El jueves es mi día

Toda la semana me la paso atendiendo a la familia, pero los jueves puedo dedicar un poco de tiempo a mí misma.

Hoy es jueves. El día más esperado de la semana. Y el más ocupado. Los jueves son mis días, para mis cosas. Como cada jueves, meto dentro de mi bolsa de deporte la ropa de aeróbic. Guardo en el refrigerador la cena de Paco y los niños, termino de recoger la cocina y, a las tres en punto, salgo de casa.

En 20 minutos estoy en casa de NúmeroUno, que me estará esperando, pues no he recibido ningún mensaje suyo avisándome de algún impedimento. NúmeroUno abre la puerta sin preguntar quién es. Sabe que soy yo. Por eso me recibe desnudo, tapándose con la puerta, que cierra tras de mi. Le doy las buenas tardes educadamente mientras me arrodillo.

Él me contesta al saludo mientras yo ya tengo su pene en mis manos. Sé que a NúmeroUno le gusta notar como crece su verga en mi boca, asi que sin ningún preámbulo me la meto en la boca, entera, con los labios bien apretados en su base, mirándole directamente a los ojos, mientras mi lengua juguetona recorre su pene dentro de mi boca. El efecto es el esperado y poco a poco su miembro crece en mi boca, endureciéndose. Estos segundos los aprovecho también para subirme la falda y, echando aun lado la estrecha tira del tanga, masturbarme el clítoris con mi mano derecha.

Su pene ya ha adquirido un buen tamaño y necesito hueco para respirar. Me lo saco de la boca y agarro su base. Es la señal que él está esperando. Agarrando mi nuca con ambas manos, comienza a poseerme por la boca. Yo me limito a apretar los labios fuertemente, a aguantar las arcadas cuando me lo introduce hasta el fondo de la garganta y, sobre todo, a masajear mi coñito. Sus manos agarran fuerte mi cabeza, tirándome del pelo, saca su verga hasta la punta, sin llegar a sacarla del todo, para empujar sus caderas y tirar hacia si de mi cabeza. Su pene se mete en mi boca hasta que mi nariz roza con su vientre.

Y mi placer aumenta. No soy más que una boca que da placer, un trozo de carne para el disfrute de un hombre. Acelero el movimiento de mi dedo a medida que el hace lo propio con el movimiento de sus caderas. Pronto llega al frenesí, sus gemidos se hacen más fuertes, mi cabeza va y viene a una velocidad que casi me marea. de mi clítoris surge un calor que aumenta cada vez más. Empleo dos de mis dedos para que no quede ni un pedacito de este divino órgano sin rozar. Y entonces el estalla. Noto en mi boca los espesos chorros de semen, acumulados durante siete días.

Salado, grumoso, llena mi garganta. A duras penas consigo tragarlo. Y no sólo por la cantidad que expulsa, si no porque mis propios gemidos al alcanzar el orgasmo me obligan a tragar y jadear al mismo tiempo. No es fácil, pero la práctica me permite hacelo sin sufrir demasiados atragantos. Termina su corrida con su pene introducido al máximo en mi boca, dejádome asi, completamente ahogada durante unos segundos. Por fin retira lentamente su miembro, mientras yo subcciono para aprovechar hasta la última gota de su semen. Ya con la polla totalmente fuera, espero la propina. Saco mi lengua y el, desde lo alto, deja caer un escupitinajo de saliva que se estrella en ella. La saboreo mientras me recompongo un poco la ropa. "Hasta el próximo jueves", me despido de NúmeroUno mientras salgo por la puerta.

Tardo media hora en llegar a casa de NúmeroDos. Maldito tráfico. Este trayecto no debería haberme llevado más de quince minutos. Todavía estoy dentro de horario, pero mejor no distraerse. NúmeroDos abre la puerta de su casa con una sonrisa. Nos saludamos con un par de besos y le comento lo mal que está el tráfico y que debería ir pensando en mudarse a un sitio menos céntrico. Mientras, camino por el pasillo rumbo al salón como cada jueves. Para no perder tiempo, no me desnudo. Simplemente me pongo de rodillas en el suelo, cubierto con una suave alfombra, con la cabeza apoyada en ella y mi culo en pompa. Levanto mi falda dejando mi culo al aire, cubierto por la fina tira del tanga. "Vaya, hoy si que traes ganas", me dice, "Ganas y prisa", contesto yo. Me acerca el líquido lubricante mientras se empieza a desnudar.

Pongo unas gotas del líquido en mi ano y otra en mi dedo anular. Él se arrodilla detrás mío y le oigo masturbarse mientras me mira como inicio la dilatación de mi ano. Primero introduzco el dedo anular, con cuidado, hasta el nudillo. Me echo un poco más de lubricante e inicio un suave movimiento, introduciendo y sacando el dedo hasta que mi esfinter se dilata lo suficiente. Cuando sobrepaso el nudillo facilmente, acompaño el dedo índice al anular. Hago fuerza en los bordes del ano metiéndomelos en espiral, para ayudar a la dilatación. No tardo en echarme más lubricante para introducir el tercer dedo. En ese momento, aprovechando el lubricante que ha escurrido desde mi ano, me introduzco un par de dedos de la otra mano en mi vagina. Asi permanezco unos segundos, masturbándome ambas entradas, hasta que me noto suficientemente excitada y retiro los tres dedos de mi abierto ano. Es la señal que él esperaba, expectante y callado detrás mío. Se pone de pie y, sujetando su pene por la el tronco, dirige su punta a mi ano.

Lentamente introduce la verga, dejando que mi esfínter se acostumbre a la invasión. Va introduciendo centímetro a centímetro a petición mía. Yo no dejo de masturbarme y, en cuanto veo que soporto el dolor y vuelve el placer, le pido que introduzca un poco más. El proceso es lento, pero acabo teniendo mi intestino lleno de su rabo, hasta los huevos, donde permanece quieto hasta que mi dilatación es total. Llegado ese punto, le aviso con un escueto "Ahora, folláme el culo" y él inicia el bombeo. Cuando él saca su pene, yo introduzco mis dedos en mi vagina. Y cuando estoy mucho más dilatada y su bombeo se hace más brusco, invierto el movimiento y soy penetrada al mismo tiempo por ambos sitios por su polla y mis dedos.

Agarrádome de las caderas, poco a poco va tomando confianza y las retenidas embestidas del principio se convierten en bruscos intentos de metérmela hasta los huevos. De vez en cuando escupe en mi ano para facilitar la lubricación. Pronto pierde el control y oigo el ruido de sus pelotas chocar conmigo. Acelero mi mano cuando noto el orgasmo próximo. Le aviso que me corro y, como premio, recibo sus chorros dentro de mi culo, que yo aprieto fuertemente para notar mejor su verga y darme más placer.

NúmeroTres vive camino de vuelta a casa, a escasos 15 minutos de NúmeroDos. Pero hoy el tráfico es un auténtico infierno. Decido dejar el coche un poco más alejado que de costumbre, porque voy a llegar antes andando. Toco a la puerta de NúmeroTres y ella me contesta con un "Sube, guapísima" que contagia alegría. Hoy lleva una ropa interior muy, muy sexy, como de revista porno, con braguitas, liguero y medias. Los pechos los lleva al aire, grandes y hermosos, aunque algo abiertos, con esos grandes pezones oscuros.

Los sobo con mis manos y me los llevo a la boca. Ya los tiene duros de antes de llegar yo. Seguro que ha estado jugando ella sola mientras me esperaba. Tampoco me quito la falda, hoy me da más morbo asi. Me limito a sentarme en el sofá y a quitarme el tanga. Ella se sienta en mis rodillas, mirando hacia mi. No besamos mientras toco uno de sus pechos, estrechandolo en mi mano. Pellizco su pezón mientras ella chupa mi cuello, haciéndome unas excitantes cosquillas. Me pide que me tumbe. Se quita la ropa interior delante mío y yo disfruto con el pase privado de lencería.

Cuando se quita las bragas, veo que de su totalmente rasurado coñito asoma algo. Es el extremo de unas bolas chinas... se vuelve para que vea que el otro extremo se pierde en su ano. Definitivamente, ha estado jugando sin mi. Se tumba al revés que yo, en l apostura del 69, dejándome delante de la cara su deliciosa rajita. Separo mis piernas para que ella tenga acceso a la mía. Está muy caliente hoy, porque sin ningún preámbulo se lanza a chuparme el clítoris, haciendo subcción con su boca y jugando con su lengua. Retiro las bolas chinas del interior de su vagina y, separándo los labios con los dedos, introduzco mi lengua todo lo que puedo en su vagina. Gemimos casi al unísono. Me esmero en comerla bien toda la rajita, mientras ella hace lo propio.

Cuando yo meto mi lengua, ella hace un círculo con la suya sobre mi clítoris. Si me dedico a este, entonces ella introduce su lengua en mi vagina. Y con este jugoso intercambio seguimos chupándonos y dándonos placer, hasta que noto que ella esta apunto. Acelero mi lengua, me esmero en apretar bien fuerte con ella y, cuando comienzan sus temblores, saco lentamente las olvidadas bolas chinas de su ano. Su orgasmo es profundo, entre gritos y gemidos que la impiden seguir comiéndomelo a mi. Cuando ha acabado del todo, la obligo a darse la vuelta, tumbada boca arriba. Coloco mis rodillas a ambos lados de su cara y me siento sobre su boca. A los movimientos de su lengua sumo los de mis caderas hacia delante y hacia atrás. El orgasmo llega pronto y no puedo evitar acordarme de NúmeroUno, usando mi boca para darse placer igual que ahora hago yo con NúmeroTres.

El tráfico ha mejorado y el camino a casa de NúmeroCuatro es rápido. Siempre dejo a NúmeroCuatro el último, porque, sinceramente, es lo mejor. Es como cuando, después de una comida excelente, sabes que la tarta de queso del restaurante está deliciosa. Sí, los otros platos son magníficos, pero estás deseando llegar al postre para disfrutarlo.

Entro en la casa de NúmeroCuatro sintiendo esos extraños olores que siempre la inundan, exóticos y desconocidos para mi. NúmeroCuatro deja la puerta abierta, no tiene nada que ser robado y los posibles ladrones tienen mucho que perder si se encontraran con él de frente. Me recibe en slips blancos, que resaltan todavía más sobre su negra piel. NúmeroCuatro es un hombre de color enorme, debe medir dos metros. Y lo tiene todo en proporción. La verga de NúmeroCuatro es la más grande que he visto en mi vida. Nunca la he medido, ¿para qué?, me llena completamente y eso me basta. Quizá si la midiera me asustara, asi que mejor dejar las cosas como están.

Me lleva de la mano a su cama, aunque conozco el camino perfectamente. NúmeroCuatro se tumba en ella. Definitivamente, hoy no me desnudo para nadie. Vengo ya excitada, no necesito juegos, por lo que, sentada sobre el vientre de NúmeroCuatro, de espaldas a él, comienzo a masturbar su pene mientras él levanta mi falda para ver mi culo. Mi boca se dirige a su pene, y, aunque lo intento, no logro comerme más de la mitad del descomunal miembro oscuro. El ya está metiendo dos dedos en mi rajita, aprovechando que me agacho para hacerle la mamada. Tiene una minga tan grande que noto hasta sus venas con mi lengua. Ambos estamos listos, asi que me doy la vuelta, de rodillas, apoyo mis manos en su pecho, sobre sus músculos pectorales.

Y me dejo caer, poco a poco, notando como su carne abre mi carne, muy despacio, viendo como mi cuerpo se ve poseído, invadido, ultrajado, tomado. Cada centímetro que va entrando en mi vulva me hace perder un poco más de consciencia. Hay dolor, pero placentero. Tardo en tenerlo todo dentro, pero es una espera necesaria, porque creo que de metérmela de una sola vez acabaría en el hospital. Noto mi vientre dilatado por su enorme miembro. Noto mi vagina completamente llena, saturada, noto polla en cada parte de ella, en el fondo, en los bordes, en el exterior.

Estoy llena, llena de polla. Inicio un suave movimiento, alzando mis caderas para sacar un poco de carne de mi interior. Y el vacio es delicioso, pero la sesanción es fútil, porque al instante deseo estar llena de nuevo. Y bajo sobre el miembro, y vuelvo a ser un mero títere manejado por él. Subo y bajo, lleno y vacío. Cada vez un poco más vacía, para volver a estar más llena. Y ardo por dentro cuando él decide tocar mis pechos por encima de mi ropa. Y me corro una, dos y tres veces, saltando encima de áquel objeto vivo que utilizo para mi placer. Y por fin el se viene conmigo, inundando mis entrañas de semen caliente, que chorrea por mis muslos. Descanso para recuperarme del esfuerzo y ahora es él el que me posee a mi. Separo mis piernas y abro mi raja con las manos para facilitar la penetración. Con una mano sobre su fuerte espalda y otra en su duro trasero, le invito a utilizarme. Y comienza el baile, y bombea, y bombea, y bombea... Pierdo la cuenta de los orgasmos.

La cocina está hecha un desastre otra vez. En el salón ha debido haber una guerra. Me asomo a la habitación de los niños y ya están dormidos. Saludo a Paco y me voy directa a la ducha. Borro los recuerdos físicos, pero en mi mente quedan vívidos los mentales, imposibles de borrar. Me meto en la cama y mi marido me besa "No, Paco, ya sabes que los jueves vengo muy cansada de la gimnasia". Mañana tendré que madrugar más para dejar la casa recogida. Y es viernes. Siete días hasta el jueves. ¡Qué ganas tengo de que llegue el jueves!. Es que... el jueves es mi día.