El lobo feroz II
Siguen mis andanzas con el lobo...
Mientras el agua resbalaba por mi dolorido cuerpo sonreí satisfecha recordando todo lo sucedido.
Me sentía distinta y sabía que algo dentro de mí había cambiado. Él me había enseñado un mundo nuevo al que sentía que solo me había asomado para disfrutar un poco de lo que este podía ofrecerme.
El sábado fui a cenar con mis amigas; luego tomamos unas copas con un grupo de conocidos, pero nada hacía que olvidara sus manos, el látigo, mi entrega… y el placer vivido con él.
El lunes pasó sin pena ni gloria, deseando que ya fuera martes para volver a verle.
Llegó el martes y me sentía más nerviosa de lo que estaba dispuesta a admitirme incluso a mí misma. Me costaba entender lo mucho que había disfrutado esa nueva sexualidad que ahora estaba ansiosa por seguir descubriendo. Necesitaba saber hasta donde era capaz de llegar mi cuerpo y tenía claro que quería seguir averiguándolo.
-Buenos días –me sorprendió la voz cantarina de mi compañera-
-Hola –contesté enrojeciendo sorprendida en mitad de mis pensamientos-
-Llegamos tarde –dijo ella llamando el ascensor-
Entramos juntas y le busqué con la mirada entre las mesas y despachos de la planta, pero ni rastro de ese hombre.
-Hola señoritas, llegan con retraso –dijo él-
Todo el vello de mi cuerpo se erizo al reconocer su voz; podía oler su perfume perturbador que evocaba recuerdos escandalosos en mi mente perturbada por su sola presencia.
-Buenos días señor Ros –oí paralizada la voz de mi compañera-
Le miré y su mirada lobuna subió varios grados mi temperatura corporal, mientras mi compañera tras el saludo se iba a su mesa dejándonos solos unos segundos.
-Buenos días señorita Suarez, esta poco habladora esta mañana –hizo una mueca parecida a una sonrisa-
-Buenos días señor…
-Con señor me basta Lía –me interrumpió antes de que dijera su apellido-
Mientras tragaba saliva al oír mi nombre en sus labios, se alejó sin prisas y entró en su despacho.
Tardé unos segundos en poder dar un paso, impresionada por las sensaciones que despertaba en mí, sin tocarme siquiera. Todo en él se me antojaba ahora tan erótico…
No volví a verle en toda la mañana, me zambullí en mi trabajo hasta la hora de la comida en la que bajé a comer con dos compañeras como hacia siempre.
Le vi tomando café en la barra e intentando no llamar la atención le estudié como si ese día le viera por primera vez, a pesar de llevar tiempo trabajando con él tenía la sensación de que ni yo ni nadie conocíamos a ese hombre misterioso, serio, distante, amable sin excesos y siempre de lo más profesional.
-¿Estas mirando al señor Ros? -dijo mi compañera cazándome-
-Estaba pensando en que vida llevara fuera del trabajo –dije intentando disimular mi interés-
-Pues ni idea, nunca me lo había planteado, es siempre tan distante… no creo que hable demasiado con nadie –dijo mi otra compañera-
-Y eso que no está nada mal el madurito -dijo la otra-
Sonreímos las tres y en ese momento él nos miró y yo desvié la mirada avergonzada por haber sido descubierta.
La jornada laboral había acabado y él no se había vuelto a dejar ver; me sentí decepcionada pensé recogiendo mis cosas y viendo su despacho cerrado.
-Me falta un rato, me esperas en el bar o te vas –dijo mi compañera al verme recoger-
-Te espero abajo tomando un café y así no me voy sola –dije resignada-
Apreté el botón del ascensor y mientras esperaba oí la puerta dela oficina, me giré y le vi acercarse.
-Hola Lía, ¿y tú amiguísima?
-Aún no está, hemos quedado en el bar
-Cuando entres, pide lo que quieras y luego ve al baño –dijo serio mientras desaparecía de nuevo-
Entré nerviosa en el bar, pedí un café con leche y sin querer analizar nada me dirigí al baño, entré y acercándome al lavabo me mojé la cara, las manos me temblaban sin saber lo que me esperaba y entonces se abrió a puerta.
-Vamos –dijo cogiéndome de la mano y metiéndome en uno de los cubículos-
Cerró la puerta y ambos nos rozábamos en el pequeño espacio, él se apartó y apoyándose en las baldosas me dijo:
-¿Sigues interesada? –preguntó sin rozarme ahora-
-Si –dije en voz apenas audible-
-Desabróchate la camisa y saca tus tetas por encima del sujetador
Le mire extrañada sin saber cómo reaccionar a esa petición.
-Lía haz lo que te pido, esto funciona así. Si no estás dispuesta a obedecerme sal de aquí ahora y olvidemos lo sucedido -dijo con total tranquilidad-
Agarré el pomo de la puerta con fuerza, una parte de mi quería huir, pero esa parte era tan pequeña e insignificante que solté el pomo y empecé a desabrochar mi camisa, la saqué de mi falda y a continuación saqué mis tetas como él me había ordenado.
El frio y la excitación mantenían duros mis pezones, pero nada comparado a como se pusieron cuando bajando la cabeza pasó la punta de su lengua por mis pezones.
-Me encantan tus tetas Lía –dijo lamiendo ahora con toda la lengua-
Jadeé excitada notando la humedad entre mis piernas; mis rodillas se doblaban a cada chupetón que daba sin pudor, haciendo ruido. Estaba totalmente entregada a esa placentera tortura cuando alguien entró en el baño de al lado y el dejó de succionar, separó los labios y friccionó mis duras cumbres entre dos dedos, pellizcándolos cada vez con más dureza. Me dolía y me excitaba a partes iguales.
Entonces noté como sacaba algo de su bolsillo y vi que era una especie de anilla que colocó alrededor de las aureolas y apretó hasta aprisionar mi pezón dejando este dentro de la anilla; luego hizo lo mismo con el otro.
-Vístete de nuevo y no los toques hasta que yo lo haga –dijo al oír como se cerraba la puerta y volvían a dejarnos solos-
Me vestí torpemente por lo abrupto que había acabado todo, temblaba excitada cuando él salió del baño.
Salí tras él y me acerqué a la barra donde estaba mi café y me senté sintiendo la presión de eso en mis pezones. El simple roce del sujetador me hacía temblar de dolor y excitación, notando como se habían hinchado por la presión.
Tuve que reunir todas mis fuerzas para que mi amiga no notara nada de camino a casa. Bajé en mi parada de autobús sin saber a qué atenerme ya que al salir del baño no había visto ni rastro de él.
Al llegar vi su coche aparcado ante mi portal y apoyado en el mi particular lobo feroz.
-¿Vienes? -dijo abriendo la puerta del copiloto-
Entré sin mirarle, me senté y espere a que arrancara.
-Me duele lo que me has puesto
-Lo sé –dijo sin mirarme-
Me llevó a su casa, pidió comida por teléfono y al colgar me dijo:
-Voy a darme una ducha, desnúdate. Cuando salga quiero ver tu pelo suelto y solo las bragas y las pinzas en tus tetas. Después espérame de rodillas en la alfombra ¿de acuerdo? -dijo señalando la alfombra ante la chimenea-
Volví a asentir y me desnudé al oír la puerta del baño, me arrodillé donde me había pedido y noté la humedad entre mis piernas, el dolor en mis pezones y los nervios de anticipación.
Salió y se quedó mirándome hasta que sonó el timbre y fue a abrir, recogió lo que el repartidor le daba y dejando la puerta entreabierta fue a por su cartera.
Había dejado lo suficientemente abierto para que el repartidor me viera, miré hacia la puerta e intenté cubrirme al ver que el chico miraba.
-No te tapes –pidió flojito para que solo yo le oyera-
Bajé las manos y dejé que la mirada lasciva del repartidor recorriera desde mis doloridos e inflamados pezones hasta mis braguitas húmedas.
Volvió, pagó y tras lo que supuse una suculenta propina se despidió cerrando la puerta.
Acercó un sillón frente a mí y abriendo uno de los recipientes de comida china empezó a darme de comer en la boca.
Me dolían las rodillas y las tetas pero aun así comí y bebí en silencio todo lo que me ofreció.
-Hay que quitarte los aros –dijo terminando su copa-
Me erguí mirando como el aflojaba los aros y liberaba mis pezones. Al quitarlos el dolor inundó mis ojos, me dolían mucho.
-¿Te duelen Lía? -dijo bajando la cabeza-
Olvidé el dolor cuando su lengua rozó el pezón y sentí el latigazo húmedo de esta, la sensación era mil veces más intensa a nada que hubiera sentido.
-No puedes correrte Lía. No hasta que te dé permiso. Debes aprender a controlarte –dijo al oír mi gritito de placer-
Hizo lo mismo con la otra y se entretuvo entre uno y otro dándoles el mismo trato haciendo que todo mi cuerpo vibrara a cada lengüetada de su caliente lengua en mi sensible y dolorida carne. Arqueaba mi cuerpo pidiendo más, desesperada por correrme, sintiendo como cada succión de sus labios estallaba en el centro de mí.
Cuando pensaba que no podía retenerme más, se apartó.
-Saca mi polla Lía
Hice lo que me pedía y cuando la tuve en mi mano la miré entusiasmada, le miré suplicante y el asintió intuyendo lo que ansiaba.
Como bien había intuido me moría por saborear de nuevo su polla, bajé la cabeza y sacando la lengua lamí el prepucio, hice círculos alrededor de este y succioné la punta antes de dejar bajar mis labios por el tronco y dejar que su polla desapareciera en mi boca.
Nunca me había excitado tanto dar placer a un hombre. Repetí la acción varias veces alojando casi toda su polla en mi boca para volver atraer y hasta mordisquear el capullo brillante, notando el sabor de esas primeras gotas de semen.
Me agarró del pelo y tiró de este haciendo que su polla penetrara hasta mi garganta, luego subía las caderas y ganaba un poco más.
Estaba tan excitada que podía haberme corrido solo rozándome, mientras su polla llenaba mi boca, pero un par de minutos y me apartó jadeando.
Me cogió de la mano ayudándome a ponerme en pie, le seguí por el pasillo, notaba las rodillas doloridas mientras íbamos a su habitación.
Entramos y enseguida vi las esposas de tela que colgaban del cabecero, me ayudó a ponerme de rodillas ante el cabecero y dejé que atara mis muñecas mientras su polla dura rozaba mi culo sobre mis braguitas.
Volvió a ponerse de pie a mi lado sobre la cama y tirándome del pelo volvió a llenar mi boca con su polla, entró y salió con dureza hasta mi garganta antes de colocarse debajo de mi cuerpo, tiró de mis caderas subiéndome sobre su cuerpo ahora sentado en la cama y apoyado en el cabecero de la cama. Sentí su polla rozar mi sexo, pero mis bragas impedían que pudiera clavarme en ella.
-Fóllame –supliqué frotándome-
Él soltó una risotada y agarrando un lateral de mis bragas las rompió. Chillé por la sorpresa y entonces dio un tirón de la tela que a su vez rozó toda mi raja casi lanzándome al orgasmo mientras sus dientes atraparon de nuevo mi pezón aun dolorido y sensible. El placer y el dolor de unían de manera insoportable, creía que no iba a resistir más cuando sus manos aferraron mi trasero con fuerza.
Yo movía las caderas para penetrarme con su polla y de nuevo mordió el otro pezón.
-Por favor –suplicaba de nuevo lloriqueando-
-¿Que quiere la señorita Lía? -preguntó con sorna-
-Fóllame, necesito correrme –dije con voz entrecortada-
-Aun no señorita, ¿qué le estabas contando a sus amiguitas en el bar? –dijo dándome una fuerte palmada con su mano plana en el trasero-
-Na… nada
-Os vi reíros mientras mirabais, sé que hablabais de mi -de nuevo su mano se estrelló en mi culo-
-No les conté nada, solo cosas de chicas, hablábamos de lo serio que eras –dijo al tercer cachete-
-Me encanta notar el calor de tu piel bajo mi mano mientras tu coño arde rozando mi polla –dijo antes de succionar de nuevo mi pezón hasta que gimoteé al límite de mi resistencia-
Metió la mano entre ambos y agarrando su polla la llevó a la entrada, me agarró de las caderas subiéndome y me dejó caer de golpe sobre su duro miembro. Este rozó cada rincón de mi vagina mientras succionaba yendo de un pezón a otro.
Empecé a mover las caderas sintiendo por primera vez su anhelada polla dentro de mí. Todo mi cuerpo se tensaba a punto de estallar.
-Ahora Lía córrete, ¡hazlo!-gritó dándome un fuerte cachete en el culo que terminó por barrer toda resistencia-
Gemí mientras todo mi cuerpo estallaba en mil pedazos con un devastador orgasmo que se negaba a ceder, a bajar de intensidad. Alzó las caderas y con un fuerte gemido noté el calor de su semen mientras mi vagina apretaba aun su polla con los espasmos de mi orgasmo.
Hundí la cabeza en su cuello y ni me di cuenta que me soltaba las muñecas hasta que mis brazos cayeron inertes y él bajó tumbándose aun conmigo encima.
Durante un segundo pensé en que más me depararía ese nuevo mundo en el que me había sumergido de cabeza y entre las brumas de mi mente noté su mano acariciando mi pelo antes de quedarme profundamente dormida agotada escuchando la respiración aun agitada del lobo feroz…