El legado de la abuela II
Esta segunda parte también ya la envié, aquí comienzo a transcribir las memoria en sí de mi abuela, entresaque las partes que me parecieron les iban a gustar más a los lectores de "Todo Relatos"
II
Al abrir la caja de la abuela, estaba llena de sus recuerdos mas preciados, medallas, algunas joyas, una placa de bronce que que tenía la leyenda “Para la primea mujer del país en pilotear un avión de acrobacia”. Un libro de poemas con una rosa seca dentro. Revisando el cofre de los recuerdos encontré fotos, todas tenían escritas al dorso, de donde fueron tomadas, quienes estaban en ella, la fecha y una corta explicación, fotos de su infancia (que la pasó en Europa), de su adolescencia, con su adorada amiga Elisia, ella montando a caballo, cuando ya era una mujer, al lado de un aeroplano, con mi abuelo (al cual no llegue a conocer), los dos sonrientes, con sus uniformes de revolucionarios, con sus fusiles colgados del hombro y los cinturones con balas al rededor de sus cinturas, frente a unas carpas que evidentemente era un campamento, en el dorso de esa foto, se veía la leyenda, “Con mi adorado Antonio, tres días antes que cruzara el río Paraná, el día que lo vi por última vez” 3/3/60. Mi abuelo desapareció en esa incursión, al enfrentarse al los soldados del gobierno, algunos camaradas que sobrevivieron a esa epopeya, contaron que fue tomado prisionero, herido por una granada, pero aun con vida, nunca se supo que suerte corrió, sus restos nunca fueron encontrado, por su parte, mi abuela, por muchos años no pudo ingresar al país, por que si lo hacia, seria inmediatamente apresada por subversión.
Lo que mas me llamó la atención, fueron los nueve cuadernos de tapa dura, de unas cien hojas cada uno, atados juntos con una cinta roja, marcados con números romano en la tapa del I al IX, abrí el primero de ellos, en la primera hoja, escrita con una caligrafía impecablemente hermosa, decía: “Las memorias íntimas de Alicia …” Lo volví a cerrar y me quedé pensando... “Dios mio, la abuela me dejó su legado más preciado”... no pude contener las lágrimas, no por el dolor que me produjo su partida, si no por la emoción, ya que unos días antes de que ella falleciera (aparentemente ni siquiera estaba enferma), me llamó a su habitación y me dijo... “Cuando me llegue la hora de partir, no quiero que te pongas triste”... y agrego... “Viví intensamente, amé y fui amada por el hombre elegido por mi y que me eligió”... continuó diciendo... “Tuve las más grandes experiencia que una mujer de mi época se puede imaginar, mis más queridos recuerdos los llevo en el corazón, quiero traspasarte mis vivencias, que te va a servir para toda tu vida”. Le pregunté si por qué me decía esa cosas, que me asustaba mucho, ella me contestó.. “La muerte es parte de la vida, mi vida la viví plenamente, sin ningún regateo, yo seguiré viviendo en ti y tus recuerdos” …
Extractado del primer cuaderno de las “Memorias Intimas de Alicia”
Era la primera vez que viajaba a la capital sola, sin compañía de un adulto, mamá me acompaño hasta la estación, dejándome a cargo del inspector principal del tren, un hombre bonachón de prominente estomago, que era como de la familia, ya que tantas veces hicimos el mismo viaje. Siempre me llamó la atención y me parecía sumamente pintoresco, que en cada estación donde se detenía el tren, las vendedoras ambulante se acercaban a las ventanillas de los vagones a ofrecer diversos tipos de productos, desde frutas, pasando por pequeñas porciones de toda clase de comida, aves, nonos, todo tipo de pequeños animales silvestres, los productos más inverosímiles , contrastando diametralmente con las estaciones europeas, que eran sumamente ordenadas y circunspectas. Cuando el inspector tocaba el silbato para que el tren continué su marcha, lo primero que hacia, era subir a verificar que todo esté en orden con migo.
Al llegar a la estación central de la capital, me estaban esperando la señora Mercedes con su ayudante, ama de llaves, dama de compañía, administradora y otra serie de funciones que cumplía Gudrun, una alemana regordeta a quien la conocimos con mamá cuando vinimos a ver la “Pensión de señoritas” que regenteaba Ña Mecha, donde viviría hasta terminar el colegio secundario (muy exclusivo), al cual me inscribieron muy padres.
En la calle nos esperaba un taxi que nos llevo hasta la señorial casona, con reminiscencia de la arquitectura neoclásica francesa, de dos plantas, en la planta baja, un gran salón con pisos y chimenea de mármol, dos escaleras que subían a la planta alta, cada una, a dos alas separadas por un patio interior, el el ala derecha, los aposentos de la señora y de Gudrun y la otra ala, los dormitorios y el sanitario para las chicas, todo se notaba que fue echo con mucho esmero y lo más lujoso posible, siempre conservando el estilo, pero todo en escala más reducida que en los residencias europeas.
Cuando estábamos a punto de subir a que me ubiquen en mi cuarto, llegó otra chica, de mi misma edad, alta como yo, de piel tan blanca, que parecía trasparente, su cabellera rojiza, pronunciaba mucho mas la blancura de su piel y el verde esmeralda de sus ojos hacían que fuera una de las niñas más hermosa que haya visto en mi vida. Congeniamos al instante con Eli (Elisia), resulto que iríamos al mismo colegio y además seríamos compañeras de curso. Finalmente todo el tiempo que estuvimos en la casa fuimos las dos únicas chicas que vivimos allí.
En esta parte del relato, la abuela describe como era su nuevo colegio (hasta la fecha continúa y es mismo al cual yo fui toda mi vida), quienes era sus compañeras, sus profesoras, las monjas, como se llamaban y que nombre les ponían las chicas, todo eso voy a obviar y continuo con la parte que me pareció más interesante.
Ese día como todos los viernes, las dos ultimas horas, a nuestro curso le tocaba clase de gimnasia, todas las chicas bajamos para el ensayo de la “Demostración Gimnástica anual para los padres” que consistía en formarnos en el patio y hacer una serie de ejercicios con distintos elementos, lo más sincronizado posible, lo cual parecía que nunca lo lograríamos. Eli se quedó un poco retrasada en el aula, buscando algo entre sus cuadernos, cuando ya estábamos por formarnos, la vi llegar con su sonrisa picara, tan conocida por mí, cuando se disponía a hacer alguna travesura y me dijo... “decí que te sentís mal, que tenés ganas de devolver” y agregó.. “nos vamos para la casa”.. . Todos los viernes después de terminar las dos horas de gimnasia, unas cuantas compañeras, a la salida del colegio, subíamos a un tranvía que pasaba frente al mismo e íbamos a una confitería del centro, en verano a tomar helado y en invierno chocolate caliente. Eli tenia un poder especial sobre mí para que la siga en todas las travesuras que se le ocurría, en esta ocasión no fue la excepción, levanto la mano diciendo.. “Profe.. profe.. Ali se siente mal” la profesora pregunto, que me paraba y Eli le dijo lo que supuestamente lo me ocurría, llamaron a la preceptora, la cual vino al instante, diciendo... “Ay.. ay.. ay.. qué les pasa a mis jirafitas preferidas” nos llamaba así por que las dos eramos las más altas de todo el colegio y ella muy menuda, tanto que las chicas la re-bautizaron “Sor Medio Metro”. Hicimos todo el teatro de mi enfermedad, que al final llamaron por teléfono a la casa y Ña Mecha envió a Don Taní a que nos busque.
Voy a explicar brevemente quienes son algunos personaje de los cuales habla mi abuela, relacionados a la casa en donde vivía. Don Taní, era el antiguo chofer de Ña Mecha (la dueña de casa), al cual, cuando salió de de estar a su servicio, le regalo el auto que era de su difunto esposo, como compensación. Este vehículo fue transformado en taxi y las personas de la casa lo llamaban cada vez que necesitaban se transportadas a algún lugar. Pancha era la anciana cocinera que trabajó toda la vida para Ña Mecha, su nieta Juanita una muchacha de unos vente y tantos años era la mucama, Darío era el nieto de Don Taní y estudiante de Derecho, la dueña de casa se encargaba de pagarle los estudios y él a cambio mantenía el jardín, la limpieza del patio y otros arreglos que se necesitaba, finalmente Gudrun, la alemana, que no nació en Alemania, si no en una colonia de alemanes del norte del país, era la que se ocupaba de las compras, de controlar al servicio domestico, etcétera.
Recién una vez en el taxi le pregunté a Eli cual era su plan, que prefirió irse para la casa, en vez de salir con las compañeras, abriendo uno de sus libros me mostró dos cigarrillos “rubios” (muy escasos en el país, solo habían los importados), en un descuido, los robó a un profesor que nos dio clases más temprano. Cuando llegamos a la casa, Ña Mecha y Gudrun estaba saliendo rumbo a la Iglesia Catedral donde viernes se reunían un grupo de señoras a rezar el rosario. La dueña de casa preguntó si como me sentía, que contesté que mucho mejor y nos dijo que Juanita y la Pancha se quedaban para lo que necesitemos y abordaron al mismo taxi que nos trajo del colegio y partieron. Eli y yo subimos a nuestra habitación, pero Eli antes de dirigirse directamente a la misma, fue corriendo a la de Ña Mecha y volvió con una boquilla larga para cigarrillos, de nácar, con la punta de oro, perteneciente a la señora, que la usaba en la época que era actriz de teatro. Eli me dijo... “Hace rato tenía ganas de hacer esto”... entrando a la habitación que compartíamos, salimos al balcón que da al patio trasero, bajamos por el soporte de madera de una enredadera que llega hasta la planta alta y fuimos a nuestro escondite, que se encontraba en lo alto de un gigantesco y frondoso árbol al final de la propiedad, detrás de lo que alguna vez fuera la cochera, desde la casa era imposible que nos vieran. Subimos al árbol y cada una se coloco en la rama que le correspondía, Eli coloco el cigarrillo en la boquilla y lo prendió, con un gesto de mujer fatal, aspiró una gran bocanada de humo y lo soltó soplando largamente, luego me pasó lo a mí para que proceda con la misma acción, (yo nunca antes había fumado), traté de imitar a Eli y tuve un ataque de tos que casi tire mis pulmones por la boca, estuve a punto de perder la estabilidad y caerme del árbol, Eli por su parte también casi se cae pero de la risa.
Estando en esos menesteres, escuchamos unas voces, de un hombre y una mujer que se acercaban al lugar donde estábamos trepadas, Eli me dijo que nos hiciéramos ruido, entonces nos quedamos calladitas en nuestros respectivos lugares. Eran Juanita y Darío que venían trayendo una escalera, cada uno de un extremo de la misma, la apoyaron por la pared del fondo y cuando Juanita se disponía a volver, Darío la tomo del brazo y dándola vuelta para quedar enfrentados, la tomó de la cintura y apretándola contra él, comenzó a besarla, la chica no opuso ni la más mínima resistencia, al contrario, levantó ambos brazos rodeando con ellos del cuello del varón. Lentamente Darío la fue empujando, hasta que la apoyo contra la pared del costado de la cochera, quedando de esa manera fuera de la vista de cualquiera que mirara desde la casa, lo que no se percataron fue, que Eli y yo desde nuestro privilegiado punto de observación, entre el follaje del árbol, veíamos todo lo que ocurría sin que ellos se dieran cuenta
Juanita era mas bien menuda, de piel muy morena y pelo largo ensortijado, siempre con unas gruesas trenzas que las ataba al rededor de la cabeza, unos enormes ojos renegridos, con largas y curvadas pestañas, una nariz pequeña y respingada, unos labios gruesos y boca mas bien grandes, todos los días usaba un guardapolvo azul marino con cuello blanco, prendido por delante, con botones mismo color al igual que su delantal, solo no usaba ese atuendo, las pocas veces que salia de la casa.
Una vez que Darío la tuvo contra la pared, con un brazo la sujetaba de su estrecha cintura y con la otra mano, acariciaba el cuerpo de la chica, besándola en la boca, la cara, el cuello y con la mano libre procedió a a desatar el delantal y a desprender los botones del guardapolvo. La respiración de Juanita se hacia cada vez más pesada, llegado el momento Darío le desprendió totalmente su ropa, Juanita no usaba corpiño, cosa que el muchacho aprovechó para dejar uno de sus pechos al aire, recuerdo que me llamó la atención la redondez del mismo, me trajo a la mente esas pelotas de goma que usan los niños para jugar, el pezón que yo podía a ver, era mucho más grandes que los mios y que los de Eli, la aureola que lo rodeaba también, eran muy grandes y oscuras. Darío se agacho hasta que su cabeza quedo a la altura de los pechos de Juanita y era evidente que los estaba besando, esta hacia unos ruidos con la boca a medida que respiraba, como unos suaves quejidos. Desde mi lugar no podía ver gran cosa, por que Darío tapaba mi visual con su cuerpo, pero después se puso un poco más de costado y bajando su mano la dirigió hacia las nalgas de la chica y metiéndola por debajo de bombacha, las fue llevando para adelante besándola en la boca (moviendo la cabeza como en circulo), parecía que trataba de distraerla para llegar al objetivo. Y llego, su mano derecha, por debajo de la ropa interior, se movía entre sus piernas, Darío le pidió a Juanita que las separe, ella le obedeció, su respiración se hacia cada vez más pesada y entrecortada, trataba de decir algunas palabras que no las podía articular, balbuceaba... “Ay.. ay.. miiii, viiiidaaa... meee ..vass aaa haceer teeermiinaaarrrrr..” cada ves mas fuerte hasta que llegó un momento que parecía que estaba a punto de darle un ataque y soltando un gemido mucho más fuerte que los demás, pareció que se le aflojaron las piernas, quedando a colgada del cuello de Darío, que la tuvo que atajar de la cintura para que no se caiga. Yo miré todo el desarrollo de la cuestión con la boca abierta y sin el más mínimo ruido, para que no se den cuenta que los estábamos observando desde el frondoso árbol, en un instante giré la cabeza para mirar a mi amiga y la vi que estaba sentada como a caballo (con ambas piernas colgadas a los lados de la rama) moviendo su pelvis de atrás para adelante y viceversa, con una especie de vaivén, frotando su entre pierna contra la rama. Juanita cuando se repuso, se abotonó el guardapolvo se ató el delantal y le dijo al joven.. “No puedo quedarme más tiempo, por que las señoritas ya están el la casa”.. a lo cual Darío respondió en tono de reclamo.. “No me podes dejar de esta manera”.. tomando la mano de Juanita y llevándola hacia la parte delantera de su pantalón, haciendo que toque un bulto que a simple vista se veía desde el lugar donde nos encontrábamos. Juanita le dijo... “No te apresures, que vas a recibir tu premio esta noche, ya que la abuela se va a dormir a lo de una prima que está enferma”... y agregó... “Cuando todos estén acostados, te voy a esperar en mi cuarto”... y dándole un rápido beso al muchacho, de retiro apresuradamente hacia la casa, Darío esperó un instante más y vi como se llevaba los dedos de la mano, con los que le estuvo acariciando a la muchacha, a la altura de su nariz y aspiro profundamente luego se retiró también..
Bajamos con Eli del árbol y presurosamente cruzamos el patio, tomando recaudo para que nadie nos viera desde la cocina, subimos de nuevo por la enredadera y entramos a muestra habitación.
Cuando llegue a la casa y conocí a Eli, al instante nos dimos cuenta que había una conexión especial entre las dos, ni ella ni yo teníamos hermanas, ella era hija única y yo dos hermanos menores. A cada una nos iban a dar un dormitorio, pero Eli me preguntó si no quería compartir la habitación con ella, lo cual me pareció excelente, y accedí gustosa, luego de desempacar le dije a Eli que tomaría una ducha. Cuando me estaba bañando Eli entro al cuarto de baño y se sentó en el inodoro y comenzó a hablar como si nada, jamas antes me había desnudado delante de otra persona que no fuera mi madre, casi me morí de la vergüenza y desde ese entonces ella entra a hacerme compañía cada vez que voy al baño, al final me acostumbre.
Ni bien llegamos al cuarto, Eli me dijo que se daría una ducha y entró presurosa al baño, no tuve tiempo de comentar nada de lo habíamos visto y yo tenía miles de preguntas en la cabeza, no pudiendo esperar más tiempo para hablar con ella, trate de abrir la puerta del baño y extrañamente estaba con llave, le pregunté a Eli por qué le echo llave a la puerta, a lo cual me contestó que lo hizo sin pensar, que le espere un momento que ya me abriría, pero como mi ansiedad era tal, que no podía esperar para hablar del asunto con ella, fui al otro dormitorio que estaba vacío y que se comunica con el nuestro, a trabes del cuarto de baño, al abrir la puerta que comunica con el segundo dormitorio, casi se me para el corazón, le vi a mi amiga, recostada contra la pared azulejada del baño, chorreando por su cuerpo el agua de la ducha, su rostro, su cuello, los hombros y la parte de arriba hasta donde comienza sus senos, ruborizados intensamente, contrastando con su piel tan blanca, lo ojos cerrados, las piernas separadas y semi flexionadas, moviendo rápidamente la mamo friccionando sus partes intimas, de la misma forma en que Darío le había echo a Juanita hacia unos instantes, con la diferencia de Eli estaba totalmente desnuda,
yo me quedé clavada en la puerta sin poder sacar la vista de mi amiga, mientras ella comenzó a tener una especie de convulsiones por todo el cuerpo, en especial desde la cintura, bajando por sus piernas, las que temblaban incontrolables y al igual que Juanita, dejó escapar unos sonidos guturales, parecía que no podía respirar. Me aleje de la puerta y fui al dormitorio, no quería que Eli se diera cuenta que la estuve observando, no entendía lo que me estaba pasando, jamas antes me sentí así, me senté al borde de la cama y me tiré de espaldas, dejando ambas piernas colgadas con los pies en el suelo, sentía una especie de cosquilleo en mis partes mas intimas, que me llevó instintivamente a separar mis muslos y apretar por sobre la ropa, fuertemente con cuatro dedos de mi mamo mi preciado tesoro, hasta ese día inexplorado.
Hasta aquí les hago mi nueva entrega, en la próxima, continuo con el relato de lo que ocurrió esa noche con Ali y Eli y lo me pasó con migo después de leer las memoria de la abuela.