El lago (4)

Diego se ve obligado a salir de casa.

Capítulo4

El Lago

Julio explicó a Diego que tendrían que esperar un rato para poder salir de la casa sin que les vieran, así que permanecieron dentro, sentados en el sillón de la entrada conversando sobre cantidad de cosas mientras Julio continuaba completamente desnudo. A pesar de todo, Diego ya no se sentía tan incómodo como antes y empezaba a comprender un poco más la forma de vida de aquella gente.

Al cabo de un rato alguien llamó a la puerta y Diego se alarmó.

Julio se acercó a la mirilla, tras mirar unos segundos abrió la puerta y Diego, que antes había preferido no mirar el cuerpo desnudo del chico junto al pozo, se sintió algo más nervioso esta vez al ver al amigo de su rescatador que permanecía en el umbral de la entrada mientras hablaba y miraba distraídamente a Diego.

Su cuerpo era algo menos musculoso que el tío del pozo pero era más grande y con rasgos más masculinos, tenía algo de vello en las piernas y un poco de pelo en los huevos, pero se veía fácilmente el largo miembro que gastaba (aunque procuró no poner ni un segundo la vista encima). El tono de su piel era más tostado que el de Julio, como los surfistas que pasan su tiempo en la playa tomando el sol. Los rayos del sol daban a su pelo corto matices dorados pero supuso que el color original sería castaño o cobrizo.

  • Julio siento decirte que el coche se lo ha llevado esta mañana temprano Saúl, y hasta esta noche no creo que vuelva.

  • ¿Cómo hasta esta noche?

  • Creo que ha ido al pueblo a rellenar unos papeles del banco

  • apoyó su brazo derecho sobre el marco de la puerta y Diego vió el vello de su axila. También se percató de que tenía los brazos musculosos, seguramente de hacer pesas, aunque no imaginaba un gimnasio en aquel lugar.

  • Vale, gracias tío - dijo Julio. Se despidió y cerró la puerta mientras su amigo se iba. Después se quedó pensativo unos instantes y después añadió: - Diego, siento darte malas noticias pero seguramente hasta esta noche no podamos coger el coche para ir al pueblo.

  • Pero qué pasa, ¿hay tan sólo un coche? - Preguntó extrañado y un poco molesto.

  • Si, ya sabes que la mayoría de la gente que vive aquí casi nunca sale.

  • ¿Y qué voy a hacer hasta esta noche? - Se levantó.

  • No lo sé, yo no puedo quedarme en asa metido todo el día, tengo sitios a los que ir...

  • Bueno, ¿y yo? Si salgo de aquí posiblemente cabree a toda la comunidad.

  • Lo único que se me ocurre... - se rascó un instante la parte de atrás de la cabeza.- Lo que puedo hacer es presentarte como un familiar mío para que nadie sospeche nada, pero está claro que tendrías que quitarte la ropa.

Diego dudó. No sabía bien por qué pero la idea no le pareció la peor de las ideas posibles. Si fingía comodidad y naturalidad la gente no pensaría nada y saldría de aquel embrollo antes de que alguien se enterara de que era "un intruso".

  • Diré que eres primo mío o algo así y que estabas interesado en conocer este lugar. Esto no nos asegura que a la gente no le importe pero será mejor que la verdad.

  • De acuerdo - dijo mientras se iba a su habitación. - Espero no empalmarme al ver alguna tía porque si no...

Las últimas palabras sonaron amortiguadas detrás de la puerta de la habitación pero Julio las oyó perfectamente y no pudo evitar una carcajada.

Tardó un poco en desnudarse. Pasaban tantas cosas por su cabeza en aquel momento que en tres minutos tan solo se había quitado camiseta y las zapatillas,, después se sentó un la cama y comenzó a quitarse los pantalones, después los shorts negros y por último los calcetines cortos que llevaba, pues recordaba haber visto que tanto el chico del pozo como Julio y su amigo no llevaban.

Sintió los huevos colgando junto con su polla y pensó en cuánta gente se la iba a ver ese día.

Cuando salió de la habitación caminó hacia la entrada, donde estaba Julio, y mientras lo hacía sintió el cómodo balanceo de su sexo. Ahora entendía aún más la comodidad de vivir así las 24h del día.

  • ¿Qué tal?

  • Pues no sé.. En fin, salgamos. Cuanto antes me acostumbre antes pasará todo - dijo antes de que Julio abriera la puerta.

Fuera seguía sin haber nadie. Caminó junto a su amigo hasta la última casa.

  • Diego, voy a ver a alguien, si quieres, allí abajo hay un lago donde nos bañamos algunas mañanas aunque no creo que halla nadie aún. Si quieres, mientras tanto puedes darte un baño, te sentirás mas cómodo - dijo indicándole un camino que bajaba serpenteando hasta la orilla de un pequeño lago que permanecía en calma.

  • De acuerdo, siempre puedo sentarme bajo un árbol a esperar que pase el día entero - dijo enojado al volverse a ver dejado solo por la única persona que conocía en aquel lugar.

El pequeño camino era arenoso pero aún así se notaba que lo habían barrido para quitar las pequeñas piedras que pudiera a haber. Esto hizo pensar a Diego cuántos años llevaría viviendo allí aquella gente.

Cuando llegó hasta abajo vio la superficie del lago un notó un escalofrío. El paisaje era impresionante. La única forma que parecía haber de llegar al lago era por donde había bajado él, el resto estaba fortificado de verdes y majestuoso árboles. El agua era completamente cristalina, se veía perfectamente el fondo, lleno de piedras redondeadas y alguna que otra planta acuática.

Fue a tumbarse bajo la sombra de un gran árbol que había cerca de la orilla y dejó que el agua mojara un poco sus pies. Estaba fresca pero la sensación era bastante agradable. Imaginó a Adán en el jardín del edén en aquella misma postura, con el sonido de la naturaleza rodeándolo todo en calma.

Se apoyó sobre sus codos para poder ver el paisaje cuando percibió que alguien había bajado también al lago, pero por otro camino diferente al que había tomado él.

Se trataba del chico del pozo. Lo recordaba (aunque aquello lo avergonzaba un poco) por su trasero y su espalda, aunque era lo único que había visto de aquel chico. A los ojos de Diego, la cara de aquel joven habría ganado millones entre las chicas del instituto. Ojos verdes, cabello negro y brillante, cuerpo atlético y parecía poseer otras dotes que poco lo avergonzarían.

Había llegado por el otro extremo de la orilla y no se había percatado aún de la presencia de Diego bajo la sombra del árbol.

Fue hasta el agua y caminó hasta que esta le cubrió toda la cintura. Todo su cuerpo estaba iluminado por la luz del sol y brillaba, esto impresionó a Diego que sin darse cuenta, no quitaba ojo de cada acción de este personaje que acababa de entrar en escena. Perecía estar viendo algún documental o algo así.

El chico se mojó el resto del cuerpo con las manos y se tumbó para dejarse flotar.

Diego sintió envidia al imaginar lo a gusto que debería estarse flotando desnudo sobre aquel agua tan calmada, con los ojos cerrados y escuchando los pájaros de fondo.

El cuerpo del tío flotó hasta casi quedar enfrente de Diego y pudo ver con claridad la polla por encima de las piernas que, aunque se notaba que había encogido al contacto con el agua, no tenía nada que envidiar a la del amigo de Julio.

Se irguió en el agua aplastándose el pelo hacia atrás y el agua de resbaló sobre el pecho hasta caer de nuevo al agua, entonces vio a Diego.

  • Buenos días - dijo acercándose. Se detuvo justo en el punto donde empezaba su polla aunque esta salía a flote durante unos momentos para sumergirse de nuevo constantemente.

  • Hola - dijo Diego algo avergonzado. No sabía cómo actuaría.

  • Es la primera vez que te veo por aquí.

  • Si esque es la primera vez que vengo. Soy el primo pequeño de Julio, llegué ayer - recordó lo que le había dicho en casa Julio, pero esto pareció no convencer a aquel chico. - Siempre e querido conocer este lugar - mintió.

Entonces recordando su intención de forzarse a actuar con naturalidad se levantó y caminó hacia él, entrando también en el agua.

  • Me llamo Diego - le tendió la mano.

. Yo soy Álex - sacó la mano del agua y estrechó la de Diego. Era fuerte pero Diego se dio cuenta de que a pesar de estar mojada, tenía la piel ligeramente suave. Caminaron hasta la orilla y se sentaron en un punto en el que el agua se llegaba hasta la cintura. Diego se sentía a gusto ahora. Mejor que fuera un chico y no una tía que pudiera verle la polla pequeña por el frió del agua o la vergüenza.

  • Este lugar es la hostia. Vivir aquí tiene que ser

  • Se vive muy bien aquí. Yo hace mucho vivía en la ciudad, pero descubrí este lugar gracias a unos amigos y me quedé aquí.

  • ¿Llevas muchos años? - Preguntó Diego al ver que Alex también veía de fuera, aunque no se atrevió a confesar su secreto.

  • Si, y espero no irme nunca - miró al frente y se apoyó sobre las rodillas. Los músculos de sus brazos parecieron inflarse al tomar aquella postura.

  • No entiendo cómo la gente puede vivir rodeado de humo y ruido, pudiendo vivir… así. Nunca antes había estado tanto tiempo desnudo - se sinceró - pero tengo que reconocer que esto es increíble. No sé, antes le daba muchas vueltas a eso de estar con gente desnuda y eso, pero creo que no es para tanto, ¿no? Al final somos todos personas con brazos y piernas - miró el agua y cogió una piedra del fondo.

  • Lo entiendo, al principio - se giró hacia Diego,- yo también decía: pero coño, aquí hay tíos en bolas y me van a ver la polla. Pero luego te acostumbras y todo cambia, ya no piensas si estamos desnudos o no, simplemente disfrutas de verte así, en paz y todos igual - dijo mirando a Diego.

Se miraron a los ojos y Diego apartó la mirada, aunque percibió que él no había tomado la mirada como una insinuación marica ni nada así. Después Alex chocó su mano en la espalda de Diego y dijo:

  • Me alegro de que halla alguien de mi edad por aquí - dijo amistosamente.- Por que mas o menos tendremos la misma. A ver, ¿cuántos tienes tú?

  • Veinte.

  • ¿No ves? Yo veintiuno recién cumplidos. Vamos a nadar un rato colega - se levantó y corrió antes de zambullirse dando un pequeño salto que sacudió su pene antes de que entrara en el agua. Diego se dio cuanta de que le había visto la polla varias veces y le había parecido que ya no estaba tan incómodo como al principio.

Hablar con Álex le hizo sentirse entre amigos, como si fueran exactamente iguales y estuvieran en la misma situación. Recordó no haber conocido a nadie que le hubiera caído tan bien desde un primer momento.