El Juego (III)

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El Juego (III)

Ya iba para un mes que Valeria ignoraba por completo mis textos y llamadas, yo no entendía porque la seguía buscando, si la verdad era mi oportunidad para aprovechar, estaba saliendo airosa de algo que podía convertirse en un gran drama.

Pero por supuesto siguiendo mi naturaleza incoherente tuve que ir a buscarla. Aparque la moto afuera de su consultorio.

Al salir del edificio se acerco a mí.

  • ¿Qué haces aquí? – pregunto casi molesta.

  • Estaba preocupada por ti. Va mucho que no me respondes mis textos o llamadas.

  • No tengo nada que responder, te pedí que no me buscarás – se alejó de mi y se acercó a su auto. La seguí.

  • Ni si quiera me diste una razón – busco mis ojos totalmente ofuscada.

  • ¿Te parece poco que trabajo con tu novia? Ve a estar con ella y déjame en paz. – se introdujo en el auto y yo partí en mi moto.

Iba a salir con una chica que conocí en el gimnasio pero no me hallaba de humor, ver a Valeria me hizo desearla más. Salía de una larga ducha cuando veo la luz de mi celular encendida, una llamada perdida.

Era Betania, la llame.

  • ¡Al fin apareces llevo rato llamándote! – de fondo se oían rancheras o algo así.

  • ¿Pa’ que me buscas? ¿Estás enguayabada por mi o qué? – reí, ella hizo lo mismo pero con sarcasmo.

  • Yo no. Ven a recoger a tu loca.

  • ¿De qué hablas?

  • Ven a buscar a Valeria que esta doblada de la pea chica, anda despechada por ti. Estamos en mi casa. ¡Muévelo!

Colgó. Creí que era alguna clase de ardid de su parte pero aun así fui.

Segundos tras haber tocado el timbre, abrió la puerta.

  • ¡Al fin llegas! Pasa – lo primero que percibí tras el sonido de lo que ciertamente eran rancheras, fue el olor intenso a vodka - ¡Allá esta! – me señalo el sofá.

Era cierto, Valeria estaba semi dormida y con la blusa algo desabotonada  y ahí fue que note que Betania tenía el pantalón desabrochado. No pude evitar carcajearme ante la escena.

  • ¿Esta es tu idea de aprovechar el caos que yo generaría en Valeria? Jajaja.

  • ¡Cállate y llévatela! – tomo un profundo trago de su bebida.

  • ¡Valeria levántate! ¡Vamos! – la verdad no reaccionaba mucho.

  • Betania y tu ¿qué? ¿La emborrachaste para ponerla fácil? – me miro enojada.

  • Yo no necesito hacer eso, ella solita se embriago, no soltaba la botella ni paraba de hablar de ti – la mire sorprendida – así que eso la hace tu problema.

Negué con la cabeza, alzando a Valeria para arrastrarla hasta el carro y terminar en el sofá de mi casa.

No puedo negar mi ligera satisfacción ante el pedal que le acababa de hacer a Betania, ¡así aprenderá!

Asumiendo que un café la reanimaría, le prepare uno, pero no se lo bebía, me pedía licor.

  • Alessandra – miro a su alrededor - ¿Cómo llegaste aquí?

  • Deberías preguntar como llegaste tu aquí – sonreí – bebe tu café.

Me senté a su lado. De inmediato se recostó de mi hombro.

  • Tengo nauseas – me dijo alejando el café que le ofrecía.

  • Deberías beberlo para que despiertes un poco.

  • ¿Y si no quiero despertar? – me reí.

  • ¿Por qué no querrías hacerlo? – guardo silencio.

Se mantuvo renuente ante la idea de beberse el café por lo cual la lleve a mi habitación, para que descansara. Tomo asiento en mi cama, difícilmente manteniendo un poco el equilibrio, observaba sus botas de tacón como si desease quitárselas. A mí me generaba ternura su cara de perdición.

Me acerque a quitárselas.

  • Gracias – balbuceo.

  • Tranquila.

  • Alessandra – la mire y se quedo callada, así que continúe con mi labor – creo que – volví a mirarla y se quedo callada de nuevo. Hizo un gesto de afirmación con su cabeza y me puso la mano sobre el hombro izquierdo. – ¡yo me enamore de ti! Y sabiendo que no debía permitirlo – la mire confusa – pero tu…tu…tu – balbuceo a medias.

La recosté y le pedí que guardara silencio, que descansara.

Estaba semi dormida y le comenzó un hipo de borrachita que me hizo reír.

Mi tenue risa logro despertarla, me pidió que me acercara. Me recosté a su lado; ella con una agilidad admirable para alguien en su estado, se coloco sobre mí. Se quito la camisa y mis manos inevitablemente fueron a su cadera. Se acerco a mis labios.

  • ¡Hazme el amor! – susurro tras el beso.

  • No creo que sea buena idea – dije con calma.

  • ¿Por qué? – pregunto pasando la mano por mi pecho, inclinándose de nuevo en busca de mis labios. Pero a mitad de la vía se mareo, se levanto y corrió hacia el baño.

  • Por eso – dije hallándome a solas.

Tardo un largo rato en regresar, su cuerpo estaba depurándose de todo el alcohol consumido. Cuando al fin salió me asegure que se acostara.

La observe un poco mientras dormía, en sus gestos se notaba que luchaba contra las nauseas para poder conciliar el sueño, era desagradable y aun así se veía bonita.

Fui a la cocina por una cerveza. Andrea entraba sigilosa.

  • ¡Aja! Alguien está llegando tardecito ¿no?

  • ¡Verga me hiciste pegar un brinco! ¿Qué haces despierta? O mejor dicho, ¿Quién te tiene despierta?

  • Valeria

  • ¿Qué?

  • Si, yo estoy igual créeme.

  • Bueno mañana me cuentas, debo dormir.

  • Jajaja claro, asumo estas cansadita también.

Me miro con picardía y se metió en su cuarto. Yo permanecí en la sala bebiendo.

¿Será cierto eso que dicen que borracho no miente?; esa revelación de Valeria complicaba mi cabeza, mi cabeza que por lo general está perfectamente tranquila.

No podía parar de preguntarme si acaso yo sentía lo mismo; y no quería sentirlo, no debía sentirlo.

El sonido de la puerta de mi habitación abriéndose me despertó de la pequeña siesta que tomaba.

Valeria salía con una cara de ratón memorable.

  • Buenos días – me dijo con gestos de pena.

  • Hola, ¿te sientes mejor?

  • La verdad no mucho – sonreí, nos observamos a los ojos, ambas sabíamos que ahora algo estaba distinto.

  • ¿Quieres algo de comer o beber?

  • No, me repugna la idea, ¡Gracias!, mejor me voy a mi casa.

  • Déjame llevarte.

Creo que solo permitió que lo hiciera porque se sentía en exceso mal, de lo contrario hubiese huido de mi; todo el camino la pasó con los ojos cerrados, en silencio, asumo el movimiento del carro la tenia mareada; yo no podía adivinar una palabra para decir.

Vacilo un poco antes de bajarse pero al fin tomo la decisión de hacerlo simplemente me arrojo un frio “gracias”.

La vi adentrarse a su casa y me fui a dormir un poco.

Ese fue el último día que supe de ella y el primero en el cual comencé a pensarla de este modo tan intenso.

Par de semanas luego llego el “party” de una de las amigas de Mercedes, Wendy, con la chequera de su padre alquilo casi la disco completa para poder albergar a sus amigos; como era de esperarse Mercedes me obligo a acompañarla.

La música del sitio no era exactamente de mi gusto pero al menos no era reggaetón.

Me fijaba en la decoración barcelonista del lugar cuando Mercedes me tomo del brazo.

  • ¡Vamos! Nos apartaron lugar – asumiendo que ese lugar seria con Wendy di mis pasos tras ella, pero no, era con Valeria y una chica que la acompañaba.

Pude sentir con desgracia como todo en mi cuerpo se aceleraba al verla.

Nos sentamos a conversar y al pasar los minutos iba notando como las caricias furtivas que le hacia la chica a Valeria eran dignas de una relación de pareja. A mí, para ser sincera, me hervía la sangre de envidia.

Los tragos aumentaban entrada la noche y mi libido tomaba sin resistencia el control de mí, mi mirada se cruzaba con la suya confesándole lo deseosa que estaba por besarla, por hacerla mía de nuevo.

Me regalaba tímidas y ocultas sonrisas antes de evitar el contacto en nuestro mirar de nuevo. Podía sentirlo, ella me deseaba de igual manera.

Me sentía inmersa, tal vez, en alguna maravillosa canción de Caramelos De Cianuro.

La chica, Cristina, creo que se llama la novia, saco un paquete de cigarrillos. Beso a Valeria y se excuso para salir un momento.

  • ¿Puedo acompañarte? ¡Se me antoja uno! – apresuro en decir Mercedes. La mire casi agradeciendo su partida.

  • Vale.

Me dio un pico y partió.

Solo la miraba; la sentía, mejor dicho, la sabía mi presa. Toda la situación  me                                              tenía muy excitada.

  • ¿Por qué me miras así?

  • Me hacen falta tus labios.

  • ¡Tienes los de Mercedes!

  • ¡Yo quiero los tuyos! – me miro analítica.

  • No me mires así, harás que olvide el cuando y donde estamos.

  • Quédate quieta, además no creas que no sé porque se reaviva tu interés en mí.

  • Y ¿Quién dice que mi interés en ti alguna vez ha muerto? – se burló.

  • Es porque me vez con alguien más. – culminó. Me reí.

  • Nunca he dejado de desearte, ¡la verdad considero que cada vez te pienso más!

Quise decir alguna tontería más pero me vi interrumpida por la llegada de nuestras acompañantes.

Valeria se levantó con la excusa de buscar más birras, y yo la seguí para ayudarla.

Se recostó de la barra en busca de atención. Mi mano se ajusto a su cintura y me acerque a susurrarle lo bella que estaba y lo caliente que me tenía. Sentí su piel erizarse y aun así me alejo con cierta brusquedad.

  • ¡Compórtate! Lo nuestro ha terminado – colocaron el sifón de cervezas sobre la barra, lo tome y me abrí paso hacia la mesa de nuevo.

Mientras más bebía, mas deseaba estar a solas con ella, desnudar su curveado cuerpo, sentir su excitación latir en cada rincón de su piel pero no tenía muchas esperanzas de que eso sucediera.

Darían las 4am tal vez, cuando de nuevo mi vejiga pedía alivio de la cerveza. Honestamente estaba un tanto mareada ya y hacía rato que no intervenía en la conversación. Me levante y excuse para ir al baño. Qué alivio es orinar tras un par de buenas frías.

Abrí la puerta del baño, intente salir y ella me empujo de nuevo hacia adentro.

Valeria ataco mis labios adentrándose ella también en el pequeño espacio; mi cuerpo sintió su presencia de inmediato. Cerré la puerta y con cierta rudeza la pegue contra la pared. Los besos apasionados me llevaban a un nivel de adrenalina y excitación espectacular. Mordía su labio al tiempo que casi reventando su pantalón buscaba sentir su intimidad, la vasta humedad y temperatura elevada me exigían que no perdiese más tiempo, que la hiciera mía. Sus gemidos perdían el control cerca de mi oído.

La sentí llegar y aun así no pude detenerme ni ella me detuvo. Seguí penetrándola con ritmo e intensidad hasta sentirla empapar mi mano de nuevo.

Me alejó y con algo de torpeza buscaba abrochar su pantalón.

La besé, esta vez con más delicadeza y me fui.

De regreso a la mesa parecía que ninguna de las dos había sospechado sobre nuestra tardanza, además Valeria tardo un par de minutos más en volver.

Wendy mucho más tomada que yo, paso por todas las mesas tomándose fotos con sus ocupantes. Cuando llego a la nuestra me encontraba muy distraída discutiendo alguna tontería a lo que Mercedes aprovecho de besarme justo en el momento en el que se encendió el flash de la cámara para capturar la imagen y así quedo.

Valeria de inmediato educadamente se negó a sacarse alguna foto y le exigió a su acompañante que la llevase a casa pues ya estaba mareada. Evito el contacto conmigo en todo momento y simplemente se fue.

Yo decidí irme también, ya sin ella no tenía mucho sentido permanecer allí.

Mercedes obviamente partió conmigo.