El lado sexy de la Arquitectura 24
" I wanna fuck your body- dijo entre dientes, a manera de susurro..."
Chelsea no sería nada sin aquel no-tan-remoto lugar de la décima, entre la 26 y la 27. “Marquee” es el nombre del único lugar en donde el drama para entrar, con o sin pagar, vale totalmente la pena, más después de que “Bungalow 8” fue cerrado como todo club fugaz. Usualmente se requiere de paciencia y buena apariencia para entrar con o sin pagar, para luego esperar otra eterna fila pero este no es el caso, no ahora que es ocho de febrero, uno de los días más importantes en el año para la futura Señora Noltenius, Natasha ella es, día en el que celebra el trigésimo primer año de vida de su futuro esposo, para lo que ha reservado todo “Marquee” y se ha asegurado de que nadie entre, ningún vil “crasher” que pueda gozar de las fuentes imparables de Crystal y/o cualquier bebida que fluya gratis por entre la gente. El lugar estaba repleto de los amigos y no-tan-amigos de Phillip, que él siempre prefería celebrar su cumpleaños con una cena tranquila en “Harry Cipriani” pero su madre, Katherine, quería que todos los años saliera en PageSix entre las diez mejores fiestas del año y, por lo mismo, siempre insistía en que se Natasha se lo celebrara a lo grande, y era parte de la táctica de Natasha y Phillip por consagrar a Natasha como la que debía ser para Phillip y no aquella Brunette que intentó e intentó y nunca pudo. Entre sus llamémosles-“conocidos=amigos”, estaban no sólo sus compañeros de trabajo, sino también los del equipo de Polo, sus pocos amigos del Lehman Manhattan, la escuela a la que Phillip había ido toda su vida, como también uno que otro sobreviviente de Princeton Economics, en donde Phillip había estudiado su Máster en Finanzas también, y uno que otro amigo que jugaba a ser Soltero-Codiciado, amigos en común con Fred pero que, por respeto a Emma, Fred no se atrevía a dar la cara cuando sabía que estaría ella presente, pues se había jurado ser mejor ex-novio.
Por otro lado, formando la minoría de aquellas trescientas personas, estaban los amigos de Natasha, en los que se delimitaban a Thomas y a su nueva conquista, Rachel, que era como su sueño por llamarse igual que Rachel Dawes, el amor platónico de Bruce Wayne, James y Julie, que habían logrado superar la infidelidad de Julie al Julie quedándose callada y olvidando el asunto como si nada hubiese sucedido y, las joyas: Emma y Sophia, quienes ante los ojos de los otros tres, y del resto, no eran más que amigas; aparentemente muy buenas amigas. Era la primera fiesta que no parecía ser planeada por la mano de Baco, pues no había mujeres afroamericanas, con afros debo decir, en jumpsuits de lentejuelas doradas y en patines repartiendo bebidas, o mujeres en toga y coronas de laurel, o mujeres y hombres animando como si fuera un circo; quizás era la edad atacando, el cansancio de disfrutar algo así de “infantil”, pero era nada más que se empezaba a notar que esa fiesta era por hacerla, que ni el cumpleañero mismo la disfrutaba por ver que Natasha se la pasaba con sus amigos, lejos de él, cuando lo único que quería era estar con ella, besándola y haciéndola gemir en su cama, o, si no era tan paradisíaco como eso, al menos en una cena tranquila en el Cipriani con Emma y Sophia, que, de un tiempo acá, era cuando mejor se la pasaba, quizás porque veía a Natasha sonreír con más frecuencia y se había logrado acercar a Emma más que antes, tanto que bromeaban pesadamente y se hacían favores, con Sophia ni se diga, a veces se juntaban a almorzar sólo para hablar de cualquier cosa; cosa que ni a Natasha ni a Emma les importaba, pues Phillip realmente actuaba, alrededor de ella, como un hermano mayor así como Sophia como hermana menor.
¿Qué se iba a hacer sino ingerir cualquier cantidad de alcohol que desfilara enfrente de uno? Pues eso hicieron todos, incluyendo Emma y Sophia, y el cumpleañero mismo, cuya paciencia se agotaba cada minuto y sus ganas por estar a solas con Natasha eran proporcionales a su impaciencia, a su deseo por salir huyendo de aquel lugar, más que Natasha, en sus curvas peligrosas, había decidido meterse en un David Meister strapless, que no sólo acentuaba su escote de una manera impresionante, sino que era a medio muslo, dejando ver sus tonificadas y humectadas piernas en aquellos perfecta y negramente manicurados pies atrapados en unos Boulimia Louboutin de escasos doce centímetros. Para ese entonces, a la hora que aquello que descompuso a Emma pasó, James, Julie y Thomas ya se habían ido, que eran los que importaban. ¿Qué fue lo que pasó? Bueno, se los cuento a continuación:
Natasha se había levantado de aquel sillón blanco para ir a decirle a algún mesero, completamente vestido en el típico uniforme, que llevara bebidas a la mesa de Phillip y que le sirviera "A.S.A.P" un Champagne Cooler, cuando Sophia y Emma tuvieron un encontrón lujurioso de miradas, Sophia analizó a Emma y resolvió la receta para la perfección:
- Un par de ojos verdes ebrios y cansados con un maquillaje nocturnamente denso
Un Monique Lhuillier cerulean asimétrico, manga ¾ y hasta medio muslo
Espalda triangularmente invertida al descubierto
Pecas al desnudo al gusto
Un par de Sexy Strass 100mm Christian Louboutin
Cabello recogido en un moño improvisado y flojo pero, de alguna manera, con estilo
Sensualidad al gusto
1500 cc de Cerebro
Una sonrisa blanca
Instrucciones: Vista a una mujer de 1.74 metros de altura, 115 libras, 34C, 86-61-86, en el Moniquie Lhuillier y métala en los Louboutin, maquille sus ojos y hágala sudar un poco, fume 4 cigarrillos con ella por aburrimiento. Agregue una sonrisa alcohólica, un toque de cerebro y sensualidad al gusto. Obsérvela a lo largo de cinco a seis horas hasta que empiece a morder su labio inferior y esté inquieta cruzando una pierna sobre la otra alternadamente hasta que suspire y pasee su dedo por su pecho desnudo y lo vuelva a ver con expresión de: “Let’s get the fuck outta here and have sex”.
Considerando Emma que Sophia era la máxima expresión de la belleza en su Maison Rabih Kayrouz gris de un hombro, holgado del torso y de los muslos porque era hasta medio muslo, se puso de pie y, ajustando su vestido a sus muslos a la altura que debía estar, caminó cruzando sus piernas seductoramente, cual modelo de pasarela, hasta Sophia y le alcanzó su mano. Sophia, que estaba sentada con sus piernas recogidas sobre el sofá blanco, vio a Emma de pies a cabeza y de regreso, saboreándola, más sabiendo que no llevaba ni sostén ni panties porque se le marcaban a través del drapeado del ajustado vestido. Sophia le tomó la mano y, Emma, haciéndose camino por entre la multitud, encontró un espacio diminuto en el que cupieran las dos para bailar juntas por primera vez, más interesante por estar bajo los efectos del alcohol. Sophia y Emma eran todo sonrisas ebrias, sonrisas blancas; una con camanances y la otra sin, pero igualmente hermosas y, dado a que, en estos tiempos y en esa multitud (porque ya habían entrado los “crashers”) todo era posible, Sophia pegó su trasero a la pelvis de Emma y le gritó un “Feel me, baby” al oído que sólo Emma pudo escuchar por la música, que estaba muy buena, muy encendida, y muy fuerte.
Y, al ritmo de un Mashup “Hung Up/Gimme Gimme”, así es; Madonna y ABBA de la manera más extraña posible, Sophia se dejaba llevar, encajando su trasero con aquella pelvis y deteniéndose en su puesto con sus manos clavadas en los muslos de Emma y Emma manteniéndola en su puesto de la misma manera pero por su cintura. Se dejaban llevar por el ritmo de aquella invención de aquel DJ que para Emma pasaba por genio y Emma, clavándole la nariz a Sophia en su moño, inhalando aquel olor de chocolate opacado por el del cigarrillo, la atrajo hacia ella por el abdomen con sus brazos, sí, un abrazo amoroso en público, un abrazo y un baile sensual del que nadie se dio cuenta, o al menos eso creyeron, pues Natasha y Phillip, que pretendían discutir por algo sólo para estar a solas un momento, las veían de reojo un tanto divertidos.
Las manos de Emma habían cobrado vida, más bien tenían vida propia, pues acariciaban los muslos de Sophia y subían un poco su holgado micro-vestido gris, intentando, con la mayor voluntad humana, no hacerle el amor ahí y en ese momento, más porque la actitud de Sophia gritaba y sudaba “¡LUJURIA! (Grrr)” a la atmósfera. Hubo un cambio de canción, una que no estaba tan encendida como la anterior pero Sophia se la sabía y, despegándose de Emma, la tomó por la cintura estando frente a frente, sonriendo y exhalando alcohol, intentando establecer un ritmo pero era imposible. Se las arreglaron para despegarse entre tanto deseo y, justamente en el estribillo, Sophia elevó sus brazos al aire y coreó, con aquella voz:
- All I wanna do is fuck your body, thonight’s your lucky night, I know you want it- y apuntaba a Emma con su dedo índice derecho mientras lo cantaba, más bien gritaba y rodeaba, más bien acariciaba, su cuerpo con sus manos de manera seductora.
Sí, Emma jamás se imaginó que Christina Aguilera tuviera tal efecto en ella, en realidad Sophia, pues, después de ese estribillo, le urgía estar con Sophia, sí, primera vez que a Emma le excitaba algo así. La tomó de la mano y la arrastró hasta donde Phillip y Natasha, quienes todavía seguían en su plan de “discusión”, con ademanes violentos, a pesar de estar diciendo lo mucho que se amaban.
¿Ya se van?- gritó Phillip, sabiendo que la respuesta era obvia, pues había visto toda la escena.
Creo que ya se me subieron las copas- le respondió Emma, que era cierto, pero más cierta era la teoría de Phillip.
Se dieron un abrazo y un par de besos en las mejillas, como era costumbre, y, despidiéndose de la misma forma de Natasha, salieron de Marquee de la mano, para sentir el choque del aire frío de febrero a unos ya-no-tan-fríos 3ºC. Emma logró convencer a un taxista que la llevara al Upper East Side, $20 fue la oferta. Se subieron al taxi y Emma, importándole poco lo que el taxista pensara, se arrojó contra Sophia en un beso que se había contenido por más de cinco horas, un beso lleno de lujuria y deseo pero todavía con elegancia.
Hey, what’s going on back there?!- gruñó el taxista, aquel que era la experiencia total para un turista en Nueva York, sí, un Musulmán de nombre Muhammad.
Just get us fucking home- gruñó Emma de regreso, arrojándole un billete de $50 y volviendo a los labios de Sophia, quien, por el beso, recostaba su cabeza de manera incómoda sobre la ventana mientras Emma la empujaba con su deseo y su mano derecha se abría paso hacia su desnuda entrepierna. – I wanna fuck your body- dijo entre dientes, a manera de susurro para que el Musulmán no entendiera aunque si lo hizo, aunque no se imaginó que sería literal y en ese momento.
Sophia, en ese momento, sintió los dedos de Emma introducirse en su vagina, que su gemido, tanto por placer como por sorpresa, fueron ahogados en un beso con lengua incluida, un beso con sabor a Martini. Sophia simplemente le pedía más a Emma, se lo pedía con la manera en cómo la besaba y por cómo abría sus piernas para que Emma la penetrara. Estando a cuatro calles del 680, edificio en el que vivía Emma, Emma le siseó un “Shhh…” a Sophia a ras de sus labios y, estando a una calle, Sophia ahogó un gemido que convirtió en un suspiro agitado mientras se corría alrededor de los dedos de Emma. El taxi se detuvo a la entrada y, Emma, en agradecimiento a aquel hombre, por haberla llevado sana y salva a casa y no haberla bajado del taxi, le arrojó otro billete de $50, cosa con la que “Muhammad” quedó relativamente satisfecho por compensación.
Emma arrastró a Sophia por el Lobby del edificio, saludando antes, con una sonrisa, a Józef, el portero y, una vez estando en el ascensor, Emma le cayó encima a Sophia, tal y como aquella noche de lluvia se lo imaginó, antes de que todo pasara; Sophia contra la pared lateral del ascensor pero, en vista que no había cabello mojado, Emma acarició sus muslos, subiendo su vestido hasta poder tomarla por su trasero mientras Sophia, al borde de otro orgasmo por reflejo, abrazaba a Emma por el cuello. Salieron victoriosas de aquel ascensor, sin importarles las cámaras de seguridad y sin la interrupción de alguien, pues, ¿quién estaría despierto a las cuatro de la mañana?
Y fue entonces cuando no supieron aguantarse y Emma sentó a Sophia en la mesa lateral que estaba en el pasillo que dividía el 11A del 11B, abriendo sus piernas y frotando su clítoris mientras besaba su cuello, y lo mordisqueaba también, embriagándose del sabor de Sophia. Aquella rubia Licenciada simplemente intentaba mantenerse en silencio, que le resultaba un tanto difícil, y clavaba sus dedos entre el moño de Emma mientras aquella hermosa mujer y que era su novia y su amante, atrapaba su clítoris entre sus dedos y lo acariciaba por sus lados con un poco de presión, sintiendo cómo se alistaba para otro orgasmo. Emma volvió a besar los enrojecidos labios de la Licenciada Rialto mientras frotaba su clítoris de izquierda a derecha rápidamente. Sophia frunció su ceño y mordió un tanto fuerte el labio inferior de Emma, abrió sus piernas, y se sacudió de adelante hacia atrás mientras levantaba su trasero de aquella mesa, sosteniéndose por el cuello de Emma y meciéndose contra sus que todavía la acariciaban. Sophia soltó el labio de Emma y luego lo besó rápidamente para sanar su dolor. Emma llevó sus dedos, llenos de Sophia, a su boca y los succionó frente a sus ojos.
¿Te gusta?- murmuró Sophia en una voz pegajosa, quizás el gemir en silencio la ponía así. Emma asintió, terminando de succionar el primer dedo, el de en medio. – Pues comparte, no te lo quedes todo para ti- sonrió, tomándole su dedo anular y metiéndolo a su boca, envolviéndolo con sus labios y acariciándolo con su lengua.
Mmm…- suspiró Emma viendo a Sophia tragar su dedo. – Vamos adentro, necesito comerte- dijo, con una voz cortada ante la succión que Sophia ejercía en su dedo y Sophia, ante esa enunciación, casi vuelve a correrse.
Vio cómo Emma la ayudaba a ponerse de pie y arreglaba su vestido para girar noventa grados para dirigirse hacia la puerta mientras buscaba a ciegas la llave en su Bottega Veneta, para que, cuando se inclinó para introducir la llave, pues tenía mala puntería cuando estaba ebria, Sophia levantó su vestido, descubriendo su desnudo trasero, Emma cerró los ojos con una sonrisa que sustituía un gemido mientras Sophia rozaba, contra él, su pelvis desnuda.
Fuck…entremos y me haces eso la noche entera- gimió Emma ante los dedos de Sophia clavándosele en sus caderas.
Pues apresúrate que no pienso detenerme- suspiró, chocando su pelvis contra el trasero de Emma, muy a lo heterosexual, pero le gustaba sentir su trasero, más ahí.
Emma ya estaba nerviosa pero eso la puso más nerviosa y nervios y alcohol no se llevan muy bien porque se pelearon en el Kindergarten. Sophia realmente no paró de embestirla hasta que Emma logró abrir la puerta y empujarla, que fue cuando se irguió para no despegarse de Sophia y pasó sus brazos por la cabeza de Sophia, tomándola por el cuello, mientras Sophia recorría a Emma desde sus muslos hacia su abdomen por la parte delantera de su vestido, levantándolo casi completamente; gracias a Dios que era ajustado y no la dejó ir más allá.
Emma le tomó la mano a Sophia en cuanto ya se hacía camino hacia abajo, hacia su entrepierna, qué bueno que aquella noche medían lo mismo, pues Emma en diez centímetros y Sophia en quince, estaban al mismo nivel; de eso se aprovechó Emma para no sobre esforzarse en cuanto a flexionar las rodillas por mucho tiempo, doloroso en Stilettos, y, halando a Sophia hacia el interior del apartamento, todavía con sus vestidos mal puestos, es decir, subidos, la atrapó nuevamente contra la primera pared que vio al cerrar la puerta. Y así rebotaron, de pared en pared cual Pinball, hasta que Emma la arrinconó contra el frí ventanal, por el que se apreciaba Central Park, haciendo que Sophia gimiera de un quemón por frío. Qué hermoso se ha de haber visto por fuera, un trasero perfecto pegado a una ventana, más cuando Sophia abrazó a Emma con sus piernas por su cadera y se detenía, con sus brazos estirados, de la barra de las cortinas.
Después de unos momentos, Emma se cansó de sostenerla y se aburrió de no poder tenerla desnuda frente a ella para hacerla suya, la hizo ponerse de pie y, de un movimiento, deslizó el hombro del vestido de Sophia hacia afuera, dejando que cayera de golpe sobre el suelo, dejándola únicamente en sus Stuart Weitzman Gloso negros, con sus pantorrillas tonificadas. Sophia le dio la vuelta a Emma, deslizándole, lentamente, la cremallera de su vestido hacia abajo, deslizando las mangas hacia afuera y dejando que éste cayera también sobre el suelo; ahora estaban en las mismas condiciones: ambas sólo en sus Stilettos. Aquel taconeo sobre el piso de madera probablemente molestó a Mr. Smith y a Mrs. Brock, los respectivos dueños de los apartamentos que estaban bajo el de Emma, pero, sin que eso las detuviera, sustituyeron el taconeo por los gemidos y los gritos que, proviniendo del comedor, se escuchaban hasta el pasillo.
Y todo era que Sophia había logrado tener el control sobre Emma en cuanto la había acostado sobre la mesa del comedor; había abierto sus piernas y se había aventurado en una delicia para su paladar en su entrepierna mientras ella, muy cómodamente, permanecía sentada en una de las sillas, todavía se daba el lujo de cruzar sus piernas cual Señorita. La manera en cómo se comía a Emma mientras le clavaba la mirada en la suya, las veces que Emma lograba abrir los ojos, no tenía palabras, era penetrante y lujuriosa, demostrándole que podía comérsela a su gusto y provocarle tantos gemidos como se le antojaran. Claro, Emma se encargaba de jugar un poco con sus senos, agudizando su sensibilidad al roce de sus pezones y, cuando Sophia clavó sus dientes en su monte de Venus y paseó su lengua rápidamente de arriba abajo, empujando levemente hacia arriba su clítoris, Emma logró explotar en un orgasmo de película; elevando su trasero, temblando sus piernas, apretujando sus senos y jadeando entre dientes con su abdomen agitado mientras atrapaba la cabeza de Sophia entre sus muslos, haciendo que Sophia riera entre su mayúscula ebriedad, ahogándose entre el calor de Emma.
- You…said…you…wanted…to…fuck…my body- acezó entre respiraciones cortadas con una sonrisa. Sophia la veía confundida. Abrió sus muslos para liberar la cabeza de Sophia y recibir un beso en sus labios, labios que desataban un leve hormigueo por los besos anteriores y gemidos que desembocaban en los labios de Sophia al roce de su vientre contra su sensible entrepierna.
Sophia besó el cuello largo y esbelto de aquella italiana, devorándose su Guerlain Insolence con sus sentidos. Bajó por su pecho, no sin antes haberse deleitado de las pecas que tanto la volvían loca, y se concentró unos momentos en aquellos senos de buen tamaño y de buena complexión; masajeándolos delicadamente con sus manos mientras sus labios se encargaban de besar aquellos rígidos pezones que se deslizaban entre sus dientes.
- Vas a hacer que me venga de nuevo- jadeó Emma, sosteniendo a Sophia en su seno izquierdo, presionándola para sentir más directo el mordisco en su areola.
Y Sophia sonrió, halando su pezón entre sus dientes para volver a atraparlo con sus labios y succionarlo tal y como a su lengua le fascinaba, todo porque sentía aquella lisa textura rozarle sus papilas, y le sabían dulces, tal vez era por el olor difuminado a aceite de coco que tenía, “tan rico…tan Emma” , pues era la única fragancia que no opacaba ni distraía el perfume que estuviera utilizando. Cambió de pezón y Emma, entre dientes, sintiendo la intención de Sophia por el roce de su abdomen contra su entrepierna, se dejó llevar como las otras veces, sintiendo sus sentidos aflorarse sólo para estallar en un gemido tembloroso que se esparció por todo su cuerpo.
Gimes demasiado…hasta podría ser mentira- rió Sophia a carcajadas, haciendo que Emma se riera también y estuviera al borde de un colapso pulmonar pues exhaló más aire del que podía.
Tú no eres muy callada tampoco, no te quejes…- murmuró, peinando el flequillo suelto de Sophia tras su oreja. – Además…eres la primera persona que me hace gemir, es involuntario…- sonrió, volviendo a recostarse sobre la mesa, el cuello ya le dolía un poco.
Sophia sonrió, besándola en donde sus besos esporádicos cayeran, nada planeado, simplemente estaba pasando, así como lo de ellas, a ellas les había tocado enamorarse por muy “malo” que eso fuera, el que lo catalogue así es porque no lo ha vivido. Sophia recordó el estribillo de la canción de Christina Aguilera y, como la canción decía, se propuso “fuck” a Emma, algo que Emma misma había, entre una insinuación clara, pedido también. Se despegó de Emma, volviendo a sentarse, sólo para apreciar aquella imagen estática de Emma y sus piernas abiertas, rodillas más alto de lo normal por todavía tener puestos sus Louboutin, cosa que encendía aún más a Sophia. Se acercó de nuevo, cruzando sus piernas por debajo de la mesa y, recorriendo la delicada vulva de su novia con su dedo del medio, de arriba abajo, le hizo a Emma más que unas simples cosquillitas. Introdujo su dedo en su vagina y la penetró suavemente, para luego acompañar a ese solitario y complaciente dedo con el dedo índice, arqueándose al entrar de golpe en su vagina; penetración a fondo pero suave, que cada vez escalaba y, Sophia, succionando los labios menores de Emma y bromeando con su clítoris con su lengua y, a veces, con sus labios, logró que Emma pujara con fuerza, expulsando sus dedos fuera de ella y gritando un “Shit!” agudo mientras jugaba con su ahora alocado cabello, su rostro complacido, adornado por una sonrisa sonrojada y esos ojos cerrados, cuyos párpados estaban maquillados de negro difuminado por el sudor que ahora se materializaba sobre aquella blanca piel, sobre aquel pecho coloreado de un rojo escarlata.
“Nunca creí que el sudor fuera tan sexy” sonrió Sophia, dándole exactamente veinte segundos a su jefa para recuperarse de aquel rápida-y-jodidamente-intenso-alcanzado-orgasmo. Volvió a pasar su dedo de en medio por su vulva, de arriba abajo, haciendo que Emma se sacudiera levemente al roce de su excitado y sensible clítoris. Bajó un poco más hasta su perineo y lo acarició de izquierda a derecha en aquella diminuta dimensión, sólo para bajar un poco más y llegar al agujerito que realmente le interesaba acariciar y, con círculos concéntricos y presiones alternadamente suaves y un poco más profundas, se las arregló para meter su dedo lentamente, tan lento que Emma imploró piedad; era como una tortura que Sophia disfrutaba.
Mientras Sophia reía maléficamente a carcajadas en su interior por ver la calidad de lujuria que poseía a su novia, decidió subirlo un nivel más en cuanto, con su dedo índice, empezó a burlar su vagina con la punta de su dedo, apenas penetrándolo con la punta de su dedo, haciéndole círculos presionados al compás de su otro dedo. Emma exhalaba divertida, porque el alcohol le había dicho que reírse estaba bien cuando jugaban así de grosero con ella, más con su placer, cosa que a Sophia le daba risa también, exteriorizando sus carcajadas al ver que Emma simplemente reía tras todo “Oh, my God” o después de cualquier “Fuck”. Los jugos de Emma simplemente se habían desplazado hasta la mesa, en donde empezaba a sentir un tanto más fácil deslizarse con su trasero, lo que le apenó y se ruborizó, actitud que olvidó en cuanto Sophia dejó de burlarse de su vagina y empezó a presionar también, con ese dedo, la entrada de su ano.
- Shhh…- le dio un beso a su dedo índice antes de que empezara a empujar. – Relax…- susurró, besando la parte interna de sus muslos, en cuanto notó que Emma se contraía por la sensación.
Y Emma apreció la molesta sensación del dedo de Sophia adentrarse en aquella zona angosta, una molestia que daba calor, que quemaba, pero que, a medida que el dedo avanzaba en su canal, el calor se disipaba y se tornaba en un cosquilleo placentero, todavía febril, pero era una sensación que agudizaba su estado físico, como si ese placer, que se confunde a menudo con dolor, activara no sólo sus terminaciones nerviosas en aquellos puntos sexuales, sino cada célula receptora de su piel, haciendo de los besos de Sophia en sus muslos, que eran húmedos y un tanto ruidosos y sensuales, se sintieran como balas de amor y pasión. Emma sentía aquellos dedos colmarla, ejercer presión en todo su interior que, cuando Sophia introdujo su dedo índice izquierdo en su vagina, sintió cómo su G-Spot era víctima de un roce celestial que, después de veintisiete segundos de penetración vaginal y silencio funesto de parte de Emma, gritó como si proclamara su propia independencia, expulsando en aquel aliento candente el alivio de aquella presión, que también se liberaba por medio de una eyaculación minúscula que Sophia intentaba frenar, aunque más bien jugaba con ella al pasear sus tres dedos de lado a lado, rozando el clítoris de aquella descontrolada mujer que gemía como si estuviera en el cielo viendo el mundo venirse abajo.
Aquello de “fuck your body” estaba siendo cumplido de manera literal, ah, pero la que le esperaba a Sophia. Retiró sus dedos de la cavidad anal de Emma para llevarlos a sus labios y saborearlos mientras aquella tumbada mujer reposaba ahora sus piernas colgando de los bordes de la mesa. Emma intentó erguirse una vez y cayó recostada de nuevo sobre la mesa, era como si sus músculos todavía no se recuperaban de aquel excelso orgasmo. Intentó de nuevo y, lográndolo sin emitir un quejido, se puso de pie, cosa que habría preferido no hacer, pues sintió como si millones de alfileres se le clavaran en las plantas de los pies, quizás por el orgasmo, quizás por los Stilettos, quizás por la combinación de ambas. Arrojó sus Louboutins como si les tuviera odio, porque en realidad les tenía odio en ese momento.
¡Los voy a incinerar, artificios del demonio!- rió, señalando a los Louboutins tirados en el suelo mientras daba unos pasitos bajo el dolor de sus Falanges y sus Metatarsianos. Sophia rió suavemente a través de su nariz ante la actitud imperativa de Emma, como si estuviera regañando a los Stilettos.
Si te das cuenta que les estás hablando a tus zapatos, ¿verdad? – rió Sophia a carcajadas.
Joder…en escala del uno al diez, estoy “The Hangover” de ebria- se carcajeó, deteniendo su abdomen entre sus manos.
Sí, ya cuando hablas con los muebles y con los zapatos es porque ya te convertiste en San Martini- Sophia era una carcajada con piernas, cosa que demostraba que estaba en la misma categoría de ebriedad de Emma.
Sophia se puso de pie, todavía riéndose y, quitándose sus Weitzman, caminó hacia Emma para ponerse un tanto en puntillas, abrazándola con sus codos por el cuello, para plantarle un beso risible y ridículo, con el que trató de decirle, literalmente a su garganta con la suya, cuánto la amaba.
- Llévame a la cama- susurró Emma mientras intentaba morder el labio inferior de su rubia. – No me funcionan las piernas- dijo, tan bajo que sólo Sophia podía escuchar, casi ni ella misma se escuchaba. – Y es tu culpa…- sonrió, atrapando el labio de Sophia entre sus dientes.
Sophia se dio la vuelta, le tomó los brazos a Emma y los colocó rectos sobre sus hombros y, acercándola a ella con sus manos por sus caderas, la tomó por los muslos mientras Emma daba el típico saltito para subirse en su espalda; por supuesto que iba muerta en risa mientras Sophia, la pobre de Sophia, daba los veintiún pasos necesarios para darse la vuelta y tumbar a Emma sobre la cama, cayendo ella encima de su novia, apretujándole el abdomen y vaciándole el oxígeno mientras Emma reía y la aprisionaba con sus piernas y sus brazos.
Pesas como un efelante- rió.
Repite conmigo…E-LE-FAN-TE- y ambas se carcajearon de nuevo.
– Sophia, Sophia, Sophia…- suspiró Emma. - ¿Qué voy a hacer contigo?
Repite mi nombre- murmuró, cerrando sus ojos mientras, entre sus piernas juntas y aprisionadas entre las de Emma, sentía los dedos de su violadora introducirse entre su empacado sexo, haciendo de sus caricias algo realmente distinto, como si fuera mil veces más intenso. – Me gusta cuando lo dices…- dijo, con su voz mimada entrecortada y suspendida por un suspiro.
Sophia…- susurró Emma al oído de la dueña de aquel nombre, una “S” lasciva, una “o” que parecía tener una “h” imaginaria a continuación, una “ph” cruda pero larga, y una “ia” que terminaba en un suspiro.
Y Sophia, ante la sexualidad que Emma derramaba sobre su nombre, junto con el dedo de Emma que recorría su clítoris en distancia de milímetros de arriba abajo y sus dedos de la mano izquierda que jugaban con sus senos y sus pezones, Sophia estalló en un orgasmo intenso mientras rozaba su hermoso trasero contra la pelvis de Emma. Esperó a que Sophia recuperara un poco el aliento y, cobrándose sus cuatro-seguidos-orgasmo-que-la-mataron, tumbó a Sophia a un lado, halándola de las piernas y abriéndola a su gusto, tanto vertical como horizontalmente.
- Te voy a comer sin piedad- sonrió, con esa sonrisa de venganza, la que la hacía sonreír más por su lado derecho y que mostraba levemente su dentadura brillante mientras su ceja derecha se elevaba y se arqueaba con cierta peculiaridad.
La Licenciada Rialto, ante aquella enunciación directa, cruda y cruel, gimió como si Emma realmente se la estuviera comiendo, pero sólo clavaba la mirada en la suya…y tal vez porque había topado su pelvis contra su sexo. Emma recorrió el cuerpo de Sophia, entre su torso recostado y sus piernas abiertas, con deseo, con inanición, como si por donde pasara la mirada era el equivalente a un lametón en el clítoris de Sophia; una respiración cortada, la miraba con placer y deleite; un gemido suave, recorriendo sus pezones rosado pálido, respingados y perfectamente rígidos por la excitación; tragando duro y amplio. Y Emma comenzó a besar a Sophia desde sus pies hacia su interior, hacia su centro, y era como si sonara “Libertango” en el fondo, besos suaves y lentos seguidos por besos y mordidas agudas y rápidas, deslices con la lengua, cortos y largos, Sophia que no creía lo que aquella mujer la ponía a temblar.
Sí, definitivamente era Piazzolla el que mejor describía esa escena, aquellos roces con su lengua, con sus dedos, las miradas penetrantes, la tensión, la temblorosa Sophia, la reafirmante Emma. Llegando a su sexo, después de la parte más aguda que cesaba antes de los dos minutos de aquella pieza y en la que Sophia imploraba piedad, se desataban las notas dulces en cuanto Emma besaba y lamía sus labios mayores, besaba de arriba abajo con locura, pero luego volvía a acelerarse y a reforzarse; Emma atacaba a Sophia con su lengua y sus dientes al ritmo mental de aquella melodía, encargándose del placer de su mujer: clítoris, vagina y ano, sin pena y sin prejuicios, sólo antojos para los sabores más exquisitos del mundo. Sophia que ya no sabía por qué gemir, si por el erotismo de su mujer, por el placer, por todo junto, ¡ah!, sólo gemir, eso era lo que quería, exteriorizar sus temblores internos, sus contracciones. Escaló, tanto el sexo como la melodía, en cuanto Emma penetró su ano con un dedo, sintiendo su calor rodearlo y, penetrándola un tanto rápido pero suave, más su lengua por su clítoris a tal extraordinaria velocidad, Sophia respirando más rápido y cada vez menos, Emma metió su dedo índice en su vagina y, en cuestión de cuatro penetraciones en ambos agujeros, una descarga orgásmica del tamaño de la explosión del 6 de Agosto de 1945 en Hiroshima se volvió a vivir en el edificio 680, en la calle 62 sobre Madison Avenue, Nueva York, y en el 2013. Emma, al igual que “Libertango” en vivo, por su intachable ebriedad, aplaudió de la emoción ante la proeza de orgasmo que vivía Sophia en carne y hueso frente a su mundo coloreado de verde.