El libertino 09

Viaje a Italia

ANTERIOR:

Poco a poco los besos fueron cambiando a suaves mordiscos en el lóbulo, besos en el cuello.

A continuación, le metió tres dedos en el coño que estaba chorreando y aprovechando este lubricante natural, lo trasladó al otro orificio. No necesitó de mucho movimiento de los dedos para poder comprobar que su esfínter estaba bien dilatado. Introdujo la polla despacio hasta la mitad, obteniendo una señal de Daniela que indicaba que podía continuar sin problema alguno. Sin pensarlo dos veces, se la clavó hasta el fondo y empezó a sodomizarla con movimientos rápidos y sin miramientos, sacándola casi en su totalidad y volviendo a meterla hasta el fondo. Empezó a gritar como una loca, pensó que le hacía daño, pero pudo confirmar que los chillidos estaban provocados por el placer que sentía.

Y AHORA:

Un miércoles, le avisó a Patricia que el fin de semana viajaría a Milán y Génova para una estancia de siete o diez días, diciéndole que podría ir ella también si quería.

-Iremos acompañados de una traductora que necesitaré para las reuniones.- Le amplió.

Pensaba llevar a una de sus follamigas, italiana de origen pero con muchos años en España.

-Me gustaría ir –dijo Patricia- pero ¿No sería mejor buscarla allí?

-No. Quiero que sea una persona que esté más a nuestro favor que al del contrario, por si acaso surgen problemas.

El sábado salieron para Milán. En el mismo aeropuerto se encontraron con Daniela, pues ésta era la traductora, italiana de origen pero con muchos años de vivir en España.

En el vuelo viajaron en un asiento de tres plazas y Marco pidió a Patricia que dejase en medio a Daniela para poder comentar puntos de la estrategia de trabajo. Por supuesto que a Patricia le sentó fatal, he hizo silencio durante el viaje.

Ya en Milán y una vez en el hotel, pudo observar que Marco había reservado una suite, consistente en dos dormitorios que daban a un enorme recibidor con mesa de escritorio, dos sillones y un gran sofá rodeando una mesa pequeña, un enorme baño y gran terraza a la ciudad, por él se accedía a una habitación auxiliar, todas equipadas con grandes camas.

Las dos habitaciones principales fueron para Patricia y Marco y la auxiliar para Daniela

Marco propuso aprovechar lo que quedaba de día para visitar la ciudad, ya que al día siguiente empezarían las entrevistas. Por la noche, volvieron a cenar al hotel, sentados a la misma mesa con nuevo disgusto de Patricia, yendo a la suite al terminar.

Las dos se dirigían a sus habitaciones cuando Marco propuso volver a repasar la estrategia del día siguiente. Daniela aceptó y Patricia, muy enfadada, dio las buenas noches y se metió en su dormitorio.

Marco y Daniela también fueron a sus habitaciones, para volver con ropa cómoda (pantalones cortos y camiseta. Se notaba que Daniela iba sin sujetador).

Estuvieron trabajando un rato, hasta que Marco recogió los documentos y los apartó, seguido, se inclinó sobre ella y fue dándole breves besos en los labios, al tiempo que acariciaba sus muslos.

-¿Estás seguro?¿No te importa con tu mujer aquí? –Dijo Daniela separándose ligeramente.

Por toda respuesta, Marco le metió lengua a tope y subió la mano hasta introducirla por la pernera de su short para pasar su dedo por la descubierta raja, carente de ropa interior.

La mano de ella se introdujo por el pantalón de él, alcanzando su ya semi-erecta polla e iniciando una suave paja. Marco correspondió frotando mejor su raja y obligándola a emitir un largo gemido, apagado por sus bocas juntas.

Marco la puso en pie y la dirigió hacia la habitación de ella, por ser la más distante, mientras, situado a su espalda y con una mano en su teta, la otra en el coño y la boca en su cuello, la iba acariciando y haciéndola suspirar.

Ya en el dormitorio, bajó el short, cayendo al suelo, mientras ella se quitaba la camiseta. La recostó en el borde de la cama, metió la cabeza entre sus piernas e inició una serie de lamidas siguiendo los bordes de su coño para que se fueran abriendo y permitiesen el acceso a su interior.

Daniela era mujer ardiente, que no necesitaba mucho para calentarse, por lo que pronto estuvo gimiendo mientras agarraba del pelo a Marco y usaba su cabeza, nariz y lengua, presionando y moviéndola arriba y abajo.

Estos gemidos despertaron extrañada a Patricia, que se levantó y fue a ver qué era. Desde la puerta entreabierta pudo ver la escena de la comida de coño y observar el placer que reflejaba la cara de Daniela. Vio su orgasmo, vio cómo su marido la situaba en posición para penetrarla y cómo lo hacía, mientras ella lanzaba gemidos de placer y pedía más.

Por una parte su mente le decía que se fuera de allí, que no mirase más, que le iba a hacer daño, pero por otra la curiosidad no le dejaba moverse. Cada posición de la pareja, cada movimiento que hacían chocaba con uno de los tabúes que la acomplejaban y echaba por tierra muchas de las explicaciones y comentarios hechos por sus amigas casadas.

Un cosquilleo en su entrepierna fue marcando los orgasmos que anunciaba Daniela y el conjunto de ambos que cerró el ciclo.

Pudo ver cómo Daniela se metía el pene de Marco en su boca y le hacía mamadas y lamidas hasta ponerlo duro otra vez. La vio colocarse a cuatro patas y a Marco metérsela por el culo a petición de ella.

La oyó pedir más y más fuerte. Volvió a oír los dos orgasmos de ella y la petición de que se corriese en su boca. Vio cómo se tragaba todo lo que imaginó que salía de ese pene… Y cómo caían derrengados en la cama uno junto a otro

Entonces pudo moverse y se fue llorando a su habitación, se acostó con una tremenda calentura que calmó a medias con la almohada que puso entre sus piernas cuando sintió que necesitaba tener algo entre ellas.

El roce le producía placer y se movía sobre ella imitando la cópula, hasta que se corrió en un orgasmo silencioso que la dejó desmadejada pero todavía insatisfecha. Era su primer orgasmo.

Cuando se recuperó, se desnudó completamente, se puso un albornoz y salió en dirección al baño para darse una ducha. Coincidió su llegada con la salida de Marco y Daniela, que acababan de ducharse juntos y se iban cada uno a su habitación.

-¿Quieres que te acompañe? –Le dijo Marco.

Ella, que miraba el cuerpo perfecto de Daniela, se volvió hacia él, dijo un escueto ¡NO! Y volvió corriendo a su habitación, donde dio rienda suelta a sus lágrimas a puerta cerrada. Poco más tarde, ya calmada su excitación y sus lágrimas, pudo darse la ducha.

Al día siguiente, Marco ya duchado y preparado a falta de vestirse, llamaba temprano a las puertas de ellas para que se levantasen y preparasen para encarar el día de trabajo.

Daniela se levantó primero y se metió en la ducha. Y como Patricia no salía, volvió a llamar a su puerta preguntando si le pasaba algo. A través de la puerta contestó que ella no iba a ningún lado.

Marco entró en la habitación y tras unas breves palabras, haciendo hincapié en que ella estaba allí como representante de la empresa de su abuelo, consiguió que se levantase.

Las entrevistas fueron mejor de lo esperado, Las dos bellezas encandilando a los clientes y la labia de Marco lograron que consiguiesen más y mejores pedidos.

Terminaron tarde y Daniela, al no tener nada que hacer al día siguiente por la mañana, ya que salían por la tarde, casi noche, pidió permiso para visitar a unos familiares de un pueblo cercano, a lo que Marco no tuvo inconveniente y Patricia hasta sonrió.

Al día siguiente, cuando Marco y Patricia se levantaron, Daniela ya se había ido. Mientras desayunaban, Marco propuso dar otra vuelta por la ciudad.

-¿A qué hora tenemos que dejar la habitación? –Preguntó ella

-Cuando queramos. Esta habitación es para todo el día.

Entonces aceptó, salieron de visita a la ciudad, comieron en un buen restaurante y Patricia, alegando un poco de cansancio, propuso volver al hotel. A Marco no le extrañó, pues durante todo el tiempo le notó que algunas veces andaba raro.

De nuevo en la suite, fueron a ponerse cómodos. Marco se desnudó y acostó en la cama, con intención de echar un sueñecillo.

Todavía no había cerrado los ojos, cuando Patricia entró sin llamar, con un sugerente camisón que cubría hasta justo debajo de su coño y cubría es un decir, porque transparentaba todo, como si no llevase nada.

Con la cara totalmente roja y poniéndose de medio lado, dijo:

-¿Quieres probar este culito?

A Marco se le puso dura al momento, cosa que ella pudo apreciar, pero le dijo:

-No, mientras no sigas mis instrucciones sobre los dilatadores.

-Hace días que volví a seguirlas y últimamente utilizo el más grande sin problemas.

Seguidamente, le devolvió la caja y el lubricante.

Marco saltó de la cama, se aproximó a ella y la tomó de la mano para acercarla a la cama. Allí la desnudó de su exiguo camisón, y comenzó a darle suaves besos en los labios y cuello. Chupaba y lamía los lóbulos de las orejas y volvía a su boca.

Ella fue separando poco a poco los labios hasta que Marco la sintió preparada para un beso más profundo. Entonces la abrazó hasta sentir que sus pechos se clavaban en el suyo y que su polla se encajaba entre sus piernas e inició el beso más pasional que había dado nunca, porque este lo daba con todo el amor que sentía por ella.

Fue correspondido con torpeza, pero también con gran pasión, por eso no le importó y ambos lo disfrutaron.

Cuando se separaron, Marco la recostó en la cama y Patricia pudo comprobar, en sus propias carnes, el placer que Marco era capaz de dar con la lengua.

Empezó con un suave recorrido por los labios, subiendo por el centro y metiendo ligeramente la punta, para luego bajar por los costados alternativamente.

Al principio recibió las caricias con aprensión, hasta que esas caricias se convirtieron en estímulos placenteros, que alcanzaron su máximo cuando él puso sus labios alrededor de su sobresaliente clítoris y lo llenó de atenciones, a base de chupar y lamer con rápidos lengüetazos.

No tardó mucho en repetir los gestos de Daniela. Tomó la cabeza de Marco y la presionó contra su coño, mientras sentía que algo se aproximaba.

-No pares. Por favor, no pares ahora. Sigue, sigue, SIGUE ,SIGUEEEE AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH.

El primer orgasmo proporcionado por un hombre le estalló como una bomba, dejándola como sin sentido. Marco se zafó como pudo de la presa que le había hecho con sus piernas y manos.

Mientras se recuperaba, tomó una almohada y la puso bajo sus riñones, para que su culo y coño quedasen más elevados. Se situó entre sus piernas, las subió sobre los hombros e inició un recorrido arriba y abajo con la polla entre los labios, pero sin penetrarla. Iba desde la parte inferior hasta chocar con su clítoris y recorrer de nuevo a la inversa.

Eso aceleró su recuperación, que pronto volvió a excitarse, notándose en la humedad que cada vez más impregnaba el pene.

Cuando lo creyó conveniente, se untó lubricante en el pene y esparció con el dedo por los bordes e interior de su culo, hizo un amago de meterla en el coño, dejando que entrase la punta, luego la sacó, apoyó la punta del glande en su ano he hizo una ligera presión hasta que entró. Patricia gimió de dolor porque el pene era más grueso que el último plug.

-¿Te hace daño? ¿Quieres que pare?

-Un poco, espera un momento y sigue.

El esperó hasta que ella dijo “ya” y continuó metiendo cada vez un poco más, retrocediendo de nuevo al principio y lubricando, hasta que sus muslos chocaron con los de ella. Tras una breve espera para que se acostumbrase, empezó un suave mete y saca mientras frotaba en círculos la zona del clítoris.

-MMMMMMMMMMMMM. Sigue. Me gusta. No pares.

Marco no estaba en condiciones de aguantar mucho. La excitación como consecuencia de la larga espera para follarse el culo de Patricia le tenía al borde del orgasmo.

La follada de culo, unida al masaje del clítoris la hizo acabar con un gran orgasmo, que permitió que Marco descargar en el tan deseado culo.

Patricia nuevamente quedó desmadejada. Marco salió de su culo y quedó a su lado besando y acariciando su cuerpo.

Cuando se recuperó, la envió a lavarse y prepararse para abandonar el hotel.

-¿Vienes conmigo?

-Sí. Espera que te ayude a levantarte.

Marco se puso en pie y dio la mano a Patricia, ayudándola a bajar de la cama y ponerse en pie, pero al hacerlo Patricia se echó mano al culo y salió corriendo al baño, mientras Marco la seguía sonriendo.

Entró en el baño, encontrando a Patricia sentada en el inodoro, expulsando la leche del culo junto a una buena cantidad de aire que había sido bombeado por la polla.

-Por favor, vete. Me da mucha vergüenza que me veas así. –Dijo Patricia.

Marco se arrodilló ante ella y le dio un profundo beso, luego la levantó y ambos entraron en la ducha. La fue lavando por todo su cuerpo, con especial atención a su culo, ano y piernas. Cuando estuvo bien limpia, le puso un albornoz y la estuvo secando durante un rato.

-Bueno, tendrá que valer. Tenemos que prepararnos para irnos. –Dijo Marco.

Cuando salían del baño, se abrió la puerta y entró Daniela corriendo y diciendo mientras se encaminaba a su habitación:

-Perdón, me he entretenido. Me cambio en un momento y podemos marcharnos.

Ellos la vieron pasar y se fueron a vestir con una sonrisa en los labios.

En Génova tenían tres habitaciones individuales. Al llegar, cada uno fue a la que tenía asignada, y como era tarde, fueron a buscar un buen restaurante para cenar y luego a dormir.

Antes de entrar en la habitación, Marco preguntó a Patricia:

-¿Seguimos probando ese culito?

Y ella, muerta de vergüenza por decirlo delante de Daniela le tuvo que decir:

-No. Todavía no lo tengo en condiciones.

Cada uno se fue a su habitación, se pusieron ropa para dormir.

El hotel tenía un edificio principal y un ala a cada lado que formaban un ángulo recto y el conjunto era una U entorno a la piscina y área de ocio. El lado abierto presentaba una magnífica vista al mar.

Las habitaciones estaban ubicadas en uno de los ángulos. Las de Marco y Patricia en el frente y la de Daniela a la vuelta del pasillo.

Cuando Marco estuvo cambiado, fue directo a la habitación de Daniela. No le importaba mucho, pero las ubicaciones permitían que los sonidos no llegasen a Patricia.

Ésta, antes de acostarse, se asomó a la terraza para contemplar el mar a la luz de la luna. Por un momento se sintió feliz y relajada. Escuchando las olas del mar, hasta que giró la vista hacia el edificio lateral y vio, a través del ventanal de la habitación de la esquina, a Marco y Daniela, desnudos.

Se quedó helada, incapaz de hacer o decir nada, pero su cuerpo no respondía, tenía que mirar, ver lo que hacían.

En la otra habitación, la vista era desde los pies de la cama. Daniela acostada, piernas abiertas y la cabeza de Marco entre ellas. No se oía nada, pero podían verse los gestos de la boca en los que se adivinaban gemidos y gritos de placer. Las manos de ella sujetando la cabeza de él y buscando restregarla por su raja.

Pudo ver cuando el cuerpo de ella se arqueó mientras su boca abierta anunciaba su orgasmo, el tiempo pareció detenerse para ellos quedando estáticos durante unos segundos.

Vio como Marco trepaba sobre ella, cómo separaba sus rodillas, forzando a que ella se abriese más de piernas y quedasen levantadas, apoyadas en los muslos de él.

Pudo ver los huevos de Marco colgando entre sus piernas, enfrentados al coño de Daniela, pudo ver cómo Marco se inclinaba hasta hacer que la polla rozase ese coño. Cómo la frotaba haciendo que el glande lo recorriese arriba y abajo, cómo se abrió para recibir la polla que, poco a poco, fue entrando en él.

Vio cómo esos huevos chocaban con el perineo de ella y se separaban en una suave cadencia que poco a poco se iba incrementando. Vio cómo las piernas de ella se movían abrazando el cuerpo de él, cómo ayudaban a forzar la penetración, cómo los muslos de ella brillaban cada vez más.

Sintió como su propia entrepierna se mojaba y lo confirmó al tocar el pantalón corto que llevaba.

Vio cómo Marco detenía el ritmo, la clavaba hasta el fondo, esperaba un momento, la sacaba y repetía varias veces. Vio cómo la sacaba y cómo de la punta caían varias gotas, cómo del coño empezaba a escurrir la corrida y ya no pudo más.

Sus ojos se cubrieron de lágrimas y entró corriendo para llorar sobre la cama.

A la mañana siguiente, temprano, Marco golpeó en ambas puertas, avisando de que las esperaba en el comedor, desayunando.

Ambas tardaron en bajar. Primero lo hizo Daniela, espectacular, y poco más tarde Patricia, con huellas de haber pasado mala noche y que el maquillaje no había podido ocultar.

-¿Te encuentras mal? –Preguntó Marco.

-No, no. Es que no he dormido bien.

A ambas acercó la silla cuando se sentaron y se les retiró al levantarse cuando terminaron. Daniela fue al baño y Marco aprovechó para volver a preguntar.

-De verdad, Patricia, ¿seguro que te encuentras bien?

-No. Anoche os vi.

-¿Cómo?

-Me asomé al balcón para ver el mar y os vi. Teníais la ventana sin cortinas y lo vi todo…Casi.

-¿Y qué problema hay?

-No me gustó. Me sentí humillada y más todavía al pensar que tendría que pasar el día con ella otra vez más. Lo que se debe de estar riendo de mí. ¿Por qué te fuiste a su habitación en vez de a la mía? Estoy en mis días fértiles y ya has tenido mi culo.

-Primero: tu culo es para la primera vez que tengas la semana fértil TODOS LOS DIAS.

-Segundo: Anoche no tenías el culo para repetir, según dijiste.

-Tercero: Te avisé de que yo follo todos los días.

-No quiero que … lo hagas con esa puta. –Dijo Patricia, evitando la palabra follar.

-Y entonces ¿Tengo que buscarme a otra?

-No. Tendrás mi culo siempre que quieras.

-¿Aunque te duela?

-Aunque me duela, pero nunca más con esa puta.

-Se puede saber de qué puta habláis. –Dijo Daniela llegando.

-De nadie. Son cosas nuestras. –Dijo Marco.

Con esto terminó el desayuno y se fueron a realizar las visitas de trabajo. Como siempre. Marco resultó un vendedor sin igual, consiguiendo pedidos y colaboraciones que, en algunos momentos y también con la ayuda de la espectacular Daniela, parecían abocadas al fracaso.

Comieron con uno de los clientes y era ya tarde cuando terminaron las visitas. Tras una buena cena en un prestigioso restaurante, volvieron al hotel. Cuando ya estaban ante las puertas de las habitaciones, a punto de entrar, Daniela miró sonriente a Marco, cosa que no pasó desapercibida a Patricia, pero decidida a todo y roja hasta la raíz del pelo, le dijo:

-¿Quieres volver a probar?

-Prepárate, que ahora paso. -Dijo mientras entraba en su habitación.

Patricia, le envió una mirada asesina a Daniela y entró en la suya.

Poco después Marco llamaba a la puerta de Patricia, que le abrió con el camisón corto y transparente. Él entró, cerró la puerta y se fundió con ella en un profundo beso mientras sus manos recorrían su cuerpo en suaves caricias. La notó tensa y se lo dijo.

CONTINUARÁ

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AMORBOSO