El lago (1)

Diego ewsta cenanado en un restaurante cuando entran a robar y debe salir corriendo para que no lo maten. Encontrará la ayuda de un hombre que le ayudara a esconderse.

Capítulo1

El Lago

Cuando Sara salió por la puerta de su casa Diego llevaba ya esperando cerca de veinte minutos. ¿Porqué tenía que tardar siempre tanto? Su experiencia con otras chicas le habían enseñado a desconfiar de la puntualidad de las mujeres, pero aun así siempre acababa teniendo que esperarlas mas de la cuenta.

  • Hola guapo - Dijo dándole un beso.- ¿He tardado mucho?

  • No, acabo de llegar - mintió.

  • ¿Dónde me vas a llevar a cenar? - Preguntó ansiosa.

  • Han abierto un nuevo restaurante en las afueras y Javi me dijo que solía estar lleno de gente joven. Diece que está como en un subterráneo, tiene que estar bien, ¿no? - La agarró de la cintura y comenzaron a caminar.

  • Bueno vale, pero antes me gustaría pasar por el centro comercial para comprar algo.

Con éstas expectativas comenzaba una tarde calurosa de verano en la que todo el pueblo de Hogueras se preparaba para recibir con ansia la frescas noches que solían darse por aquella zona.

Diego pasó toda la tarde persiguiendo a su chica por todas las tiendas del centro comercial hasta que finalmente dieron las nueve y media.

Fueron hasta el nuevo restaurante que se encontraba a las afueras y pidieron para cenar.

Toda la cena fue exquisita y los dos se sentían francamente a gusto, pero cuando Diego terminó su postre se dio cuenta de que algo raro estaba pasando. Parecía como si toda la gente del restaurante se estuviera callando poco a poco. Entonces nada mas girarse hacia la ventana lo vió.

Acababan de entrar tres chicos de su misma edad con pasamontañas y pistolas.

  • Buenas noches señoras y caballeros, les rogaría que nadie alzara una voz porque si no, mi amigo les disparará en la cabeza, y nadie quiere eso a que no? - Dijo con voz firme.

  • Tú, vacía la caja en esta bolsa, ahora - dijo otro acercándole un saco negro a la chica que atendía tras la barra.

  • ¡Diego!-Susurró Sara cogiéndole la mano.

  • Calla. Aquí no hay cobertura y tiene vigilado la cabina de las baños así que lo mejor es estarse quieto y no decir nada - dijo sin mirarla.

  • ¡Eh, tú! - Gritó el primer chico que había hablado. Se acercó corriendo y le soltó un puñetazo que lo tiró de la silla. Aquello asustó a la gente pero nadie levantó la voz. - Como vuelvas a abrir la boca te la vuelo.

  • ¡Déjale en paz!- Gritó Sara desde su asiento.

  • Tú a callar guapita o te zurro a ti también.

Entonces Diego se levantó y mirando a los ojos que asomaban tras el pasamontañas dijo:

  • Déjala en paz - dijo ganándose otro puñetazo, esta vez en el estómago.

  • ¡Qué valiente muchacho! - le propinó una patada en las costillas.

Diego se retorció del dolor y a los pocos segundos se levantó y envistió al atracador. No sabía qué le pasaba, se había olvidado de los otros dos y comenzó a pegar al chico en el suelo cuando una bala pasó rozándole la cabeza. Entonces se levantó y vio a los otros dos atracadores venir corriendo mientras lo apuntaban. La gente había empezado a gritar y alterarse. Diego se apartó y fue corriendo hasta la salida. No pensó mucho en Sara, al fin y al cabo solo llevaban saliendo unos días y aún no había dejado de parecerle una extraña más. “¡Cojedle joder!” Gritó el que estaba en el suelo. Al caer la pistola había quedado lejos de su alcance y ahora la buscaba con rapidez.

Diego corrió seguido por los otros dos que empezaron a dispararle. Sorteó varios coches aparcados mientras corría y pensó en correr hasta el pueblo, que no quedaba lejos pero teniendo sus perseguidores dos pistolas no le pareció una buena idea así que corrió lo más que pudo hasta el borde del bosque lleno de árboles y se adentró zigzagueando para intentar no recibir ningún disparo. Diego sabía que los límites del bosque eran los limites del pueblo y no creía que corriendo a través de aquellos árboles fuera a llegar a ningún lado pero aún así no desistió y siguió corriendo. Con un poco de suerte se acabaría encontrando con algún guardabosques. Pero la suerte no parecía estar de su lado ya que pasaron un par de horas hasta que Diego se convenció de que ya no le seguían y claro está tampoco se había cruzado con nadie.

Aunque se sentía completamente exhausto, Diego pensó que seguir entre aquellos árboles no sería una buena idea ahora que nadie le seguía. Debía buscar ayuda y pronto por lo que guiado por su intuición comenzó a caminar hacia el lado del bosque en el que debía estar la carretera que llevaba al pueblo. Desgraciadamente no llevaba el teléfono encima debido a que días antes había sufrido un accidente y en aquel momento se encontraba en reparación.

Estuvo andando durante bastante tiempo pasándose a ratos para descansar, cuando finalmente consiguió salir del bosque, aunque no vio la carretera que buscaba si apareció en el lateral de un camino pedregoso que sin duda debía llegar a alguna parte. Se sentó en junto al camino y descansó durante unos minutos.

De pronto volvió a escuchar las voces de sus perseguidores pero parecían haberse olvidado de él. Debían estar buscando cómo salir del bosque, igual que había hecho el.

  • Mierda - dijo levantándose de un salto. Comenzó a andar deprisa sin hacer mucho ruido con los pies y recorrió un buen trozo de aquel camino cuando vio a un hombre caminando por el mismo lado que iba él, pero mas lejos.- ¡Señor! - Gritó corriendo hacia él. El hombre se dio la vuelta alarmado. No era muy mayor y aunque su cuerpo parecía estar en forma Diego calculó que tendría cerca de treinta y pico años.- Tiene que ayudarme, por favor.

  • ¿Qué te ocurre? - Preguntó tras unos segundos de incertidumbre. Cuando Diego llegó hasta él le puso una mano en el hombro para tranquilizarle.

  • ¡Me están persiguiendo, necesito llamar a la policía! - Dijo nervioso, ya empezaba a pensar que no se cruzaría con nadie.

  • ¿Cómo? ¿Quién te persigue? - Preguntó el hombre preocupado.

  • Estábamos en el restaurante cuando llegaron unas ladrones a robar y me pegaron pero conseguí salir corriendo y ahora me están siguiendo. - jadeaba del cansancio.

  • Bueno, tranquilo - cambió de mano unas bolsas que llevaba.

Entonces oyeron a lo lejos los gritos de unos de los atracadores que los había visto. Instintivamente Diego y aquel hombre se metieron entre los árboles para esconderse.

  • Oh, joder! - el hombre se pasó una mano por la cara.- Ven sígueme. Tendremos que correr un poco.

  • Llevo toda la noche corriendo - dijo agachado mirándole.

  • Haz un esfuerzo.

Corrieron entre los árboles. Hubo un momento en el que Diego tropezó y se golpeó en la cabeza, aquello lo dejó inconsciente pero aquel hombre consiguió ponerlo a salvo.

Fin del capítulo1