El librero (segunda parte).
De nuevo me entrego sumisamente al viejo librero.
Para una mejor comprensión de la historia, sugiero la lectura de la primera entrega.
Estaba apostado enfrente de la librería, habían pasado cuatro días desde mi visita anterior. Mi calentura era terrible, me había masturbado en varias ocasiones rememorando como Julio, el viejo librero, me hacía suyo y humillaba sin compasión. Crucé la calle y accedí al local, tres clientes se encontraban en la caja pagando sus adquisiciones. Julio se percató de mi presencia y una mueca enfermiza se atisbó en su rostro, me estremecí y mi diminuta pollita comenzó a dar señales de vida. Vagué sin rumbo por las diferentes secciones anhelando la llegada de mi macho.
- Vaya, vaya, vaya, pero si es la putita Alfredito, escuché a mis espaldas.
Me estremecí al escuchar su voz, no tuve valor ni fuerzas para enfrentarme a su mirada.
- Te esperaba antes zorra, continuó hablando el viejo librero, mientras se acercaba.
Un fuerte olor a colonia, cara y de clase, invadió mis fosas nasales.
- ¿Para que has venido?, preguntó plantándose delante mió.
Noté como su mirada me penetraba y desnudaba. Apenas acerté a balbucear una respuesta mientras bajaba mis ojos ante su imponente presencia. Julio dio una vuelta alrededor mío y acercando su boca a mi oído dijo:
- Por culpa tuya he tenido que cerrar antes de tiempo, he perdido dos clientes y de alguna forma vas a tener que recompensarme Alfredito, dijo mi amante.
El librero se pegó a mi espalda, noté su enorme bulto apoyando mis nalgas. Comencé a mover mi culo en círculos frotándome contra la verga de mi hombre. Julio se separaba de mí mientras yo me echaba hacia atrás buscando el contacto contra su enorme pollón.
Tienes ganas de verga cabrón, estás en celo como la perrita que eres, maldita zorra, quiero oírtelo decir, ordenó Julio.
Yo, yo, Julio por favor …….
Maldito cabrón, para ti no soy Julio sino tu amo Don Julio, dijo el viejo librero dándome una fortísima nalgada. Mi gemido de placer resonó en todo el establecimiento.
Don Julio, acerté a decir, he venido porque deseo ser su zorra, su perra caliente, quiero que me haga suyo y me posea como un perro folla a su perra.
Las carcajadas de Julio se escucharon en toda la tienda. Así me gusta sumiso de mierda exclamo Julio.
El viejo librero asió mi mano y de un fuerte tirón me despojó de la alianza dejándola sobra uno de los estantes.
-Eres poco hombre para una mujer, yo te voy a dar lo que te mereces, voy a hacer de ti una verdadera hembra, quiero que te desnudes para mí, ordenó el macho.
Lentamente, con mucha parsimonia, me despojé de la ropa. Mi americana, la corbata y camisa cayeron a mis pies. Me saqué los zapatos y calcetines al igual que el pantalón del traje y mi boxer, quedando desnudo ante mi macho.
- Vaya mierda de pollita tienes, se rió Don Julio, seguro que eres incapaz de dar gusto a tu esposa y tiene que hacerse un dedito para quedar satisfecha.
Las palabras de Don Julio lejos de ofenderme me excitaban aún más, una gotita de líquido precoital se deslizó por el tallo de mi pollita. El viejo librero se puso detrás mió punteándome con su enorme virilidad, dos de sus dedos se posaron sobre mis labios recorriéndolos por entero, abrió mi boca y los introdujo dentro. Mi lengua los lamió y chupó durante un buen rato, la otra mano de mi hombre recorrió mi espalda hasta llegar a mis nalgas, las magreó y sobó a su entero antojo, pellizcándolas mientras me daba unos fuertes cachetes.
Gemí como una perrita en celo entregada a su macho. Los dedos humedecidos por mi saliva se metieron entre mis dos nalgas jugando con mi orificio anal sin llegar a penetrar mi intimidad.
- Ni se te ocurra correrte zorra asquerosa, túmbate en el suelo boca arriba ordenó Don Julio, mientras me daba una fortísima nalgada.
Me tumbé en el suelo observando la impresionante estampa de mi hombre. Don Julio se descalzó y restregó sus pies sobre mi cara. Sus calcetines olían a sudor seco y fuerte, a macho, sumisamente los lamí y chupé. El viejo librero se los quitó y pude lamer sus dedos y la planta de los pies con devoción.
Uno de los pies del viejo librero se posó sobre mi pollita masajeando de forma alternativa mi pequeño miembro y testículos, mi espalda se arqueó por el placer que me estaba dando el macho. Quise levantarme pero Don Julio con un fuerte empujón con su pie me obligó a continuar tumbado boca arriba.
El viejo librero se desnudó rápidamente y se tumbó encima de mí. Abrí mis piernas para recibirle, nuestros penes se rozaron un brevísimo instante sintiendo su enorme y mojada virilidad manchando con su líquido mi estómago. Con sus poderosas manos agarró mi cabeza y nos besamos, abrí mi boca y nuestras lenguas se cruzaron, nuestra saliva se mezcló. Fue un beso sucio y obsceno. Mis manos se deslizaron por su espalda hasta alcanzar sus poderosas nalgas, las apreté y lo atraje hacia mí, comencé a mover mis caderas a modo de penetración, sintiendo su enorme verga pegada a mi estómago.
- Abre la boca putita, voy a marcarte como los perros marcan a sus perras, ordenó Don Julio.
-La abrí, el viejo librero dejo caer su saliva la cual penetró en mi boca.
- Te he marcado con mi saliva y ahora te voy a marcar con mi leche, vamos a mi despacho dijo mi macho.
Nos levantamos, Don Julio me cogió por la cintura mientras nos dirigimos desnudos a la habitación que bien conocía. Me senté desnudo en el sofá, el viejo librero abriendo un armario me lanzó a la cara un juego de lencería negro trasparente, sexy muy sexy, medias negras de encaje hasta medio muslo y un tanga a juego. Me lo puse rápidamente, me ví reflejado en el espejo y me sentí una verdadera hembra dispuesta a satisfacer a su hombre.
- Que bonita está mi puta, dijo el viejo librero, mientras sus manos recorrían mis muslos enfundados en las suaves medias.
Me senté en sus rodillas sintiendo su enorme verga contra mis muslos. Las manos de mi hombre apresaron nuevamente mis nalgas recorriendo con sus dedos el hilo dental de mi tanga. Besé a mi hombre, su lengua se deslizó por mi cuello y barbilla, una de sus enormes manazas aprisionó rudamente una de mis tetillas, me duele acerté a decir, su lengua empezó a jugar con mis pezones, lamiendo y mordiendo mientras su perrita gemía y jadeaba.
- Ahhhhh, Don Julio, por favor, Ahhhhhh me duele, voy a correrme.
De un fuerte empujón mi macho me tiró al suelo, maldito cabrón en celo gritó, abrió nuevamente el armario sacando un tarro de gel y un plato de plástico, lo miré sorprendido.
- A cuatro patas cabrón, como las perras, tu amo va a ordeñarte como a una vaca lechera.
Obedecí, la postura no podía ser más humillante, mi pollita y mis testículos colgaban en el aire. Don Julio se embadurnó una de sus manos con el gel y colocó el plato debajo de mi pequeño miembro, sus manos recorrieron mi espalda hasta llegar a mis nalgas. Su mano derecha se deslizó hasta mi pollita, la apretó mientras un hondo gemido salía de mi boca, bajo mi capullo y acariciando mi glande comenzó a masturbar a su zorrita. Su mano pasaba de mi pollita a mis testículos con gran rapidez, de repente sentí una fuerte nalgada, a la que siguieron muchas más.
- Putita, tienes el culo rojo, te gusta que te dé nalgadas , ¿verdad?, preguntó mi hombre dándome un fuerte azote.
Ohhhhh, exclamé, si Don Julio, más por favor, fólleme Don Julio, Ahhhhhhh, estoy en celo por Ud., contesté totalmente humillado y entregado a mi macho.
Don Julio continuó masturbándome, noté como su otra mano separaba el hilo dental de mi tanga, el canto de su mano se deslizó por la raja de mi culo y sin ningún miramiento dos de sus enormes dedos invadieron mi más preciada intimidad.
- Me hace daño exclame mientras Don Julio me follaba analmente.
Muy pronto el dolor se convirtió en verdaderas oleadas de placer, mi macho meneaba mi diminuta pollita y mis testículos mientras me follaba analmente con sus dos dedazos metiéndolos hasta dentro de mi ano y acariciando mi próstata.
- Estás en celo maldita puta gritó Don Julio, mis dedos entran hasta lo más hondo maldito cerdo.
-Fólleme Don Julio, ohhhhhhhh que placer, quiero que me folle como los perros follan a sus perras.
Don Julio se abalanzó sobre mí, sentí su enorme y duro miembro recorrer la raja mi culo, separó el hilo dental del tanga y de un fuerte golpe de cadera me la metió hasta lo más hondo de mi intimidad. En ese instante sin tocarme me corrí como el cerdo que soy, mi leche caliente calló al plato de plástico situado en mi entrepierna mientras mi hombre me empalaba sin piedad, diciéndome lo perra que soy, humillándome en cada embestida, insultándome, dándome lo que me merezco.
A cuatro patas y como los perros follan a sus hembras Don Julio me enculó sin piedad, su verga salía de mi ano y de un poderoso golpe de cadera me la volvía a introducir hasta lo más profundo de mi intimidad
Zorra, si quieres que siga tendrás que suplicar a tu amo, dijo Don Julio.
Siga por favor, ohhhhhh, déme fuerte, Ud. es mi amo y yo tu perra, quiero complacerte contesté, entre las oleadas de placer que me estaba proporcionando mi macho.
Déme más fuerte amo, AHHHHHHH, folle a su perra en celo, soy su puta, su cerda, ohhhhhhh.
Eres una verdadera zorra Alfredito, voy a emputecerte, no volverás a follar con tu esposa, sólo follarás con los hombre que yo te escoja, follarás por dinero y serás mi puto y yo tu chulo cabrón, dijo mi macho.
Don Julio me taladró y bombeó a su entero antojo durante más de un cuarto de hora, hacía rato que había apoyado mis brazos en el suelo ofreciendo en pompa mi intimidad para facilitar su penetración a mi hombre, mientras Don Julio me taladraba. Sentía chocar los duros cojones llenos de leche caliente de mi hombre contra mi culo, nuestro sudor se mezclaba y el despachito olía fuertemente a sexo.
De repente Don Julio se desacopló de mí, sentí un gran vacío en mi interior, me corro gritó, de un fuerte empujón me tiró a un lado y se corrió en el plato donde yo me había corrido hace bastante rato, seis o siete trallazos de leche caliente de mi macho se mezcló con la mía. Mi hombre se sentó con las piernas abiertas en el sofá, su enorme verga descansaba flácida sobre su estómago, me acerqué a cuatro patas, sumisamente, cogí su enorme vergón y lo limpié con mi boca mientras acariciaba sus huevos para dejarlos totalmente vacíos de su leche caliente.
- Trae el plato perrita, ordenó mi hombre.
Sumisamente se lo entregué. Don Julio con un bolígrafo mezcló nuestra simiente: cómetelo cerda, ordenó.
Totalmente humillado y entregado a los pies de mi hombre dejé el plato bien reluciente: hoy dormirás conmigo en el sofá cama dijo Don Julio acariciando mi cabeza.
Nos tumbamos juntos completamente desnudos tapados por una fina sábana, apoyé mi cabeza en el pecho de mi hombre y me dormí anhelando que mi macho se hubiese corrido dentro de mí. Me desperté desorientado pasadas unas horas, hacía calor, una mano se deslizaba por mis caderas hasta llegar a mi pollita, la agarró con fuerza y sin delicadeza comenzó a meneármela. Me giré hacia mi hombre y abrí todo lo que pude mis piernas en señal de total entrega al macho. Don Julio me beso con lujuria mientras me la meneaba, sin decir nada me empujó bruscamente y quedé boca abajo en la cama.
Sentí como mi hombre me separaba las piernas, cogió el tarro de de gel y abriendo mis nalgas untó la entrada de mi ano. De un fuerte golpe me empaló el culo comenzando un mete saca brutal, me sentí como una verdadera hembra con un verdadero macho en su interior.
- Fólleme Don Julio, déme por el culo, deseo que me lo parta y me llene, quiero que se corra dentro de mi, deseo su leche en mi culo, supliqué perdiendo la poca dignidad que me quedaba.
Pasado un rato soportando las embestidas de mi macho me corrí como un animal entre jadeos y gemidos de placer, por su parte Don Julio continuó bombeando cada vez con más fuerza. Me ensartó hasta lo más hondo de mi intimidad, follándome como un verdadero animal, humillándome e insultándome sin piedad.
Mi hombre estaba a punto de llegar a su orgasmo, el viejo librero se arqueó, con un fortísimo golpe de cadera me empaló hasta donde nunca había llegado nadie y borbotones de leche inundaron culo: toma maldita yegua toda la leche de tu macho, eres un puto de primera, te he follado bien follado como te mereces. Don Julio permaneció dentro de mí mientras sentía como su polla perdía parte de su rigidez. Quedamos exhaustos.
Al día siguiente fui directo al banco, sin pasar por casa y sin ducharme, oliendo a sexo, sudor y hombre. Por motivos laborales me ausenté dos semanas de la ciudad, cuando volví pasé por la librería, ante mi sorpresa el negocio estaba cerrado, liquidación por cese de actividad rezaba lacónicamente un cartel, pregunté y pregunté, pero nadie sabía donde paraba mi viejo librero, mi hombre, mi macho y yo su hembra. Nunca más lo he vuelto a ver.
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