El libertino 02
Marco es un hombre huérfano, criado por su abuelo, que dirige un imperio empresarial. El abuelo quiere que se case y le dé herederos, pero el solamente piensa en las mujeres para el sexo.
Sobre la una de la madrugada se dirigió a su cita. La mujer lo recibió con un camisón transparente, que tenía una longitud de unos centímetros poco más abajo de su entrepierna.
La había conocido en el supermercado cercano a la oficina. Había salido a despejarse y provechó para comprar pasta de dientes. En la caja, se puso una mujer con un pecho fuera al que había enganchado un bebé.
A Marco le llamó la atención y le produjo una excitación y ganas de sustituir al niño como nunca hubiera pensado.
Muy amablemente, ayudó a la mujer a poner las cosas del carro del supermercado sobre el mostrador mientras ella amamantaba a su hijo, al tiempo que buscaba el monedero para pagar, y luego las guardó en el de la compra.
Al salir, intentó tomar ella el carro de la compra, aduciendo que vivía cerca. Marco, amablemente, se ofreció a esperar a que terminase de amamantar a la criatura y luego acompañarla para llevarle la compra.
No era la primera vez que veía amamantar a un bebé, pero por alguna extraña circunstancia, esa escena de ese día le puso la polla como una piedra. Ofrecía su ayuda solamente por seguir mirando y mantenerse excitado.
No pudo evitar que, un par de veces, su mano fuese a acomodar su polla, que marcaba un buen bulto bajo el pantalón de su bien cortado traje. Eso llamó la atención de la mujer, que observaba con disimulo el calentón del hombre.
Cuando el bebé terminó de mamar, le pidió si podía sujetarlo un momento, quedando durante unos instantes con el pecho al aire, en cuyo pezón se apreciaba una gotita de leche. Lo limpió con un pañuelo, lo recogió y se puso bien la ropa. Luego volvió a recoger al niño y se dispuso a ir a casa.
-Muchas gracias por su ayuda, señor. Ahora ya puedo llevar la compra hasta casa.
-Marco. Por favor, llámeme Marco y déjeme echarle una mano con la compra. Para usted será mucha carga el niño y la compra y puede resultar complicado si surge algún inconveniente.
-Yo me llamo Elvira, y podemos tutearnos si te parece bien.
A partir de ahí, hubo un breve tira y afloja entre Marco, pretendiendo llevarle la compra, y Elvira, aduciendo que podía. La negociación no duró mucho. Marco notaba que ella estaba deseando que la acompañase y eso hizo al final.
Ya en casa de ella, le ayudó a colocar la compra en el frigorífico y, al terminar, ella le invitó a tomar algo. Estando en el salón de la casa, le dijo:
-Muchas gracias por tu ayuda, Marco. Me ha venido muy bien. ¿Puedo invitarte a algo?
-No hay de qué, y si, puedes invitarme a algo.
-¿Qué te apetece? Tengo…
-Mamar de tus tetas. –Le dijo sin el menor asomo de vergüenza ni pudor.
La forma tan directa de pedirlo, hizo que Elvira se quedase parada unos instantes. Cerró los ojos y le dio un ligero temblor. Luego los abrió y quedó como perdida un instante, sin saber qué hacer, pero enseguida se recuperó.
-Sírvete tú mismo, ahí tienes bebidas y en la nevera hielo y refrescos. Yo voy a lavarme los pezones y darme algo de crema. Ponte cómodo.
Marco se quitó la chaqueta y la corbata, se puso una bebida refrescante y se sentó en el centro del gran sofá que había frente a la puerta. Un tiempo después apareció Elvira. Llevaba una bata de baño blanca y una toalla en la cabeza.
Se acercó a él y soltó el cinturón, quedando visibles el canalillo entre sus pechos, su vientre ligeramente abultado y su coño totalmente depilado.
Marco puso las manos en sus costados y la hizo sentarse a su lado. Tomó las solapas de la bata, a la altura de sus pechos y las abrió hacia los costados, dejando visibles las aréolas enmarcando unos pezones grandes y duros.
Se inclinó sobre ella, colocó los labios alrededor de su pezón y se puso a succionar hasta conseguir sacar la poca leche que quedaba, después de haber mamado el bebé. Fue pasando de uno a otro hasta agotarlos, mientras que, con una mano, recorría los muslos de ella, desde la rodilla a la ingle, y recorriendo con la yema de los dedos la zona de la vulva, que se encontraba ya totalmente empapada.
Cuando se cansó de chupar los pezones, se incorporó lo suficiente para desabotonar su camisa y quitársela. Soltó sus pantalones y se arrodilló en el suelo, metiendo la cabeza entre las piernas de ella, así, mientras lamía su vulva, se los sacaba y quitaba.
Recorrió los labios por la parte exterior, evitando el centro que se encontraba abierto, rezumando y listo para ser lamido y penetrado. Cuando estuvo desnudo, llevó ambas manos a los pechos y acarició los pezones con las yemas de los dedos. Ella se quejó, aduciendo que los tenía muy sensibles.
Él cambió y dio un lametazo de abajo arriba a lo largo de su vulva, hasta llegar al clítoris, provocando con ello que la mujer alcanzase un fuerte orgasmo.
-AAAAAAAAHHHHHHHH SIIIIIII. NO PAREEEESS. ME CORROOOOO.
Gritó mientras le sujetaba la cabeza contra su coño.
Cuando terminó, Marco siguió lamiendo alrededor de su vulva. Cuando ella se recuperó, le dijo.
-Gracias, Marco, no sabes cómo necesitaba esto. Mi marido no me hace caso desde que le dije que estaba embarazada, y de eso hace ya quince meses. Primero por no dañar el feto, luego la cuarentena, y últimamente porque no se le pone. Alega cansancio y nervios por el trabajo, pero sea por lo que sea, no tenemos relaciones y yo lo necesitaba desesperadamente.
-No te masturbas o te has buscado a alguien.
-Nunca me he masturbado, creo que no sabría cómo hacerlo y tú eres el primero con el que me he decido a estar. Tengo que confesarte algo. Cuando estaba amamantando a mi hijo y he visto el bulto de tu pantalón, me he excitado como nunca.
Hizo una pausa y continuó:
-Cuando me has pedido mamar de mis pechos, una intensa sensación ha recorrido mi cuerpo que ha terminado en un orgasmo que no he podido controlar.
-Pues prepárate, porque acabamos de empezar…
Ella se levantó, lo tomó de la mano y sonriendo lo llevó hasta el dormitorio. Marco, una vez ante la cama, la abrazó y ambos se fundieron en un beso lujurioso. Las manos de él en los glúteos de ella, presionando contra su cuerpo y haciéndola sentir la dureza de su polla.
La fue dejando con suavidad sobre la cama, subiéndose a continuación y colocándose entre sus piernas para poder seguir comiéndole el coño.
Le volvió a recorrer los labios con la lengua, dándole rápidos toques, hasta llegar al clítoris, al que daba una vuelta alrededor. Luego bajaba por el otro lado hasta llegar a meter la punta de la lengua, convertida en ariete, en su vagina.
-SIIIIII. SIGUEEEEE. MMMMMMMMMM. CÓMO ME GUSTAAAA.
Continuó desplazándola por el perineo lamiéndolo hasta llegar a su culito, dando unas lametadas en su ano y luego seguir haciendo la misma operación en sentido inverso.
Pronto la tuvo con el coño soltando jugos, aprovechando para meterle los dedos anular y medio en él empezar a follarla con ellos, sin dejar de recorrer su raja desde los dedos hasta su clítoris, donde se detenía unos momentos para repasarlo.
Cada vez gemía más fuerte. Al principio giraba la cara y levantaba la almohada para ahogarlos, pero luego pasó a taparse la cara completamente con ella. Y no era de extrañar. Pese a estar apagados, se oían fuertes, y se hubiesen oído en todo el barrio si no lo hubiese hecho.
Eso no fue todo. Con las piernas rodeó su cabeza, sus talones se apoyaron en la espalda y hacía presión para aumentar el contacto de cara contra su sexo, ayudando algunos momentos por una de las manos, que alternaba entre la cabeza y la almohada, y por su cuerpo, que tensaba hacia arriba.
Al levantar el cuerpo, su ano quedaba en mejor disposición, y Marco aprovechó para meterle el índice en el culo, que gracias a la humedad que salía de su coño y mojaba su ano, donde previamente lo lubricó, entró con facilidad. No sin que ella emitiese un ligero gemido de queja.
Marco estuvo jugando con ella un buen rato. Cuando sentía que se aproximaba su orgasmo, se detenía y cambiaba el ritmo o el lugar de sus atenciones, intercambiando con sus pechos, muslos o cuello, hasta que ella empezó a pedirle e insultarle.
-¡VENGA CABRÓN! ¡NO ME HAGAS ESTO! ¡FÓLLAME O HAZME LLEGAR, PERO NO ME HAGAS ESTOOOO!
Entonces Marco puso sus labios alrededor del clítoris y lo fue succionando y lamiendo, al tiempo que sus dedos la follaban más rápidamente. Ella no pudo aguantar más y alcanzó un gran orgasmo.
-mmmmmm. Iiiiii. Mmmcccrrrrrrooooo. –Pudo escuchar que gritaba bajo la almohada que cubría su cara.
Tras su orgasmo, dejó caer piernas y brazos, quedando como inerte. Marco sonrió, no era la primera vez que lo veía. Esperó a que se recuperase, y cuando lo hizo, volvió a acariciar sus muslos, sin llegar a rozar su coño. Estaba a su costado. La boca a la altura de sus pechos. Le pasó la lengua por el más cercano.
-Todavía no te has corrido. ¿Te hago una paja?
-No. Te voy a follar y no pararé hasta que tengas el coño lleno de leche. Pienso dejarte embarazada otra vez y tu marido será el que mantenga a mi hijo.
Ella no supo el por qué, pero esas palabras la volvieron a excitar…
-¡¡Fóllame ya!!!
Marco separó sus muslos y se situó arrodillado entre ellos. Levantó su culo y la arrastró hasta que quedó apoyado sobre ellos y la polla de él sobre su raja.
La estuvo moviendo por encima en cortos vaivenes, impregnándola con sus jugos e incrementando su excitación con el roce sobre los labios y el clítoris.
-¡Quiero sentirla dentro ya!
-Te complaceré. ¡Prepárate!
Colocó el glande en la entrada y empezó a presionar, metiéndola despacio, facilitando que se acostumbrase a su tamaño. Cuando estuvo toda dentro, todavía se mantuvo unos segundos quieto, hasta que oyó.
-Pffffff. Me llena toda. Me estas abriendo casi como en el parto.
Marco empezó a moverse, primero despacio, sacándola hasta que dejaba solamente el glande dentro y la volvía a meter hasta que los huevos chocaban con su perineo. Poco a poco, fue acelerando sus movimientos, a la vez que los gemidos de ella aumentaban.
Marco tenía buen aguante. No solamente eso, sino que podía llegar a repetir hasta tres corridas con breves intervalos de tiempo, aunque luego necesitaba tiempo para reponerse. Elvira rodeaba con sus piernas el cuerpo de Marco para sentir sus penetraciones más profundas. Poco después se corría nuevamente.
-AAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH SIIIiiii. Mcrrooooo.
Gritaba tan fuerte que tuvo que taparle la boca para que no se oyese en todo el barrio. Marco siguió follándosela sin parar y todavía consiguió arrancarle dos orgasmos más, antes de correrse él.
Cuando se salió de ella, volvió a recostarse a su lado, dejándola tiempo para que se recuperase, mientras acariciaba suavemente su cuerpo. Cuando ella se incorporó y se puso de costado hacia él, le dijo:
-¡Jamás había disfrutado tanto! Me encantaría repetirlo.
-Entonces, vamos a repetirlo.
Y Marco llevó su cabeza hasta la polla mientras le decía:
-Hazme una mamada hasta para que se ponga en forma y seguiremos.
-¿Podrás?
-No lo dudes. Tú chúpamela y en un momento lo verás.
-No sé si sabré. No lo he hecho nunca. La verdad es que me da mucho asco.
En ese momento, tenía ya sus labios a la altura del glande, que reposaba relajado sobre el vientre de Marco. Éste solamente tuvo que presionar ligeramente la cabeza para que la boca de ella se abriese y quedase cubierto por los suaves labios de ella.
-Acarícialo con la lengua. –Le dijo Marco.
Ella, reticente, pasó tímidamente la punta de la lengua por la parte del glande que abarcaba con sus labios. La rápida capacidad de respuesta de Marco, hizo que se empezase endurecer e inicial el camino para levantarse.
Elvira, sorprendida por el efecto que causaba su pequeña acción, pasó la lengua por toda la zona, con lo que, el sabor a esperma mezclado con su propio flujo, impregnó sus papilas gustativas.
No es que le gustase, pero tampoco le desagradó, por lo que empezó a lamer más trozo, moviendo la lengua a lo largo del tronco y metiéndose en la boca el trozo que podía, que cada vez era menos, todo ello, siguiendo indicaciones de Marco.
A él, le excitaba más el saber que era la primera polla que se comía ella, que el pésimo trabajo que estaba haciendo. Cuando ya pudo dejarla sola, la hizo colocarse sobre él para montar un 69, haciendo que sus brazos quedasen tras las piernas de ella.
En esta postura, se puso a lamer, primero alrededor y luego directamente, el clítoris, mientras metía un dedo húmedo en su ano y dos de la otra mano en su coño. Ella se detuvo un momento para decirle.
-Por favor, con mucho cuidado, desde el parto tengo el ano muy irritado.
Marco no se detuvo, siguió follándole el coño y lamiendo su clítoris con mayor o menor velocidad, en función del placer que ella le daba con su mamada. Ella enseguida entendió el funcionamiento, poniendo más interés en la mamada cuanto mayor placer sentía.
También aprendió que no debía parar cuando sentía que su orgasmo se acercaba, porque él también se detenía, aunque a veces, él se detenía cuando la sentía muy excitada. El tiempo pasó rápido y a pesar de que les pareció poco, estuvieron mucho rato disfrutando con estos juegos.
Al final, llego un momento en el que Elvira ya no podía más y se lanzó a chuparla con ansiedad y poniendo todo de su parte. Viendo que, de seguir así, se iba a correr en breve, Marco también arreció en sus ataques a clítoris y coño, hasta hacerla estallar en un intenso orgasmo que buscó intensificar y prolongar presionando el coño contra la cara.
Por su parte, Marco también alcanzó el suyo, con gran intensidad, al sentir el de ella y llenándole la boca de leche, que, al pillarle con un buen trozo de polla dentro, fue directa a su garganta, teniendo que tragarla casi toda.
Estuvieron unos segundos una encima de otro recuperándose, Elvira con la polla, ya menguando, en la boca escurriendo lo que no había podido tragar y Marco con los labios alrededor del clítoris, pero si meterle dedos.
Poco a poco, Elvira, volvió a ser consciente de lo que había pasado y de lo que había disfrutado. Les sacó de ese agradable sopor el llanto del niño.
-Creo que ya hemos terminado. De todas formas, yo ya no podía más. –Dijo Elvira-Mi hijo me reclama.
Desnuda como estaba, le indicó el baño y, con la bata en la mano, fue a atender al niño mientras Marco se lavaba y vestía. Cuando terminaba, volvía Elvira con la bata puesta y el niño en brazos. Le acompañó a la puerta, se despidieron con un piquito en los labios y cruzando algunas palabras.
-Nunca había disfrutado tanto y durante tanto tiempo. He pasado dos horas maravillosas, llenas de placer. Con mi marido, solo puede una vez y en menos de 15 ó 20 minutos. ¿Volveremos a repetir?
-Por supuesto. Te llamaré.
Cuando se marchó, Elvira se dio cuenta de que no habían intercambiado teléfonos. Tuvo la esperanza de que, sabiendo donde vivía, algún día llamase a su puerta.
Marco se había despedido como era su costumbre, pero, mientras volvía al casino, pensó que le gustaría volver a follarse a la madre porque, pese a serlo, se notaba que había follado poco y le gustaría convertirla en una buena folladora: en una puta, para resumir.
Al día siguiente, encargó una completa investigación sobre el matrimonio y sus actividades. El resultado fue de que: llevaban cinco años casados, a ella no se le conocían contactos fuera de su matrimonio, pertenecía a una familia humilde y su marido había sido su primer novio. No había nada extraño tras ella.
Sin embargo, el marido era otra cosa. Era vigilante jurado en una gran empresa de seguridad desde un año antes de casarse. Desde los seis meses de haber entrado, se veía con una compañera casada tres días a la semana. Ajustaban sus horarios para que siempre les quedase un hueco para follar. Incluso tenían un piso alquilado a medias para poder follar tranquilos.
Además, los otros dos días de la semana consolaba, desde hacía cuatro años, a una viuda de grandes tetas. Los fines de semana (o los días que libraba como consecuencia de los turnos), los dedicaba a amigas que él llamaba “discontinuas”, porque no siempre eran las mismas y pasaban hasta meses entre cita y cita
En el completo informe que recibió, no faltaban las fotografías de las personas con las que se relacionaba, junto a sus datos. En general, no tenía mal gusto. Su compañera estaba muy bien y Marcos pensó que sería una buena conquista si conseguía llevarla a su cama y un orgullo el follarse a las dos principales mujeres del ya cornudo marido. Eso sí, sin desechar a la viuda, que tampoco estaba nada mal.
Siguiendo la narración, Marco fue a su cita, dejando más que satisfecha a la mujer, después de volver a mamar de sus pechos. Por alguna extraña razón, eso le excitaba, pero no le ocurría con ninguna otra que estaba en la misma situación. Solamente tenía un inconveniente: No podía encularla porque tenía un problema anal que le producía dolores.
Salió todavía con ganas de divertirse y, si era posible, volver a follar. Pensó, y así lo hizo, en volver al casino.
CONTINUARÁ
Gracias por sus comentarios en la historia anterior a Gardel (los dos), HombreFX, Heco, zaragoza1, IVAN, Albert2, canibal04, Chesterma, Heco (los dos), Alvaro Quintero y a elescritor60 por el del relato anterior.
Vuestros comentarios e ideas ayudan a escribir más. Y gracias además por tratarme tan bien. También agradezco vuestras valoraciones, tanto a los comentadores como a los anónimos.
AMORBOSO