El Juicio 3ra Parte

Primera reunión social desde mi salida de prisión, en casa de James. ¿Qué cosas tendrá deparado el destino?

EL JUICIO

George:

Subía las escaleras, con calma, apoyado en mi bastón, familiarizándome con el ruido de las voces, la música, y recordando que en otros tiempos yo tenía una casa propia, donde vivía con mi amada esposa y mis grandes amores, mis bebés… Los viernes teníamos siempre fiestas, mis hijos siempre tramaban algún plan a escondidas donde terminaban llenando las dos plantas de la casa de niños y niñas que se quedaban a dormir. Para evitar problemas, mi esposa siempre buscaba la manera de que a la hora de ir a dormir no despertaran buscando pastillas para el día después, sobre todo por las complicaciones que podíamos tener con sus padres. Nos la ingeniamos colocando unas cámaras de “seguridad” donde según nosotros, se grababa todo movimiento en la estación de policía, y al ver algún “movimiento inusual” luego de apagarse las luces, irían a tumbar la puerta, de ser necesario. Sonreí.

Salgo por fin de mi escondite, y a plena vista, pude contar unas once personas reunidas en la sala, la sala y la cocina están unidas, la casa es de James es de concepto abierto, dando la sensación de mayor espacio. Del cuarto de lavado, donde James tiene el refrigerador horizontal salía una mujer, muy guapa, con tres cervezas de botella en la mano, la veo luchar por mantenerlas bien agarradas, me le acerco, le sonrío, y le tiendo mi mano libre tomando dos de las cervezas.

¡Hola! Tú debes ser George. James nos ha conversado mucho de ti, es un placer ponerle cara al fin al protagonista de sus relatos de almuerzo, mi nombre es Amanda, Amanda Liteham.

Un placer Amanda, sí, soy George, George Pouliasis. Déjame ayudarte con eso.

Eres un sol.

Del otro lado de la sala me visualiza James, quien se sonríe y muy efusivamente me dice al tiempo que se acerca: ¡George! Muchachos, algunos lo recuerdan, otros tal vez no lo conocían, él es George, mi amigo George.

De pronto todos sonreían mirándome, situación un poco incómoda, ¿llamarme su amigo? ¿Al asesino de su hermano? ¿Delante de la parranda de buitres con la que trabaja?

Y además, es un caballero, a diferencia de muchos de los que aquí se encuentran, se ofreció a ayudarme con las cervezas, agregó Amanda. Soltando las risas de todos.

Ya un poco más en confianza comienzo a conocer a los amigos de James. James me lleva al patio diciéndome: Ven quiero que conozcas a alguien, te va a agradar. ¿Me va a agradar? Pensé. ¿Todo esto es un ardid para conseguirme pareja? ¿Qué coños le pasa a James?

George, conoce a Steven, Steven, él es George, George, Steven es psicólogo, especializado en shock post traumático, me tomé el atrevimiento de comentarle que aún te da pánico entrar en vehículos cerrados, que sólo andas en tu silla de ruedas, y él dijo que podía ayudarte a superarlo.

¿Le comentaste que por andar bajo efecto de drogas maté a mi mujer y a mis hijos en el accidente? ¿De la lesión que me tuvo parapléjico durante casi dos años en la columna? ¿Qué no puedo dejar de pensar en que la situación hubiera sido distinta si no hubiera andado de esa manera?

Sí, todo eso me lo comentó, dijo Steven, y… No hace falta que le preguntes a él, no tienes que comunicarte conmigo mediante tu abogado, estoy dispuesto a ayudarte, sin cargo, y te garantizo que si pones de tu parte, las cosas mejorarán notablemente.

Eso espero. Respondí con reservas.

Perfecto caballeros, los dejo entonces para que sigan conversando.

Me quedé con Steven y unas diez personas más en el patio, había un señor, 1,95 de estatura, de unos cincuenta y algo de años, casi sesenta, muy parecido a Kenny Rogers. Con un delantal, y una gorra de un equipo de baseball con la visera hacia atrás, camisa de cuadros carmesí y negros, arremangada hasta el codo, dejando ver unos brazos muy velludos y con tatuajes, espalda muy ancha, hombros fuertes, de barba completamente canosa, bien recortada, ojos verdes intenso, el delantal le queda un poco bajo, por lo que puedo ver un pecho descubierto lleno de vellos blancos, como recortados también al mismo nivel que la barba, buen físico, se le nota que a su edad avanzada se cuida bastante, por lo menos eso parece el look lo complementaba un pantalón jean de color negro, ajustado donde es necesario, y marcando unas nalgas perfectas, no sé cómo se verá por delante, pero si el ajuste es de esa manera, hasta los vellos púbicos se le deben contar, sus botas, estilo militar, de color negro, amarradas por fuera del pantalón, completamente lustrosas. Dios… Es todo un oso polar…

El oso polar se da cuenta de que lo miro, se vuelve hacia mí y Steven y le dice: No tengan miedo señores, no los voy a hacer parrilla. Acérquense, vengan a ver mi especialidad. Hamburguesas. Steven sonríe y me hace señas de acercarnos. Él nos presenta con mucha formalidad: Andrew, él es George, George, él es Andrew.

Andrew Mc Cann, para servirte muchacho, en lo que quieras, cuando quieras, cuanto quieras…

George Pouliasis respondí.

¿Eres griego? Sabía que tanta distinción no podía ser local. Destacas galán.

No pude evitar sonrojarme, y respondí: Si, de Santorini, Mi familia emigró para acá estando muy pequeño.

¿En serio? Me encanta Grecia, viví en Santorini 15 años, preparan comidas exquisitas, vas a tener que enseñarme algunas recetas familiares. Pero en el aquí y el ahora… ¿Se te antoja una de mis hamburguesas? Yo mismo preparé la carne, la aliñe, la condimenté, y le di mi toque personal. Decía al tiempo que abría un pan y la colocaba dentro para luego ponerla en la parrilla. Mientras agregaba: Toda la comida a la leña sabe genial, lo único es que es un tema interesante encender una barbacoa con leña, lo más generalizado es el carbón, pero prueba… Y como si de un padre alimentando a su hijo se tratara, agarró la hamburguesa sin olvidar el clásico: Sopla… No te vayas a quemar, y hacer el ruido del avión.

Apenas mordí ese bocado, una orgía de sabores explotó dentro de mi boca, no sé definir, ¡Dios! Soy arquitecto, debí haber sido cheff. Éste hombre de verdad sabe preparar hamburguesas, necesito aprender de él.

La expresión de mi rostro debe haber sido evidente por demás. Andrew soltó una carcajada y todos los demás en el patio se le unieron, a mi no me importaba, yo estaba gozando ese pedazo de carne molida, compactada, en forma de disco, de una pulgada y media de espesor, cocida la leña, por ese fantástico oso polar, colocada en un pan, que según, él también lo había hecho.

Amo tu sazón, amo tus hamburguesas dije con la boca llena con el último bocado… fue lo que pude soltarle… Las risas aumentaron.

Andrew me abrazó como un padre a su hijo diciéndome: Ven acá muchacho, me dio un beso en la frente, y señalándome dijo: ¿No es un encanto este niño? Y dándome una palmada en el hombro me dijo, anda y comparte con los demás, me caíste genial George, ¿puedo decirte Georgie? Por mí no hay inconveniente, respondí. Volvió a abrazarme y me dijo: Ve, Georgie hermoso, ve y comparte con los demás, que deben estar pensando que te tengo acaparado, conoce, pero no te olvides de este viejo. Esta vez me dio un beso en la mejilla, y una nalgada que casi me hace caer.

No acabo de entender… Su aroma, un aroma a pino, sándalo, frutas del bosque, olor a leña, lo tengo inserto en mis papilas olfativas, el contacto con sus pectorales, voluminosos, firmes, su abdomen plano, su espalda musculosa, y el contacto son su entrepierna, me permitía sentir un bulto bastante prometedor. Ese hombre está como sacado de un catálogo de muscle daddies . ¿Qué coños me sucede?

Steven se dirige conmigo al interior de la casa, pasamos por entre los amigos de James, me los va presentando, Amanda se dirige a mí y tomando mi mano me dice: Ven. Me sonó más a una orden que una invitación, miré a Steven como diciéndole ¿Qué se hace en estos casos? Él se sonríe y se encoge de hombros.

Nos fuimos a una mesa del jardín, nunca me había sentado antes ahí. Saca de su cartera tipo sobre un juego de cartas del tarot.

Levanto una ceja y ella me dice al ver mi seña: Tranquilo guapo, no voy a hacerte daño.

Amanda comienza a barajar sus cartas, las dispone en la mesa, me dice: Corta, corta en tres.

Empieza a hacerme una lectura, nunca he creído en esas cosas, me habla de que mi familia vino de tierras lejanas, del oriente, eso pudo deducirlo por mi apellido. Familia numerosa… 7 hermanos en total, tus padres se casaron muy jóvenes, eres el hijo del medio, antes de ti, dos mujeres y un hombre, luego tres hombres. Acertó, eso no aparece en mi expediente, no lo he conversado con alguien, menos con James, no hablo de mis hermanos. Tu aún tienes sentimientos de culpa por pérdidas, no me refiero a tu esposa. Cuando tu padre enfermó sentías que no podías hacer nada, pero luego de su muerte te culpabas por no haber hecho más. Ese sentimiento de culpa sigue. Tu madre siempre ha sido tu guía, tu amiga, aunque actualmente no la contactas como antes, deja el miedo, hay cosas que es mejor superar. Tus hermanos están preocupados por ti, no te han visto desde que saliste en libertad. Busca a tu familia. Todo es circunstancial, pero la familia queda.

Estoy incómodo, me está diciendo cosas que no sé de donde coños las sacó. Me salen lágrimas.

Mejor me detengo amor, dijo Amanda tomándome de la mano. Te veo afectado, no fue mi intención. Disculpa, recogió sus cartas, sin darme opción a decirle que no se detuviera. Me ayuda a levantarme y me acompaña a entrar a la casa.

James me mira y me dice: ¿Pasa algo? ¿Deseas hablar?

Me toma del codo y vamos a su estudio-gym.

Al entrar, cierra la puerta, y para asegurar privacidad, pasa el pestillo. ¿Qué pasa? Vuelve a preguntar.

Yo sólo lo abrazo y rompo a llorar. Él desconcertado, me abraza también y me dice: Tranquilo, no te preocupes, aquí está James, puedes contarme todo. Ya, déjalo salir.

Sigo llorando, como un niño, no articulo palabras.

En un momento de respiro, retiro mi cara de su hombro, él seca mis lágrimas con sus pulgares y me dice: Ya, ya campeón, respira hondo… Eres el alma de la fiesta, no te pongas así.

Por más que intento contenerme, no logro hacerlo mucho tiempo, y le estampo un beso en los labios, meto mi lengua al fondo, siento la suya que me corresponde, siento sus pectorales apretándose con los míos, deseo arrancarle la ropa, toda esa ropa nos estorba, quiero estar desnudo con él, deseo hacerlo mío, que me haga suyo, Dios, ¿Qué me pasa?, las explicaciones sobran, me deleito en ese beso, lo acaricio, lo estrujo contra mi cuerpo, él hace lo mismo conmigo, nuestras manos vuelan ávidas de acariciar, me agarra el paquete, y el suyo, aprieto sus nalgas, él las mías, yo sus pezones, él los míos, nos los retorcemos, esto se siente demasiado bien, tanto que deberían meterme preso otra vez por sentirme bien, no me merezco esto, primero el hermanastro, a quien desmedidamente, en un ataque de celos, que me nubló los sentidos, lo asesiné, él me lame las orejas, el cuello, se pone de espaldas a mí, restriega sus nalgas en mi erección. Mierda, que similitud, si no fueran hermanastros diría que la sangre no se equivoca, sus nalgas, su manera de ejercer presión contra mi erección, sabe cómo torturarme, soy feliz en ese momento. Luego, me da vuelta y hace lo mismo conmigo, me restriega su erección en las nalgas, se frota con ganas. Como si no hubiera mañana. Me baja la cremallera del pantalón, mete la mano por el orificio del cierre, me agarra la verga por encima del bóxer, está dura, dura a más no poder, babeante como nunca, él palpa, mete la mano dentro de mi bóxer, agarra el glande, saca algo de mis babas, se lame los dedos, se pone de frente a mí, me sube nuevamente el cierre y mirándome a los ojos me dice: Deja para más tarde.

Simplemente asiento con la cabeza, en mi mente le digo: Maldito, maldito mil veces, eso no se hace, acaba lo que empezaste infeliz. Pero externamente busco calmarme. Respiramos hondo, nos acomodamos la ropa, me da una palmada en las nalgas y me las aprieta. Me gustas, me gustas demasiado, y eso de pronto no va a ser bueno, pero estoy dispuesto a probar. Me dice antes de que salgamos del estudio-gym.

Al salir nos topamos con Andrew.

¡Georgie! Me dice efusivamente, abrazándome contra su cuerpo, como queriendo que nos fusionáramos en un solo ser.

Veo que conociste a Daddy Mc Cann. Me dice James.

¿Cómo es eso? Pregunté.

Andrew soltó una carcajada, como si del alma misma le saliera, así me dicen en la oficina, según porque de todos los hombres “mayores”, (haciendo las comillas con los dedos, para después colocar sus pulgares en los pasadores del pantalón, apuntando como si de revólveres se tratara, con sus índices hacia su entrepierna al tiempo que hacía las caderas hacia delante) soy el más sexy de todos. No tengo la culpa de tener tan maravillosa genética. Agregó sin dejar de reírse.

Y… dónde estaban metidos todo este tiempo? Los estaba buscando, James, tú no has comido hamburguesas, Georgie si, y le encantaron. Vengan, vamos al patio.

Mientras hablábamos con Daddy Mc Cann, quien ya no tenía el delantal puesto pude percatarme con esa seña que estaba bastante excitado, o por lo menos así me lo pensé. Y si no lo estaba, entonces esa verga debe ser un monstruo, una anaconda, porque la cesta que se forma bajo la cremallera, no es normal, demasiado prominente.

Coño… Acabo de besarme y manosearme con James, ahora estoy pensando en la verga de Andrew…  ¿Qué coños me pasa? Y antes de entrar en la casa, con Steven, antes de ser secuestrado por Amanda, me aferraba a Andrew como si no quisiera soltarme jamás. No entiendo, de verdad necesito que alguien me explique. Voy por Steven.

Me separo de James y Andrew, quienes van al patio, y busco a Steven, estaba en el jardín, en frente de la casa, fumando un cigarrillo.

¿Deseas uno? Dice extendiéndome la cajetilla. Creo que me vendría bien, me ayudaría a relajarme. Tomé uno de sus cigarrillos, me ofrece el encendedor, enciendo mi cigarrillo y me siento. Misma mesa donde hacía un momento había salido vuelto un mar de lágrimas.

Steven… ¿Si? Preguntó. ¿Puedo hablarte de cualquier cosa que me suceda, abiertamente, sin tapujos, en cualquier momento y circunstancia? Desde luego George, no hay inconveniente, como posible amigo a futuro, y como Psicólogo, te invito a que seas tan abierto y espontáneo como lo necesites o desees, sin sentirte incómodo.

Imagino que estás al tanto de mi situación, de por qué vivo aquí, no en mi casa, de lo de mi familia, el haber matado al hermano de James.

Hermanastro, me corrigió. Su hermanastro, y mi hermano.

Me paralicé. ¿James trajo a casa a su hermanastro, que es el hermano de Jhon, con la finalidad de ayudarme a superar mi trauma?

Pues si, dijo Steven sacándome de mi trance, Steven Mulkins, Psicólogo clínico, especializado en reinserción social y shock post traumático, a sus órdenes.

Juro que deseaba salir corriendo. Steven me observa, se acomoda los lentes de montura al aire que lleva, se acomoda en la silla más cómodamente, colocando su tobillo derecho sobre su rodilla izquierda, respira profundo, se suelta los botones de las mangas de la camisa, se las sube hasta los codos, se suelta tres botones de la camisa, contando desde el cuello, me mira fijamente, y me dice: ¿Qué se siente? ¿Qué se siente saber que donde vayas vas a ver, conocer, y enterarte de que alguien puede haber conocido a Jhonny? ¿Incómodo? ¿Cómo crees que me siento estando en la misma casa donde vive el que le arrebató la vida a mi querido hermano? Piénsalo.

Y si, yo sabía todo de ti, por él, me dijo que dejaría hasta su matrimonio, que te amaba por encima de cualquier cosa, que incluso, iba a darte una sorpresa en Las Bahamas, armando una orgía con dos tipos, porque tú le habías contado que querías estar con alguien mientras él estaba con alguien más, que los otros también fueran pareja, que luego, vivirían otras cosas, que una vez estuvieron con sus respectivas esposas, que ellas también compartían entre ellas, que eso los unía cada vez más, esa complicidad, la vez, incluso, cuando incluiste a tus hijos en un compartir con su “tío Jhonny” donde cada uno le demostró al otro cuánto se amaban a más no poder, incluso, cuando estuvieron Jhonny, su esposa, la tuya, tus dos hijos, y tu, teniendo sexo desenfrenado, todos contra todos, todos con todos, que el hijo que nació de Maureen era tuyo, pero que él lo sentía como suyo, y tus hijos también lo sentían como su hermano. De hecho, Jhonny llegó a embarazar a tu esposa, Ingrid, una vez que Jason, tu hijo mayor lo descubrió lamiéndole el coño tan frenéticamente que él se excitó tanto que decidió darle verga por el culo a mi hermano, en sus propias palabras, se olvidó de tantas cosas, se despojó de tantos complejos, que empezó a cogerse a tu mujer, a Ingrid, hasta el punto en que le acabó, y acabó junto con ella, que se deshizo en gritos y fluidos, hasta temblaba y lloraba, igual que Jason, que lo tenía bien ensartado, luego de ese tremendo orgasmo, se miraron, se besaron, y Jason se quitó el preservativo, norma que tu siempre le pusiste a tus hijos, “sexo anal, siempre es con condón”, metió su verga aún caliente y dura en el coño de su madre y también le acabó dentro, ese mismo día llegaste a casa, diciendo que se iban a Las Bahamas el año próximo. Estabas tan emocionado que te quitaste la ropa, y te lanzaste en la cama con tu novio, mi hermano, tu esposa, quien era la novia de mi hermano, y tu hijo mayor, a comerle el coño a tu esposa, después que mi hermano le había acabado dentro, y tu hijo también, al ver sus leches, sin saber que eran de ellos, pensando que sería de Johnny, te excitaste tanto que Jason te penetró a solicitud tuya mientras mi hermano lo penetraba a él, a su sobrino amado. Cuando vieron que Rupert había llegado del colegio, y estaba pajeándose en la puerta del cuarto, lo invitaron a pasar, su madre, muy cariñosa, se encargó de atender a su querubín, dándole una mamada de campeonato hasta hacerlo acabar, el niño, con sus 13 años tenía un buen equipo entre las piernas, según mi hermano, que le llegaba hasta la garganta y un poco más cada vez que se la mamaba. Y yo pensaba que era un pervertido por ser el amante de mi cuñada y por durante años ser también el amante de mi hermano, mi gemelo, por si no has notado, sólo que para diferenciarnos yo decidí aclararme más el cabello, y mientras él usaba lentes de contacto correctivos, los míos siempre fueron de montura, junto con nuestro hermanastro Aarón vivíamos experiencias sexuales sin medidas, quien nunca se unió fue James, salvo cuando poníamos a gozar a Maureen entre los dos, pero sin contacto directo entre nosotros, aunque debo confesar que más de una vez he deseado darle duro por ese culote que se gasta y comerme su verga por todas mis cavidades.

Me quedé de una pieza escuchando todo, excitado a más no poder viendo y escuchando cómo este hombre delante de mí, relataba mis hazañas sexuales con mi familia. No me quedaba duda que sabía todo ese lado mío. ¿Qué tanto sabría James?