El lado sexy de la Arquitectura 4
Capítulo Cuarto: "...Sophia besaba el cuello y los hombros de Emma mientras Emma se deshacía en pequeños ahogos ciegos..."
Una caja de “Her Majesty’s Reserve”, unas cuantas botellas de champán e incontables risas después, la mamá de Natasha se armó de valor para dar el tan anhelado discurso. No fue necesario el típico golpe inocente a una copa, ni un golpe a un micrófono, sólo se paró en donde estaban tocando el grupo de cuerdas y todos hicieron silencio y le pusieron atención.
- Quiero agradecer a todos los que pudieron venir ahora, a los que no pudieron o no quisieron venir, se perdieron del mejor sushi de Nueva York y del mejor Bollinger Blanc de Noirs de los últimos diez años y que no volverán a conseguir tan fácil porque yo lo compré todo. Hace cinco años recibí mi quinto Pulitzer, que no hubiera sido posible si mi hija, Natasha, y su amiga, Emma, no hubieran insistido tanto en ir a cenar “Per Se”, restaurante que ahora es famoso y está en el apogeo de su existencia. Alguna vez todos tuvimos tres años y nos paramos en el medio del jardín, como lo hago yo ahorita, y todos pensaron qué adorables éramos…pero la verdad es que sólo algunos de nosotros crecemos y nos pagan por eso. Mi nueva columna no tenía nombre hasta que la adorable amiga de mi hija la describió con un término bastante gracioso y, hasta cierto punto, acertado; mi nueva columna se llamará “Trinidad Moruga Escorpión” y brindo por Emma, por el New York Times y por todos los nuevos restaurantes que quieran tener futuro y que sólo algunos afortunados tendrán. ¡Salud!- concluyó, levantando su copa y bebiéndola hasta el fondo.
La gente se reía de cómo Margaret gozaba de su poder y de su auto convicción, no se reían de ella, se reían por ella. Algunos le llamaban “Martha’s Slaughter”, otros “The Food Butcherer” y, otros no tan malos, “The Chef Stresser”.
- Amor, son las dos treinta, ¿me acompañas a traer a otra caja de Reserve de la caja de papá?- dijo Natasha a Phillip, rozando su nariz con la suya.
Sophia volvió a ver a Emma con una sonrisa vencida, ambas sabían que quizás traerían otra caja de Reserve, pero que en realidad iban a que Natasha pudiera aguantar hasta llegar al apartamento de Phillip y poder tener una madrugada digna de recordar, una madrugada duradera; al menos de media hora y no de cinco minutos y con la libertad del cuerpo.
¿Estás bien?- preguntó Emma a Sophia, viéndola un poco distinta, no sabía si triste, confundida o cansada.
¿Encajo yo en este mundo?
¿Qué tiene de raro o de especial este mundo?
¿Comiendo de Masa como si fuera gratis, bebiendo champán de cinco cifras la botella, fumando de una caja que mantienen en una caja fuerte, vestida de Alexander McQueen y besando a quien creo que sabe de esta casa porque ella la diseñó y la remodeló?
Este mundo no tiene nada de malo, sólo cuando las drogas aparecen, las drogas pesadas, ahí sí debería darte miedo, porque a mí también me da…esto- dijo, señalando a su alrededor con su dedo- no sucede todos los días en mi vida, porque a diferencia del 95% de la gente que está aquí, yo tengo un trabajo y cuentas que pagar a fin de mes en donde si veo la diferencia en mi estado de cuenta, te puedo decir quiénes son humanos y trabajan bajo un horario y bajo una paga injusta sobre lo que hacen, yo también me quedo en mi apartamento, comiendo Paninis de queso gouda y tomando agua mineral mientras veo HBO en mis sábanas…
Y si entro yo a tu vida, ¿qué tanto cambiaría?
A mis amigos no los voy a dejar de ver, eso te lo aseguro, a ti te caerán bien los demás, creo que Natasha y Phillip te caen bien…pero no cambiaría en nada, vendría a reírme con Natasha a cualquier evento de su mamá pero también me quedaría en casa, comiendo Paninis de queso gouda, viendo HBO en mis sábanas…contigo, si la idea te parece- Sophia sonrió y se sonrojó. Asintió mientras paseaba su mano por su cuello de tal manera que ponía a Emma un tanto nerviosa.
Señorita Pavlovic, ¿puede decirle a la Señorita Roberts que el auto ya está listo para cuando quiera retirarse, por favor?- se acercó el mayordomo de la residencia.
Claro que sí, Hugh, yo le digo cuando regrese- respondió Emma, con una sonrisa amable. Eso era algo que a Sophia le gustaba, lo bien que trataba a los demás, siempre se había imaginado que trataría despreciativamente al servicio o a quienes le sirvieran.
¿Roberts, Robinson?- preguntó Sophia con suma curiosidad.
No te has confundido, Natasha Roberts, Margaret Robinson…es sólo que no quisieron tomar sólo un apellido y se refieren a la familia Robinson porque Margaret es la que tiene el control- rió Emma.
¿Qué hace el papá de Natasha?
Creí que lo sabías por tu reacción en el auto
No, sólo sabía que Margaret está casada con Romeo, he leído cada una de las críticas de Margaret- sonrió, apenada.
Pues, es asesor legal, casi nunca trabaja pero, cuando trabaja, no trabaja por largo tiempo después de terminar
Interesante…¿tus papás qué hacen?
Mi papá es consultor financiero en Roma, mi mamá es curadora en el Vaticano, también son divorciados…pero desde hace años ya
¿Cada cuánto ves a tu mamá?
Pues, una vez al año con suerte, pero esta Navidad voy a Roma a verla y a pasarla con ella, mis hermanos nunca se han interesado por hacer sentir bien a mamá
¿Por qué lo dices?
Mi hermano es hijo de papá nada más, de mamá no tiene nada, y mi hermana no ha logrado entender que mamá está sola todo el tiempo, siempre se va en un crucero con sus amigos para Navidad y Año Nuevo…- puso su mano sobre el muslo de Sophia, dándole a entender que no quería profundizar mucho en ese aspecto. Sí, Emma tenía dificultades para hablar sobre ese tema en especial.
Entiendo…¿qué te parece si nos vamos de aquí y…no sé, nos vamos?
Emma tragó duro y se puso de pie, pasó despidiéndose de Margaret y de Romeo y de uno que otro guapo que se desvivía por ella aunque ella sólo tenía ojos para Sophia. Se encontraron a Natasha en el pasillo, siendo atacada por los labios de Phillip de la manera más tierna posible, como si él fuera a irse a la guerra. Se despidieron de ellos, dieron las gracias y quedaron en llamarse en cuanto revivieran. Se metieron al auto y, esta vez, fue Sophia quien subió la ventanilla para tener más privacidad. Subió su vestido, su hermoso y caro vestido, hasta sus muslos para colocarse sobre Emma, para besarla, para continuar aquel episodio en el cuarto de Natasha.
¿Qué quieres de mí, Sophia?
Que te dejes llevar, que no pongas resistencia a nada, sólo déjate llevar así como yo lo estoy haciendo- y fue cuando Emma quedó hasta estúpida de lo inmaduramente madura que era Sophia.
Ninguna de las dos se atrevió a pasar a más, más allá del cuello con los labios o más allá de las caderas y cintura con las manos no existía. Terminaron con los labios hinchados y naturalmente rojos de tanto besarse, se cansaron de besarse y Sophia se recostó sobre Emma; entre su brazo y su pecho mientras Emma la abrazaba y Sophia jugaba con la mano de Emma.
¿Qué significa “S” y “P” en tu anillo?- preguntó Sophia, repasando el anillo con su dedo.
Sara Peccorini, me lo regaló mamá cuando cumplí veinte, era de ella, se lo regaló mi abuelo cuando cumplió quince
Es muy bonito, sencillo pero elegante
-Gracias- dijo Emma, dándole un beso a la cabeza de Sofía. – ¿Te quedas a dormir o te vas a tu apartamento?
¿Qué quieres tú?
Lo que tú quieras
Emma, ese es tu problema, nunca antepones lo que tú quieres, sólo dime lo que quieres, ojalá y concuerde con lo que yo quiero.
Quiero que te quedes conmigo…pero temo que si te quedas, no respondo; te como entera
Mmm…- tarareó Sophia, irguiéndose y acercando sus labios a la oreja de Emma. – Si me vas a comer…empieza ahorita- susurró.
El corazón de Emma casi revienta su pecho, sus pulmones casi no agarraban oxígeno. A Emma, por primera vez, habían logrado excitarla sin tocarla, bastó sólo ese susurro para sentir palpitaciones en su vientre y en lugares que no sabía que podían palpitarle. Emma sonreía tontamente al vacío, estaba roja; demasiado roja, y demasiado nerviosa.
¿Y si me equivoco?- susurró Emma, parecía que pensaba en voz alta.
No te vas a equivocar, será mi primera vez también…si quieres empiezo yo, guíame, guía mis manos hacia donde te gusta sentir cosquillas, presiona mis manos, háblame, no hay manera de equivocarse si me dices lo que te gusta y cómo te gusta…dime, ¿te gusta que te bese aquí?- besó su mejilla. -¿y aquí?- su quijada. -¿qué tal aquí?- detrás de su oreja. Emma se deshacía en placer, en simple y puro placer. - ¿y si hago esto…- susurró muy bajo, mordiéndole suavemente su lóbulo- …te gusta? ¿Por qué no respondes? ¿Tanto le gusta a mi Arquitecta?- susurró mientras desviaba su mano sobre el encaje del vestido de Emma.
Sophia…me vas a matar- murmuró, con una risa nerviosa, notando las luces de Manhattan ya. – A mi apartamento, por favor- dijo al chofer por el interruptor.
No me imagino cómo has de estar de aquí…- murmuró Sophia entre besos y mordidas en la oreja de Emma, acariciando con su mano los muslos y el vientre de Emma. - ¿Qué…se te reventó una tubería?- bromeó Sophia, haciendo alusión a la profesión de Emma. - ¿O no calculaste bien la posición del drenaje?- ambas rieron, era imposible no reírse ante tales comparaciones.
El auto se detuvo frente al edificio, Emma agradeció al chofer, abrió la puerta y se bajó.
¿Vienes?
No me gusta que me pregunten tanto
Te ordeno que vengas
Too bossy
Voy a subir a mi apartamento, me gustaría que me acompañaras, quisiera mostrarte la vista que hay ahí
Sophia rió, dio gracias al chofer también y se bajó del auto, siguiendo a Emma. Veía el trasero de Emma, impecable en aquel vestido ajustado, hasta se llegó a preguntar si andaría algo debajo de él o no, sorpresa sería. Subieron al apartamento de Emma en silencio, resistiéndose las ganas en el ascensor porque sabían que estaba vigilado con cámara, no querían ser motivo de cotilleos entre los Conserjes, menos entre los vecinos.
¿Qué crees que estén haciendo Natasha y Phillip?- preguntó Sophia mientras Emma abría la puerta.
Han de estar sudando por no poder estar en donde quieren estar, a menos que hayan decidido quedarse a dormir, siempre son impredecibles, tienes que acostumbrarte a eso. Pero seguramente, si siguen sentados en alguna mesa, Natasha le ha sacado a Phillip su “pene lindo” del pantalón y se lo está “acariciando” sin que nadie se de cuenta…y el pobre Phillip conteniéndose las ganas…
¿Por qué no están casados?
Pronto lo estarán, Natasha está esperando para cumplir los veintiocho, porque a esa edad se comprometió su mamá, sólo para respetar la edad, no quiere ocasionarle ningún problema de corazón a su mamá- rió. – Phillip y su familia la adoran, es que Natasha es demasiado buena persona, sólo conmigo, y ahora contigo, es así de “inapropiada”, de lo contrario, con Natasha puedes entablar una conversación sobre cualquier cosa…algún curso que tomó en Brown
¿Se graduó de Brown? ¿Qué estudió?
Psicología, y sí, se graduó de Brown, no parece pero sí, es inteligente… ¿quieres algo de tomar?- ofreció Emma en cuanto lograron entrar al apartamento.
Sí, lo que tú te sirvas está bien para mí también- sonrió, pensando en lo complicado pero simple que era Natasha, hasta le gustó la idea de que Emma tuviera una amiga psicóloga y que no trabajara en la psicología, sino en algo más banal como la moda.
Emma se dio la vuelta para servir lo mismo de siempre cuando sintió que Sophia quitaba el cinturón de cuero y le bajaba la cremallera de su vestido, recorriendo con su dedo la espalda de Emma a medida que la tela se abría paso y dejaba ver piel. Bajó la cremallera hasta el fondo, hasta el principio de su trasero, en realidad ya podía verle el comienzo. Emma había tenido que dejar los vasos a medio servir, no podía dejar de temblar de pensar en lo que estaba a punto de suceder. Sophia paseó sus manos por la espalda de Emma y retiró lentamente el vestido de sus hombros, haciendo que Emma sacara los brazos de las mangas de encaje. Deslizó el vestido de Emma hacia abajo, dejándola en sus Jimmy Choo nada más.
Contempló aquella magnífica vista de la que Emma le había hablado al invitarla a subir con ella, a plenas tres y media de la mañana era como ver el amanecer. Sabía que Emma estaba nerviosa por cómo respiraba y porque no se había dado la vuelta, le daba la espalda todavía. Tenía unas cuantas pecas en sus hombros que se difuminaban en la parte alta de su espalda. Su espalda era delgada y pequeña, con piel suave, con los omóplatos un tanto saltados y con la hendidura de su columna hasta llegar a ese trasero. Recorría su espalda con sus manos y con su vista, repasando su cintura y sus caderas y repasando una cicatriz que le sentaba sensual. Bajó por su trasero con la mirada, era ajustado y tonificado, que terminaba en unos muslos con cero celulitis y que terminaban en unas pantorrillas tonificadas y relucientes de humectante. Le dio un beso a su cicatriz, lugar en donde Emma nunca había sido besada, y supo que Sophia era a quien debía entregarse, a quien podía entregarse por algo parecido al amor. Sophia se acercó a Emma, pegando su pelvis con su vestido contra su trasero y paseó sus manos por el abdomen de Emma, recorriendo su vientre y el borde de sus senos, tocando pero no tocando. Emma había colocado sus manos sobre las de Sophia, había cedido hasta la última gota de autocontrol, se estaba dejando llevar, tal y como Sophia se lo había recomendado.
Sophia besaba el cuello y los hombros de Emma mientras Emma se deshacía en pequeños ahogos ciegos, sabiendo que era la primera vez que estaba así de excitada y que había sido así de fácil con alguien. Le encantaba sentir la zona pélvica de Sophia hacer círculos a ras de su trasero, se sentía rico y sexy. La piel de Emma se erizó de nervios, haciendo que cada vello de sus brazos se erizara, sólo para que Sophia los calmara al pasar sus manos tibias sobre ellos. Emma volvió a posar sus manos sobre las de Sophia y las guió por su cuerpo, paseó una por en medio de sus senos, rodeándolos con suma delicadeza, apenas rozándolos de la parte inferior, paseó su otra mano por sus muslos y su vientre para irla introduciendo en el interior de sus muslos, en donde el calor aumentaba.
Sophia se sentía rara, demasiado caliente, demasiado deseosa. Su corazón dio un vuelco cuando rozó el borde de los senos de Emma con su mano, eran grandes pero rígidos; no caídos, y eran suaves. Emma por fin se dio la vuelta y se dejó ver desnuda ante Sophia, una mujer a la que le había gustado mostrarse. Sophia quedó estúpida del cuerpo de Emma, era perfecto, se puso nerviosa porque sabía que su cuerpo no era ni la octava parte de perfecto como el de Emma. Tenía un pequeño lunar en el yacimiento de su seno izquierdo que, en un escote, mataba. Sus pezones café muy pálido eran pequeños, también sus areolas, eran perfectos, daban ganas de acariciarlos y de comerlos de inmediato. Tenía el abdomen plano, su vientre también, un ombligo pequeño y sexy. De su entrepierna no pudo notar mucho más que una depilación total, ya un tanto hinchada y un tanto, bastante, empapada, pues cuando Emma abrió un poco las piernas, se liberó el sonido de sus labios mayores abriéndose, Sophia casi cae con crisis nerviosa de la emoción. Emma le plantó un beso mientras se bajaba de sus quince centímetros y se volvía más accesible. Mientras la besaba, le bajaba la cremallera de su vestido. Notaba cómo Sophia se ponía de nerviosa al paso que bajaba la cremallera, estaba demasiado consciente que no le gustaría lo que Emma estaba a punto de ver, pero se equivocó.
- Déjeme verla, Licenciada, por favor- susurró Emma a su oído, haciendo que Sophia se despegara de ella y diera dos pasos hacia atrás para que Emma pudiera verla desnuda.
Sí, Emma casi se la come en ese momento, jamás le había interesado el cuerpo de una mujer, pero ese era el más hermoso, tenía cierto aire de inocencia, pero sólo aumentaba más su interés por comerse aquel par de pezones rosado pálido, casi del mismo color de la piel de Sophia, pequeños en todo sentido, decorando aquellos senos de tamaño perfecto; ni muy grandes ni muy pequeños, que caían con tanta elegancia. Le ordenó que se diera la vuelta, sólo para apreciar ese traserito apretado que tanto quería acariciar y pellizcar. Fue entonces cuando Sophia cometió el error más rico de todos. Estando de espaldas a Emma, decidió salirse de su vestido que estaba ya sobre el suelo pero, al estar enredado en su tacón, se agachó sólo con la espalda, dejando toda su entrepierna y más a la vista de Emma.
- No te muevas, quédate así…- murmuró Emma.