El legado de la abuela III

Les pido disculpas por el tiempo trascurrido para continuar con las memorias de la abuela, pero tuve que presentar un examen el cual me insumió mucho tiempo. Aquí va.

III

El día que recibí los cuadernos con las memorias de mi abuela, comencé a leerlos luego de revisar lo que contenía el cofre, primero baje a comer con mis padres y después les dije que me encerraría en mi habitación, por que quería revisar los folletos de las diferentes facultades, ya que habiendo terminado el año lectivo, yo todavía no había decidido que carrera seguir, hice algunos seminarios cortos para saber cual era mi vocación, cuyos resultados arrojaron que tenia inclinación hacia el arte o las letras, cosa que no llegó a convencer mucho, en especial a mi padre que quería que fuera abogada como él, pedí que por favor no me molesten, les pareció estupenda la idea, por que estaban preocupados por mi indecisión.

No dormí toda la noche leyéndolos de un tirón, quedé fascinada, en especial con los relatos de su experiencia sexual, que las describía sin pudor, ni censura. La abuela siempre fue muy discreta, jamas comentó nada de lo que hablamos y escuchaba todo lo que le contaba sin criticar absolutamente nada, a lo sumó me daba su parecer, diciendo como hubiera actuado si se trataba de ella, tampoco me daba consejos directamente, me contaba algún echo parecido al que le estaba exponiendo y como se había solucionado.


En medio de la confusión por lo que estaba sintiendo, Eli salió de lo más campante del cuarto de baño, envuelta en una toalla preguntando... “¿Qué me querías decir?... Trate de recobrar la compostura, pero sentí que me puse colorada hasta la punta de mis cabellos y el cosquilleo que tenia en mis partes intimas, aun estaba allí, lo único que se me ocurrió decirle en ese momento era, que me tocaba a mi darme un baño. Apenas abrí la llave de la ducha, Eli como de costumbre entró detrás mio y me comentó cual era su plan para el momento en que Darío visitara a Juanita en su dormitorio.

La parte destinada al personal de servicio de la casa quedaba en la planta baja, justo debajo del dormitorio que ocupábamos nosotras. Siguiendo el plan de Eli, luego de cenar y de que Pancha (la abuela de Juanita) se retirara de la casa para ir a cuidar a su pariente, dimos las buenas noches y poniendo de pretexto, que a pesar de que me sentía mucho mejor, nos retiraríamos más temprano con Eli a reposar, en vez de quedarnos en la biblioteca a escuchar musica por la radio, como lo hacíamos toda las noches antes de irnos a dormir.

Una vez que escuchamos que Na Mecha y Gudrun se retiraron a sus respectivas habitaciones, bajamos por la el enramado que sostenía la enredadera, fuimos hasta la parte de atrás de la cochera a traer la escalera que por la tarde la dejaron allí los dos tortolitos, la llevamos a un pasillo que permite ir del frente de la casa, fondo al fondo de la misma, al cual da una claraboya bastante elevada que permite que entre luz natural a la habitación de Juanita y su abuela, recostamos la escalera como para poder asomarnos y ver dentro del citado dormitorio y esperar la llegada de Darío, que indefectiblemente debería entrar por la antigua cochera, ya que Ña Mecha le había entregado la llave de la misma, para que ingresara por allí a la casa por las noches, a la salida de su estudio de abogacía. Primero subí yo y detrás mio Eli, que se coloco a mi espalda, en el mismo peldaño que estaba parada, para quedar de esa forma las dos a la misma altura. Tímidamente nos asomamos al tragaluz para observar y vimos a Juanita ya con su ropa de dormir puesta, sentada al borde de la cama peinando su ensortijada y renegrida cabellera, la cual llevaba suelta (ya que desato sus trenzas), llegando la misma por debajo de su cintura, luego se levanto y buscó una pañoleta roja muy fina, con la cual cubrió el velador ubicado al lado de su cama, dejando en semi penumbra la habitación, creando un efecto de luz rojiza que a pesar de que era muy tenue, dejaba distinguir perfectamente todos los detalles. No pasó mucho rato cuando Juanita se levantó y abrió la puerta, por la que ingresó Darío. Desde el sitio que ocupábamos no se escuchaba lo que hablan dentro de la habitación, Eli abrió lentamente el tragaluz que se levantaba como un balancín, tratando de que no haga ruido.

Darío abrazo a la muchacha y atrapó con su boca la de Juanita, como si en ello le fuera la vida, no se escuchaba nada más que el chasquido de los besos que se daban, a continuación, sin dejar de besarla, el varón, tomando del borde el camisón, lo saco por sobre la cabeza de la chica, la cual para ayudarlo levanto los brazos, quedando totalmente desnuda en un solo movimiento, ella no llevaba ropa interior alguna. Nuevamente me fijé en las formas de Juanita, si ella era menuda y mas bien delgada, sus senos me parecían un poco grandes para el resto de su anatomía, su cintura estrecha, su espalda terminaba formando una curva, para dar cabida a unos glúteos redondeados, formando así un un cuerpo, pequeño, pero muy armonioso.

Darío la levantó en brazos y la depositó tiernamente el la cama, continuó besándola, por todo el cuerpo, por el cuello, dándole especial cuidado a sus pechos, bajando con su boca dando pequeños besos y lamiendo cada centímetro de la morena piel de Juanita, llego al vientre y siguió bajando con sus labios, con una mano jugaba con el bello púbico de la chica y con la otra le sobaba los pechos, llego un momento en que ella separó las piernas y él sumergío su rostro entre las mismas, Juanita encorvó la espalda levantando la pelvis y enviando para atrás su cabeza, dejando escapar de nuevo el mismo gemido que escuchamos por la tarde.

Yo miraba asombrada y sumamente extrañada todo lo que pasaba, fue la primera vez que vi algo así, tal era mi curiosidad, que le pregunté al oído a Eli que estaba haciendo el muchacho, ella me contestó... “Le está chupando”... mas confundida quedé y le repregunté... “¿Qué es lo que le esta chupando?”.. por que lo que yo veía, era que Juanita le tomaba de la cabeza a Darío y la apretaba entre sus piernas mientras movía sus caderas de atrás para adelante, Eli me contestó... “Shiiiii.. guarda silencio y mira, después te explico”... Nuevamente vi que la chica convulsionaba y dejaba escapar de lo más profundo de su pecho los mismos quejidos que horas antes habíamos escuchado.

Darío se levanto y se sacó la camisa que llevaba puesta, mientras que Juanita se arrodillo en la cama, le desprendió el cinto que sostenía sus pantalones, luego desabrocho la bragueta y los bajo hasta el tobillo, quedando en ropa interior, ella también le comenzó a besar el pecho y fue bajando con sus besos, mientras le iba despojando de su ropa interior, hasta que quedó a nuestra vista, en todo su esplendor, totalmente erecto, el miembro viril del hombre. Yo quede con la boca abierta, nunca en mi vida ví algo semejante, mientras que Juanita también abría la suya, pero para introducir el descomunal trozo de carne en ella, yo no salia de mi asombro, jamas vi a un hobre desnudo, no podía concebir que una mujer tan pequeña fuera capaz de tragar semejante instrumento sin atragantarse, sin embargo Juanita tomándolo con ambas manos la fue metiendo por su boca hasta casi hacerlo desaparecer dentro de ella, volviendo a sacarla para repetir de nuevo la misma operación. Era evidente que al hombre le producía un enorme placer, ya en perfecta sincronía los dos amentes se movían, él empujando y ella introduciendo lo más profundo posible en su garganta, Darío lo único que podía articular era unos sonidos parecidos a un inflador... “iiiiishhhhh... aaaaaaa.... iiiiisshhhh … aaaaaa” … decía, hasta que de pronto salió de su garganta una especie de gruñido, algo así como.... Aaaa... AAAaaaa... y un .. AAAAAAAAAA!!! mucho mas largo y ronco, vi como de la comisura de la boca de Juanita se escapaba una sustancia viscosa y medio lechosa, mientras que esta movía su mano rápidamente, rodeando con los dedos el apéndice desde la punta a la base, hasta que Darío cayo de espaldas en la cama, aun allí continuó masajeandolo pero de manera mucho más parsimoniosa, para después lamerlo de cabo a rabo, como si fuera un rico helado.


Los cuadernos de la abuela, como les conté más arriba, están numerados y en ellos relataba su vida cronológicamente, desde que tubo uso de razón, hasta dos décadas de haber enviudado, siendo aun muy joven y estando embarazada de mi mamá, al abuelo lo asesinaron sin que se haya enterado de que iba a ser papá (la historia del noviazgo y casamiento de ambos también es increíblemente apasionante, más adelante les voy a relatar aqui parte de ella). Volviendo a la experiencia que vivió la abuela aquella noche, yo la voy entresacando de sus memorias, de acuerdo a un criterio personal, hay algunos términos y acontecimientos que los modifico un poco, para hacerlos mas actuales, pero en esencia, no quito ni agrego nada del manuscrito original. Les comente que cuando cayeron en mis manos los citados cuadernos, no dormí toda la noche y los leí de un tirón, pero también me ocurrieron cosas, que paso a relatarlas.

La noche era muy calurosa, como casi todas las noches de verano en mi país, a medida que literalmente devoraba los cuadernos sin poder dejar de leerlos, a pesar de que estaba prendido el acondicionador de aire y yo llevaba puesta muy poca ropa, comencé a sentir que me invadía un calor, desde dentro mi cuerpo y que brotaba por toda mi piel. Tuve que parar de leer, empuje hacia mis pies, la en otro momento fresca sabana, me quité la remera supuestamente de fresco algodón que uso para dormir, toque mis pechos sintiendo lo duro que estaban mis pezones, me puse boca abajo, metí mi mano entre mi bombachita, separé mis muslos, y comencé a acariciar con mi mano derecha mi conchita, que estaba súper mojada, con la mano izquierda me apretaba las tetas, hasta que tuve un orgasmo fenomenal, eso me tranquilizo algo, pero a medida que continué con la lectura me tuve que masturbar de nuevo, por los memos otras cinco veces más.

Hasta aquí les hago esta entrega, en la próxima termino de contarles los acontecimientos que siguieron durante la visita de Darío al cuarto de Juanita... Besos