El juego sorpresa

Paula preparó un juego muy caliente para su cumpleaños.

EL JUEGO SORPRESA.

Mi nombre es Ana.

El cumpleaños de Paula es en verano y lo celebra siempre en el chalet que tienen sus padres fuera de la ciudad.

Me advirtió que, por cumplir los dieciocho, la fiesta iba ser muy especial porque además no estarían sus padres. No me dio más detalles, pero conociéndola – tiene fama de putilla – me temí lo peor.

Marta y yo quedamos con Carlos para que nos llevara a la fiesta en su coche. Vino a recogernos a mi casa. Apareció con Juan y los cuatro hicimos el viaje juntos. Hay más de media hora de viaje. Me senté detrás con Juan y estuvo incordiándome todo el trayecto. Sabe que no soporto las cosquillas, así que no paró de pincharme. Según Paula, Juan lleva tiempo intentando follarme.

Con el cinturón de seguridad puesto no tenía mucha movilidad a pesar de lo cual, en mi intento de librarme de él, mi falda, más bien corta, dejó en algún momento de cumplir su función dejando a la vista mi tanga, momento que él aprovechaba para hacérmelas en zonas más delicadas. Yo, muy digna, me defendía dándole manotazos y forzando cara de enfado. No quería dar ninguna muestra de que me estaba excitando.

Cuando llegamos al chalet ya habían llegado varios amigos. A la mayoría los conocía, pero había otros que, según me dijeron, eran vecinos de Paula.

Al final, entre todos éramos ocho chicas y ocho chicos, de edades similares.

Paula nos presentó a los que no conocíamos y no tardó en crearse un buen ambiente.

Nos juntamos en el sótano del chalet que es muy amplio y lo tiene bien preparado.

La música animaba la tarde y la bebida consumida con rapidez consiguió que todos nos sintiéramos cómodos, como si nos conociéramos de toda la vida.

Fue Paula quien nos dijo que había preparado un juego especial para su cumpleaños.

Nos explicó que era muy sencillo. Sobre un taburete en el centro colocó una papelera que contenía papeles con notas. Nos poníamos en fila y pasábamos cogiendo una nota de dentro de ella. Sólo había que hacer lo que decía la nota.

Las chicas nos miramos con asombro. A pesar del elevado nivel de alcohol que llevábamos todas, conociendo a Paula, había un cierto grado de desconfianza.

Una de las chicas que parecía muy sensata dijo alto y claro medio riéndose:

-Si no sé lo que dicen las notas, yo no juego.

Paula, temiendo peligrar su juego, accedió a que viéramos el contenido. Volcó las papeletas en una mesa y el resto de chicas nos dedicamos a leer los textos.

Eran ordenes típicas de un juego en grupo de chicos y chicas - Alguna pregunta incomoda, beber un trago de algo de alcohol, especificando el tipo, dar algún beso y poco más. Las ordenes indicaban también quien tenía que hacerlo o a quien y en algunos casos hasta un tiempo de acción o veces.

No era un juego de niños, pero tampoco era el nivel que me esperaba de Paula. Nadie tuvo inconvenientes y accedimos juego. Teníamos que intercalarnos chicos y chicas. Las hojas se sacaban y se devolvían a la papelera.

Me llamó la atención la cantidad de veces que salió la orden de beber. A veces indicaba cosas como “el chico detrás de ti”, “la segunda chica delante de ti” o, si no decía nada, se refería al que sacaba el papel. En alguna orden de beber, la cantidad era doble. La mayoría ya llevábamos encima una buena cantidad de alcohol.

Me sorprendió mucho cuando la chica sensata dijo:

-Se repiten las papeletas y esto es muy soso. ¿Por qué no le añadimos cada uno las órdenes que se nos ocurran?

Estuve un momento observándola y me dio la sensación de que le sobraban algunos tragos. Aún me asombró más cuando la mayoría de las chicas apoyaron la idea con alegría sin cuestionarse nada. Los chicos no se pronunciaron, pero intuí en alguno una sonrisa malévola.

Las chicas que no habíamos demostrado entusiasmo, no queríamos ser aguafiestas, así que, a regañadientes, asentimos como el resto.

Paula nos distribuyó bolígrafos y papeles para escribir cada uno las órdenes que quisiéramos. No puso límites, cada uno podía escribir las que desearan en hojas separadas, al menos cuatro.

Estuve pensando y al final escribí cuatro.

  • “Quítate una prenda”. Sé que no era muy original.

  • “Hazle cosquillas en el interior de los muslos al de atrás”. Me acordaba del trayecto en coche.

  • “Date un morreo con el de detrás durante 2 minutos”. Algo tenía que escribir.

  • “Bailar agarrado con el siguiente durante 2 minutos”. Fue lo último escribí.

No se me ocurrían más órdenes y alguna que me pasó por la cabeza la deseché por ser demasiado atrevida y por si me tocaba a mí.

Fuimos metiendo los papeles y cuando estaban todos, Paula se encargó de revolverlos un poco.

Comenzó la ronda y enseguida comprobamos que la papeleta de quitarse la ropa era la que más abundaba. Efectivamente, era poco original. En algunas se especificaba la prenda en concreto y la que más abundaba era quitarse bragas/calzoncillo. Parecía una fijación conseguir que alguien llevara el coño o la polla al aire.

Paula fue la primera. Su orden, quitarse una prenda. Ella misma lo celebro con alegría y se quitó la blusa dejando a la vista el sujetador.

El chico que le seguía también le tocó prenda y se quitó la camisa.

La habitación se llenaba cada vez con más ropa por el suelo.

También se repetía la de besar a alguien, pero alguna era más fuerte.

A un chico le salió la papeleta:

“Mete la mano entre las piernas del quien te precede y describe lo que encuentras”.

Le precedía una chica porque ya nos habíamos intercalado a propósito.

La chica, con algún que otro trago de más, ya había perdido la camisa y llevaba el sujetador, pero conservaba la falda y las bragas puestas. Medio muerta de risa exclamó:

-Encontrarás un tesoro…

Ante un primer momento de duda y viendo que los demás chicos y Paula, las demás parece que nos poníamos en el lugar de ella, le animaban a cumplir la prenda, acabó por meter la mano por debajo de la falda y se entretuvo un poco.

  • ¡Eh! Que tienes que describirlo. – dijo uno.

El chico titubeaba. Parece que le faltaban palabras.

-Tela…, - se detuvo - pelo …, un agujero …, profundo…, mojado…

Hasta ahí pudo llegar. Todos habíamos esperado que describiera la textura de las bragas, pero él estaba haciendo un estudio más profundo.

No sé si la chica era lenta por naturaleza, tenía los reflejos aletargados o lo hacía a conciencia. Me parece que tardó un poco en comprender la situación y de que el chico le estaba metiendo los dedos y contándolo a todos.

Aquello acabó con un grito de la chica seguido de sus carcajadas y sacándole la mano de debajo de su falda. El muy cabrón se llevó la mano a la nariz y oliendo profundamente exclamó:

-          ¡Uuuuummmm… – y todos reímos la gracia.

Me pregunté qué habría pasado si eso le toca a Juan, que estaba detrás de mí en el juego.

En la última prenda que me tocó, la nota decía “Quítate las bragas/calzoncillos”. Parecía evidente que lo había escrito algún chico, aunque luego, por la letra, me confesó Paula que había sido ella.

En ese caso me hubiera encontrado sin bragas y sin pelo que tocar porque me gusta ir totalmente depilada. No sé lo que habría descrito Juan.

A una chica le salió “intercambia toda tu ropa con el que te sigue”. Ambos tuvieron suerte porque había poco que intercambiar. La chica estaba en ropa interior y el chico con la camisa y los calzoncillos. Nos reímos mucho porque se azaraban en el intercambio a la vez que intentaban cubrirse un poco. Nos enseñaron todo. El chico estaba muy gracioso con el tanga de la chica. Se le salía todo por un lado pues era incapaz de contener aquello. Continuaron el juego hasta que les tocó quitarse su nueva ropa.

Poco a poco todos nos quedábamos más a la vista. La mayoría había perdido su falda o el pantalón. Yo era de las pocas que conservaba la falda (menos mal), aunque arriba aún me quedaba el sujetador.

Celebramos con alboroto cuando el primer chico, precisamente Juan, tuvo que quedarse completamente desnudo. El muy estúpido, tras quitarse los calzoncillos, se permitió hacer unos giros de cintura en mi dirección. Me pilló de sorpresa y me dio con su polla en la cara. No me hizo daño, pero me sentí un poco avergonzada, aunque a todos les hizo gracia. Después se sentó sin ocultar nada.

Poco a poco se fueron sucediendo los desnudos de todos. Le siguió otro chico y – como no – me tocó a mi ser la primera en quedarse en pelotas. Sólo me quedaba la falda, mi sujetador ya había volado, y Juan, muy amable esta vez, se ofreció a quitármela.

Algún chico carraspeó cuando mi coño quedó a la vista. Parecía que les gustaba su visión. Todos estaban concentrados en él. No se si por ser el primero que quedaba a la vista o por lo despejadito que estaba.

La mayoría estábamos desnudos. Sólo quedaban dos chicas en bragas y un chico en calzoncillos. La mayoría de las veces no se podían quitar ropa porque no quedaba, así que se sustituía por besar al jugador anterior. Descubrí que no era la única que se depilaba el chocho como un bebé.

Marta y Carlos nos dieron un espectáculo ya que, una vez que ambos estaban sin ropa, Carlos tuvo que sustituir la prenda por un beso y le dio un morreo acompañando de un manoseo de coño donde todos pudimos apreciar a Marta demasiado “abierta” para la ocasión.

En cada vuelta se apreciaba más el acaloramiento de los jugadores. Los chicos difícilmente podían disimularlo y algún jugador, chicos y chicas, además del beso con más o menos pasión se permitían llevar la mano a zonas más sensibles.

De repente Paula detuvo el juego.

-          Esto se está volviendo monótono. – dijo - Vamos a jugar a otro juego.

Aquello no me parecía precisamente soso, aunque enseguida comprendí los motivos. Todos mirábamos esperando que dijera cual. Al fin y al cavo era su cumpleaños.

-          Tal y como estamos, los chicos se tumban desnudos, boca arriba, haciendo un círculo, con la cabeza en el centro. Cada una nos sentamos sobre el que está a nuestra derecha, sobre su polla. Ponemos un cronometro que suena cada dos minutos y hacemos el cambio al siguiente. Gana la primera que consiga que uno se corra.

Los chicos se pondrán un antifaz y así no sabrán quien está encima.

¡Ese era el juego especial que había mencionado! El que acabábamos de hacer no estaba a la altura de Paula.

En ese momento, las chicas, incluida yo, llevábamos encima más alcohol que sentido común. Imagino que al igual que yo, todas estaban también muy cachondas. Básicamente consistía en masturbar al chico a la vez que lo hacía una misma.

Ninguna se negó y los chicos, vista la rapidez con que cogieron los antifaces que les dio Paula, lo que tenían era prisa por jugar.

Se tumbaron como había dicho Paula y se colocaron el antifaz. Alguno se tocó la polla como preparándola para el evento.

Paula ajustó un reloj que ya tenía preparado y lo colocó dentro del circulo, sobre la cabeza del chico que le correspondía y se colocó de pie con las piernas abiertas a la altura de la cintura del chico.

Las demás fueron imitándola. Alguna incluso balanceándose. Yo lo hice sobre Juan.

Podíamos ver a todos. No pude evitar mirar a los componentes del circulo y en concreto los lugares donde tendría que sentarme para hacerme a la idea. Había variedad de tipos. De todo el grupo había uno, más cerca de mi izquierda, con una polla enorme. Me imaginé lo que sería sentarme encima…, aunque faltaba mucho para llegar a él.

Paula se arrodilló, cogió la polla del chico y la inclinó hacia la cabeza. Después se sentó sobre ella, bien centrada en su coño, aplastándola contra él. Podía verse el capullo sobresaliendo, grueso y rosado.

Todas fuimos imitándola. Me senté sobre Juan. Moví su pene sin delicadeza y lo posicioné. No me había percatado de que yo estaba más abierta de lo que me imaginaba. Mis labios rodearon su miembro y mi clítoris tocaba ligeramente su glande. Si me despisto, se me mete dentro. Juan también se movió acomodándose e incluso hizo un vano intento por metérmela aprovechando mi colocación.

Paula se inclinó hacia el reloj y apretó un botón a la vez que gritó ¡Comienza! Y empezó a moverse adelante y atrás masajeando al chico y a sí misma.

Las demás la imitamos poco a poco. La mayoría se movía lentamente e incluso alguna con reparo, no sé si por el chico o porque dudaban de su propia reacción.

Yo hacía como todas. Me llamaba la atención que la piel de Juan me siguiera en el movimiento. Observé que su glande se escondía y brotaba de nuevo al moverme. Un fino hilillo transparente y denso, como de lubricante, salía de su miembro. Movía aquello con mis labios internos que, como siempre que me excito, habían aflorado escandalosamente.

Sonó el reloj. Habían pasado los dos minutos y se produjo un jaleo de chicas desorientadas. Algunas se levantaron pronto y empujaban a las que habían reaccionado tarde en su nuevo puesto. Nos reíamos a carcajadas no se si de emoción o de desconcierto.

Cada una nos enfrentamos a un nuevo chico. Unas se tomaba el juego muy en serio, las más competitivas, y se notaban su deseo de ganar. Se movían de un modo compulsivo, como con prisa por lograr el objetivo. Alguna hacía trampas y se metía la polla dentro. Nadie se quejó del incumplimiento de normas.

Otras, se notaba que lo hacía por su propio placer. La que me había parecido sensata y alguna otra más, jadeaban en cada movimiento. En ese momento fui consciente de yo me mordía ligeramente el labio inferior.

Fuimos pasando de uno a otro. Una dio una falsa alarma. Otra le explicó que aquel líquido transparente no era semen, que lo tenía a punto, pero no. Una red de hilillos, como el de Juan, rodeaban su polla. Sonó la señal de cambio y perdió su oportunidad, pero seguro que se fue mojada.

Tenía dudas sobre si yo podría acabar la primera ronda sin tener un orgasmo.

Cuando me tocó el chico de la polla grande me estuve preguntando si aquello me cabría. En la siguiente vuelta salí de dudas. No sé si fui consciente o no, pero me la encontré muy dura y vertical y, sin dudarlo, me dejé caer encima. Al principio encontró un pequeño obstáculo, pero luego entró sin problemas. Me sentía casi ardiendo con aquello dentro, pero orgullosa. Por un momento pensé en lo bajo que habíamos caído, aunque enseguida deseché el pensamiento.

Fuimos cambiando de chico y llevábamos varias vueltas cuando el de la polla grande se corrió. La mosquita muerta de la sensata había conseguido vaciarlo. Se levantó celebrándolo con alborozo.

Paula, para continuar el juego, dictaminó que era la ganadora pero que había que hacer un ranking con todos. Los chicos jalearon la decisión y más de una dejó clara su alegría.

Continuamos con el juego. Pude apreciar que la mayoría había modificado el juego y ya no se sentaban encima, sino que, directamente, se la metían dentro.

Algún chico también utilizaba sus manos para acariciar a las chicas manoseando sus tetas o la parte superior de su coño.

Como no podía ser de otro modo, por fin una chica empezó a dar grititos a la vez que se encogía sobre el chico. La que se corría era ella, aunque el chico fue a continuación. La chica, con la voz entrecortada, reclamó su segundo puesto.

Paula abrió una nueva categoría y nombro al chico como ganador por hacer que ella se corriera.

Así se fueron sucediendo las corridas de los chicos y los orgasmos de las chicas. Paula controlaba lo que podía aquel desmadre de calificaciones mientras se movía sobre el que le tocaba.

Juan no tardó mucho en descargarse y me pareció delirante que fuera también con la sensata.  ¿Qué tenía esta chica entre las piernas?

A mí me llegó el orgasmo con uno normalito. No suelo ser muy aparatosa, normalmente me encojo sobre mí misma y me dan unos tembleques a la vez que segrego un poco de líquido. Sin embargo, en ese momento, sentí que el líquido me rebosaba. Era la primera vez que tenía un orgasmo tan intenso. Tardé un poco en darme cuenta que parte de ello era el chico que también se había corrido.

Seguimos el juego hasta que estuvo casi completa la lista de chicos y chicas. Los últimos, los que mas resistían, siguieron por su cuenta intentándolo mientras el resto contemplábamos las maniobras de las dos parejas que quedaron. Los chicos, ya sin antifaces, siguieron hasta satisfacerse.

El cumpleaños fue un éxito. En la semana siguiente cumplía años uno de los chicos… Quedamos en celebrarlo ese sábado en el mismo lugar.

Todo un éxito de organización.