El León del Sexo
Buenas. Me llamo Iván. Tengo 23 años. Voy a empezar esta historia describiéndome para que os hagáis una idea de lo bueno que estoy y, debido a ello, del porqué me pasa lo que me pasa con las mujeres. Mido 1'70 centímetros y peso 75 kilos. Mi pelo es de color castaño oscuro y lo suelo llevar corto y rapado a los lados. Tengo unos bonitos y brillantes ojos color café rodeados de unas largas pestañas. Mis labios son carnosos y suaves y esconden una blanca e impecable dentadura. Llevo la barba y el bigote recortados. Soy guapo. Soy muy guapo.
Buenas. Me llamo Iván. Tengo 23 años. Voy a empezar esta historia describiéndome para que os hagáis una idea de lo bueno que estoy y, debido a ello, del porqué me pasa lo que me pasa con las mujeres. Mido 1'70 centímetros y peso 75 kilos. Mi pelo es de color castaño oscuro y lo suelo llevar corto y rapado a los lados. Tengo unos bonitos y brillantes ojos color café rodeados de unas largas pestañas. Mis labios son carnosos y suaves y esconden una blanca e impecable dentadura. Llevo la barba y el bigote recortados. Soy guapo. Soy muy guapo. Mi cuerpo es de constitución fuerte con los músculos muy marcados y trabajados en el gimnasio. Mi cuello, hombros, brazos y piernas son robustos. Mis pectorales son anchos y mis pezones grandes y morenos. Tengo las abdominales definidas y los oblicuos muy marcados. Mi culo es respingón y lo llevo depilado, como el resto del cuerpo. Y por fin llegamos a mí herramienta de trabajo y lo que hace babear a todas las mujeres con las que follo. Mi polla. Mide 16 centímetros pero hago magia con ella. Es gruesa y preciosa, con un capullo jugoso y rosado y unos grandes huevos cargados de semen. Personalmente me describiría como un buen tío pero en el sexo soy bastante capullo, chulo y guarro. Guarro sobretodo. Por todas estas cosas las mujeres al verme no pueden frenar sus impulsos sexuales y siempre terminan con mi polla en la boca. De hecho, el día que os voy a relatar me desperté con una mamada.
Sonó el despertador y noté algo húmedo en mi polla. Entreabrí los ojos todavía ligeramente dormido y vi como una guarra me la estaba mamando.
- Buenos días guapo - Me dijo.
Hice memoria. La había conocido la noche anterior al salir de fiesta. Ella estaba con el pringado de su novio pero conseguí que se viniera a casa conmigo. Habíamos follado 3 veces y las 3 veces se había corrido. Al parecer ahora buscaba un cuarto asalto. Era morena, tanto de pelo como de piel. Tenía los ojos marrones y los labios finos. Era delgada y guapa y tenía un buen cuerpo pero sus tetas eran pequeñas para mi gusto. Eso sí, la chupaba bien. Se tragaba prácticamente entera mi polla. Con una mano me pajeaba y con la otra acariciaba mis huevos. No paraba de mirarme a los ojos y de vez en cuando sacaba la lengua y le pegaba lametones a mi capullo. Me la estaba babeando pero bien.
- Joder... Menudo despertar - Pensé.
Dejé que siguiera trabajando mi polla un rato más y cuando estuve lo suficientemente despierto decidí tomar el control de la situación. Con mi mano derecha la agarré de la nuca y empecé a presionar para que engullera mi polla. Me apetecía follarle la boca y correrme en ella. Tenía un buen aguante pero cuando aumenté el ritmo no lo pudo evitar y le provoqué alguna arcada. Decidí parar y liberarla. Un reguero de babas colgaba de sus labios hasta sus pezones. Ella tenía la lengua fuera y estaba cogiendo aire. Me puso cachondo la imagen. Todavía con mi mano en su nuca, la acerqué a mí y le di un morreo. Mi lengua se entrelazó con la suya y pude sentir levemente el sabor de mi polla y de mi líquido pre seminal. No me importó. Era un guarro. De hecho me gustó y me puso todavía más cachondo. Por eso hice que volviera al trabajo. Quería correrme. Estaba a punto de hacerlo y de pringar esa boquita de guarra con mi semen caliente cuando soltó mi polla y me dijo:
- ¡Uy! Que tarde es. Mi novio me está esperando.
Se levantó de la cama y empezó a vestirse.
- ¿En serio? - Pensé.
Su reacción me sorprendió tanto que no supe como actuar. Una vez vestida se dirigió a la puerta. Yo la seguí, todavía desnudo y con la polla dura y húmeda. Me dio un pico y dijo:
- Ha estado muy bien. Cuando quieras repetimos. Llámame - Y se fue.
¿Que te llame? Si ni siquiera sé como te llamas. Además, me has dejado con el calentón pedazo de guarra. Mientras pensaba aquello, me di cuenta de que Carol, mi vecina a la que siempre había querido follarme, me miraba avergonzada desde su portal. ¡Joder! ¡Mierda! Seguía desnudo. Cerré la puerta bruscamente y respiré hondo.
Al mirar mi reloj me di cuenta de que llegaba tarde a clase. Encima le había prometido a Dara, mi compañera, que llegaría antes para estudiar para el exámen que teníamos. Me vestí lo más rápido que pude. Me puse una camiseta blanca de manga corta que marcaba todos mis músculos, unos pantalones cortos de chándal negros y mis Airmax 1. No pasaría frío ya que acababa de comenzar la primavera. Agarré mi mochila, el casco y las llaves de la moto y salí pitando en ella rumbo a la universidad.
Estudio INEF en la Universidad de Valencia.
Al llegar, Dara me estaba esperando en el patio. Tiene 21 años. Su pelo es de color castaño claro y lo lleva largo y liso, normalmente recogido en una coleta. Sus ojos son de un color verde muy brillante. Sus labios son pequeños y delicados. Su constitución es más bien pequeña pero a pesar de ello sus tetas, cadera y culo son de un tamaño considerable. Es una chica muy agradable y dulce y desde que nos conocimos ha estado enamorada de mí. Aunque poco me importó eso cuando la vi con ese sujetador deportivo de color rosa y esos leggins ajustados de color negro que le marcaban todo el coñito. Nos saludamos con dos besos y me disculpé por mi retraso. Ella, como siempre, fingió que no le importaba. Aquel día teníamos exámen de biomecánica así que sacó sus apuntes y nos pusimos a estudiar juntos, uno al lado del otro. Claro que yo, con el calentón que llevaba, no pude apartar la mirada de sus tetas ni de su raja. Finalmente, tomé la iniciativa y, pasando mi brazo derecho por detrás de su cintura, metí dos dedos dentro de sus leggins y empecé a palpar su coño. Dara se sobresaltó.
I - Iván... ¿Qué estás haciendo? - Dijo.
Estoy muy cachondo. Vamos al lavabo - Dije susurrándole al oído.
Le cogí de la mano y fuimos a los lavabos. Ella se limitaba a seguirme. Sabía perfectamente que lo deseaba pero era demasiado tímida como para reconocerlo.
Al llegar, entramos en el de minusválidos porque era más grande y cerré la puerta con pestillo. Empujé a Dara contra la pared y le quité el sujetador liberando así sus tetas. Ella, temerosa, hizo lo mismo con mi camiseta. Acto seguido, le bajé de golpe los leggins hasta los tobillos. Ella, al sentirse desnuda, se tapó instintivamente. Yo, sin embargo, me agaché frente a ella y, apartando su mano, hundí mi cara en ese coñito joven y jugoso.
Empecé dándole besos por el lado interior de sus muslos y en el pubis. Dara, solo con eso, ya empezó a suspirar. Yo por mí parte continúe con mi trabajo y empecé a chupar su clítoris y sus labios para lubricarlos. Cuando los sentí preparados, empecé a introducir la punta de mi traviesa lengua. Se me da muy bien comer coños. Dara empezó a gemir levemente. Yo no quería que se corriera todavía así que me levanté y saqué tanto los pantalones como los calzoncillos dejando al descubierto mi bonita y dura polla. Me tumbé en el suelo del lavabo e hice que Dara colocara su coñito en mi cara, quedando así en la postura del 69. Al estar así, mi polla rozaba sus labios. Ella interpretó mi señal y, mientras yo seguía saboreando su vagina, ella abrió un poco la boca y empezó a chuparme la polla. Lo hacía cuidadosamente y poco a poco, como si calculara todos sus movimientos para darme la mejor mamada posible. Aunque precisamente eso hiciera que estuviera lejos de serlo. Claro que yo estaba tan cachondo que no me importó. A pesar de no tener una polla enorme, Dara no conseguía metérsela entera en la boca y a mí, a pesar de mi carácter algo cabrón en el sexo, me supo mal forzarla. Yo, en cambio, me estaba esmerando y seguramente aquella sí que sería la mejor comida de coño que le habían dado y que le darían jamás. Llevábamos ya un buen rato en aquella postura y yo sentía que no tardaría mucho en correrme. No estaba muy seguro de si a Dara le gustaría que me corriera en su boca, por eso me incorporé y, sentados, hice que me hiciera una paja. Estaba a punto de explotar debido al calentón acumulado y a las suaves manos de Dara cuando...
Sonó el maldito timbre que indicaba el final del descanso y, por ende, la vuelta a las clases. Para nosotros, en concreto, significaba que era la hora del examen de biomecánica. Examen que, almenos yo, debido al calentón, no llevaba nada preparado. Dara se alarmó y frenó en seco su paja. Se vistió y salió corriendo del lavabo, dejándome ahí desnudo y tirado con la polla tiesa por segunda vez consecutiva en lo que llevaba de día. A mí no me quedó otra que vestirme y dirigirme a la clase de biomecánica para hacer el exámen. O almenos intentarlo. Cuando estuvimos todos, la profesora Tanya nos repartió el examen y, en silencio, empezamos a contestar las preguntas. Yo, con la polla todavía medio dura, no conseguí concentrarme y no contesté ni la mitad. Al terminar, tuve la sensación de que me había ido fatal y salí cuanto antes del aula para buscar a Dara y darle una explicación de lo sucedido. Fue entonces cuando uno de mis compañeros me dijo que la profesora Tanya quería hablar conmigo en su despacho.
Al llegar, me la encontré apoyada en su escritorio con lo que parecía mi exámen en la mano. Tanya es una mujer de unos 40 años. Su pelo es de color marrón y lo lleva largo y ondulado. Sus ojos son verdes y casi siempre lleva los labios pintados de rojo. Tiene muy buen cuerpo para su edad debido al constante ejercicio físico. Lo mejor de todo, sin duda son sus tetas. Tetones que aquel día se le marcaban más que de costumbre con la blusa blanca que llevaba. También llevaba una mini falda recta de color negro y tacones.
Me han dicho que quiere hablar conmigo - Dije algo nervioso.
Así es. Lo cierto es que te he notado bastante tenso durante el exámen y por eso he decidido revisarlo antes de tiempo. Y, francamente, es un desastre. No creo que puedas pasar de curso Iván...
Pe - Pero profesora... Yo...
Tanya no me dejó acabar. Se acercó a mí y acariciando mi fuerte brazo me dijo:
- No te preocupes. Hay una forma de aprobar. Solo tienes que hacerme un pequeño trabajo extra.
La muy guarra se apoyó de nuevo en el escritorio y se bajó las bragas de color rojo (a juego con el pintalabios) y con uno de sus tacones me las arrojó a la cara. ¿Me estaba pidiendo que le comiera el coño? Evidentemente acepté la propuesta. Primero porque quería aprobar y segundo porque seguía cachondo y todavía no me había corrido. Me acerqué a ella y me coloqué de rodillas. Ella agarró fuerte mi pelo y apretó mi cara contra su coño. Quería dominar la situación pero no se lo iba a permitir. Lo primero que hice fue pegarle un bocado en su coño. Tanya dejó escapar un pequeño grito de placer. Después escupí en él dos o tres veces y empecé a rozar bruscamente mi mano hasta tenerlo todo bien mojado. Empecé a chuparlo poco a poco. Pasaba mi lengua por cada uno de sus pliegues y después me centraba en el clítoris que mordisqueaba mientras la miraba a los ojos.
- Que guapo eres... Joder... Ni te imaginas la de veces... Que me he tocado... Pensando en ti Iván... - Me confesó entre suspiros.
La tenía justo donde la quería. Como a todas. Me levanté y la agarré de la nuca. Le puse dos dedos en los labios y ella entendió el mensaje. Abrió su boca de puta viciosa y empezó a chuparlos. El carmín de sus labios me manchó la mano pero no me importó. Transcurridos unos segundos volví a bajar. Le introducí esos dos dedos lubricados con su saliva y empecé a moverlos dentro de su coño. Cuando lo sentí completamente mojado y rojizo, sumergí mi cabeza y empecé a devorarlo. Lo chupaba y mordía a un ritmo frenético. Tanya me agarraba del pelo y apoyaba su pierna derecha en mi firme espalda. Yo, en cambio, alargué mis manos para estrujar sus grandes tetas. Las manoseaba a la vez que le comía el coño. Lo estaba haciendo tan tan bien que no tardó en llegar al orgasmo y llenarme la boca y la cara de flujo líquido y caliente. Me empapó entero. Se había corrido en mi cara la muy guarra. Al terminar, me apartó, cogió sus bragas, se las colocó de vuelta y me dijo:
- Muy buen trabajo. Te has ganado el aprobado. Ya puedes irte. Claro que antes límpiate la cara. Toma, usa esto.
La muy cabrona me había dado mi exámen para que me limpiara con él su corrida. Esta vez no me calle y dije:
¿Y yo qué? - Dije señalando con la mirada el bulto en mis pantalones.
Cielo... Tu recompensa era el aprobado. Nada más - Contestó acariciando mi mejilla y dándose la vuelta enseñándome su culazo.
En aquel momento, estaba tan cachondo y cabreado a la vez por haberme quedado con las ganas por tercera vez consecutiva en un mismo día, que la hubiese agarrado y la hubiese violado sin piedad ahí mismo. Pero no podía hacerlo y además llegaba tarde a mi sesión con mi terapeuta, el doctor López. Así que no me quedó más remedio que limpiarme e irme con la polla todavía tiesa.
La clínica estaba situada en el centro de la ciudad, así que cogí la moto y fui hasta ella. Al llegar, entré en la consulta del doctor López. Cual fue mi sorpresa cuando no le encontré a él. En su lugar había una mujer de unos 35 años. Su pelo era de color platino y sus ojos de color azul. Sus rasgos eran afilados y en sus labios se dibujaba una sonrisa lujuriosa al verme. Llevaba un traje de americana y falda de color gris y una camisa fucsia que ocultaba unas enormes tetas. Aquello me puso enfermo. Me encantan las tetas grandes. Son mi perdición. Se presentó como la doctora Cass y me explicó que el doctor López estaba de baja y que, por lo tanto, ella se iba a encargar de mis próximas sesiones. Hizo que me tumbara y dijo:
- El doctor López me ha puesto al corriente de tu situación. Sin embargo, me gustaría que fueses tú el que me la explicara ahora.
Yo dudé, no era fácil hablar del tema con una desconocida. Y más cuando no podía dejar de mirarle las tetas. Pero no había otra opción.
Verá... Señorita Cass... Tengo la sensación de que todas las mujeres que me conocen no pueden frenar los impulsos sexuales que sienten hacia mí y tienen la necesidad de... Follar conmigo - Sentencie.
¿Crees que yo quiero follar contigo ahora mismo?
¿Qué clase de pregunta era aquella? Decidí seguirle el juego.
- No sé... Dímelo tú.
La muy viciosa se rió por lo bajo.
- Muy bien. Quiero que cierres los ojos y te concentres en aquello que te pondría más cachondo ahora mismo.
Tus tetas alrededor de mi polla, guarra. Pero evidentemente no se lo dije. Cerré los ojos y pensé en Carol, mi vecina a la que siempre había querido follarme. Mi polla, debido al tremendo calentón acumulado, no tardó en empezar a crecer.
- Ahora quiero que intentes reprimir tus impulsos... - Notaba su voz más y más cerca.
De repente, sentí como bajaba la goma de mi pantalón y dejaba mi cipote al descubierto. Abrí los ojos de golpe pero me hizo una señal para que me relajara y volviera a cerrarlos. Obedecí y me dejé hacer. La terapeuta, de rodillas, agarró mi polla con una mano y empezó a pajearme. Lo hacía lentamente, disfrutando de como la piel cubría y descubría mi gordo capullo esponjoso y húmedo. Me estaba haciendo una señora paja, la verdad. La cosa mejoró cuando sentí algo viscoso impregnar la punta y, más tarde, debido al movimiento de su mano, todo mi miembro. Entreabrí un ojo y vi que había escupido en mi polla para lubricarlos y que la masturbación fuese más placentera. Empecé a suspirar. Normalmente aguantaba aquello sin problemas, pero me habían dejado con las ganas de correrme 3 veces en menos de 12 horas. Cuando estaba a punto de caramelo, paró. Volví a abrir los ojos y contemplé como liberaba sus enormes tetas. Votaron como dos globos de agua y las colocó alrededor de mi polla. Me iba a hacer una cubana.
- Quiero que te corras en mis tetas - Dijo la cerda.
Y eso hice. Finalmente, mi polla explotó. El primer disparo fue directo a su ojo. El segundo le cayó en el pelo. El tercero se lo tragó y otros dos le cayeron en la lengua. Los tres o cuatro últimos le rociaron esas tetas enormes. La escena era un cuadro. La había pringado pero bien. Suspiré profundamente.
- ¡Por fin! ¡JODER! - Pensé.
La muy guarra empezó a restregar con las manos mi corrida por toda la superfície de sus inmensas tetas, pezones incluidos. Yo me quedé embobado viéndolo. Ella se dio cuenta.
¿Quieres tocarlas? - Me preguntó.
Joder... ¡Pues claro! - Pensé.
Y eso hice. Le pegué una buena sobada a esos tetones pringosos. Los toqué, apreté e incluso le mordí un pezón. Al terminar, hice que me chupara las manos para limpiar los restos de mi propio semen con el que me había manchado al tocar sus tetas. Me subí los pantalones, cogí mi mochila y me dirigí a la salida. Ella me detuvo.
Espero volver a verte guapo - Me dijo.
Ya veremos... - Le contesté con mi sonrisa de chulo.
Salí de la consulta. Por fin me sentía aliviado. Decidí ir al gimnasio para hacer mi rutina de ejercicios diarios. Mi cuerpo y músculos de Dios griego no se mantenían solos. El gimnasio estaba cerca de mi apartamento. Entré por la recepción y giré a la derecha para dirigirme al vestuario. Saqué de mi mochila una camiseta de tirantes blanca, unos pantalones cortos deportivos negros, me cambié la ropa y guardé la mochila en mi taquilla. Al ser última hora de la tarde, tanto el vestuario como la sala de máquinas estaban prácticamente vacíos. Tan sólo había un par de ancianos y una chica joven conmigo. Empecé con mi rutina. Ejercicios de brazos, hombros, espalda y pectoral. Más tarde haría abdominales y algo de cinta. La pareja de ancianos no tardó mucho en irse y nos quedamos solos aquella chica y yo. Me di cuenta que desde que había llegado no me había quitado el ojo de encima. Fue entonces cuando yo me fijé mejor en ella. Tendría unos 25 años y era mulata. Pelo oscuro y rizado. Ojos marrones y unos gruesos labios carnosos. Tetas bastante decentes y un buen culo. Llevaba puesto un sujetador de color blanco y unas mallas verdes. Estaba en una de las cintas con una pequeña toalla al hombro. Yo, sudado por el entreno, me acerqué y me coloqué en la cinta de al lado. Nos miramos. Los dos empezamos a subir el ritmo hasta que no pudimos más. Al frenar, ella cogió su botella de agua y, para mi sorpresa, empezó a derramar el líquido encima de sus tetas delante de mí. Al humedecerse, el tejido del sujetador transparentó y pude ver como se le marcaban unos pezones duros y oscuros. Su sujetador no era lo único húmedo ni sus pezones lo único duro que había en el gimnasio en aquel momento. ¿Qué era aquello? ¿Me estaba provocando? Sin articular palabra, se dio media vuelta y se fue. Yo hice lo mismo. De vuelta en el vestuario pude comprobar que, efectivamente, me encontraba sólo. Me desnudé completamente y anudé mi toalla blanca a mi cintura hasta llegar a la zona de las duchas. Allí me la quité y pulsé el botón de agua fría de una de ellas. Me coloqué bajo el chorro y dejé que el agua recorriera todos y cada uno de mis músculos. Incluida mi polla, que estaba morcillona por la situación que acababa de presenciar. No pude evitarlo y empecé a acariciarla. Me daba bastante morbo hacerme un pajote en las duchas públicas de mi gimnasio. Fue entonces cuando noté algo esponjoso pegado a mi espalda, una mano me agarró delicadamente la polla y una voz me susurró:
- ¿Qué tal si me dejas continuar a mí?
Se trataba de aquella mulata juguetona. Tenía tantas ganas de que me la follara que se había arriesgado a entrar en las duchas del vestuario masculino.
- Menuda guarra - Pensé.
Dejé que me hiciera una buena paja bajo el agua hasta que me di la vuelta y también se la di a ella. Mi polla quedó entre sus dos nalgas y yo cogí el jabón y, con una mano empecé a enjabonar sus tetas y con la otra le acariciaba el coño. Recorrí todo su cuerpo, desde su cuello hasta su culo. Agarré sus tetas, una con cada mano, y las froté en círculos. Le daba besos en el cuello y restregaba mi polla dura contra su culo mojado. Llevábamos así unos minutos cuando me dijo:
- Quiero que me folles el culo.
La verdad es que no me lo esperaba. No era algo que las mujeres pidieran por propia voluntad a menudo. Pero si era lo que quería yo se lo iba a dar. La coloqué a cuatro patas en el suelo y, a pesar de que nos pudiera pillar alguien, me la empecé a follar ahí mismo. Le agarré fuertemente por la cintura y coloqué la punta de mi polla en la entrada de su ojete. Presioné levemente y lo fui introduciendo poco a poco. Estaba apretado, más que cualquier coño, pero se notaba que no era la primera vez que se follaban a aquella guarra por el culo. Al darme cuenta de esto, decidí ser un poco más cabrón y darle más caña. Mis músculos se tensaron y empecé a embestirla más y más fuerte. Ella tuvo que arquear la espalda y pegar las tetas contra el suelo. No paraba de gemir y jadear. Empecé a pegarle cachetadas en ese culo gordo que se veían silenciadas por el agua de la ducha. Le agarré del pelo y tiré de él hacia mí.
- ¿Te gusta que te follen como una golfa eh?
Ella asentía con los ojos en blanco y la lengua fuera. Yo parecía un león que tenía totalmente sometida a su presa. El ritmo de la follada cada vez era más intenso y no lo pude soportar. Me corrí. Por segunda vez en lo que llevábamos de día. Le rellené el ojete de semen. Al sacar mi polla empezó a escurrirse por la cara interior de sus muslos. Ella no era capaz ni de articular palabra. Estaba destrozada y extasiada a partes iguales. La dejé ahí tirada y me piré.
Al salir del gimnasio, vi que estaba empezando a anochecer así que decidí volver a mi apartamento para cenar y descansar. Había sido un día largo y agotador. Y más que lo iba a ser... Ya en casa, me desnudé y me quedé en calzoncillos. Boxers blancos concretamente. Iba a tumbarme en el sofá cuando llamaron a la puerta. Abrí sin ningún tipo de pudor y me encontré con Maxine, la madre de Carol, mi vecina. Tiene 44 años y es una milf por excelencia. Pelo negro, largo y liso. Ojos oscuros y rasgos afilados. Labios sensuales y piel morena. Tetas grandes y firmes justo como a mí me gustan, cintura estrecha y caderas y culo anchos. En aquel momento tan sólo llevaba una bata semi transparente que dejaba entrever sus tetazas y unas diminutas braguitas de encaje de color negro. Me la quería follar sucio.
- Hola Iván. Necesito tu ayuda. Se me ha estropeado el aire acondicionado y mi marido no está en casa - Dijo dándome un buen repaso de arriba a abajo.
La seguí hasta su piso y entramos los dos en él prácticamente desnudos. Estábamos solos. Empecé a inspeccionar el aparato de aire acondicionado y mi madurita vecina me dijo:
¿Te apetece tomar algo? - Me preguntó.
Un poco de agua por favor - Le contesté.
Al acercarse con el vaso de agua me lo tiró encima del paquete. Lo había hecho a propósito la muy zorra.
- ¡Vaya! Disculpa. Deja que te seque.
Quería caña y se la iba a dar. La agarré del cuello y la empotré contra la pared. Le arranqué el tanga de un tirón y le dije:
- Estás hecha una buena golfa - Y le escupí.
Empecé a masturbarla con dos de mis gruesos dedos mientras nos comíamos la boca. Le metía la lengua y ella me metía la suya. También le gustaba morderme el labio. Yo, en cambio, tenía pensado que me mordiera otra cosa. La hice bajar, colocarse de rodillas y me sacó los calzoncillos. Yo, con un ágil movimiento de pie los lancé lejos. Le puse mi polla, ya dura por aquel morreo tan guarro, en su cara e hice que me comiera los huevos. Los chupaba, mordía y succionaba mientras me miraba a los ojos. Era toda una experta. Escupí en mi polla y restregué el lapo desde el capullo hasta la base con un suave movimiento de mano y, cogiéndola del pelo, le metí mis 16 centímetros en la garganta. Se la saqué y se la volví a meter entera. Así varias veces. También le golpeé las mejillas con ella. Dejé que me la chupara un buen ritmo antes de empezar con la follada de boca. Era la mejor mamada que había recibido nunca. Aquella guarra me babeaba bien la polla. Escupía constantemente en ella para mantenerla bien lubricada. Con una mano me pajeaba y con la otra acariciaba sus tetas. Le gustaba recrearse en mi esponjoso capullo. Cuando consideré que había tenido el tiempo suficiente para disfrutar de mi perfecta y preciosa polla, me la llevé al sofá. Me senté con las piernas abiertas y ella, de rodillas a mi izquierda, agachó la cabeza para beber de mi cipote. Fue entonces cuando la agarré de la nuca y tomé yo el control. No tuve ningún tipo de piedad. Los chapoteos al chocar sus babas contra mis huevos eran constantes. Tosía, tenía arcadas e incluso se le escapó alguna lagrimilla. Hubo un momento en el que la liberé y abrió su boca al máximo para coger aire. Dos finos hilos de babas colgaban de las comisuras de sus labios. Se los arranqué con la mano, le pegué una bofetada y le escupí en el paladar. De vuelta a la acción.
- ¡Chupa guarra! Traga polla.
Si seguía así no tardaría en correrme así que paré y decidí darle un poco de placer a ella. Algo que también se me daba muy bien. Me escurrí del sofá hasta llegar al suelo y la abrí de patas. Su coño había quedado expuesto. No me lo pensé. Hundí mi cara en él y empecé a babearlo y a chuparlo. Ella me acariciaba el pelo pero sin llegar a presionar. Seguro que su marido no le comía el coño como lo estaba devorando yo. No dejaba de gemir. Cuando lo tuvo bien mojadito, me estiré boca arriba con mi polla apuntando al cielo. No me apetecía trabajar más así que le indiqué que me cabalgara el nabo.
Voy a por un condón - Comentó.
Ni se te ocurra. A pelo - Sentencié.
Ella dudó pero estaba tan cachonda que no tardó en subirse a mi polla. La cogió con una mano y se la metió ella solita en el coño. Empezó a botar y con ella sus tetas y su culo. Que espectáculo. Yo recosté mis brazos detrás de mi cabeza y decidí disfrutarlo. Ella apoyaba sus manos en mis firmes y fuertes pectorales.
- Que bueno estás joder... - Susurró.
Sus tetas se balanceaban delante de mí. Me estaban volviendo loco. Las agarré con las manos y las empecé a acariciar y estrujar. Bajé y la agarré de la cintura para follármela mejor. Empecé a meterle la polla bien fuerte. Dándole estocadas. En una de estas, Maxine tuvo un orgasmo y me empapó toda la polla de flujo. La muy viciosa se había corrido mientras me la follaba. Yo no tardaría en hacerlo. Quería preñarle el coño. Estábamos tan cachondos que ni nos dimos cuenta de que ya no estábamos solos.
- ¡Mamá! ¿Pero qué estás haciendo? - Gritó Carol sorprendida.
Carol, mi vecina e hija de la mujer a la que me estaba follando, nos había pillado de pleno con las manos en la masa. Menudo marrón. Pero nada más lejos de la realidad. Continuó:
Me prometiste que me esperarías para follárnoslo juntas.
Lo siento cariño. No me he podido aguantar.
¿Cómo? No me podía creer lo que estaba pasando. Mi vecina buenorra y la milf de su madre se habían puesto de acuerdo para follar conmigo. No tuve ni tiempo para reaccionar. Carol ya se estaba desnudando. Tiene 24 años. Su pelo es castaño oscuro y lo lleva largo y ondulado. Tiene los ojos marrones de su madre y los labios todavía más carnosos. Un cuerpazo con buenas tetas y culo con el que me había pajeado bastantes veces. Se acercó a mí y apartó a su madre.
- Me toca - Dijo desafiante.
Me puso en pie y yo, agarrándola del culo, la levanté y le clavé mi polla en su coño de golpe. Ella se agarró a mi sudoroso cuerpo cruzando sus brazos tras mi nuca y sus piernas tras mi cintura. Empezamos a besarnos con pasión. Su madre contemplaba la escena mientras se acariciaba su coño húmedo en el sofá. Se estaba tocando mientras me follaba a su hija delante suyo. Menudas degeneradas. Aquello me estaba poniendo enfermo. Le pegué una follada tremenda. Mi polla entraba y salía de su coño a toda velocidad. Sostuve todo su peso con uno de mis fuertes brazos y el otro lo llevé a su coñito. Empecé a acariciarle el clítoris mientras me la seguía follando. Se corrió mirándonos a los ojos y me llenó la mano de flujo vaginal. Se la metí en la boca e hice que me la dejara bien limpia. La lancé contra el sofá con fuerza y yo me coloqué entre ella y su madre. Estaba exhausto pero todavía no me había corrido así que las agarré de la cabeza, me abrí de piernas y les dije:
- A trabajar putitas. Haced que me corra.
Quería que me comiera el culo y la polla a la vez. Carol se encargaría de mi ojete y su madre de mi palpitante polla. Estaba en la gloria. Ese par de guarras sabían lo que se hacían. Carol me chupaba el culo y metía la punta de su húmeda lengua en él mientras la guarra de su madre me comía la polla casi con devoción. Carol sintió celos y abandonó su misión para pelearse por mi polla con su madre. Una a cada lado, empezaron a chuparla con ansia. Era lógico. Era la mejor polla que habían visto y verían en su vida. En realidad, acababan de follar con el mejor tío con el que follarían en toda su vida. Mientras una se tragaba el glande la otra jugueteaba con mis huevos y al revés.
- ¿Os gusta mi polla eh?
Ni siquiera eran capaces de contestarme. Les tiré fuerte del pelo y les indiqué que abrieran la boca. Les escupí a las dos y les dije:
Os he hablado zorras. Contestad.
Nos encanta tu polla Iván - Dijo Carol.
Es perfecta. Como su dueño - Dijo su madre.
Y continuaron con la mamada. Había empezado mi día con una mamada y lo terminaba con otra, pero esta vez doble. Hubo un momento en el que, una a cada lado, ascendieron con sus lenguas desde mis gordos huevos hasta la punta de mi capullo donde se quedaron mirando. De repente, juntaron sus bocas alrededor de él y se dieron un morreo.
- ¡Ostia puta! - Pensé.
Una descarga recorrió todo mi cuerpo, cerré los ojos, tumbé la cabeza hacia atrás y me corrí. A pesar de ser la tercera corrida del día, pringué bien de semen la boca y las tetas de ese par de guarras viciosas.
Las muy cerdas se estaban relamiendo jugando con mi semen en sus bocas. Suspiré. Aquel era el precio a "pagar" por estar increíblemente bueno y follar tan bien. Así era mi vida. La vida del León del Sexo.