El Loco

Un tipo es recluido en una institución mental con enfermeras muy calientes.

EL LOCO.

A los 18 años me metieron en una institución mental, ahora no recuerdo ni porque me llevaron allá pero fue una decisión de mi absurdo padre, un tipo demasiado viejo como para entender algo que yo hice y que por antigüedad no aceptó.

Hace unas horas papá dio su último aliento, ya estaba enfermo de cáncer y en uno de sus actos terminales, firmó una carta para que me dejaran salir de la clínica.

Para contar todo lo que nos lleva a este momento no tengo memoria pues gracias a las terapias de "lavado de cerebro", pastillas y medicamentos probados en mi persona hay cosas que no logro traer a mi mente a pesar de los esfuerzos, una de ellas es la razón por la cual mi papá me encerró en ese lugar y otra es el porqué las enfermeras y una doctora me dan un trato especial.

La mañana en que mi padre falleció y que mis hermanas fueron con la carta para liberarme yo la empecé como muchas otras

Justo a las 8 de la mañana, una hora después del cambio de turno, la enfermera Liz, una trigueña con pelo teñido de castaño claro y mechas aún más claras, de culo amplio y tetas turgentes fue a despertarme pero yo esa mañana abrí los ojos más temprano.

-Buenos días señor González. Hoy despertó antes.- Ella estiro los brazos para estrecharme y sentí sus tetas rozando mi pecho cubierto por apenas una playera blanca, me dio dos besos casi en las comisuras de los labios y sonriendo lamio sus labios.

  • Así es, tuve un mal sueño que para variar no recuerdo.- Contesté incomodo por esa verdad.

  • No te preocupes, hoy me toca bañarte y ya sabes que eso es algo que me encanta.- Mientras lo decía, se desabotonaba su blusa dejando ver el inicio de sus tetas cubiertas por un sostén blanco también.- Además, traje uno de tus regalos.- Dio la media vuelta y se levanto la falda con cierto esfuerzo pues estaba muy pegada a su culo y lentamente me dejó ver sus nalgas enormes sin ser deformes y metió un dedo para sacarse la tanga enterrada entre esas ricas carnes.

Mi polla dio un salto y gracias a los pantalones y bóxer delgados esta se notaba demasiado.

-¡Así me gusta! Ven, vamos al cuarto de baño para poder "atenderte".- Me indico que la siguiera después de acomodarse la falda y yo la seguí mirando el vaivén de su culo.

Justo cuando salimos al pasillo, la doctora Melisa, la directora del hospital tiene un cabello negro azabache hermoso, largo, sus ojos negros adornados con unas pestañas largas y espesas, lo mejor de ella es su nariz y su boca, son perfectas, la nariz un poco respingada, sus labios carnosos y rojos, un cuello de cisne y un cuerpo estilizado, con unos pechos redondos y medianos y unas nalgas redondas y paradas que si no son grandes se ven muy bien por la estrecha cintura de la psiquiatra, la doctora Melisa nos dio las nuevas noticias.

  • Buenos días Leo, Liz. Siento darles una mala noticia a ambos…- hizo una pausa como buena psiquiatra para ver nuestras reacciones.- Liz, no podrás bañar hoy al señor González, Leo báñate rápido y te espero en el cuarto 9, no tardes.- La doctora se alejó meneando suavemente el culo que resaltaba con la falda recta y negra apoyada por un par de tacones que hacían relucir tanto sus nalgas como sus pantorrillas forradas por unas medias de seda negra.

  • Bueno, lo siento. Te veo después ¿OK?- Liz se despidió de mí de nuevo pegándome sus pechos y dándome un beso en la comisura de los labios.

Me fui a bañar, ya sabía que por más caliente que estuviera no podía masturbarme para calmar mis deseos porque el cuarto 9 era algo mucho mejor si no me tocaba y algo realmente jodido si lo hacía.

Una vez terminada la faena de mi aseo me dirigí hacia el cuarto 9 donde ya estaba Melisa y una enfermera, Cari, bajita de pocos senos, carita angelical y un culo hermosamente tentador.

  • Hola Leo, primero lo primero, bájate los pantalones y los interiores.- Como siempre, lo dijo con un tono sumamente de mando que era imposible evitar. – ¿Has estado tomando las pastillas?

  • Si doctora, cada día, como me lo indicó.-

  • Pues eso es lo que veremos. Toma lubricante por favor y comienza con tu estimulación.- Ordenó de nuevo la bella doctora.

Tomé la pequeña botella de lubricante y embarré mi pene con el líquido, era un lubricante especial que hizo ligeramente más sensible mi glande y provoco una erección casi de inmediato, comencé entonces con la masturbación frente a las damas.

  • Cari, ayúdale al señor González.- Ordenó tajante la doctora.

La joven sonrió gustosa y se embarro las manos con el lubricante, recorriendo el prepucio suavemente e intercambiando sus caricias entre mis huevos rasurados y el cuerpo del pene, sentía placer pero aún faltaba por sentir más.

Melisa se empezaba a poner caliente y desabotono su bata blanca para poder tocarse sus circulares pechos mientras motivaba a Cari para que siguiera con su tarea.

  • Mhhh. Cari, ¿Por qué no le ayudas un poco mejor?- Melisa lo dijo entre un rico quejido.

Cari, obediente, se destapó sus senos, eran pequeños con una aureola y pezón claros pero con su cara angelical era una postal muy erótica. Pero la ayuda no sólo constó de liberar sus tetas, también se arrodilló y comenzó a lamerme la verga, primero jugando con la punta para descender por el pene hasta los testículos y de regreso, después de varias vueltas se metió la cabeza en su también pequeña boca, tragaba con tal ánimo que generaba mucha saliva.

Mientras la doctora, había desabrochado su blusa azul marino y tocaba sus pechos por encima del bra y tenía una mano por dentro de la falda seguramente acariciando su vulva.

Entre gemidos de los tres y con ese lubricante especial, más la gran mamada de Cari estaba por llegar.

  • ¡Me voy a correr!- Le anuncie a Cari que no se distinguía precisamente por tragarse la leche.

En un movimiento, saco mi verga de su boca, siguió masturbando por solo un instante y como siempre, por reacción a las pastillas que me daban, salió un gran chorro espeso hacia la linda cara de la enfermera, siguieron otros tres chorros igual de espesos y cargados y por último, un par más ya con poca fuerza.

Ver a Cari con su hermoso rostro bañado con mi semen y en particular resbalándosele dos de esas fuentes desde su frente hacia la mejilla derecha pasando por encima de su ojo que mantenía entreabierto y su sonrisa adornada por otra línea más fue un verdadero placer.

Melisa termino con su masturbación y entonces le ordenó a Cari, que aún tenía mi polla en su mano, que se limpiara.

Después de eso, pasamos a la oficina de Melisa donde me dio la noticia de mi padre y que a partir de mediodía podía salir de la institución.

Me dio miedo, ahí me trataban muy bien pero no se podía hacer nada más. Mis hermanas pasarían por mí a mediodía

Continúa con algo de incesto si es que me apoyan con sus lecturas, votaciones y aportaciones.