El libertino 07

Marco castiga a su mujer sin follar para obligarla a que le entregue su culo

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A la llegada, Marco dejó que saliesen todos antes de hacerlo él para luego bajar con Teresa. Cuando, después de que Marco pasara los trámites y recogiera el equipaje, se juntaron de nuevo y pasaron la puerta de llegadas.

Y AHORA:

Se intercambiaron tarjetas con la frase “llámame cuando quieras” “Y tú lo mismo”, se dieron un par de castos besos y se separaron.

Marco oyó una voz que le llamaba:

-Marco, Marco…

Al mirar vio que era Patricia que había ido a recibirle y se acercaba deprisa. Previendo sus intenciones de abrazarlo, y posiblemente besarlo, decidió castigarla sacando el teléfono y llamando a su director comercial y luego al director comercial de la empresa de su suegro y que ahora dirigía, quedando con ambos a distintas horas para entregar la documentación de los contactos y pedidos conseguidos.

Patricia se detuvo a su lado, toda cortada, sin saber qué hacer. Marco le dio su maletín mientras sujetaba el teléfono, para tomar la maleta y dirigirse a la salida.

En su camino, pasaron por delante de la cristalera de una cafetería, a través de la cual se veía a Teresa tomando un desayuno. Terminó la conversación y dijo:

-Ven Patricia, vamos a desayunar y te presentaré a alguien.

Entraron a la cafetería y, tras preguntarle si le importaba que se sentasen con ella y aceptarlos, Marco hizo las presentaciones entre Patricia y Teresa. Marco pidió un desayuno completo y Patricia solamente un café.

Mientras lo tomaban, Marco y Teresa hablaban. Patricia observó que se tuteaban entre ellos, cosa no habitual, y Marco le comentaba cosas de Teresa y Teresa de Marco, que indicaban que se conocían más de lo que pretendían aparentar, por lo que enseguida le empezó a “oler a cuerno quemado”.

Poco a poco fue aislándose en sus pensamientos, hasta que enfadada, le dijo a Marco:

-Perdona, Marco, pero tengo que hacer algunas cosas así que, si no te importa, me marcho ya y tú ven cuando quieras.

A los otros dos no les pasó desapercibido el cabreo que llevaba Patricia, y Marco, para no aumentar los problemas, dijo:

-Sí, Patricia, yo también tengo cosas que hacer y ya he terminado. Ya hablaremos, Teresa. Hemos pasado un rato muy agradable.

Salieron del aeropuerto. Patricia había ido en taxi, por lo que recogieron el coche de Marco (a la ida, Marco había contratado un servicio de recogida, custodia y entrega del vehículo) que ya le esperaba cerca de la puerta y salieron de la zona del aeropuerto.

-¿Te llevo a casa o te vienes conmigo a la empresa?

-¿Desde cuándo conoces a “esa”?

-Era la azafata de primera clase a la ida, luego estábamos alojados en el mismo hotel y también ha sido la azafata de este vuelo.

-¿Habéis hecho el amor?

-En primer lugar: No quieras saber cosas que te va a doler el saberlas y en segundo lugar, yo no hago el amor, ¡yo follo! Ya te lo dije.

-¿Te la has… follado?

-Sí. Todos los días.

Patricia quedó en silencio, mirando al frente, y Marco, de reojo, pudo ver una lágrima resbalar por su mejilla.

La dejó unos minutos para que se serenase y volvió a preguntar:

-No me has contestado. ¿Te llevo a casa o vienes conmigo a la empresa?

-A casa.

Pero unos segundos más tarde pensó que estaría más controlado con ella a su lado y le dijo:

-Mejor voy contigo a la empresa.

Marco no dijo nada y ambos fueron a la empresa, donde les esperaba el director comercial y el subdirector general, a los que estuvo informando de las gestiones realizadas y acordando con ellos las estrategias a seguir, mientras Patricia se aburría.

De allí fueron a la empresa de Patricia, junto al director comercial y el subdirector general, donde la reunión con sus homónimos fue más breve. Al terminar, Marco propuso ir a comer todos a un conocido restaurante, donde comieron con larga sobremesa y copas, para marchar cuando ya caía la noche, cada uno a su casa.

Marco dijo a Patricia que él se iba a tomar algo con los amigos y Patricia le preguntó si podía acompañarle. Marco se encogió de hombros, indicando que le daba igual.

Los amigos le hicieron bromas con lo corta de la luna de miel y otras cosas, preguntaron por el viaje e incluso hubo uno que metió la pata preguntando si había follado mucho en New York, lo que provocó un silencio entre todos, que salvó diciendo “voy a buscar una copa, ¿alguien quiere otra?” y se fue sin esperar.

Estuvieron hasta tarde, sobre las tres de la madrugada se fueron a casa. Marco subió el maletín y la maleta y Patricia se ocupó de abrir las puertas. Una vez en su casa, Marco fue a su habitación, dejó las cosas y se desnudó para dirigirse a la ducha.

Patricia lo observaba desde la puerta, sin ocultarse, y cuando se metió, aprovechó para desnudarse y meterse con él.

Estaba roja de vergüenza, y para sentirse menos desnuda se le abrazó, clavando sus duros pechos en el de él y sintiendo cómo de repente una barra de carne empujaba entre sus muslos.

-¿Qué haces? –Preguntó Marco.

-Preparar el ambiente.

-¿Para qué?

-Para que me hagas el amor… para que me folles.

-No, no, no, no. A ver si lo entiendes yo decido cuando follar y, de momento, tu todavía no estás en tus días fértiles que es cuando tú me autorizas, así que, sécate y vete a tu habitación.

La sacó de la ducha y le dio una toalla grande para que se secase.

Cuando ella salió, no sin echar una larga mirada a la polla de Marco, éste se la cogió con la mano e inició una suave paja bajo el agua de la ducha para descargar y bajar la dolorosa erección.

Recordar sus pechos duros clavados en él, el roce con el suave vello de su coño y su cuerpo escultural junto a él, hicieron que rápidamente alcanzase un orgasmo que no le resultó satisfactorio, pero que al menos temporalmente, le permitió que su polla redujese su presión, sin bajarse del todo.

Cuando Marco salió del baño, envuelto en un albornoz y secándose el pelo con una toalla, Patricia estaba sentada sobre la cama, envuelta en la toalla, que le cubría desde los sobacos hasta justo debajo del coño, y se puso de pie inmediatamente.

Le cogió la toalla diciendo:

-Déjame que te seque yo.

-No es neces…

No le dio tiempo a protestar. Ella le quitó la toalla y manipuló el albornoz hasta que cayó al suelo, procediendo a pasar la toalla por su espalda y costados. También la pasó por su culo, sin entrar en la raja del culo y ano, bajó por sus piernas y secór sus pies, volviendo a subir secando por delante, pero pasando ligeramente por el erecto pene y los testículos.

No es que Patricia fuese totalmente ignorante del sexo. Era virgen, si, pero de estudiante en el colegio había oído los comentarios de sus compañeras y lo que hacían con sus novios, o lo que oían de sus padres y luego de maestra lo que decían sus compañeras de sus maridos.

Cuando terminó con su pecho cara y pelo, Marco le quitó suavemente la toalla de las manos y terminó con las partes que ella no había acabado, tiró la toalla y se metió en la cama.

-Muchas gracias, ve a acostarte y apaga la luz al salir, por favor.

Patricia apagó la luz, y Marco sintió poco después que se estaba metiendo en la cama y enseguida el cuerpo desnudo de ella pegado al suyo.

-¿Qué es lo que pretendes? –Dijo Marco

-Dormir contigo.

Patricia agradeció la oscuridad que le permitía ocultar su rubor y permitirle hacer lo que iba a hacer. Todo por conseguir que Marco solamente se fije en ella.

Con un gran esfuerzo, Marco le dio la espalda, pero ella, bien pegada a él, pasó el brazo por encima de su cuerpo posándolo en el pecho para acariciarlo bajando y subiendo por él, hasta que en uno de los descensos rozó algo duro. Sabía lo que era y le gustaba que estuviese así porque eso facilitaba sus intenciones, pero no contaba con la voluntad de Marco.

Él se levantó de la cama y se encerró en el baño, allí se hizo dos pajas seguidas, hasta que quedó tranquilo y, tras lavarse, volvió a la cama.

Patricia supo que algo pasaba porque hizo los mismos movimientos que anteriormente, pero a pesar de que consiguió ponerla en erección, no obtuvo la misma dureza.

Lo dejó cuando observó que Marco emitía un suave ronquido. Muy enfadada, se levantó y fue a su dormitorio. Entre unas cosas y otras se hicieron las 5 de la madrugada

Al día siguiente ya era domingo y por tanto, no laborable. Marco sin prisas, con el jet lag y sueño retrasado, estuvo durmiendo doce horas seguidas, se levantó, se bebió un botellín de zumo y volvió a la cama dos horas más.

Sobre las siete de la tarde, se levantó, duchó, vistió y se fue de casa, tras despedirse de Patricia con un: “luego vengo” y sin darle tiempo a decir nada.

Se juntó con los amigos, estuvieron un rato de copas y se encontraron con otro grupo de amigas que habían coincidido a menudo Entre ellas había una con la que sabía que había estado follando, pero no se acordaba de su nombre, hasta que otra de las amigas la llamó Ivanna.

-Hola Ivanna. –Dijo Marco- Creo que tenemos algo pendiente.

-Sí, pero ¿no estás casado?

-Pero las deudas hay que pagarlas sí o sí. ¿Te apetece tomar algo?

Un par de copas y ya estaban besándose y pasando las manos por todos los sitios que podían, hasta que Marco le dijo:

-¿Al baño o a mi casa?

-¿A tu casa? ¿Y tu mujer?

-A mi piso de soltero

-Pues a tu piso.

Salieron de bar camino de coche de Marco, con breves paradas para besarse. Una vez en el vehículo y ya de camino a su casa, Ivanna se inclinó sobre él y fue acariciando la polla por encina del pantalón.

Cuando notó que se ponía dura, abrió la bragueta, la buscó y la sacó fuera. La tomó en su mano y la pajeó suavemente, hasta conseguir que se pusiese totalmente erecta, entonces se inclinó sobre ella y fue metiéndosela en la boca.

Aprovechando la detención por un semáforo, Marco movió el asiento ligeramente hacia atrás para dar más espacio a su cabeza y siguió conduciendo con una mano en el volante y la otra sobre ella, dirigiendo la profundidad de la mamada.

Bajaba hasta que su nariz tocaba su pubis depilado, la mantenía unos segundos para subir de nuevo hasta la punta, rodeando el glande con la lengua en un suave masaje.

Marco gemía cada vez más fuerte, avisando de que su orgasmo se acercaba. Ella cambió la mamada lenta por otra más rápida, con buenas chupadas al glande. Cuando Marco presionó su cabeza, metiéndosela hasta la garganta, Ivana empezó a notar que se corría y que esa corrida iba directa a su estómago.

Cuando la polla dejó de expulsar semen, se la fue sacando lentamente, al tiempo que la chupaba para dejarla totalmente limpia.

En cuanto se separó, se dio cuenta de que el vehículo estaba parado y que estaban en el garaje de Marco.

Subieron a la casa y fueron directos al dormitorio. Marco empezó a desnudarse con prisa, mientras Ivanna hacía lo mismo. Él terminó antes y la ayudó a bajarle las braguitas, mientras ella se quitaba el sujetador.

La hizo acostarse en el centro de la cama, boca arriba y se situó entre sus piernas. Le comía el coño estando a cuatro patas, recorriendo con la lengua los labios y metiéndola ligeramente entre ellos.

Una almohada bajo el culo de ella levantó su pelvis, permitiendo a Marco realizar todo el recorrido, desde el clítoris al ano. Su lengua acariciaba su fruncido agujero, que se iba dilatando con facilidad y recorría los labios subiendo hasta el clítoris, lo rodeaba varias veces y volvía a bajar hasta el ano.

Cuando recorría los labios, ella forzaba subiendo su cuerpo para que la lengua la penetrase, pero él no le hacía caso y solamente recorría sus labios. Sus gemidos calentaban el ambiente, hasta que…

-Cabrón. Cómemelo bieenn. Necesito corrermeeee.

Y Marco le chupó el clítoris y le dio lengua hasta que se corrió.

-Oooooooooh. Siiiii. Me corroooooo.

Sin dejarla recuperarse y siguiendo de rodillas, se aproximó a ella y se la clavó en el coño de un solo golpe. Ella emitió un gemido de dolor por la brusca intromisión, pero enseguida comenzó a gemir de placer, conforme le iba entrando y saliendo.

La agarró bajo los hombros y la levantó para que quedase sentada sobre su polla, con los pechos juntos y las tetas presionándole a él. Él movía el culo en círculos mientras ella, agarrada a su cuello, subía y bajaba en pequeños recorridos.

-MMMMMMMMMMM AAAAAAAAAAAAAHHHH

Ambos gemían, disfrutando del placer que los suaves movimientos les proporcionaban.

En ese momento estaba condenadamente estrecha y parecía que le succionaba cada vez que llegaba al fondo, lo que hacía que le costarle sacarla mínimamente. Le estaba destrozando del gusto y no tardaron mucho en correrse, sin casi moverse, primero ella con grandes gemidos y gritos y seguido Marco. Se separaron con cierta dificultad, al sacarla de su interior fue como si descorchara una botella de vino. Produjo un sonoro chof y salió un reguero de fluidos.

Dos horas después con múltiples orgasmos por parte de Ivanna y tres de Marco, Marco se levantó y fue a la ducha, mientras Ivanna quedaba medio muerta en la cama. Duchado y vestido, dio las instrucciones habituales a Ivanna: “No tengas prisa y cierra al salir”.

Cuando llegó a casa, Patricia estaba desayunando y, mientras él le daba un beso en la mejilla como cada vez que coincidían, le dijo con rubor y en voz baja pero suficiente que pudiese oírla:

-Mañana empiezan mis días fértiles.

-¡Ah! ¿Y cuando quieres que lo hagamos y dónde? –Dijo Marco.

-Si pudieses está aquí a cenar… podríamos hacerlo después.

-¿En casa? ¿No prefieres otro sitio?

-No, aquí mismo.

-Perfecto, tú eliges el momento y el lugar y yo elijo el por dónde. Y esta primera vez, será por el culo.

Ella, tras quedar unos segundos como impactada, empezó a decir:

-¡Y una m.er.d.. Tú eres gilipollas o qué. Eso no te lo crees ni borracho. Imbécil…

-…

Cuando Marco pudo aprovechar un descanso de la serie de improperios que Patricia le dedicó, le dijo:

-Ya te lo advertí. Ahora no te llames a engaño. Cuando estés decidida, avísame.

La dejó con la palabra en la boca y se fue a su habitación. Ella, tras un momento de vacilación, quiso seguirle y entrar con él con el fin de seguir, pero eso podría llevarle a la conclusión equivocada de que aceptaba, y no estaba dispuesta a hacérselo creer.

Durante los siguientes siete días, Marco llegaba a la hora de la cena, una ducha, cambio de ropa por otra más cómoda y se sentaban a cenar. Mantenían conversaciones de pareja normal, pero sin tocar el tema del sexo. Algo de Tv y cada uno a su cama.

A partir del tercer día, Marco, ya no aguantaba más, así que la cuarta noche, hizo tiempo para que Patricia se durmiese, se volvió a vestir con náuticas, pantalón y camisa, sin ropa interior y salió con todo el sigilo que pudo.

No le costó localizar a alguna de las follamigas siempre dispuestas a irse a la cama con él, tomarla de la mano y llevarla a su piso de soltero ante la sorprendida muchacha que cuando se quiso dar cuenta, estaba dentro del coche de Marco.

Tras dos horas de follada salvaje, múltiples orgasmos de ella y con sus huevos descargados él, se dio una ducha, se vistió y salió repitiendo la frase de siempre: “No tengas prisa y cierra al salir”.

Al llegar a casa, entró despacio y se encerró en su habitación. Se desnudó y se metió en la cama.

No debió de ser lo suficientemente silencioso o fue porque ya amanecía, el caso es que Patricia sospechó algo y fue a ver qué ocurría en la habitación de Marco.

Llamó a la puerta y Marco, que justo acababa de cubrirse con la ropa de cama, se levantó, desnudo como estaba y la abrió, dejándola totalmente cortada, pero comprobando por un lado que la cama estaba abierta y utilizada y por otro que no había nadie más en la habitación.

Se lo quedó mirando en silencio más de lo debido, sobre todo mirando su flácida polla, hasta que Marco preguntó:

-¿Qué quieres? ¿Te ocurre algo?...

-Nnn no.

-¿Entonces, a qué has venido?

Y le dijo lo primero que le vino a la mente.

-No podía dormir y he oído movimiento en tu habitación y he pensado… en… Estabaaa.. Estaba pensando… Estaba pensando en si no podríamos hacerlo normalmente, como los demás.

Marco dijo un simple:

-¡NO!

Y cerró la puerta en sus narices. Aún oyó algunos sollozos, pero no le hizo caso. Si pretendía que se mostrase tan sumisa como aparentaba en la cena con los abuelos, tenía que mostrarse duro con ella.

Al día siguiente no se vieron hasta la noche. Al llegar, se acercó a darle un beso en la mejilla que terminó en el pelo como consecuencia de una disimulada cobra. La cena fue en silencio, Marco, ante las escasas contestaciones en sus vanos intentos de iniciar conversación, optó por callar.

Al terminar la cena, Marco, con toda mala intención, le dijo:

-¿Te apetece que probemos ese culito?

Ella no dijo nada. Se levantó y se encerró en su habitación.

El resto de los días fueron igual, beso cobra, cenas en silencio, pregunta repetida y a dormir. Entre ellos pasó un fin de semana en que Marco no salió de casa.

CONTINUARÁ

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AMORBOSO