El juguete de mi exnovia (3)
Continúa mi humillación a manos de mi exnovia Lucía. Macrofília/microfília, Dominación, sexo oral y fetichismo, todo en una misma historia. ¿Qué nuevas pesadillas aguardan a Iván?
Haber sido un consolador humano me había dejado algo impactado, aunque pensando en cómo estaba, midiendo 30 centímetros escasos, viviendo en una jaula de hámster en la habitación de mi vengativa ex... no me quedaba si no, empezar a asumir que estaba viviendo una horrible pesadilla.
Lucía había salido de la habitación, después de darme mi primera lección, un par de horas atrás. No sabía dónde había ido, pero aquí me había dejado, en esta prisión.
Seguía empapado por sus flujos y empezaba a estar incómodo, sentía que se secaban sobre mi y me costaba moverme... no entiendo por qué, pero empezaba a desear que volviera pronto... por alguna razón creía que así al menos me ayudaría a limpiarme o algo y me daría mis próximas órdenes. Con algo de suerte, conseguiría complacerla hasta ganarme mi recompensa y recuperar mi tamaño natural. Era lo único que deseaba ahora.
Pasaron las horas y Lucía no aparecía. Acabé quedándome dormido, no se cómo pude conciliar el sueño, pero así fue. Cuando me encontraba en un profundo sueño, lleno de oscuras imágenes de Lucía riéndose de mi como una loca mientras me utilizaba y humillaba, algo me golpeó y me hizo rodar por la jaula.
Me desperté sobresaltado, sin saber dónde estaba, y la vi a ella. Había vuelto y me miraba divertida al otro lado de la jaula.
''¡
*Levanta gusano! No te he dado permiso para dormir'' -*
Dijo Lucía mientras me daba colpes con el dedo, impidiendo que pudiera hacer ningún movimiento.
*''Te he traído un regalito por haberte portado tan bien antes''.*
Por un momento se me iluminó la cara. Si lo decía en serio, si de verdad iba a recompensarme, ¡Al final iba a devolverme a mi estado! Entonces aprovecharía para escapar de este terrible lugar...
La ilusión duró poco. Cuando la miré pude observar cómo sostenía en su mano una muñeca
Barbie.
*''Ya que has dejado tan sucia tu ropa esta mañana, te he comprado algo nuevo. Mira, esta Barbie viene con tu nuevo traje. ¡Póntelo!''*
Me arrojó la ropa de la muñeca. Era un vestido largo, estilo princesa de cuento, de color rosa, y me lanzó también dos zapatos de plástico.
Ansiando mi recompensa, decidí obedecer sin rechistar. Me quité la ropa y me puse el vestido. Era ridículo.
*''Ja ja ja'' -*
Se empezó a reir cruelmente Lucía
*- ''Qué bien te queda, debería comprarte otro modelito para que puedas cambiarte. Esto no lo vas a necesitar ya'' -*
Y acto seguido cogió mi ropa y la tiró a la papelera que tenía debajo del escritorio.
*''Bueno, pues ya estás guapa y lista para seguir sirviéndome, ¿Te parece bien, esclavo?''*
*''S...si... mi ama'' -*
Dije con algo de vergüenza, causada por aquella ridícula situación. -
*''Gracias por este maravilloso regalo''.*
*''Menudo pelota...veo que vas entendiendo cómo funcionan las cosas entre nosotros ahora. Eso está bien. Has de saber que va a ser así para siempre.'' -*
Cuando escuché esto un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. -
*''Bien, ya vale de tonterías. Dentro de un rato vienen unas amigas a casa. Voy a organizar una pequeña fiesta y voy a explicarte tu nuevo cometido.'' -*
Tras decir esto, me cogió con su gigantesca mano y me sacó de la jaula.
Cuando me situó frente a su cara, me dispuse a hablar -
*''Una...¿Una fiesta? ¿Con más gente? Pero...Lu... mi ama, ¿Cómo voy a verme con nadie con este tamaño?*
*''¡Pero bueno! Gusano, ¡Te has atrevido a hablar sin mi permiso! Pretendía devolverte a tu tamaño para que símplemente hicieras de chacha, pero por tu osadía voy a tener que castigarte''.*
Me dejó en el suelo, mi diminuta altura hacía que mi cabeza llegara a la altura de sus botas, que por cierto, me aterraban, pues era consciente de que podría aplastarme sin hacer ningún esfuerzo.
Acto seguido me miró fijamente y se quedó en silencio. Pude notar cómo me mareaba, la habitación daba vueltas en mi cabeza... Estuve cerca de vomitar, hasta que se detuvo el mareo y me di cuenta de que ya no le llegaba a la altura de las botas, ahora estaba más o menos a la altura de sus rodillas. ¡Había crecido!... no mucho, pero había crecido, y el vestido rosa se había ajustado a mi nuevo tamaño, había crecido conmigo. No me sorprendió, pues mi ropa encogió también anoche en el parque.
*''No más de 50 cms. Eso es todo lo que vas a crecer por hoy, sólo para que puedas servirnos mejor durante la fiesta. Si haces algo mal, te reduciré al tamaño de una hormiga y te ahogaré en una botella de ron. Veamos, tu nuevo papel, escúchame bien, porque no te lo voy a repetir ni una sola vez''. -*
Asustado por su amenaza, puse todos mis sentidos antentos a lo que tuviera que decirme. -
*''Bien, tengo unas amigas, que por cierto, conoces, que van a venir dentro de un rato a casa. Les he dicho que tengo una gran noticia que contarlas y que no podían faltar. Tu deber es servirnos a todas, ser nuestro esclavo... Bueno, el mío ya lo eres, pero mientras ellas, o cualquier otro invitado, estén aquí, las obedecerás como me has de obedecer a mi. Espero que te haya quedado claro. Obvia decir, que vas a ser nuestra camarera, nuestra chacha de la limpieza y lo que surja sobre la marcha. Ahora vete a la cocina y empieza a preparar las cosas, que llegarán dentro de nada''.*
Y dadas mis órdenes, me fui, corriendo como me permitían mis pequeñas piernas, a la cocina para sacar todo tipo de bebida, comida, platos, vasos... fue una auténtica hazaña, a la par que humillante, tener que escalar por la encimera, apoyándome en los distintos cajones de la cocina para poder acceder a los estantes más altos... Mientras yo luchaba por coger los vasos y no romper ninguno, Lucía me observaba desde el salón, se reía a carcajadas mientras me miraba.
Pude ver que estaba sentada en el sofá, abierta de piernas, acariciándose el coño, mordiéndose el labio y mirándome. Mi humillante situación la estaba poniendo a cien.
Había conseguido sacar el alcohol y los refrescos, así como los vasos y los distintos aperitivos sin ningún incidente y me empecé a llevar toda la ''merienda'' al comedor mientras la cerda de mi ex seguía masturbándose.
''Me gusta que seas obediente, me alegra que hayas comprendido cuál es tu sitio ahora'' -
Dijo, sin dejar de tocarse, mientras yo ponía los distintos platos en la mesa –
''Las chicas llegarán en cualquier momento, y yo me he calentado tanto que...bueno, no tengo que explicarte nada, gusano. Ven, ponte entre mis piernas y cómeme el coño''. -
Ordenó sin ningún tipo de rodeo.
Y cómo no, no tuve más remedio que acercarme. Dado mi pequeño tamaño, no tuve que arrodillarme ni agacharme para que mi cara quedara a la altura de su coño.
No era tan impresionante como cuando medía 30 cms, pero seguía teniendo un tamaño gigantesco para mi estatura actual. Por lo menos no tuve que meterme entero, pues pude acercarme y empezar a recorrerlo con mi lengua, lamiendo cada centímetro de su coño, saboreando sus salados y algo espesos jugos vaginales. Me cubrían la cara casi entera, me resbalaban por la barbilla... Algunas gotas de tono blancuzco se quedaban en su vello, que rescataba con mi boca y me tragaba ansiosamente.
En estos momentos la odiaba a muerte, estaba sufriendo la peor humillación de mi vida, estaba siendo explotado y... por alguna razón, me ponía. Mientras lamía su coño y bebía sus jugos, mi polla se puso tiesa como una estaca... cosa que no pasó desapercibida para Lucía.
''Ja ja, mira que eres cerdo. Te estás poniendo cachondo, ¿Verdad?'' -
Dijo, algo entrecortada, pues jadeaba entre frase y frase y su respiración era más agitada cada segundo que pasaba.
''Disfrutas siendo mi esclavo, siendo mi puta... Te gusta alimentarte de mis jugos. Observa lo buena que soy contigo, escoria, acelera''.-
Y como si fuera un perro, obedecí sin miramientos. Aceleré el ritmo de mis lamidas, mi lengua entraba y salía de su interior, y con ella, mis labios. Succionaba y sorbía, sin parar, estaba desatado, no comprendía lo que me pasaba, pero no podía detenerme.
De repente, sus jadeos se convirtieron en gemidos, levantó las caderas, arqueó la espalda, agarró mi cabeza y la hundió en su interior, y con un grito de placer absoluto mezclado con violencia, culminó.
Mi cabeza estaba hundida en su ser, no podía respirar, pero no dejaba de lamer, succionar y tragar. Se estaba corriendo como una bestia, y mi polla se endurecía cada vez que su cuerpo se agitaba en una convulsión que empapaba mi rostro.
Entonces me soltó.
Se dejó caer sobre el sofá y terminó de hacer presión sobre mi cabeza, empapada de nariz a barbilla por sus líquidos. Saqué mi cabeza para tomar aire. Respiré agitado, pues me faltaba el oxígeno, y volví a su interior, para lamer los restos de corrida que mojaban sus muslos.
''Si...si...así me gusta...disfruta de tu manjar, sucia rata... Es uno de los pocos placeres que vas a tener en mi posesión... Ja ja ja''.
No podía contenerme, no sabía que me pasaba, pero NECESITABA lamer hasta la última gota de la explosión orgásmica de mi exnovia. Cuando terminé, apenas había apartado mi cabeza de entre sus piernas cuando Lucía me empujó con la mano y me hizo caer al suelo.
''Ya basta. Ve a la puerta y espera a que vengan las chicas, estarán al caer y no pueden encontrarme así''.-
Y dicho esto se fue hacia el baño.
Obedientemente me acerqué a la puerta y esperé a que llamaran.
Qué vergüenza... todas las chicas que venían las conocía... y me iban a conocer en un estado de esclavitud, así como de enanismo, que no comprendía ni yo... ¿Cómo iban a reaccionar al verme en este estado? No tardé en descubrirlo... A los 10 minutos de esperar en la puerta, sonó el timbre. Tuve que subirme a un taburete para acceder a la puerta, y entonces abrí.
Enorme, gigante, espléndida... se trataba de Ana... una de las amigas de Lucía, con quien yo me había llevado muy bien cuando estuvimos juntos. Era una chica muy simpática y risueña, pelirroja, muy mona a mi parecer y con unos pechos impresionantes. Era una chica alta, medía algo más de metro ochenta... por lo que ahora medía un metro treinta más que yo... era un monumento...
''No me lo puedo creer...''. -
Empezó a decir cuando miró hacia abajo y me vislumbró. -
''¿Iván? Es increíble... ¡Lucía lo ha conseguido! Ten, mi abrigo, cuélgalo en algún sitio''. -
Al decir esto dejó caer su chaqueta sobre mi, que me cubría al completo y me hizo caer al suelo. No puede ser...aquella chica tan simpática y que tan bien me caía... no me esperaba que actuara así... ''Lo ha conseguido''... Cada vez entendía menos lo que estaba ocurriendo allí...
Con mucho esfuerzo, y el mismo taburete, alcancé el perchero y pude dejar el abrigo de Ana... que olía a ella... qué bien olía esta chica siempre... Ya me atraía cuando estaba saliendo con Lucía, ahora, tan enorme y con tanto poder... Rezaba por poder servirla como había servido a mi ex hasta ahora...
En la siguiente media hora llegaron las demás chicas, y en mayor o menor medida, todas reaccionaron igual que Ana al verme.
Primero vino Alba, otra chica tirando a alta, aunque no tanto como Ana, rubia y de pelo rizado, sus curvas no eran tan impresionantes, pero seguía siendo una chica muy atractiva y muy sexy. Cuando dejé a Lucía me confesó una vez que le parecía un chico muy sexy y que había tenido algún sueño húmedo conmigo...Cuando entró, levantó una ceja y se relamió, me saludó y cuando se fue hacia el salón, saludando a Lucía y a Ana, me acarició la mejilla, dejándome perplejo y con cara de atontado.
Después llegó Estrella, una chica delgada, de pocas curvas y casi un metro setenta de altura, morena y de pelo liso, apenas nos conocíamos, aunque si habíamos coincidido en alguna ocasión cuando salía con Lucía. Fue la única que me dio dos besos al pasar, su mirada reflejaba lástima por mi...
Y por último vino Helena, una chica bajita (no en comparación conmigo) de un metro cincuenta, gorda, de tetas gordas y enorme culo, morena y de pelo rizado. Nunca nos habíamos llevado demasiado bien, y cuando me vio no disimuló lo mucho que disfrutaba con la situación.
Cuando Helena se reunió con las demás, que ya estaban sentadas y hablando, Lucía me llamó.
''¡Gusano! ¡Ya estamos todas! Ven a cumplir tus obligaciones''
.
Llegué al salón tan rápido como podía. Estaban todas sentadas en torno a la pequeña mesa del salón, frente a la televisión, apagada en estos momentos, hablando y picando de la comida que había sacado para ellas un rato antes. En el sofá grande, frente a la tele, estaban sentadas Estrella, Lucía (en el medio) y Alba, en un sillón, situado a un lado de la mesa, estaba Helena, que comía como una cerda, y en el sillón de enfrente, estaba Ana, nada que ver con el monstruo que había frente a ella.
''Bueno, pues ya os lo imaginaréis''-
Empezó a decir Lucía a las demás
-''Pero voy a explicarlo de todas formas. Aquí está Iván, a quien todas conocéis, que se ha puesto a mi servicio y disposición, para enmendar aquél error, ya sabéis, ponerme los cuernos, dejarme de aquella manera tan cruel y largarse con otra golfa, a la que dejó tirada tan poco tiempo después... Y para celebrarlo, os he invitado a vosotras, mis mejores amigas, para que disfrutemos todas de la amabilidad de Iván. Ahora mismo es nuestra camarera, pero su labor no tiene mas límites que el que nosotras queramos ponerle. Disfrutad de la fiesta''-
Y dicho esto, se puso a hablar con Estrella. Cada una hablaba y picaba a su aire.
''Iván, ven aquí'' –
Me reclamó Alba –
''Oye, que tengo algo de sed, ¿podrías traerme algo de beber?'' -
Me pidió muy amablemente.
''Pero niña, ¿Qué te pasa? ¿Qué forma son esas de tratar a este trozo de mierda?''
- Saltó Helena –
''Tú, esclavo, sírvenos unas copitas, que esto parece un cumpleaños de niños pequeños. A mi pone ron, y rapidito''
Agaché la cabeza en forma de reverencia a esa puta gorda y me acerqué a la mesa donde había puesto las bebidas. Cada una de ellas me pidió una bebida que me apresuré a preparar.
Tuve que subirme a una silla para llegar bien a la mesa y poder servir las bebidas. Con mucho cuidado, pues con mis diminutas manos era muy difícil sostener las botellas, serví las copas que me habían pedido, y se las fui acercando.
''Muy bien''. -
Dijo Lucía
-''Cada vez estoy más orgullosa de ti y de lo buen esclavo que eres.¿Alguna quiere algo más?''
''Bueno...''-
Empezó Ana...mi maravillosa Ana...
''Debo reconocer que estoy algo cansada, pues he tenido que venir andando... y me duelen los pies... un masaje me vendría de muerte''.
Sin que tuvieran que decirme nada más fui corriendo a los pies de Ana. Llevaba puestas unas botas estilo militar, que le quité como pude, y seguidamente, los calcetines. Sus pies eran muy grandes, debía tener más de una talla 40, y se notaba el efecto del verano y las botas, pues desprendían un ligero olor a sudor, que a mi me parecía muy fuerte, debido al pequeño tamaño de ni nariz.
Resultaría asqueroso, pero sentía como si todo me diera igual.
Empecé a masajear sus enormes pies con mis pequeñas manos. El olor resultaba desagradable, pero me excitaba. Era extraño, pero sentía la necesidad de humillarme a sus pies. Quería complacer a Ana, quería lamer la planta de sus pies y saborear su sudor... Era asqueroso, pero no podía dejar de pensarlo, y eso me excitaba.
Estuve un rato largo haciendo el mejor masaje de pies que había hecho nunca. Quería complacerla sin descanso. Ella disfrutaba, lo veía en su cara, que de vez en cuando me miraba sonriente. Mientras tanto, comía y bebía con las demás, que ignoraban mi presencia en el salón.
Helena me despertó de mi mundo a los pies de Ana.
''Oye gusano, ¿Que te parece si vienes a darme un masaje a mi también? Bueno, no se para qué pregunto, no tienes alternativa. ¡Ven a mis pies!''.-
Miré a Ana, que me hizo un gesto para que la dejara ya y me fuera con Helena. Muy a mi pesar, dejé aquellos enormes pies para situarme a los de Helena. Puta gorda asquerosa.
Esta tenía unos pies feos, pequeños, gordos y rechonchos. Olían mucho más fuertes que los de Ana, y eso que esta no llevaba botas, pero por alguna razón, estaban más sudado...Y de hecho, estaban algo sucios. Esto me provocó una pequeña arcada.
''¿Qué haces? ¿No te darán asco mis pies? Venga, ¡Masajéame! O sabrás lo que es bueno''.
Cada instante odiaba más a esta tía.
En cualquier caso, me armé de valor y comencé a darle un masaje a Helena, aunque debió notar que no me esforzaba tanto como con Ana, porque de vez en cuando me gritaba que era un inútil y que lo hiciera lo mejor que pudiera si no quería enfrentarme a un castigo ejemplar.
''¿Qué ocurre Helena? ¿No cumple con su deber este gusano?''.-
Intervino Lucía, cosa que me dio mucho miedo. -
''Iván, conoces tus órdenes. Debes obedecerlas como si te ordenara yo misma... ¿Acaso a mi no me darías el mejor masaje de pies que jamás pudieras darle a nadie? No me respondas, simplemente haz lo que debes, por tu propio bien.
Asustado como nunca, seguí a los pies de la gorda asquerosa, esforzándome como había hecho con Ana.
''Veo que podías hacerlo mejor, por lo que lo estabas haciendo a propósito, ¿Eh? Pues nada, olvídate del masaje. Lámeme los pies''.
Al decir esto, se hizo el silencio. Las demás chicas nos miraron. Escuché risitas ahogadas.
''¿A qué estás esperando?''-
Dijo Helena, impaciente.
Qué horror... habría preferido ser un consolador de Ana antes que tocarle los pies a esta asquerosa, y ahora tenía que lamérselos... Era asqueroso... pero no me quedaba alternativa...otra vez.
Levantó el pie derecho, poniendo su planta a la altura de mi cara. Su olor era asqueroso, pero la imagen que se mostraba ante mi no se quedaba atrás...
Saqué la lengua, contuve la respiración, y me acerqué poco a poco...
''Vamos joder, que es para hoy''. -
Dijo Helena, justo en el momento que acercaba su pie a mi cara, obligándome a lamérselo por la fuerza.
Sabía salado, muy salado, y muy asqueroso. Olía fuerte como el queso, y la mezcla de ambos resultaba nauseabunda. Del talón a los dedos recorrí mi lengua, de arriba a abajo, sin dejar un milímetro por recorrer.
Me moría del asco, pero cuanto mejor lo hiciera, antes me dejaría, o eso esperaba al menos.
Me obligó a realizar el mismo paso con los dos pies varias veces. Mi boca poco a poco se acostumbraba a su sabor.
En un momento dado, cambió la postura de su pie y me metió el dedo pulgar en la boca.
''Vamos, chupa como si fuera un caramelo. Límpiame los pies''
Me dio otra arcada. Entre sus pies había restos de pelusas, supongo que de sus calcetines. Cuando me saqué el pulgar de la boca, me quité una pelusilla, pero antes de tirarla, Helena, entre carcajadas, me dio una nueva orden.
''No vayas a tirar nada. Límpiame los pies, y trágate todo lo que saques, las pelusillas de los calcetines son una guarrada, pero no querrás dejarlos en el suelo de tu ama Lucía, ¿no? Venga, disfruta de la fiesta, cada uno tiene el aperitivo que se merece''.
Asquerosa vaca... intentando no vomitar, me metí la pelusilla en la boca, y me la tragué. Escuché un ruido de exclamación por parte de Estrella... Y proseguí con mi labor.
No fue poco el tiempo que me tuvo lamiendo cada rincón de sus gordos, rechonchos, mal olientes y asquerosos pies, pero por fin terminó. No quedaba nada más que limpiar.
''Perfecto, dos días sin limpiarme los pies en pleno verano y no me ha hecho falta una ducha, la asquerosa boca de este trozo de mierda es mejor que cualquier triturador de basura. Bueno, continúa con el masaje que has interrumpido por darte el capricho de saborear mis pies, rata asquerosa''.
Cada palabra que salía de la boca de esa gorda acrecentaba mis ganas de matarla... aunque mi polla no había perdido su dureza en todo este rato. ¿Acaso me estaba gustando estar a los pies de esta foca?
No tuve que estar mucho rato con el masaje hasta que Helena me ordenó parar y rellenarle la copa.
Mientras llenaba los vasos vacíos, Lucía me volvió a llamar.
''Iván, cuando termines, ve a lavarte la boca, que queda mucha tarde y mucha noche por delante y no queremos que vayas apestando a queso''.
Dicho esto, todas estallaron en carcajadas. Unas risas llenas de maldad y odio... Aunque Estrella parecía más discreta, también se reía con las demás. De camino al baño, Ana ,me dijo que ella también iba a querer probar mi lengua. Me guiñó un ojo y siguió a lo suyo.
Humillado y asqueado, pero excitado como nunca, fui al baño a lavarme la boca, para quitarme el asqueroso sabor a pies de Helena.
Cuando estuve a solas, cerré los ojos, olí mis manos, saboreé lo que quedaba en mi boca, me lleve la mano derecha a la polla, y empecé a masturbarme de una forma incontrolable.
Cuando terminé, que no tardé mucho, me limpié y volví a la fiesta, pensando en qué humillaciones me esperaban, y preguntándome porqué me estaba gustando tanto... que no podía contener mis impulsos... Deseaba lamer los pies de Ana... quería servir a Estrella... me preguntaba qué haría conmigo Alba... e incluso me pregunté hasta que punto podría humillarme la gorda asquerosa de Helena...
Siento haber tardado tanto. Espero que os guste esta nueva entrega.
Muchas gracias a todos los que habéis comentado en los anteriores relatos y a todos los que los habéis leído.
Al igual que dije en el anterior, cualquier sugerencia será bien recibida.
Muchas gracias.