El Legado de Manuel Ocaña (7 de 7)
Luciana acude a la cita y luego es esclavizada.
Efectivamente una semana después se encontraban nuevamente en la recepción del Hotel Velásquez.
-Firmaremos los papeles y te daré la segunda cuota en mi casa. Allí tengo todo.-
-¿Tendré también que desnudarme y dejarme coger?-
-Sería una buena manera de agradecer mis buenos oficios para que consiguieras esa beca.-
-Ocurre que no quiero que piense que soy una puta.-
-De ninguna manera pienso eso. Después de hoy no te citaré más en este hotel ni en otro lugar.-
Confiada Luciana subió al auto de Juan y se dirigieron a su residencia. Allí los recibió Pilar, vestida muy formalmente como ayudante del dueño de casa.
Luego de firmar los documentos (falsos) y entregar los cinco mil euros restantes, Pilar sirvió el refrigerio. Luciana bebió una gaseosa, previamente adulterada por Pilar, sin sospechar lo que contenía. Poco después Juan le propuso que se dirigieran al dormitorio. Luciana accedió. Cinco mil por un polvo, nuevamente, era un buen negocio.
Se desnudaron y se metieron en la cama. Lucianacomenzó a sentir un mareo bastante intenso y mientras estaban con caricias y magreos se quedó irremediablemente dormida. Juan esperó algo más de media hora antes de llamar a Pilar.
-Ya está completamente dormida. Vamos a llevarla a una celda.-
La pusieron boca abajo y le esposaron las muñecas en la espalda. Luego otras esposas en los tobillos que le impedían caminar y finalmente un collar metálico se cerró sobre su cuello. Entre ambos la cargaron y fueron hasta la sala de castigos dónde se encontraba una de las celdas. La depositaron en el suelo, le unieron su collar a una cadena fija en la pared y la cubrieron con una manta. Se retiraron cerrando la puerta de la celda.
-Mi Señor, Luciana tiene un cuerpo hermoso, creo que gozará usándolo. Además es muy joven. ¿Cuántos años tiene?-
-Veinte años. ¿Has visto lo firmes que son sus tetas y su culo?-
-Sí y he observado que posiblemente nunca haya sido sodomizada. Tiene el ano muy cerrado.-
-No le he preguntado al respecto, pero es posible. Por la manera de coger, creo que no ha tenido relaciones muchas veces. Te encargarás de depilarle el pubis cuando despierte y ponerla al tanto de lo que pienso hacer con ella.-
-Lo que usted indique, Mi Señor.-
Tres horas más tarde Pilar, que estaba atenta a lo ocurría en la sala de castigos, escuchó algunos gritos. Luciana se había despertado. Se dirigió hacia allí-
Luciana había intentado moverse pero las restricciones se lo impedían. Apenas vio a Pilar la increpó:
-¿Qué pasa? ¿Por qué me han traído aquí? ¿Dónde está Juan?-
-Juan me ha indicado que depile el pubis. Luego él vendrá a darte otras explicaciones.-
-¿Por qué depilarme el pubis? Yo solamente lo tengo recortado, no depilado totalmente.-
-Lo lamento, es una orden de Mi Señor y no dejaré de cumplirla. Ponte boca arriba y separa las piernas para que te afeite.-
-¡No permitiré que me hagan nada! Además ni siquiera puedo separar las piernas por los grilletes de mis tobillos.-
-No estás en condiciones de no permitir. Te aconsejo que me facilites depilarte. Te sacaré las esposas de los tobillos para poder depilarte mejor. Si Juan se entera que te resistes a una orden de él, creo que se enojará.-
-¡Pues que se enoje!-
-¿Sabes cómo duele el látigo cuando golpea en las tetas o el culo? Si Juan se enoja sabrás lo que es un castigo de verdad.-
-¿Pero qué es esto? ¿Me han secuestrado?-
-Sí y Mi Señor quiere que seas su esclava.-
Luciana quiso incorporarse pero olvidó la cadena de su cuello.
-Luciana, no tienes la más mínima posibilidad de escapar. Serás la esclava de Mi Señor mientras él desee. Deja depilarte o tendré que llamarlo y él te convencerá a fuerza de azotes.-
Luciana no pudo contener las lágrimas y una vez finalizada la afeitada de su pubis, Pilar le acercó unos de los libros que ella tenía. Era justamente “Esclavitud y Sumisión” de Luis Antonio Saladillo Gómez.
-Lee este libro y allí aprenderás cómo debe comportarse una esclava, qué se espera de ella y cómo someterse al amo.-
-¡Me han engañado! ¡Suéltenme!-
-Luciana, entiendo que no entiendas tu condición, pero asimílala pronto. Te evitará castigos innecesarios. Me quitaré la ropa para que me veas desnuda, y observes las marcas que Mi Señor deja periódicamente en mi cuerpo para que no olvide mi condición de esclava. En esta casa hay dos esclavas más y con tu incorporación, seremos cuatro. Las cuatro para servir a Mi Señor, darle placer y estar siempre a su disposición, ofreciendo nuestros cuerpos para que lo use como le plazca.-
-Pero es terrible. ¿Asumes tu condición de esclava sin rebelarte, permites que te castigue como algo natural para que no olvides tu condición de esclava?-
-Así es Luciana. Verás que muy pronto te acostumbrarás tanto a servir al Señor Juan como a recibir los castigos que él decida que deba aplicarte y le agradecerás que te eduque como esclava. Ahora lee el libro que te dejé. Calculo que antes de una hora Mi Señor vendrá a buscarte para gozar de tu cuerpo.-
Pasó algo más de una hora antes que Juan se hiciera presente en el lugar.
-¿Sabes que serás mi esclava hasta que yo lo decida?-
-Señor, ese no era el trato. Déjeme salir.-
-Efectivamente ese no era el trato pero he decidido esclavizarte, tenerte para mi propio placer y poder gozar de todas y cada una de las partes de tu cuerpo, ya sea cogiéndote o torturándote si me place. Ahora recibirás diez azotes en el culo con la fusta. Serán no todo lo fuerte que puedo descargar sobre tu trasero porque será la primera vez. Ya recibirás el toque del látigo en las tetas.-
Luciana estaba desconcertada y temerosa. Juan la condujo a un caballete y la inclinó sobre el mismo, fijando con cuerdas sus tobillos y muñecas. El hermoso culo, redondo, blanco de Luciana estaba a disposición. La fusta golpeó el culo de la muchacha las diez veces prometidas y otros tantos gemidos lastimeros partieron de su garganta. Era la primera vez que se encontraba en semejante situación.
Juan observó las marcas en los cachetes dela muchacha. Hermosas marcas. Separó ligeramente los glúteos y observó el ano. Decidió que lo abriría en ese mismo momento. Se lubricó un dedo con vaselina y lo introdujo en el agujero. Luciana solo atinó a decir: -sáqueme el dedo del culo.-
Juan no respondió y comenzó a introducir otro dedo más para dilatar aun más el agujero. La muchacha repetía una y otra vez. “No, no, no”. Cuando consideró que estaba suficientemente agrandado, sacó su pija y apoyando el glande comenzó a empujar.
-¡No! ¡Por el culo no! ¡Por el culo no! ¡Me duele!-
-Lamento chiquilla, pero tienes un culo hermoso y quiero estrenarlo. Cállate o tendré que amordazarte.-
Luciana guardó silencio mientras apretaba los dientes y una lágrima corría por su mejilla. Se sentía impotente y a merced de este hombre. Juan continuó el movimiento lentamente, sin apuro hasta que finalmente se corrió dentro de del culo de Luciana. Mientras tanto ella sufría la sodomización con resignación. Comprendió que le era imposible evitarlo.
-Tienes un agujero apretado que es una delicia penetrarlo. Creo que lo usaré a menudo. ¿Has leído el libro que dejó Pilar?-
-He leído algo. No quiero ser su esclava ni someterme.-
-No serás ni la primera ni la última mujer esclava que se someta voluntariamente o no a los caprichos de los hombres. Creo que cuanto antes comprendas tu situación, cuanto antes te sometas a mi voluntad y adoptes una actitud verdaderamente de sumisa, te evitarás algunos disgustos. Creo que Pilar te ha mostrado su cuerpo y las marcas de látigo que luce orgullosa. Tú deberás también estar orgullosa que yo te castigue y me ocupe de tu educación como esclava.-
Comenzó a desatarla y una vez que se incorporó de la incómoda posición en que estaba, Juan pudo observar el rostro lloroso de Luciana.
-¿Por qué lloras? ¿Tanto te ha dolido la cogida por el culo?-
-No solamente me dolió mucho la penetrada por el culo sino también pensando que no tengo alternativa, se seré una esclava y una puta.-
-¿Qué tiene de malo ser una esclava? Pregúntale a Pilar, Julieta o Noralí. Ellas se han acostumbrado a su esclavitud y gozan con su situación.-
-Pilar me ha hablado de eso y de la conveniencia que me adapte lo más pronto posible, pero me resisto a ser un pedazo de carne.-
-No eres ni un pedazo de carne ni una puta. Eres una esclava. Cálmate y ve con Pilar que estará haciendo alguna de las cosas de la casa. Ayúdale y pídele que te cuente cosas y costumbres de vivir aquí.-
-¿Deberé permanecer siempre desnuda?-
-Así puedes lucir tu cuerpo y las marcas sobre el mismo. Por lo menos por un tiempo estarás así. Tienes un cuerpo hermoso, unas tetas firmes que es una delicia admirar y un culito redondo, ahora adornado con esas rayas rojas. Esta noche usaré tu concha por lo que la quiero hasta perfumada. Veremos si te portas tan bien como la primera vez que te cogí.-
Luciana abandonó el lugar en silencio. ¿Qué podía decir? Estaba un poco deprimida y con dolor en el culo por los azotes y la dilatación a la cual fue sometido se agujero. Se reunió con las otras tres esclavas que comenzaron a consolarla y darle consejos de cómo debía comportarse como esclava. Pilar fue la que le dio más indicaciones.
-“Deberás estar siempre dispuesta a ofrecer tu cuerpo ya sea para ser cogida, hacer una mamada o recibir un castigo”-
-“Saladillo Gómez da algunas indicaciones muy precisas de las obligaciones de la esclava, pero la primera regla en aceptar su sumisión total al amo”-
-“Nosotras tres te podremos ayudar en algo pero siempre es Mi Señor el que decide qué debe hacer cada una de nosotras, a quién quiere cogerse o a quién quiere castigar.”-
Pilar continuó con los consejos que Luciana trataba de asimilar pero al mismo tiempo quería rebelarse. No aceptaba ser sometida a la voluntad de Juan.
Dos días más tarde Juan decidió que debía castigar a Luciana en su parte delantera. Tanto el pubis como las tetas no había recibido aun la visita del látigo y las marcas que quedarían sobre la piel blanca era una de las cosas que más excitaba a Juan. La condujo a la sala de castigos.
La muchacha, si bien no sabía exactamente qué pasaría, presintió que algo malo para ella se aproximaba. Juan la ató prolijamente con la espalda pegada a una columna, quedando inmovilizada y con las piernas separadas Juan tomó un látigo de cuero trenzado, uno de los más dolorosos de los que poseía.
-No quiero oír gemidos, quejas o súplicas. Permanecerás callada mientras te castigo.-
Luciana apretó los dientes. Sabía que debía contenerse porque en caso contrario el castigo podría más fuerte. Tensó su cuerpo esperando el azote. El látigo silbó en el aire y le tomó el pubis unos diez centímetros debajo del ombligo. Nunca imaginó que podía doler tanto. Bajó su cabeza y vio cómo la marca se volvía más roja y comenzaba a formarse un cordón que cruzaba todo su vientre. Unas lágrimas escaparon de sus ojos.
El segundo fue en la cintura. El efecto fue casi el mismo. Oyó nuevamente el silbido del látigo pero esta vez dieron directamente sobre las tetas. Esta vez no pudo evitar un grito de dolor.
-Te he dicho que te quedaras callada. ¿Quieres que agregue algunos azotes más a los que tenía pensado darte?-
-Perdón. Le pido perdón. Me dolió mucho el golpe en las tetas y no me pude contener. ¡Perdóneme!-
-Por esta vez te perdono, pero si te ordeno quedarte callada, debes obedecer.-
-Sí amo, no volverá a suceder.-
Juan estaba satisfecho. Las respuestas de Luciana eran las correctas y no le sorprendió haber escuchado el quejido. Sabía que era un castigo duro y la muchacha estaba dando sus primeros pasos como sumisa. Observó su cuerpo. Tres rayas notablemente rojas que resultaban en la piel muy blanca de Luciana y esos cordones que se habían formado, adornaban de manera casi perfecta el cuerpo de la muchacha.
Levantó nuevamente el látigo. Lo dirigió a la entrepiernas, que estando separadas, alcanzarían los labios vaginales. Efectivamente allí golpearon. Luciana permaneció callada pero en su rostro se reflejó el dolor. Las lágrimas brotaban de sus ojos y dejó escapar un tenue gemido.
Se sucedieron los azotes hasta llegar al número de veinte. Todas las marcas eran muy notables y cubrían prácticamente desde arriba de las tetas hastala concha. Se congratuló a sí mismo. Era uno de los mejores castigos que había inflingido. Admiró el cuerpo y se dispuso a pasar sus dedos sobre la piel, ahora marcada.
Había sido un castigo duro, pero Juan recordaba las recomendaciones de Pilar. “Mi señor debe comenzar castigándola fuerte para que se someta a su voluntad y no ponga en duda su autoridad” y aquello de “el látigo hace milagros”.
Dejó a su nueva esclava atada como estaba por espacio de una hora. Cuando regresó a la sala y luego de desatarla, le ordenó que le hiciera una mamada.
-Quiero una buena mamada y que la leche que salga te la tragues. Ese será todo tu alimento de este día.-
Todavía no había hecho una mamada tragándose el semen. Le pareció algo asqueroso pero no estaba en condiciones de rebelarse Se arrodilló frente a Juan, le bajó el cierre del pantalón y liberó la polla que se puso enla boca. Hizo su mayor esfuerzo por satisfacerlo. El castigo que acababa de recibir era demasiado fuerte como para que Juan se enojara con ella y decidiera darle un escarmiento.
Su lengua pasaba una y otra vez sobre el glande mientras sus labios apretados alrededor del miembro friccionaban el cuerpo de la pija. Ella misma se sorprendió de lo que estaba haciendo, Creía que lo hacía bien, como una experta. Mientras tanto Juan estaba satisfecho del comportamiento de su esclava. Poco después el semen llenaba la boca de Luciana que se apuró a tragarlo. Le indicó que a partir de ese momento comenzara con las tareas de la casa que le había asignado Pilar.
Juan se sorprendió de la poca resistencia que opuso Luciana a someterse como esclava. Indudablemente Pilar había tenido razón una vez más: El látigo hace milagros y no era difícil encontrar una joven que se sometiera a la esclavitud sin mucho esfuerzo. También valoró el consejo de Pilar de comenzar siendo duro con ella.
Luego dos meses Luciana había borrado cualquier pensamiento de liberarse de su esclavitud. Aceptaba tal condición de manera natural, tal como lo hacían sus tres compañeras y pidió reiteradamente consejo a Julieta todo lo relativo al sexo, aprovechando su experiencia como puta.
Juan Consideró que tener cuatro esclavas a su disposición era suficiente. Estaba orgulloso que una de ellas había sido producto exclusivamente de su habilidad para esclavizarla. Era muy joven, tenía un hermoso cuerpo y se había sometido en tiempo record. Por confidencias de Pilar, ninguna de las esclavas pensaba siquiera en dejar dicha condición y ella misma había sugerido la compra de algún libro extra de sometimiento de esclavas y videos relacionados con el tema para así reafirmar la sumisión de todas ellas.
Todas recibían una vez a la semana un castigo, que Pilar llamaba de “mantenimiento de la condición de esclava”. Sin duda Manuel Ocaña había sabido elegir muy bien a quién dejar el legado tanto humano como pecuniario de sus bienes.
Juan consideró que podía ser tiempo de mostrar a sus amigos sus posesiones. Daría una fiesta, con no más de diez asistentes y presentaría a sus cuatro esclavas que cedería durante la fiesta para que hicieran uso de sus cuerpos.
FIN