El Lobi ignorado

Otra historia cotidiana de una tarde para una mascota esclava.

Eran ya casi las dos cuando desperté de un sueño húmedo entre las ásperas mantas del cesto. Sentí algo de frío pero no quise aprovechar la manta. Me levanté en mis cuatro patas y salí del cesto a estirarme un poco. Pronto llegaría mi ama de la oficina y no cabía de emociones con los pensamientos llenos de excitaciones. No olvidaba lo que soy y que era cociente de lo miserable que parecía. Pero mi erección me tenía en un viaje de emociones. En mis sueños siempre esta ella. Todo mi mundo es ella. Era como un divino tormento que me hacía actuar siempre por instinto. No había razonamiento que pudiera en duda mis deseos.

Cuando escuché la cerradura de la puerta salí gateando hasta ella de forma inmediata. Esa acción lo tenía grabado y se repetía todos los días a su llegada.

Agradecía llevar sus calcetines rosas en mis manos y sus medias de lana hasta medio muslo. Con esto lograba un gateo suave y menos doloroso. Pero ella me lo había puesto pensando en que así hacía menos ruido.

Una vez en su puerta la vi mirándome sabedora de que iba estar allí ...

Rápido bajé mi rostro hasta olisquear sus zapatos sin tocarlos. Su aroma de perfume era embriagador y moví mi culo en alza para que pudiera ver como movía la cola de goma penetrada esta mañana en mi ano.

-Buen chico, tendrás mucha hambre mi perrito lindo, no?.

Su voz dulce fue contestadas con mis gemidos mimosos deseoso de ser tocado.

-Vamos a la cocina, Lobi.

Sus zapatos elegantes andaron ante mi pena de no besarlos. No pude más que gatear a su lado por el salón hasta llegar a la cocina. Me sentí muy obsesionado por las medias transparentes y el movimiento de su falda negra por sus rodillas. Tropezaba aposta mi rostro en la suave tela sin dejar de aspirar su perfume.

Una vez en la cocina ella soltó su bolso en la mesa y fue a una estantería. De allí sacó una lata de atún y otra de guisantes. Fue hacia el fregadero y abrió ambos antes de llegar hasta unos de mis cuencos metálicos. Con la ayuda de una cuchara los vertió en el. Luego fue a por agua y llenó el otro cuenco.

Mi comida diaria estaba lista y ajena a mi se fue a su nevera a sacar algo para ella. Mientras, yo metía mi hocico en mis cuencos devorando el atún y los guisantes de lata. Siendo cociente que estaba tras mía,  dejaba  mi culo lo más alto posible para que pudiera ver bajo mi saco escrotal mi pene firme con la erección más lasciva. Tenía que comer rápido ya que sabía que por costumbre ella iba a cambiarse después de dejar sobre el mármol de su cocina lo que quiera que se iba preparar. Y así fue, cuando sacó varias cosas de la nevera y estanterías se fue de la cocina.

Dejé el agua a medias y fui tras ella gateando hasta la sala para verla dejar su chaqueta sobre una percha decorada en la pared. Una blusa lisa sin mangas era lo que le quedaba por encima de su falda. Entonces se descalzó sonriendo al verme.

Normalmente siempre la seguía por toda la casa  salvo que ella me dijera lo contrario. Ella se había acostumbrado a mi estado desesperado y eso la divertía. Y como no me dijo nada la seguí por la escalera hasta su habitación. No me cerró la puerta y entré con ella jadeando para llamar su atención. Pero ella ignorándome se quitó los botones de su falda y vi emocionado como cayeron al piso. Levantó sus pies y salió de su falda para luego meter sus dedos en su cintura y así estirar la media hacia abajo. Yo estaba detrás cerca de su falda mirando como su culo esbelto cubría una fina tira de sus bragas blancas. Pero pronto se sentó en su cómoda y sacó sus medias finas y casi transparentes.

Puse mi barbilla al suelo y moví mi cola. Entonces se levantó y dejó sus medias sobre su falda. Luego se quitó la blusa dejándome verla en sujetador y bragas blancas al contraste de su bronceado. Le daba igual mi presencia y se llevó sus manos a la espalda para destrabar su sujetador y mostrar sus pechos. El caso es que yo tenía prohibido mirar mas arriba de sus rodillas. Tenía que tener cuidado de ser pillado en descaro. Así que esperaba a cada movimiento y despiste de mi ama para ver su belleza.

Se fue a su vestidor y la seguí. De allí cogió una camiseta blanca y se la puso mientras miraba embobado su colección de zapatos puestos en orden bajo un mueble. Luego seguí sus pies desnudos hasta un costado de su cama, y se acomodó en ellos unas zapatillas de andar por casa, escondiendo ya sus dedos en la pelusa suave.

-Lobi, ve a por mis zapatos que dejé en el salón.

Con el gateo más veloz me fui a la sala en busca de sus zapatos. Cuando llegué me puse a oler las aberturas antes de tomar los tacones con los dientes. Gateé escalera arriba y tropecé con mi ama que bajaba hasta la cocina. No podía estar segundos sin ella, y corrí hasta su habitación y dejé sus zapatos en su vestidor. Me di cuenta luego que ya no estaba su falda y medias en el suelo y supuse que los había recogido en mi ausencia.

Volví a la cocina y allí estaba cocinando algo. Entonces tenía sed y volví a mi cuenco. Pase otro rato gateando y vigilándola hasta que terminó de servirse un plato de huevos fritos, espinacas, tomates, beicon y algo más. Ella se sentó en su mesa y no dudé en estar bajo sus pies. Mientras ella comía y bebía su refresco, yo de barbilla al suelo miraba sus zapatillas deslizándose entre el suelo y las patas de su silla. A veces su pie parecía salir de ellas, pero nunca lo suficiente para asomar sus dedos. Mi erección palpitaba al ritmo de los movimientos de sus pies. Sentía repentinos bordes de orgasmo que controlaba fácilmente. Lo malo es que las babas seminales iban en aumento mientras yo me masturbaba mentalmente. Quizás tendría que darme unas vueltas por debajo de la mesa, o salir a gatear fuera de la cocina. No sabía que hacer.

Al final esperé a su lado hasta que se llevó los platos vacíos al fregadero. Allí estuvo un rato fregando mientras le miraba la mitad de sus nalgas bajo la camiseta, y seguía la longitud de sus piernas hasta el brillo de sus talones.

Me sentí muy ignorado y mi pena solo la podía aliviar con mi imaginación.

Cuando terminó de recoger la cocina la seguí hasta la solana. De allí ella cogió mi cadena de paseo y lo trabó a mi collar. Entonces dejó el otro extremo colgando del mango en el pomo de la puerta y se fue avisando...

  • Quieto!

Supe que no la podía seguir y desconsolado vi  como se iba a su habitación.

Ella ya me había advertido de esto. Desde que vivo con ella, nunca iba a tener una relación con ella como hombre. Por lo tanto fui acogido y mantenido como su perro. Mi vida iba ser así para siempre y tenía que conformarme solo con esa idea. Ella podía tener a otros hombres en su casa o compartir esta relación con su círculo de amistades. Yo debía de convencerme de que no soy un hombre. Soy su perro. Por lo tanto no había razón de avergonzarme. Siempre desnudo exhibiendo un pene despierto con pocas posibilidades de explotar mis cargas. Tan solo accidentes, orgasmos mentales y algunas caricias de burlas. Mi excitación era permanente en cualquier momento mientras ella estaba cerca. Y si no, soñaba los orgasmos en mi cesta. Con esto aprendí que debía ahogar mi vergüenza con otras personas, ya que era una posibilidad de correrme. Últimamente tenía mis orgasmos solo en presencia de extraños por pura diversión. En cambio para mi ama ya no era novedad , y pocas veces se molestaba en ello.

Cuando volvió mi ama la vi con un pantalón largo de pijama de color rojo. Tomó el mango de mi correa del pomo y tiró de mi. Por la puerta trasera de la solana salimos a su patio.

Luego tiró de mi hasta la verja que daba a los jardines comunes que compartía con otro duplex. El duplex vecino era de la señora Marlene, una mujer madura que conocía nuestra forma de vida. No sabía si estaba en su casa, pero sabía que era mi hora de mis necesidades biológicas y de mi baño diario.

  • Ve quitándote las medias y calcetines, Lobi.

A su orden me quité sus calcetines de mis manos y las medias de lana de mis piernas y los puse en orden sobre el suelo ladrillado. Luego tiró de mi hasta llegar al sumidero del patio. Se agachó tras mía y me quitó con cuidado la cola de mi ano. En ese momento se escuchó...

-Buenos tardes señorita Eva.

Era la asistenta de Marlene que pasaba por ahí para regar las plantas.

Mi ama devolvió el saludo y quitó la rejilla del sumidero.

Sin soltar de mi cadena se puso de pié y me dio permiso a orinar y defecar si era necesario sobre el hueco del suelo.

Lo hice, a pesar de la presencia de la asistenta cumplí con mi cometido con la dificultad de mear en erección. Entonces ella me dio a morder el mango de la correa y fue en busca de la manguera. Apuntó hacia mi y con toda presión me bañó de arriba a bajo colando los restos de mis cacas al sumidero.

La asistenta ya había visto esto antes y estuvo haciendo su trabajo en discreción. Daba igual que estuviera la mujer, yo mordía el cuero del collar y la cadena tiritando de frío por el baño brusco.

  • Arriba Lobi!

Obediente levanté mis patas delanteras y quedando en cuclillas dejé que apuntará agua a mi sexo.

Tardó unos minutos así hasta que por fin cerró el agua. Recogió la manguera y tomó el mango de mi boca para darme un paseo.

El paseo tenía como cometido secarme al aire libre. Llegamos hasta una mesa de plástico con sillas y cogió un cigarrillo de un paquete que había dejado allí la noche anterior. Luego se sentó y me advirtió de quedarme quieto.

Con el aire fresco de la tarde permanecí en mis cuatro patas cerca de ella mientras miraba bajo su pijama largo sus zapatillas bailando a golpitos de la suela a su talón. Mi erección volvió pronto.

  • Ve a por tus cosas!

Me quitó la cadena del cuello y gateé hasta el lugar del baño para tomar entre mis dientes la cola anal que había dejado en el suelo. Volví a ella y se lo ofrecí. Mi ama lo cogió de mi boca y lo puso sobre la mesa. Luego chasqueó los dedos y señaló el lugar donde dejé las medias. Gateé hasta allí y me los puse de nuevo antes de volver con mi ama. Todo esto ante la mirada ocasional de la asistenta que seguía regando las plantas de Marlene.

Esperé a los pies de mi dueña hasta que terminó su cigarrillo. Luego cogió mi cola anal y me lo puso en mi boca.

-Vamos!

En sus manos tenía mi correa enrollada y no le hizo falta trabarla a mi collar para que la siguiera. Seguí gateando con la cola anal en mis dientes hasta volver a la solana. Allí dejó mi cadena en su sitio y seguimos por la cocina para luego subir a su habitación.

Esperé en su sagrado interior mirándola andar hasta su cómoda. Se sentó y de una gaveta del mueble cogió mi lubricación anal. Cuando se las frotó en sus delicadas manos, mi pene palpitó chocando a mi vientre. Sentí un cosquilleo de emociones y gateé  a sus pies. Sin que tuviera que decir nada le di la espalda alzando mi culo lo mas alto que mis rodillas me permitía. Pero antes puse sobre su regazo mi cola anal por que sabía que me lo iba poner de nuevo. Esa anticipación le hizo gracia y los halagos no tardaron en sonar como melodía a mis oídos.

Ofrecí mi culo separado más mis patas traseras para que tomará de apoyo mis bolas. Siempre lo hacía así y no era de desperdiciar ese momento de sus dedos de su mano izquierda tomando la piel de mis sacos. El índice de su mano derecha estaba ya en mi ano untando la fría crema. Pronto llegó la goma huevada empujando hacia mi e introduciendo mi cola a mi ano mientras con la mano izquierda tiraba de mis bolas hacia ella.

Espesas manchas de semen salían de mi glande y acababan como un hilo pegajoso al suelo. Entonces ella esperó a terminar de introducirme la cola para después pegarme palmadas a mis pelotas.

  • Esto tiene que acabar!. Vas por ahí dejando tus porquerías seminales por todos mis suelos.

Luego otra palmada y esa vez a mi culo.

  • Que va, no hay un día que sea necesario vaciarte.  Anda vamos!

Se levantó y tuve que seguirla otra vez hasta la solana. De allí cogió mi anillo vibrador, y de la cocina mi cuenco aún sin limpiar de restos para luego irnos al salón.

El cuenco lo puso en el suelo a los pies de su sillón favorito. Luego se sentó y me dio orden de colocarme.

Me quedé perplejo por que siempre que me ponía el anillo usaba mi manta del cesto. Pero ese día no. Así que sabiendo lo que debía hacer me coloqué sobre mi cuenco de comer con cada pierna a cada lado y mi pecho al suelo por delante.En cuanto mi barbilla tocó el suelo, noté que mi glande tocaba el metal del cuenco. Entonces ella se sentó en su sillón y tomando mi cola, insertó el anillo hasta que se ajustó hacia la parte más ancha y final de mi cola. Casi tocando mi ano. Y clic... encendió su interruptor.

El anillo comenzó a vibrar en mi cola revolviendo la goma en mi interior y sobre mi próstata.  La televisión se encendió a mi derecha y no tardé en notar sus gemelos y talones sobre mi espalda casi a la altura de mi cadera. Se había des calzado y tiró los pares de zapatillas delante mía. Una de ellas rebotó del suelo a mi hocico.

Sobre mi hacía zaping con el mando, mientras yo luchaba a mercé del peso de sus piernas con mi pene sobre el cuenco con más presión.

El sonido de la televisión cubría el débil sonido del anillo vibrador. La pila del anillo me daba cosquilleos entre mi ano y pelotas. Sentía las vibraciones incluso en mis testículo. Entonces las babas seminales salían con más empuje sobre el cuenco. Eran orgasmo seguidos de poca intensidad, y mi aliento cubría la plantilla de su zapatilla frente a mi borrosa vista.

Ignorado sentía el repetido masaje en mi próstata, y no emitía más sonido que mi respiración ahogada sobre la zapatilla.

Sus piernas sobre mi se acomodaban de diferentes formas. A veces podía sentir un pie descalzo sobre mi espalda y otras ambos. Luego los volvía a estirar y sus gemelos volvían a mi espalda.

Ella sabía que estaba teniendo múltiples orgasmos. Esta era una manera de lidiar mis derrames de excitación por sus suelos. Con estar así un buen tiempo conseguiría vaciarme para lo que queda del día. Entonces yo entraría en sueño profundo y no la molestaría por toda la casa con mis babas. Lo que antes le era divertido, a veces según el día le irritaba.

Después  de casi una hora llenando mi cuenco de semen ya casi transparentes, sonó su móvil. Fue entonces cuando fue en busca de su bolso en la cocina y atendió a tiempo la llamada.

No se había calzado sus zapatillas y me puse  aspirar más su aroma mientras recibía más y más sensaciones de orgasmos extraños. Estuvo un buen rato hablando con alguien por el móvil mientras se paseaba por el salón. No era capaz de escucharla y sudaba exageradamente. Y cuando terminó de hablar, volvió a mi. No se sentó, simplemente se calzó sus zapatillas y se fue hacia las escaleras diciéndome que siguiera  allí.

Mientras que suponía que estaba en su habitación y sin sus zapatillas  cerca, dejé mi frente sobre el suelo y mis manoplas al mismo tiempo que presionaba mi pene contra el cuenco.Me estaba follando mi propio cuenco hasta que exploté con un orgasmo más intenso y solté mi mejor carga de semen. Luego me dejaba ir agotado hasta que todo me parecía borroso. Incluso mi mente era puro humo incapaz de atar cabos y ser cociente de lo que estaba haciendo. Escuché el timbre de la puerta y desmayado sin sentido de la orientación oía de repente voces. Una voz familiar... luego otro lapsus. Y más voces. En una de esta parecía despertarme de un sueño largo, pero era solo un momento y vi a mi dueña vestida en pantys de sport y zapatillas de correr. Los reconocí y no estaba sola. Otra zapatilla ajena me tocó la cara y era Yurena, su amiga de footing.

-Lo tienes con el anillo a su cola, verdad?

La mujer me estaba dando suaves patadas y yo ni siquiera me di cuenta de su llegada. Estaba en la sala mirándome desde lo alto con una sonrisa de malicia.

Yo era todo un espectáculo con mi cara al suelo y despatarrado a piernas amplias a cada lado del cuenco con el bulto de mi ano en movimiento. No tenia fuerzas de estar en mis cuatro patas y besar sus deportivas. Entonces mi ama se agachó tras mía y apagó el interruptor hasta que por fin anillo dejó de vibrar.

  • Vamos! Levántate del suelo Lobi.

Me puse en mis cuatro patas con la cabeza gacha en pena. Mi cuerpo era todo sudor y dolor por mi postura lasciva después de haberme follado mi propio cuenco de comida.

  • Vamos a tu cesta!

Ordenó  mi ama y gatee´por delante de la invitada hasta mi cesta. Mi dueña esperaba con una de las esquinas de mi manta en sus mano y me indicó darle mi culo. Pronto sentí la áspera manta limpiando mis genitales al mismo tiempo que me quitaba el anillo de mi cola.

Por fin liberado del anillo me acomodé en mi cesta con ánimo de dormir. Normalmente hubiera correteado a los pies de la invitada pero sentí un agudo dolor de cabeza, y un peso en mis ojos en lo que al final me desplomé sobre el mimbre del cesto.

La mano de mi dueña me acariciaba el cabello revuelto susurrándome ...

-Te dejo solo, se un buen perrito y espérame.

Gemí mimoso y cuando abrí un poco mis ojos vi como había rodado mi cuenco para ponerlo delante mía.

  • Vamos a salir al parque,  ...cuando tengas hambre te lo comes!

Dijo subiendo el tono al final de su orden y señalando mi cuenco lleno de semen.

Entonces rendido cerré los ojos y tan solo al escuchar la puerta los abrí para comprobar que se iban.

ZZZZZZ

Continuará, si tengo tiempo...