El Libro del Buen Cabron (parte 4)

Final del relato.

E de como apareció el diablo y lo que aconteció después.

No siempre viene el diablo vestido de él mesmo.

Presentose el diablo en forma de Capitán de Tercio, en concreto de Saboya, que puso bandera en casa principal a fin de reclutar mozos a su compañía. Esa infame mañana, amanecido según digo, vestidos y aseados a la sazón, compusimos los pasos hacia la iglesia. Viendo bandera puesta, alegrose mucho el ánimo Teresa, que, si no compusiese mi triste aliento, diríase que hasta le entró calentura por el cuerpo. En debajo estábamos pasando cuando abriose la puerta y apareciese por ella, capitán principal. Mironos en largura y sonríase disciplente hacia ella. Viéndome ya cornudo, avivome el paso y renegando en bajo, advertirla que no se anduviera con zalamerías y dejara al señor capitán realizar su trabajo.

En llegando la tarde, después de la comida y siesta de guardar, despertame con cierto dolor de cabeza. No lo iba a tenello pues la moza no estaba en la cama. No pudiendo aguantarme más cogerme un sacabuche que a la sazón guardaba en la habitación y Dirigiome los pasos a buscarla. Parome y escuchome por ver y discernir el lugar de donde andaba la muy pérfida. No escúchese nada. Raro era.

Dirigiome hacia las caballerizas, por ver si andaban en retozo. No había nadie. Fuime al corral; pero tampoco halle cuerpo. En esto atisbe una puerta en torno, la cual siempre habemos cerrada por ser guarda de aperos y zarandajas. Acercome y abriola despaciosamente, pero diome en pensar que no entraría por los cuernos que portaba, que dieran en el dintel de aquesta. Allí estaba la puta y reputa, con el capitán principal, folgando. Subiome al verlos cornura tal, que ibame ya hacia ellos por acuchillar y dejarlos para el juicio de dios. Pero fue miralla a ella desnuda totalmente y a el igual, comiéndose sus higos a la vez, que Parome en seco por levantarse mi hombría. Andabame yo juramentando cómo y porqué andaba se la calentura al verla con otro folgando. Deduje que era mi amor por ella lo que me daba cornudo.

Lamianse con gusto y regusto, que llegaba el sonido hasta mi persona. Viola a ella con tranca semejante, que parecíase brazo de hombre y no pichote, metérsela en la boca con penuria, pero metiasela. Lamiela arriba y abajo, lentamente, saboreando en cada lamida como manjar de Hércules. Diose la vuelta ella y metiasela por el higo con tal ímpetu, que terciase su espalda como quebrada. Andabase arriba y abajo en movimiento, con las tetas colgandera en la cara del ministro, que tocaba y jugueteaba en despacio, lentamente pasando de una a otra chupando un pezón y alora otro, hasta que pusieron se duros y reventones. No gozaba ella, que aullaba cual lobezno joven, hincada en aquella tranca que pareciera iba a salirle por la boca.

Cansose el principal de aquella postura y pusola en forma de coyunda perruna, arrimándose por detrás con la vara del diablo. Pude escuchar como entraba en su higo y con cada empellón mojabase la pija con el jugo de la pérfida. Sacola y dirigiola un poco más arriba, a lo que ella protesto y amago hizo de quitarse, pero fue en un empellón que intento meterla por el bullas y aullar, ahora si la puta, como un condenado en la hoguera. Quitosela del culo el capitán y diole la vuelta para que se la chupara ya de pie y ella sentada. Despacio empezó hasta que metiose la mitad en la boca, aumentando en rapidez el encornador. Sacosela ella de la boca y recibió un lechazo en la misma, ojos y cara que pareciome descargadura de toro.

No pudiendo más en el ardor, abrí la puerta y entramé para compartir coyunda, que calentamientos vanse con folgamientos. Bájame las calzas y calzones para unirme. Más, no andaba a la labor el capitano, que en cogiendo la espada y gritando como loco, acuchillome en varios sitios. Vime sorprendido, desnudo y cornudo, tirado en el suelo boqueando sangre, mirándola a ella mientras en la lejanía oía su llanto y su lamento.

Más, no en sintiendo nada, hallome aquí esperando la entrada por la puerta, en contándome estas cuitas y pensando si mi cornamenta no dará en el dintel de la puerta del cielo o el infierno, que mejor será el lugar a donde vaya que no de donde viniera.