El juguete (3)

Mi hijo invita a sus amigos a casa.

La perversión de mi hijo no tiene límites. Después de exhibirme y entregarme a su amigo Luis, Ha traído a casa a otros “amigos”. Lo pongo ente comillas porque dudo mucho que sean amigos de mi hijo, estoy convencida de que son tíos que se encuentra por al calle, y les invita a casa.

Un día se presentó con un tío de unos 50 años, sucio y maloliente, entró en casa sin que yo lo sintiera, y como estaba desnuda, como mi hijo quiere que esté en casa, entraron en la cocina, y mi hijo dijo:

● Ahí la tienes.

● ¡Si que está buena!

Me volví espantada al sentirlos.

● ¡Pedro! ¡Esperame fuera!

● Calla. ¿no ves que tenemos un invitado?

Intenté salir de la cocina, pero mi hijo me tapaba la salida. Me agarró del brazo y me sacó al salón. Aquel tipo vino detrás de nosotros, y una vez en el salón mi hijo empezó a meterme mano y a besarme. No tardó mucho en calentarme y en que se me pasaran los nervios y la vergüenza.

● Ya la tienes lista.

Aquel tío se me echó encima y empezó a sobarme y a besarme dejándome toda llenas de babas. Era asqueroso olía mal y era muy rudo.

Mi hijo se había sentado en un sillón a mirarnos y grababa la escena con una videocámara.

El invitado se desnudó dejando a la vista un cuerpo gordo y velludo, sudoroso y sucio. Me hizo inclinar delante suya y me metió la polla en la boca. La tenia pequeña, pero bastante gorda, y desprendía un fuerte olor a meado. Me la metía con fuerza hasta la garganta, provocándome arcadas.

● Como le hagas daño se acaba la fiesta.

Aquella advertencia de mi hijo tranquilizó a aquel tipo y continuó más despacio con la follada en mi boca. No tardó mucho en correrse. Su leche era abundante y espesa y tenía un olor muy fuerte.

Intenté que me la sacara me me tenía agarrada por la cabeza, y no tuve más remedio que tragarme su leche. Era tan espesa que casi la podía masticar.

Aquel tipo cayó rendido al suelo, jadeando.

● Venga vístete que la fiesta ha terminado.

Cogió su ropa, y sin decir palabra se marchó. Yo me fui al baño a limpiarme la boca. Entró mi hijo y sin decir nada me separó las nalgas y me metió su polla en el coño. Como lo tenía húmedo no tuvo mucha dificultad.

Mi cuerpo se estremeció al sentirlo dentro de mí, y me devolvió la tranquilidad que había perdido con la visita de aquel tipo. Como siempre su follada me llevó la séptimo cielo consiguiendo que tuviera varios orgasmos. Él acabó corriéndose dentro de mí.

● Mamá has estado genial. Mi amigo nunca olvidará esta tarde.

● Pedro, esto no puede seguir, si se entera tu padre...

● Tranquila, nadie dirá nada.

A pesar de sus palabras tranquilizadoras estaba aterrada, si se enteraba algún conocido directo, se enteraría mi marido. Así se lo hice saber a mi hijo.

● Está bien tendremos más cuidado.

Al día siguiente, cuando llegué a casa mi hijo ya había llegado, le saludé como de costumbre.

● Mamá ponte esto que vamos a dar una vuelta.

Me dio una blusa y una falda. Me cambié delante suya. La falda era bastante corta y la blusa me quedaba ajustada. Se me acercó y me desabrochó tres botones de la blusa dejando al avista un gran escote, y agachándose me quitó las bragas.

● Así no puedo salir a la calle, si nos ve un vecino seré la comidilla de la calle.

Mi hijo cogió un gabardina y me la puso encima.

Subimos al coche, y una vez dentro hizo que me quietara la gabardina. Al sentarme la falda se subió dejando al avista todo mis muslos . En los semáforos, los coches que paraban por mi ventanilla no me quitaban la vista de encima. Pero el que mejor vista tuvo fue el conductor de un autobús que al estar en una posición más alta tenía una mejor vista.

Mi hijo que se estaba dando cuenta, me levantó la falda dejando mi peludo coño a la vista del conductor del autobús. El semáforo se puso en verde y mi hijo salió con una fuerte acelerada.

Nos dirigimos a las afuera de la ciudad, y en uno de los semáforos se acercó un chico vendiendo clinex. Mi hijo le compró un par de paquetes y empezó a darle conversación.

La charla era tribal pero aquel chico no me quitaba la vista de encima. Mi hijo hizo como que buscaba algo en la guantera y aprovechó para “accidentalmente” dejarme le coño a la vista. Me tapé rápido, pero estoy segura que aquel chico lo vio todo.

● Venga sube con nosotros.

No sabía que estaba pasando. Aquel chico se subió la parte trasera y mi hijo me dijo que fuera a la parte de atrás con él.

● Pero Pedro...

● Venga no te hagas de suplicar y acompaña a nuestro amigo para que no se sienta solo.

Bajé del coche y me subí al asiento trasero con aquel chico. Al sentarme se me veía toda la pierna y tuve que mantenerlas cerrada para que no se viera más.

Llegamos a un escampado y mi hijo paró el coche.

● Vamos a estirar las piernas.

Bajamos los tres del coche. Mi hijo me agarró por la cintura y me dio un tremendo morreo, asegurándose que la falda se subiera y que dejara a la vista de aquel chico mi hermoso culo.

El chico no se andó con preámbulos ni titubeos y empezó a meterme mano. Me sobaba el culo y me metía una mano por debajo de las piernas hasta llegar a mi coño. Me abrí de piernas para facilitarle la tarea. En un momento me pusieron a cien.

Entonces mi hijo me puso encima del capó e invitó a aquel chico a que me follara. Me la metió entera de una estacada y empezó a bombear en mi ya chorreante coño. Antes que se corriera tuve varios orgasmos. Cuando acabó se corrió dentro.

Mi hijo me cogió y me hizo poner en cuclillas para que saliera la corrida del chico. Luego me puso de espaldas al capó y me la metió por el culo. Mientras me la metía y sacaba yo me acariciaba el clítoris hasta que acabó corriéndose dentro.

Cuando me la sacó me volví y se la dejé limpia con la boca.

Subimos al coche y dejamos a aquel chico cerca de su casa.

● Has estado bien, ¿ahora no habrás tenido miedo de que alguien nos descubra?

● No se...

● Venga vamos a casa que tengo hambre.

Nos marchamos de aquel lugar y nos fuimos a casa.