un momento me preocupé por el hermano de Gabriela.

Últimamente Cris no soportaba a los desconocidos, mucho menos que estos invadieran su vida personal o su privacidad; el que haya aceptado a Adrián, o soporte a Gabriela, es más que todo por la clase de personalidad que manejan ambos.

Entiendo por qué él no soporta a las personas en general. Cuando casi todos tus seres queridos, aquellos en quienes más confías, te traicionan y te desean simplemente lo peor, pierdes las confianza de poder acercarte a alguien más. Él solo está con nosotros, más que todo debido a la circunstancias; si no lo hubiéramos conocido en esa época, Cris no nos hablaría.

Es por eso que, apenas puse el pasticho en el microondas, revisé la sala para ver que Cristóbal no atacara a Alberto.

Pero lo que vi, me dejó helado.

Cris no solo no evitó a Alberto, alguien que parece ser muy esquivo e introvertido, sino que le ayudó en incluso le sonrió y comenzó el principio de una interacción, cuando fácilmente pudo haberme delegado todo el trabajo a mí.

En una situación normal, precisamente él hubiese hecho eso, delegarme el trabajo.

Pero, ¿por qué no es una situación normal? Alberto no es como Gabriela o Adrián, no es que sea un mal chico, pero no parece tener el carácter como para ir en contra de Cris o causarle alguna clase de impacto.

"Tal vez... Tal vez podría ser eso" Pensé distraído mientras comía.

Tal vez, en el fondo, muy en el fondo, a Cris pudiera gust-

—Hey, pareces perdido en tus pensamientos. Eh —comentó Cris con suspicacia en ese momento—. Me das miedo cuando te pones así, ¿en qué piensas?

—¿Yo?, nada en general. —me encogí de no hombros—. ¿No puedo poner la vista en blanco y ver la nada como un pendejo?, ¿tengo que tener algún motivo en específico para se un pendejo? —pregunté divertido.

Alberto de pronto hizo un amago de reírse, pero se contuvo. Cris soltó un bufido.

—Debería de empezar a prohibirte que te veas con Adrián, se te empiezan a pegar sus vainas raras. —Negó con la cabeza.

—Vamos, mi Cris, no te pongas celoso, tú siempre tendrás un espacio en mi corazón de melón. —Le lancé un beso. Él solo siguió negando con la cabeza.

El recuerdo de aquel beso que le di una vez, pasó por mi mente en ese instante.

"Ya olvida eso" Me reprendí mentalmente, sin mostrar nada con mi rostro, que seguía burlón.

El recuerdo de la sensación de los labios de Cristóbal, volvían de vez en cuando a mí memoria; no sé si Cris pensará en eso tanto como yo, pero yo lo hacía prácticamente a diario.

Pero no podía seguir ya con eso, a mí me gustaban la chicas, no los chicos... Así era.

Terminamos de comer, y, luego de que terminara de él fregar los corotos, Cristóbal se despidió porque se iba a dormir.

Aunque se quedó mirándome al final.

—Oye, David, deberías de irte a dormir de una vez, mira que mañana toca entrenar en la madrugada —me advirtió..

Yo estaba jugando videojuegos de pelea, junto con Alberto.

—Nah, jugaré un rato más con Al, de todas formas mañana me paro cuando me llames, lo prometo. —Le solté una brillante sonrisa. Cristóbal suspiro.

—Eres un caso perdido, me voy a dormir. Buenas noche.

Cris desapareció por el pasillo, nosotros nos mantuvimos en silencio unos segundos, mientras seguíamos dándonos la paliza con los personajes.

—¿E-él siempre se acuesta a dormir tan temprano? —preguntó Alberto tímidamente de pronto.

—¿Mmm? No, la verdad es que todavía no se va a dormir. Cris por lo general lee un poco de alguno de sus libros pendientes o mangas, y estudia un poco más, él se acuesta en realidad como una hora y media más tarde —expliqué, antes de darle una sonrisa de complicidad—. Y por qué estás tan interesado. ¿Eh?

—P-por nada en general... Solo curiosidad, simplemente eso; perdón por preguntar —dijo rápidamente y algo arrepentido, con el rostro rojo.

Yo solté una carcajada.

—Tranqui, hombre, relájate, Al, no causas ningún problema, para nada —aseguré—, es más, no deberías ser tan tímido con nosotros, considerando que eres primo de Gabriela, es más, se nota que le caes bien a Cris, sería genial si estuvieras en el gru...

De pronto su personaje dejó de moverse, lo que me permitió rematarlo y ganar la partida.

—¡Sí! —exclamé satisfecho en la momento.

Pero cuando lo observé, noté que él solo veía el control fijamente, cómo perdido.

—¿Le caigo bien? —murmuró levemente—. Para él, yo no soy más que una molestia, y es así, yo solo soy una carga para todo el mundo. —Me entregó cuidadosamente el mando—. Lo siento, ya no quiero jugar, no me siento bien. Voy a dormir.

Yo solo lo pude observar confundido, sin entender su reacción cuando había visto de primera mano su interacción con Cris.

Continuará...

Hola chicos, aquí está, la segunda parte, que en realidad  como tal es en parte el capítulo uno, decidí picar los capítulos en formar algo parejas, así que este es la dos con parte del uno, en fin.

Como ven, también David formará parte de la narración, junto a otros chicos que poco a poco irán uniendo la historia.

Alberto a comenzado a dar pequeñas pistas de su turbulento pasado, hay una razón bastante poderosa, por la cual él es así, un razón que será el eje central de esta parte de la historia.

Así mismo, David también muestra señales de dudar sobre sus gustos, aunque todavía falta bastante para ver el plato fuerte sobre eso.

Lo próximo que publicaré será, por fin, el caballero de los cuervos. Pueden comentar y valorar y/o escribirme a correo adeth.maldito@gmail.com. Muchas gracias por leerme