El lado sexy de la Arquitectura 8
Capítulo Octavo: "...volvió a besar los hombros de Emma, dejando caer un poco su cuerpo sobre el de Emma, rozando su pelvis con el trasero de Emma, empujándolo despacio...."
- Háblame de Phillip y Natasha- dijo por fin Sophia, cediendo a su curiosidad y quitándose la pena.
-¿Qué quieres saber?
Primero cómo conoces a Natasha, segundo, cómo se conocieron ellos dos…esas cosas…
Bueno, a Natasha la conocí por medio de Fred, ¿si te acuerdas de ese verdad?- Sophia asintió, tomando un sorbo de su champán. – Bueno, pues conocí a Fred porque su hermano le regaló a su esposa una decoración de su apartamento, para eso contrataron a Volterra, pero yo lo supervisaba; en aquel entonces era la asistente de Volterra…y en eso conocí a Fred y el resto ya te imaginarás cómo fue…conocí, de conocer por primera vez, a Natasha en la fiesta de cumpleaños de Alfred, que Natasha trabajaba, en aquel entonces, en una cosa de organizar fiestas, entonces andaba supervisando, y las dos aburridas en la barra de Bungalow 8…bueno, es que yo pedí un Mint Lemonade y Natasha escuchó y se emocionó porque era primera vez que escuchaba que alguien pedía su mismo cocktail y desde entonces nos pusimos a platicar…y next thing I know, Natasha me buscó para que YO le diseñara su apartamento y desde entonces somos amigas
Me puedo imaginar a Natasha hablándote sin parar- rió, dándole el último bocado a su cordero.
Si, fue demasiado de la nada, pero qué bueno que la conocí, somos como hermanas perdidas…nos contamos todo- Sophia sonrió, pensando en si Natasha ya sabía lo que había pasado entre ellas dos. – Y Phillip…eso es gracioso. Cuando Natasha entró a trabajar a Project, hubo una reorganización, tanto de personal como de la organización, que fue cuando se convirtió en una matriz, y, en una reunión de reestructuración de presupuesto, Phillip era de los tres que estaban ahí, y una vez la vio; dice que se enamoró de ella, y eso que Natasha sólo entró a dejarle un papel a Heidi…
¿Phillip es un acosador entonces?
Más o menos…Natasha y yo, en aquel entonces, hacíamos demasiadas cosas juntas, porque yo no trabajaba tantas horas al día y porque ella no tenía cuasi esposo…íbamos todas las semanas al Fencing Center…y Phillip supo que íbamos ahí, y se metió a clases de esgrima, era demasiado malo. Un día, me retrasé en Brooklyn, ya no era la asistente de Volterra, y no pude llegar a la clase, Natasha no quiso esperar tanto tiempo porque sino iba a ver a Phillip y en lo que salía, Phillip la interceptó y al fin cruzaron palabras…desde entonces, como una vida entera después, Natasha aceptó comer pizza con él porque estaba lloviendo y no quería mojarse y tenía hambre…Se hicieron novios a los cuatro meses, se acostaron al año y ahora sólo esperan a casarse
Se ven bien juntos…pero creo que nosotras nos vemos mejor- sonrió, viendo cómo el mesero vertía el último poco de Dom Perignon en ambas copas.
A simple vista podría decirte que Phillip no es el tipo de Nate, pero cuando conoces a Phillip te das cuenta que está hecho para ella y ella para él…- murmuró, dándole las gracias al mesero. “Quizás así estamos hechas nosotras, tú para mí y yo para ti…pero too son to tell”.
Sí, aunque bueno, no sé quién es más bonito entre ellos dos; si Natasha o Phillip…porque Natasha…no puedes negar que es hermosa, y Phillip, tampoco puedes negar que está guapo, más que tiene un six-pack envidiado por los hombres y adorado por las mujeres…
Ah, ¿te gusta el six-pack? Yo no tengo uno- rió, bebiendo de su copa hasta el fondo.
Se ven bien, más así como es Phillip, que no tiene tanto músculo, sino que apenas y lo notas…y es bastante heterosexual; físicamente hablando, es macho de pelo en pecho- rió Sophia, sabiendo Emma que Sophia se refería indirectamente a que Phillip era un tanto metrosexual… ”or he’s pretty much into fashion” .
Repito: yo no tengo uno- volvió a reír, haciéndole de señas al mesero que quería pagar.
Me gusta así como eres…aunque no sé qué parásito tendrás que comes y no engordas; si yo comiera tres hot dogs en quince minutos, como tú la vez pasada, seguramente me tendría que pasar la calle rodando
Así estamos bien las dos, a mí me gusta cómo eres tú- sonrió, tanto al mesero que llevaba el cobrador inalámbrico y una botella de champán con una bolsa de papel como a Sophia. – Charge an additional twenty percent for you- ordenó amablemente al mesero mientras introducía el monto a cargar en su American Express Platinum, y fue cuando Sophia comprendió por qué Emma a veces no tenía que pagar ciertas cosas, o tenía ciertos privilegios. – Bueno, espero te haya gustado el lugar y el Dom Perignon, querida Sophia. Ahora te toca a ti invitarme a un poco de François Payard, te toca invitarme a cometer un pecado tras otro- y eso, simplemente eso, volvió loca a Sophia, era la combinación de “pecado” más el tono sensual de la voz de Emma, un tanto afectada por tanto champán.
Ambas se disfrazaron de invierno, saliendo de “Gilt” para caminar ocho calles hacia abajo, en dirección a St. Patrick’s Cathedral pero sobre la cuarta avenida. Hacía un poco de frío, aunque no lo suficiente como para andar con bufanda, guantes, o un abrigo de aquellos que bloqueaban todo tipo de frío y/o viento. Caminaron despacio, taconeando por las calles de Manhattan, platicando sobre nada más y nada menos que de los Hatcher. Llegaron a François sólo para darse la sorpresa que serían los últimos clientes de la noche. Habiendo gastado $72 en doce piezas de postre: tres Tout Vanille, dos George V, dos Louvre, tres Blois y dos Doucer Citron, y $55 en seis Macarons de Vainilla, otros seis de chocolate, otros seis de pistacho, seis de café, seis de maracuyá y seis de frambuesa, se sentaron en las gradas de St. Patrick’s Cathedral. Emma sacó dos copas de la bolsa de papel que le dio el mesero en Gilt y destapó el Veuve Clicquot y lo sirvió en las copas para acompañar aquel postre con champán.
Una botella de tres litros de Dom Perignon, cordero y una plática profunda después, todavía después de una alimentación extraditada de Macarons de François Payard, después de un casi accidente estomacal de parte Emma; que casi termina con la cabeza en un basurero comunitario de Nueva York por haber comido demasiado, después de un viaje en Taxi, a las once de la noche, Sophia Rialto abría la puerta de su Studio-Apartment, mostrándole a Emma en la clase de mundo en el que ella se movía. Al entrar había un clóset en la pared, que llevaba, hacia a la izquierda, a la cocina, de frente la habitación principal, a la derecha el único baño. A la par de la habitación principal y en frente de la cocina, todo se reducía a un living-room que era más pequeño que el baño de Emma.
Bueno, aquí vivo yo…- murmuró Sophia, un tanto apenada. – No es nada comparado a lo tuyo, obviamente, pero al menos tengo donde dormir.
¿Me das un tour?- susurró Emma, creyendo que gritaba, era todo el champán.
Claro que sí, hermosa- cerró la puerta y se quitó el abrigo, tomando el de Emma también, colgándolos en un perchero que probablemente ella había diseñado.
Sophia le mostró su apartamento mientras Emma la abrazaba por la cintura, paseando sus manos por su abdomen. Le sacó la blusa del pantalón y metió sus manos frías debajo de ella, acariciando aquella piel, suave y tibia, haciéndole cosquillas por el roce cerca de su ombligo. Al llegar a su habitación, era como si fuera parte de otro lugar; todo en blanco y verde olivo, madera lisa y brillante, su cama era grande e invitaba a pasar un largo rato entre esas sábanas, más si estaba Sophia ahí, tenía un olor a Lemongrass, demasiado pacífico y relajante. Emma se sentó en aquella cama, que sólo la invitaba ahora a recostarse y a rendirse ante el cansancio de aquel infernal lunes, pero esperó a que Sophia sacara su pijama del clóset.
- Déjame ayudarte, ¿sí?- murmuró Emma, no dejando que Sophia moviera ni un dedo para meterse en su pijama.
Sophia asintió un tanto sonrojada y se dejó de Emma. La Arquitecta Pavlovic metió sus manos debajo de la blusa de Sophia y las levantó hasta por sus senos, haciendo que Sophia levantara sus brazos para sacársela, y la blusa blanca fuera. Paseó sus manos por la espalda de Sophia, repasando su columna, hasta su espalda baja, en donde la tomó por sus caderas y pasó sus manos hacia su vientre, desabotonando aquel pantalón azul marino y bajando la cremallera, metiendo sus manos ya un poco más tibias entre el pantalón y la piel de Sophia. Sophia respiraba pesadamente, conteniéndose las ganas y no cediendo más fácil de lo que ya lo había hecho. Dejó caer su pantalón hasta el suelo junto con Emma, quien se agachó para besar desde sus piernas hacia arriba, sus rodillas, sus muslos, sus caderas, su cintura, su abdomen, en medio de sus senos, su pecho y su cuello.
- Mi amor…- suspiró Sophia, dando el primer indicio de verdadero “amor” entre ellas dos.
El corazón de Emma dio un vuelco, le latía fuerte y rápido, se le había calentado el pecho con esas dos mágicas palabras: “MI amor”, no era tanto el “amor”, sino que Sophia la había declarado suya. Y esa sensación, ese sentimiento la llevó a darle el beso más sincero de la historia, el más enamorado, el más cálido y el más romántico, tomándola por la cintura con su brazo derecho y por su espalda con el izquierdo, Sophia tomándola por el cuello de manera delicada, siguiendo aquel beso con un poco de lengua, respiraciones agitadas y enamoradas, calor corporal. Emma paseó discretamente sus manos por la espalda de Sophia hasta llegar al broche de su sostén, desabrochándoselo lenta y pacientemente, tomando los elásticos de sus hombros y deslizándolos hacia afuera; Sophia hizo aquel movimiento con su pecho y sus brazos para dejar caer su sostén sobre las botas de Emma, sintiendo la diferencia entre ese beso y ese abrazo al del día anterior, y el día antes que el anterior.
Sophia bajó por el cuello de Emma, quien sólo acariciaba los hombros o los brazos de Sophia. Sophia, mientras besaba los hombros de Emma, con aquellas pequeñas pecas dispersas, desabotonaba lentamente su blusa, sacándosela de la misma manera como Emma le había sacado su sostén. Para su fortuna, Emma llevaba un strapless puesto, lo que facilitó su trabajo, pues sólo lo desabrochó y se dedicó a besar el pecho de Emma que ya estaba coloreándose de rojo. Sophia se despegó de Emma sólo para deshacerse su moño, para dejar caer su cabello hasta más allá de sus hombros.
Me fascina que seas rubia…te sienta demasiado bien- murmuró Emma, arrojando una de sus botas hacia un lado para hacer lo mismo con la otra.
¿Qué tiene de especial?- preguntó, aventando a Emma con delicadeza sobre la cama, viendo cómo sus senos se movían de manera natural, volviéndose loca.
Makes you hotter than a fantasy…- Emma le alzó los brazos, pidiéndole que la abrazara, que se colocara encima suyo.
Sophia no lo hizo así, sino que le quitó su pantalón, viendo que Emma llevaba una tanga negra de encaje; con una laza pequeña en la parte más baja de su vientre, una tanga que le quedaba ajustada pero sin apretarle, contrastando aquella piel a la perfección. Sophia acarició los pies de Emma, dándole cosquillas fugaces, pasando a sus tobillos, abriendo sus piernas y poniendo sus rodillas entre ellas, siguiendo por las rodillas de Emma, la parte exterior de sus muslos. Todo mientras Emma la veía, recorriéndola no sólo con sus dedos, sino también con la mirada, no haciendo con sus manos nada más que tenerlas sobre sus senos, resistiéndose a rozar sus pezones con la punta de sus dedos; estaban rígidos, no sólo por lo que Sophia le provocaba, sino por lo que el clima hacía. Sophia rozó apenas su trasero, recorriendo desde su muslo hacia su parte trasera y rozando apenas, muy apenas su trasero; la piel de Emma, toda su piel, se erizó al máximo, saltando cada poro de sus piernas y de sus brazos, poniendo sus pezones todavía más rígidos y pequeños.
Sophia le dio la vuelta a Emma, quería ver algo; no sabía si ese trasero con esa tanga o esa tanga con ese trasero; de cualquier forma, el trasero de Emma se veía perfecto: el encaje apenas se metía, dejando ese triángulo sensual a la vista de Sophia. Posó sus manos sobre el trasero de Emma, sintiendo su piel erizándose al paso de sus dedos, enrojeciéndose de donde quedaban los dedos de Sophia marcados al apretarlo un poco. Metió sus dedos índices entre aquel triángulo y el trasero de Emma y lo sacó de entre él.
- Tienes un trasero espectacular….- murmuró Sophia al oído de Emma, habiéndose inclinado, rozando con sus pezones la espalda de Emma, acelerando su ritmo cardíaco no sólo por aquel susurro, sino por la rigidez de los pezones de Sophia. Volvió a besar los hombros de Emma, dejando caer un poco su cuerpo sobre el de Emma, rozando su pelvis con el trasero de Emma, empujándolo despacio. – It’s a Little bit funny…this feeling inside, I’m not one of those who can easily hide- susurró Sophia al oído de Emma, acordándole de la vez que la había visto en Duane.
Emma se derritió y bajó totalmente su guardia, sólo quiso dejarse llevar, entregarse como la primera vez de todas las veces; ciega y apasionadamente, sin pensarlo, sólo sintiéndolo, entregándose por algo que confundía, por milisegundos, entre lujuria y amor, mas no sabía que era porque, a partir de ahí, Sophia was the one to be. Emma se dio la vuelta y besó a Sophia, peinando aquel cabello rubio con sus dedos, pasándolo detrás de sus orejas, recorriéndolo para llegar a su espalda, recorrerla, abrazarla por su cintura mientras Sophia dejaba caerse total y completamente en brazos de Emma; en un estado de irracionalidad deseada.
- How wonderful life is while you’re in the world- susurró Emma, contestándole lo anterior, mientras la acostaba sobre la cama, sobre aquella comodidad materializada cama.
Sophia sonrió mientras Emma se ponía de pie para quitarse ella su tanga y quitarle a Sophia la suya; que la cubría un poco más pero, por ser Calvin Klein, era 100% Spandex, lo que hacía que los labios mayores de Sophia se marcaran levemente; en realidad se marcaba la división entre ambos labios, pero a Emma simplemente eso no se le ocurrió. Y sí, eso era lo más emocionante, en ese momento ninguna de las dos buscó placer, sólo sentirse como si fueran una, piel contra piel, labios contra labios, piernas enredadas, brazos alocados, sabor a Dom Perignon en el fondo; Veuve Clicquot en el frente, Emma empujando la entrepierna de Sophia con su pelvis. Sophia se colocó encima de Emma, haciendo de su cama un desastre; pero así debía ser, más porque Sophia terminó de igual forma debajo de Emma, fue una vuelta sin sentido.
- Shhh…- dijo Emma, antes de que Sophia dijera algo que probablemente no era necesario, poniendo su dedo índice y su dedo medio de la mano derecha sobre sus labios.
Sophia los besó mientras que, con su mano, arreglaba su cabello. Emma quitó sus dedos y llevó ambas manos hacia su entrepierna, apenas rozándola, recorriendo toda su ranura con sus dedos, dándole escalofríos a Sophia, aunque se dejó llevar. Sophia tiró su cabello hacia un lado, considerando por fin que, para la próxima vez, se haría un moño o una cola, y se dejó besar de su cuello por Emma, con mordidas sensuales y suaves a los lados, succiones en sus lóbulos, respiración tibia, excitación al máximo mientras los dedos de Emma rondaban por sus labios mayores. Empezó a exteriorizar las reacciones internas de su cuerpo al tacto de Emma.
- Mi amor…- susurró Emma, lo más bajo y sensual que pudo, cerrando toda puerta y ventana a cualquier migaja de inseguridad que le quedaba. – Sólo mía…mía- repitió Emma, en el mismo tono y en el mismo volumen, desencadenando lo menos esperado en Sophia.
Sophia buscó los labios de Emma con desesperación y los besó, sólo suyos, dejando caer al mismo tiempo, más que lo poco de resistencia emocional que le quedaba, una que otra lágrima que Emma sintió en cuanto tocaron sus pómulos por el roce y en cuanto Sophia empezó a luchar con la congestión nasal.
- Soph, ¿qué sucede? ¿Hice algo mal? ¿Dije algo que no debía?- preguntó Emma, despegándose de Sophia, preocupada, aterrada y confundida. Sophia negó todas las preguntas con su cabeza y atrajo los labios de Emma a los suyos de nuevo. La besó un poco incómoda, pues la preocupación no se había ido, sino las lágrimas se alargaban y se multiplicaban. – Mi amor, por favor, te ruego que me digas qué pasa- volvió a despegarse Emma de los labios de Sophia, viendo aquel rostro perfecto bañado en lágrimas emocionales, con una expresión facial de cierto dolor, no físico, sino emocional también. – Sophia…por favor…déjame ayudarte- pero Sophia no lograba decir algo, sólo podía concentrarse en contener sus sollozos por el mayor tiempo posible.
Emma se sentó sobre la cama, esperando a que Sophia le dijera algo pero, con cada segundo que pasaba, el corazón se le rompía de ver a Sophia tan vulnerable y quién sabía si triste.
- Te lo ruego- imploró Emma una vez más. – Dime qué pasa, por favor… δεν μπορεί να είναι τόσο άσχημα, παρακαλώ….
Y Sophia reaccionó, se sentó y abrazó a Emma, tan fuerte que Emma se tardó en reaccionar y le tomó un poco de tiempo abrazarla. Se recostó sobre la cama con una Sophia hecha pedazos, aferrada a ella, llorando amargamente y sin explicación, tratando demasiado no sollozar, no gritar. Emma sabía que la explicación podía esperar y ahí encontró dos caminos: levantarse e irse, por no saber qué hacer, por sentirse inútil, o quedarse y consolarla, no sabiendo cómo pero eso. Se levantó. Pero no para irse. Se dirigió al baño sólo para traer un poco de papel higiénico, lo único que pudo encontrar, para limpiar las lágrimas de Sophia, acobijándola de paso entre las sábanas desarregladas de la cama, acostándose de nuevo y abrazándola fuertemente con su brazo izquierdo. Sophia reposó su cabeza sobre el pecho de Emma y dejó que le limpiara las lágrimas. Emma esperó…y esperó hasta que a Sophia se le pasara.
Emma, perdóname- susurró Sophia. Eran alrededor de las tres de la mañana. Lo susurró para que Emma no la escuchara, que había cedido al cansancio sin intención alguna de abandonar a Sophia. – Por favor, perdóname- continuó, creyendo que Emma no le escuchaba pero, para su mala suerte, cuando Emma estaba preocupada, padecía de sueño ligero.
¿Qué tendría que perdonarte?- murmuró en aquella voz amodorrada. Sophia no sabía qué decir, pero tenía que responder, ahora sí.
Por ponerme a llorar
¿Por qué estás triste, mi amor?- Emma abrió los ojos poco a poco, abrazando a Sophia, asegurándose que todavía la tenía entre sus brazos.
Lo siento, no estoy triste, sólo no sé qué me pasó…me sentía demasiado bien y sólo tuve un hormone swing y me dieron ganas de llorar…
Mi amor, ¿segura que no te pasa algo? Puedes contarme, quiero ayudarte, por favor
Mi amor…eso es lo que pasa, que es demasiado como un sueño, que la persona a la que quería, la que me gustaba, de la nada me toma en cuenta, de la nada se enamora y así, me dice “mi amor”…se sintió demasiado como un sueño…- repitió, sonrojada, aunque en la oscuridad eso no era notable.
Tú me llamaste así primero, y lo adopté porque sonaba demasiado correcto, demasiado acertado, mi amor- dio un beso a la frente de Sophia mientras Sophia abrazaba a Emma por su abdomen, pues había retirado su brazo para guardar calor.
Te juro que haré lo que sea para que no dejes de llamarme así…
¿Me das un beso?
Te lo doy si me das un cigarrillo
Sophia, son las menos veinte de la mañana… ¿y tú quieres un cigarrillo?
Sí, vamos, fuma uno conmigo…hoy no hemos fumado
Tienes razón, pero eso es porque el día apenas comienza, tramposa- rió Emma, cerrando de nuevo sus ojos.
Sophia se acercó para darle el beso que le había pedido, beso que fue seguido por Emma con sus labios, terminando en un exquisito sonido húmedo. Se volvió a recostar en el pecho de Emma, sintiéndose mejor, más tranquila, más tibia.
Perdóname a mí por haberme dormido, mi amor- murmuró Emma, casi dormida de nuevo.
No tengo que perdonarte nada…porque…- “no hubiera dicho ‘porque’…”
¿Por qué?- bostezó.
Porque te amo…por eso.