El libertino 01
Marco es un hombre huérfano, criado por su abuelo, que dirige un imperio empresarial. El abuelo quiere que se case y le dé herederos, pero el solamente piensa en las mujeres para el sexo.
-MMMMMMMMM Da gusto despertar así. Sabes cómo hacer una mamada muy bien. Sigue, sigue.
Y diciendo esto, acompañaba los movimientos de cabeza con su mano para forzar al máximo la introducción de la polla en su boca.
Quien recibía tan agradable tratamiento era Marco Ramos, 30 años, alto de 1,80, soltero, se mantenía en forma pero sin exageración y se podría decir que era muy guapo al ver el éxito que tenía con las mujeres.
Era el tercer Marco de una saga de empresarios, iniciada por su abuelo, con negocios muy distribuidos en distintas ramas, desde las científicas a las agrícolas, gracias en parte al buen hacer en los últimos años de este tercer hombre.
-Espera, no quiero correrme todavía. Quiero sentirla en tu coño otra vez. Empálate ahora.
La muchacha se subió hasta colocar su coño, brillante de humedad, a la altura de la polla y la guió para ir metiéndosela poco a poco hasta que casi la tuvo toda entera dentro. Otra característica de Marco era su gran polla. Gruesa y de 23 cm de larga. Cuando lo masturbaban, a las muchachas les cabían ambas manos, y todavía les sobraban unos centímetros, y pocas podían abarcarla entera en su circunferencia.
Tras subir y bajar varias veces, consiguió meterla completamente, se mantuvo unos segundos esperando a que su cuerpo se ajustara al tamaño y empezó una lenta follada, con movimientos hacia atrás y adelante, haciéndole sentir el fuerte roce contra los bordes de su coño.
Tenía que ir despacio porque su tamaño y grosor la llenaban completamente y, a pesar de la larga follada de la noche anterior, su coño no había dado de sí lo bastante como para alojarla a la primera.
- BZZZZZ… BZZZZZ… BZZZZZ… BZZZZZ… BZZZZZ… BZZZZZ…
El teléfono empezó a vibrar en la mesita de noche. No le hizo caso y poco después se interrumpió la llamada para volver a vibrar seguidamente.
Al cuarto intento, cabreado, Marco tomó el teléfono, dispuesto a matar de palabra al llamante, pero se calmó cuando vio que era su abuelo.
-Dime abuelo, ¿Qué ocurre?
-Marco, son las 10 de la mañana y todavía no has ido a la oficina. Te he llamado allí y me han dicho que aún no habías llegado. ¿A qué esperas?
-Estaba a punto de salir, abuelo, me he entretenido un poco…
De fondo se oían los gemidos de la muchacha.
-Déjate de mentiras, manda a esa puta a su casa y ve a trabajar. Otra cosa, tienes que venir a cenar esta noche a las 8. No me valen escusas de ningún tipo, si tienes alguna cita, la pospones para otro día. ¿Me has entendido?
-Sí, abuelo, no te preocupes que allí estaré.
Se despidieron, recordándole el abuelo que fuese a trabajar.
El abuelo Marco era un hombre muy autoritario. Había criado a su nieto desde que sus padres fallecieron en un accidente de automóvil, cuando tenía 6 años, y por esa relación tan estrecha, Marco (nieto) profesaba un gran respeto y tenía mucho cariño a su abuelo, por eso, y porque todavía era el dueño de todo, Marco (nieto) obedecía las órdenes que le daba sin discutirlas.
-¡Joder!, vaya mierda. Acaba de joderme mi plan de esta noche. Venga, muévete rápido que me tengo que ir a la oficina.
La muchacha empezó a moverse más rápido, pero no era lo suficiente para lo que Marco quería, así que la hizo ponerse a cuatro, se puso detrás y se la clavó en el coño.
Ahora sí que se pudo mover como le gustaba. Le pidió que se masturbase, mientras martilleaba su coño a gran velocidad, sintiendo su estrechez presionándole la polla.
-AAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH. No pareeees. Me corrooo. –Gritó la muchacha
Marco no paró. Ni siquiera cuando terminó el orgasmo de ella para dejar tiempo a que se recuperase. Él estaba lejos del suyo y le urgía. La llamada le había preocupado y le tenía desconcentrado. Se puso a darle azotes con la mano, cada vez que sacaba su polla, calentándola de nuevo y volviendo a hacerla gemir.
La muchacha se masturbaba moviendo su mano rápidamente y con sus movimientos frotaba la polla desde fuera, ejerciendo más presión sobre ella. Marco se fue concentrando poco a poco en la follada, hasta que, por fin, sintió que se corría.
-OOOOOOOHHHHHHHH Me corrooooo. Aprieta bien tu mano y muévela. OOOOHHHH
La muchacha presionó más fuerte y rozó más la polla. Enseguida sintió la descarga de la corrida en su interior, provocando que ella se corriese también.
-AAAAAAAAAAHHHHHHHH. Siii. Yo tambiéeeeen.
Ambos cayeron sobre la cama agotados.
-¿Cómo me dijiste que te llamabas? –La había conocido la noche anterior en un bar de copas con música estruendosa.
- Ivanna.
-Lo he pasado muy bien contigo, Ivanna. Ahora tengo que irme. Si no te importa, pasaré primero por la ducha y luego tú puedes tomarte todo el tiempo que quieras.
Se dio una ducha rápida, se vistió y cuando se iba a marchar, volvió a decirle.
-Tomate el tiempo que quieras. Cuando salgas, cierra la puerta sin más.
-¿Nos veremos mañana? –Preguntó ella, al tiempo que él salía.
-Te llamaré. –Le dijo cerrando la puerta.
-Pero… -No le dio tiempo a decirle que no tenía su número. Luego lo dejó escrito con carmín en el espejo del baño.
A las 20:05 estaba llamando a la puerta de su abuelo, en un enorme chalet ubicado en las afueras de la ciudad.
El criado que le abrió, le acompañó al comedor, donde le esperaba el abuelo, acompañado de un hombre mayor y una muchacha, que parecía joven a pesar de sus ropas, que le daban la apariencia de haber salido de un convento.
A Marco se le puso dura al momento. Le encantó la imagen de candidez que mostraba, y enseguida vio lo que ocurría. Como otras veces, le iba a presentar a la hija de algún amigo, cliente o proveedor para intentar que se casase con ella.
Por su parte, a ellas, la perspectiva de casarse con un rico heredero, les mojaba las bragas inmediatamente, lo cual beneficiaba a Marco, que la invitaba a salir y se la follaba desde ese mismo día (o noche), hasta que se cansaba de ella.
El abuelo le presentó al hombre como un amigo y competidor en varias empresas, de nombre Rafael, y, a su vez, el hombre presentó a la muchacha como su nieta Patricia.
La mesa estaba preparada y todos se sentaron alrededor, dispuestos a tomar un buen aperitivo, antes de la cena. Enseguida el abuelo se puso a hablarle al nieto:
-Marco, desde que perdiste a tus padres te he criado como a un hijo…
Marco asintió con la cabeza.
-Además, eres el único heredero de todo lo que tengo, pero estoy preocupado por ti. Tienes ya 30 años y veo que no llevas idea de sentar la cabeza. Desde la última revisión médica, sé que no me queda mucha vida y no voy a estar mucho más tiempo al frente de los negocios…
-Pero abuelo, tú tienes mucha energía todavía. Estás para vivir muchos años más. ¿Te han detectado algo maligno?
-Déjame hablar sin interrumpirme. Pero te confirmo que la semana que viene me hospitalizaré para que me hagan una intervención. No diré dónde, porque no quiero molestar a nadie. Será cosa de unos días. ¡Y no quiero que me repliques ni insistas en esto!
Conociendo a su abuelo, Marco se calló y esperó a que continuase.
-Pues bien, como te decía, yo no podré seguir al frente de los negocios y he pensado en que ya es hora de que te hagas cargo oficialmente de todo. Hasta ahora lo estás haciendo mucho mejor que yo y quiero que te conviertas en el tercer Marco al frente de las empresas.
-Muchas gracias, abuelo, pero esto me lo podías decir en cualquier momento. Intuyo que esta cena tiene algún interés más.
-Tienes razón. Como te he dicho, veo que tú no llevas idea de sentar cabeza. Creo que llevas una vida de libertino que no es buena para ti. De momento puedo controlarte lo suficiente para que no te conviertas en algo que no desearíamos, que terminases malgastando la fortuna que vas a heredar. Por eso he decidido intervenir: Quiero que te cases, tengas hijos y sientes la cabeza de una vez.
-Bueno, abuelo, no había pensado en casarme, pero buscaré alguna chica y me casaré, si eso te hace feliz. –Le dijo con intención de darle largas.
-No te preocupes por eso. Ya lo tengo todo pensado. Patricia es huérfana como tú. También la ha criado su abuelo, mi buen amigo Rafael, tiene 24 años recién cumplidos y acaba de venir de un colegio suizo, donde ha estado primero interna y luego trabajando. Creo que será una buena esposa para ti.
-Pero abuelo, llevas años presentándome a las hijas de tus amigos, sin que ninguna de ellas haya despertado mi interés. (Mentira porque las tenía a todas en su agenda de follamigas). Es mucho mejor que sea yo quien busque una mujer que me guste. Además, el concertar matrimonios ya no se lleva. Eso es se siglos anteriores.
-Si se lleva y si yo lo digo, con mayor razón. Tú te casarás con ella, te harás cargo de ambos grupos de empresas y me darás biznietos…
A partir de ahí comenzó una discusión de excusas y contra excusas, donde se pudo ver la rapidez de reflejos mentales de ambos y la facilidad de palabra para contrarrestar las propuestas del contrario, y a la que asistieron, como en un partido de tenis, mirando a uno y a otro, los invitados.
Por fin, Marco (nieto) decidió rendirse. No podía enfrentarse directamente a su abuelo por la relación tan fuerte que les unía, así que dio por terminada la discusión preguntando a Patricia:
-¿Y tú que tienes que decir?
-Yooo… Aceptaré lo que digáis. –Dijo, con la vista baja y sin mirar a nadie.
-“Esta tía es tonta” -Pensó Marco, pero, aun así, su deseo por ella no bajó un ápice.
-Pfff. Está bien. Nos casaremos. Dedicaremos unos meses a conocernos e iremos preparando la boda.
-No te preocupes por eso. Tiempo tendréis después para conoceros. Os casaréis dentro de un mes.
-Pero… Tenemos que buscar casa, pedir fecha y hora en el juzgado, los invitados, etc. Hay muchas cosas que preparar antes.
-Por eso tampoco te preocupes. He hablado con el padre Francisco y ya tenéis la fecha y la hora, porque de boda por el juzgado, olvidaros. La organización la he contratado con una empresa especializada, que ya tiene la lista de invitados principales; clientes y amigos. Solamente faltarán vuestros amigos personales. Dadnos una lista y se les entregaremos.
-Si queréis, podéis buscaros casa o vivir con cualquiera de nosotros. A vuestra elección.
Marco se quedó sin palabras. Su abuelo lo tenía organizado ya, lo que significaba que hacía tiempo que lo llevaba entre manos y él no podía escapar. Se iba a casar sí o sí
Resignado, dio comienzo la cena, de la que los jóvenes probaron poco y los mayores disfrutaron de ella y de la buena conversación.
Al terminar, después de unas copas se retiraron a sus casas. En la despedida, Rafael, al tiempo que estrechaba la mano del abuelo Marco, le dijo.
-He pasado la más maravillosa hora de mi vida viéndoos negociar el matrimonio. Ha sido una magnífica negociación. Dudo que haya algún cliente que se os resista si queréis venderle algo. Creo que ambos vamos a hacer un buen negocio. Por lo menos, el mío lo va a ser.
Marco también se despidió. No sin antes invitar a Patricia a dar una vuelta (y follársela). Ella denegó, con la excusa de acompañar a su abuelo.
No obstante, ya sabía que su abuelo se acostaba pronto, por lo que la cena no podía durar mucho, como así fue. Era viernes, tenía una cita para esa noche y esperaba que surgiese algo más, que habría anulado si Patricia hubiese aceptado. Tenía muchas horas por delante.
Después de mirar el reloj, vio que todavía estaba a tiempo de llegar a cualquiera de los sitios por donde se movía habitualmente, antes de ir a su cita, una madura casada, cuyo marido entraba de vigilante a las 0 horas hasta las 12 del sábado.
Antes de separarse todos, el abuelo volvió a la carga.
-A partir de ahora tendréis que quedar todos los días para ir conociéndoos.
-Sí, abuelo, ya la llamaré.
-No hace falta, Marco, ya he hablado con el restaurante donde vas a comer junto a la oficina. Te he reservado la mesa para todos los días durante el próximo mes. Como Patricia no trabaja, irá allí a las dos de la tarde, comeréis juntos y luego dedicarás un tiempo para prestarle atención y conoceros.
-¡Pero tengo mucho trabajo! ¡Hay documentos que controlar, llamadas que atender…!
-Bueno, bueno, Marco. Que te conozco y sé que no tienes ningún problema en abandonar el trabajo cuando te interesa. Espero no recibir ninguna queja de ti.
Sin esperar más, dio media vuelta y se metió en la casa. Sus invitados ya se estaban marchando también.
Mientras Marco (nieto) iba de camino hacia su cita pensaba en Patricia, lo inútil que era y la pinta de sumisa que tenía. Poco a poco, sus pensamientos fueron cambiando hacia el otro lado, empezando a pensar en que le convenía una mujer sumisa para poder hacer lo que quisiera.
No era partidario del BDSM, pero tener una mujer obediente y que no le diese problemas, tenía su puntito. Además, estaba muy buena y latía en él el deseo de follarla hasta quedar seco.
El abuelo de Marco y el de Patricia nacieron y se criaron en el mismo barrio. Se conocían y eran amigos desde pequeños, aunque hacía años que no tenían contacto. Se habían encontrado en una feria y quedado para comer y comentar lo que había sido de sus vidas en esos años.
En la conversación, surgieron los problemas personales que tenían: El uno, un nieto muy bueno para los negocios pero con una vida desordenada y libertina, sin idea de casarse y sentar cabeza. El otro, una nieta, que en su afán de darle la mejor educación la había convertido en una mujer apocada y prácticamente sumisa, a la que no sabía si poner al frente de su negocio.
Tres copas después de comer les llevaron a la conclusión de que sería una buena idea que sus nietos contrajesen matrimonio, así, la nieta de Rafael les daría los biznietos y Marco llevaría las empresas.
Más tarde, cada uno por su lado pero con un fin común, se dedicaron a organizar el matrimonio.
Por su parte, Patricia no tenía una gran vida, Ni social, ni sexual. Educada en un colegio suizo, sus experiencias se limitaban a las salidas por la ciudad que hacía con las familias de sus amigas y compañeras de clase, cuando venían a visitarlas y no coincidían con la visita de su abuelo.
Su experiencia sexual se limitaba a un beso en el pasillo de los baños de un restaurante, con el hermano de una de sus amigas por el que sentía una ligera atracción. Le pilló por sorpresa, al cruzarse con él mientras ella salía y él entraba. La agarró por la cintura, la puso frente a él y la besó.
Cuando abrió la boca para protestar, él lo debió interpretar como una aceptación y le metió la lengua entera, al tiempo que subía una mano para sobarle una teta y bajaba la otra para presionarle el culo. A ella, ese beso le pareció asqueroso y, unido al manoseo de su pecho y culo, la enfadó y le soltó una bofetada que se oyó en todo el restaurante, lo que hizo que todos mirasen hacia el pasillo.
Patricia salió corriendo, recogió sus cosas de la mesa y se marchó a toda velocidad, sin parar hasta llegar al colegio. Desde ese momento, no volvió a dejar que se le acercara ningún chico.
Cuando la visitaba su abuelo, insistía en que debía prepararse para hacerse cargo de los negocios que heredaría el día que él faltase, y que su obligación para con la familia, sus desaparecidos padres y él, era dedicarse a ello y continuar con lo que su padre y él habían levantado con tanto esfuerzo.
A ella no le llamaban los negocios. Lo que le gustaba era la docencia. Por eso, cuando terminó los estudios, como tenía cierta independencia económica porque su abuelo le tenía asignada una cantidad mensual que le ingresaban puntualmente en su cuenta, gestionó la matrícula en la universidad, engañando a su abuelo, al que decía que se había matriculado en una de dirección de empresas, cuando lo había hecho en magisterio.
Seguía viviendo en el colegio y al terminar sus estudios, completados con varios idiomas, la contrataron para dar clase en él, cosa que aceptó tras la única y larga discusión con su abuelo, que tuvo que rendirse ante los hechos. Fue la única vez que sacó su genio a relucir.
Ya de profesora, se dejó invitar a cenar por tres profesores. Ninguno de ellos le gustó para una relación. Al primero le descubrió enseguida que buscaba una mujer para que le atendiese en casa. A ella no le hubiese importado, pero resultó ser bastante zafio y desagradable en la cita.
El segundo, solamente quería llevársela a la cama. Al sentarse a la mesa, que era cuadrada, ella se puso en un lado y él tomó la silla que estaba enfrente y se movió hasta el contiguo. Durante la cena, deslizó su mano varias veces hasta la pierna de ella, cubierta por la falda que también intentó subir varias veces, siendo rechazado todas ellas. Luego se enteró de que era casado y tenía dos hijos.
El tercero, además de querer follarla, le estuvo preguntando por su abuelo, su edad, la fortuna y los negocios, si había más herederos, etc. Ella vio que su interés estaba centrado solamente en su fortuna y en llevarla a la cama, en ese orden.
A la salida, intentó llevarla a su apartamento, a lo que ella se negó. Cuando la dejó en la puerta del colegio, intentó besarla, pero ella se zafó del abrazo y se metió corriendo.
No volvió a salir con nadie más.
Su abuelo la adoctrinaba cada vez que iba a visitarla o era ella la que lo visitaba a él. No la presionaba, pero siempre estaba recordándole que cuando buscase marido, intentase que fuese bueno para los negocios.
Cuando su abuelo le propuso la idea de casarse con el nieto de un amigo, inteligente y buen emprendedor, no le gustó la idea, pero aceptó ir a la cena por no hacerle un feo, pero con la condición de decidir después si aceptaba o no.
Cuando conoció a Marco, pensó que era el hombre de su vida. Cuando entró en el comedor, se quedó como paralizada durante un instante. Su forma de moverse emanaba seguridad y confianza, lo que, unido a su atractivo y el tono de su voz, causaba una agradable impresión y un cosquilleo interno que la obligaba a sentirse atraída por él.
Cuando lo vio discutir con su abuelo, sus ideas tan claras, su rapidez de reflejos al contestar y más tarde, su amena conversación, estuvo segura de que se casaría con él, a pesar de que estaba claro de que él no tenía ningún interés ni por ella, ni por casarse.
Después de la cena, Marco fue directamente al local clandestino de juego, donde acudían grandes fortunas para jugar a Póker y juegos parecidos. Allí echó varias partidas, hasta que se hizo la hora de su cita.
Era muy buen jugador. Tenía la misma vista para los negocios que para el juego. Participaba en timbas de hasta varios miles euros por partida, pero no siempre ganaba. Muchas veces, teniendo una mano ganadora, la dejaba pasar para que fuesen los demás quienes consiguiesen el total de las apuestas.
Eso sí: nunca perdía. Siempre se llevaba algo más de lo que había traído. Conseguía engañar a todos. Unas veces ganaba sin haber ligado una buena mano y, cuando los demás pensaban que iba de farol, les sorprendía con una escalera de color o cualquier combinación ganadora sobre los demás.
Por muy inexpresivos que pareciesen sus oponentes, sabía cuándo uno tenía algo importante, algo menor o iba de farol. Eran muchos los que querían medirse con él, y eran raros los que conseguían superarle cuando iba con intención de ganar.