El librero
Me entrego al librero en su establecimiento
Hola, me llamo Alfredo tengo 45 años, soy el marido de Alba, mido 1,75 centímetros, peso 70 kilos, pelo castaño corto, trabajo en el mundo de la banca. Los lectores ya me conocéis de relatos anteriores con mi mejor amigo Oscar, aunque esta historia surgió accidentalmente.
Salí de la oficina, era tarde y llovía a mares. Mi esposa se encontraba en Berlín y Oscar, mi mejor amigo y amante ocasional, tenía que atender sus obligaciones familiares. Una ráfaga de aire destrozó mi paraguas, maldije para mis adentros mientras intentaba guarecerme debajo del toldo de una librería. La lluvia y el frío arreciaban mientras miraba despreocupadamente el escaparate, me decidí a entrar, una oleada de calor invadió mi cuerpo haciéndome sentir muy reconfortado.
Había una decena de personas en el local, detrás del mostrador se encontraba el dueño, alrededor de sesenta años, pelo plateado, muy alto y muy elegantemente vestido. Vagué sin rumbo por las diferentes secciones de libros, deteniéndome especialmente en los referentes a economía y ciencia económica aplicada. No estaban actualizados y sus autores no comulgan precisamente con mis ideas en lo referente a ese tema.
Acabé en la sección de sexología y literatura erótica, un título me llamo especialmente la atención “Estudios sobre la bisexualidad y sumisión”, lo cogí del estante y comencé a leerlo con interés. No se el tiempo que estuve ojeándolo pero pasado un rato una mano se posó sobre mi hombro asustándome: disculpe caballero es la hora de cerrar.
- Lo siento contesté, se me ha pasado el tiempo sin darme cuenta, no quiero molestar, me llevaré este libro.
El propietario leyó el título, vaya, vaya, que es lo que tenemos aquí dijo sonriéndose. Me ruboricé como un adolescente sorprendido in fraganti.
- Me llamo Julio xxxxx dijo el propietario presentándose.
Estrechamos nuestras manos, la suya era cálida, suave y fuerte, me hizo daño con su apretón.
- Bisexualidad y sumisión son temas muy excitantes, sobre todo en un matrimonio, veo que Ud. está casado y porta una muy llamativa alianza dijo Julio.
Apenas pude balbucear una respuesta ilegible agachando la cabeza.
- Deduzco por su actitud que Ud. es sumiso, preguntó Julio.
No contesté. Julio giró a mi alrededor y se puso a mi espalda. Su boca se acercó a mi oído, notaba su respiración ciertamente agitada y su aliento a tabaco.
- Eres un putito verdad, volvió a insistir. Mi pollita empezó a dar señales de vida y líquido preseminal empezó a manchar mi boxer, aún así no pude contestar.
Julio se percató de mi excitación. Sus fuertes manos se posaron sobre mis hombros, se deslizaron agarrando las solapas de mi americana, tiró de ellas y cayó al suelo. El hombre mordisqueó el lóbulo de mi oreja y un pequeño gemido salió de mi boca. Sus manos pasaron por debajo de mis axilas atrapando mis tetillas.
Podría vernos cualquiera dije intentando escapar de su fuerte abrazo.
La librería está cerrada y la verja bajada, te voy a dar lo que necesitas putito, eres mío y voy a follarte todos tus agujeros maldito cabrón, dijo Julio.
El macho colocado a mi espalda empezó a puntearme por encima del pantalón de mi traje, noté una verga descomunal apretándose en mi culo, mi excitación se incremento y empecé a mover en círculo mis nalgas sintiendo un enorme pollón. Julio desabrochó mi corbata tirándola a un lado, sus manos desabotonaron con parsimonia la camisa, la cual, cayó suelo.
Julio se apoderó de mis tetillas, acariciándolas y sobándolas a su antojo, mientras su lengua me lamía las mejillas, sus dedos apretaron mis pezones ya muy duros como piedras hasta hacerme daño. Apoyándome contra el pecho de Julio giré mi cabeza y entreabrí la boca ofreciéndome por entero a ese macho
Me besó de una forma sucia, metiendo su lengua en mi boca para jugar con la mía, mezclando nuestra saliva. Su mano descendió por mi torso, el estómago hasta llegar a mi pantalón, desabrochó el cinto y los botones del pantalón de mi traje cayendo éste a mis pies. Me saqué los zapatos y el pantalón inclinándome para quitar mis calcetines. Aprovechándose de mi posición Julio me propinó una formidable nalgada por encima de mi boxer.
Me has hecho daño dije.
Vaya pedazo de culo tienes puta contestó riéndose a carcajadas.
Julio me volteó quedando otra vez a mi espalda, sus manos no se anduvieron con preámbulos y se posaron en mis nalgas, tiró de mi boxer y mi prenda íntima se introdujo en los cachetes de mis nalgas a modo de un tanga. Me propinó otra fuerte nalgada, me gustó y exhalé un gemido de placer. Las manos de ese macho se introdujeron dentro de mi boxer agarrando mi pollita y mis testículos, bajo el prepucio acariciándome el frenillo por su parte más sensible y comenzó a masturbarme. Mis gemidos y jadeos aumentaron.
Putito, si quieres que continúe tendrás que suplicar a tu amo, dijo Julio.
Sigue por favor, dame fuerte, tu eres mi amo y yo tu perra, quiero complacerte contesté, entre las oleadas de placer que me estaba proporcionando mi macho.
Mi líquido preseminal manchaba las manos de Julio, dejo de pajearme y de un tirón saco mi boxer, se lo llevó a la cara y lo olió. Huele a puta barata dijo mi macho dándome otra fuerte nalgada.
-No me deje así amo se lo suplico, necesito correrme dije mientras mi polla babeaba líquido preseminal.
-Te correrás cuando yo te lo mande maldito hijo de puta, ven conmigo, contestó el macho.
Completamente desnudo y humillado seguí a mi hombre, cruzamos una puerta con un rótulo donde ponía privado y accedimos a una pequeña habitación. Era su despacho particular, muy decorado, con una amplia mesa de oficina con un ordenador y un sofá.
Julio se abalanzó sobre mí, nos besamos obscenamente, su lengua lamió mi cara mientras sus poderosas manos agarraban mis nalgas, pellizcándolas y sobándolas a su entero antojo y disposición. Dos dedos se introdujeron mi boca lamiéndolos con glotonería.
- Chupa los dedos que te van a follar el culo maldita zorra abre tus nalgas para tu macho, ordenó mi hombre.
Con mis manos abrí los cachetes de mis nalgas ofreciendo mi intimidad a Julio, sus dedos recorrieron mi raja provocándome un espasmo de placer, tantearon mi orificio y empezaron a profanar mi ano. Penetraron poco a poco hasta la mitad de sus falanges y de un fuerte golpe me dilató. Julio empezó a dedearme brutalmente mientras con su otra mano apretaba mis testículos y me pajeaba alternativamente.
Dame fuerte amo, AHHHHHHH, folla a tu perra en celo.
Eres una verdadera zorra Alfredito, voy a emputecerte, a partir de ahora sólo follarás con los hombre de yo quiera, dijo el macho.
No duré mucho, mi pollita no aguantó y me corrí como la perra que soy sobre las manos de mi hombre. Julio restregó mi abundante corrida sobre mi cara y me hizo lamer los restos de mi leche caliente de su mano. ¿Ya te has corrido puta de mierda?, ahora vas a devolver a tu macho todo el placer que te ha dado, dijo Julio sentándose en el sofá.
Ponte a cuatro patas cabrón y ven aquí a desnudarme ordenó mi hombre. Como un buen perrito sumiso me acerqué, mi pollita y testículos colgaban humillantemente. Saqué los zapatos y calcetines de Julio. Ya sabes lo que tienes que hacer puto continuó, muy lentamente empecé a besar y lamer los pies de mi macho alfa, mi lengua lamía la planta de sus pies introduciendo sus dedos en mi boca para chuparlos con glotonería, sus pies desprendían un aroma muy fuerte a sudor pero ese olor incrementó aún más mi excitación.
Desabotoné el pantalón de su traje, Julio arqueándose permitió que lo bajase. Su slip de un azul intenso estaba mojado de líquido preseminal, besé y lamí su ropa interior mientras su descomunal verga se intuía debajo. Me incorporé y le quité su corbata y la camisa, pasé mi cabeza por debajo de su brazo y lamí sus pezones y axilas como una buena perrita mientras el viejo librero comenzaba a jadear.
Mi boca volvió a descender por su torso hasta quedar mi boca a la altura de su boxer, lo arrastré hacia abajo sacándolo por entre las piernas. Ante mi cara apareció su tremendo vergón, unos veinte centímetros de carne dura, curvado hacia arriba, totalmente depilado junto con unos poderosos testículos, todo un verdadero macho.
- Cómete el dulce que tengo para ti putito ordeno mi macho.
Su enorme miembro chorreaba líquido precoital. Traga perra, ordenó mientras me daba pollazos en la cara restregándome su vergón en el rostro. Con una de mis manos agarré la verga de mi hombre, abrí mi boca y sacando la lengua procedía a besar el glande de aquel macho, lamiendo todo su líquido preseminal. Lamí todo el tronco, mientras lo masturbaba me introduje sus huevos en la boca para besarlos y chuparlo golosamente.
Que bien la comes puto, dijo Julio, y agarrando con fuerza mi cabeza empezó a follarme la boca. Me llegaron las arcadas y lagrimones, el macho me la introducía de golpe, esperaba unos segundos y cuando estaba a punto de quedarme sin aire la sacaba para introducirla otra vez de golpe. Sus manos no estaban ociosas, inclinándose para magrear mis nalgas dándoles pellizcos y azotes o tirando de mis pezones hasta hacerme daño.
Julio abriéndose puso una de sus piernas encima de mis hombros en señal de victoria y total dominio sobre mí. Para puto, no quiero correrme todavía dijo jadeando de gusto, quiero tenerla así de dura para follarte como el cabrón que eres. Cómeme el culo marica de mierda, ordenó.
Mi boca abandonó el tremendo pollón de ese macho, dí un piquito a su glande, bese el tronco de su miembro, lamí sus testículos por última vez. Julio se incorporó de espaldas sobre el sofá, separé con mis manos las dos nalgas, e introduje mi lengua a lo largo de su raja, hasta meter mi lengua dentro del ano de ese desconocido. Que bien lo haces cabrón que gusto me das, continúa puto, dijo mi hombre entre jadeos y gemidos de placer.
No me dio asco lamer el ano de mi hombre, me excitaban sus insultos, humillaciones y jadeos. Julio se incorporó dirigiéndose a un armario, sacó algo del cajón y me lo lanzó a la cara. Era un juego de medias a medio muslo y un tanga de color rojo trasparente. Póntelo muy despacito, ordenó el macho mientras se sentaba en su sofá.
Cogí una silla y levanté una pierna, mi pollita y mis testículos quedaron colgando a su vista, me puse las medias, luego repetí la operación con la otra. Eran muy suaves aunque me apretaban los muslos. Me puse el tanga, me estaba pequeño, mi polla se salía por uno de los laterales, y el hilo se introducía en mi culo, me sentí muy sexy, muy hembra.
Julio muy lentamente, con verdadero deleite, se masturbaba viendo como me vestía de mujer para él. Eres mi puto dijo el macho. Sus palabras tuvieron un efecto inmediato en mí, mi excitación se incrementó hasta límites desconocidos, ese cabrón me estaba tratando como a una zorra, como a una puta, como a su puta, y me gustaba ese rol.
- Fóllame, quiero ser tu puto, quiero que me folles como un perro folla a su perra, quiero que me des por el culo, que me lo partas y me llenes, quiero que te corras dentro de mi quiero tu leche en mi culo, supliqué perdiendo la poca dignidad que me quedaba.
Julio me hizo desfilar mientras se masturbaba, cada vez que me acercaba aprovechaba para apretar mi verga por encima del tanga, para darme pellizcos en el culo y darme nalgadas hasta que mis cachetes quedaron doloridos, mientras que profería todo tipo de insultos y obscenidades: puto, cabrón, cerdo.
Pasado un rato, mi amo, al borde del éxtasis, me tiró sobre el sofá y ordenó: ábrete el culo putito un macho va a follarte. Con mis dos manos separé mis nalgas quedando el agujero de mi intimidad a disposición de mi señor. Escupió en sus manos y en mi ano, uno de sus dedos entró sin miramientos en mi cueva y empezó a moverse muy rápidamente, me haces daño grité, al instante otro dedo poderoso volvió a perforarme.
Te voy a dilatar el culo cabrón de mierda, te voy a dar bien por detrás puto. Si por favor, necesito tu verga, supliqué entre jadeo y jadeo. Pasados unos instantes, Julio se sentó con su estaca empalmada y ordenó: siéntate encima de mi verga puto, tu mismo vas a ser quien te folles. Me puse encima de la verga del macho, separé el hilo dental del tanga, abrí mis nalgas y lentamente me fui dejando caer. El glande de mi hombre se introdujo en mi esfínter mientras yo daba un alarido de dolor y placer.
Quieto puto, deja que tu culo se amolde a mi polla ordenó. La verga entraba poco a poco en mi ano, me hacía un poco de daño pero el placer era infinito, hasta que el librero agarrando de mis hombros tiró hacia abajo y de un fuerte empujón me empaló hasta el fondo, siendo ensartado y montado como una yegua. Sus poderosas manos cogieron mis testículos y mi polla comenzando una paja brutal, mientras yo por mi parte con golpes de cadera me ensartaba cada vez más y más, hasta lo mas íntimo y profundo de mí, el enorme pollón de mi hombre.
Pasado un rato soportando las embestidas de mi macho me corrí por segunda vez como un animal entre jadeos y gemidos de placer, por su parte Julio continuó bombeando cada vez con más fuerza. Me ensartó hasta lo más hondo de mi intimidad, follándome como un verdadero animal, humillándome e insultándome sin piedad.
Mi hombre estaba a punto de llegar a su orgasmo, quiero correrme en tu cara gritó Julio. Me desacoplé del macho, me arrodillé y separando sus piernas introduje su enorme virilidad en mi boca mientras acariciaba sus enormes testículos llenos de semen caliente. Mi macho se arqueó y borbotones de leche inundaron mi boca, cara y pelo mientras me gritaba obscenidades: toma maldita yegua toda la leche de tu macho, eres una puto de primera, te he follado bien follado, mientras yo ordeñaba sus testículos para sacarle toda la leche dejando su vergón bien limpio.
Julio con sus manos extendió los restos de su corrida por mi cara, pelo y tetillas mientras me humillaba diciendo lo buena perrita que soy. Quede exhausto.
Pasado unos instantes observé que Julio me sacaba unas fotos con su móvil. Me asusté, ¿Qué haces? le pregunté.
- Tranquila perrita me contestó, estas fotos las voy a subir a unas webs gays, quiero que mis amigos vean mi última adquisición, toda una buena perrita vestida con medias y tanga y con una buena corrida en su cara y pelo, pero tranquilo tu rostro estará pixelado, dijo Julio.
Mi amo colgó las fotos en esas webs, a los pocos segundos empezaron a llegar mensajes obscenos, humillándome, diciendo lo buena perrita, puta y zorra que soy, volví a excitarme. Julio me empujó sobre la mesa de su oficina quedando mi cuerpo en forma de L, sus enormes manos separaron mis nalgas cogiendo el hilo dental de mi tanga, su verga otra vez dura y enorme pasó a lo largo de la raja de mi culo, accionó un botón del teclado era la Webcam, de un solo golpe me la metió hasta lo más hondo llegando hasta lo más profundo de mi intimidad.
Gemí y jadeé como una yegua mientras cinco personas se masturbaban viendo como mi macho me follaba, la cámara estaba enfocada de tal forma que no se nos veía la cara. Me corrí sin llegar a tocarme mientras mi macho me taladraba, una y otra vez, sin piedad. Nuestro público jaleaba a Julio mientras me insultaban. Julio se arqueó y de una fuerte embestida se corrió en lo más hondo de mi intimidad, llenándome por segunda vez con su semilla caliente.
En ese instante supe que era una verdadera perra, una yegua en celo, una verdadera hembra. Cuando salí del local eran más de las doce de la noche, mi culo estaba dolorido y casi no podía andar, pero estaba muy satisfecho, sabía que volvería a visitar mi viejo librero ya que no había comprado el libro.
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