El juego había cambiado - 2

¡Qué cerca estoy de la locura!

LOS JUEVES SON PARA VIVIRLOS - 2

El juego había cambiado, ¿ahora ya formaba parte del juego?

Cuando me desataron todos estaban expectantes y a la vez sonrientes esperando mi reacción o en todo caso, mi respuesta. Y esa actitud implicaba hacia mí mayor humillación si cabe, había sido engañado. Los miré casi sin expresión alguna, me limité a verlos pero ni una sola palabra salió de mi boca. Levanté mis calzoncillos, mis pantalones y limpié como pude el esperma que se había esparcido por mi cuerpo. Salí de aquella maldita habitación y me fui en busca de la que había compartido con Susana.

Ésta, de igual forma, se vistió lo más rápido que pudo, teniendo en cuenta que también estaba desnuda, y corrió tras de mí; cuando entró en la habitación que por unas horas habíamos compartido me vio haciendo la pequeña maleta, sin prisa pero sin pausa, con una cadencia que parecía más bien estudiada e hiriente, especialmente para mí

  • ¿A dónde vas, Alberto?

No respondí, es más casi podría decir que no la escuché, estaba aturdido, me sentía huérfano de personas y de sentimientos. El estado de desconcierto en que me encontraba me impedía pensar e incluso casi me costaba más el decidir, quizá fuera ese el motivo por el que estaba recogiendo la ropa con tan poca fuerza y escasa vitalidad. En ese momento, Susana, se acercó a mí en demasía hasta el punto de mover mi cuerpo para que despertara de mi extraño letargo y respondiera a su pregunta, quizá con la sola intención de hacerme bajar al mundo real, al que estaba pisando. Y mi reacción fue no sé si estúpida o lógica, lo cierto es que ahora fui yo el que empujó a Susana lejos de mí por lo que apareció en sus ojos un destello por la sorpresa o por el miedo, no sabría cómo definirlo.

Ante el grito que dio por mi reacción, salieron rápidamente y casi desnudos tanto Bea como Dani.

-Tranquilo Alberto -me dijo Dani mientras ponía su mano en mí.

Cuando noté que las manos de éste se posaban con fuerza sobre mi hombro y sobre mi brazo respondí de la única manera que en ese momento mi otro yo ordenaba, con un fuerte puñetazo que impactó en su cara al mismo tiempo que noté en mis dedos cómo crujía su nariz, al que se unió un desgarrador grito de dolor. Con paso firme pero tranquilo abandoné la habitación, bajé las escaleras y salí de la casa.

Cuando entré en el coche me aislé con los seguros de las puertas, cerré los ojos y comencé a respirar como me había enseñado mi sicóloga con el fin  de poder controlar mi furia, y sonreí aunque maldita sea la gana que tenía de hacerlo. Pasados unos largos minutos en donde los latidos del corazón comenzaron a serenarse, arranqué con destino a ninguna parte, atrás quedaba mi desconcierto por unos hechos que no fueron buscados por mí.

Recorrí los caminos de tierra y polvo a una excesiva velocidad motivo por el que estuve a punto de salirme en sitios poco recomendables por su peligrosidad, por lo que no tuve más remedio que serenarme si no quería terminar mal y así, de forma súbita, comencé a hacer todo lo contrario, sin apenas pisar el acelerador y dejándome llevar con la sola inercia del motor. Cuando llegué a la carretera me estremecí pues no había sido consciente de que había recorrido todo ese camino en una conducción mecánica, es como si lo hubiera hecho con los ojos vendados, no tenía noción, ni tan siquiera, de dónde estaba.

Mientras, en la casa rural, unos desconcertados y asustados personajes intentaban ayudar a Dani. Carreras, chillidos y maldiciones pues éste no dejaba de decir que mataría al cabrón de Alberto.

-Lo voy a matar. Juro que mataré a ese cabrón –no dejaba de repetir.

Mientras, tanto Bea como Susana no sabían a dónde acudir o qué hacer. Si bien optaron por intentar ayudar a Dani que sangraba copiosamente por la nariz sin dejar de pensar en mi reacción, y eso lo puedo entender en su novia pero que mi mujer también estuviera a su lado es algo que me pasaría factura con el tiempo. Nunca me habían visto así. Nunca esperaron esa reacción violenta, y les preocupaba haber llevado el maldito jueguecito demasiado al límite.

Antes de incorporarme a la carretera me detuve unos minutos, apagué el motor y comencé a llorar sin aparente motivo o con toda la razón del mundo, que cada uno juzgue. Cuando volví a calmarme no tuve más remedio que cerrar los ojos pues me dolían porque se estaban resistiendo a retomar el camino. Al mismo tiempo, cada vez que los cerraba, las imágenes de lo vivido venían a  mi mente y ésta, a su vez, traía palabras y sonidos que me provocaban más rabia y más dolor. Había momentos en los que me angustiaba perder a Bea, había momentos en los que me planteaba volver a por ella e irnos los dos juntos, y había momentos en los que sentía la necesidad de arrojar la toalla y no volver nunca atrás la mirada. ¿Cuál era la opción correcta? Todas me dolían, ninguna me parecía justa en ese momento.

Arranqué el motor e inicié el regreso, ahora sí, totalmente consciente de dónde estaba y a dónde quería ir, sólo me separaba una hora de mi casa.

Llevaría alrededor de veinte minutos conduciendo cuando volví a perderme en negros pensamientos. No entendía por qué me había traicionado Bea, ¿si nuestra relación era de envidia para los demás por qué no lo era para ella, por qué no me había dicho nada, por qué tuvo que engañarme?, si tan siquiera con haberlo hablado hubiera aceptado, si nunca le he negado nada. Maldita sea, Bea, por qué lo has hecho. Y pisé el acelerador sin ser consciente de que lo estaba haciendo hasta el punto que llegué a cerrar los ojos para abrirlos cuando ya era demasiado tarde, me había salido de la carretera y el coche, sin llegar a caer en zona excesivamente peligrosa sí que dio varias vueltas de campana. Lo único que recuerdo es sentir un fortísimo dolor en mis piernas y en mi costado. Lo siguiente fue la fría habitación de un hospital, cables por todos sitios, y a mi lado, la de siempre, mi madre, y al fondo de aquel reducido espacio, Bea.

Chillidos de alegría cuando vieron abrirse mis ojos y que había vuelto a la vida, al poco supe que llevaba tres días con la consciencia perdida y malos augurios en cuanto a mi futuro que al final no se concretaron. Mi madre se abrazó a mi cuello hasta costarme respirar, acaricié su cabello de la misma forma que ella lo hacía con mi cara, sus lágrimas mojaron mis ojos y mis labios hacían lo indecible por limpiarlas de los suyos. La pobrecilla era tan discreta que aunque sintiera la necesidad de estar toda la tarde abrazándome era consciente de que era el turno de mi mujer, por lo que con una mezcla de alegría y pena se salió al pasillo. Justo en ese momento, Bea intento besarme y mi respuesta fue la de alejar la cara de sus labios.

*

Cuando estuvimos frente a frente, una desconcertada Bea comenzó a  llorar

-¿Por qué, Alberto?

-¿Que por qué?, ¿acaso no has sido capaz ni tan siquiera de hacer un examen de conciencia? Me engañaste.

-Yo quería hacer realidad lo que tantas veces habíamos deseado en nuestras fantasías y en nuestros sueños.

-¿Por qué no hablaste conmigo?

-Yo quería sorprenderte, darte el empujoncito que te costaba tanto dar.

-Y ya de paso le dabas un homenaje a tu cuerpo sin importarte si me humillabas.

-Yo nunca quise humillarte ni hacerte daño, no fui consciente en ningún momento, salvo cuando te fuiste, que aquello nos había superado. De verdad que lo siento, de verdad que lo borraría si pudiera pero  ya no puedo hacerlo y tendré que vivir con ello mientras no me perdones.

-Ahora mismo me es imposible poder hacerlo, fue tanto el dolor y sobre todo fue tanta la humillación que sufrí que me angustia sentirte cerca. Y tranquilízate que en absoluto te voy a culpar por mi estado actual, aquí el único culpable fui yo por perder el control del coche.

Bea no se retiró de mi lado todo el tiempo que estuve en el hospital ni tan siquiera se separó de mi lado ante mi insistencia para que fuera a casa a descansar. He de reconocer que aquella actitud ablandó mi duro corazón y comencé a sentir por ella el inmenso amor que siempre había tenido por mi pareja y relajé mis labios y volvieron los besos. Ella volvía a ser la de antes, aquella de la que me había enamorado, aquella que me hacía tan feliz. Por momentos, dudaba de si todo aquello que tanto daño me había hecho habría sido real o habría sido un mal juego de mi mente.

Y a aquellos durísimos días de hospital siguieron otros no menos duros de rehabilitación física y síquica y ella siempre a mi lado. Y volvieron los mimos y las caricias, las complicidades, los sueños y las fantasías menos aquellos de índole sexual y que en otros momentos significaron tanto para nosotros, por ahora no queríamos volver a meter a nadie más en nuestra cama, bastante hacíamos con hacerlo nosotros solos en mis condiciones tanto físicas como mentales.

Sí, he de reconocerlo, me sorprendía Bea pues a todas horas se mostraba incansable, demostrándome de forma permanente que estaba a mi lado y que mi sufrimiento era el suyo; sinceramente pienso que no dejaba de sentirse culpable tanto por lo que ocurrió en aquella casa rural como por el accidente que sufrí con el coche.

Un día me dijo que Susana, la que para mí era su toxica amiga, le preguntaba constantemente por mi salud, que ella quería venir a verme pero que no se atrevía que por eso me pedía permiso para hacerlo. Yo le dije que no me apetecía en absoluto volver a encontrarme con ninguno de ellos pero que lo aceptaba puesto que era su mejor amiga y como tal entendía que siguiera teniendo un contacto tan directo en persona o a través del móvil, y que sin satisfacerme en absoluto, no me importaba que viniera a casa pero sólo ella. Eso era innegociable. Me dio las gracias, siempre lo hacía aunque últimamente ya era casi cargante.

Luego, cuando me encontraba a solas, no tenía más remedio que reconocer que de todo lo que había pasado, los únicos momentos agradables habían sido con Susana. Ella fue un apoyo importante y me hizo entenderlo de alguna manera, hasta que exploté de la forma tan visceral como lo hice; pero, en una nueva contradicción en mí, volver a tener un acercamiento a ella sería volver a tener cerca de mí a Dani y su recuerdo, así que preferí decirle a Bea que no quería saber nada de ella o, en todo caso, lo justo.

Y una tarde se presentó en casa acompañada de mi mujer, se la veía inquieta y bastante nerviosa aunque ¿qué podía echarle en cara si yo consideraba que ella al igual que yo habíamos sido comparsa en la representación que tuvo lugar en aquella casa del terror?

-Hola, Alberto, ¿cómo te encuentras?

-Mucho mejor, gracias.

-Siento muchísimo todo lo que pasó.

-Más lo siento yo que fui el afectado.

-Ya…, supongo que tienes toda la razón

-¿Supones?

-No, bueno, es así como dices

La conversación estaba resultando extraña, cortante, casi indeseada, todos éramos conscientes de ello y Bea la que más lo estaba sufriendo por eso intervino intentando dar un toque de normalidad, por mi parte intentaba mantener la frialdad y la distancia

-Bueno, Alberto, no sé si te dije que Susana ha encontrado trabajo en Málaga.

-No, no sabía nada

-Pero la perra ha tenido mucha suerte y podrá venir todos los fines de semana pues el viernes va a teletrabajar con lo que desde el jueves estará en su casa.

-Me alegro por ella.

Aquello no despegaba por lo que decidieron irse a la terraza para enseñarle unas nuevas plantas que había comprado mi mujer. Si he de ser sincero, lo agradecí enormemente. Me estaba costando horrores poner cara de niño bueno, mucho más de lo que imaginé cuando me plantee volver a la normalidad, no ya por las heridas físicas, que también, sino por las heridas morales que sufría, muy difíciles de curar. Así que volver a encontrarme con aquella persona que había formado parte de mi ruina afectiva no era precisamente algo que me enloqueciera de alegría,  por lo que cuando Bea le dijo a Susana que se quedara a tomar unas tapas de merienda-cena me dio tanta rabia que les dije que me encontraba con un fuerte dolor de cabeza y por ello me retiré a mi habitación. La cara de ellas era poco menos que un poema pues apreciaron mi malestar y mi desprecio. ¿Era justo? Supongo que no pero me encontraba en un momento de mi vida que había dejado de preocuparme lo que los demás creyeran o sintieran, por fin estaba pensando en mí antes que en nadie. Cuando Bea se acostó me dio las quejas,

-No entiendo por qué te has mostrado tan descortés con Susana, ella simplemente quiso romper distancias, ser agradable y que supieras que sentía lo que te está pasando.

-No es preciso que rompa nada, así cómo estamos, estamos bien. Ella en su casa con su Dani y yo en la mía, contigo. Por cierto, el compromiso era que pudiera venir no que se quedara a cenar.

-Hombre, tampoco pensé que fuera algo tan grave mostrarle algo de cortesía invitándola a tomar algo.

-Está muy bien que quieras cultivar vuestra amistad pero a mí déjame al margen.

-Nosotras no pretendíamos molestarte sino todo lo contrario hacerte compañía, disculparse si es que algo te había herido y retomar un pequeño contacto contigo.

-Ah, muy bien. Por cierto, no te he preguntado por tu íntimo amigo Dani –esto último con un cierto retintín.

-No sé qué quieres que te diga salvo que tuvieron que aperarlo.

-¿Y?

-Nada que ya está bien aunque ya te lo he dicho muchas veces, él no era culpable de nada, la única culpable fui yo.

-Sí, es cierto, ya me lo has dicho muchas veces. Por cierto, ¿lo has consolado?

-Alberto, qué quieres decir con eso.

-Nada, que como el pobre estará muy dolido igual que Susana ha venido a darme calor aunque aquella noche intentó darme mucho más que eso, igual tú habías hecho lo mismo con él, al fin y al cabo tú sí llegaste a materializarlo.

-No sé lo que pretendes insinuar, yo hice lo que pensaba que tú querías que hiciera pero me quedó claro que estaba equivocada y he intentado corregir ese error, de verdad, ya no sé qué hacer para que lo entiendas, para que lo veas, para que me creas.

-Por dios, Bea, claro que te creo, es más te creo tanto que yo nunca te prohibiré que te acerques a él, que incluso te acuestes con él, pero que tengas claro que si por el motivo que sea llega a mis oídos algo que no deba o si veo con mis ojitos algo prohibido por esas imaginarias rayas, sin que yo te haya prohibido nada quiero que sepas que ahí se acabó todo.

-Me ofende que pienses que haría algo así.

-Más me ofendió el que lo hicieras.

Tardé casi tres meses en volver a una cierta normalidad, ya no precisaba casi de su ayuda, salvo en el momento de la ducha en el que perdía algo el equilibrio, mis piernas y mis brazos, al igual que mis costillas se encontraban muy sanadas, sin embargo a mi alma le quedaba mucho trecho por recorrer y a mi mente se me hacía casi imposible poner fecha.

**

No fui consciente del daño que le hice hasta que vi sus consecuencias, de verdad que lo quiero con locura, siempre ha sido así aunque a él, ahora, le cueste entenderlo.

No podemos buscar culpables cuando en realidad lo fuimos ambos y también las circunstancias que nos rodeaban. Habíamos hecho de las fantasías una realidad constante, no había día en el que no hiciéramos el amor siendo más de dos en la cama, y de la misma en más de una ocasión habían sido participes tanto Susana como Dani. Quizá las señales que llegaban por parte de Alberto me llevaron a equivocación y eso supuso imaginar que estaba deseando hacerlo realidad sin atreverse a ello y por esa circunstancia lo empujé para convertirlo en realidad  cometiendo el error de no contárselo  sino cuando ya era un hecho consumado.

A Susana la conozco desde hace muchísimo años, vamos que ambas nos hemos visto crecer los pelos del coño desde que salieron, y sí, también tuvimos nuestros escarceos amorosos, un impúdico lésbico, un desvergonzado trío que luego dejaron de ser un para convertirse en unos. Sí, mi vida sexual al lado de ella tuvo muchas hojas de un calendario, y claro, el ella se terminó por convertir también en quien fuera su pareja. A veces me planteaba si no estaba entregada en exceso a mi amiga pero esas elucubraciones se borraban de forma inmediata cuando volvía a estar entre sus brazos o entre los de su pareja, en los últimos tiempos, Dani. Y fueron tantos los jueves que desfloramos que aquello se convirtió en una rutina y en una necesidad, simplemente con decir aquellas palabras mágicas me estremecía, LOS JUEVES SON PARA VIVIRLOS , contraseña para decir, sin que nadie lo supiera que volveríamos a estar juntos bajo las sábanas.

Sí, aunque cuando comencé mi relación con Alberto, reduje de forma drástica mis devaneos amorosos, no es menos cierto que Dani seguía formando parte de mi vida pues Susana me dejó muy claro que ellos tenían una relación abierta y que le encantaba saber que Dani estaba encoñado sexualmente conmigo y que por consiguiente yo entraría siempre  que él quisiera en su cama pues ella estaba dispuesta, que no me hiciera mala sangre porque lo que Dani tenía muy claro es que él no rompería nunca una pareja y puesto que yo estaba con Alberto él no haría nada en contra nuestra, que lo que más deseaba es imaginar que mi marido también llegaría a formar parte de nuestras andanzas.

En una de tantas tardes explorando nuestros cuerpos, después de la batalla y mientras nuestros corazones recobraban el sosiego, me expusieron que poco a poco fuera metiendo en las fantasías que teníamos Alberto y yo a nuestros amigos, a ellos, y que viera cómo respondía mi pareja. Y así, llegado el momento les dije que consideraba que estaba preparado aunque no había forma de que él quisiera dar el paso por lo que en aquel extraño consenso de cama, decidimos que le daríamos ese empujoncito engañándolo y si veíamos que respondía bien, seguiríamos sin echarnos atrás, ahí surgió el fin de semana en la casa rural.

Y así lo hicimos pues observábamos o, al menos queríamos ver, que aunque desconcertado, él seguía el guion que le habíamos marcado desde el inicio del juego. Quizás lo único que no estaba planificado y que igual fue el detonante de su marcha fue el obligarlo a presenciarlo cuando estaba atado. En ese momento no me di cuenta pero creo que fue demasiado humillante para él y yo no fui capaz de verlo, como tampoco estuve a su lado cuando decidió marcharse y preferí quedarme con un malherido Dani porque el grito que dio fue ensordecedor y desgarrador, se me encogió el estómago pues me aterrorizó imaginar que Alberto podía hacerme algo. ¡Qué equivocada estaba, él nunca me haría daño!


El final de aquel suplicio estaba cercano, nuestra vida había vuelto a la tan deseada normalidad, por mi parte, al trabajo, gimnasio, alguna cervecita y la escapada semanal al campo. Bea se mostraba aún temerosa de que algo pudiera enturbiar nuestra relación pero sin embargo yo volví a poner toda mi confianza en ella. Nunca le pregunté a dónde iba, qué hacía o con quién, salvo que ella me lo dijera.

Estábamos en otoño, las tardes eran cortas y la luz se perdía antes de darnos cuenta en la melancolía de la noche. Sería cerca de las seis y media cuando salí del trabajo, iba en esos pensamientos tan abstractos que me permitían recrearme en mi mundo porque en el fondo soy bastante nostálgico, melancólico y tremendamente soñador. Me agradaba pasear y sentir el frescor del aire sobre mis acaloradas mejillas. Era uno de esos momentos íntimos en los que disfrutabas de tu soledad, en los que recorría calles, plazas…, y cuando por algún motivo paraba te dabas cuenta de todo el tiempo que llevabas andando sin ser consciente de ello y sonreí, hasta que ese momento mágico murió, se cortó la sonrisa cuando noté una navaja en mi cuello. ¿Qué podía hacer? Nada, estarme quieto y seguir los órdenes que recibía.

-Si haces algún movimiento extraño, te corto el cuello

-Tranquilo no voy a hacer nada. –Aunque aparentaba tranquilidad, juro que estaba asustado. Notar el frío de la navaja que presiona sobre la garganta y tú echar la cabeza hacia atrás intentando alejarla, acojona hasta al más valiente.

-Vale, ya nos vamos entendiendo.  –Otras manos ataron las mías en la espalda con bridas de plástico-. Ahora entra en el coche que hay aparcado, te pondré una capucha aunque no te taparé la boca salvo que te pongas en plan chulo y hagas lo que no debes.

Y así lo hice y de esa manera inicié un tour turístico hacia no se sabe dónde como convidado de piedra. Un silencio aterrador se instaló dentro del coche pues sólo se oía la respiración agitada de sus ocupantes y el fuerte latido de mi corazón. También perdí la noción del tiempo pues yo calculo, sin tener certeza alguna, que alrededor de media hora estuvimos en movimiento ya no haciéndolo por un piso firme como una carretera sino que estábamos rodando por caminos de tierra.

-Bueno, hemos llegado. -¿Qué harán conmigo? Estaba asustado puesto que ni en mis peores sueños me hubiera imaginado ser el protagonista de este infierno, ¿corría peligro mi vida? Estaba por ver.

Me bajaron y me ataron de brazos y piernas a un pino, me quitaron la capucha y aunque ya era de noche se veía con claridad porque habían situado los faros del coche frente al lugar donde me encontraba retenido. Sacaron una botellita con un líquido y una pajita y me la dieron a beber. Me negué en rotundo. En ese instante sentí como una fulminante descarga eléctrica recorrió todo mi cuerpo, las piernas me temblaron y me costaba mantenerme sobre ellas. En eso mis piernas, mis ojos y mi lengua quedaron entumecidos sin dar crédito a lo que me estaba pasando. Uno ve muchas películas de terror pero nunca imagina que en algún momento pudiera llegar a ser el protagonista de una de ellas.

-Bebe, esto no te va a hacer ningún daño, el daño te lo hará si persistes en tu negativa a hacerlo.

Negué con mi cabeza y nuevamente me sentí morir cuando de nuevo una descarga dejó casi paralizado mi cuerpo, la garganta no me respondía pues apenas si dejaba pasar el aire, tosí muchas veces hasta el punto de imaginar que terminaría por echar los pulmones por mi boca. En ese momento ya no tenía sentido hacerme el valiente y sentí miedo, mucho miedo.

-Bebe,  –y bebí.

En esta ocasión sí lo hice, lo que produjo una enorme satisfacción en ellos que comenzaron a reír.

-Ahora es cuando comienza la fiesta –gritó aquel maldito chulo de putas.

-Vaya, mira quien está aquí, si es mi amigo Alberto –esa voz, esa voz retumbaba en mi cabeza, no podía verlo puesto que estaba a mis espaldas pero he de confesar que yo conocía esa voz y que la misma martilleaba mis recuerdos, diossss ¿quién es, quién es? No hizo falta mucho tiempo para descubrir quién era su dueño.

-Dani, estás cometiendo un grave error, estás empeorando las cosas, esto puede llegar a ser constitutivo de un delito.

-Si estás para contarlo.

-¿Qué quieres decir? ¿Qué me vas a matar? Te faltan cojones

-Puede ser, no te lo voy a negar pero a mis amigos, no. –Ahí sí que he de reconocer que me acojoné.

-Por lo pronto te voy a decir que acabas de tomar una droga que te dejará sin voluntad propia pero que no te llevará a perder  el sentido de la realidad. Tenemos tiempo pues sus efectos reales se harán visibles dentro de unos quince minutos aproximadamente.

-Estás agravando la situación.

-Puede ser aunque por lo pronto quién más grave la tiene eres tú.

-¿Qué vas a hacer conmigo?

-No lo sé, ya veremos, como surja. Por lo pronto te voy a enseñar unos videos que igual hacen que te empalmes, como eres tan hombre como para ir partiendo narices a ver si ahora tienes huevos para demostrarlo. Mira, aquí tienes a tu bendita Bea siendo follada por mí, por supuesto, para eso se necesita ser un macho Alfa, algo que no es tu caso. Ah, por cierto, esto ha sido de hace unas horas.

-Eso es mentira, seguro que es un montaje.

-Puede ser aunque yo no estaría tan seguro, y en todo caso a ti siempre te cabría la duda. Mira, en esta escena está también con mi amigo Luis, aquí presente. Qué puta tienes en casa, cornudo, y tú sin saberlo, jajaja… Claro que lo más gracioso fue cuando te los puse en la famosa casa rural. ¿Lo recuerdas? ¿No?, no pasa nada, para eso estoy yo aquí, para recordártelo y mostrártelo.

Y no dejaba de enseñarme una y mil escenas en las que la protagonista siempre era Bea, Bea siendo follada por él, por el tal Luis, por Susana... Él decía que eran actuales aunque yo no lo veía así pero no tenía medios para saber si decía la verdad ni tampoco mis escasos sentidos expuestos a un estrés que habría de rozar la locura y, para colmo, no podía ladear la cabeza pues la misma me la tenían sujeta por unas fuertes manos y si decía de cerrar los ojos nuevamente volvían a recorrer mi cuerpo esas descargas infernales. Por tal motivo no tuve más remedio que ver y oír todo lo que ante mí se representaba y mil cuchillos entraron en mi cuerpo para dejarme sin vida y dejar escapar el poquísimo aliento que me quedaba.

El tiempo pasó muy rápido y ellos se dieron cuenta que mi voluntad ya no era mía, la vista no tenía la misma nitidez, las palabras se empujaban unas a otras para dejar de ser claras, ni siquiera era capaz de dominar los pensamientos, mis piernas se volvieron de goma para dejar de obedecer a mis deseos y dejarse guiar por las de ellos, en ese instante comenzaron a quitarme las bridas que oprimían mis manos y mis pies y yo permanecía allí, a pie quieto esperando las exigencias que habrían de convertirse en órdenes.

Se retiraron y comenzaron a grabar.

Sí, fue mucho después cuando fui consciente de lo que estaba ocurriendo, en aquel momento era un muñeco de trapo en manos extrañas. Uno de ellos se acercó a mí y comenzó a desvestirme, pero después de eso se dio cuenta que sería más morboso ordenarme que lo hiciera yo y eso mismo fue lo que hice, despacio, con parsimonia, cómo ellos querían.

-Bien, ahora quiero que le digas a la cámara si estás aquí por decisión propia u obligado por alguien.

-Estoy aquí por mi cuenta.

-Correcto. Ahora apóyate sobre el árbol pues voy a comenzar a tocarte.

Y así lo hizo. Se humedeció los dedos y comenzó a pasarlos cerquita de mi ojete. No tenía prisa, es más se deleitaba con ello. Y de la misma forma acariciaba mis testículos y comenzó a pajearme.

-¿Te gusta?

-Claro.

-Ahora voy a comenzar a follarte el culo, ¿lo deseas?

-Sí.

-¿Estás nervioso?

-No

Escuetas preguntas e insignificantes respuestas pero gráficas para definir lo que aquella imagen representaba en lo que después sería la representación del mundo.

Bien lubricado y con la dureza propia del que disfruta haciéndolo, poco a poco entró dentro de mi cuerpo al mismo tiempo que seguía masturbándome. Y el trabajo tuvo su premio, él descargó dentro de mí y yo lo hice sobre el suelo, la tierra acogió el más dulce desconsuelo.

Aquello duró lo que dura un polvo mal echado pero sí que lo suficiente como para que pasados los efectos de aquella droga me llevara al más perdido de los inframundos al recordar que había sido un juguete en sus manos. Cuando terminó, los efectos de la droga estaban en todo lo suyo, yo sin voluntad y ellos con total cobardía pues cuando terminaron comenzaron a sentirse vulnerables, fue por eso que aparecieron los chantajes y las amenazas. Dani, sólo volvió para decirme

-Ya estamos en paz, tú me partiste la cara yo te he partido el culo. Si esto no termina aquí, te advierto que el video que he grabado se lo enviaré a Bea para que disfrute del macho con el que se acuesta pero nada más, si aún persistes, te aseguro que la red se llenará de pajilleros que quieran partirte la puerta trasera. ¿Lo has entendido?

-Sí.

-Sí qué

-Que sé que debo de callar.

-Ahora te dejaremos aquí. Poco a poco volverás a recuperar toda la consciencia, te acordarás de todo y de todos nosotros pero recuerda, no saques los pies del tiesto porque entonces la próxima vez te los cortaremos.


Me dejaron abandonado en aquel desértico paraje, con el único testigo de la oscura noche y de la luna que comenzaba a hacer acto de presencia. Tenía los últimos síntomas de la droga y en mi cuerpo los efectos de una mala borrachera. Hacía frío, por asustar, asustaba hasta el silencio; sin embargo, en mi mente sólo aparecía una palabra: venganza.

Busqué refugio cerca de las altas peñas y entre las ramas, pero aun así, a las horas les costaba pasar. Cuando se fue la noche, cuando comenzó a despertar la madrugada, cuando el sonido de alocados pajarillos me volvieron a la realidad, en ese momento comenzó en mí una nueva etapa en mi vida, lo más triste es que la estaba escribiendo al dictado de unos cobardes sinvergüenzas.

No sabía dónde me encontraba por lo que mi primera decisión fue subir a lo alto del cerro con la intención de divisar todo el perímetro, buscar puntos de referencia que me indicaran hacía dónde dirigirme. Y tuve suerte, no estaba tan lejos del área recreativa de Puerto Lobo, punto de encuentro de escolares ávidos de tener un primer contacto directo con la naturaleza salvaje y punto de partida de numerosas rutas de senderismo, a él me dirigí, donde un agente medioambiental tuvo la deferencia de acercarme al pueblo más cercano y de ahí a Granada todo fue un suspiro. Serían las doce del mediodía cuando estaba entrando en casa. Y casi, de la misma manera en como me había mostrado desde que me abandonaron, comencé a recuperar todos los sentidos, la mirada seguía siendo fría, la expresión de mi cara gélida y los movimientos lentos pero tremendamente seguros. Cuando Bea estuvo frente a mí, comenzó con un descontrolado llanto

-¿Qué te ha pasado? ¿Dónde has estado? ¿Por qué no has contestado a mis llamadas? ¿Por qué vienes en estas condiciones? Por el amor de Dios, Alberto, ¿qué te ha pasado? ¿Qué significa el video que me han enviado? –ni siquiera esperó, rompió su palabra y yo rompería la mía.

-Para, para. Tranquilízate. Ya estoy en casa. Ahora mismo voy a ducharme y después tengo que ir a hacer unas cosillas, a mediodía hablaremos.

El agua lavó tanto el cuerpo como la mente, repuesto, al menos de forma aparente. Me dirigí a una clínica privada donde expuse que había sido violado y necesitaba que me hicieran las pruebas pertinentes para descartar cualquier enfermedad de transmisión sexual. No dije nombres y lo que tenía muy claro es que no habría denuncias ni quería preguntas.

Ya en casa, tenía más necesidad de acostarme que de comer, pero reconocía que tenía una conversación pendiente con Bea, es más, se la debía, y no estaba por la labor de demorarla más.

-El lugar donde me encontraba ayer no fue decidido por mí, estuve a la fuerza y contra mi voluntad; y para dejarlo claro parece que ya te ha llegado una muestra gráfica. Bien no pasa nada, ese tema ya lo trataré yo en privado.

-Sí, es verdad. Me llegó un vídeo de índole sexual y de un número desconocido, en el que se te veía siendo sodomizado por otro hombre que no conocía. Me quedé impactada porque aparentemente estabas disfrutando, desconocía que te sintieras atraído por ese mundillo, nunca has dado muestras de ello ni tan siquiera lo hemos hablado.

-Bueno, vamos por partes. Ni siento atracción por ese mundo ni disfruté, sólo quiero que sepas que no lo busqué, que aunque no pueda parecerlo sí que fue una violación en toda regla con el agravante de las drogas, y el responsable es tu amigo Dani, pero eso ya es un tema personal, como he dicho antes, y que en su momento resolveré a mi manera.

-¿Qué Dani te hizo eso? –era tal la cara de extrañeza ante mis palabras que me hundió aún más.

-Eso es lo que te he dicho, ¿acaso no te lo crees?

-No, no es eso, es que me estás hablando de una persona que no cuadra con la que yo conozco donde todo es amistad, dulzura y entrega.

-Pues sí, estamos hablando del mismo.

-No sé qué decirte

-Bueno, entiendo que te cueste creerme pero no voy a discutir contigo por ese tema, vuelvo a repetirte que ese es mi problema y lo resolveré cuando tenga que hacerlo. Sin embargo, tuvo a bien mostrarme ciertos videos en los que la protagonista sí que eras tú –vi cómo se le encogía el estómago y la expresión de su rostro denotaba angustia y temor.

-No sé de qué videos hablas

-No te preocupes, yo te los recordaré. Unos en los que los protagonistas erais vosotros, además de otros actores, y el decorado, siempre el mismo, una cama.

-Bueno, si son los que imagino, todos esos eran anteriores a estar contigo, te lo juro.

-No jures tanto que te puedes quemar pues tu amigo manifestó con rotundidad que eran actuales.

-Eso es mentira.

-No te sulfures, que me lo creo, de ti, me lo creo todo. De todas formas desconocía que tuvieras, antes de lo ocurrido en la casa rural, tanta intimidad con un ser tan despreciable.

-Reconozco que fueron años de locura sexual por mi parte, pensé en decírtelo en muchos momentos pero no encontraba el cuándo ni el cómo, y cuanto más tiempo pasaba más difícil me resultaba hacerlo.

-No te preocupes, si tú dices que fueron anteriores, yo me lo creo.

La conversación fue por caminos similares hasta que el hartazgo me agotó, por lo que llegó un momento en el que las palabras dejaron de brotar de forma espontánea, hubo una tensa calma y un necesito una buena siesta.

Y así fue como me retiré a mi habitación, casi rogando porque Bea no dijera de venir conmigo, necesitaba estar solo, además de sentirme algo incómodo con su presencia. Lo ocurrido en aquella casa rural y lo vivido en las últimas 24 horas me tenían en un estado de frustración y desasosiego permanente pues no conseguía apartar mi mente lo que ocurrió aquel fin de semana. Y, como siempre, volví a hacerme la misma pregunta, ¿es justo pagarlo con ella? Pues supongo que no pero en nada ayudaba el hecho de que ella fuera la protagonista principal de mis últimas humillaciones.

Y de esta forma volví a intentar entrar nuevamente en mi deseada normalidad. Al día siguiente me comporté en el trabajo como si nada hubiera ocurrido, en casa como si todo fuera una balsa de aceite pero en mi fuero interno hervía la necesidad de romper con tantos maleficios.

Reconozco que necesitaba seguir confiando en Bea, por ello me entregué nuevamente en cuerpo y alma a ella, pero sin pretenderlo, vamos, por casualidad, escuché una conversación entre las dos amigas, en ella mi mujer manifestaba el desconsuelo y a la vez el cabreo porque hubiera llegado a mí la existencia de esos famosos vídeos sin haber sido ella quien me lo dijera. Y además de eso, intuí que Susana la incitaba para que fuera a su casa pues la echaban mucho de menos los dos, es decir, Dani seguía presente en nuestras oraciones, como decía mi abuela. ¿Cabreo por mi parte? Pues sí, para qué vamos a decir otra cosa, lo contrario sería engañarme y también hacerlo con vosotros pero pienso que más que eso volvía a aparecer en mí la frustración y el desengaño por ella, desilusión era casi un paño caliente, ante su falta de rotunda ruptura y su aparente falta de sinceridad.

Por otra parte, el nombre de Dani estaba grabado a fuego en mi cabeza pero desde el primer momento en que fui consciente de la violación, había decidido mantener la tranquilidad, no dejarme llevar por mis impulsos más primarios pues estos no eran precisamente sanos para nadie, me importaba más lo que había en mi casa, especialmente porque mi delirio por ella se iba apagando. Eso sí era dolor porque llegué a quererla como a nadie en el mundo, anteponiéndola incluso a los míos, sin embargo, ahora me daba cuenta que igual no fui justo sabiendo que los únicos que no me traicionarían nunca serían ellos, mis padres.

Me estaba volviendo loco por lo vivido y por la desconfianza que generaba continuamente alrededor de Bea; MALDITA SEA , tenía que tomar una decisión y ésta debería ser inmediata porque en caso contrario terminaría mal  conmigo mismo.

Así fue como decidí buscar a Dani, lo esperé a la salida de su edificio, en esta ocasión sería yo quien le pusiera el frío metal de mi navaja en su garganta. Subimos a su casa, sabiendo que no habría nadie; até sus brazos y sus piernas con bridas de plástico y tapé su boca con una bola que impedía que pudiera hablar o chillar, quería que sintiera todo lo que yo sentí cuando fue a mí a quien amordazaron y violaron. Lo desnudé, lo apoyé sobre la mesa de la cocina y fui yo, en ese momento, el que se lo folló por el culo, descargando todo lo que mis huevos fueron capaces de fabricar en los últimos días. Y lo gravé pero yo no fui tan cobarde como para drogarlo antes, se lo hice con pleno conocimiento de lo que estaba sucediendo y las consecuencias de seguir con aquel macabro juego.

Por último me lo llevé al comedor, aparté muebles, quité lo más frágil aunque supongo que en ese momento cada uno de nosotros estaba a punto de romperse por dentro, por algo muy distinto, él, por la humillación y yo por ver destruido el mundo que había creado con mi mujer.

-Yo no soy un criminal como lo fuiste tú aquella noche por eso te voy a desatar y permitiré que te defiendas porque la segunda parte significa una pelea a muerte.

Sus ojos reflejaban la ira que sentía por mí pero al mismo tiempo la humillación infringida le hacía dar un paso atrás o quizá era miedo. Sin embargo yo fui acercándome poquito a poco hasta tener su cara a escasos centímetros

-Eres un cobarde, Daniel.

-Y tú un cornudo –ahí no me pude resistir por lo que al ser la distancia tan corta me permitió darle un rodillazo en los huevos que lo lanzó al suelo barrenándolo con un terrible chillido.


Se retorcía de dolor y sentí pena por él y satisfacción por mí mismo.

-Que sepas que esto aún no ha terminado. –Me senté en el sofá mientras esperaba su recuperación para seguir con él, cara a cara, entre los dos, lo que pretendía es que estuviéramos en igualdad de condiciones y como únicas armas nuestras manos, nuestro cuerpo.

Quizá Dani estaba sobreactuando y no supe verlo porque cuando menos me lo esperaba se abalanzó sobre mí. Al pillarme desprevenido llegó a impactar su puño sobre mi cara. No sentí dolor aun siendo consciente de que me lo produjo pero esa reacción tan cobarde fue tal la adrenalina que inyectó sobre mi desconcertado cerebro que cuando logré recuperarme ante la sorpresa, mi mano lo derribó y sin haber llegado aún al suelo impacté con coraje una patada sobre su brazo derecho oyendo cómo crujían sus huesos

-No soy tan cabrón como tú y aunque esto aún no ha terminado quiero que te quede muy, muy claro que si por un casual a lo largo de nuestra vida volvemos a encontrarnos, uno de los dos habrá de morir, y ya procuraré no ser yo el que tenga ese privilegio.

Te voy a dejar un nuevo regalo para que, al menos durante un buen tiempo, te acuerdes de mí.

Y así, con la frialdad del verdugo que sólo estaba haciendo su trabajo, cogí su brazo izquierdo y  en un rápido movimiento, chocando sobre mi pierna, se lo partí. Tuvo que ser muy intenso el dolor que sintió porque no fue capaz de emitir ni siquiera un asqueroso gruñido sino que tan sólo llegó a perder el conocimiento. Por último y antes de abandonar aquella vivienda, cogí un rotulador que encontré y le puse en el pecho , NO LO OLVIDES .

Cuando salí de aquel piso me encontraba francamente más tranquilo, no había sido una venganza con ensañamiento como inicialmente me pedía el cuerpo pero reconozco que al menos consideraba más equilibrada la balanza, pero de igual forma tenía claro que si por su parte aquello no terminaba, si hubiera una nueva humillación, aquello terminaría muy, muy mal. Y ahora lo que tocaba era volver a la rutina, pensar en mí y ver cómo mejoraba la relación con mi mujer puesto que me daba la impresión que ésta se encontraba algo renqueante.

Cuando salí del trabajo no me dirigí de forma inmediata a casa sino que preferí darme un largo paseo por donde mis piernas quisieran llevarme. De esa forma anduve por lugares que ya tenía casi olvidados por el tiempo que hacía que no los recorría, pero lo más impactante era la placidez con la que lo hacía, mostrándome cada vez más entero y resolutivo en mis pensamientos y en mis acciones. Serían casi las nueve de la noche cuando estaba entrando en mi casa

-Hola, ¿por dónde andas?

-Estoy en la cocina. –Y allí me dirigí, como siempre nos saludamos con un beso pero percibí seriedad en su rostro.

-¿Ocurre algo?

-Quizá deberías decírmelo tú a mí, -intuía por donde podía ir su contestación pero esperé a que fuera ella quien diera el paso.

-¿Te refieres a que he llegado bastante tarde? Si es eso, ya lo sabías, te lo dije en un wasa.

-No es precisamente eso pero tú sabes muy bien que me estoy refiriendo a lo que ha ocurrido entre vosotros dos esta mañana.

-Ah, te referías a Dani.

-Por dios, Alberto, os habéis enrocado en una lucha que no sabemos en qué puede terminar, lo único cierto es que seguro que alguno de vosotros saldrá muy perjudicado. Ahora le ha tocado a él pero ¿y si luego pretende hacerlo sobre ti?

-Sólo te puedo decir que entonces seguro que vosotras iríais al entierro de alguno de nosotros dos.

-Por Dios, no digas esas cosas, me moriría si te ocurriera algo, pensad sólo en a dónde os puede llevar esta locura.

-Ya te lo he dicho, si esto sigue, el punto final estará en la muerte de alguno de nosotros o de los dos.

Y se puso a llorar de forma descontrolada. Reconocía que era una situación muy dura, también para ella y no menos para mí, pero no había vuelta atrás, el enroque era de ambos y ella no tenía más remedio que ver la partida desde la distancia si no quería que efectos colaterales pudieran perjudicarla.

-Susana me ha dicho que le has enviado un video similar al que yo recibí.

-Cierto, similar que no igual porque el protagonista principal no era yo sino Dani y en vez de recibirlo tú lo ha recibido ella.

-Y para colmo la rotura de los brazos. La policía ha estado intentando sacarle qué ha ocurrido y quién se lo ha hecho. Susana tiene miedo y yo también, Alberto.

-Bueno, para comenzar podríamos distanciarnos de ellos.

-Tampoco es tanta la cercanía, bueno, salvo con mi amiga y la verdad es que no quisiera perderla.

-No hay problema, estás en tu derecho, de todas formas me lo esperaba, al fin y al cabo no había secretos entre vosotros, al menos de alcoba. –Su boca permanecía abierta sin saber qué sonido emitir, no se esperaba un ataque tan directo sobre ella y tampoco podía rebatirlo teniendo en cuenta que esa era la verdad.

-Me gustaría ir a verlo al hospital, si tú no tienes inconveniente en que vaya, claro está.

-Por supuesto que no. Yo no soy tu padre para dictarte lo que son buenas o malas acciones, ya tienes edad para decidir por ti misma; tú eres muy libre de juntarte con quien desees, pero al menos me gustaría que supieras ver que mi reacción responde a la violación que sufrí, pero supongo que eso carece de importancia para ti, ahora lo más importante es que tu amigo del alma está dolorido, por lo visto, lo mío fue indoloro y repleto de gozo o placer.

-Sabes que no es cierto, que lo ocurrido no tiene ni sentido, ni explicación, ni perdón…

-Bueno, que hagas lo que consideres que a mí no me tienes que pedir permiso.

-Gracias, Alberto.

-De nada mujer pero me parece que esto no va por buen camino.

-¿Qué quieres decir?

-Nada, chorradas mías.

Cuando Bea llegó a la habitación del hospital donde se encontraba Dani, se echó en brazos de Susana, ambas se pusieron a llorar sin control alguno.

-Qué locura, Bea; qué locura.

-Lo sé, esto no tiene sentido, -y dirigiéndose a Dani-, por favor, Dani, dejadlo ya, no sigáis por ese camino.

-Está loco, Bea, tu marido está loco.

-Alguna culpa tendrás tú también.

-¿Yo?, pero ¿qué culpa tengo yo de que él quisiera experimentar y cuando lo hizo, se arrepintiera. Ya viste tú cómo disfrutó de que se lo follaran, yo simplemente me limité a facilitarle la situación presentándole a la gente con la que se acostó y a enviarte el vídeo porque no se atrevía a hacerlo solo.

-Eso es algo que me desconcierta porque él dice que fue una violación, que él no lo hizo ni participó por voluntad propia.

-Pero cómo va a ser eso, si tú misma viste cómo disfrutaba. Por cierto, no le digas que estamos  hablando de esto, no quiero más problemas con él, ahora sólo quiero salir de este pozo en el que me ha hundido. Y para colmo me pica toco mi cuerpo y no puedo rascarme, por favor, Susana, hazlo por mí, estoy desesperado.

-¿Por aquí, cariño? –con pícara maldad pero algo propio de la pareja, lo que Susana hizo fue cogerle la polla por encima del camisón que le habían puesto en el hospital.

-Síííííííí…, por dios, eso sí que lo necesitaba. Ya no podía más. Sigue, sigue hasta el final con tu boca.

-Bea, ¿me ayudas? Recuerda, LOS JUEVES SON PARA DISFRUTARLOS.

-Susana, ¿con la que está cayendo y se te ocurre proponerme eso?

-Anda, Bea, hazlo por mí, si no fuera por tu marido ahora no estaría en esta situación tan humillante. –Dijo Dani.

-No, no lo voy a hacer, no puedo hacerle eso a Alberto.

-¿No puedes o no quieres? –dijo Susana.

-En la casa rural no hubo que animarte –fue Dani el que hablaba con la voz entrecortada por la excitación.

-Han pasado demasiadas cosas desde ese día y no voy a perder a mi marido por un calentón.

-A tu marido lo podrías perder si yo fuera un cabrón y sin embargo estoy dispuesto a olvidar, perdonar nunca, pero olvidar ya está olvidado. Así que por ese lado puedes estar tranquila y porque tú eres la primera que sabe que LOS JUEVES SON PARA VIVIRLOS.

-Gracias, Dani, te lo agradezco muchísimo.

-Acércate, necesito vuestro calor en este momento, me siento casi destruido.

-Quizá debería irme, este momento debe de ser vuestro.

-No, no lo hagas, al menos, quédate aquí a mi lado, y recuerda, LOS JUEVES SON PARA VIVIRLOS .

Mientras, Susana seguía inmersa en la mamada que le estaba haciendo a su marido, de vez en cuando paraba y miraba a Bea, que tal como le habían pedido no abandonó la habitación y con una extraña excitación seguía con atención la escena. Así fue como Susana volvió a la tarea que se había impuesto, pocos minutos después de la boca de Dani surgió un atronador suspiro momento en el que llenó de leche la boca de su pareja. Ésta, se levantó con una estudiada parsimonia y con una malévola sonrisa en su cara para dirigirse hasta Bea que excitada y expectante no perdía detalle de los movimientos de su amiga, cuando ésta se situó frente a ella juntó su boca a la de su amiga, los labios se hicieron uno, las bocas se abrieron como si de una compuerta se tratara mientras traspasaba el esperma de Dani a la boca de Bea que cerrando los ojos, lo saboreó antes de tragarlo.

-Muy pronto volveremos, lo sabes, porque LOS JUEVES SON PARA DISFRUTARLOS , te lo acaba de decir Dani, ¿verdad, cariño? Ella se limitó a asentir con la cabeza, la droga que suponía el sexo, no le permitía discernir la lógica de lo correcto.

Pasaron las horas y pasaron los días. Parece increíble cómo puede llegar uno a conocer a la persona que duerme a tu lado. Sí, yo había observado en Bea pequeñísimos detalles que me hacían ver que algo había cambiado en ella, ¿qué? Pues sencillamente no lo sabía, lo cierto es que aquello me puso en sobre aviso, ¿tenía motivos?, ninguno, pero lo cierto es que mi convulsa vida había cambiado demasiado a golpes de dolor y todo, absolutamente todo, me llevaba a un estado de alerta permanente. ¿Detrás de todo estaría Dani? Motivos tenía para creerlo aunque sólo esperaba, por el bien de todos, que aquella guerra hubiera terminado.

Bea, se veía con más frecuencia de la deseada por mí con su amiga del alma, pero no tenía más remedio que confiar en ella, me estaba demostrando con creces su amor por mí, sobre todo después de lo acontecido en la casa rural. Pero vuelvo a insistir que había pequeñísimas señales que me desconcertaban pero no sabía qué paso dar para acallar mis inquietudes y alejar de mi cabeza los fantasmas que me estaban desquiciando.

Fue todo casualidad o suerte o una nueva desgracia, que cada uno lo califique como mejor le parezca, lo cierto es que fue un íntimo amigo mío que vive en el polígono de Almajayar el que me puso sobre aviso, sin pretenderlo, puesto que él actuaba desde la ignorancia. Aquella tarde, de un otoño que ya veía cercano su final, estábamos en el bar de Manolo tomándonos unas cervezas, lo hacíamos muy de tarde en tarde pero cuando nos veíamos no parábamos hasta hartarnos, y así cuando ya las botellas vacías iban llenando el espacio libre de la mesa y la lengua se trababa con cierta facilidad, salieron los temas más escabrosos aunque parecieran de la prensa rosa.

-Los otros días me acordé de tu mujer aunque sólo fuera por el nombre. Resulta que allí en la esquina de la barra del Antonio, se junta con mucha frecuencia El Rata y sus amigos y estaban contando que hacía poco raptaron a un tío-mierda a petición de un amigo suyo que se llama, creo recordar, Dani –al escuchar ese nombre las orejas se me pusieron de punta-, y que se lo follaron a conciencia pues le dejaron el culo más abierto que la boca de un túnel.

-Yo creo que eso son polladas de borrachos,

-Calla, que me lo creo, que el Rata hace eso con mucha frecuencia y no porque sea maricón, que igual sí aunque yo más bien me inclinaría porque le va tanto el pelo como la lana. Como te decía, lanzaban bravuconadas de que se habían follado al tío ese y ahora el tal Dani se estaba follando a la mujer que era una tal Bea y que le había dicho que tenía que pasársela.

-Y al oír el nombre de Bea pensaste en mi culo, ¿no? –tenía que seguir la conversación aunque en mi fuero interno estaba que me subía por las paredes, es más, la borrachera que amenazaba con tumbarme sobre la mesa casi desapareció de forma inmediata, aunque por mantener el tipo siguiera en el juego, en el maldito juego de aquel día, de aquella casa.

-Qué tonto eres, ni tú eres maricón ni creo que el Rata tenga interés en tu cartera, ahí iba a dar en hueso, jajaj…

-Qué graciosillos estás, cabrón, anda, termina de contar el chisme.

-No, si tampoco es que aquello diera para mucho más. Se reían, hablaron que le daban unas descargas que por pocas si se les queda en las manos, que se acojonó como una nenaza cuando vio que le iban a freír los huevos y que no tuvo más remedio que aflojar el culo y que mira si ahora termina por  gustarle más la carne que el pescado. Que ese se había vuelto maricón, seguro. Que la tipa en cuestión, la tal Bea, que estaba muy buena y que era una zorra de cuidado, que intentó el tal Dani, de acuerdo con ella, que su marido participara en los  juegos de cama que a él tanto le gustaban, más por humillar al cornudo que por tener interés alguno en él pero que no lo consiguieron que igual ahora que ya había probado lo que era la carne en barra, igual ahora aceptaría sin tanto miramiento.

-Menos mal que no habías oído casi nada y por pocas si me haces una crónica minuciosa de hasta cuando eructaban.

-Jajaja…, luego decimos que las mujeres son cotillas, anda que nosotros cuando nos dejan serlo. No sé cómo vas tú pero yo o me voy ya o me tendrá que poner Manolo una cama en donde guarda la cerveza.

-Pues así voy yo también, me pillo un taxi y mañana vengo a recoger el coche.

-Dale recuerdos a Bea y tranquilo que ella no te va a poner nunca los cuernos y tú no eres el tipo que le gusta al Rata, jajaja…

-Vete a la mierda.

Cuando llegué, mi mujer ya estaba de siete sueños, ella era consciente de que en esas escasas escapadas sabía cuándo salía de casa pero era difícil saber cuándo regresaba. Nada más entrar tuve la necesidad de sentarme, para ello entré en la cocina, llené un vaso de agua y me quedé mirando de forma fija a un punto indeterminado, aparecían demasiadas imágenes inconexas, y un punto final, sólo me faltaba asegurarme de que aquello estaba ocurriendo para alejar los fantasmas que me acosaban, pero antes tenía que alejar la voz de mi amigo narrando lo que había escuchado al Rata y a sus fieles seguidores.

Mi mundo real no ha sido siempre tan privilegiado, en mis inicios, mi vida estuvo marcada por un barrio marginal y compañeros de dudosa moralidad, sin embargo, entre nosotros nos respetábamos.  Ahí tuve el honor de doctorarme en apertura de puertas, ese mundo lo tenía olvidado pero estaba claro que no tendría más remedio que acudir a él si pretendía encontrar la verdad de lo que pudiera ocurrir entre las paredes de aquella casa.

Al día siguiente fui al trabajo como si todo fuera tan normal, sólo estuve preguntando en Recursos Humanos si aún estaba libre el puesto de trabajo que ofertaba la empresa para Barcelona. Me dijeron que sí pero que si estaba interesado que no lo dejara mucho porque era urgente cubrir la vacante. Como me llevaba bien con mi jefe le dije que aguantara una semana que tenía que convencer primero a mi mujer. Me dijo que lo intentaría pero que en el caso de que realmente estuviera interesado, que supiera que la incorporación tendría que ser inmediata. Sonreí, con tristeza pero sonreía ante la angustia que me provocaba todo aquello que estaba viviendo en mi convulsa mente pues igual no era real, ¿o sí? Para comenzar con mi plan, me pedí en el trabajo el día siguiente de asuntos propios.

Estacioné mi coche frente a la casa de Susana y de Dani, cuando los vi salir hacia sus respectivos trabajos, ya todo estaba decidido. Esperé unos diez minutos por si se presentaba algún contratiempo que les hiciera volver y en vista de que, al menos en apariencia todo estaba tranquilo, accedí al edificio y en pocos minutos había abierto la puerta y me encontraba dentro, no había perdido mi antigua habilidad para abrir puertas y sonreí al sentirme satisfecho.

Recorrí todo el piso, mirando la posibilidad de que existiera algún tipo de alarma o de cámaras, había que evitar los imprevistos, no detecté nada extraño, de forma aparente, todo estaba limpio, ahora sería yo el que las pondría convirtiéndolas en mis propios ojos. Una en la cocina, otra en el comedor y por último en la habitación de matrimonio, con entrada directa al móvil y a mi ordenador personal. Ya que estaba dentro me apetecía mostrarme como un vulgar mirón. Recorrí el piso, abrí el frigorífico y la despensa, el comedor y su aparador, el cuarto de baño y todas las cremas que servían a una persona joven y hermosa como era Susana, la habitación de invitados que además tenía un mueble con muchas carpetas y documentos, el dormitorio y todos los rincones que eran testigos mudos de tanta intimidad, me deleité mirando la ropa interior de ella. Abrí los cajones de la mesita del lado donde se supone que dormía él porque ahí estaban sus calzoncillos, ni los toqué, “ sería gracioso que hasta los oliera” , me reía de la pollada que había pensado, sólo me llamó la atención una prenda de un color rojo intenso, que en nada era propio de él como hombre, salvo que fuera unos calzoncillos para Nochevieja. No pude con la tentación de ver lo que fuera aquello y al cogerlos descubrí la delicadeza del tejido de aquella prenda. No, no eran unos calzoncillos sino unas braguitas de encaje con abertura centrar para dejar al aire la vagina, muy propia para ciertos juegos, e idéntica a la que le regalé hacía un año a Bea, aunque bien poco la habíamos disfrutado pues no había forma de que se la pusiera.

Bueno, el piso normal, como el de cualquier pareja joven.

Y comenzó el juego. Por la tarde probé los mecanismos a distancia con baterías propias y con una autonomía de 72 horas en pleno funcionamiento, como tenían detector de presencia, eso supondría que al menos no habría que renovarlas en una semana.

Serían las ocho de la noche cuando un pitido acompañado de vibración me indicó que se habían puesto en marcha las cámaras. Entré directamente en mi ordenador y allí me topé con la imagen de aquellos dos entrando en la casa, venían cargados con bolsas de hacer la compra y alegres, quizá por haber tomado alguna cerveza de más. Luego una conversación intrascendente, donde hablaban de qué hacer para la cena y de algunas cosillas del trabajo. Lo importante en este caso es que todo funcionaba a la perfección. Y ¿ahora qué? Pues sinceramente no sabía cómo seguir, tampoco estaba acostumbrado a actuar como detective pero sí tuve una ocurrencia, cuando estuviera seguro que quién llamara por teléfono a Bea era su amiga o que mi mujer estuviera hablando con ella, me conectaría para ver si detectaba algo extraño en su conversación.

Y no tuve que esperar mucho tiempo para comprobar que era el método adecuado. Justo al día siguiente de este primer contacto, veo que mi mujer estaba hablando con su amiga del alma, así que inmediatamente entré en el programa que controlaba las cámaras y mi sorpresa fue brutal pues con quien estaba hablando Bea no era con su amiga sino con Dani. La conversación fue corta, además de que perdí algo de tiempo entre conectarme y salir de mi desconcierto pero como todo estaba grabado no tuve problema en volver al inicio de la conversación. Quién llamó fue Susana pero inmediatamente, cuando Bea cogió el teléfono, se lo pasó a Dani por lo que todo fue entre ellos dos, la otra sólo actuó de enlace ¿por si era yo quien cogía la llamada?

-(D)Hola guapetona, qué cara eres de ver. ¿Estás sola?

-(B)……….

-(D)Ah, bueno ¿al menos puedes hablar?

-(B)……….

-(D)Te espero a las cuatro, tenemos tiempo. Recuerda que LOS JUEVES SON PARA VIVIRLOS

-(B)……….

-(D)Un beso

Bueno, lógicamente la respuesta de ella no la podía escuchar y por las palabras de él no presagiaban nada bueno pero tampoco era para crucificar a nadie. De todas formas, ya tenía la certeza de que a las cuatro podrían verse, no sé lo que ella le había dicho pero yo estaría presente a esa hora.

-Bea, mañana no vendré a comer. Tenemos mucho trabajo así que tomaré algo ligero en el bar más cercano. En todo caso, te avisaré por wasa cuando vea que me falta poco para terminar, por si te apetece que luego quedemos en algún sitio para dar una vuelta y tomar una cerveza.

-Ah, vaya, mañana que tenía yo la tarde libre, pero qué le vamos a hacer. No te preocupes por mí, lo que haré será ir a ver a Susana. De todas formas cuando vayas a salir me lo dices para quedar contigo cuando termines.

-Ok, así lo haré.

Aquella noche la observé con detenimiento pero no aprecié nada extraño, ¿acaso habría de haberlo?, me estaba obsesionando en algo que quizá no tenía sentido pero al mismo tiempo era algo que me estaba asfixiando. No dormí bien ni tampoco pasé buen día, tomé algo fuerte a media mañana pues no sabía si tendría oportunidad de hacerlo a lo largo de la jornada. Serían las tres cuando llegué al bar desde el que se dominaba la entrada a mi edificio, me senté en la ventana y pedí una cerveza, no había terminado de tomármela cuando vi que mi mujer salía apresurada, pagué y esperé lo justo para subir a mi casa.

Cuando llegué encendí de forma inmediata el portátil pues mi intención desde el primer momento era seguir los acontecimientos en pantalla grande porque en el móvil me costaba dios y ayuda. Frente a mí apareció el ser más despreciable, Dani, estaba comiendo con la única ropa de unos calzoncillos. Ya me estaba arrepintiendo de no haberlo eliminado cuando tuve la oportunidad de hacerlo.

Aún no había terminado cuando sonó el timbre de la puerta.

-¿Sí?

-……

-Ah, vale. Te abro.

Él no se separó de la puerta a la espera de que subiera quien había llamado.

-Hola, guapetona –ahí estaba Bea.

-Hola, Dani. Hombre, al menos ponte unos pantalones.

-¿Es que no estoy guapo así?

-No se trata de eso pero pienso que tampoco hace falta ir dando un espectáculo

-Tampoco ibas a ver algo que no hayas visto ya antes.

-Lo admito pero no se trata de eso. Bueno, haz lo que quieras, estás en tu casa. ¿Dónde está Susana?

-No ha llegado aún pero pasa y la esperas dentro.

-De acuerdo pero por fa, ponte algo

-Qué cansina eres algunas veces. ¿Quieres tomar algo?

-No, he tomado una ensalada cuando llegué a mi casa

-¿Y el cornudo, qué tal sigue?

-Dani, eso no ayuda, haz el favor de hablar bien de él o me voy

-Vale, vale pero que sepas que estás preciosa cuando te enfadas

-Si es que sacas de mí lo peor

-Jajaja… Eres increíble, y hasta te doy la razón, pero es que me encanta verte esos mofletes sonrosados.

Se sentaron en el sofá y allí comenzó el auténtico ataque.

-Esas manos, que parece que tendré que atártelas

-Sí, haz conmigo lo mismo que le hicimos a él

-No me des ideas que puede que luego te arrepientas –y rieron con complicidad manifiesta.

Ella se mostraba impaciente por la tardanza de Susana, Dani, la sosegaba aunque el momento culmen fue cuando en un descuido él se lanzo a comerle la boca. Fueron segundos o minutos, no lo sé, mi corazón se desbocaba pues por fin se hacían reales todos los indicios que apuntaban a mi cornamenta y a punto estaba de cerrar el ordenador cuando en un contundente

-Déjame, te lo he dicho una y mil veces. Me resultas atractivo, entre nosotros ha habido fuego que hemos apagado a base de polvos, no reniego de mi pasado pero eso se terminó el día de la casa rural. Quiero con locura a mi marido y por nada del mundo, lo voy a traicionar, no quiero perderlo. Quizá debí de hacerle caso cuando me pidió que me alejara de vosotros pero por ella no lo he hecho aunque por ella puede que lo haga ahora.

-Bea, no seas gilipollas. Sabes que Susana alienta nuestros encuentros, sabes que tu cuerpo te lo pide a gritos, porque aunque no lo quieras asumir, LOS JUEVES SON PARA DISFRUTARLOS, ¿a qué esperas? Has intentado con todo tu empeño que él formara parte de nuestro juego pero él se lo pierde.

-A Alberto, al único que he querido y al único que quiero. Si él hubiera aceptado esta relación como abierta, lo estaríamos disfrutando, no pudo ser, pues a joderse toca. Y eso significa que no me acostaré con nadie más que con él.

-Bea…

-Vete a la mierda.

Dios, ¿qué me estaba pasando? ¿Por qué me estaba sintiendo frustrado?, ¿porque aquello hubiera dado un giro tan drástico, porque no se hubiera acostado con él? Me estaba volviendo loco, ya no podía más. Cerré el ordenador, mi mente quedo sumergida en una niebla espesa, mis miedos y mi angustia me tenían anclado en el fondo de mi miseria. Había estado a punto de romper con mi mujer y necesité verlo con mis propios ojos para darme cuenta de cuán equivocado estaba. ¿Y ahora qué?

.

.

.

Cuando llegó Bea, apenas había pasado media hora, me encontró llorando apoyado sobre la mesa. Serena besó mi cabeza y me pidió mil perdones si en algo no lo había hecho bien, me llevó casi en volandas hasta nuestra habitación, me senté en la cama donde ella me desnudó. Me eché, me arropó con amor y los mil fantasmas que rondaban en mi mente quebraron los últimos rayos de mi voluntad.

Ahora todos los días son iguales. Ella está siempre a mi lado, me acaricia, besa mis labios, cogido de su brazo me acerca al parque más cercano, allí el sol baña mis ocultos deseos, las migajas de pan que echo a las palomas me acercan al mundo real, mientras mi cabeza sigue vagando en un eterno sueño en el mundo de la locura.

Aquel día ella se había puesto especialmente guapa, pintó sus labios y a sus ojos les dio sombra la sonrisa que se dibuja en aquel rostro sin igual.

Sonó el timbre de la puerta y entró una espectacular Susana, se abrazaron, me abrazó

-Hola, Alberto, cada día estás más guapo.

-Gracias, Susana, será que me miras con buenos ojos.

-No tardaré mucho, tómate tus pastillas, anda, y cuando comiences a sentir sueño, no te quedes aquí, que cuando vuelva quiero encontrarte en la cama, ¿de acuerdo?

-Claro que sí, Bea.

-Vamos niña, date prisa, que LOS JUEVES SON PARA VIVIRLOS .

En la puerta las estaba esperando un sonriente Dani.