El libertino 05

Marco, obligado por su abuelo, se casa por fin con Patricia, pero ni en el día de la boda puede serle fiel

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Llevaba el plato por la mitad, cuando apareció Patricia. La vio nada más entrar por la puerta. No en vano llevaba todo el tiempo mirando de reojo.

Cuando se acercó a la mesa y se puso ante él, Marco levantó la vista y le dijo:

-¡Vaya!, pensaba que ya te habías cansado de mí y no querías saber nada conmigo después del enfado del otro día. ¿Por qué no viniste ayer y lo haces hoy? ¿Por qué te enfadaste?

-¡ERES UN CERDO, MARCO. –Empezó diciendo con la voz ligeramente levantada.

Y AHORA:

-¿? –Marco levantó una ceja y puso cara de no entender.

-Te vi cuando te dirigías al baño de caballeros acompañado por aquella despampanante mujer, en lugar de venir directamente con las bebidas. Tus amigos no pensaron en mí e hicieron comentarios sobre lo bien que te lo ibas a pasar follándote a aquella tía.

-Yo me acerqué al baño de caballeros y abrí la puerta. Dentro vi a cinco tíos masturbándose al ritmo de los gritos que se oían desde dentro de una cabina. No quise quedarme y volví a sentarme.

-Cuando volviste con las bebidas, me sentía totalmente humillada, enfadada, cornuda y ridícula. Por eso, aunque no tenía ganas de estar a tu lado, dadas las horas, te pedí que me llevases a casa.

Se acercó el camarero y volvió a colocar la silla que antes había retirado. Marco la interrumpió un momento para preguntar si iba a comer algo. Primero se negó, pero luego pidió un plato y se sentó frente a él.

Marco le dijo:

-¿Entiendo con lo que me dices que nuestra relación a terminado y que no habrá boda?

A pesar de que estaba enamorada de Marco, no pudo evitar que le saliese la respuesta sin pensar:

-Es lo que hubiese querido, pero eso sería disgustar a mi abuelo y al tuyo…

-Por mí no te preocupes. Mi abuelo no parará hasta encontrarme una nueva pareja.

Un escalofrío recorrió su espalda al ver que él no le daba importancia al hecho de romper con ella.

-Pero el mío se llevaría un gran disgusto. Por él, estoy dispuesta a sacrificarme y seguiremos con la boda, pero haremos vidas separadas, dormiremos en habitaciones separadas y solamente haremos el amor cuando esté en mis días fértiles y hasta que tengamos dos hijos.

Luego de esto, quedó en silencio, por lo que Marco, después de pensar unos segundos, le contestó:

-No me has preguntado mi opinión, pero te la voy a dar:

-Primero: yo no hago el amor, yo follo y lo hago todos los días, y si no quieres antes, en cuanto no casemos, te voy a follar todos los días y por todos tus agujeros y si algún día te niegas o no estás, me buscaré a otra que te sustituya.

-Y con respecto al otro día, si tú hubieses querido, no habría ido con ella. Pero preferiste hacerte la “virgen hasta el matrimonio”, esquivando mis insinuaciones y yo te respeté. Ahora me vienes ofendida por mi actuación y no te lo consiento.

-A partir de ahora tienes dos opciones: o satisfacer a los abuelos y aceptar mis condiciones o rompemos definitivamente la relación. Y puesto que ya da igual el conocernos más íntimamente antes de la boda, no será necesario que comamos juntos todos los días. Ya me informarás de tu decisión.

Dicho esto, Marco se levantó de la mesa, pagó la cuenta y se marchó, dejando a Patricia, que apenas había probado su comida, llorando porque todo se le iba de las manos.

Al día siguiente, cuando Marco fue a comer, Patricia ya se encontraba allí esperándole. Interiormente sintió mucha alegría de verla, aunque no dejó exteriorizar nada. Se sentó en la silla vacía frente a ella.

-Tú dirás. ¿Has venido a aceptar mi propuesta o tienes algo más que decir?. –Dijo Marco.

-Vengo a decirte que lo nuestro va a seguir adelante, solo por los abuelos. Seguiré viniendo a comer por si se presenta alguno de ellos o ambos para comprobar si estamos.

En ese momento, llegó el camarero a tomar nota e interrumpieron la conversación hasta que se retiró.

-¿Eso significa que aceptas hacer las cosas como yo digo?. –Dijo Marco

-Estoy dispuesta a casarme contigo. Lo de … “follar”, tendremos que hablarlo un poco más.

-No hay nada que hablar ya te dije cómo iban a ser las cosas si nos casamos. Tú decides si aceptas o no. Hay muchas mujeres que estarían dispuestas a sustituirte a la menor indicación mía.

Nada más decirlo, se dio cuenta de que estaba tensando demasiado la cuerda, pero, gustándole como le gustaba, el no poder follarla le tenía en tensión y le hacía darle respuestas oscas y malhumoradas.

Por suerte, el camarero fue a poner la mesa e interrumpió la conversación. Al marcharse, ambos siguieron callados para evitar una ruptura que ninguno de los dos quería, aunque tampoco ninguno de los dos quería dar su brazo a torcer.

Al terminar la comida, se levantaron, Marco pagó y salieron a la calle. Allí Patricia preguntó

-¿Damos un paseo?

-No, hoy no puedo. Debo ir a trabajar. Tengo varias citas concertadas. Pero si quieres, puedes venir a la empresa conmigo y así vas conociendo el negocio familiar.

Patricia aceptó, más por comprobar que no le mentía que por interés de conocer la empresa.

Una vez en ella, fueron directamente a su despacho. Patricia observó que su mesa estaba de lado a la puerta, que delante tenía dos sillones y que tras ellos había una mesa baja, dos sillones y un sofá a juego.

Marco la invitó a sentarse en el sofá, frente a él, mientras realizaba unas llamadas.

Patricia hizo unos amagos para separar sus piernas, en una nula imitación de alguna película que, entre la falda estrecha y hasta la rodilla, no enseñaban más de hasta la mitad de sus muslos.

Por su parte, Marco, no disimulaba las miradas, aunque en ningún momento mantenía la vista fija en un punto concreto, sobre todo porque tenía la polla a tope y se hubiese lanzado a violarla inmediatamente.

Le avisaron de que las visitas habían llegado y, mientras se iba a la sala de juntas, le dijo a la secretaria que fuese presentando a los empleados, y a ella, que si se cansaba, se fuese a casa sin despedirse.

Cuando terminó el trabajo, Patricia había hablado con casi todos los empleados, dejándolos encantados. En el coche, mientras la llevaba a casa, Patricia preguntó:

-¿Vamos a ir a tomar una copa con tus amigos?

-No. Hoy no. Mañana quiero madrugar.

Al día siguiente, después de comer, volvió a preguntarle si la invitaba a una copa en su apartamento, sin saber todavía hasta qué punto era capaz de llegar. Marco volvió a poner la excusa del trabajo y la llevó a casa.

Ya no volvieron a ir a ningún sitio, si exceptuamos cuando tenían que ir elegir su futura casa, a mirar algún mueble o algún detalle de la boda, hasta la misma boda. Comían juntos, algunos días iba Patricia a su trabajo. Siempre la llevaba a casa, y después, todas las noches se juntaba con los amigos y siempre había una mujer que calentaba su cama o era él el que calentaba la cama de alguna.

En ningún momento dejo sus relaciones, tanto las habituales como las nuevas que iban surgiendo.

Una semana antes de la boda, Marco nieto y Marco abuelo, quedaron con el abuelo de Patricia para conocer la empresa.

Rafael, abuelo de Patricia, les enseñó la empresa y luego se reunieron con el director administrativo. Los abuelos y Patricia, permanecieron sentados en el mismo despacho, mientras Marco pedía documentos e información sobre los distintos aspectos del trabajo de la empresa, ante la mirada complaciente de ambos, que veían lo fácil que se desenvolvía. Después de largo rato y tras varias cabezadas de los abuelos y bostezos de Patricia, Marco dio por terminada temporalmente la entrevista, diciendo a los abuelos:

-Creo que vamos a hacer un gran negocio juntos. Ustedes, dirigiéndose a Don Rafael, pueden fabricar productos para algunas de nuestras empresas y nosotros podemos suministrarles material a ustedes. ¿Qué les parece si comemos juntos para celebrarlo?.

Los abuelos aceptaron sonrientes, Marco invitó al director administrativo, a la secretaria del mismo y a otro secretario que les había ayudado. Fue una comida agradable, en la que la relación con Patricia fue la mínima imprescindible.

Dos días antes de la boda, mientras comían, Patricia se levantó rápidamente y con un “perdona”, tomó su bolso y se fue con paso rápido al baño.

Cuando volvió, Marco preguntó:

-¿Te ocurre algo?

-No, nada.

-Entonces, ¿por qué has ido tan apresuradamente al baño?

Tras una breve vacilación, dijo con voz casi inaudible:

-Me ha venido la menstruación.

-¿Queee?

-Que me ha venido la menstruación. -Dijo un poco más fuerte, poniéndose roja como un tomate.

-Bien. No hay que hacer una montaña por eso. Eso beneficia tus planes.

-¿Por qué?

-Porque así retrasarás el follar conmigo, que es lo que quieres, ya que, desde la oficina me han informado que tendré que viajar a Estados Unidos para gestionar una venta de productos, por lo que podré aprovechar para salir al día siguiente de la boda y estaré fuera el resto de la semana. Así que te libras de la noche de bodas una semana más. ¿O prefieres que estrene tu culo?

Patricia se levantó impulsivamente, le tiró la servilleta a la cara mientras le decía furiosa:

-¡Eres un cerdo! ¡No vas a acercarte a mí hasta que esté preparada para concebir y solamente hasta que quede embarazada!

Hizo amago de marcharse, pero Marco la detuvo:

-¡Espera! – Ella se detuvo

-Como ya te dije, si te opones a que te folle por cualquiera de tus agujeros o todos ellos, me buscaré a otra u otras que lo permitan y tú quedarás relegada a madre de mis hijos. Ya puedes irte.

Patricia abandonó el local llorando, no por lo que se habían dicho, sino que esas palabras los separaban más, que era justo lo contrario de lo que deseaba. Lo mismo le pasaba a Marco, pero Patricia estaba desarrollando una fuerte personalidad que chocaba con la también fuerte de Marco y que les era muy difícil ceder, en contra de los intereses de Marco.

Las palabras de Marco “por los tres agujeros” la habían dejado preocupada. Por el coño sabía que le dolería la primera vez, pero lo asumía. Por la boca era inaceptable, le daba muchísimo asco y por el culo… Había visto alguna foto de felaciones y relaciones sexuales, pero no sabía nada de las relaciones anales.

Decidió llamar a su mejor amiga, casada desde cuatro años atrás para intentar averiguar alguna cosa.

Con habilidad, consiguió llevar la conversación hacia la noche de bodas y las relaciones sexuales, pidiéndole información, aduciendo la escasa información que recibió en el colegio con respecto al tema.

-Patricia: ¿Cómo fue tu noche de bodas? ¿Fue bonita?

-Amiga: Qué quieres que te diga. Al salir de la cena en el restaurante, fuimos a un hotel, donde había reservado una suite, lo que me dejó impactada porque no lo esperaba. Me tomó en brazos para cruzar el umbral y me llevó hasta la cama, donde me dejó caer y echarse sobre mí para fundirnos en un beso.

-A: lo interrumpimos para desnudarnos. Él lo hizo primero y luego me ayudó con el vestido de novia y el resto de las prendas. Volvimos a la cama y seguimos con el beso interrumpido. A mí me estaba gustando, pero enseguida se metió entre mis piernas e introdujo su sexo en el mío

-P: ¿y qué tal? ¿Resultó doloroso como dicen?

-A: Fue horroroso. Su pene entró en mí haciéndome bastante daño, pero pensé que era la pérdida de la virginidad, pero no era así. De repente, dio un empujón fuerte, haciéndome un daño horrible, que se acrecentó más cuando empezó a entrar y salir.

-A: Todo el tiempo que duró lo pasé gritando y llorando.

-P: ¿Y te sigue doliendo cuando lo hacéis?

-A: Ahora ya no. A los pocos días de relaciones continuas, el dolor me resultó insoportable, por lo que me recomendaron ir al ginecólogo, que me diagnostico contracción vaginal en las relaciones y el útero con alguna pequeña herida. Unos 20 días sin relaciones y una crema para mi vagina y su pene, consiguieron que nuestras relaciones fuesen sin dolor. Luego empezó a gustarme y ahora es muy agradable.

-P: Te… Te… ¿Te ha pedido que se la chupes?

-A: Si, durante esos quince días tuve que hacerlo una o dos veces al día.

-P: ¿Te gustó?

-A: Al principio me daba mucho asco, pero él se puso violento, aunque no llegó a pegarme. Se la fui chupando entre arcadas y babas hasta que forzó la entrada empujando mi cabeza y eyaculó en mi garganta. Tuve que tragar todo. Una pequeña parte salió por mi nariz y otra por entre los labios. Cuando la sacó de mi boca, no me dio tiempo de ir al baño y vomité en el suelo, junto a la cama.

-A: Cuando fui a acostarme, después de lavarme cien veces la boca, con el estómago revuelto, él estaba roncando.

-A: Desde entonces, cuando estoy con la regla, lo calmo chupándosela.

-P: He oído que muchas parejas lo hacen por detrás…

-A: Si, lo sé, pero mi marido me lo pidió un par de veces, pero me hacía tanto daño que desistimos de hacerlo por ahí

Siguieron hablando de sus cosas un rato más, pero la curiosidad de Patricia estaba bastante resuelta.

Con Marco no se volvieron a ver hasta el día de la boda. Ese día, como es costumbre local, el novio llegó pronto y la esperó al pie del altar. La novia llegó unos minutos tarde, del brazo de su abuelo. Marco se quedó embobado al verla tan guapa, aunque se repuso enseguida.

Después de la ceremonia: fotos y comida seguida de baile y barra libre en el mismo local hasta la madrugada.

Tras la comida, tres amigos obligaron a Marco a sentarse en una mesa junto a una columna, uno sacó una baraja de póker y, mientras preparaba todo, cuatro muchachas jóvenes se introdujeron bajo las faldas de la gran mesa, aprovechando de que la columna tapaba su entrada.

-Bien, Marco, -Dijo uno de ellos.- Te hemos preparado una sorpresa. Vamos a jugar a un póker muy especial. Estas señoritas nos van a ir haciendo una mamada durante un minuto pasando al siguiente una vez transcurrido el tiempo rotarán y continuarán con el siguiente.

-Cada vez que cambien de polla, nosotros pondremos 20 euros y cambiaremos una carta. Esto es para disimular. El importe recaudado será para el último que se corra.

-Conforme nos vayamos corriendo, saldremos del juego, pero no abandonaremos la mesa y seguiremos como si estuviésemos jugando, solo que sin opción a premio pero aportando nuestra parte.

Y asomando ligeramente la cabeza bajo la mesa, dijo:

-Adelante, chicas.

Marco sintió que una mano desabrochaba su cinturón y pantalón, y sacaba su polla que se encontraba morcillona. Enseguida algo caliente y húmedo la envolvió y comenzó una serie de succiones y lamidas que rápidamente se la pusieron totalmente dura.

Instantes después, sonó un suave bip y la boca abandonó su pene para ser sustituida por otra boca. Todos aportaron su parte y cambiaron una carta.

Las primeras vueltas las recibieron con alegría, pero las mujeres eran expertas y a la cuarta o quinta empezaron a tener problemas para no correrse. Marco aguantaba bien.

Mientras tanto, el resto de los amigos se encargaban de que Patricia estuviese entretenida y no dejase de bailar. De vez en cuando, Patricia se acercaba a la mesa de juego, miraba un momento, ponía mala cara y se marchaba, sin enterarse de lo que realmente ocurría.

Las bocas seguían recorriendo sus pollas y las manos masajeaban sus huevos, haciendo cada vez se acercasen más a su orgasmo. Sobre la sexta vuelta, uno de los amigos metió la mano bajo la mesa y se echó hacia atrás resoplando lo más suave que pudo. Luego se escuchó una breve tos y todo siguió con normalidad

Dos vueltas más y un segundo jugador hizo lo mismo y dos cambios después, el tercero.

Marco, que se había dado cuenta de la intención de sus amigos de dejarle seco para la noche de bodas, hizo acopio de toda su fuerza de voluntad y todavía aguantó unas cinco vueltas más, solamente con la intención de dejar limpios a sus amigos y darles una lección.

Cuando volvió con su ya mujer, la encontró con cara larga y de enfado. Algún amigo propuso ir a nuevos locales y entre todos arrastraron a la pareja con ellos.

Sobre las cuatro de la madrugada pudieron retirarse a su domicilio de casados. Cada uno ya tenía asignado su dormitorio con anterioridad, por lo que cada uno fue a su habitación sin dirigirse ni una palabra.

Patricia se desnudó, se duchó y, desnuda a excepción de unas braguitas limpias, se puso un corto camisón comprado para esa noche y recompuso su imagen ante el tocador. Esperaba que las discusiones de los últimos días quedasen olvidadas y tener una auténtica noche de bodas, porque de su menstruación solamente quedaban algunos restos.

Con mucha vergüenza, salió en dirección al dormitorio de su marido, donde antes de llegar empezó a oír ruidos extraños. Llamó a la puerta y entró tras oír que le decía “Pasa”.

Al entrar, se encontró con que Marco ultimaba la maleta de viaje.

-¿Qué haces? ¿Te vas?

-Sí. Ya te dije que hoy saldría de viaje a Estados Unidos. Si he hecho demasiado ruido, te pido disculpas, pero tengo que tomar el avión en un par de horas.

Esperaba que se fuese más tarde y poder reconciliarse. Su desilusión solamente le permitió decir un:

-¡Ah!

Y se volvió a su dormitorio donde quedó llorando. Poco después sintió como se marchaba Marco.

CONTINUARÁ

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AMORBOSO