El juicio
¿Quién se imaginaría lo que iba a pasar y las consecuencias que acarrearía?
Existen momentos de la vida en los que no nos damos cuenta de los errores que cometemos y simplemente nos avocamos a culpar a los demás, como si esa fuera la manera correcta de solucionar las situaciones que nosotros mismos hemos generado.
No exijas lo que no das, es un decir popular, y vaya si es sabio. Así mismo se tejen situaciones, no sólo en lo personal, sino también en otros aspectos, si llegamos tarde a una cita, generalmente culpamos al tráfico, a la hora que era, a la distancia que había que recorrer, pero… ¿cuántas veces hemos dicho: no salí a tiempo y por este motivo me demoré? En otro orden de ideas, ¿cuántas veces hemos asumido la responsabilidad de lo que consumimos, cómo nos alimentamos, y el estado anímico que puede generar el peso que hayamos alcanzado por los diversos hábitos que hemos ido adoptando, la mayor parte de estos heredados de nuestros padres o de anuncios publicitarios?
¿Sabemos señores, realmente, cómo afrontar nuestras responsabilidades sin estar culpando a otros, sin quedar como niños mártires cuando hemos sido nuestros propios jueces y verdugos?
¡Mírenlo! Observen, damas y caballeros, observen su rostro, degenerado por las anfetaminas, el alcohol y toda cuanta porquería estuvo consumiendo. ¿Ustedes realmente creen que él haya sido capaz de cometer semejante crimen cuando hubo que subirlo al estrado en su silla de ruedas de la que no puede separarse? Piénsenlo, razonen, y que Dios les de entendimiento para saber cómo dar su veredicto.
Así habló James Forstwoth, el abogado defensor que tuve en mi juicio, donde por fin, después de veinte meses en reclusión me habían llevado. Hace casi dos años caí en esa cárcel, sólo por seguir los impulsos de mi corazón y poder llevar a cabo mis deseos. Todo se remonta a cuatro veranos atrás.
Era un día caluroso, hacían más de cuarenta grados a la sombra y había decidido ir a nadar, no todo el tiempo he estado postrado en una silla de ruedas, era un hombre independiente, con una brillante carrera, un matrimonio feliz, dos hijos hermosos, vivía una vida idílica. Mi esposa se había ido de viaje con los niños, a visitar a sus abuelos, a las montañas, como yo estaba atestado de trabajo decidí quedarme en casa, a terminar los planos que debo entregar para la remodelación de un centro comercial, entre más trabajo, mejores ingresos me decía.
Mi jefa, Katherine Latham, me llamó para ver cómo iban los planos, me dio fecha de entrega para el lunes, porque el cliente estaba ansioso de ver la propuesta. Le dije que si le parecía, podía darle mi dirección para que viniera a ver los bocetos que llevaba, y así poder agregar o eliminar lo que él considerara. Así lo hizo.
Estaba yo nadando en la piscina, el patio trasero de la casa, cuando oigo el repique de mi teléfono, salgo apurado, atiendo y escucho la voz de un hombre del otro lado: ¿George? ¿Cómo estás? Te habla Jhon Mulkins, espero no ser inoportuno, sé que es fin de semana, pero como Kat me dio tu dirección y tu número, he decidido venir a ver los bocetos, estoy al frente de tu casa.
En un momento salgo, estaba nadando. Le respondí.
Me seco, me coloco una franela sin mangas, un pantalón corto, las sandalias, y salgo a recibirlo. Era un hombre joven, no llegaría a los treinta años, cabello cobrizo, cortado al ras, vestido muy similar a mí, salvo que llevaba unos zapatos de tela sin medias. Su franela dejaba ver un pecho bien trabajado, bastante velludo, de tonos rojizos y rubios, salpicados por alguna que otra hebra castaña, amén de sus brazos bien torneados, imagino que por horas de dedicación al gym y poblados de vellos desde los codos hasta las muñecas, sus piernas también parecían hechas con un cincel, y recubiertas de vellos en las tonalidades del pecho.
¿Cómo estás? Bienvenido, disculpa, pero no esperaba que vinieras tan pronto, por favor, pasa, que aquí nos vamos a hornear sin necesidad.
Bonita casa, tuviste un buen arquitecto que te la diseñara a lo mejor. A lo que ambos reímos, ya que esta casa la había diseñado conjuntamente con mi esposa y eso era de su conocimiento, de hecho, tengo la maqueta en mi oficina y ya la habíamos comentado.
Por favor, siéntete como en tu casa, le dije. Voy a buscar unas bebidas en la cocina, y si quieres, vas al despacho, ahí tengo los bocetos que he ido haciendo.
Me dirigí hacia la cocina, él se dirigió al despacho, cuando llego, lo observo detallando los planos que tengo sobre la mesa. Y me dice: Tengo unas observaciones, si cambiamos esta entrada de aquí y movemos estas ventanas… Y en eso estuvimos casi toda la tarde.
Ya era de noche, cuando dijo: Son las 19:40. Mi esposa me va a matar. Mejor me voy y seguimos mañana, ¿te parece?
Si quieres, llámala, para que no se preocupe, y te quedas a dormir, mi esposa e hijos no están, andan de viaje donde mis suegros. Vienen el lunes, y hoy apenas es viernes. Podrías quedarte tranquilo y así adelantamos los cambios que desees hacer. Tengo suficiente espacio aquí en casa, podrías acomodarte donde quieras, incluso, en el patio trasero hay una casa de huéspedes bastante acogedora. Propuesta a la que accedió. Se salió al jardín a hablar con su esposa, y mientras, yo iba adelantando algunas cosas para la cena. Entiéndase con esto, llamar a un restaurante chino para ordenar comida. No soy del tipo de hombre que le gusta cocinar, menos cuando hay otro hombre en casa, porque a mí siempre me inculcaron que eso es trabajo de mujeres, y para eso yo tengo esposa.
Entró y me dijo: Listo, le dije que estaría aquí hasta mañana, que de pronto iba a necesitar ir a casa a buscar ropa, para poder salir de aquí luego el lunes, y dijo que estaba bien. Que ella iba a ir donde su hermana a pasar unos días ya que no estaré en casa.
Lo miré sonriendo y le dije: ¿Cómo que te dieron permiso? Ambos echamos a reír.
Ya a las 20:15 llegó el encargo de la comida. Le dije a Jhon: Espera un momento, que voy a ver que no se me queme la comida. Él me miró con extrañeza, y salí a recibir los paquetes. Al verme volver se echó a reír como un poseso. Comimos, bebimos cerveza, comenzamos a hablar de nuestras vidas, nuestros matrimonios, mis hijos, lo que significa ser padre, sus deseos de ser padre, pero la negativa de su mujer, muchas cosas que no tenían nada que ver con su visita, pero que sirvieron para irlo conociendo a fondo para saber lo que podía y no cambiarse en el diseño del centro comercial. La vida y la manera de ver la vida del cliente le muestran al arquitecto hacia dónde debe apuntar sus flechas. Ya a las 23:00 me pregunta si quiero descansar, o si quiero seguir con los bocetos. Le dije que me daba igual, que en ese momento tenía bastantes ideas en mente que quisiera mostrarle, a lo que él me dijo que bueno, que le parecía excelente, pero que él si estaba un poco cansado, que si podría recostarse un rato, y se levantaba luego. Yo le dije: Jhon, mi casa es tu casa; no te compliques, descansa donde te plazca, si quieres darte un baño, puedes hacerlo con plena confianza, yo estaré aquí abajo trabajando en el baño hay una cómoda, en el cajón superior hay unos bóxers holgados de franela, esos los suelo usar para dormir en estas noches de calor cuando estoy solo, puedes usar el que gustes, creo que llevamos la misma talla. Me vio, se sonrió, y soltó un ¡Gracias!
Yo sólo sonreí y guiñé un ojo. Me cae bien este muchacho. No sé si serán las cervezas, pero se ve muy atractivo. ¿Qué te pasa George? Dije para mis adentros. Eres un hombre, él también, están casados, está claro que no son un par de maricones, además, él es el cliente para el que estás trabajando. Debe ser el calor, las cervezas, el saber que dormirás solo en la cama donde desde hace diez y seis años duermes con tu mujer. Salvo esos días gloriosos donde dormías en el hospital cuando trajo al mundo a tus dos hijos: Jason y Rupert. En esos pensamientos estaba cuando de pronto veo a Jhon entrar en el despacho nuevamente, vestido sólo con el bóxer, había escogido uno blanco, y debo admitir que le quedaba muy bien.
Sólo vine a desearte buenas noches y que no te trasnoches mucho, para poder aprovechar el día de mañana, me dijo.
Está bien, en un par de horas me iré a dormir. Descansa. Tu también, me respondió, se dio la vuelta, y cuando casi iba llegando a las escaleras, se regresó, sin decir palabra, entró al despacho, se me acercó y me dio un abrazo, se sintió como el abrazo de un niño agradecido, y me dijo: Nuevamente quiero agradecerte. Volvió a estrecharme entre sus brazos, se soltó, y se fue a dormir.
Eso me mantuvo perturbado un rato. Sentía como si la sangre fluyera en mí, y pude notar que mi excitación se había ido a mi entrepierna. Esto no es correcto, me dije. Encendí la laptop, y me puse a ver unos videos porno, para descargar esa emoción, en uno de ellos había una pareja (hombre y mujer) que habían decidido hacer un trío con un amigo en común, el ver el contacto de los dos hombres con la mujer, me puso a millón, y desconozco el por qué pero el ver a los hombres interactuar entre ellos, me hizo acabar en un orgasmo como nunca antes. ¿Será que he sido bisexual toda mi vida y no lo sabía? ¿Será que soy homosexual? Luego de descargar toda esa tensión, limpiar bien los residuos de esa corrida que tuve, me dirijo a darme un baño para luego acostarme. Mientras me enjabonaba no paraba de pensar en el cuerpo de Jhon, un cuerpo bien trabajado, velludo, que hasta atractivo podría decir que es, sin reparos. Me doy cuenta que mi miembro vuelve a parecer tener vida propia, y comienza a levantarse con una facilidad que me saca casi orbita, acabo de correrme en el piso de abajo, y ya estoy empalmado nuevamente. ¿Será que soy un pervertido?
Necesito deshacerme de esa sensación, y empiezo a masturbarme nuevamente. El ruido del agua de la ducha ahoga mis gemidos, que aunque bajos en intensidad se hacían cada vez más frecuentes, hasta que a lo último lo que me sale es un: “Jhooooon”. Las piernas me tiemblan, bajo el chorro del agua me dejo caer y en una esquina de la ducha me quedo en cuclillas, esto no se supone que deba estar sucediéndome, no es natural, no me parece normal.
Paso unos diez minutos y ya estoy listo para salir del baño, luciendo sólo uno de los bóxer holgados, uno de color negro, salgo y al pasar por la puerta abierta del cuarto de uno de mis hijos, lo veo, desnudo completamente, boca abajo, veo sus nalgas, hermosas, redondas, velludas, imagino su textura, debe ser agradable, sus muslos, y espalda, al igual que todo su cuerpo, como hecho con un cincel. Que espectáculo de hombre Dios mío. Noto que sus caderas tienen cierto movimiento, las mueve de arriba hacia abajo, veo que sus nalgas se abren un poco, casi como invitando a hacer cosas que no se deben, que no van con lo que enseñan en la formación católica que tuve, también las mueve de lado a lado, levanta un poco más las caderas, quedando apoyado sobre sus rodillas y su pecho, haciendo movimientos circulares, luego volvía a alternar con los otros movimientos estaba ya empalmado nuevamente. No puedo creerlo, soy un pervertido, me deleito viendo la gente mientras duerme y tiene fantasías eróticas. Entro a mi cuarto, enciendo el televisor, casi sin volumen, y me quedo dormido. Creo que eran las 2:00.
9:30, suena un despertador… ¿pero… de dónde? Si yo lo desactivé, caigo en cuenta de que tengo huésped en casa. Me levanto, y al dirigirme al cuarto donde dormía Jhon lo encuentro vistiendo el bóxer y sentado en la cama estirándose, con los ojos cerrados, piernas cruzadas como en posición de loto, elevando sus brazos sobre su cabeza y cruzándolos tras la nuca, sin dejar de notar la enorme tienda de campaña que se dibujaba bajo el bóxer.
Buen día caballero, le digo, aparentando total naturalidad.
Buen día, gracias por dejarme dormir aquí, ¿has logrado descansar?
Sí, me quedé dormido como a las 2:00, ¿y tú?
Dormí como un tronco, si soñé o no, no lo recuerdo, pero sé que calor no pasé. De pronto noto que se sonríe y continúa diciendo: Es bueno ver que no soy el único que se levanta con una erección en la casa. Bajo la mirada a mi entrepierna y me veo completamente erecto, a lo que mi reacción es tratar de cubrirme con las manos.
Tranquilo, es completamente natural, además, estamos sin mujeres, en estos días de verano, donde el calor juega sus bromas pesadas, ¿será inapropiado que pasemos el día dentro así? ¿Sólo llevando los bóxers? Porque la noche estuvo fresca, mas no necesariamente el día.
Claro hombre, como mejor te plazca, voy a bajar a preparar café, y algo de desayunar. Le respondí.
Descendía las escaleras y sentía sus pasos a poca distancia de mí, entramos a la cocina, se sentó en un banco junto a la barra mientras yo preparaba café. Íbamos conversando de cosas del diseño, que si era mejor hacer esto o aquello, que si colocábamos una columna aquí, quitamos una de allá, que los baños debían ser más amplios, entre otras cosas, cuando estuvo el café le doy las opciones de desayuno: ¿Vas a querer cereal o prefieres que prepare algo más como… digamos… cereal?
Él soltó una carcajada y me dijo, ¡Quiero la especialidad de la casa! De acuerdo caballero, le dije… déjeme llamar al cheff a ver cuál de sus especialidades nos va a ofrecer el día de hoy, me agacho debajo de la barra y saco un gorro de cheff y un delantal me le acerco y fingiendo acento francés le digo: Bonjour, bienvenido a mon restaurant. Siéntase como en casa, mientras le preparo mi especialidad. Tomo varias cajas de cereales las vierto en un bowl y empiezo a mezclarlos, voy a la nevera, saco una jarra de leche, crema chantillí, fresas, frambuesas, moras, y jugo de naranja. De la alacena saco dos platos hondos y dos vasos largos, busco un par de cucharillas en la gaveta junto al lavaplatos, los dispongo sobre unos individuales y le digo: Espere un momento por favor, ya voy a servirle la especialidad de Chez George. Jhon no cesaba de reír con mis ocurrencias. Vierto de la mezcla de cereales en los platos, coloco leche, la crema chantillí, algunas fresas, frambuesas y moras, por encima, y baño todo con sirope de caramelo y de chocolate, vierto jugo en los vasos, y cierro diciendo: ¡Voilá!, espero que le agrade a usted y su amigo, me agacho para quitarme el disfraz, y al incorporarme, me aplaude entre risas diciendo: ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo!... A lo que respondo con una reverencia estilo teatro.
Por los poros sale a relucir que eres padre de familia me dice. Yo me sonrío, siento como si mis mejillas se ruborizaran, como si hubieran descubierto un secreto bien guardado. Al ver mi reacción continúa: ¿A tus hijos les hacías esas representaciones mientras estaban pequeños? No puedo evitar una expresión de nostalgia y le digo: A mis hijos, a mis nenés, aún les hago esas representaciones, Jason, el mayor, cumple quince años en Diciembre, Rupert, tiene trece recién cumplidos, pero siempre parece que tuvieran tres y dos años, cada vez que les hago el show del cheff cerealero. A mi esposa le encanta también, ella se incorpora en la escena, toma un block de notas pequeño, hace como si estuviera hablando por teléfono y dice: Cheff, hay unos comensales que desean la especialidad de la casa, ¿Tenemos alguna especialidad? Y aparezco de pronto detrás de ellos, ahí mismo donde tú estás, los abrazo y les digo ¿A nuestros comensales habituales? ¡Oui! ¡L’ especialité! Y ahí comienzo el show… no lo noté en el momento pero cada palabra me hacía sonreír más.
Jhon no perdía detalle de lo que le decía. Cada gesto, cada movimiento mío era como que él quería aprendérselo de memoria, cuando terminé de hablar me dijo, bajando la mirada: Ojalá hubiera sido así mi relación con mi padre. En mi caso si había un cheff, a mí y a mis hermanos nos hacían bajar de las habitaciones una vez estuviera servida la comida, tuvimos la mala suerte de ser hijos de padres millonarios. Ojalá tuviéramos la suerte que tienen tus hijos, la relación con nuestros padres habría sido mejor. Al ver que su alegría se nublaba le tomé de las orejas, como haciéndolas de elefante, y acerqué mi frente a la suya y le dije: Come, que se te va a poner demasiado blando el cereal…
Volvió a sonreír y yo, aún con ese acercamiento, ya no me sentía incómodo. Tampoco tenía razón alguna qué reprocharme. Sonreí, al verlo comer, como si fuera un niño, jugando con la crema, las frutas, cómo se chorreaba el pecho con la crema, era un espectáculo verlo, me llenó de ternura, quería tener a mis hijos ahí, conmigo. Terminamos de comer y coloqué todo en el lavaplatos, a lo que Jhon me dijo: Permíteme un momento, yo los lavo. Está bien, no hay problema, le respondí.
Salí del área de servicio de la cocina, y me senté del otro lado de la barra, donde él estaba inicialmente, en la cocina hay una manguera extensible para lavar objetos grandes, a él le pareció divertido usarla como micrófono y echar agua sobre los platos para enjuagarlos, lo que terminó empapándolo completamente, hasta a mi me salpicó un poco la cara. Nos reímos a carcajadas y le dije: Bueno, vas a tener que quitarte eso, mientras te busco algún otro bóxer, el trapeador y el trapo de secar el suelo de la cocina están tras esas puertas de ahí, si no es molestia, podrías ir haciendo eso, mientras te busco otro y pongo ese en la lavadora. Extendí mi mano y sin reparos se lo quitó, quedando completamente desnudo ante mí, a lo que dijo: Honestamente George, así estoy más cómodo. Yo en casa, cuando mi mujer no está, suelo ir completamente desnudo, es como una sensación de libertad. Que no tengo cuando ella está.
Me parece bien, entonces podemos andar los dos en igualdad de condiciones. Acto seguido, me despojé de mi bóxer y le dije: Sube, báñate entonces, porque puede que pesques un resfriado. Él se rió y dijo haciendo seña de saludo militar: ¡Si señor! Mientras él iba a bañarse yo me quedé limpiando el reguero en la cocina, dejando todo limpio y organizado, puse los bóxer a lavar, al rato lo veo llegar desnudo nuevamente, le digo: Ve adelantándote y entra al despacho, también voy a ducharme, me miró de arriba abajo y me sonrió con picardía, cuando empiezo a subir las escaleras me giro a verlo y lo veo observándome sonreído.
Entro a ducharme, y en seguida siento como un rio de sangre fluyendo otra vez hasta mi entrepierna, casi me quema por dentro. Necesito desahogarme nuevamente, se recrea en mi memoria su cuerpo completamente desnudo, pude ver hasta los últimos vellos de su cuerpo, ante el que a medida que pasa el rato como que me muestro más tranquilo, y más cómodo, pero a solas me atormenta el deseo de acariciarlo, tocarlo, lamerlo, besarlo, morderlo, hacerlo mío, sin prejuicios, sin tabúes, sin pensar, como dos animales, como dos posesos, libres de toda culpa, sólo instinto puro. Vuelvo a explotar en un orgasmo intenso, me limpio bien los restos, salgo de la ducha, me seco y así mismo, salgo, sin colocarme ropa, y me dirijo al despacho.
Ahí estaba él, viendo los planos, como si luciera su mejor traje de diseñador, con la más absoluta naturalidad, levantó la mirada y me dijo: Veo que hay algunos de los cambios que hablamos en la cocina que no se van a poder hacer, ven, por favor… estuvimos todo el día viendo, planteando, desestimando cambios, elaborando hipótesis, en fin, tuve que rediseñar toda la propuesta, hasta que dimos con como lo quería y como era funcional hacerlo. Ya a las 14:30 me dijo: Tengo hambre, ¿tú no? Si quieres cocino, le respondí. A lo que dijo: Está bien, ¿chino otra vez? Conozco unas recetas italianas y otras tailandesas que podrían gustarte. Entonces siéntete a gusto, prepara lo que desees, mi casa es tu casa.
Subió al cuarto, y a los pocos minutos llegó diciendo: En quince minutos estará lista la comida, ¿te parece si tomamos unas cervezas? Creo que estaría bien, voy a ponerme algo de ropa para cuando “esté la comida” Cierto, yo también debería vestirme, agregó, subimos juntos las escaleras, uno junto al otro, nuestras manos rozaban entre si, en uno de los peldaños su mano izquierda rozó mi nalga derecha, sentí un cosquilleo, que me resultó agradable, y él solamente dijo: Disculpa. Entramos a los cuartos al salir el cargaba su pantalón corto y su camiseta sin mangas, como había llegado ayer, estaba terminando de ajustarse el pantalón corto, cuando veo que no cargaba ropa interior, me vio, guiño el ojo y dijo: Es mucho más cómodo andar así. A lo que le dije que tenía razón, que debería intentarlo.
Quince minutos después, estuvo lista la comida, Jhon se encargó de todo, cuando íbamos a comer me dijo: ¿Nos dejamos la ropa o prefieres que andemos otra vez desnudos? Desnudos, le dije, sin reparos. Subimos a desvestirnos, y al ir bajando las escaleras, iba él delante de mí, y se me ocurrió acariciar levemente sus glúteos. Deslicé la punta de mis dedos hacia arriba, desde la unión de su muslo izquierdo hasta el final de su espalda, pareció no incomodarle en absoluto, por el contrario, se volteó para guiñarme un ojo y sonrió. Comimos, desechamos los envases, seguimos bebiendo unas cervezas más. Me dijo que tenía ganas de meterse en la piscina, yo accedí, nos metimos en la piscina, desnudos, nuestros cuerpos se rozaban de cuando en cuando, hasta que en un momento no aguanté más y me acerqué a darle un beso. De momento se quedó paralizado, y me dijo: George, tú me gustas, muchísimo, y creo que podremos hacer muchas cosas juntos, pero por lo que veo para ambos esto es algo contra lo que hemos estado luchando por años, cerrando sus palabras al posar sus labios sobre los míos, momento en que parecía que el mundo se detuvo, lo abracé y me abrazó tan fuerte que parecía que nos íbamos a fundir el uno con el otro. Seguimos con los jugueteos en el área de la piscina, entramos a la casa de huéspedes y ahí dimos rienda suelta a todo, besos, abrazos, penetraciones, acabarnos dentro, fuera, en la boca, en la cara, bañarnos con nuestros meaos, quedarnos con nuestros olores y fluidos en el cuerpo… los propios animales, irracionales, impúdicos, sin conceptos de moral, de pecado, sólo sexo.
Aún se recrea en mi mente el momento en que me dijo que lo penetrara, que lo hiciera mío, sentir ese portento de macho tan indefenso al contacto de mi miembro que iba entrando en su cuerpo, que se abría paso de manera lenta, pero no sin violencia, sus ojos hermosos que se llenaban de lágrimas de dolor, pero sonreía de felicidad, y entre suspiros y gemidos fue mío, tanto como quisimos, su primer hombre, su primer macho, nunca antes él había tenido la oportunidad de probar nada por el estilo, siempre había reprimido su homosexualidad y se la había castigado, igual que yo. Se casó para probarse a sí mismo que podían gustarle las mujeres, que eso era mental, y nunca ha podido estar sexualmente con ella, quien sabe su secreto y tiene un amante que es de conocimiento de él y al que él accede con gusto por no poder satisfacerla como se merece sexualmente. No es mi caso por completo, pero también tuve que casarme para alejar de mi mente esos deseos, buscando la cura milagrosa contra esas necesidades.
También recuerdo las veces que él me hizo suyo, no sólo en ese encuentro, sino en los que vinieron, cada una más espléndida que la otra, conocimos nuestras esposas, manteníamos todo en secreto, sólo éramos él y yo. Hasta que un día en un viaje que hicimos a Las Bahamas, salimos, él dijo que iba a comprar unos souvenirs para su mujer, yo hice lo mismo, tomamos caminos separados, llegué tarde al hotel, y ahí estaba él, con dos tipos, haciendo lo que sólo él y yo hacíamos, quedé en completo estado de shock ante la imagen, cuando volví en mi, tenía tres cuerpos desgarrados, un cuchillo en mano, sangre salpicada por todos lados, una imagen perturbadora en realidad. Me bañé, me vestí, salí de la habitación, salí del hotel, afortunadamente no me preguntaron absolutamente nada. Abordé el primer vuelo a casa, donde entregué a mi esposa, mis hijos y a la de Jhon los regalos que les habíamos comprado, cuando me preguntaron por él, dije que estaba formando un equipo de personas en Las Bahamas porque quería abrir un centro comercial allá.
Pero las mentiras tienen patas cortas… lamentablemente para mí, esto no tiene excepciones.
Mi vida se desmoronó, comencé a consumir cocaína, anfetaminas, todo lo que me sirviera para poder evadir esos recuerdos. Necesitaba sacar a Jhon de mi mente. Un día estaba yo manejando desde Newark hasta New York con mi esposa y mis hijos a bordo en la SUV, cuando sentía casi no poder mantener el ritmo, en un parpadeo, el vehículo volcó y yo fui el único sobreviviente, si, sobreviviente, he tenido que estar desde entonces postrado en esta maldita silla de ruedas, sin posibilidad de morirme todavía, ni por las sobredosis, ni con el accidente había podido acabar con mi asquerosa vida, arrastrándome, consigo tomar mi móvil, que estaba en relativo buen estado, llamo al 911, reporto el accidente y me dicen que vienen en camino, al hacerme las pruebas toxicológicas determinan que fue producto de abuso de estupefacientes lo que conllevó a la muerte de mis seres queridos, lo que no sabían era que yo hace varios años había matado la poca humanidad que me quedaba en ese baño de sangre en Las Bahamas.
Hablé con un abogado que me fue asignado, le conté todo lo sucedido en el accidente y me dijo que fuera paciente, que iba a lograr un buen juicio para que rehiciera mi vida. James Forstwoth se llama, ese ángel guardián que decidió llevar mi caso, a quien tuve el valor de mirarlo a los ojos y decirle lo que sentía a cada instante que nos entrevistábamos para saber detalles de mi vida.
Después del juicio me llevaron a mi celda nuevamente, en espera de un veredicto, no iba a ser fácil. Homicidio culposo agravado, por estar incursas las pérdidas de las vidas de mi esposa e hijos, sumado a uso irresponsable de estupefacientes y psicotrópicos, pero consiguió lo que buscaba. Mi libertad.
Apenas se dio el veredicto, llegó James a mi celda, pidió que lo dejaran entrar, me miró a los ojos cerca, casi siento su aliento mezclado con el mío me dijo en voz muy baja, para que sólo yo escuchara: Hijo de puta, asesinaste a mi hermanastro a sangre fría, en Las Bahamas, y yo todavía te saco de esta mierda, pedazo de escoria, ahora vas a ir a rehabilitación, a terapia física, y si es de operarte la columna para que puedas volver a caminar, yo pago la operación. Estarás bajo mi tutela, y vivirás en mi casa hasta que puedas reingresar a tu vida. Espero haber sido claro, si pasaste un infierno desde que lo mataste, no es problema mío, si pasaste un infierno estos casi dos años que estuviste preso, no es problema mío, pero te aseguro, que fuera de esas rejas, el concepto de libertad, para ti, será relativo. Así podré vengar la muerte de mi hermanastro. Voy a hacerme cargo de ti.