El juego y los juguetes de María - 2 -

Despues de experimentar por primera vez el sexo lésbico con mi mejor amiga, María me descubre por segunda vez los placeres que esconde en su neceser rojo...

A la mañana siguiente me desperté con el sonido de la ducha. Las consecuencias de la borrachera de aquella noche empezaban a aparecer, pues la cabeza iba a reventarme. De pronto me acordé de María, ¿dónde estaba?? Seguro que bajo el chorro de agua que me había despertado. Miré por el suelo y allí, junto a la pata de la cama, enrolladas y aún húmedas, estaban sus braguitas. Los recuerdos acudieron en avalancha a mi mente: los besos, sus manos en mis pechos, su raja, la suavidad de su piel, sus juguetes y el placer que había sentido. Noté como el calor subió hasta mis mejillas, avergonzada y cohibida por lo que había pasado, pero también sentí el calor en otra parte mucho más íntima. Decidí desviar mis pensamientos de aquello y me puse a elegir la ropa que me pondría aquel dia, pues habíamos decidido hacer una de esas excursiones que te ofrecen en los hoteles para conocer la ciudad, después de todo no era mala idea conocer sitios interesantes y hacer algún que otro amigo. Me decanté por unos shorts azules y una camiseta de tirantes blanca, lo más cómodo sería lo mejor.

Ensimismada en mis pensamientos no me di cuenta de que el agua había dejado de sonar y cuando me volví allí estaba María, envuelta en una mini toalla que apenas le tapaba el culo, con el cabello mojado y una sonrisa de oreja a oreja. Debió de notar que me sentía un poco cortada por lo sucedido porque me dijo:

  • ¡Buenos días cariño! ¿No te encuentras bien? Mira, si es por lo que pasó anoche no te preocupes, que no pasa nada. Las dos disfrutamos, ¿no? No es nada malo que dos mujeres experimenten con su sexualidad.

-Es que me siento un poco avergonzada porque eres mi mejor amiga y no quiero que nada cambie. Aunque si soy sincera, me gustó muchísimo.

Así se quedó la cosa y yo me fui a darme una buena ducha, pues la estaba necesitando. Cuando cerré la puerta observé un bulto rojo debajo de una toalla…¡el neceser!...no pude evitar echar un vistazo a lo que había dentro; quería saber que tenía María preparado y prepararme para lo que pudiera acontecer, fuera lo que fuese. Lo que encontré dentro me sorprendió muchísimo: bolas chinas, dos consoladores, lubricación, pequeños vibradores, un arnés y varios juguetes anales. Todo perfectamente colocado en la bolsa roja. Desde luego que ésta chica sabía lo que quería y tenía claro lo que la gustaba. Empezaba a tener la sensación de que aún no conocía a mi adorable María…

Tengo que reconocer que la ducha no me refrescó todo lo que yo hubiera querido, pues la visión de aquellos juguetes no hizo más que poner a mi cuerpo en pie de guerra, tanto que los chorros de agua eran una suave caricia que estimulaba mis pezones y mis manos se perdían por los rincones donde no deberían estar. Se me pasó por la cabeza incluso cogerla prestado uno de aquellos juguetes, pero no quise adelantarme a las sensaciones que ella tenía preparadas para las dos.

Me vestí como pude y nos marchamos de excursión, aunque no tenía yo la cabeza para monumentos ni edificios históricos…No obstante hay que decir que en el grupo había un par de chicos bastante aparentes, simpáticos, buen cuerpo, guapos….según nos dijeron eran amigos y estaban en la ciudad visitando a otros tres que vivían allí, así que nos hicimos bastante amigos y pasamos con ellos el dia.Por lo menos consiguieron alejar mis pensamientos del coño de María, porque, la verdad, desde que sabía lo viciosilla que era, con tan sólo ver cómo meneaba sus caderas por aquellas calles y cómo se contoneaba entre los santos de las iglesias, me la hubiera follado en el confesionario si hubiera sido necesario. Yo misma quedaba sorprendida con mis pensamientos y ella era la culpable de que mi parte más sexual estuviera acosándome.

Volvimos al hotel, empapadas en sudor y hartas de beber cerveza con aquellos tíos, que aunque muy guapos, al final no nos hicieron mucho caso, pero al menos nos invitaron a unas pocas de rondas…

Me desplomé en la cama, agotada. Le dije a María que la cena iba a ser rapidita pues no tenía fuerzas para una noche de fiesta como la anterior en el festival. Así que un poco de agua fresca y ropa limpia serían suficientes para espabilarme un poco y ser capaz de bajar al comedor a recargar las pilas. La cena fue bastante tranquila, un chico vino a conocernos y le dejamos sentarse con nosotras, pero la verdad es que no teníamos ganas de tríos por el momento, yo sólo quería estar con ella y descubrirla de nuevo esa noche, de modo que cogimos unos helados y subimos a ver un poco la tv, aunque yo sabía que la tv apenas iba a captar nuestra atención…empecé a desprenderme de la ropa y corrí a poner el aire acondicionado y a tirarme en la cama, disimulando ver una película mientras jugaba con mi helado y observaba a María. Ella siguió mis pasos y se sentó a mi lado,pero me dijo:

-¿Que te parece si en vez de jugar con ese helado, no lo haces con mi coño? Puedo asegurarte que está bastante más derretido…además, sé que has echado un vistazo a mi colección de juguetes y que estás deseando probarlos…y no me digas que no has pensado en ello, porque he visto cómo me mirabas mientras estábamos con esos chicos. En el fondo no nos han hecho caso porque creen que somos lesbianas….vaya par de imbéciles,lo que se han perdido….

Las dos comenzamos a reírnos, a acercarnos, a besarnos y yo, buena chica dejé mi helado y me concentré en ella. Del minibar saqué unos hielos y unas bebidas frías y comencé a castigar a María por segunda vez. El hielo causaba el efecto que yo quería y su piel se erizaba por momentos, buscando calor…el calor de mi boca y de mi lengua. La quité toda la ropa, quería verla desnuda de nuevo, ante mí. Desnuda y ansiosa por que me posara sobre su entrepierna. Por allí estuve entretenida y decidí de ir a por el neceser, el famoso neceser que guardaba en su interior placeres desconocidos para mí, pero sin duda, no para ella. Cuando volví ella jugaba con su clítoris, sus dedos se perdían entre sus labios y sus gemidos inundaban la habitación. Sabía que ella me guiaría en aquello. Me atrajo hacia sí y mientras me besaba rebuscaba en la bolsa, lo vació todo sobre la cama. Yo, antes de usar aquellos cacharros quería complacerla de forma natural, sólo con mi cuerpo. Busqué el aceite que llevaba para broncearme, aquello valdría para hacerla un masaje como los que le hacía a mi chico, sensuales y excitantes. Unté su cuerpo con aceite, suavemente, primero sus hombros, después su espalda, luego sus glúteos, duros y redonditos…mis dedos volaban sobre su cuerpo, acariciando cada cm de piel. Cuando ví que estaba relajada, me tumbé sobre ella y comencé a deslizarme por su cuerpo, el aceite hacía que resbalara por ella y mis tetas se aplastaban contra su espalda, mis pezones, erectos por el roce masajeaban su cuerpo. No pude retener el deseo por más tiempo, la volteé y me perdí de nuevo en su coño, recorriendo con mi lengua la raja una y otra vez, trazando suaves círculos en su clítoris, mordiendo sus labios hinchados de deseo, hasta que ella estaba a punto de tocar el cielo. Sujetaba mi cabeza y me apretaba contra su coño deseando el momento de correrse. Su cuerpo vibraba y sus músculos se tensaron….ya casi estaba. Eché mano a uno de aquellos juguetes que tanto la gustaban, a tientas, sin despegarme de ella ni un cm, no sabía lo que el azar me daría, así que cerré la mano sobre lo primero que encontré. Un vibrador doble…Buena jugada, supuse. Aplaqué el ritmo y deslicé un dedo hasta su  culito, chorreando por los jugos que caían de su coño excitadísimo, introduje un dedo con cuidado, pero luego me acordé de que ella el dia anterior no me preparaba, sino que actuaba, y como tal actué yo. Agarré el consolador y lo puse a la entrada de su coño, suavemente, tampoco quería parecer desesperada por empalarla allí. El juguete resbalaba por su piel y se acomodaba perfectamente a sus agujeritos, sin duda no era la primera vez que jugaba por aquellos dulces rincones. Movía el doble pene aquel, dentro y fuera, con una mano, con la otra el clítoris, la lengua de vez en cuando humedecía algo más la zona. Una y otra vez, una y otra vez, cogiendo ritmo…María pellizcaba sus pezones y su cara de placer y vicio me pedían más. Meneaba el culo, empalándose fuertemente con aquello…Duro le gustaba y duro lo tendría. Aceleré la follada, casi salvajemente, mi mano chocaba contra su rajita y el chapoteo del coño follado era muy excitante; lo moví todo lo deprisa que pude, en un mete-saca frenético. El ano de María, morenito, penetrado a la vez que su coño, en sincronía perfecta. Hasta que sus gemidos se convirtieron en gritos y su corrida se deslizó hasta mi mano. Mientras descansaba recogí sus jugos, relajándola, saboreando el placer que la había regalado.

Las sábanas estaban muy mojadas, de sus jugos, de los míos….estaba ansiosa por que María me deleitara con su experiencia, pero me tumbé a descansar junto a ella.

Cuando se hubo recuperado, lejos de comerme el coño como yo esperaba, me vendó los ojos con un pañuelo y desapareció, me dejó sola en la cama, excitadísima y con las bragas mojadas. Reapareció un minuto más tarde, la escuchaba trajinar por allí, mientras silbaba alegremente. Sabía que había cogido uno de sus juguetes, pero no alcancé a imaginarme cual era hasta que lo sentí. Me abrió las piernas tirando de mis rodillas, apartó las bragas y las bolas chinas comenzaron a introducirse en mi interior, entraban y salían despacio. Aquello me pareció muy light para lo a que ella le gustaba hacerme. No por ello me gustaba menos, la suavidad con la que actuaba hacían crecer mis ganas de verme follada por algún tipo de instrumento del placer de forma salvaje. Y ella lo sabía. Me besaba y acariciaba, despacio, me hizo darme la vuelta y ofrecerla mi culito, que ella acariciaba hasta que cogió mis manos y las puso arriba de mi cabeza; aquello me estaba excitando demasiado, a ese paso me correría con sólo imaginar su siguiente movimiento. Y hizo lo que temía, o lo que esperaba, no lo sé…amarró mis manos con un cinturón al cabecero de forja y me quedó allí con el culo en pompa. Deslizó mis bragas con ansias, y en esa posición esta vez sí empezó a comerme el coño.

-Hoy sí que estás cachonda,eh guarra…me encanta.- me dijo.

Se separó de mí y lo siguiente que noté fue algo que apretaba en mi culo y se deslizaba entre mis cachetes….la cerda se había puesto el arnés e iba a follarme hasta que se cansara. Lo malo de todo aquello era que yo estaba atada e indefensa y encima, con los ojos vendados. Era lo malo y lo bueno a la vez. Estaba en sus manos pero sabía que me haría disfrutar. Movía la mano desde mi coño hasta mi culo, intentando lubricarlo, por lo que me imaginé que el sexo anal sería el placer de aquella noche. Yo ya había tenido sexo anal con mi chico, de hecho me encantaba,  aunque no lo practicaba muy a menudo pues luego no quiere otra cosa nada más que darme por culo y mi coño también necesita su ración de polla, y si es diaria, mejor que mejor.

En esos pensamientos estaba cuando María decidió echar un poco de lubricante, no quería hacerme daño, y aunque ella sabía que yo no era virgen por ese agujero, lo que más me asustó era que no sabía exactamente las dimensiones de lo que quería introducirme y eso me asustaba un poco.

Volví a centrarme en lo que pasaba, todo mucho más amplificado debido a estar privada de uno de mis sentidos, lo que hacía que el resto de ellos estuviera más agudizado. Oía su respiración mucho más agitada, recibía su olor más intenso, su sabor más salado y su tacto más suave. María apretaba aquella polla postiza, abriéndome el ojete poco a poco. Podía sentir que el tamaño no era tan grande como el dia anterior, sin embargo el grosor era más de a lo que estaba acostumbrada. Mi culo iba a dilatándose, acomodándose a lo que cobijaba, María no paraba ni un momento, iba despacio, eso sí, pero no me daba tregua ni un solo segundo, seguía apretando, hasta enterrarlo todo en mi interior. Una vez que me tuvo empalada, comenzó a follarme .La línea que separaba el dolor y el placer empezaba a difuminarse, el placer era absoluto. Las manos de María aprisionaban mis tetas y pellizcaban mis pezones, yo deseaba tener al menos una mano suelta para masturbarme y acariciarme el clítoris, pero estaba claro que María era mi dueña y señora y que mi placer lo dirigía y controlaba ella. No paraba de decirme guarradas y eso me gustaba. No podía más que sentir aquella falsa polla entrando y saliendo de mi culo, y las manos de ella acariciándome la espalda, las tetas, el coño…me introducía dedos en el coño, primero uno, luego dos y me follaba y me partía el culo a la vez, hacía que me retorciera de placer y yo no hacía más que gemir y suspirar pidiéndole más. Ella debió de volverse un poco loca, no sé si por la estupenda visión que tenía de mi culo, pero el caso es que empezó a follarme con más fuerza, la palma de la mano dándome golpecitos en el coño…aquello era increíble, estaba a punto de correrme, no quería que parara y cuando me pellizcó el clítoris entre las embestidas que me estaba dando me estremecí con un maravilloso orgasmo. Ella cayó encima de mí, aplastándome contra el colchón. Podía sentir su respiración en mi cuello. Finalmente me desató las manos y dormimos como dos cachorritas, bien saciadas.

Todo me indicaba y me hacía pensar que había encontrado la chica perfecta para mi primer trio, pero con una polla de verdad, pues ya las estaba echando de menos…y en realidad no me importaba compartir el cipote de mi chico con aquella adorable viciosilla.