El ligue del verano, mi padre

Hizo una pausa, me quito la camiseta y ante el aparecieron mis redondos, duros y sensuales pechos. Mi padre se abalanzo sobre ellos, su lengua los degustaba, los recorría, sus labios y sus dientes se apoderaron de mis sensibles pezones, mientras sus manos recorrían mi cuerpo.

EL LIGUE DEL VERANO, MI PADRE.

Yo pensaba que eso del incesto solo le pasaba a degenerados y degeneradas que estaban desesperados, y se follaban a lo primero que tenían a mano, y como lo más cercano suele ser la familia, se tiraban a su prima o primo, a su hermana o hermano, a su madre, a su padre, a su hijo o hija.

Siempre había oído que mucha gente se inicia en el sexo con algún primo o prima, y hasta un cierto punto lo puedo entender, los primos suelen tener edades similares y por tanto los mismos intereses. Y por tanto que mejor manera de empezar a experimentar que con alguien con quien tienes confianza.

También como he dicho antes he supuesto que el experimentar con un pariente cercano, siempre se daba en la adolescencia cuando las hormonas están más revolucionadas, y la meta es hacerlo. Hay un refrán castellano que dice, y creo que en este caso viene muy a cuento, que…”Cuando las ganas de follar aprietan, ni el culo de los muertos se respeta”. Creo que esta frase resume todo lo anterior.

Os preguntareis a que viene todo este rollo. Muy sencillo. A mí me ha pasado. Si. Y no es que ahora sea una adolescente con las hormonas saltando. No. Ya tengo veintinueve años y ahora es cuando he experimentado lo que es hacer el amor con un familiar, mi padre.

La forma en que se desarrollaron los acontecimientos podría calificarse de un cumulo de casualidades. Este pasado verano mi hermano acababa de ser padre. Lo que propicio la visita de mis padres para ir a conocer a su nuevo nieto. Tras un par de días mi padre tuvo que regresar a Madrid por motivos laborales quedándose mi madre unas semanas más con su nieto con la intención de echar una mano en esos primeros días. También en esos días yo regrese de Londres, donde trabajo, para pasar las vacaciones en familia y aprovechar para conocer a mi nuevo sobrino.

Tengo que decir que entre mi padre y yo siempre hubo una relación especial. No quiero que me entiendan mal, no quiero decir lo que se os está pasando por la cabeza ahora mismo, me refiero a que siempre he tenido mucha confianza con él, siendo el depositario de muchos de mis secretos y confidencias que normalmente se suelen tener con una madre o una amiga íntima. Pero en mi caso fue al revés, con mi madre había ciertos temas que no se podían tratar y mi padre me dio libertad para poder exponer esas cuestiones tan complicadas que normalmente los padres sospechan que pasan, pero prefieren no tener la certeza de que ha sucedido. Por esto, cuando estoy en casa, suelo pasar todo el tiempo posible con él haciendo cosas juntos, y así ponerle al día de todo lo que ha pasado en mi vida.

Aquella madruga, ya empezaba a clarear el día, un ruido me despertó. Después de aguzar el oído me di cuenta que era mi padre. Acaba de llegar a casa después de su turno de guardia en las urgencias de un hospital de la ciudad. Ya no pude volver a dormirme. Hacía calor y no dejaba de dar vueltas en la cama. Me levante, salí de mi habitación y baje a la cocina. Mi padre ya debía estar durmiendo. La puerta de su dormitorio estaba cerrada y no había nadie en casa. Después de beber un vaso de agua helada, para intentar mitigar el calor que sentía en ese momento, salí al jardín.

Me pasee por él un rato sintiendo el frescor de la madrugada hasta que finalmente me senté al borde de la piscina metiendo los pies en ella. El agua estaba tentadora. No pude resistirme. Me quite la camiseta que suelo usar para dormir. Era de uno de mis hermanos, hace mucho tiempo que se la destroce, le había cortado las mangas y le había hecho un amplio escote en uve. Y que solo me cubría poco más que mi trasero. Evidentemente, ni que decir tiene que, bajo la camiseta no llevaba nada.

La deje al borde de la piscina y me lance de cabeza al agua. El agua que parecía tentadora realmente estaba helada. El frio elemento abrazo mi cuerpo como si un millón de alfileres se clavasen en el. Nade con furia para intentar combatir la sensación de frio. Después de nadar varios largos salí del agua, tenía las tetas como piedras a causa del frio y con los pezones podría haber cortado cristal. Me puse inmediatamente la camiseta que se pego a mi cuerpo como una segunda piel sin dejar nada a la imaginación de cualquiera que me hubiese visto.

Subí a mi habitación para secarme, volver a meterme en la cama e intentar dormir. Cuando pasaba junto a la puerta del dormitorio de mis padres escuche un leve sonido que hizo detenerme en lugar de correr a mi habitación para evitar que pudiese verme así. Quise descubrir de qué se trataba. Me acerque a la puerta y escuche. Lo que pude oír eran gemidos, sonaban contenidos, y me quede de piedra. ¿Mi padre se estaba masturbando? Continué escuchando un poco más y ya no tenía ninguna duda, se estaba haciendo una paja.

Me fui a mi habitación. Estaba un poco desconcertada, nunca me habría imaginado a mi padre haciendo eso. No soy tan ilusa para pensar que mis padres no follan, evidentemente lo hacen, si no lo hiciesen ninguno de nosotros estaríamos aquí. Pero lo que nunca pensé es que pudiera hacerse una paja. Pero luego recapacite, evidentemente mi padre era un hombre, como tal también tendría sus necesidades sexuales como cualquiera y al no estar mi madre, pues blanco y en botella. Lo que descubrí esa madrugada me hizo ver a mi padre de otra manera. No solo como padre sino también como hombre, con todo lo que eso conllevaba.

Me metí en la cama, pero evidentemente no pude dormir, porque aunque no quisiera admitirlo estaba excitada. Pensé que ya estaba bien de dar vueltas en la cama y me fui a la ducha. Con el agua cayendo sobre mí y con la mente desbocada, no pude contenerme, me hice un dedito pensando en mi padre pajeándose.

Comencé a fijarme en mi padre de otra manera. Esa tarde en la piscina no podía dejar de mirarlo. Si lo miraba como a un hombre era realmente atractivo. Y seguro que aun levantaba pasiones entre las mujeres. Viéndolo ahí en la piscina, tan solo con su bañador, mi imaginación voló nuevamente. Sabía que no estaba bien pero no lo pude evitar, imaginar cómo salía de la ducha, como se secaba, pero mi mente me jugó una mala pasada e imagino como lo haría con mi madre. No podía ser, estaba excitada y tenía la braga del bikini empapada.

Entre en casa y subí a mi habitación. Nada más entrar me quite la parte de arriba del bikini tirándola sobre la cama. Fui hasta la ventana y mire hacia la piscina. No podía ser, lo estaba haciendo de nuevo, con su mano bajo el bañador, tumbado en la hamaca, se estaba tocando descaradamente. Eso termino de poner mi excitación por las nubes. Me quite el bikini y me tire en la cama.

Empecé a masajear mis pechos. Mientras tenía mis piernas completamente abiertas. Me tocaba las tetas, las juntaba, me las apretaba, las acercaba a mí boca para jugar con mi lengua en mis pezones. Acaricie mi cuerpo desnudo, ensalivé uno de mis dedos y abrí mis piernas. Mi dedo recorrió mi sexo en toda su longitud, me ayude de mi otra mano para abrir perfectamente mis labios y descubrir ese maravilloso botón del placer. Lo acaricie, lo apreté y lo pellizque. Con los ojos cerrados, intentando contener los gemidos, mordía mi labio inferior. Ensalive concienzudamente mis dedos nuevamente, aunque por lo húmeda que estaba no me hubiese hecho falta, los introduje entre mis piernas, metiéndolos en mi coño, me los metía y sacaba a buen ritmo, no podía dejar de mover mis caderas acompañando el movimiento. Necesitaba más y un nuevo dedo se unió a los anteriores. No podía parar de follarme con ellos cada vez más rápido. Tampoco pude resistirme a saborear mi propio placer, chupaba mis dedos como si de un exquisito helado se tratase. Estaba a punto de correrme. Metía mis dedos más rápidamente, por lo dilatado que tenía el coño podría haberme metido la mano entera, lo que hacía que la tuviese empapada de mis propios fluidos, mientras con mi otra mano frotaba con fuerza mi clítoris haciendo que las sensaciones que de él manaban recorriesen todo mi escultural cuerpo. Todos mis músculos se pusieron en tensión recibiendo un placentero orgasmo que se prolongo durante unos minutos. Cuando finalmente mi cuerpo se relajo continué unos segundos más acariciando suavemente toda mi rajita.

No me podía creer que lo que acababa de hacer, lo hubiese hecho pensando que era mi padre el que me lo hacía. Que habían sido sus fuertes manos las que habían acariciado mis duros y sensuales pechos. Que habían sido sus labios los que habían jugado con mis pezones. Que habían sido sus dedos los que habían recorrido mi sexo y que había sido su polla la que me había penetrado llevándome al éxtasis.

Me levante de la cama y fui nuevamente a la ventana. Me asome con cuidado ocultándome tras las cortinas. No estaba en la hamaca. Pero lo que si había… era su bañador, no podía ser, se estaba bañando desnudo. Permanecí en la ventana, viendo como una sombra se movía bajo el agua, hasta que unos instantes después emergió en uno de los extremos de la piscina. Salió con agilidad del agua. En ese momento tuve todo su mojado cuerpo a mi disposición. No podía creer lo que mis ojos estaban viendo, no podía apartarlos de semejante instrumento, si era así en reposo no podía imaginar cómo sería en toda su plenitud. En ese momento sentí celos de mi madre. La muy guarra disfrutaría de lo lindo con semejante herramienta. Mi padre camino hasta la hamaca, recogió su bañador y sin ponérselo continua hacia la casa. Me aparte de la ventana. Sentí como la humedad de mi sexo corría por mis muslos. Me había corrido solo con verlo desnudo. Fui al baño a darme una ducha fría.

Los días fueron pasando y no podía quitármelo de la cabeza. Me estaba obsesionando con él. Decidí que lo mejor sería irme unos días. Aproveche la escusa de ver a mi nuevo sobrino para alejarme de él y que todo en mi cabeza volviese a la normalidad. Afortunadamente funciono. Lejos de casa todo había vuelto a la normalidad. Incluso me tire un par de veces a un chico que conocí en un pub una noche que salí de copas. En ese momento decidí que ya podía volver a casa, estaba curada, tan solo había sido un calentón por las semanas que llevaba sin estar con un hombre.

Cuando volví a casa me di cuenta que no había sido un calentón del que me había curado tirándome un par de veces a un tío. Porque cuando lo vi todo volvió a surgir en mi interior. ¿Me habría enamorado de mi padre? No podía ser, lo quería, claro, es mi padre, pero de ahí a enamorarme de él. Pasaron los días, me acomode a mis nuevos sentimientos intentando no hacerles caso, pero cada vez que estaba junto a él me excitaba. Cada vez que me masturbaba era él quien ocupaba mis pensamientos. Si salía, ligaba con algún chico y terminábamos en la cama, en mi cabeza era mi padre el que me follaba.

Una tarde estaba desnuda en la cama masturbándome pensando en él. No lo había oído llegar a casa. Unos nudillos llamaron a mi puerta.

-Ana, ¿éstas ahí? ¿Puedo pasar?—dijo su voz al otro lado de la puerta.

-Un momento, me estoy cambiando—respondí atropelladamente saltando de la cama. Cogí mi camiseta de dormir que estaba a los pies y me la puse rápidamente—Pasa—dije después estirando un poco la cama.

-Hola—dijo y vi como sus ojos recorrieron mi cuerpo— ¿Qué haces en pijama?—me pregunto finalmente.

-Nada, he dormido la sienta e iba a cambiarme—improvise— ¿Qué querías?—pregunte finalmente.

-¿Tienes algo que hacer esta noche?-me pregunto mi padre.

-Nada en concreto, iba a salir con unos amigos a tomar algo—le respondí sentándome en la cama y cruzando las piernas inconscientemente. Por un instante tuve la sensación que su mirada bajo al punto obvio— ¿Por qué?—me interese.

-Esta noche se clausura el congreso de medicina, hay una cena y tengo que asistir, me gustaría que me acompañases, sabes que siempre voy con tu madre a estos eventos, no me gustaría ir solo tendré que pasarme la noche espantando a lagartonas—dijo.

-Vaya, con que mi papi aun tiene mucho éxito con las mujeres. ¿Lo sabe mama?—le dije sonriendo.

-Lo dudabas. Claro que lo sabe por qué crees que no me deja ir solo—dijo riéndose.

-Y que van a pensar si te presentas con una chica tan joven—dije siguiendo la broma.

-Pues que tengo a hija más bonita del mundo—respondió.

-Creo que pensaran cualquier cosa menos que soy tu hija—dije riéndome.

-Mira que eres mala, peque, ¿Qué me dices? Acompañas a tu padre a una aburrida cena—me pregunto sin parar de sonreír.

-Vale, te acompaño—respondí después de unos segundos haciéndome la interesante.

-Perfecto. ¿Estarás lista para las nueve y media?—dijo antes de salir.

-Lo intentare—dije antes de que volviese a cerrar la puerta.

Me tumbe en la cama. Después de unos minutos mirando al techo, con la mente en blanco, cogí el teléfono para llamar Marta e informarla que no saldría esa noche. Mire el reloj que había sobre la mesilla. Las ocho, debía darme prisa si quiera estar lista a la hora que me había dicho papá. Fui a la ducha y me relaje unos minutos bajo el chorro de agua tibia. Una vez fuera, envuelta en una toalla, comenzó el ritual de lociones, cremas, maquillaje, peinado y un largo etcétera. Una vez concluido fui al armario. Qué me ponía. Finalmente me decante por un vestido de color blanco roto, que hacia resaltar el color dorado de mi piel, dejando que mostrase un bonito y sugerente escote. Ya eran casi las nueve y media cuando termine de arreglarme. Salí de mi habitación, baje al salón donde ya me esperaba mi padre. Vestido con un elegante traje negro, camisa blanca en la que destacaban unos bonitos gemelos y una elegante corbata de seda también de color negro. Después que el sonido de los tacones de mis zapatos delatasen mi llagaba, mi padre se levantó, vino hacia mí y cogiéndome de la mano me hizo girar sobre mí misma.

-Estás preciosa peque—me dijo dándome un beso en la mejilla.

-Tú también estás muy guapo, pero…—dije acercándome a él para ajustarle el nudo de la corbata—ahora perfecto—concluí la frase.

-¿Nos vamos?—me pregunto ofreciéndome su brazo.

-Cuando quieras—dije sonriendo y cogiéndome a él.

Subimos al coche y fuimos hasta el hotel donde se celebraba la cena de clausura. En el coctel previo note como más de uno de los asistentes se fijaba en mí. O tal vez sería en mi padre por ir acompañado por una mujer tan joven. Después de presentarme a algunas personas, que parecían respirar aliviadas cuando les decía que era su hija, sobre todo algunos caballeros que pensaban por qué ellos no tenían una mujer así. El ambiente pareció más relajado. La cena evidentemente fue aburrida. Las conversaciones giraban en torno a temas médicos, aunque tenía una ligera idea de algunas cosas por lo que oía en casa y por haber estudiado un año de medicina, carrera que decidí abandonar por algo tan altruista como la economía y las finanzas, otras muchas se me escapaban por completo. Una vez concluida la cena, tras despedirnos de algunos de los asistentes, mi padre decidió que era hora de regresar a casa.

De vuelta a casa le pedí a mi padre que se desviase para ir a tomar una copa. Al principio se negó cediendo finalmente tras decirle que yo le había acompañado a él. Lo lleve a una de las terrazas de moda en la que, además de tomar una copa, podías bailar con música en directo. Nos acomodamos en una de las mesas y pedimos un par de cocteles. Fuimos un poco centro de atención. Primero porque mi padre sobresalía del rango de edad media de los clientes que solía acudir al lugar. Segundo porque tras rogárselo mucho accedió a bailar conmigo, supongo que nadie esperaba que una persona como el bailase mejor que todos aquellos jovencitos la salsa y el merengue acompañado de una mujer tan joven. Después de un buen rato en la pista volvimos a nuestra mesa y pedimos un par de copas más.

-No has pensado en buscar una pareja y rehacer tu vida—me dijo por sorpresa—aquí hay más de una veintena de chicos pendientes de ti.

-De momento estoy bien así. Además ahora estoy contigo. Y todos esos chicos no están pendientes de mí, sino de ti, pensando como alguien como tú se ha ligado a una chica como yo—le respondí sonriendo y dando un sorbo a mi copa.

-Ya sé que ahora estás conmigo, pero no tendría que haber venido aquí estoy totalmente fuera de lugar, tendrías que haber venido con algún amigo—me dijo.

-Si he venido aquí contigo es porque me apetece y me da lo mismo lo que piensen todos  estos niñatos—le respondí acomodando mi cabeza en su hombro.

-Eres un cielo peque—dijo tras darme un tierno beso en la mejilla y pasó su brazo sobre mi hombro estrechándome junto a él.

Levante mi cabeza de su hombro, lo mire fijamente a los ojos, me miraba con ternura y su mano apretó suavemente mi brazo. Estábamos separados apenas unos centímetros.

-Te quiero—le dije. Aproximándome a él cerré los ojos y puse mis labios sobre los suyos. Le bese pero no me correspondió y se aparto de mí. Cuando abrí los ojos vi los suyos, me miraba con una mezcla de incredulidad, sorpresa y enfado. Pero yo estaba encantada por haber besado al hombre que no había abandonado mi cabeza en las últimas semanas.

-Espero que esto no se vuelva a repetir—me dijo de forma seria y firme, al tiempo que sacaba su billetera y dejaba un billete sobre la mesa—vámonos a casa—concluyo.

Nos levantamos y fuimos al coche en silencio. Igual que todo el camino a casa. Cuando llegamos se fue inmediatamente a su dormitorio sin decirme buenas noches. Yo me quede en el jardín pensando en lo que había hecho y si habría arruinado mi relación con mi padre por una estupidez mía de la que no había calculado sus consecuencias.

A la mañana siguiente la tensión entre ambos era evidente. Mi padre me evito durante toda la mañana y lo único que hablamos fue cuando me dijo que comería fuera. No podía aguantar esa situación. Cuando regreso a casa era tarde, yo ya había cenado y lo esperaba en el jardín.

-¿Cuánto tiempo vamos a estar evitándonos?—le pregunte cuando pasó junto a mí, para entrar en casa, sin decirme nada.

Siguió caminando, tras dar unos pasos más, antes de entrar en casa se detuvo y se volvió hacia mí.

-Eres mi hija, debes entender que lo que hiciste ayer no puede ser—me dijo con un punto de tristeza en su voz.

-Lo sé, soy una estúpida por hacer lo que hice, además tienes razón debo rehacer mi vida y dejarme de fantasías. He preparado todo ya, mañana regreso a Londres—le dije finalmente.

-No, la estúpida no has sido tú sola, yo también lo he sido, estas semanas aquí solos me ha hecho verte no como mi peque, sino como la preciosa mujer en la que te has convertido y con la que cualquier hombre desearía estar—me dijo sentándose a mi lado—y me muero de ganas por estar contigo—concluyo.

Se acerco a mí. Esta vez fue él quien puso sus labios sobre los míos. No pude resistirme, correspondí a su beso, nuestras lenguas chocaron y exploraron nuestras bocas. Después de separar nuestros labios nos quedamos mirándonos fijamente.

-Yo también quiero estar contigo—fue lo único que pude decir y volví a besarlo.

-Ven conmigo—me dijo levantándose y ofreciéndome su mano.

Me levante y lo seguí cogida de su mano. Entramos en casa. Me estaba llevando a su dormitorio.

-¿Sabes lo que vamos hacer, estás seguro?—le pregunte. Tenía miedo que lo que sucediese en esa habitación cambiase nuestra relación para siempre.

-Sé lo que vamos hacer. Y quiero hacerlo. ¿Tú estás segura que quieres continuar?—me pregunto justo delante de la puerta de su dormitorio.

-Si—fue lo único que pude decir.

Pasamos a la habitación. Me senté en su cama. Tan solo iba vestida con mi camiseta de dormir y unas braguitas diminutas de color blanco. Mi padre se sentó a mi lado después de quitarse la chaqueta y dejarla sobre uno de los sillones. Me hizo que me tumbase en la cama, se coloco sobre mí y comenzó a besarme. Me besaba en los labios, en la cara, en el cuello y me encantaba. Hizo una pausa, me quito la camiseta y ante el aparecieron mis redondos, duros y sensuales pechos. Mi padre se abalanzo sobre ellos, su lengua los degustaba, los recorría, sus labios y sus dientes se apoderaron de mis sensibles pezones, mientras sus manos recorrían mi cuerpo. En ese momento cerrando mis ojos, mi padre, me arranco los primeros gemidos de placer.

Sus manos continuaron explorando mi cuerpo mientras su cara seguía sumergida en mis tetas. Acariciaban con una tremenda ternura mis pechos, mi abdomen, mis caderas, mis piernas y el interior de mis muslos. Notaba como un enorme y duro bulto presionaba mi cintura. Su mano traviesa finamente se aventuro a posarse con miedo sobre mi mojada braguita. La mano de mi padre recorrió mi sexo sobre la fina y húmeda tela arrancándome unos gemidos mucho más profundos. Su mano más confiada retiro la tela que ocultaba mi sexo palpitante recorriendo toda mi rajita. Sus dedos recogían mis fluidos haciendo que mí dilatado clítoris fuese masajeado con tal suavidad y delicadeza que hacía que mis piernas temblasen, mientras mis jadeos y gemidos ya eran totalmente incontrolables.

-¿Quieres que te folle peque?—me pregunto con una tierna voz mi padre.

-Sí, quiero sentirte dentro—dije entrecortadamente.

-No, dime qué quieres que lo haga—me dijo sin parar de darme placer con sus manos.

-Fóllame, papá fóllame—pude susurrar entre gemidos.

Me moría de ganas de tenerlo dentro de mí, de ser follada por mi padre, de tener ese enorme trozo de carne que tenía entre sus piernas abriéndome en canal. Pero él quería seguir jugando conmigo. No fui penetrada por esa enorme polla, no, lo único que recibí dentro de mi fueron dos de sus dedos. Eso hizo que me excitase aun más, cuando sus dedos entraban y salía de mi coño de una manera rítmica. Mi respiración y mis jadeos se acompasaron al ritmo de sus dedos. Estaba a punto de correrme cuando se detuvo. Mi padre se levanto de la cama y me miro fijamente. Tomo mis braguitas, las deslizo lentamente a lo largo de mis torneadas piernas, las tiro a un lado y observo mi cuerpo desnudo expuesto ante él. Mi reacción fue abrir las piernas y agitar las caderas indicándole que terminase lo que había comenzado. Mi padre permaneció inmóvil frente a mí, comenzó a desabrochar los botones de su camisa, sin prisa, sin dejar de mirarme. Mi excitación e impaciencia hizo que una de mis manos me proporcionase el placer que necesitaba, comenzó a estimular mi clítoris mientras la otra apretaba mis tetas y pellizcaba mis pezones.

-La manos quietas—me dijo mi padre en el mismo tono que solía usar cuando era pequeña para reprenderme cuando hacia algo que no debía. Mientras su camisa ya estaba en el suelo y sus pantalones junto con su bóxer ya descansaban a sus pies.

Agarre con fuerza las sabanas haciendo caso a su orden. Mi padre estaba completamente desnudo frente a mí ese enorme miembro que tenía entre sus piernas completamente erecto y mirando al techo. Mordí mi labio inferior sabiendo que lo que deseaba por fin iba a llegar.

Mi padre se aproximo a la cama arrodillándose entre mis piernas. Sus rodillas tocaron mis muslos haciendo que separase aun más las piernas para quedar totalmente abierta ante él. Mi padre puso su dilatado glande en la empapada entrada de mi coño. Se dejo caer sobre mi hasta apoyarse en sus brazos el tiempo que con un golpe de su cadera me penetro hasta hundir por completo su dura polla en mis entrañas. Un grito salió de mi garganta al sentir como esa enorme verga me había llenado por completo. Me penetraba de una manera lenta pero fuerte para que sintiese cada uno de sus movimientos en mi interior. Rodee su cintura con mis piernas para que llegase lo más profundo de mí. La respiración de mi padre se aceleraba por el esfuerzo. Mientras, con cada una de sus envestidas me arrancaba un nuevo y más intenso gemido. Contraía los músculos de mi vagina para atraer su polla a lo más profundo de mí. Sus envestidas fueron subiendo de intensidad, mientras su polla entraba y salía de mi coño de forma que ya no podía aguantar más. El calor de la noche junto al esfuerzo realizado hacia que nuestros empapados cuerpos brillasen con la luz de los apliques. Gotas de sudor rodaban por su frente, bajaban por su nariz, su barbilla, su cuello y su pecho estrellándose algunas en mi pecho, mientras sus labios se fundían con los míos. No aguante más y toda la tensión acumulada se diluyo en el más placentero, intenso y prolongado orgasmo de mi vida. Abrace a mi padre con fuerza mientras no dejaba de gritar hasta que caí totalmente relajada sobre la cama.

-Papá, ha sido maravilloso—le dije cuando logre recuperar el aliento.

-Lo sé, pero aun no hemos terminado peque—fue su repuesta.

Hizo que me diese la vuelta, me pusiese de rodillas en la cama y me agarrase al cabecero. Mi padre se puso a mi espalda y volvió a partirme el coño con su enorme verga que no había perdido un ápice de su erección. Su pecho cubría mi espalda, mientras uno de sus brazos rodeaba mi cintura, su mano amasaba mis tetas y torturaba mis pezones hipersensibles en esos momentos. Su ritmo no decaía, seguía siendo fuerte y rápido, con cada nuevo golpe de cadera sentía como su pubis y abdomen chocaban con mi redondo y duro culo. Su polla se hinchaba en mi interior sabía que estaba a punto de correrse.

-Córrete dentro de mí, no te salgas—le dije entrecortadamente. Quería tener su leche dentro de mi coño. Quería tenerme a mi misma dentro de mí, esa semilla de la que un día surgí yo.

Pero no me hizo caso y saco su miembro de mi interior. Apunto su polla totalmente impregnada de mis fluidos a la entrada de mi culo que la tenia perfectamente disponible. No me dio tiempo a decir nada. Me penetro con fuerza abriéndose camino en mi estrecho agujerito. Un grito salió de mi boca mientras mi manos se aferraban con fuerza a los barrotes de la cama para aguantar el dolor, literalmente me estaba partiendo el culo. Mi padre me la metió hasta el fondo, sus huevos acariciaban mi coño con cada movimiento de su cuerpo. No era la primera vez que me follaban el culo pero me pillo desprevenida y no estaba preparada. Poco a poco mi ano fue aceptando al invasor, se fue relajando y el dolor se transformo en placer que acompañaba frotando con fuerza el clítoris con mis dedos. No podía dejar de gritar mientras sentía el cálido aliento de sus jadeos en mi cuello. Cuando estaba a punto de correrse me agarro con fuerza las caderas y comenzó a follarme con más ímpetu. Con un par de envestidas mas, siendo como su polla se dilataba nuevamente dentro de mí, un chorro de caliente y espeso semen empezó a llenarme por dentro. Con cada nuevo golpe, un nuevo chorro de semen se vertía en mi culo. Al tiempo que el orgasmo que me habían proporcionado mis expertos dedos recorría mi cuerpo.

Mi padre se quedo quieto sin salir de mi culo, con su pecho apoyado en mi espalda mientras sus brazos rodeaban mi cintura. Cuando su polla comenzó a perder su vigor salió de mí y se tumbo en la cama. Su leche salía de mi dilatado culo corriendo por mis muslos. Me tumbe a su lado. El me beso con ternura en la frente como hacia cuando era niña y me acurruco en sus brazos contra su pecho acunándome. Con mi cabeza sobre su pecho escuchando los rítmicos latidos de su corazón me quede dormida.

Cuando desperté a la mañana siguiente estaba sola en la cama revuelta. Tal como estaba, desnuda, busque a mi padre por toda la casa y el jardín sin suerte. Estaba desconcertada, ¿Qué había hecho? Afortunadamente mi desesperación no duro mucho. Lo que tarde en llegar a la cocina para sacar una botella de agua helada del frigorífico. En la puerta una nota dirigida a mí.

“Peque. He tenido que irme al hospital para una intervención urgente. Siento no estar ahí para desayunar contigo. Ha sido una noche muy especial. Si no puedo llegar para comer te deseo un buen vuelo de regreso a Londres. Un beso. Papá”

No vino a comer a casa. Esa misma tarde tome el vuelo que me llevaba de regreso a Londres para retomar mi vida lejos de casa y de mi padre. Esa noche me llamo por teléfono para saber si había llegado bien. No comento nada de lo sucedido y yo hice lo mismo. Nuestra relación sigue siendo como antes de ese día, como si no hubiese ocurrido nada esa tórrida noche de verano. Aunque yo no podre olvidarla nunca.

Y ahora siendo sincera tengo que decir que en cierta forma siento celos de mi madre por poder disfrutar de ese hombre, mi padre, siempre que lo desee.