El Juguete del Profesor (II)
Después de lo que pasó con el profesor de bio-mecánica, debo decir que mi vida continuó como de costumbre. A lo mejor me sentí un poco sucio al principio, pero enseguida olvidé lo ocurrido. Es cierto que no me gustó nada la forma en que me hizo comerme aquel rabo, me hizo sentir como una puta zorra.
Sé que hace ya más de un año que os prometí que os contaría que sucedió después de aquella revisión, pero el último año de mi vida comencé a currar en un gimnasio de una conocida cadena de gimnasios low cost que se anuncian en autobuses y, bueno, no son las mejores condiciones del mundo.
Después de lo que pasó con el profesor de biomecánica, debo decir que mi vida continuó como de costumbre. A lo mejor me sentí un poco sucio al principio, pero en seguida olvidé lo ocurrido. Es cierto que no me gustó nada la forma en que me hizo comerme aquel rabo, me hizo sentir como una puta zorra y una maricona arrastrada, y, vale, puede que yo sea gay, pero tenía claro que no me gustaba el sexo de aquella forma, y menos en aquellas circunstancias.
Tampoco le di mucha importancia, no era la primera polla que me comía y tampoco ibamos a rasgarnos las vestiduras por ello. Sin embargo, todo dio un vuelco en el momento en que recibí un mail en el que se me informaba de que, pese a todos mis esfuerzos, mi profesor había decidido suspenderme.
No me podía creer lo que leía, el muy cabrón me había hecho comerle la polla de la forma mas humillante y despues habia decidido suspenderme de todas formas, y me invitaba a volver "para hablarlo"...¿Cómo se podía ser tan cabrón?
Entendereis, amigos, la rabia que me consumió en aquel momento. Por unos momentos me plantee pasar de todo y presentarme a la convocatoria de Junio, pero me sentía tan indignado que me sorprendí a mi mismo cogiendo el metro para ir a ver a ese hijo de puta.
Me puse una sudadera holgada sobre una camiseta de tirantes, pantalones jeans de pitillo y gorra calada con la visera hacia atrás y fui a ver a aquel cabronazo.
La historia de lo que sucedió a continuación es la historia de mi ruina.
Cuando llegué allí, estaba hablando con una chica: Marina Laforet, una chica catalana muy rubia y exhuberante con unas tetazas de infarto y todas esas cosas. El la miraba de arriba abajo, con un tono de semiseducción y ella se reia como una tonta. Sin embargo, pese al rollito flirteo que me llevaban, la trataba con cierto respeto, y, no sé como explicarlo, aquello me dolió.
Me dijo de muy malas maneras que me esperase que estaba ocupado, y oí a través de la puerta las estupidas risitas y el sonido de flirteo como de dos sims de mierda.
Finalmente, cuando acabaron ella abrio la puerta y pasó por delante de mi, echandome una mirada de arriba abajo llena de lujuria, y sentí el instinto de querer taparme como si estuviese desnudo ahí mismo.
Toqué a la puerta con los nudillos.
-- ¿Se puede? -- Pregunté
-- Pasa, zorrita -- Respondió el profesor, aquello se me clavó en el pecho como una lanza y me sentí hervir de rabia mientras me quedaba paralizado por mi incapacidad para reaccionar.
Al final, sin decir nada, cerré la puerta y me senté en la silla. El me miró de arriba abajo.
-- ¿Qué es ese look de mojigata? -- Me dijo.
Casi noté como mis mejillas se inflamaron.
-- No es ningún look de mojigata, es...
-- Claro que lo es -- Me interrumpió -- Es un look de putita mojigata, que se esconde detrás de una fachada de machito y de digno, y se hace la estrecha pero desea entregarse a un macho con todas sus fuerzas.
No me podría haber sentido peor.
-- ¿Puedo preguntar qué he hecho para que me trate usted tan mal? -- Dije, exasperado.
-- Para empezar, no has venido a ninguna de mis clases -- Dijo el -- ¿Crees que esta carrera se saca sólo con tener cuerpo de chulo playa?
-- Yo..Yo...Ya hemos hablado de esto -- Balbuceé -- Pensé que había quedado...Solucionado.
Mi profesor se rio.
-- ¿Sabes cual es tu problema, Javi? -- Me dijo -- Tu problema es que careces de respeto por ti mismo. Cuando te dije de chuparme la polla, ni siquiera te opusiste...
--- P...Pero nada -- Me dijo -- Tienes un cuerpo que la mayoría de los chicos de tu edad envidiarían y que las chicas se mojan solo con verlo, y te empeñas en esconderlo debajo de toneladas de ropa para parecer un mero gordo. ¿Que te pasa? ¿Sabes lo que te pasa? Que no estás orgulloso de ti mismo, careces de amor propio y por eso no tienes dignidad y eres capaz de mendigar con una mamada algo que no sabes si vas a conseguir. Eres patético, un hombre de verdad sabe negociar, está orgulloso y seguro de si mismo y no se deja amilanar de esa forma.
Aquello me dejó sin palabras, auténticamente.
-- Deja de mirarme así, Dios, a veces pareces tonto -- Me dijo.
-- Eso que has dicho no es cierto -- Atiné a decir.
-- Ah ¿No? -- Se rio el -- Entonces demuestralo, exhibe ese cuerpo que te has currado con orgullo. Se un hombre, hombre.
Obediente, me saqué la sudadera, quedándome en camiseta de tirantes que me marcaban todos los musculos y dejaban al descubierto los que no cubrían. El cuello hacía una U pronunciada que dejaba ver el canalillo entre mis pectorales, y me sentí expuesto y avergonzado.
-- No está mal, pero no me convence. Sólo lo haces porque te lo he ordenado -- Me dijo -- Eso es lo que distingue a un macho de una zorrita, yo soy el macho y tu la zorrita.
-- ¿Y q...que quieres de mi? -- Dije, desesperado.
-- ¿Recuerdas lo que te dije el otro día? -- Me dijo -- Tengo una clase dentro de un rato, quiero que te desnudes y te pongas la ropa que hay en esa caja.
Mi mirada se dirigió hacia una caja de cartón en la que no había reparado antes.
¿Será posible que lo tuviera planeado?
Me acerqué a la caja, en ella solo había un albornoz y un tanga.
-- Hoy mis alumnos tendrán una clase de anatomía -- Dijo -- Y tu una clase de orgullo.
Me desnudé poco a poco, observando como aquel cabrón me miraba con lujuria mientras lo hacía, observé que estaba haciendo grandes esfuerzos por contenerse y decidí hacerlo lo mas despacio y provocativo que pude para torturarle.
Una vez completamente desnudo se acercó y y con dos dedos sujetó mi pene.
-- Menuda mierda de rabo -- Dijo, con sorna -- ¿Dejas satisfecho a alguien con esto?
Me sentí sonrojar.
Nunca pensé que mi polla fuese pequeña, catorce con cinco, media española. Bien de grosor. No se había quejado nadie.
Ponte el tanga, anda.
Me coloqué aquella prenda. Creedlo o no, nunca me había puesto nada así en mi vida. Me sentí obsceno y desnudo a pesar de que mis partes estaban cubiertas, solo por el mero hecho de que mis nalgas, perfectamente musculadas y redondas, se encontraban completamente al descubierto.
El se aprovechó de ello y acarició mis nalguitas, acariciando mi ojete con la yema de los dedos, provocandome un respingo.
--- Mmmmh -- Jadeó -- Entre esa minipolla que tienes y el coñito que gastas eres toda una nenita.
Baje la mirada al suelo avergonzado.
-- No tienes que avergonzarte -- Me dijo, con cierta ternura -- ¿No has entendido nada de lo que te he dicho? Has de estar orgullosa de ti misma. No te preocupes, sabía que no lo entenderías facilmente, no te preocupes. Pronto lo entenderás.
Se apartó de mi y me sentí desnudo de nuevo.
-- Ponte el albornoz y date brío, que llegamos tarde.