El juguete (13)

A mi marido le han ascendido en la empresa y salimos a cenar para celebrarlo.

A mi marido lo han ascendido en el trabajo, ahora le han nombrado Jefe de Departamento. Y para celebrarlo nos ha invitado a nuestro hijo y a mi a una cena, pero nuestro hijo no pudo venir con nosotros.

● Me alegro mucho por ti papá, pero me es totalmente imposible ir con vosotros.

● Es una lástima, pero bueno ya iremos otro día.

● ¿Y por qué no vas con mamá?

● Es que ya había reservado mesa para tres.

● Pues invita a algún amigo que tengáis en común.

● ¿Tu qué opinas Ana?

● Lo que tu quieras.

● Podríamos invitar a Carlos. Hace ya varios meses que se divorció, y se ha encerrado en casa.

● Has tenido una buena idea papá.

● ¿Te parece bien Ana?

● Está bien.

Carlos es compañero de mi marido y tuvo una separación muy dolorosa, y por lo que pude escuchar le había afectado mucho el divorcio.

Mi marido se encargó de invitar a su compañero. Éste puso muchos reparos, pero al fin pudo convencerlo de que nos acompañara.

Llegó el día de la cena, y para la ocasión me puse un vestido azul con un generoso escote y que deja a la vista la mitad de mis muslos.

● Cariño, estás muy guapa.

● Gracias querido. ¿Dónde has quedado con Carlos?

● Nos espera en el restaurante.

Para ir al restaurante cogimos un taxi, ya que a mi marido no le gusta coger el coche cuando salimos, por si bebe un poco de más. Cuando llegamos a la puerta del restaurante, nos estaba esperando Carlos.

● Hola Antonio, hola Ana. Que guapa estás.

● Gracias Carlos.

● Venga vamos a entrar que tengo hambre.

El restaurante era muy elegante y los camareros muy atentos y discretos. Carlos se sentó enfrente de mi y mi marido a mi lado. Enseguida nos trajeron la cena, tenía un aspecto formidable.

Comimos abundantemente y todo acompañado por un vino excelente, del que nos bebimos tres botellas.

● Muchas gracias por invitarme Antonio. La comida ha estado excelente.

● Nada hombre, tenía ganas de celebrar mi ascenso.

● Tienes mucha suerte de tener a una esposa tan guapa.

● Me siento muy afortunado.

● Me vais a poner colorada.

Terminamos de comer, y tras pagar la cuenta, Carlos nos invitó a tomar unas copas.

● Carlos, ya es muy tarde. Y además no tengo coche.

● No te preocupes yo me he traído el mio, y luego os llevaré a casa.

● ¿Tú qué opinas Ana?

● Está bien, hace tiempo que no salimos.

Estuvimos en varios lugares de copas. Bebimos bastante, pero no tanto como para emborracharnos. Luego Carlos nos invitó a ir a una discoteca.

Era una discoteca tranquila, con un buen ambiente de personas de mediana edad, sin chavales ni música estridente, nos sentamos en un rincón un poco apartado de la pista de baile. Los sillones eran muy cómodos, pero al ser muy bajos, no pude evitar que al sentarme el vestido se subiera más de la cuenta y Carlos pudo verme perfectamente mis muslos e incluso algo de mis braguitas.

Pedimos unas bebidas y nos pusimos a charlar un rato, hasta que Carlos me invitó a bailar.

● No, hace ya mucho tiempo que no bailo.

● Venga mujer no seas tonta y baila con Carlos.

● Está bien.

Salimos a la pista de baila. Estaba muy concurrida y animada. Carlos me cogió de las manos y estuvimos un rato bailando. Luego pusieron canciones melódicas, yo hice ademán de marcharme, pero Carlos me sujetó de una mano.

● ¿No quieres que sigamos bailando?

● Antonio está solo en la mesa.

● Sólo una par de canciones.

● Está bien, pero sólo dos canciones.

La luz de la pista de baile se hizo muy tenue, casi no se veía las parejas que estaban a nuestro lado. Carlos me agarró fuerte de la cintura y me atrajo hacia él. Yo le pasé los brazos por el cuello, y al ritmo lento de la música bailamos.

Al estar tan pegados pude notar perfectamente que Carlos estaba empalmado.

● Que suerte tiene Antonio de tener una mujer tan guapa.

● Me vas a poner colorada.

● Lo que daría yo por tener una mujer como tú.

● Enseguida encontrarás una mujer que te guste.

● Pero seguro que no es tan guapa como tú.

● ¡Anda ya! Verás como seguro que te vuelves a enamorar.

Carlos se quedó callado, pero se pegó aún más a mi. Ahora me rodeaba con una mano la cintura y la otra la puso sobre la parte de atrás de mi cuello. A mi aquella situación empezó a ponerme caliente y notaba como se estaban mojando las bragas de la excitación que me estaba proporcionando Carlos.

Por fin terminaron las canciones lentas y me deshice de mi acompañante de baile y volví con mi marido. Carlos me seguía unos pasos detrás.

● ¡Vaya! Ya están aquí los bailarines.

● ¿Por qué no nos vamos ya?

● ¿Ya te quieres ir cariño?

● Si, si no os importa.

● Por mi no hay problemas, Me habéis echo pasar una velada estupenda.

● Esperarme un momento que tengo que ir al baño.

Mi marido se fue al baño.

● Ana, ¿te ha molestado algo?

● No.

● Si te he molestado en algo, perdóname.

● No, no me ha molestado nada.

● Bueno pareja, ¿nos vamos?

● ¿Por qué no vamos a mi casa y nos tomamos allí una copa?

● ¿A ti que te parece Ana?

● ¿No es ya muy tarde?

● Por eso no te preocupes, ya os dije ante que os llevaría a casa en mi coche.

● Si tu quieres Antonio, por mi no hay problemas.

Tras la separación, Carlos se había alquilado un apartamento. Llegamos enseguida, dejamos el coche en el garaje y subimos por el ascensor hasta la planta donde estaba la vivienda de Carlos.

Carlos nos enseño el apartamento. Era muy coqueto, con un gran salón con cocina americana, un dormitorio y un cuarto de baño con jacuzzi incluido.

Nos sentamos en el salón y Carlos sacó unas botellas de licor y unos vasos.

● ¿Os importa mucho si me quito esta ropa y me pongo algo más cómodo?

● Por favor Carlos, que esta es tu casa. Ponte como te de la gana.

● ¿No te importa Ana?

● Que va hombre, ponte cómodo.

Se fue al dormitorio para cambiarse, y vaya si se puso cómodo, se quitó toda la ropa y sólo se puso una bata que le tapaba hasta la mitad de las piernas.

Se sentó en el sillón a mi lado, por lo que me quedé en medio de los dos. Carlos sirvió unas copas y brindamos por el ascenso de mi marido.

Carlos al moverse se le movió la bata y pude ver que no llevaba ropa interior debajo. Aquella situación me puso muy cachonda, y ya no echaba cuenta de la conversación que tenia mi marido con él, sólo estaba pendiente de ver si le podía ver la polla. Sólo intervenía a la conversación con unos: si...si, ya...ya, bueno.

Carlos se dio cuenta de que no le quitaba ojo de encima a su "paquete" y movió la bata de forma que le pudiera ver perfectamente la polla. Sentía como una calor y una excitación tal que mis bragas estaban ya totalmente empapadas.

A eso que Carlos se levanta para buscar el no se qué, ya que no me estaba enterando nada de la conversación. Trajo un álbum de fotos y se la dio a mi marido para que las viéramos. Eran una fotos de un viaje que había echo por Europa.

Mi marido se excusó que tenía que ir al baño y nos dejó solo. Nada más salir Carlos me abordó.

● Ana, ¿te gusta lo que estás viendo?

● Si...son una fotos muy buenas.

● Yo no me refiero a las fotos.

● ¿Entonces a qué te refieres?

● A esto.

Dicho esto se sacó la polla y me la mostró. Estaba completamente empalmado y tenía un buen tamaño.

● ¡Por favor Carlos tápate!

● ¿No te gusta mi polla?

● ¡Tápate que va a volver Antonio!

● Ana, no puedo más. Llevo mucho tiempo solo, necesito una mujer.

● Pero Carlos, soy la mujer de tu amigo, y te recuerdo que está apunto de volver.

● Sólo te pido que me des una pequeña chupadita.

● Estás loco...

● Por favor, sólo una chupadita, la necesito.

Me dio lástima y accedía su petición, le vi tan desesperado.

● Está bien, pero sólo una chupada.

● No sabes como te lo voy a agradecer.

Me incliné sobre él le cogí la polla con mi mano y me la metí en la boca. Pero una vez que la tuve en mi boca, me gustó tanto que no me la pude sacar de la boca y se la empecé a mamar.

● Vaya, vaya. Veo que se lo estáis pasando bien.

Aquellas palabras de mi marido hizo que pegara un brinco.

● Antonio yo...

● Antonio dejame que te explique, todo a sido culpa mía tu mujer no...

● ¿Por qué paras Ana? Sigue chupándole la polla a Carlos.

● Antonio no...

● Antonio...

● Venga, vamos a seguir con la fiesta, sigue chupándosela.

● ¿Antonio de verdad que quieres que se la siga chupando?

● ¡Pues claro mujer!

● Antonio yo...

● Venga Carlos, no me vayas a decir que no te estaba gustando.

● Si, pero...

● Pero qué. Me ha gustado lo que he visto y quiero seguir disfrutando.

Me volví a meter la polla de Carlos en la boca, y mientras se la chupaba miraba a mi marido, que se había sentado enfrente para no perderse detalle de la mamada que su mujer le estaba haciendo a su marido.

Se sacó la polla y empezó a masturbarse. Nos mirábamos y eso aumentaba mi calentura. Estuvimos un buen rato con este juego hasta que mi marido dijo:

● Venga, ahora vamos a follar.

Me cogió de la mano y me puso de pie, me sacó el vestido y me quitó la ropa interior dejándome desnuda.

● Siéntate en el sillón y ábrete bien de piernas.

Seguí las indicaciones de mi marido, y yo misma invité a Carlos.

● Venga Carlos, ¿no me quieres follar?

Carlos no se hizo de rogar y me embistió como una bestia metiéndome la polla hasta el fondo. Me estuvo un rato follando salvajemente.

● Me voy a correr...me voy a correr...

● Correte...correte...

Cuando se corrió tuve un orgasmo bestial que me hizo chillar como una posesa.

Se quedó un rato con su polla dentro de mi coño, hasta que mi marido le dijo:

● Venga Carlos no la acapares toda para ti, que yo también tengo ganas de follármela.

Carlos se retiró y su lugar lo ocupó mi marido. Él también me folló muy fuerte y me hizo tener dos orgasmos muy intensos. Pero en vez de correrse en mi coño me metió la polla en la boca y me hizo tragar su semen.

Nos quedamos los tres sentados sin decir nada hasta que mi marido rompió el silencio.

● Esto que ha pasado aquí hoy no ha pasado.

● Antonio, tienes mi palabra de honor que de mi boca no saldrá nada.

● No tiene que salir nada, ya que nada ha pasado.

Sin decir nada más mi marido y yo nos marchamos, Carlos se ofreció a llevarnos, pero mi marido rechazó su oferta y regresamos a casa en taxi.