El juguete (2)

Mi hijo invitó a su amigo Luis a comer a casa y tuvimos una sobremesa muy especial.

Después del primer encuentro con mi hijo, he iniciado una doble vida. Por las mañanas en el trabajo soy la simpática de Ana, por las noches soy una esposa fiel y cariñosa. Pero por las tardes soy el juguete sexual de mi hijo Pedro.

Su dominación es total y no puedo (o no quiero) hacer nada por evitarlo. Me trata como un objeto y realiza conmigo toda clase de juegos y perversiones sexuales.

Cuando llego a casa me obliga a estar desnuda, y así tengo que realizar las tareas de casa, mientras que él está en sus cosas. Dice que tengo que estar desnuda para no perder tiempo, y así cuando a él se le apetece me coge y donde esté me folla. Sin preámbulos, en la cocina, en el salón, en el dormitorio, donde me coge. Yo nunca me opongo, me gusta como me usa, me hace disfrutar de mil maravillas. Me la mete tanto por el coño como por el culo. Otras veces sólo quiere que se la chupe, y siempre acaba corriéndose en mi boca y me obliga a tragar su abundante semen, cosa que me vuelve loca.

Una tarde al regresar a casa, Pedro ya había llegado:

● Hola hijo.

● Hola mamá.

Solté el bolso y me fui a mi dormitorio para desnudarme. El se levantó y se vino tras de mí. Esperó a que me desnudara. Yo pensé que quería follar conmigo, pero cual fue mi sorpresa cuando me dio un vestido:

● Ponte esto que hoy viene mi amigo Luis a comer a casa.

Era un vestido blanco de tiras finas con la espalda descubierta y un escote de vértigo que incluso me dejaba ver algo de las aureolas de mis pezones, y era tan corto que apenas me tapaba por debajo y al más mínimo movimiento se subía dejando ver mi culo y mi coño.

Cogí las bragas con la intención de ponérmelas, pero mi hijo protestó:

● No, no quiero que te pongas nada de bajo, Así estás bien.

● Pero hijo, vamos a tener visita y este vestido no me tapa casi nada. ¿Qué va pensar tu amigo?

● Tu por eso no te preocupes. Así estás bien.

Salió del dormitorio y me quedé mirándome en el espejo. Parecía una puta de carretera. Por mucho que lo intentaba, aquel condenado vestido se subía con mucha facilidad, tenía que tener los brazos caídos para no enseñar nada.

Me fui a la cocina a preparar la comida. Estaba muy nerviosa, mi hijo nunca había llegado tan lejos. Me iba a exhibir delante de su amigo, ¿qué pensaría éste? Me aterraba la idea de que fuera luego contándolo por ahí.

Sonó el timbre de la puerta, el corazón me dio un vuelco y se puso a palpitar con fuerza:

● ¡Hola Luis!. Pasa.

● ¿Qué tal Pedro?

● Ven vamos a la cocina a saludar a mi madre.

Las piernas me temblaban, me costaba respirar. Estaba de espaldas a la puerta de la cocina haciendo ( o intentado) hacer la comida.

● Mamá, aquí está Luis.

Me volví despacio para que aquel condenado vestido no se subiera, pero no hacía falta que se subiera, debía de tener pinta de puta.

● Hola Luis.

● Hola señora.

Aquel “Hola señora” sonó flojo y tembloroso. Luis tenía los ojos abiertos como plato y no me quitaba la mirada de encima.

● Pedro, si quieres vengo otro día a comer. Tu madre no sabía que veníamos...

● ¡Que va! Si lo sabía, no te preocupes.

Mi hijo se me acercó y me rodeó la cintura con su brazo.

● Verás que bien cocina mi madre.

Al agarrame de la cintura el vestido se subió dejando a la vista toda mi pierna izquierda hasta la ingle, dejando al aire parte de mi bello púbico. Yo me quedé muy quieta. Luis abrió aún más los ojos y se le puso la cara colorada. Mi hijo me besó en la mejilla.

● Ven Luis vamos a ver la tele mientra mi madre termina.

Los chicos salieron y me quedé paralizada. Pensé que aquello no podía ser, así que llamé a mi hijo, con la escusa de que me ayudara.

● Hijo, esto no puede ser. No puedo estar así vestida delante de tu amigo, ¿qué va a pensar?

● No te preocupes, así estás bien.

● Pero Pedro...

● He dicho que así estás bien.

Dicho esto se marchó. Me armé de valor y terminé de prepara la comida. Avisé a los chicos de que todo estaba listo. Intenté aparentar normalidad, y salí al salón. Entre los tres pusimos la mesa. Luis no me quitaba los ojos de encima, yo hacía como que no me daba cuenta, pero mis movimientos al agacharme al mueble para coger los platos dejaba al aire mi culo, al servir la comida se me veían los pechos.

Luis y yo apenas comimos nada, sin embargo mi hijo se lo acabó todo. Él había preparado aquel numero y debía estar pasándoselo en grande. Recogimos la mesa los tres, y mientras yo recogía las cosas de la cocina, los chico se fueron al salón a ver una película. Yo me uniría a ellos cuando terminara.

Terminé de recoger y salí al salón.

● Ven mamá, siéntate con nosotros.

Mi hijo estaba sentado en el sillón central y Luis en uno lateral, por lo que sólo quedaba el que estaba enfrente de Luis. No pude evitar que al sentarme el vestido se subiera y dejara al aire gran parte de mi coño. Junté al máximo las piernas, pero el vello púbico se veía perfectamente, por lo que me puse las manos encima. Luis no perdía detalle de la escena, y pude observar en su bragueta un gran bulto.

Ni Luis ni yo mirábamos la película, cuando Pedro dijo:

● Eso no puede ser, tiene que se un montaje.

Estaba viendo una película porno. Me quedé helada.

● Está claro que tiene que ser un montaje, ¿verdad Luis?

Luis sólo movió la cabeza sin decir nada. En la escena de la película se veía una mujer que estaba siendo follada por dos tíos a la vez. Era una escena fuerte, ya que la follaban con mucha fuerza y aquellos tipos tenían una pollas enormes.

Mi hijo lo tenía todo muy bien preparado, mi vestido corto, la película, sin dudas quería que su amigo acabara follando conmigo.

● ¿Tu qué opinas mamá? ¿Eso se puede hacer o es un montaje?

● No sé... quizás si se utiliza un lubricante. Son actores profesionales.

● ¿Tu crees? Vamos a probarlo.

Aquellas palabras confirmaron mis temores de que mi hijo quería que follara con su amigo. Salió del salón y fue a su cuarto. Luis me miraba y tenía una sonrisa maliciosa.

Mi hijo volvió con un bote de lubricante y me dijo:

● Mamá ponte de rodillas en el sillón.

● Pero hijo, está tu amigo...

● Ponte de rodillas en el sillón.

Obedecí su orden y me puse de espaldas y de rodillas en el sillón, hizo que me inclinara dejando a la vista mi culo y mi coño. Se embadurnó dos dedos y empezó a untarme el lubricante por el culo y el coño. Me metía y sacaba los dedos, lo hacía lentamente, jugaba con mi ano y mi coño provocando que tuviera un primer orgasmo que hizo que acabara con el culo hacia afuera y la cara pegada en el sillón. Estaba entregada.

● Venga Luis, desnudate que vamos a ver si se puede hacer lo de la película. Mamá desnudate tu también.

Nos desnudamos los tres, Luis no decía nada, pero aquel chico debía pensar que estaba soñando. La que estaba en un sueño fui yo al ver las pollas erectas de los chicos.

● Primero chupanos las pollas, mamá.

Me arrodillé delante de los chicos y se las chupé alternado una con la otra. Mi hijo se sentó en un sillón y me dijo:

● Súbete encima de mi.

Abrí las piernas y me puse encima de mi hijo. Con la mano guié su polla en mi coño, introduje la punta y me dejé caer clavándomela entera. Sentir su polla dentro me hizo sentir un calambre que recorrió todo mi cuerpo. Me agarró por la espalda y me acercó a él, dejando mi culo listo para su amigo.

● Luis ten cuidado no le vayas a hacer daño.

Luis empezó a meterla con cuidado, refregando el glande por el ano y poco a poco empezó a introducirlo. Una vez entrado el glande el resto de su polla entró con mucha facilidad clavándomela hasta el fondo.

Estuvieron un momento quietos, y poco a poco empezaron a meter y sacar sus pollas de forma acompasada. A mi aquello me volvía loca, los orgasmos empezaron a venirme uno tras otro. Los chicos cada vez aumentaban más el ritmo de la follada, cada vez más rápido, más rápido.

● Así, así, así. Follarme, follarme.

El ritmo era ya frenético, los tres nos movíamos con fuerza, hasta que de pronto los chicos empezaron a correrse al unisono dentro de mi. Aquello me provocó un orgasmo bestial, chillé loca de placer.

Nos quedamos los tres quietos. Luis fue le primero en sacarla, yo me saqué la de mi hijo, y en agradecimiento al placer que me habían proporcionado me arrodillé y les limpié las pollas con mi boca, dejándosela perfectamente limpias.

Sin decir nada me levanté y me fui al cuarto de baño a lavarme. Cuando salí Luis ya se había marchado.

● Mamá vístete que está apunto de venir papá.

Obedecí a mi dueño y me fui al dormitorio para vestirme de mujer decente.