El lado sexy de la Arquitectura 15
"¿Qué quieres hacer al llegar a tu apartamento?"
¿No me vas a decir?- Emma frunció su ceño.
No sé si fuiste tú o Natasha quien dijo “la información es un flujo cíclico…no lineal”…entonces creo que si tú no compartes información conmigo, no tendrás tus respuestas- sonrió, acariciando la mejilla de Emma.
Tengo que admitir…la manera en la que me sacas información personal es excepcional- rió, intentando no enojarse. – Pregunta lo que quieras- dio un sorbo a su taza de té.
Era viernes por la noche, después de magia, colores y gritos en la ducha de Emma, bebían un poco de té de manzanilla. Al fin Sophia sentía un poco de ordinario en Emma, ¿un té de manzanilla? Sí, a Emma se le antojaba un vil té de manzanilla con miel, y no sólo una taza, sino una jarra de dos litros. La vibra entre ellas había cambiado para bien desde el miércoles por la noche, desde aquel episodio con el vibrador y que no habían emitido ni una palabra más frente a la chimenea, sólo abrazos y besos inundados de Pomerol hasta que Emma había cedido sus fuerzas y había quedado rendida en los brazos de Sophia, quien la había observado dormida hasta que su cansancio se apoderó de ella; se veía tranquila, como si no tuviera preocupaciones, como si su cerebro y su corazón fueran una sola cosa, sin confusiones, sin categorías, con una leve sonrisa en sus labios.
¿Lo que quiera? Ten cuidado, Emma- bromeó Sophia, aunque no bromeaba del todo. Desde aquella foto en su walk-in-closet, preguntas sobre su familia habían surgido, habían bombardeado su curiosidad, eran preguntas personales, muy íntimas.
Sí, Sophia…me puedes preguntar lo que quieras, pero me tienes que responder mis preguntas…y sólo una pregunta a la vez, así me aseguro de tener lo que necesito y tú también- sonrió, destapando su pluma y abriendo su agenda mientras daba otro trago a su té.
Quiero saber de tu familia- murmuró, viendo aquel líquido amarillento en su taza que exhalaba vapor.
Esa no es una pregunta. Pierdes tu turno- sonrió. Sophia se hundió en sus manos arrepentida. - ¿Qué colores te gusta usar?
Me gustan los colores Emma, tú sabes, gris, negro, blanco, azul marino, beige, café, ese rosado que te pones que se te ve tan bien…y me gusta el rojo, el amarillo y el verde, y el violeta…me gustan todos los colores, Emma…- Emma asintió, escribiendo algo en su agenda. - ¿Por qué eres tan cerrada en cuanto a tu relación con tus papás?- Emma subió su mirada un tanto nerviosa, oh, tema incómodo.
Tengo dos hermanos, soy la de en medio…es un principio psicológico, el de en medio no es el más ventajoso…al mayor lo admiran por lograr todas las “primeras veces” y porque no tienen una referencia, al menor lo adoran por ser el menor… ¿al de en medio? Tiene la presión del mayor, la sombra del menor, de alguna manera busca sobresalir y no siempre lo hace de manera correcta- fue una respuesta un tanto evasiva, pero algo decía, más cuando Sophia sabía que hablar de algo tan personal no era fácil para Emma, prefería hablar de por qué los patos de Central Park eran tan gordos. - ¿Largo de falda?
Lo más corto medio muslo, lo más largo por debajo de la rodilla, no soy una monja- sonrió, dándole un trago a su té mientras Emma apuntaba. ¿ Para qué quiere saber todo eso? . - ¿Por qué te llevas mejor con tu mamá que con tu papá?- Oh, esa es una pregunta profunda.
Porque mamá nunca me ha puesto una mano encima más que para abrazarme o acariciarme- suspiró. “Holy shit” pensó Sophia. - ¿Prefieres straight skirt, A-line skirt, sheath, sarong o wrap-around skirt?
Me gustan todas, mi amor- sonrió, mordiendo su labio inferior, tratando de no preguntar lo inevitable. – ¿Me estás diciendo que tu papá si te ha…pegado?
Sophia…porque vale la pena compartir mi vida contigo te estoy dando el feedback más completo de toda mi vida…sí, papá si me ha pegado…y no sólo una vez- se levantó y buscó la botella de Grey Goose en su congelador, sacando un vaso y poniéndole tres cubos de hielo, lo llenó hasta casi el borde. - ¿Pantalones?
No me gusta cómo se me ven los wide-leg, ni los rugged…¿cuándo dejó de pegarte?- Emma suspiró y dio un trago grande a su Grey Goose, calentándose la garganta, intentando que las palabras salieran y no tan dolorosas.
La última vez…tenía diecisiete…¿blusas?
De cualquier tipo, no muy flojas de preferencia, ni muy transparentes- Sophia destapó el Grey Goose y se sirvió un poco también, pero le volvió a llenar el vaso a Emma, cosa que fue agradecida. - ¿Por qué te pegaba?
De los cuatro a los doce te podría decir que porque existía, simplemente por eso, porque era diferente…pero la última vez que me pegó fue porque se dio cuenta que me iba a quedar en Roma estudiando y que no iba a venirme aquí como él quería…¿altura de zapatos?
Trece centímetros de preferencia, uno que otro de quince no me hace daño, y te ahorraré la siguiente pregunta; Stilettos, me han gustado gracias a ti, closed toe o peep toe de preferencia, por favor, d’Orsay también, pero con plataforma no, por favor…o esos diseños alternativos que no sé cómo haces para que se te vean bien…- Emma tomó nota con una sonrisa un tanto forzada y falsa. - ¿Te pegaba con la mano?
O con lo que encontrara a su paso, no sé cuántas veces me pegó, pero sólo tengo una marca…¿talla de panties?
Small, y bikini, hipsters, tangas e hilos nada más, por favor…de cualquier tela menos de cuero- bebió de su vodka, preguntándose cómo Emma podía aguantarlo puro y sin hacer caras. - ¿La cicatriz de tu espalda?
Esa fue de la última vez y fue porque me empujó contra un archivero que tenía la manija quebrada…yo ya terminé, pero tú puedes continuar, estoy de buen humor- guiñó su ojo y sonrió pero con una pesadez que a Sophia le partió el alma.
Tu papá se disculpó contigo, ¿no?- Emma asintió. - ¿Lo perdonaste?
Sophia…el perdón es algo difícil creo yo…lo que ya pasó, ya pasó y no quiero entender por qué es así de violento, no me interesa, porque a mis hermanos nunca les pegó, y no quiero ser la víctima…y simplemente decidí empacar eso y guardarlo en el lugar más remoto y oscuro de mi cerebro y, como resultado, lo evado y él lo sabe, el perdón lo tiene automáticamente por ser mi papá, pero al mismo tiempo no lo tiene porque yo soy humana…hay una línea muy fina entre “educar” y “abusar”…
¿Tu mamá sabe?
Se dio cuenta una vez, la de la espalda…pero era tan calculador que me pegaba en lugares que sabía que no se me notarían por la ropa…
¿Le tienes miedo a tu papá?
Miedo, no…hasta cierto punto creo que me pegaba porque yo no me sometía a lo que él decía, sé que le enoja que logre ciertas cosas por mi cuenta…- suspiró, terminándose su vaso de Grey Goose y volvió a su té, más relajada y más cómoda con el tema, era la primera vez que lo hablaba así con alguien y no le estaba molestando tanto. – Mi mamá, por el otro lado, nunca me pegó, tampoco me daba mucha atención pero no le resiento nada, más porque se dio cuenta que mi hermano es del mismo planeta que mi papá y mi hermana no es como que la persona más humana…de mis hermanos soy la única que paso pendiente de mi mamá
¿Quieres mucho a tu mamá, verdad?
Incondicionalmente, Sophia…pero es el apoyo que siempre me ha dado, sin importar lo que sea, es como el mejor apoyo de todos y a veces la extraño y quisiera que estuviera aquí conmigo para mostrarle lo bien que estoy aquí, pero se rehúsa a venir, por eso voy yo, también porque sabe que es bueno que me déuna vacación de mi estrés permanente por vivir en Manhattan…y le gusta que venga a casa
Gracias, Emma- susurró Sophia, levantándose y abrazándola por la espalda. - ¿Te sientes bien?
Sí, nunca lo había dicho en voz alta
¿Algo más que quieras decir? Estamos en confianza, mi amor
Jamás me he sentido tan bien alrededor de alguien como lo hago contigo…- se sonrojó, poniendo sus manos sobre las de Sophia. - ¿algo más que quieras saber?
¿Me enseñas tu marca? I want to convert that pain into love…- Emma rió. - ¿Le parece gracioso, Arquitecta?- preguntó Sophia, levantando su ceja.
Sólo sonó un poco cursi…pero ven…ven al clóset
¿Al clóset?- Sophia estaba confundida.
Hay más luz- sonrió, tomándola de la mano y dirigiéndose hacia el clóset, en donde Emma ya había puesto un par de cosas para Sophia; pijamas, batas, pantuflas y ropa interior, sólo mientras atacaban Bergdorf’s. Emma se quitó el suéter, quedando desnuda de la cadera para arriba y dándose la vuelta y mostrándole una vez más aquella cicatriz. – Fue viernes en la noche, ya era tarde, y fui a la oficina de papá para decirle que me habían aceptado en la Sapienza…todavía había un poco de sol, pero era tarde, eran como las ocho de la noche…y estaba solo, estaba hablando por teléfono, un poco alterado, era mi hermano…y me sonrió, se alegró de verme en su oficina, porque raras veces lo visitaba aún viviendo en la misma ciudad, la excusa era la escuela o un dolor de estómago, siempre lo evitaba…pero lo hablé con mamá y me aconsejó que debía decirle, pues papá tenía un College-Fund para mí y pues…al no venirme, lo iba a perder
¿Te pegó por dinero o por desobediencia?- Los dedos de Sophia rozaban suavemente aquella cicatriz.
Las dos cosas, Sophia…primero estaba tranquilo, estaba sentada en una silla, él estaba parado frente a mí y le dije que me habían aceptado en la Sapienza, no le importó, pero le dije que prefería la Sapienza a Yale…he was aiming too high, además, mi famoso GPA era incorrecto para Yale- rió, dándole a entender que su GPA estaba más que bien, probablemente un cuatro o un cinco, oh, Emma inteligencia. – Y cuando le dije eso…me agarró de los hombros- murmuró, paseando sus manos por sus hombros, como si estuviera recordando. – No sé qué me gritó, creo que mis oídos se cerraron y decidieron no escuchar, verle la expresión de ira me dio miedo y empecé a llorar…- suspiró, tragando pesado e intentando no dejar que un simple recuerdo le robara todo su control.
Hey…no tienes que contármelo, mi amor- susurró Sophia, dándole un beso a aquella cicatriz y abrazándola por su cintura, apoyando su barbilla en su cuello, parada en puntillas.
Sólo quiero contártelo…- Sophia la abrazó más fuerte.
- ¡Deja de llorar! ¡Yo no soy idiota!- gritó, lleno de ira- Eres igual de manipuladora que tu madre…- y la empujó con todas sus fuerzas contra el archivero gris, no dándose cuenta que la manija estaba quebrada.
¡Ah!- gritó Emma, sintiendo cómo aquel metal frío penetraba su camisa y su piel, lo sentía casi como si la estuviera atravesando por completo. Franco caminó con pesadez hacia Emma, volviendo a tomarla por los brazos y viéndola a los ojos, a esos aterrados ojos.
Eres una desgracia- murmuró entre dientes, empujándola más, clavándole más aquel aluminio en su espalda. Emma gritó.
La desgracia la tengo de mi papá- gruñó, empujándolo por los hombros y despegándose del archivero, sintiendo aquel dolor; caliente y después frío, ese ardor y esa humedad invadirle la camisa. – Tú no eres mi dueño, grábatelo- gruñó, tomando su bolso y saliendo, con la camisa coloreándose de sangre.
“Nunca más” afirmó Emma en su silencio mientras conducía hasta la casa de su madre, manchando el asiento de aquel Alfa Romeo GTA negro, llorando de dolor físico y de furia, ¿cómo podía tratarla así? “Claro, es que no estoy estudiando donde quiere lo que él quiere, no soy una marioneta.”
Madre, ¿me llevas a la clínica?- murmuró Emma. Había limpiado el asiento del auto y había intentado cambiarse la camisa sin que su madre se diera cuenta, pero no pudo, le dolía demasiado, sentía que se arrancaba la piel.
Tesoro, ¿qué ha pasado? ¿Está todo bien?- Sara ensamblaba su famosa lasagna de carne.
Laura, por favor, llévame a la clínica- se incomodó Emma. Sí, la había llamado Laura y no Sara, fue cuando su madre entendió que había que llevarla a la clínica.
Emma se había puesto un suéter estudiantil negro, decía “Falcons” en letras rojas delineadas de blanco, la sudadera oficial del equipo de Atletismo aunque Emma nunca había participado en el Atletismo, se lo había puesto para tapar la mancha de sangre. En cuestión de quince minutos estaban en el Policlinico Umberto, esperando en una habitación, sentada sobre una camilla, su madre la miraba con escepticismo y preocupación.
¿Me vas a decir qué pasa?- murmuró Sara, poniendo su mano en la espalda encorvada de Emma, acariciando exactamente ese punto. Emma emitió un quejido de dolor. – Quítate la sudadera
No puedo- murmuró Emma, no quería mover sus brazos, le dolían, le dolía la espalda.
Emma Marie, haz lo que te digo- ordenó. Y Emma, llevando sus manos a la cremallera de la sudadera, la bajó y no pudo quitársela. Sara se acercó y se la deslizó mientras Emma se quejaba. - ¿Él te hizo esto?- preguntó, asombrada de tanta sangre. Emma asintió, tratando de contener las lágrimas de dolor.
¿Qué tenemos aquí?- entró una interna, vestida en verde, el típico uniforme. – Oh, quítate la camisa- ordenó.
No puedo- murmuró Emma. La interna levantó la camisa, habiendo pedido el consentimiento previo de Emma, pero Emma se quejó, la tela de su camisa se había pegado a su herida.
Voy a cortar la camisa, ¿está bien?- dijo, en un tono suave y calmante, viendo que Emma la veía con una mirada de “No creo que haya otra opción.”
Después de una serie de quejidos de Emma al despegarle la tela de la piel, la sangre empezó a brotar de nuevo, ardiendo de nuevo, evocándole las palabras de su padre. Cinco suturas después, después de un poco de agua oxigenada y cicatrizante, Emma salía de la clínica con una venda en su espalda, abrigada por su sudadera, abrazada de su madre, quien no sabía qué decir, más que preguntarle un vacío y preocupante: “¿Estás segura que estás bien?” para luego disculparse por haberle dado un padre así, para luego decirle que ella era dueña de su vida, que no le rindiera cuentas a nadie.
Lo siento mucho, Emma- murmuró Sophia, aferrándose a Emma en aquel clóset, sintiendo su piel tibia en sus manos.
No soporto que me peguen, de ninguna manera…y odio ver que le peguen a alguien más…it’s just…wrong…- suspiró, como si de verdad no entendiera la naturaleza humana.
¿Por eso te molesta que Natasha te de nalgadas, verdad?- Emma asintió. – Deberías decirle…es tu amiga, seguro entenderá
De un tiempo acá ya no lo hace…tenía meses de no darme una cuando me dio la que tu viste- dijo, dándose la vuelta para encontrar los labios de Sophia, un beso cariñoso. – Me gusta tenerte conmigo…puedo ser yo misma…toleras mi ego- susurró, apenada y sonrojada.
No creo que seas egocéntrica, tal vez un poco…pero es sexy…más bien es que sabes quién eres y qué eres capaz de hacer…la confianza que nos falta a muchos- susurró, rozando su nariz con la de Emma. – Tú toleras mi curiosidad…y mi ingenuidad e ignorancia…
¿Ingenua? ¿Ignorante? Estoy segura que no, al menos no en la cama…y no en el estudio…eres brillante…- paseó su nariz por la frente de Sophia, abrazándola.
Estoy segura que tu GPA es más alto que el mío- bromeó.
¿Ah, sí? ¿Cuánto es tu GPA?
Un hermoso cuatro
Estamos igual, entonces…Estaba pensando…¿quieres ir a caminar un rato y a cenar a un lugar tranquilo? Nada elegante, lo prometo- sonrió, dándole un beso a Sophia en su frente.
No estoy segura…no sé si tengas ropa “nada elegante”- bromeó Sophia, sonriendo como una niña.
Emma la volvió a ver con colores desafiantes y sonrió, apartándose de Sophia se desvistió, indicándole que se pusiera algo encima. Se metió en un jeans azul oscuro un tanto holgado, seguido por el primer sostén que encontrara en su gaveta, unas calcetas hasta por encima del tobillo, negras, una camiseta negra con el logo de los Rolling Stones, una sudadera gris y, sorpresivamente, después de haber girado el cilindro de sus zapatos, unos Converse clásicos blancos, el must-have de cualquier adolescente estaba ahí, sucio, descuidado y subutilizado y explotado en el pulcro clóset de Emma.
Esto es una revelación…Emma Pavlovic en Converse- rió Sophia a carcajadas mientras se metía en un suéter Ralph Lauren hibiscus que había tomado de Emma.
Para que veas que tu novia no es todo Louboutin todo el tiempo- sonrió, alcanzándole la mano a Sophia para irse.
¿A dónde me llevas?
Por ahí, se me antoja algo- sonrió, poniéndose un abrigo no-el-estilo-de-Emma, verde olivo, un tanto holgado y con fur en la capucha, alcanzándole una parka parecida, verde olivo también y con fur de todos lados.
Emma sacó un poco de dinero de su bolso y su identificación y lo metió en los bolsillos de su pantalón, algo que Sophia nunca había visto, pues Emma siempre era muy lady-like, bolso siempre con ella, ahora era una revelación, era como una Emma más joven, más inmadura, más real. La tomó de la mano y se metieron al ascensor, todavía agarradas de la mano, a esperar hasta que bajara hasta el Lobby. Emma se inclinó hacia Sophia e intentó darle un beso, Sophia se apartó, guiándola con la mirada que había cámara, Emma se encogió de hombros y, de todas formas, se inclinó para darle un beso, un beso completo; con lengua y halones de labios. El elevador sonó, cuando se besaban el tiempo pasaba muy lento, pero no, es que había sido rápido, se habían detenido antes de tiempo y era la Señora Davis la que esperaba a entrar cuando vio a Emma sumergida en cuerpo y alma en ese beso lésbico. En realidad no las vio en el momento, simplemente lo notó por los labios hinchados de las dos y por sus respiraciones agitadas.
Bonita noche, ¿no, Señora Davis?- saludó Emma.
Ya no tanto- respondió secamente y escandalizada.
¿Algo que me quiera decir?- preguntó Emma, sabiendo lo que estaba pensando.
No es muy digno de una persona hacer muestras de afección en público- refunfuñó.
Lo tomaré en cuenta- guiñó su ojo. – Ya conoce a mi novia, ¿no?- dijo, sorprendiendo tanto a Sophia como a la Señora Davis, quien casi se ahoga.
Sí, sí…- murmuró, queriendo salir corriendo del ascensor, sentía como que si fuera contagioso.
El ascensor llegó al Lobby, y Emma y Sophia salieron rápido, dejando atrás, aterrorizada, a la Señora Davis y, Emma, por incomodarla más, abrazó a Sophia por su hombro y le plantó un beso de lengua. Caminaron de la mano por aquellas calles frías de Manhattan, charlando sobre los patos gordos de Central Park, tema que al parecer a Emma le gustaba tratar con frecuencia, siempre terminaba en el argumento “Es que ya no son patos, son perros”.
- Dos Kebaps, uno con extra pepino, el otro sin cebolla y con extra picante, y una orden de french fries…y dos Mountain y dos Dr. Pepper- ordenó Emma, alcanzándole un billete de veinte al Turco.
Se sentaron en unas gradas, en aquel frío sí, pero era soportable entre sonrisas y tzatziki. Sophia limpiaba los labios de Emma cuando no se daba cuenta que tenía tzatziki, Emma sonreía, realmente disfrutaba estar con Sophia.
¿Cuándo te pidió perdón tu papá?
Justo cuando Volterra me dio la plaza en el Estudio…
Está orgulloso, por eso te busca- opinó, no sabiendo exactamente en qué se estaba metiendo.
Me pidió perdón en ese momento porque le gusta presumir de lo buen padre que ha sido…así fue con mi hermano, antes del fraude, era el niño de sus ojos, después del fraude, casi que lo mató, lo desconoció…cuando tuve éxito, le interesó
¿Fraude? Isn’t your family quite something?- bromeó Sophia, poniéndole una sonrisa a Emma.
Tu mamá es una persona muy simpática- sonrió Emma, dándose cuenta que no era algo que debía decir.
¿Y tú cómo sabes que mi mamá es simpática?- frunció su ceño.
Volterra habla mucho de tu mamá- improvisó, habiendo contemplado decirle la verdad: “Es que verás, Sophia…tú no quisiste ir a Roma, pero tu mamá está encantada de pasar navidad contigo” pero no, se enojaría.
Bueno, sí…mamá no me ha dejado de querer por quién soy- suspiró, haciendo que el mundo de Emma se detuviera por una fracción de segundo. – Sí, Emma…mamá sabe que tengo una tendencia a buscar el amor en una mujer y she’s ok with it…- murmuró. “Oh, con razón no fue sorpresa que aceptara. Oh, no.” .
¿Cuándo le dijiste y cómo?
No le tuve que decir mucho…en realidad ella me dijo- rió, envolviendo la servilleta en el papel del Kebap y bebiendo un poco de su Dr. Pepper. – Le caerás muy bien
¿Sabe que tú y yo…?
No, obviamente no, todavía no…no creo que le diga, probablemente le comente algo a Alec y eso no va a ser muy bueno para ninguna de las dos
Oh…- suspiró, aliviada.
Cambiando el tema…que veo que te pone tensa eso…le importas mucho a Natasha, ¿sabes?
¿Eso a qué viene, mi amor?
Comentario al azar…
Bueno, sí, lo sé…yo también por ella…tanto que cedí a que su novio me persuadiera para asesorarlo con el anillo
¿Phillip se lo va a proponer?
Si, con un Winston bastante…humilde- sonrió, era obviamente sarcástico. - ¿Lista para mañana?
¿Para que despilfarres tu dinero en mi?
No lo veas como un despilfarro…llamémosle “inversión”- sonrió.
¿Qué planeas comprarme?
Todo lo que te guste- dijo, levantándose a comprar una cajetilla de cigarrillos al carro de Kebaps.
-¿Y si quiero cien blusas y cien pantalones?
Cien blusas y cien pantalones voy a pagar, mi amor…
Bueno, bueno, pero sólo esta vez, cuando tenga mi dinero yo me compraré mis cosas, ¿de acuerdo?- dijo, subiendo su ceja y jugando con su cabello mientras tomaba un Gold de la cajetilla que Emma le alcanzaba. Emma asintió. – Fumas menos que antes- susurró, inhalando un poco de su cigarrillo. Emma sonrió. - ¿Qué quieres hacer al llegar a tu apartamento?
¿Qué quieres hacer tú?- preguntó, haciendo aros con el humo de su cigarrillo.
Quiero que me cuentes de ti…me gusta escucharte, ¿sabes?
Podemos empezar aquí, ¿qué quieres saber?
Tu fijación por las tangas negras- sonrió. Ah, qué pregunta más curiosa.
Creo que la ropa se compone de dos cosas; exterior e interior…el interior es el que dice realmente quién eres…te lo pongo así: ¿qué pensarías de mí si me ves toda casual/formal y me desvistes y tengo un bikini de conejitos?- Sophia se tuvo que reír. – Ves, no puedo permitir que te rías de mí- bromeó, haciéndole saber a Sophia que no tenía nada con conejitos. – Siento que una tanga negra es más conservadora, más seria, más elegante y más cómoda…si te has dado cuenta, todas mis tangas son diferentes
Me encanta la que es un tanto transparente…la que deja ver apenas tus labios…
Sophia…- suspiró Emma, apagando el cigarrillo en la calle y arrojando la colilla en la lata de Mountain Dew. Sintió, de repente, ganas de estar en su cama con Sophia, besándola y tocándola.
¿Puedo preguntarte algo?
Sophia…sólo pregunta, estoy de buen humor, ahora
¿Qué tan buena fue tu primera vez?
¿Contigo o en general?
Bueno…uhm…mi primera vez, en general…fue extraña, ni el eyaculó ni yo tuve un orgasmo, éramos amigos, teníamos curiosidad…me penetró y nunca terminó porque nos detuvimos…y contigo fue…no tengo palabras, te todas las veces que he estado con alguien, contigo he tenido las más profundas, por así decirlo, ¿y tú?
Estaba borrachísima, él también, creímos que eso era lo que queríamos, me dolió…y desde entonces no había tenido algo que ver con alguien hasta usted, Arquitecta…y aunque no tengo mucho con qué compararlo, como usted, no creo que haya algo mejor…
¿Por qué?
Porque siento que con cada beso y cada caricia…siento que me estás gritando que me…- su voz bajó, creyó que era algo que no debía estar diciendo.
¿Qué te qué?
Que me amas…- se encogió de hombros, como queriendo desaparecer de la tierra. – Perdóname, Emma, por favor- dijo inmediatamente.
Dos cosas, y digo dos puntos: tienes que dejar de pedirme perdón, no me gusta…y segundo, tienes razón
¿Razón?
Sí…no soy una persona muy sexual, mi apetito es bastante extraño en ese sentido…pero no me interesa reventar una cama contigo, contigo quisiera pasar todo el día en las sábanas, besándote y haciendo sweet and passionate love-making contigo
¿Esa es tu manera de decirme que me amas?- dijo Sophia, con la boca abierta y los ojos de sorpresa.
Te lo puedo decir de otra forma también, mi amor
¿Cómo?
Te amo- suspiró, dándole un beso a Sophia, un beso cálido y con sabor a cigarrillo con Kebap, pero qué importaba, Sophia tenía el mismo sabor. – Te amo…te amo…te amo…- dijo entre dientes y entre besos.
Te he…desarmado…-susurró Sophia a ras de los labios de Emma.
Te di mi apartamento, mi oficina, my ass…y ahora te doy esto- dijo, sacando del bolsillo de su abrigo una cajita blanca. – Sé que no es lo que debería estarte dando…pero no tuve tiempo para buscarlo tan a fondo…por el momento es barato y quizás feo…
Emma, sólo dámelo…la intención es la que cuenta- sonrió, con el corazón en la boca.
Emma se lo alcanzó. Era una simple cajita blanca con una laza color granate. La abrió y había una tarjeta minúscula que decía “Take good care of it, because I will take care of you. Love, Emma.” Y la ansiedad de Sophia creció al punto de tener miedo de levantar la tarjeta. Respiró hondo y la levantó y ahí abajo, había una simple pulsera, una Pandora de cuero rosado pálido, con espacio para un tan sólo Charm, sí, un corazón dorado con un pequeño y redondo diamante en el centro. Sophia la levantó con una sonrisa tímida.
¿A esto le llamas barato y feo? ¿Qué pensabas comprarme?
Una Tiffany…o un Chopard…si no te gusta no te la pongas- murmuró, un tanto resignada.
Emma…- susurró Sophia, levantando la cara de Emma por su barbilla con sus dedos. – Me dijiste que me amabas….- sonrió, paseando su nariz por la de Emma, hablándole en susurros y muy cerca. - ¿Me estás abriendo las puertas de…aquí?- puso su mano en el pecho de Emma mientras Emma asentía sonrojada. - ¿Tienes miedo?
No, sé que lo tratarás como yo trataré el tuyo…
Eres bastante romántica, ¿sabes?- murmuró, dándole un beso, olvidándose del mundo, del público nocturno, no le importo ni a ella ni a Emma que estuvieran en plena 5ta. Avenida, ni que estuvieran en frente de St. Patrick’s Church. - ¿Me la pones?- Emma tomó la mano de Sophia, la besó, besó sus dedos y sus nudillos hasta su muñeca y luego deslizó, lentamente, la pulsera en la mano de Sophia, ajustándosela suavemente a la medida. – Let’s go home so I can kiss your heart, shall we?
Respondí algunos comentarios en la entrada "(-)".
Saludos,
Ella