El juicio del cura
Historia del relato de un cura ante un juzgado de la iglesia....
EL JUICIO DEL CURA
Ahora que ustedes me estan juzgando, les contaré como sucedieron los hechos. Pueden condenarme, pero jamás escucharán de mi un arrepentimiento. No lo estoy y creo no lo estaré nunca.
Aquella noche arreciaba la lluvia. En la cocina de la capilla estaba encendida la estufa. Todo estaba calentito. Me pareció en un momento escuchar unos golpes en la puerta de frente del templo. Por la mirilla observé. Era un hombre mas bien anciano. Mojado de pies a cabeza. La lluvia parecía que no se iba a detener.
Abrí sin pensarlo, para eso estamos en este mundo, para ayudar a los demás. El anciano me sonrió. De cerca no parecía tan viejo
__¡Entre buen hombre!
__¡Gracias padrecito, gracias!—el anciano temblaba de frío. Lo acompañé hasta el baño que era de dimensiones cómodas. Fui ayudándolo a quitar sus prendas que largaban agua por doquier. El anciano quedó desnudo. Abrí el grifo y lo conminé a que entrara en la ducha. Se dio un baño caliente. Pareció revivir. Cuando terminó lo envolví en un enorme toallón. El hombre solo sonreía y agradecía.
__¡Sigame señor!__ le dije yo y lo lleve al lado de la estufa. Le alcance una taza de caldo recién hecho. El anciano lo tomo con las dos manos y lo fue bebiendo lentamente. Mientras yo iba y venía continuando con alguna de mis tareas.
__¿Se encuentra bien?
__¡Oh si gracias señor!
Sus ojos estaban mas vivaces de lo que hacía un rato. Note que vibraba.
__¿Qué pasa?__ pregunté
__Nada, aún tengo un poco de frío, estos huesos.
__Pero aún se ve joven__comenté
__Estoy cerca de los setenta
__No lo parece
__Usted es un buen cura__ sus brazos y su cuerpo se movieron. Entonces hice lo que cualquiera hubiese hecho. Tratar de que no pasara frío. Estaba sentado en un sillón que se reclinaba. Me acerqué y lo recliné. El me miraba hacer. Luego corrí el enorme toallón y me sente en su regazo. El se sintió tranquilo. Pase mis brazos por su espalda. El se quedaba quieto. No decía nada y yo tampoco. Nos comprendíamos muy bien. Luego de un rato. Me senté un poco mas cómodo y abriendo mis piernas quede abrazado totalmente a el. Le soplaba mi aliento en su cuello y el parecía sentirse cada vez mejor.
__¿Pasa el frío?__ pregunté
__¡Ohhh si señor, si señor, pasa me siento muy bien, oh si__ decía el, casi en un suspiro. Noté entonces que su miembro se despertaba al contacto con mi cuerpo.
__Parece que el amigo se siente bien__ dije
__Si padre, hacía tanto, pensaba que ya no funcionaba__ la dureza se hizo notar. La toque. La acaricié.
__¡Oh padrecito que bien, gracias, lo necesitaba!__ decía en un suspiro lejano el anciano. Su verga había crecido y sus manos acariciaban mis nalgas a traves de la sótana. Yo había agarrado su mástil y lo amasaba. El toallón cayó al piso, es decir, el lo quito. Su calor iba en aumento. Con sus manos rudas fue levantando mi sótana. Descubrió prontamente que no llevaba ropa interior. Eso lo calentó tremendamente. Mojo con saliva uno de sus dedos y busco mi agujero. Un rato mas tarde su verga entraba en mi anillo. Yo me hamacaba y me abría hacia ese anciano que me penetraba y golpeaba con sus bolas mis nalgas. El anciano me cogió lentamente, tomando su tiempo. Me hacía suyo y disfrutaba del momento. Luego de un rato me pidió de ir a un lugar más cómodo.
En mi cama, segui montándolo y el gozaba pleno de mis embestidas en tanto yo, apretaba sus pectorales anchos con mis manos. El gemía. Me atravesaba hasta el fondo. Se hundía en mi. En un momento el quitó su vara de mi. Se arrodilló en la cama y me dijo que bebiera de su néctar. Metí su tranca en mi boca y bebí. Hasta la última gota de leche. El apretaba mi cara contra su cuerpo. Y no me dejó mover hasta que bebí todo su semen. Luego cayó a un costado.
__¡Gracias padrecito! Hace tanto que no tenía una sensación así.
__¿Se le quitó el frío?__ pregunté yo, acostándome a su lado. El me abrazó. Nos acariciamos un rato. El encontró mi verga dura y bajo hasta allí. Comenzó a chupar. Pasaba la lengua suave. Hundia la vara en su cavidad. Su mano tomaba el garrote y lo meneaba. Yo gemía. Me sacudía y me retorcía. El aumentaba la voracidad. Comía con ganas. Parecía otra persona que la que llegó a la capilla. La lluvia se oía sin cesar. El besaba mis huevos. Los metía de a uno en su boca. Los sopesaba. Luego volvía a meter la cabeza de mi pija y le sacaba brillo. Le gustaba mamar la pija. Lo hacía con esmero y pasión. Cuando tomó mi líquido gruñía como un perro enloquecido. Se tragó todo. Después se quedó quieto. Al rato nos levantamos porque tenía hambre. Preparé una comida rápida que devoramos con alegría. Los dos estábamos contentos. Yo porque cumplía con mi deber de esclesiástico que era el de ayudar a mi prójimo en cualquier cirscunstancia. Aunque ustedes de acuerdo a su hipocrecia busquen que está bien y que está mal. Bebimos un rico vino que me habían regalado. Compartimos. Ya entrada la madrugada fuimos a descansar.
No sé que hora era cuando sentí que alguien metía su lengua en mi aro. La lengua ya se metía y se metía. Comencé a vibrar. Era mi compañero de cama. Insasiable así como estaba me penetró. Su pija entró hasta los huevos. El me atrapó la verga que se hinchaba y palpitaba endurecida. Y de tanto en tanto me apretaba las tetillas y las masajeaba. Las frotaba. Sus embestidas eran breves. Luego se detenía para volver a arrancar. Me bombeaba gozando cada bomba. Yo estaba feliz de servirle a aquel anciano quizá ya derrumbado en este mundo. Aceleró y aceleró sus movimientos. La leche la soltó terrible. Bañando mi interior. Sus manos recibieron mi semen. Luego me repartió la crema por todo el cuerpo y me la dio a comer. Chupé sus dedos. Los lamí. La otra mano acariciaba y apretaba mis bolas saciadas. Mordía mi nuca. Me daba pequeños besitos. Besaba mis orejas. Me dormí con el sable de aquel anciano clavado en mi.
Cuando desperté con el sol arriba el viejo ya no estaba. Se había marchado. Encontré un papel escrtio con un simple: GRACIAS.
Se que ustedes no entenderán esto. Pero esa es mi misión en este mundo. No se horroricen, hipócritas. Porque ahora escucharán de la vez que llegaron a mi capilla dos varones. Padre e hijo, al menos es lo que me dijeron y yo no les pedía acta de parentesco. El frío de aquel día fue inmenso. Dolía el cuerpo. Les ofrecí un baño caliente. Andaban en la calle hacía un tiempo. Enseguida les ofrecí, luego del baño un plato de un humeante guiso que tenía preparado. Comí con ellos. Charlamos de todo. Tomé el teléfono y les conseguí en un momento un trabajo para el día siguiente en una quinta de unos conocidos.
Los guíe a sus habitaciones. Dormirían en el altillo en unos cómodos colchones. Fueron armando las camas provisorias , en tanto yo iba a buscar ropa limpia. Cuando regresé estaban desnudos y con sus miembros alzados. Varas rocosas. Se elevaban al cielo, pensé. Me gustaron de inmediato.
__¿Qué es esto?__ pregunté
__¡Ahhh padrecito, estamos calentándonos, de la nada….
__Sí, padre, empezamos a hablar de mujeres, cuerpos y bueno ya ve…
__¿Y qué se podrá hacer?__ dije yo, arrimándome a ellos, quedando en medio de esos machos alzados. Atrape sus pistolas firmes. Ellos gimieron risueños. Fui poniéndome de rodillas. Alcancé la verga del mas joven y la tragué. El chico resopló. Le gustó y a mi también. Hacía esto sin dejar de lado la otra poronga. Después metí la otra en mi boca y masajeaba la otra poronga. Las alternaba para comerlas. Los hombres estaban enloquecidos y gemían. Sobé sus huevos magníficos. Le lamí las pelotas primero uno, luego el otro. Las comí, las deglutí.
Fuera de si el mas joven se colocó detrás de mi y alzó mi vestimenta. Fue hacia mi ojete y metió su lengua allí. Succionó. Chupó ruidosamente. Ahora yo me hamacaba y gemía ardiente. De repente metió un dedo, luego dos, yo bañaba en saliva el pene del mas viejo. Me di vuelta y hablé con el mas joven
__¡Allí, allí, en aquella mesita hay una crema, traela__ alcancé a decir y me refugié nuevamente en el caño que tenía frente a mi.
Sentí el gel en mi culo. Me refrescó. Me excitó un poco más. Así entró la pija del más joven. Sentí la tremenda poronga ir y venir. Moví mi culo sediento de mas. Las manos del joven se habían encarnizado ahora con mi endurecida verga. El joven se subía en mi espalda. Golpeaba sus bolas en mis nalgas. El mas viejo subía en tensión. Sus músculos se enervaban y largaba una cantidad de líquido en mi boca, mis ojos, mi cara, rociándome de su leche y gozando y haciéndome gozar.
El más joven aceleró sus bombeos y en un gutural grito echó su simiente en mi interior. Se aferró a mi pecho, abrazándome. Yo caí sobre el colchón agotado. El joven se quedó dentro de mi y sobre mi. El mas adulto se arrodilló y tomándome la cara, buscó mis labios y los besó. Respondí a ese beso y nuestras lenguas se cruzaron un momento infinito. El más joven besaba mi cuello. Era un momento de rélax. Los dos hombres me dieron vuelta suavemente y se aferratron a mi vara. Las bocas lo comían. La tomaban con las manos. La acariciaban. La besaban. Se la llevaban a la boca y era una especie de adoración. Fueron bebiendo mi leche cuando salió en torrente. Ellos limpiaron tiernamente mi miembro. Lo acicalaron y no lo dejaban caer, volviendo aquel momento de placer en casi un instante doloroso. Así sentado en medio de ellos el hombre más viejo se fue sentando en mi caliente miembro alzado. Se lo clavó en su ojete hambriento. Comenzó a cabalgarme sin descanso. El más joven besaba mi pecho y lamía mi cuello. Luego ponía su verga en mis labios. Comencé a chupar. Ese muchacho lo necesitaba. Me aferré a ese hierro caliente. Mi boca lo chupaba descaradamente. Mientras el mas viejo seguía con mi pija en su interior. Abría con sus manos su cola y gemía abrazandome con su calor y con su pasión. No pude soportar aquellas embestidas y fui largando mi jugo en aquel culo sediento. Lo llené. Mientras aquel amante no paraba de moverse hasta exprimirme por completo. La boca me fue completada de la caliente leche del mas joven. Limpié pacientemente aquella vara. Regocijándome. Sobretodo por haber ayudado a aquellas gentes.
Nos fuimos a dormir y al otro día temprano llamé a los hombres, les di la dirección adonde tenían que ir por el trabajo, ellos me agradecieron por todo y se marcharon contentos. Yo me sentí tan bien, otra vez estaba convencido de que había cumplido con mi misión.
A la hora de la siesta vino el gasista a ver el calefactor porque hacía unos días que no andaba bien y el frío se notaba.
__Padre acá está el problema, ya se lo reparo__dijo el gasista
__Esta bien amigo no hay problema
__Es duro estar solo padre, no?
__Estoy acostumbrado y acá siempre viene gente que va y viene, no me siento muy solo porque lo decís
__No, pensaba, hace tres meses que me separé, y la verdad me siento solo, extraño
__Bueno muchacho, hay que pasarla, digo, seguramente tienes amigos…
__Sí, pero a veces faltan otras cosas
__Y si, pero bueno, alguien debiera ayudarte…__dije yo, sabiendo adonde quería llegar.
__Bueno a ver si anda esto__ dijo el gasista. El aparato salió andando muy bien.
__¡Que suerte!__ dije yo
__Ahora va a estar calentito, padre
__Gracias amigo, decime cuanto es__ el muchacho me dijo el precio. Fui a buscar la plata y se la entregué.
__¿Quieres un café?__ invité.
__Porque no.__ el muchacho me siguió a la cocina. Era un lugar grande.busqué las tazas. El muchacho me seguía con la mirada. Yo andaba arrodillado buscando debajo de la mesada alguna taza. Levantaba mi sótana a propósito. Mostré mis nalgas como al pasar. Noté que el hombre se puso tenso. Pasé cerca de el. Seguía mirando. En la otra punta me volví a agachar mostrando mis partes. Al fin me levanté. Serví dos tazas de humeante café. Noté qaue el muchacho estaba inquieto.
__¿Estas nervioso?
__No, no
__¿Te ha gustado lo que has visto?
__Bueno…
__De esa ayuda hablaba__ sin mas, me acerqué a el y tanteé su entrepierna. Su verga estaba irguiéndose.
__¡Oh! Creo que si te ha gustado
__Pero padre__ dijo el no haciendo demasiada fuerza
__No te preocupes estoy a tu servicio__ le dije yo. Mientras le quitaba la camisa. Acaricié su pecho. Desabroche su cinto. Bajé el cierre con cuidado de no dañar su poronga creciente. El ayudó. Salió al aire. Los huevos de aquel hombre estaban cargados. Gordos. Redondos. No tardé en bajar a su hermosa tranca y meterméla en la boca. El hombre tenso sus músculos. Mi lengua abrasaba aquella herramienta. Lamía con desparpajo y mis dedos acariciaban las bolas. El gasista casi ladraba de placer. A mi me gustaba ayudar a aquel muchacho solitario.
__¡¡¡¡Ahhhhh! ¡¡¡¡Padrecito, estoy todo sucio y transpirado!!!¡¡¡Ahhh, esto es, es, tan ahhhh!!!!__ dejé su verga dura como roca. Le di mi mano. El se levantó de la silla. Y me siguió. Yo me quité la sótana en camino al baño. Entramos. Abrí el grifo y tomé el jabón. El agua nos caía encima. Nuestros cuerpos fueron mojándose. Bañándonos. Alcancé su pija y la jaboné. El gemía y me tomaba de los hombros como para no caerse. Pase mis manos por sobre su pecho. Volvía a masajear su pene algido. Sobé sus bolas. Me acerqué a sus nalgas firmes. Hundí mis dedos en su retaguardia. Su anillo se abrió desaforadamente. Mordí sus tetillas. Pasé mi punta de la lengua. El se erizó totalmente caliente. Dos dedos mios estaban dentro de aquel muchacho caliente. Volví entre caricias a buscar su poronga. La saboreé nuevamente. La acaricié. El en un enorme temblor se dejo venir. Su leche salió a borbotones. Aferrado a mi cabeza no quería que saliera de allí. Tragué todo su simiente. Cuando largué su animal, aún erguido, el pasaba sus manos por mis cabellos húmedos. Me fui poniendo de pie. Hice girar al hombre. Volví a hundir mis dedos con jabón perfumado en su cola. Fui besando su espalda. Acerqué mi tranca palpitante. Coloqué firmemente la cabeza del glande en la entrada. El empujó hacia atrás y la cabeza fue entrando despacio. El gritó. Se movió como un latigazo. Su culo haciendo leves movimientos fue tragando la verga. Su culo estaba apretadito y latía alrededor de mi pija. Iba y venía el pistón en su interior. Mordía la nuca y el cuello del entregado hombre feliz.
__¿Te gusta?¿Te gusta?__preguntaba yo mientras lo tenía ensartado.
__¡Ohhhh padrecito, claro, si, si me encanta, ahhh!!!!_ gemía el muchacho. Mis bolas chocaban con sus nalgas fibrosas. Sacaba mi verga y volvía a colocarla en aquella entrada preciosa. Caliente. Sedienta de placer. Su pija buscaba levantarse otra vez. Estaba muy caliente. Cerramos el grifo. Salí de su interior. Lo sequé con un toallón suave. Lo llevé a la cama para estar más cómodo. Lo eché de espaldas en la cama. Levanté sus piernas hasta mis hombros. Lo volvía a ensartar hasta lo más hondo. El muchacho sacudía su culo gozando. Se sentía pleno. Lleno. Colmado. Me besó en la boca. Nuestras lenguas se trenzaron ardientes y filosas. Yo no podía resisitir aquel hermoso culo y largué mi semén en su interior ensanchado y dilatado. Grité sin control. Me aferré a las sábanas . mordí sus hombros, en tanto un río salía de mi, y se lo entregaba a aquel feliz muchacho. Caí sobre el. Con mi lanza babeante salí de su anillo. Nos volvimos a besar.
__¡Ohhh! ¡Padre, me ha hecho tan feliz!!¿Necesitaba esto, como lo necesitaba!!!¡¡¡Ohhhh!!__ exclamaba el, como adormilado. Su verga se estaba levantando otra vez. Levemente me fui trepando a su boca. Terminó de limpiar mi sable. Y luego llegó a mi agujero palpitante. Su lengua se metía en mi. Me perforaba hambriento. Sus suspiros y gemidos eran enloquecedores. Yo estaba tan humedo, a la vez tan abierto y caliente, que no tardé nada en llegar a su pija y colocármela dentro. Lo fui cabalgando despacio. Haciendo gozar cada centimetro de su poronga alzada. Acariciaba su pecho. El cerraba los ojos y hacía esfuerzos por no acabar. Por eso de vez en cuando yo sacaba la pija del interior. Besaba los labios de aquel hombre y volvía a clavar la pija dentro de mi. El tomaba mis nalgas, las apretaba y las abría. Las acariciaba. Volvía a apretárlas. Estiré mis dedos para acariciar las pelotas enrojecidas de aquel amante y fue instántaneo. Entre estertores, gemidos y gritos volvió a largar bocanadas de líquido. Está vez en mi interior lubricado. Yo me seguí hamacando unos momentos más para que su leche quedará totalmente en mi. Quedamos pegados un rato. Lo acariciaba y el me acariciaba a mi. Estábamos pegados. Creo que hasta nos quedamos dormidos.
Cuando desperté el hombre se había vestido y acercándose a la cama. Me besó y me preguntó si podía volver. Le hice que si con la cabeza.
Así es señores obsipos. Señores que me juzgan. ¿Qué debía hacer? ¿Dejar todos esos cuerpos y esas almas sin gozo?
Un tiempo después, mientras arreglaba unas rosas en mi jardín, escuché un ruido y un gritito. Me asomé detrás de las rejas y un chico se levantaba con una bicicleta. Me acerqué a el.
__¿Qué te ha sucedido?¿Te golpeaste?
__Sí, un poco, estoy un poco mareado__ dijó el muchachito. Estaba vestido con pantaloncitos ajustados, practicaba ciclismo, no había que ser muy inteligente en detectar aquello. Lo ayudé invitándolo a entrar a mi morada. Una rodilla y el codo sangraban. Lo acompañé hasta la cocina y lo senté en una silla. Luego recogí la bicicleta. La observé y regresé con el herido. Se había quitado el casco. Era un chico rubio. Ojos claros. Cuerpo bien torneado. Y la juventud que todo lo puede.
__Gracias padre, me duele un poco la rodilla, no quiero que en casa me vean así
__Ven parate, vamos hasta el baño, te voy a curar
__¡No hace falta!
__¡Vamos, ayudame por favor__ colgándolo de un brazo llegamos al baño. Pasé un algodón con un desinfectante por el codo. Gimió por al ardor. Sople.
__Vamos no seas cobarde__ dije yo y el se sonrió
__No debo mancharme la ropa sino en casa se darán cuenta.__ hice un gesto como diciendo, no hay problema, tomé su remera pegada al torso y la quite con mucho cuidado. Para que no se manchará con el desinfectante. Luego sin decir agua va, bajé los pantaloncitos pegados al cuerpo y aparecieron ante mi un calzoncillito pegado a la piel. El miró con cierta sorpresa pero no se preocupo demasiado. Bajé la tapa del inodoro y haciéndole señas se sentó en el. Me arrodillé frente a el, observando los movimientos de su cuerpo joven y bien armado. Miré su bulto. Me brillaron los ojos de deseo. Pase el algodón por la rodilla, el se contrajó y un poco de la piel de uno de sus huevos apareció ante mi. El no se dio por enterado. Mi verga crecía debajo de la sótana y todos mis sentidos se llenaban de placer y extásis. Como al descuido pase mis manos cerca de la ingle y algo dentro de su calzoncillo busco moverse. Sus pómulos se ponían rojos de a poco. Su respiración se aceleraba. Lo noté. Acercaba mi cara cerca de la rodilla herida y soplaba. Mis dedos volvieron a pasar cerca de sus huevos como sin querer.
__¿Estas mejor?__ pregunté
__Si, padre
__Se siente bien__dije como afirmando mientras acercaba mis dedos un poco más arriba
__Siiiii__ contestó sin moverse.
__¡Uh aquí hay otro problemita!__ observé y directamente pase mi mano sobre el slip tocando su pija ya dura.
__Hay que hacer algo con esto__ se sonrió mientrás yo sacaba su pija del calzoncillo sin resistencia. El se apoyó contra la pared como relajándose. Me prendí a su objeto. Besé la cabeza del glande que se ponía cada vez mas grande. Se endurecía. Buscaba el cielo. Se estiraba hacia arriba. Quedó desnudo como jugando. Mi saliva mojó aquel tronco que se encabritaba ferozmente. Lo comía. Sus gemidos no tardaron en aparecer. Bramaba. Resoplaba como un animal. No tardé en recorrer sus huevos. Los tragaba. Mi deseo iba agigantándose. Levanté mi ropa. Quité mi sótana y quedé tan desnudo como él. Giré y ofreciéndome. Abrí mi culo con ambas manos, mostrando mi canal deseoso. El acercó su cara e introdujo su lengua babeante en mi ojete. Mi portal recibió aquel estilete gozando. El chico también lo disfrutaba. Se oían sus lenguetazos salvajes. Su saliva entraba en mi anillo y las gotas chorreban por entre mis piernas. Su lengua rozaba de vez en cuando mis bolas calientes. Las acariciaba y las trataba bien. Mordía suave mis nalgas y volvía a comer mi culo. Me fui agachando hasta quedar arrodillado en el piso. El chico apoyó su sable en mi entrada y empujó. Quedó dentro mio. Me sacudí. Moví mis caderas anchas. Recibi la pija caliente.
__¡Ahhhh, muchacho, clavala, asiiiiii, ahhhhh!__ germía yo
__¡Ahhhhhh, padre, ahhhh!!!!__decía el chico en su ir y venir ardiente. Unas cuantas sacudidas más y el muchacho largó su líquido cremoso. No salió hasta no descargar por completo su ración. Me di vuelta y quedé sentado en el piso con mi poronga alzada. El chico no lo pensó y se lanzó a ella dando mordiscos certeros. Engullía mi pija. Con una de sus manos rodeó la tranca y la masajeaba. Se acariciaba las mejillas con mi verga. Volvía a tragar. La boca comía mi espada. La sacudía. Arriba y abajo. Así el chico fue buscando lugar para sentarse en mi pija rocosa. Lentamente la tranca entró en el chico. Empezó a cabalgar con un ritmo sostenido. Nuestros cuerpos temblaban. Se aferró a mis labios comiendome la boca. Nuestras lenguas se crispaban. Era un fogoso encuentro. Latía mi pija dentro de la cola joven de aquel chico. Mordía mi oreja. Las besaba con cierta dulzura. Yo apretaba las tetillas bien formadas de aquel mancebo. Se erizaban. Mi verga se tensaba a punto de explotar. Sus embestidas no me daban respiro. El chico quería exprimirme urgentemente. Lancé chorros de leche. El apretó su anillo. Eso me dio inmenso placer y me aferré a su espalda ancha, mientras los chorros de crema asaltaban su interior. Su lengua no soltaba la mia. Se entrelazaban sin descanso. El chico estaba agradecido por aquella corrida. Mis manos acariciaban y apretaban su blanca cola. La pellizcaba. Ahora besaba su pecho en tanto el chico acariciaba mi cabello. Mi verga no bajaba su esplendor. El chico así seguía moviendo su cadera lentamente, mientras seguíamos besándonos. Unos momentos después nos pusimos de pie. Salimos del baño y avanzamos al dormitorio. El chico me abraza por la espalda. Apoyando su mástil en mi cola. Yo me muero de calentura. El me soba el pecho. Con los dedos apreta mis tetillas. Yo refriego mi culo contra su dardo que engordaba cada vez más. Se endurecía. El mordía mi cuello. Me chupaba. Su poronga estaba totalmente dura. Rígida. Buscó mi anillo. Me incliné un poco. Apoyé una rodilla en la cama. El no me dejo acomodar. Su poronga volvió a entrar en mi. Se aferró a mis caderas. Se hundió hasta los huevos. Iba y venía. Iba y venía. Su sudor caía en mi espalda. El chico me poseía y yo gozaba infinitamente. Su leche comenzó a llenarme otra vez. Movía mi culo bombeando más y más hasta dejar seco al chico. Caímos exhaustos en la cama. El joven me abrazaba. Yo sentía caer gotas de semen de mi interior. El joven ciclista buscó mi verga semi caída y mientras me besaba trataba de reanimar mi arma. Las primeras luces de la noche se filtraban por el ventanal de la habitación.
__Voy a tener que partir__ dijo el chico
__Espero haberte sido útil
__Padre, usted es un buen cristiano. Me encantó como me ha tratado. Hacía rato que no me sentía tan bien ¿Cree que podré volver a verlo?.
__Cuando tu quieras__ dije en tanto tomaba su cuello lo empujaba hacia mi dándonos un beso cargado de fuego. Quemándonos.
Entonces señores obispos. ¿Creen que está todo mal? Los veo. Los observo. Estan sudorosos. Transpirados. Ardiendo. Digan la verdad. Arden en deseos contradictorios. Mirénse. Mirénse. Estan tan calientes. Se dan cuenta que son hombres y les he calentado a mil con mis relatos. Quisieran cojerme ya. ¿O miento?. Vamos. Una vez sean honestos. Los obispos se miraban entre ellos. Eran cuatro cuerpos ansiosos. Ancianos calenturientos. Que habían tenido sexo con mujers, muchachos, muchachas , hombres y ahora se arrogaban el titulo de autoridad.
El cura se acercó a uno de ellos y fue directamente a la entrepierna y la encontró dura. Sonrió. El hombre no se movió. Al que estaba al lado le acarició la cara. Y bajo la mano hasta una poronga que pugnaba por salir. Así se arrimó a los restantes y todos tenían sus sexos parados y calientes. El cura levantó la sótana de uno de ellos y su boca se hundió en ella. El obispo se contorsionó. Dejó que esa boca lo atacara. Enmudecido dejó hacer. Los otros se fueron acercando al cura con sus machetes en la mano. Erectos largos, anchos, fragantes. El cura los chupó en medio de ellos fue girando y posando su boca en cada uno de ellos. Los obispos jadeaban como perros en celo. Uno de ellos quitó la sótana de aquel cura que los hacía gozar. Uno de ellos fue hacia el oscuro objeto del deseo, es decir, el anillo del cura. Lo chupó. Lo saboreó. Lo llenó de saliva. Luego acercó a su pija y la enterró allí dentro. El cura no largaba las otras pijas. Fueron alternandose su culo. Sediento. Delirante. Los obispos cojieron ese culo y lo llenaron de abundante y rica crema. Otros llenaron de leche la boca del cura. Cayeron los cuerpos desnudos unos al lado de los otros. Acariciándose con sus dedos, con lenguas, con dientes.huevos, pijas, culos, todos en danzas orgíasticas. El tiempo se detuvo. Ya nadie recordó nada. Ya nadie quiso juzgar.¿Qué paso después?. Algún día lo contaré.-