El juglar

Mordisqueó los labios del muchacho, su cuello, blanco y suave como una fruta madura. Hacía muchas semanas que no encontraba un muchacho tan encantador como aquel. Rasmín continuo pellizcando sus pezones oscuros y clavándole suaves dentelladas en el abdomen liso.

Rasmín rasgó las diez cuerdas del laúd con su dedos finos y expertos. El sonido acalló a la muchedumbre concentrada en torno a él, bajo el techo hueco del gran salón de madera. No solo le admiraban porque era un artista hábil, un buen músico, sino también porque era muy atractivo. El color turquesa de sus ojos destacaba sobre su piel bronceada, a costa de recorrer los caminos entre ciudad y ciudad durante toda su vida. Entre las señoritas tenía fama de atrevido y buen amante. Un romántico empedernido. Se decía que había tocado para la corte. Y entre algunos muchachos de aquella pequeña ciudad, también tenía grandes admiradores. Aunque, estos por supuesto no lo decían ni en voz baja. Era mayor el temor al castigo divino que el afán de libertad.

Comenzó a cantar despacio. Su canción decía:

Del castillo de If...Entró en la hermosa ciudad. Partió con lágrimas en los

ojos, el corazón lleno de juramentos de venganza para aquellos que

le habían ocasionado tanto mal...

Poco a poco la historia fue calando en las mentes de los allí reunidos. Niños, jóvenes, mayores, hombres y mujeres guardaban silencio, absortos por el crepitar del fuego y la magia que las palabras de Rasmín dejaba caer sobre ellos. Hasta un perro negro roncaba a los pies de su dueño. El olor de la comida devorada flotaba en el aire, carne asada y vino, mucho hidromiel y hogazas de pan fresco.

Al final de la canción, Rasmín echó una ojeada por encima de su flequillo rubio rizado. Ojeó la multitud. Al menos cincuenta personas estaban pendientes de él. Su mirada captó a un muchacho entre la multitud. Tenía el pelo negro, muy corto y la piel clara. Parecía hijo de artesanos. A Rasmín no le pasó inadvertido un gesto afeminado de su mano al recogerse un mechón de pelo. Además, Rasmín pudo ver unos hombros desarrollados y anchos. Sus dedos siguieron rasgando las cuerdas tensas.

Unas horas más tarde, cuando la canción hubo terminado y Rasmín tenía los bolsillos llenos de cantarines maravedíes de oro, todos fueron a dormir. Los pobres a los establos, los burgueses y artesanos a posadas en la ciudad o a sus casas y mansiones y los nobles al castillo del señor de la villa. Rasmín le había perdido la pista al muchacho, le buscó en varias tabernas, posadas y establos, pero no halló ni rastro. Cuando, estando algo borracho y lascivo, decidió volver a su posada, oyó un sonido a su espalda.

-¿Sois Rasmín?

La voz era tan disimulada que Rasmín casi ni la oyó. Se giró escrutando la oscuridad de la calle. El chico del salón avanzó en la oscuridad, envuelto en una capa negra larga.

-Sí...¿Qué deseas? -Debía andarse con cuidado. El chico le pareció más guapo que nunca.

-Esa posada está sucia. Venid a dormir al establo de mi padre. Está limpio y es más seguro.

Así pues Rasmín el juglar siguió al muchacho.

Llegaron a la posada, que tenía dos plantas separadas por una escalera de mano. Abajo dormían los huéspedes que pagaban menos y arriba los invitados de honor, los que no tenían que oler a boñiga de caballo toda la noche. Subieron sin mediar palabra. Despertar a alguien destrozaría cualquier intento de intimar que tuvieran. El chico se dio la vuelta mirando a Rasmín. Dijo:

-La posada familiar. La planta permanecerá vacía esta noche. Podéis dormir aquí, es un honor teneos en...

Rasmín recortó la distancia entre ambos. Su corazón se desbocó.

-Sé lo que queréis. Sé como me miráis. No sois hombre de...

-No hace falta que seáis brusco. Yo solo...

-¿Habéis catado varón?

El chico quedó boquiabierto. Rasmín le quito la capa con un gesto rápido.

-No...

Acto seguido el juglar le besó en los labios. Las manos se enredaron en torno a las ropas, pellizcando sus cinturas y buscando entre las telas. En silencio, bajo un manto de oscuridad, se quitaron la ropa y se tumbaron sobre un jergón de paja. El joven posadero estaba bastante asustado. No sabía como proceder, puesto que lo más probable era que fuese virgen incluso de mujer. Rasmín lo tranquilizó con palabras de seguridad y amor eterno. Que por supuesto eran falsas. Él se iría de allí al día siguiente.

Mordisqueó los labios del muchacho, su cuello, blanco y suave como una fruta madura. Hacía muchas semanas que no encontraba un muchacho tan encantador como aquel. Rasmín continuo pellizcando sus pezones oscuros y clavándole suaves dentelladas en el abdomen liso. El chico tenía la polla dura y, aunque no era la más larga que había visto, si estaba bastante cuidada y limpia. Rasmín entreabrió la boca dispuesto a hacer gozar al chico...la punta húmeda del pene le rozo el interior del labio inferior, aquellos labios que cantaban con la voz de un ángel. entonces cambió de opinión. Le dijo que se diera la vuelta. El chico parecía confuso...Le dedicó una mirada de extrañeza. Pero se giró obediente.

-Esto no se te va a olvidar jamás. -Y dicho esto el juglar clavó su boca con firmeza en el culo del muchacho. Apretó sus labios gruesos contra el centro oscuro de piel, se oyó escapar un gemido intenso. Clavó la lengua cuanto pudo. La metió. La sacó. Lamió arriba y abajo. Hizo círculos deliciosos en el culo del muchacho. Un acto que podría costarles la vida, pero repetirían mil veces si pudieran.

Cuando el culo del posadero estuvo cubierto por una capa de baba transparente lo giró otra vez y le mamó la polla con fuerza. El chico se arrodilló delante del juglar.

—Al final no eras tan inexperto como parecías —Rasmín gimió.

Rasmín estaba temblando de placer. El chico le lamió todo el miembro durante varios minutos. Tenía una habilidad inusual para succionar el capullo cuando se la clavaba en la garganta, por lo que el placer era infinito. Rasmín estaba pronto a correrse. Y así fue. Estalló dentro de la boca sensual de su amante. Un latigazo de espuma blanca le inundó la garganta, mientras liberaba aire contenido desde hacia rato. Se lo tragó todo. Rasmín quedó unos minutos exhausto mientras el muchacho le chupaba el pene un rato más. Sensible por el orgasmo reciente.

Fue entonces cuando el chico sacó la verga de la boca y dijo.

-Yo aún no he terminado. Rasmín. Date la vuelta.

-¿Cómo...No creerás qué...

El chico le dilato el ano con los dedos unos minutos. Y luego le clavó la polla. Al principio le costó colarla, pero lo consiguió. Se folló a Rasmín velozmente. Con el escroto golpeando las nalgas duras. Se corrió en su culo sin preguntar si quiera. Aumentó la velocidad de la follada notablemente, echó la cabeza hacia atrás y se dejó llevar por el orgasmo. Rasmín se corrió de nuevo masturbándose, presa de un placer nuevo para él. Tener una polla en su interior había sido algo extraño pero que le había hecho disfrutar mucho.

El chico sacó la polla del culo juglaresco y se la limpió con un paño de tela fina. Se vistió de nuevo, bajó las escaleras y dejó a Rasmín con el culo abierto, el recto cargado de semen y la mente perdida.