El lado sexy de la Arquitectura 17
"...Ah, las mujeres somos tan complicadas..."
- ¿Quieres algo de tomar?- murmuró Emma, dándole otro Kleenex a Sophia mientras se sentaban en el desayunador. - ¿Algo de comer? Estás muy pálida…¿has comido algo?- acarició su mejilla mientras Sophia se negaba con la cabeza. Sophia seguía llorando.
Emma puso un poco de agua a calentar y sacó del congelador un tubo de Buttermilk Biscuits, que golpeó suavemente contra el pantry y lo abrió, sacando una bandeja para poner aquellos Biscuits y meterlos al horno por quince minutos. Sophia la veía, sólo veía y lo único que podía pensar era: “¿Por qué está tan amable conmigo cuando no me respondió ninguna llamada? ¿Merezco yo que me trate así de bien después que le grité? ” y Emma le sirvió un té de vainilla, para que se relajara con el olor y calentaba sus manos.
Tenemos dos opciones, dos puntos: 1. Al grano o 2. Tranquilo y despacio, ¿qué prefieres?- murmuró Emma, tomando a Sophia por las manos y besándole sus nudillos.
¿Cómo te sientes?
Herida, sí…los peores doce días de los últimos seis años debo decir…¿y tú?- y Emma seguía besando las manos de Sophia, besaba sus dedos, sus palmas, sus nudillos, una y otra vez.
Mal, nunca me he sentido así de mal…ni con este miedo…
¿Miedo? ¿A qué le tienes miedo?
A perderte…¿no te parece suficiente?
Pero aquí estoy, besando tus manos, sintiéndome mejor sólo con verte… no sé qué me ha matado más, si que me gritaras o no saber nada de ti por tanto tiempo
¿No vas a poder perdonarme, verdad?- Sophia cerró los ojos, como si la respuesta sería un tiro de gracia.
I already did…¿have you?- sonrió Emma. Ah, si, la madurez juega un papel importante aquí, más la calma y el arrepentimiento.
En el momento en el que cerraste la puerta…perdóname, por favor…me cuesta entenderte en ese sentido, trato y no puedo, no logro acostumbrarme…perdóname- y Emma acariciaba sus mejillas y Sophia besaba las manos de Emma, apoyándose en sus manos, acariciando las manos de su todavía-novia con las suyas.
Cuando me preguntaste qué era lo que a mí me movía…te dije que de qué servía tener dinero si no tenías alguien con quien compartirlo…y no trato de convertirte en algo que no eres, porque me enamoré de una Sophia que no quiero cambiar…quiero que dejes de sentir que no encajas en mi mundo, por eso hago lo que hago, quiero darte toda la seguridad que pueda… además, mi amor…- susurró, topando su nariz a la de Sophia. – la economía está demasiado mal como para que yo tenga todo mi dinero guardado en el banco, esa es de las principales razones de las fugas de la economía doméstica…y si con dinero puedo hacer que tú te sientas cómoda conmigo y que pases una hermosa navidad a la par de tu mamá, y que viajes cómoda, y que la vida se te haga más fácil, créeme que lo haré…- y Emma la besó, un beso tierno y desesperado por la ausencia de esos labios por doce mediocres días. – El dinero no compra la felicidad, eso lo sé…pero quita muchas preocupaciones de encima; no quiero que pases hambre, ni frío, ni que te sientas sola, ni que tengas deseos de pasar Navidad con tu mamá y no puedas…
Emma…yo…no sé qué decirte…siento que me estás comprando…a un precio muy caro- susurró, con sus ojos cerrados para no ver a Emma, le daba miedo.
Lo que menos quiero es que te sientas así, no te quiero comprar, te quiero ganar…quiero complacerte…¿nadie te ha consentido tanto antes, verdad?- Sophia se negó con la cabeza.
¿Qué te hace tan perfecta? Es ilegal que seas así de perfecta…- murmuró entre besos, tomando a Emma por el cuello con sus manos.
No soy perfecta, de serlo no me habrías gritado, no te habrías enojado…pero es un error del que voy a aprender…no me gustó que me gritaras…
Es estúpido, pero…¿por qué?
Porque papá solía gritarme antes, mientras y después de que me pegaba…es algo que no me agrada…ni yo grito con frecuencia…es más, sólo a David le he gritado, a Fred le hablé fuerte pero no le grité…no me gusta gritar, me pone de mal humor
Lo siento…de verdad lo siento mucho, no tengo palabras…tenía un discurso preparado y no puedo decirlo…no me acuerdo de nada…gracias por traer a mi mamá, y gracias por tu hospitalidad y por tus atenciones con ella…- y se hundieron en un beso apasionado que Emma tuvo que detener.
¿Por qué te enojó tanto? Necesito saber…para no push the limits…por favor, no quiero enojarte… - susurró, pegando su frente contra la de Sophia y tomándola de las manos y trayéndolas hacia su pecho mientras el olor de los Biscuits al fin empezaba a manifestarse.
Creo que me enojó que no me dijeras nada…y de inmediato hice cuentas, digo, cuánto has gastado en mí desde que nos conocemos…y es una barbaridad de dinero…yo no soy una gold digger
Puedo dejar de hacerlo…o puedes dejarte llevar, yo acepto lo que tú tengas para darme y tú lo que yo tengo…si tú no quieres que lo haga más…no lo haré, puedo intentarlo…
Me gusta que me consientas…- se sonrojó.
Ah, las mujeres…somos tan complicadas- y ambas rieron por primera vez en los doce días que estuvieron separadas.
Me da miedo, ¿sabes?
-¿Qué te da miedo?
Dos puntos- sonrió, imitando a Emma y a Natasha con una sonrisa tímida. – 1. Que todo contigo es como un sueño, es como vivir en una burbuja, 2. Que te gastes todo tu dinero en mí, tú también tienes derecho a ese dinero, tú te lo ganaste y 3. Que la burbuja se reviente y, mientras más alto, más duele el golpe
Hmm…-tarareó, dándose la vuelta para sacar los Biscuits del horno y ponerlos en un plato. Sacó un tarro de Nutella y un cuchillo para Sophia. – Por favor come algo, estás muy pálida- sonrió, cortando un Biscuit por la mitad y esparciéndole Nutella para darle un bocado a Sophia. Al fin algo en el estómago. - ¿Por qué habría de reventarse nuestra pequeña burbujita de amor?- Sophia se encogió de hombros mientras daba otro bocado de la mano de Emma. – Si se revienta y nos caemos, me aseguraré de caer yo primero para que no caigas sobre el suelo, mi amor…yo no quiero lastimarte
Es como un sueño…es como tener el idílico White Knight…que de paso es millonario- sonrió, mientras Emma limpiaba el ángulo de los labios de Sophia, tenía un poco de Nutella.
No soy millonaria, mi amor, cuando termine con los Hatcher podría serlo, pero el gobierno me quitará mucho por impuestos- rió, chupando su dedo, con el que había limpiado el labio de Sophia.
Sabes…dentro de todo, podrías vivir un poco más…ostentosamente, aunque no conozco tu cuenta bancaria…- rió.
Mi amor, me gusta vivir con lujos…pero soy Arquitecto…no estrella de cine para comprarme un penthouse en la Quinta Avenida...y también me gusta tomarme una vacación, me hubieras visto en Roma…me metí en mi ropa de la escuela
Is that so?- sonrió Sophia, embadurnando otro Biscuit con Nutella en exceso.
No te voy a engañar, yo no vengo de abajo, no de tan abajo…siempre tuve comodidades con las que aprendí a vivir, sin ellas no puedo vivir, a mí si me gusta consentirme- sonrió. – Trabajo un poco duro varios meses al año, me estreso con facilidad, y todo lo que hago es para dejar ir un poco de vapor…sino, imagíname como una olla de presión a la que no le has abierto la salida del vapor…y he dejado de gastar tanto desde que te conocí…porque mi mente se ocupa más en Sophia Rialto que en “¿Qué tiene de nuevo Emanuel Ungaro?”
¿Entonces tu escape es…gastar?- sonrió, con un poco más de ironía.
No, porque no gasto en lo que sea, no soy una compradora compulsiva…sólo me gusta verme bien…no es lo mismo una blusa de algodón de Wall-Mart a una de Burberry
Pero te podrías ver bien en algo de Wall-Mart- bromeó Sophia, sí, era el momento de molestar a Emma.
Amor, no tengo nada en contra de Wall-Mart…pero verás, viviendo en Manhattan…Wall-Mart me queda un poco lejos, Bergdorf’s me queda a tres pasos…y, sin ofender a nadie, la ropa de Wall-Mart no acentúa mi cuerpo como yo quiero que sea acentuado…me hace ver…gorda- murmuró, con cierto aire de “eso es imperdonable”.
Dejarías de ser mujer si no tuvieras ese complejo, Emma- guiñó su ojo, devorándose el tercer Biscuit.
¿Qué te parece si te consiento dentro de tus estándares?
¿A qué te refieres?
Tú sabes…invitarte a comer a la Pizza Hut, al área de niños si te parece para vivir la experiencia al máximo, llevarte de compras a Gap, comprar zapatos en Nine West, darle de comer a los perros de Central Park…
Oh, Emma…está bien, aquí va la confesión que quieres….- suspiró. - ¿Cómo voy a dejar mis Louboutin por unos matadores Nine West? Mis pies jamás han estado tan agradecidos…y me siento diferente, como que no soy Mainstream…but yet again, mi novia me compró la ropa y no yo- se sonrojó, hundiendo su cabeza entre sus hombros.
Múdate conmigo, Sophia…por favor- dijo Emma, de la nada, mientras tomaba la mitad de un Biscuit y lo embadurnaba de Nutella, en triple exceso, como si nunca hubiera comido.
Pero…Emma…- tartamudeó Sophia, viéndola con desconcierto.
Sophia, regálame eso de Navidad, por favor…quiero que te mudes conmigo…o yo mudarme contigo…como sea, pero…doce días fue demasiado sin verte…y ahorita que te veo aquí, proclamo que formas parte de mi vida…y que perteneces a mi espacio y a mi privacidad…
¿Qué quieres decir con eso?
Que no quiero que te vayas…quiero irme a la cama contigo y despertarme contigo…no te estoy pidiendo que te cases conmigo, Sophia…eso es un tanto ilegal…aunque aquí es legal…pero sólo te pido que compartamos espacio todos los días, todo el día…
¿Estás segura?
Sí, Sophia…hasta donde tengo entendido, eso acaba de salir de aquí- dijo, apuntando a su cerebro. – Y no de aquí- apuntando a su pecho. – Es una decisión totalmente racional…habiendo considerado pros y contras
¿Y si sientes que te sofoco?
Sophia…- rió Emma. – En ese caso, te acostaría a la par mía y te abrazara para no dejarte ir…
You’re like…kinda…like really not letting me go?
Noup, get used to the idea…- sonrió, tomándole la mano a Sophia y besando sus dedos llenos de Nutella. – Eres un poco clumsy para comer, mi amor- susurró, metiendo el dedo índice de Sophia a su boca para limpiar el chocolate.
Espera…todavía no…we’ll get there later…- sonrió Sophia, sonrojada. – Antes de mudarme contigo, antes de decirte el “SI” que me estoy conteniendo, deberíamos hablarlo con Natasha
What the fuck? ¿Con Natasha?- rió Emma, un tanto asombrada.
Amor, no me estás pidiendo que me case contigo, ya lo dijiste, pero es tu mejor amiga…y no sé por qué siento que necesito su permiso…- murmuró, sabiendo por qué sí necesitaba su permiso, porque había herido a Emma, “no sé, sólo necesito su permiso” .
Me gusta que te lleves bien con mi mejor amiga…no cualquiera le cae bien a Natasha- sonrió, acariciando la mejilla de Sophia y viéndola con ojos de amor.
Pues…ambas estábamos preocupadas porque tú no aparecías…por cierto, ¿cómo que no supiste nada de mí en estos días? Te llamé hasta el cansancio, te mandé millones de Whatsapp, de iMessage…de todo lo que se me ocurrió
Amor, no me entró nada…ni tuyo ni de Natasha…- dijo, buscando su teléfono en su bolsillo. - ¿Ves? – y en efecto, ahí no había nada más que un E-mail de Volterra que le acababa de llegar, en el que le decía: “Espero que te haya ido bien. Feliz Navidad. Te veo el cuatro de enero. Feliz Año Nuevo”. - ¿Qué tal pasaste Navidad con tu mamá?
Bien, un poco aburrido…aunque fue muy bueno ver a mamá…le caíste muy bien, ¿sabes?
¿Ah, sí? Cuéntame…- dijo Emma, retirando el plato vacío y registrando su congelador.
Me contó cómo fue que la contactaste y la persuadiste para que viniera, me dio mucha risa…puedes ser un tanto insistente, Emma, te lo aplaudo- sonrió. – Y que eres muy inteligente, encantadora, interesante…blah blah blah…todo lo que ya sabes, y al final…cuando calculó que yo sola me había tomado una caja de Franzia, me preguntó quién eras en mi vida…
Sabes, eso me cae mal de una mamá…no se le escapa ni un ratón…- rió Emma, acordándose de su mamá. - ¿Qué te dijo?
No fue la gran sorpresa…y me dijo que si te habías preocupado tanto por que ella viniera, que te importaba mucho, me dijo “Sophia, no cualquiera toma ese riesgo sin conocer a su suegra” y creo que tiene razón…
Mi mamá ya sabe- dijo Emma, sacando un paquete de pan congelado y queso Gouda.
¿Reaccionó mal?- rió Sophia.
No, Fred le dio un adelanto…no sé si agradecérselo o reprochárselo…¿quieres?- dijo, insinuándole que haría Paninis de Gouda.
Te puedo invitar a McDonald’s, ¿sabes?
Queda muy lejos y hay demasiada nieve…quédate aquí, sino pedimos algo de comer
¿Tienes algo dañino para tomar?- preguntó Sophia, poniéndose de pie y caminando hacia la cocina.
Hay vino en esas puertas- sonrió, poniendo ensamblando los paninis para ponerlos al horno.
No, me refería a esto- dijo, agachándose y sacando una Coca Cola de litro y medio.
Sophia…- murmuró Emma un tanto asombrada. – Ponte de pie y déjame verte, por favor- perpleja, paseando su índice por su barbilla con una sonrisa mientras veía el atuendo de Sophia. - ¿Eso lo ensamblaste tú sola?- preguntó, refiriéndose a su sentido de la moda.
¿Está mal?
Wow…it’s prep, it’s neat, it’s perfect- murmuró, son una sonrisa de satisfacción. – Te sienta muy bien…de verdad
You don’t look so bad yourself- sonrió, alcanzándole la Coca Cola. - ¿Puedo preguntarte algo?- Emma asintió, diciéndole con la mirada “no me preguntes si puedes preguntarme algo, sólo pregunta.”- ¿Cómo es tu
¿Cómo era tu relación con Fred?
Tienes que saber, antes que todo, que mi relación con Fred duró año y medio y desde hace un año que quería terminarlo…al principio era gracioso, nos reíamos mucho, escuchábamos los problemas de cada uno…luego, Fred se descuidó de todo y me di cuenta de cómo era en realidad; usaba drogas pesadas a las cuales yo les tenía y les tengo y les tendré pánico siempre, se emborrachaba de lunes a domingo, no iba a trabajar…
Pero, digo…¿lo amabas?
Creo que no llegué a eso por todas las decepciones consecutivas que vinieron…preferiría que me gritaras a que te metieras en las drogas, y lo digo en serio…
No me quiero meter en eso, también les tengo miedo…pero, Fred mencionó nalgadas…
Y pregúntale cuántas veces, después de esa única nalgada que me dio, lo seguí tolerando…mi problema es que I can’t cope with everyone…soy un tanto selectiva con mis amistades…por cierto, ¿tú tienes amigos?- al fin, una pregunta decente y curiosa por parte de Emma, una pregunta acertada.
Amigos así como tú tienes a Natasha…no…pero sí, todavía tengo contacto con el que hice diseño de interiores, Christian…es con la única persona con la que me sentí cómoda siempre, con los demás, no sé…they used to party a lot, they used to get drunk, have sex…yo sólo no era así en la universidad…y en Milán, todos eran tan egocéntricos que nadie se abría con nadie en lo más mínimo…
Te entiendo…sabes, en la universidad sólo tenía a un amigo, igual que tú, porque éramos iguales, el hijo del Arquitecto Perlotta, nos gustaba leer mucho, jugábamos pool…
¿Y qué pasó con él?
No pude darle lo que quería
No siempre podemos tener todo lo que queremos, ¿no?
Creo que yo tengo todo lo que quiero…y lo tengo parado en frente…- sonrió, metiendo los paninis al horno.
Te tengo un regalo de Navidad- susurró Sophia, cerrando sus ojos para no sentir la respuesta de Emma tan dolorosa, creyó que le reclamaría, pues los regalos no eran lo suyo.
Mírame, por favor- murmuró, peinando a Sophia, pasando partes de su cabello atrás de su oreja. Sophia abrió los ojos y se relajó, viendo una sonrisa bastante ancha en Emma. – Yo también tengo algo para ti, ¿cambiamos?- sonrió, con un guiño de ojo. Sacó los paninis del horno para que no se quemaran.
Sophia asintió. Emma se retiró a su habitación a traer aquel paquete, el que había decorado con tanta paciencia y secreto. Sophia la esperaba con su paquete sobre el desayunador, con una sonrisa nerviosa, nerviosa por la reacción de Emma y por lo que Emma le iba a regalar, pues, por las proporciones, el paquete de Emma era un tanto grande y, para que lo trajera en ambas manos, pesado. Sophia deslizó su paquete al borde del desayunador mientras Emma le ponía su regalo enfrente. Emma paseó sus dedos sobre aquella envoltura digna de una diseñadora de interiores, meticulosamente trabajada, eran recortes de revistas de moda que creaban una cascada de colores, sólo la envoltura habría tenido un lugar muy especial en alguna pared de Emma. Sophia deshizo la laza roja, habiendo antes intentado descifrar cómo había hecho Emma para, con el mismo trozo de lazo, hacer una laza tan perfecta y tan elaborada.
Emma abrió su regalo con cuidado, notando que había tres bloques envueltos en plástico de burbujas para protegerlos, tomó el primer bloque, un tanto pesado. Sophia, por el otro lado, llegó directamente al Attaché rojo, que sus ojos se iluminaron muchísimo antes de haberle visto la marca, simplemente era hermoso, pero había más; sacó su Moleskine y no se explicó cómo Emma sabía su obsesión con LePetite Prince, sacando su pluma Tibaldi y viéndola con emoción, su set de Prismacolor, esperaba la sonrisa de Emma con su propia sonrisa.
Dios…mío…no puede ser…- suspiró Emma, paseando sus dedos por la portada de “Sense and Sensibility”.
¿Te gusta? Hay más…- sonrió Sophia, empujándole el resto de los bloques, eran tres en total; Sense and Sensibility, Pride and Prejudice y Emma.
Son…primeras ediciones… – levantó la mirada con emoción, una sonrisa que valía la pena ver. Sophia asintió. Emma, de un solo movimiento, escaló el desayunador, agarró a Sophia de la camisa y la haló hacia ella para darle un beso, sí, esos besos amorosos.
Sophia haló a Emma, haciendo que escalara el desayunador del todo y se pasara a su lado, empujándola, mientras se besaban, hacia su habitación. Ambas cayeron a la cama y dejaron de sentirse tan miserables, haciendo que la perfección entre ellas volviera a renacer, hundiéndose en aquel amor que sólo ellas sabían sentir, que sólo ellas conocían, sin enojos, sin gritos, sin problemas, sólo amor, pasión, esa necesidad de cuidar a la otra y necesidad por estar con la otra. Y ninguna supo si era de felicidad o de catarsis, pero empezaron a llorar, revolcándose en la cama sólo para tener sus labios juntos, para sentirse como tanto extrañaban sentirse, Emma de Sophia y Sophia de Emma, era el “nuestras” al que Emma se refería cuando hablaba de ellas siendo pareja.
- Consiénteme, por favor…- suspiró Sophia con su voz quebrada.
Y Emma, entre lágrimas y oscuridad de invierno, besó a Sophia más allá de su piel, reviviendo sus entrañas, limpiando y sanando todo dolor, todo arrepentimiento que podía haber tenido en los últimos doce días. Besó desde su frente, pasando por sus sienes, su entrecejo, su nariz, sus labios, su barbilla, su quijada para desviarse a su cuello, detrás de su oreja, recorriendo su cuello hacia el otro lado, purificando su garganta, que Sophia sentía que, con esos besos, nada malo podía salir de su boca nunca más. Sophia enterraba sus dedos en el cabello de Emma, mientras cedía a Emma su alma, aquel frío para convertirlo calor. Emma desabrochó cada botón, siguiéndolo con un beso tierno y amoroso, besando el pecho de Sophia, concentrándose entre sus senos, exactamente en donde su corazón latía ya no sólo por necesidad biológica, sino por Emma. Sí, Emma besó el corazón de Sophia, proclamándolo suyo de una buena vez, reafirmándolo por si a Sophia no le había quedado claro. Desabrochó el resto de su camisa, llenándola realmente de besos, siguiendo aquella definición de “hacer el amor” de Sophia; “cuando aprecias cada milímetro de lo que besas”, acariciándola con sus dedos, adorando cada milímetro de su tersa piel.
And now, here is my secret- murmuró Emma mientras deshacía el cinturón de Sophia. – A very simple secret…- continuó, abriendo su pantalón y dándole besos a Sophia en su vientre, tomando los bordes de su pantalón en sus manos y deslizándolo lentamente hacia afuera, intentando que no fuera sexo nada más, no un típico “make-up sex”, sino una conversación profunda de sus sentimientos con los de Sophia.
It is only with the heart that one can see rightly; what is essential is invisible to the eye- concluyó Sophia la cita de Emma. – And love…loves does not consist in gazing at each other, but in looking outward together in the same direction- suspiró, recibiendo los besos de Emma en sus muslos mientras retiraba sus botas con paciencia en aquel día que era oscuro por el clima, pero que era lleno de luz en aquella habitación.
And just perhaps, it is our imperfections that make us so perfect for one another…- susurró Emma, subiendo por sus muslos de nuevo, tomándola en sus brazos quedando frente a frente, Emma hincada y Sophia sentada, besándose como si el mundo se acabara. Emma retiró lentamente la blusa de Sophia, Sophia perdida en los labios de Emma, en aquellas caricias a sus labios, a su lengua, a sus hombros y a sus brazos.
Sophia metió sus manos entre sus Helmut Leggins y su piel, deslizando sus manos por su trasero, bajando lentamente aquel cuasi-pantalón junto con su tanga. Tumbando a Emma sobre su cama, le quitó sus Reed Krakoff Drivers y sus Leggins, para luego subir con besos por sus muslos, imitándola, deteniéndose sólo para quitarle su cardigan, para besarla en medio de sus senos, para besar aquel lunar y cada milímetro de su esternón, y su cuello, mientras Emma paseaba sus manos por la espalda de Sophia, desabrochando aquel sostén negro, acariciando las marcas de aquel sostén, los costados de Sophia, deslizando sus manos hacia su espalda baja y recorrerla hacia arriba, masajeándole cada vértebra, y luego hacia debajo de nuevo para meter sus dedos entre los elásticos de su hipster y acariciar su trasero. Emma tumbó a Sophia, colocándose encima de ella y, mientras retiraba su sostén suavemente son sus dedos, viéndola a los ojos, le murmuró un sincero “Te amo” mientras Sophia movía sus piernas para sacarse su hipster.
Le deslizó los tirantes del sostén a Emma, haciendo que Emma se irguiera e interrumpiera el beso para quitárselo y poder volver a besarla, es que no quería nada más que besarla, besarla para compensar aquellos doce días de inmadurez. Y se tumbaron de golpe sobre el suelo, Sophia encima de Emma, dolió, pero no lo suficiente como para detenerse, como para detener aquel beso, no había ni dolor de espalda ni dolor de rodillas, ni falta de aire, sólo un abrazo firme. Sophia tomó a Emma por la cintura y la haló hacia ella, arrastrándola encima de ella y quedando ella sobre su espalda en aquella alfombra que le hacía cosquillas en su espalda. Emma la tomó de la cintura y la levantó para acostarla en la cama.
Te amo…te amo…- murmuró Emma de nuevo, recorriendo el cuello de Sophia mientras se colocaba entre sus piernas.
Nunca me voy a cansar de escucharte decirlo…
Te amo- susurró de nuevo, poniéndole una sonrisa tímida a Sophia, una sonrisa sonrojada y rodeada por diminutos camanances.
Yo más, Arquitecta- murmuró, paseando el dorso de sus manos por el vientre de Emma, subiendo por sus senos, rozando aquellos rígidos pezones. - ¿Me haces el amor como sólo tú sabes hacerlo?- susurró Sophia, tomándola por sus mejillas y viéndola a los ojos.
Emma sonrió, de la misma manera que había sonreído al rozar sus dedos por la portada de Sense & Sensibility, con emoción, con amor por el arte, sí, el arte del amor. Y se hundió en Sophia una vez más, dejándose llevar por sus labios y por sus manos, tomando a Sophia de las manos, entrelazando sus dedos y bajando por sus senos, acariciando lentamente sus pezones con sus labios, ahogando a Sophia con cada beso húmedo, con cada lengüetazo lento. Bajó con besos sin despegarse de las manos de Sophia, mientras Sophia le abría sus piernas, sintiendo los pezones de Emma rozarle en el trayecto, su tibia respiración calentándole su piel. Y llegó a aquella parte en donde sólo Emma podía imaginarse estar, en donde sólo Emma tenía derecho a estar, y que prácticamente sólo Emma había estado, y se entregó una vez más ante los besos seductores de Emma, ante su lengua que acariciaba su clítoris con lentitud, gozando cada reacción de aquel clítoris que sólo era suyo, la reacción de Sophia, que también era suya, desde antes, ahí y para siempre.
Sin soltarse sus manos, Sophia había empezado a gemir suavemente, la atmósfera no daba para gemir tan fuerte, eran esas sensaciones abandonadas y retomadas, sólo la ahogaban y le daban placer. Emma se despegó de su entrepierna y se puso de pie, halando a Sophia por las manos hacia el borde de la cama, hacia la esquina, dejando sus piernas reposar sobre el suelo y, junto con otro tirón, la sentó. Se hincó frente a ella y, abriendo nuevamente sus piernas, dejó que Sophia viera cómo se adueñaba de sus reacciones y de su cuerpo, como era que podía manipular su respiración, y sin soltarle las manos, clavándole la mirada en la suya por cortos períodos de tiempo, viendo cómo Sophia contraía su abdomen y respiraba por la boca, echando su cabeza hacia atrás mientras Emma aceleraba sus caricias en su clítoris. Emma se las ideó para succionar su clítoris y luego morderlo suavemente, lo que hizo que Sophia, inesperadamente, explotara en un orgasmo sensual, relativamente corto, pero lleno de sensaciones, apretujando las manos de Emma a ras de la cama. Sophia se tiró de espaldas mientras Emma todavía acariciaba suavemente su clítoris, alargando su orgasmo lo más que se pudiera y, cuando se irguió, despegó sus manos de las de Emma sólo para tomar la barbilla de su novia y acercarla a la suya para besarla. Se puso de pie, levantando a Emma entre aquel beso y, moviendo las sábanas revueltas a un lado, la acostó sobre las almohadas, dejándola realmente recostada.
Recorrió el cuerpo de Emma de tal manera que las sensaciones de Emma se agudizaban con cada beso, doblemente si era lengüetazo, triplemente si era mordisco. Sophia levantó las piernas de Emma para apoyarlas con sus pies, dejándose llevar por la vista del cuerpo de su novia, de su recién recuperada novia, y se hundió en su vulva mientras detenía a Emma por sus muslos y Emma ponía sus manos sobre las de Sophia, entrelazando los dedos de nuevo, sintiéndose siempre conectadas. Emma cerró los ojos cedió a la lengua de Sophia, dejó de resistir su coqueteo y le fue imposible dejar de contraer su vagina, era sin intención, era una simple respuesta a lo que Sophia le hacía; aquellos círculos con la punta de su lengua en su clítoris, aquellos lengüetazos lentos con la parte ancha de su lengua, presionándolo un poco.
- Sophia…- gimió Emma, ahogándose en la succión que Sophia le hacía en ese momento.
Y Sophia supo que era momento de poseer a Emma en todo sentido, aceleró un nivel su lengua, recorriendo a Emma de arriba abajo en su ranura, recogiendo sus jugos calientes con su lengua y llevándolo hacia su clítoris hasta que Emma se contrajera involuntariamente y gruñera quebradamente su orgasmo, que no fue tan intenso hasta que Sophia mordisqueó suavemente su clítoris, y fue como si a Emma la habían propulsado hacia el espacio. Sophia subió con besos por el abdomen agitado de Emma, tratando de calmarlo sin despegarse de ella, sin soltarla, llegando hasta sus labios, hasta que ambas sonrieron a ras de los labios de la otra y lograron abrir sus ojos. Sophia se despegó de Emma para arrojarse encima las sábanas, a plenas seis de la tarde, que ya no había luz y estaban totalmente a oscuras, sólo ellas dos en el mundo que compartían y que sólo ellas lograban entender en ese momento. Emma se colocó entre las piernas de Sophia, un poco hacia abajo, y recostó su cabeza en su abdomen, abrazándola por sus costados, escuchando su respiración y sus latidos al fondo mientras Sophia sentía el calor y el amor de Emma, pasaba sus dedos entre su cabello, lo había extrañado.