El Límite
Como se marcó el limite entre la extrema formalidad y el libertinaje.
El próximo fin de semana es nuestro aniversario de bodas, y estoy ansiosa pensando con qué nueva ocurrencia saldrá mi esposo. Tradicionalmente me invita siempre a cenar y después seguramente a algún motel donde terminamos la noche encendida en pasión, pero los últimos acontecimientos en nuestra vida bien ameritaría un cambio en las costumbres.
El día llega al fin, pero él, fiel a sus costumbres, me compra un vestido nuevo y me propone la tradicional cena.
Pensé que el vestido sería algo osado o provocativo, pero nó, simplemente un vestido negro con la espalda descubierta hasta muy profundo por debajo de la cintura, de una tela con buena caída que se ajustaba a mi cuerpo resaltando mi figura, el cual debía usarlo sin ropa interior porque si nó se marcarían, largo casi hasta los tobillos, y unos zapatos taco alto en gamuza negra haciendo juego.
No somos de clase privilegiada, pero esta vez había hecho reservaciones en el Restaurante de un Hotel de lujo, en uno de sus salones vip, esta cena costaría casi lo mismo que unas vacaciones, pero bueno, 15 años de matrimonio justificaba la inversión.
Le pregunté si tenía en mente algo especial ( porque no podía olvidarme de las dos experiencias anteriores y quería estar preparada) , a lo que respondió que nada, que solamente disfrutásemos el momento.
El salón era realmente lujoso, mobiliario estilo Luis XV , totalmente alfombrado, la mesa se encontraba iluminada por la tenue luz de dos velas aromáticas, un verdadero sueño. Llegamos un poco retrasados, la mayoría de la gente se estaba retirando o terminando su cena, el ambiente era realmente muy exquisito, de una formalidad extrema y una finura indescriptible, pronto solo quedaba una mesa con cinco o seis hombres pertenecientes al Directorio de un conocido Banco en una cena de negocios.
Todo se desarrollaba normalmente, y confieso que en realidad estaba un poco tensa puesto que no estoy acostumbrada a los protocolos de la alta sociedad, la comida era excelente y el vino aún mejor, llegada la hora del brindis, a una seña de mi esposo un carrito empujado por el mozo se acercaba trayendo una champañera con las copas y un ramo de rosas, el romanticismo del momento reemplazó a la inconciente exitación que mantenía por la posibilidad de una nueva aventura.
Pero no todo es perfecto, el destino quiso que la ruedita del carro se enganchara con la alfombra y la champañera llena de hielo y agua helada terminasen derramados en mi cuerpo, totalmente mojada y muerta de frío, mi piel se erizó y mis pezones se eyectaron, los hombres de la mesa contigua interrumpieron su conversación y todos giraron a mirar, me sentia espantada, horrorizada, totalmente avergonzada, solo atiné a salir corriendo hacia el baño. Desnuda totalmente lloraba desconsoladamente, cuando Alberto y una camarera me acercaron una bata tipo salida de baño, y retiró mi vestido diciéndome que en algunos minutos la lavandería del hotel me lo traería nuevamente seco y planchado.
Mi esposo fue muy comprensivo y tratando de calmarme me instó a que regresáramos a la mesa para continuar con la velada, ¿estás loco?, ¿ como voy a salir así en un restaurante de lujo?, pero insistió que mas importante eramos nosotros que las formalidades, y pensé: " si fui manoseada por dos gomeros, me exibí mi vagina ante 2000 personas e hice el amor públicamente, que me impedía salir en una bata en un ambiente lujoso?, el morbo nuevamente me invadió la idea en el fondo me exitaba.
Cuando aparecí en el salón pensé que todos reirían, pero por el contrario, todos intentaron hacerme sentir bien, el que presidía la cena de negocios dijo: " Señora, le aseguro que la mayoría de los aquí presentes les encantaría estar en bata y pantuflas como lo está usted y nó con estos trajes incómodos, y si gustan, los invitamos a unirse a nuestra mesa", siguieron comentarios afines y pareciera que el salón se transformó, todos empezaron a sacarse sus sacos, corbatas, arremangarse las camisas, fue toda una distención, me sentí muy aliviada, el ambiente dejó de lado las etiquetas y las risas bromas y champaña corrían por doquier.
Nos preguntaron si éramos clientes de su Banco, a lo que Alberto respondió que nó, pero bromeando les dijo que podría serlo si le otorgaban un crédito para un nuevo departamento. Uno de ellos respondió: " Si vas tu solo, llenas las formalidades, y si condicionas te lo otorgamos , pero si vas acompañado de tu esposa, es seguro que pasas por la caja directamente ( sonriendo)" todos los demás miembros asintieron.
Alberto no se achicó y les hizo otra propuesta: " Si yó hoy les ofrezco el mejor postre que hayan podido disfrutar en restaurante alguno, ¿ me otorgarían el préstamo? ( por mi lado ingenua pensé,como pagaríamos algo tan costoso a tanta gente?), ellos se miraron y como gente de negocios aceptaron el desafío.
Inmediatamente mi esposo se acercó al cheff y conversó con el unos instante, haciéndome señas para que me acercara, entramos a la cocina y me pidió que me sacara la bata y me recostara boca arriba con las piernas separadas en una especie de camilla ( la burbujas de la champaña ya habían hecho su efecto y accedí inmediatamente), todavía no comprendía bien, pero sentirme desnuda ante un extraño y no saber que harían conmigo me exitaba, como un maestro decorador de tortas el cheff empezó lentamente a cubrirme con crema, realizando unos dibujos artísticos que contrastaban con copas heladas que rodeaban mi contorno una para cada comensal ( ocho en total, cuatro de cada lado), y cubriéndome además con frutas tropicales. El toque final lo dio mi esposo cuando introdujo en vagina dos canutillos de tragos largos, pero a uno de ellos le improvisó una especie de embudo con papel de aluminio.
Una vez terminada la obra maestra, me llevaron al salón, El Postre está listo dijeron, solo mis ojos tenía descubierto, y por ellos observaba la sorpresa de los hombres, los cuales me rodearon y comenzaron a tomar cada uno sus copas, constantemente halagándome y haciéndome sentir una diosa ( la más rica). Para ese entonces, los adminículos que tenia en mi vagina me proporcionaron un orgasmo, que se notó por el fuerte suspiro que no pude contener, pero lo mejor recién vendría.
Alberto propuso otro brindis, pero éste sería en una copa especial, no de cristal sino de genital femenino, el mío por cierto, sentía el frío y las burbujas correrse hacia mi interior por una de las cánulas, y por la otra mi esposo comenzó a succionar el líquido que se mezclaba con mis jugos corporales producto de mi calentura. Fue el primero, luego uno a uno repetía la operación, yo estaba en el cielo, solo jadeaba de placer, los que yá habían brindado comenzaron a lamerme y lentamente me fueron limpiando la crema, lenguas por doquier recorrían mi cuerpo hasta que quedó totalmente al descubierto. Algunos presentes sacaron sus pollas y tomándolas con mis manos las masajeaba suavemente facilitando la acción la lubricación proporcionada por la crema , hasta hacerlas acabar.
Mi esposo no permitió que me penetrasen ( aunque lo deseaba con toda mi alma), pero una vez que todos quedaron satisfechos con el morboso postre, me llevaron a una lujosa suit del hotel, donde pude asearme y reencontrarme con mi vestido.
Hoy este relato lo estoy escribiendo desde nuestro nuevo apartamento, y por supuesto, todos los gastos de esa noche corrieron a cuenta del Banco.