El loto negro (fragmento)
Sunneo conoce a Sakura y descubre la intensidad del sexo más apasionado.
Sunneo la miraba con dulzura, con esa mirada apasionada, que permite ver y soñar a la vez. Y mientras miraba absorto la luminosidad de su rostro, su mente se inundaba de sensaciones, porque se puede soñar con imágenes y se puede soñar con sentimientos, sensaciones que te embargan y te elevan...
-¿porque me miras así? Espetó Sakura, con un aire aparentemente molesto.
-Por nada. Sin más. Dijo Sunneo y le brindo una cálida sonrisa mientras le cogía la mano.
Sin más, sin más, farfullo Sakura sonriendo con una mueca.
-porque me gustas .
Sunneo se adelanto para besarla y la boca de Sakura vino a su encuentro. Sus labios se tocaron y el cálido contacto hizo que ambos se estremecieran. Con las bocas semiabiertas, sus labios se unían como en un abrazo, llenando de jugo sus bocas, enfatizando la tibieza del contacto con los aromas de sus bocas, sus lenguas se agitaban lentamente, con sabida parsimonia entre los labios del otro y el entorno parecía girar sobre ellos.
Sunneo había tenido varias relaciones anteriores, pero con Sakura el sentido de la atracción había adquirido nuevos matices, el ambiente rezumaba pasión. Hasta la más tenue caricia estaba cargada de un cúmulo de sensaciones que su mente parecía perder la consciencia y todo su ser se suspendía en levitación, como en otra dimensión, sin poder pensar, sin poder razonar, simplemente sentir, sentir.
Sus manos tocaban inquietas, intensamente, palpando cada zona de piel desnuda, acariciándose el cabello, adivinando bajo las ropas, los rincones más íntimos. Las curtidas manos de Sunneo se transformaban en sensibles órganos táctiles que a cada caricia, allá por donde sus manos la tocaban la sacudían estertores y su piel adquiría una inusitada sensibilidad. Ambos se abrazaban, sincronizados, enlazados como en un baile de serpientes, se agitaban, buscándose las bocas, dejándose morder, jadeando, sin esperar dar o recibir, solo dejándose llevar, subiendo el ritmo de sus ataques y sus deleites, elevándose a un nivel donde el dolor y el placer se confunden.
Sakura lo empujo suavemente y se coloco sobre él, le subió la camisa, le beso en el ombligo, lo rodeo con su lengua, bajando hacia las ingles y recorriendo su piel hasta el pecho, mordisqueando sus pezones. Lo mordió. Sunneo jadeaba y exhalaba hiperventilandose, se le iba la cabeza, mordió con tal fuerza que dejo su dentadura marcada, como una doble areola. Ahhhhhhh gritó Sunneo frotándose el pezón. Sakura seguía lamiendo su torso lampiño, bajando hacia la ingle y provocando en Sunneo un vértigo aterrador. Le soltó el cordón del pantalón y mordió suave pero intensamente su miembro por encima de la ropa interior, sacó su aturdido miembro y lo beso, lo recorrió con su lengua, succiono su tímida cabecilla que comenzaba a tomar fuerza y alzarse ante su hembra.
Sunneo le acariciaba el cabello, presionando con distraída intención su cabeza, manteniéndola en intenso contacto, marcando el ritmo. Deslizó su mano por la espalda de Sakura subiendo hacia las nalgas que mantenía en pompa, apoyadas sobre las pantorrillas y mientras acariciaba la hendidura de sus nalgas, como un resorte, se elevo su trasero permitiendo el acceso a su íntimo valle encantado, encantador.
Sunneo recorría la hendidura tibia y palpitante de sus carnosas nalgas, la aspereza de su vello se interrumpió bruscamente con la cálida, ardiente, húmeda cavidad que parecía absorber la mano de Sunneo. El contacto con su órgano vital hizo que a Sunneo le recorriera un relámpago desde el estomago hasta estallarle en la cabeza. Jadeó entre sacudidas y espasmos, introdujo los dedos en el tibio caldo de su amada que parecía abrirse para él, succionando, invitándolo a pasar.
Por un momento Sakura levanto la cabeza, gimió levemente y volvió a centrarse en la succión, en su deleite. La respiración de ambos comenzaba a acelerarse y sus gemidos se hacían más graves y sonoros, más profundos e intensos. Sakura aspiraba, lamía, y mordisqueaba encelada, recorriendo con su boca toda la extensión del miembro de Sunneo que palpitaba, erguido, terso, latiendo con pasión. La mano de este, hurgaba en la abertura del amor, en la sensual boca de las entrañas de Sakura que, parecía tener cabida para todo su ser.
Sunneo siempre hacia referencia a las prietas vaginas de las doncellas, pero la amplitud del sexo de Sakura lejos de resultarle inapropiado, lo excitaba como nunca lo hubiera imaginado y mucho menos sentido anteriormente.
Fóllame ya- exclamó Sakura con ímpetu y girándose sobre él.
-No, fóllame tú- dijo Sunneo, y sacando la mano de su vagina la agarro con fuerza y la coloco sobre él.
Sunneo tenía ya dieciséis años, era el pequeño de tres hermanos, vivía con su hermano y su padre. Sakura había cumplido ya los treinta, era una hermosa joven de piel blanca y pelo negro como los cuervos.
Todo transcurrió deprisa, Sakura cogió el turgente miembro y lo inserto con habilidad en su ansiosa cavidad, cerro sus muslos aprisionando a su inquilino y se echó hacia atrás arqueando su espalda hasta casi tocar el suelo con la cabeza.
La piel de su vientre se tensó, firme y elástica como la cuerda de un arco. Sunneo sintió un ardor que le recorría el cuerpo. El vientre terso de Sakura, contorsionado, marcaba toda la belleza de su anatomía. Desde su monte piloso, decorado en forma de flor de loto, ascendía marcada su hendidura abdominal horadada con sensualidad por el ombligo, desarrollando un tórax tan perfectamente esculpido que... y culminando la indescriptible visión, los turgentes pechos de Sakura se recortaban en el horizonte, pletóricos, desafiantes, inalcanzables...
Antes de que Sakura comenzara a incorporarse, la simple calidez de sus nalgas sobre los muslos de Sunneo, hizo que este la inundara con su semilla. Se tumbaron y se acurrucaron en un cálido abrazo, besándose con tierna pasión, disfrutando del deleite de los besos más densos, pastosos casi, sentidos con la intensidad sosegada que produce la calma después de la tormenta.
Los besos fueron tomando fuerza, alimentando la pasión, como la llama que renace de la ardiente brasa. Las caricias comenzaron como roces desganados que fueron elevando su intensidad y acelerando sus sinuosos movimientos, entrelazándose, buscándose...
Sunneo sintió como su propia semilla brotaba y se derramaba entre los labios y el vello de su amada mientras lamía con fervor todos sus más íntimos rincones, mezclando como en el plato de un gran gourmet los sabores intensos de los fluidos de ambos.
-Sunneo ¿no querías darme placer? Pues hazlo
Sakura se tumbó boca abajo, contoneándose en el lecho como una serpiente herida, frotándose como una gata en celo, sumisa y accesible, invitándolo a tomarla, a saciarla, a colmarla de su ardor. Sunneo la observaba arrodillado sobre ella, deseándola, admirándola, enamorándose de sus nalgas enredado en la dicotomía de besarla o morderla, de acariciar sus carnes tibias o agarrarla clavando los dedos, de amarla y devorarla toda entera.
Se dejo caer y hundió la cara entre sus nalgas, inhalando el aroma de su hembra, incrustándose en sus carnes, formando parte de ella. La tomó por detrás en su húmeda oquedad, arremetiendo con ímpetu, alentado en cada empuje por los jadeos de Sakura. La cogió por la cintura con un brazo, alzando su trasero y cabalgando sobre ella. Sunneo seguía empujando aferrado a sus nalgas, amasando sus deliciosas carnes, separando sus glúteos y observando como su miembro entraba y salía de ella.
Se sentía poderoso, dominando la situación. En un momento dado se detuvo, presionando, manteniendo clavado su órgano, saturando la cavidad con redundancia. Lentamente deslizó hacia fuera el turgente miembro hasta sacarlo en toda su extensión, lo cogió con la mano y comenzó a restregarlo por el surco entre las nalgas, acariciando la vulva, deslizándose de abajo a arriba por toda la hendidura, subiendo, bajando, se detuvo junto al ano, rodeándolo, estimulándolo, sopesando su acceso. Entreabrió ligeramente la boca y dejo caer un chorrito de saliva sobre el ojal de sus nalgas, humedeció la punta del miembro en él y empujó. Lo notó prieto, siguió presionando y sintió como se distendía para recibirlo. Sunneo entro con calma, lentamente, horadando el delicado orificio con una deliciosa sensación de calidez.
El orgasmo es un estallido, una liberación de la tensión producida por la excitación, pero la sensación producida por el ligero vaivén de la penetración junto con la indescriptible sensación de calidez, de mimetismo sensorial, de unión extraña o intraña o interna o como si el pene se descarnara en cada deslizamiento por sus entrañas, desprendiéndose de la piel como una serpiente erótica, mostrando sus carnes vivas al servicio del placer, al vicio prohibido del placer mas intenso, intimo y desgarrador que jamás hubo sentido. Era otra cosa, no, no era lo mismo, no quería parar, quería mantenerse en ese estado eternamente, para siempre, manteniendo el ritmo y haciendo que su cerebro se inundara de sensaciones, anestesiado, perplejo, mandando ordenes de gozo a todo su cuerpo. Pero cuanto más avanzaba en su deleite más se acerca al final de su éxtasis, como un suicida en el viaje aéreo desde un precipicio.
El intenso jadeo, los gemidos y el sollozo entrecortado por las exclamaciones de Sakura en pleno orgasmo, implosionando en sus carnes y hacia adentro, sacudió el hipersensibilizado miembro de Sunneo abrazándolo en sus contracciones y no pudo retenerse, se dejó llevar por el ardor que recorría su miembro, sintiendo como surgía de su interior el fluido espermático, sintiendo una quemazón por todo el recorrido del conducto hasta su glande y brotando con una furia descomunal al exterior. Los dos gritaron al unísono liberando la tensión que estallaba a borbotones, sacudidos por las contracciones involuntarias que los hacían temblar y sacudirse sin voluntad. Se desplomaron y quedaron tendidos en el lecho, jadeantes, se miraron.
Guauuu, dijo Sakura, y rieron a carcajadas desganadas, tomando aire con esfuerzo y empapados en el sudor de ambos.
Sakura se quedo mirando a Sunneo que descansaba placidamente tumbado boca arriba en el suelo de madera, con una respiración profunda y calmada. Le acaricio el rostro y comenzó a besarlo suavemente en las mejillas, los parpados, los labios, recorriendo sus facciones con besos tiernos de la cara interna de sus labios. Sunneo se unió a sus besos y parecían sorberse el uno al otro, ansiosos, ávidos de sus bocas, disfrutando más de ser besados que de besar.
Ambos se hallaban en pie, mirándose, deseosos, incontenibles comenzaron a besarse, a sorberse las bocas, con ansia, con deseo desesperado, como si les fuera la vida en ello, excitándose en una aceleración constante, vertiginosa
Sunneo acariciaba el rostro de Sakura, más que acariciarlo lo amasaba entre sus manos, lo abarcaba poseído, lo sostenía como un sabroso manjar que devoraba con avidez desesperada Con el control de la cabeza en sus manos empujó hacia abajo, le indicó la dirección que Sakura se resistía a tomar, no porque no lo deseara más que él incluso sino porque la excitaba sobre manera que él la guiara tan directamente, con esa decisión casi impertinente, segura . Forcejeaba negándose a seguir el juego, obligándole a ser más contundente.
-Dime dime lo que quieres .
De repente cedió a la presión y descendió directa a la orilla del vicio. Sunneo sintió un vaivén demoledor, un atronador zarandeo en su estomago Sakura, de rodillas a los pies de Sunneo, le soltó el pantalón y lo dejo caer, apoyo las manos en las caderas de Sunneo y se introdujo el miembro de este en la boca, sin miramientos, como engulléndolo, hasta dentro, sorbiendo, succionando, mamando.
Sunneo se deshizo del pantalón levantando ligeramente una pierna y otra, las separó y controlando la cabeza de Sakura indicó, dirigió, llevó la boca, la boca succionadora hacia la zona entre sus piernas. La boca calida, húmeda y agitada. Sunneo se agarro el miembro y comenzó a batirlo enérgicamente mientras Sakura lamía ferviente su entrepierna, sus íntimos rincones, ambiguas zonas de placer intenso, vertiginoso, extraño . A ratos detenía su rítmico zumba, zumba, conteniendo la erupción y presionando la cabeza de Sakura contra su viendo su miembro, hinchado y con las venas dilatadas, a punto de estallar .
La cogió por la nuca, agarrándola de los pelos y la alzó hasta su miembro, sujetándole la cabeza le introdujo este en la boca y comenzó a embestir en ella, amamantándola. Sunneo sintió imparable su ardor interno y apoyando una mano en la frente de Sakura la inclinó hacia atrás, se agarró el miembro y lo sacudió febril frente a la boca de Sakura, esta permaneció quieta, intrigada, a la espera, con la boca semiabierta zumba, zumba, zumba
Sakura sitio un remolino en el estomago, como una bandada de pájaros que levantan el vuelo. Se entregó a lo inminente y ambos se miraron cómplices, curiosos . Erupción y estallido, la boca de Sakura se llenó del jugo de la fruta dorada y salpico todo su rostro. Sintió en su cara la descarga acuosa, cálida y ardiente Introdujo entonces el miembro en la boca y siguió chupando. Sunneo gemía, jadeaba y gritaba como si lo estuvieran torturando. Sintió debilidad en las piernas, se le doblaron las rodillas y se dejó caer al suelo, en la hierba, jadeante, extasiado.
Comenzaron de nuevo, amándose
Sintió como un vacío que precedía a la saturación, poderoso como un tsunami. Y así como en este las aguas se retiran para inminentemente arrasarlo todo con la gran ola, temió su incontinencia, la vio llegar, ruidosa, rugiendo en sus entrañas, abocando al exterior con la fuerza de la marea. Sakura se retorcía y jadeaba poseída, envistiendo con la pelvis, uniéndose al rítmico compás de sus cinturas.
Sunneo observaba su miembro entrando y saliendo de Sakura, con virulencia, casi con saña. Sakura lo agarraba de las nalgas, clavando sus uñas, arrastrándolo hacia ella, y su miembro, más que introducirse, se incrustaba, perforando, irrumpiendo en cada empuje con grotesca profusión, saturándola.
Comenzó a contar para abstraerse, para no irse, para retardar lo inminente, lo imparable. Comenzó a contar cada envite, cada rítmico lance, cada puñalada de sus sexos violentos y pasionales. Uno, dos, tres, cuatro y seguía perforando, irrumpiendo en sus entrañas. Quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho podía sentir, oír, el ruido seco y contundente de sus pubis al chocar, toc, toc, toc, toc treinta y seis, treinta y siete, treinta y ocho Sakura parecía ahogarse en sus jadeos, deteniendo la respiración y tensándose, como agonizante, delirante, se corrió.
Sunneo bajo el ritmo pero siguió dando leña, manteniendo la cadencia. Sesenta y dos, sesenta y tres, sesenta y cuatro y apenas se percato de que había entrado en flujo. (Sunneo lo llamaba entrar en flujo. No era nada premeditado ni consciente, ni siquiera era algo controlable. Simplemente, a veces se concentraba tanto en una tarea, la que fuera, que parecía convertirse en una maquina y funcionaba a la perfección, dando todo de sí, mecánico, como si él mismo ajeno a su cuerpo activo se observara trabajando, abstraído pero concentrado. Y podía tener su mente funcionando con claridad, como ajena a la labor que realizaba, mientras su cuerpo se movía enérgicamente, con precisión, en una actividad casi frenética y totalmente controlada.)
Estaba allí, impulsando todo su cuerpo en un punto, como un percutor, con la cabeza saturada de sustancias placenteras, extasiado, excitado, pero en una meseta que le permitía permanecer en ese estado de excitación a su antojo sin dispararse los mecanismos que lo llevarían a una resolución inmediata de la tensión acumulada. Y observó con delectación como Sakura alcanzaba de nuevo el clímax, como se tensaba todo su cuerpo y permanecía casi inmóvil unos instantes para dejarse caer, y como una ola o una onda en una charca sentía recorrer la sacudida por todos sus músculos. Sunneo seguía impulsando, insuflando éxtasis con su apéndice masculino.
Ya, ya, articuló Sakura.
Date la vuelta. Dijo Sunneo mientras la volteaba sobre la hierba y la alzaba agarrándola por la cintura.
Sakura se quedo inmóvil, de rodillas y con la cabeza apoyada sobre sus brazos y el lecho. Sunneo se colocó detrás de ella y con dulce condescendencia, como la loba que lame a sus cachorrillos dormidos después de amamantarlos lamió el valle del placer de Sakura, de arriba abajo y viceversa, lentamente, sin prisas, deleitándose en cada pliegue, libando como una mariposa entre los pétalos de su amada hasta que percibió el cambio en los gemidos de Sakura y sintió como los gemidos de gozo relajado comenzaron a tomar nuevamente un cariz mas carnal. Con ambas manos tomo las nalgas de su amada y las acaricio en círculos, rodeando cada nalga con la mano y pasando los pulgares de arriba abajo por la hendidura, jugando entre sus pliegues.
Nuevamente pasó su lengua humedeciendo cada recoveco e introdujo los dedos en el pequeño orificio. En el pequeño. Lentamente giró estos en su interior adentrándose en profundidad, palpando su textura. Se incorporo ligeramente y sin más demora apoyó su glande a las puertas de Grecia y entró arrollador, hasta dentro. Sakura gimió quejosa, casi como un maullido . Sunneo comenzó el ritmo de percusión y Sakura su canción jadeante y ambos se entregaron a esa sinfonía primigenia del placer mas intimo.
Una vez más Sakura subió a la cima del placer, al punto más álgido de la excitación sexual y cuando hubo descendido, descendido del todo. Porque una vez alcanzada la cima, apenas empezaba a bajar, en una, en dos y hasta en tres ocasiones volvió a coronar la cima para deleite de ambos. Cuando hubo pues, definitivamente descendido del todo, se dejó caer, giro sobre si misma y le dio placer oral a Sunneo.
Sakura tomo el miembro en sus manos y lo acaricio. Sintió su textura sedosa, el suave deslizar de la piel sobre el firme vástago. Lo agitó varias veces y se lo llevó a la boca introduciéndoselo profundamente. Paladeó su acre sabor y sus glándulas salivares empezaron a producir llenando su boca de jugo.
Siguió avanzando por el tallo, engulléndolo, como una serpiente lo hace con su presa, lentamente, ladeando y oscilando la cabeza y afianzando el bocado en cada movimiento. Sintió el tope en la garganta. Con habilidad, con la destreza que obliga la premura inhibió la natural arcada relajando la garganta hasta acariciar las cuerdas vocales.
Su boca creaba una saliva densa y lubricante que facilitaba la deglución y su mente controlaba la ingesta, aceptándola, asimilándola, asumiendo el órgano insertado como algo propio. Una vez hubo encajado el bocado en toda su extensión, se detuvo allí un instante, oscilando la cabeza, jactándose de su bocado, pegando la nariz al pubis de Sunneo, inhalando el aroma de su virilidad y sintió deseos, anhelos morbo lentamente fue retirándose, deslizándose por el miembro, desempalándose, y viendo como salía de su boca en una secuencia sorprendente sintiendo su garganta tornarse a su medida La sacó de la boca empapada en saliva que seguía unida por hilos, filamentos viscosos que ataban como cabos el miembro a sus labios.
Se metió nuevamente la cabecilla en la boca sorbiendo los jugos y retirándose de nuevo Sunneo le cogió la cabeza y la besó, lamiendo sus labios, sorbiendo sus jugos de sabores prosiguió amamantándose, disfrutando del sabroso mango del sexo mas acelerado. Disfrutando extasiada del placer que brindaba, más que del que recibía. Pero tenía dudas, serias dudas, de si estaba dando placer o lo estaba recibiendo, tomándolo ella misma.
Su excitación era tan intensa, tan profunda, insondable. Percibió en Sunneo que el tiempo se agotaba, que el miembro se endurecía, poniéndose rígido, tenso. Latía . Cuando Sunneo la advirtió de lo inminente, ella ya lo sabía. Se lo metió profundamente en la boca, en la garganta, latiendo de compulsión y estalló. Sintió el fluir ardiente de su semilla directamente en la garganta. Sunneo se sacudía convulso, extasiado, atormentado por la imperiosa necesidad de las sacudidas en su miembro durante la eyaculación, pero Sakura permanecía casi inmóvil, abocada en su presa, ingiriendo el ardiente caldo que había extraído a su amado con la intensidad de una .
Ella misma estaba a las puertas del clímax, sintió su vulva ardiente de deseo, loca, sintió que se le endurecía hasta casi producirle dolor, desesperada, ansiosa a punto de alcanzar el clímax. Una lágrima brotó de sus ojos. Se incorporó confundida, extasiada, sorprendida, confusa sintió un amor que le emergía desde dentro y en plena confusión, maravillada, estalló en un llanto imparable, desbocado, desgarrador.
Sunneo, que apenas podía reaccionar la miró sorprendido, se asustó. -¿Qué ha pasado? La abrazó, la abrazó con fuerza y la besó. La besó en el rostro, en los ojos, en la boca. -Te quiero te quiero y la siguió besando en el cuello, en los pómulos, a lo largo del camino que recorrían sus lagrimas. -¿Qué pasa? ¿Qué ha pasado sakura?
-No lo se, no lo se que te amo.
Y se unieron en un abrazo que traspasaba lo puramente físico. Y percibieron cautivados como se fundían sus almas.