El lago (9) -entero-

¿Se marchara Diego?

Capítulo9

El Lago

Diego entró en la casa y encontró a Julio sentado sobre la cama de su habitación, tenía las piernas cruzadas y sobre ellas apoyaba un libro abierto que estaba leyendo.

  • Hola Diego. ¿Dónde has estado todo el día? Casi no nos hemos visto - dijo cerrando el libro.

  • He estado con Alex, es un tío cojonudo, me cae muy bien..

  • Bueno, me alegro. Esta noche tendremos ya el coche y podré llevarte hasta el pueblo

Diego se sentó a los pies de la cama mirando al suelo, de espaldas a Julio. A penas llevaba un día en aquel lugar y ya se había olvidado del pueblo y todo lo de fuera. Parecían haber pasado años desde que despertó allí.

  • ¿Tienes ganas de volver?

  • Bueno… Si, por una parte si

  • ¿Por una parte? No te veo muy convencido - se levantó y se agachó frente a él.- ¿Y tu novia y el atraco?

  • Bueno… Si, eso también es importante, pero… - De pronto ya no tenía tantas ganas de volver.- Es que este lugar es la ostia. Parece que aquí nunca pasen cosas malas, ¿sabes lo que te quiero decir? Nunca me a gustado la ciudad por eso vivía en el pueblo, pero es que este sitio me ha cambiado y no sé qué es lo que más me apetece ahora.

  • Diego… Esto no se trata de que te apetezca una cosa o otra. Si te quedaras aquí sería para siempre, ya sabes que en el mundo exterior esta vida que llevamos es una utopía, y si te vas ya no podrás volver - se levantó.- ¿De veras te gustaría vivir así? Bueno, cuando te conocí no parecías el tipo de persona que desearía esto.

  • Lo sé, pero creo que en una parte profunda de mis deseos siempre ha sido vivir libre, ¿sabes? La libertad que se respira aquí es que me eriza la piel

Julio observó a Diego detenidamente. Era cierto que el chico había cambiado, pero no le imaginaba viviendo allí, con él. Porque claro, si finalmente te quedaba tendría que acogerlo en su casa ya que era él quien lo había traído

Debía pensarlo detenidamente.

  • Oye Diego. Necesito que pienses mucho en esto. Yo voy a salir un rato, hablaré con los vecinos y llegaremos a un acuerdo.

  • Vale - dijo saliendo de la habitación antes que Julio. Fue hasta la cocina y oyó como se cerraba la puerta de la entrada. Se sentó en una de las sillas de cara a la ventana y comenzó a comerse una pieza de manzana que había en el frutero de la mesa. Decidió que no iba a pensar si quería o no quería quedarse, él ya sabía la respuesta, y no convenía pensar en las consecuencias de no volver a ir nunca al pueblo. Cuando había estado al lado de Alex le había parecido un sueño, y sabía que si se quedaba, el sueño no terminaría.

A los pocos minutos de entrar en la cocina vió un rastro aparecer tras el cristal de la ventana que tenía enfrente, ésto le dio un buen susto y se atragantó.

Era Marta, la chica que había estado en la comida.

  • ¿Está Alex? - Preguntó sin más.

  • Eeehhh… No aquí no está - dijo sorprendido.

  • ¿Seguro? - No parecía convencida.- Le estoy buscando y no le veo por ningún lado.

Diego se acercó a la ventana y la abrió del todo.

  • No sé donde está. ¿Has ido a su casa? Su padre le pidió que arreglara algo, tal vez esté allí - descubrió que la chica parecía algo más guapa que antes, como si hubiera estado preparándose para estar lo mejor posible.

  • He pasado por su casa, pero no contestó nadie… Bueno, volveré a pasarme.

Se marchó sin despedirse y Diego cerró la ventana sin sorprenderse. La chica parecía haber tomado a Diego por un rival que le impedía recibir todo la atención de “su chico” y esto le hizo sonreir, sabía que a Alex aquella chica no le interesaba.

Al poco tiempo de irse Marta, Diego la escuchó hablar, pero esta vez en la otra parte de la casa y fue hasta la entrada. A través de la ventanilla de la puerta pudo ver a Alex y a Marta hablando delante de la casa de Julio. La poya de Alex estaba más relajada que cuando estuvieron en la cascada y al ver su cuerpo brillando a los últimos rayos de sol sintió una gran excitación, pero se quedó tras la puerta, esperando a ver de qué hablaban.

  • Hola Alex - dijo Marta acercándose a el y dándole dos besos en la mejilla. Diego captó claramente que la extinción de la chica era que se rozaran sus cuerpos - ¿qué tal? Te estaba buscando.

  • ¿Si? Estaba en mi casa.

  • Pero si he ido y no a contestado nadie - dijo rizándose un mechón de pelo con un dedo.

  • No habré oído la puerta, lo siento - respondió dando un paso hacia la puerta tras la que espiaba Diego.

  • ¿Quieres que demos una vuelta? Así charlamos un poco - dijo acercándose a él.

  • Ahora no puedo, gracias. Otro día ¿vale? - Diego notó en el tono de voz de su amigo que no quería decepcionarla.

  • Otro día no… Porqué no ahora - mientras hablaban, Diego bajó la mirada, mirando tras la cortinilla el trasero de Alex, se veía tan suave que la mente de Diego emuló las caricias que le había hecho.

  • Esque tengo que hablar de algo con Diego, el chico que estuvo en la comida.

  • Ah… Bueno, otro día tal vez - dijo retrocediendo, disgustada.- Hasta luego.

  • Hasta luego Marta.

Diego se alejó de la puerta para no ser descubierto y esperó a que su amigo llamase.

Cuando lo hizo, esperó un poco antes de abrir.

  • Diego - dijo entrando al instante, parecía algo preocupado.

  • ¿Qué ocurre?- Preguntó cerrando la puerta.

  • Oy te vas ¿verdad?

  • Ven - le dijo yendo hacia su cuarto. Cuando entraron, se quedaron de pie en medio de la habitación- Diego notó que su amigo parecía aún mas alarmado que antes.

  • ¿Te vas a ir hoy ? - Le preguntó arrimándose. Le agarró del brazo y lo acarició, sin mirarle.

  • No le sé tío… Allí en el pueblo tengo una casa. Aquí me siento tan a gusto… ¿Pero cómo iba yo a vivir aquí?

  • No lo sé… - Le acarició la espalda mientras le abrazaba, luego se separó y le besó con ternura y mientras lo hacía Diego puso sus manos abiertas sobre las nalgas de Alex. - Hay una casa al lado del parque donde se reunen por la mañana… No hay nadie viviendo allí. Antes era la casa de Mario pero cuando empezó a salir con su novia se fue y no ha vuelto a estar nadie allí.

Diego no dijo nada.

  • Tal podamos irnos a vivir alli tú y yo.

-¡¿Qué?! Tío eso es una locura. ¿Qué iba a pensar la gente? - Preguntó Diego apartándose.

  • No tienen por qué pensar nada, simplemente nos independizamos y compartimos casa, ya está. Mi padre lleva tiempo diciéndome que cuándo voy a tener mi propia casa. Si cogiésemos esa casa, la comunidad no tendría que pagar la construcción de una nueva - dijo, cada vez más seguro de que aquello podía funcionar.

  • ¿De verdad quieres eso? No sé, ¿no se suponía que lo nuestro no lo iba a saber nadie?¿Qué solo iba a ser nuestro y nadie sabría nada?

  • Ya lo sé pero nadie tiene por qué saber nada. Mira, yo creo que la gente va a estar pensando lo que puede llegar a pasar si te marchas, que se te valla la lengua y le descubras este lugar a alguien y todo eso… Si decides no irte podrías decir que no te importaría vivir conmigo porque nos llevamos bien o algo

Diego pensó en aquello durante unos minutos, en silencio, mientras su amigo lo miraba.

  • No sé si me atrevo - confesó.

  • Tú dime que si y yo haré todo lo demás - lo miró a los ojos.

-¿Estás seguro de querer esto? - Le preguntó mirando fijamente a aquellos ojos verdes.

  • Si, si funciona es perfecto - dijo atrayéndolo hacia si mismo por las piernas. Ahora la ara de Alex estaba frente al ombligo de su amigo, pero bajó la mirada y Diego sintió su respiración en su polla. Al instante le acercó la cabeza hasta su pene sin aguantar más.

  • Dime que sí - pidió a Diego mirándole desde abajo.

  • De acuerdo, espero que salga bien

Alex engulló la polla de su amigo y se la estubo chupando durante un buen rato, hasta que estubo a punto de correrse, entonces le masturbó con una mano y toda la palma le quedó inundada de semen.