El juego había cambiado - 1

¿Dónde está la LOCURA?

LOS JUEVES SON PARA VIVIRLOS - 1

El juego había cambiado, ¿ahora ya formaba parte del juego?

Ya hacía mucho tiempo que nuestra relación de cama había cambiado de forma drástica y hasta podríamos definir la situación como curiosa. Sí, desde hacía muchas semanas habíamos comenzado a meter entre nuestras sabanas a personas, conocidas o no tanto, pero que imprimían a nuestro deseo un desmedido revulsivo de sueños y fantasías que terminaban por elevar nuestro morbo y excitación a niveles difíciles de cuantificar; sin embargo, lo que me llegó a desubicar es que con esas premisas de satisfacción, en una noche de fiesta se pudiera desencadenar una crisis de pareja. Era impensable, pero ocurrió.

Solíamos salir a divertirnos, con más frecuencia de la deseada por mí, con una íntima amiga de Bea (mi pareja), Susana, y con su novio, Dani. Me consta que entre ellas hubo más que amistad en aquellos momentos de locura de la adolescencia y después de ella, pero también soy consciente que después de eso no volvió a repetirse, al menos desde el momento en el que aparecí yo en escena, ella decía siempre que conmigo tenía más que suficiente. Y se lo agradecí, sí, le agradecía de forma muy sincera que se volcara en mí de la misma manera que yo lo hacía en ella.

Sin embargo, aquella noche, en aquella discoteca, y con el exceso de alcohol que ingerimos, dejamos volar en exceso la imaginación, al mismo tiempo que por vez primera cruzamos una peligrosa línea

-Ufffff…, cómo está Susana, ¿verdad, cariño?

-Sí, Dani se estará hartando de comer tetas.

-Anda que tú tampoco te puedes quejar, aunque ¿te imaginas lo que sería tener las de ella y las mías todas para ti?

-Ufffffffffff, no sigas por ahí que hasta que lleguemos a casa no sé si podré aguantar, por lo pronto estoy tan excitado que no se si llevarte al aparcamiento y...

-Por mí ya sabes que no te pondría muchos problemas, jjj… Claro que también Dani está para hacerle un buen trabajito. Cuando estábamos bailando todos en la pista y con la cantidad de gente que hay, sin darme cuenta, le he rozado la polla y el muy cabrón estaba empalmado.

-Anda, ya te has llevado un regalo.

-¿Vamos a jugar un poquito?

-Miedo me das con tus juegos, Bea ¿qué se te está ocurriendo en esa cabecita?

-En la próxima ocasión en la que pongan música lenta, saca tú a Susana que seguro que luego me sacará a mi Dani. Así tú disfrutarás del contacto de sus  tetitas que aunque no me lo digas sé que te vuelven loquito y yo disfrutaré un poquitín de lo que su novio tiene entre las piernas.

-Madre mía que guarra te pones algunas veces aunque no sé si es conveniente eso o sería complicarnos la vida, pero lo que tengo claro ahora es que  cuando terminemos, buscamos alguna excusa y nos vamos a casa que ya estoy que me escurre la polla.

-Ummmm, sabes que estoy deseándolo, así que de acuerdo pero no abuses de tu pollita que la quiero entera para mí en esta noche.

Y así fue cómo iniciamos un juego de consecuencias difíciles de cuantificar en aquel momento, ni siquiera éramos conscientes de lo que estaba por venir. Sí, saqué a bailar a Susana y ésta no se hizo de rogar, hasta dio la impresión de estar esperándolo, pues inmediatamente que le ofrecí mi mano, noté cómo apoyaba aquellas preciosas tetas sobre mi pecho, al que estaban a punto de quemar por el calor que desprendían; Dani sacó de igual manera a Bea, luego me dijo que aunque ella no quería arrimarse en exceso para evitar malas interpretaciones, como había tanta gente fue inevitable que esto ocurriera y por ende notar su erecta verga sobre su bajo vientre.

Pasado el momento del juego, tardamos poco tiempo en retirarnos y comenzar una larga noche de sexo desenfrenado donde una desatada Bea me sorprendería por momentos, por primera vez me dejó hacerle un anal que aunque doloroso para ella, al final lo gozó y a mí me supo a gloria, por ser algo tan deseado y más teniendo en cuenta que no me esperaba que me lo diera. Y con los recuerdos de aquella noche vivimos muchas jornadas de gloria en la cama aunque yo siempre le decía a Bea que tuviéramos cuidado no vaya a ser que ellos  se mosquearan o pensaran en algo que nosotros no queríamos. Al menos así lo vimos y lo hablamos los dos en ese momento porque luego fui advirtiendo que ella comenzaba a tener deseos de mayor libertad en el sexo y eso, además de ponerme mosca, me desconcertaba.

He de decir que aquello era muy atractivo para fantasear pero a mí no me terminaba de llenar esa filosofía de vida y ese era el motivo principal por el que no dábamos un paso mayor fuera de la cama. Por otra parte, eran frecuentes las salidas con nuestros amigos pero a mi terminaba por darme corte todas las cosas que fantaseábamos Bea y yo, con ellos, pues tenía miedo de que pudieran descubrirlo en nuestros ojos o que, sin querer, se nos escapara y desveláramos algo que nunca debería salir de nuestra cama pues yo, lo que tenía muy claro, es que no quería ver a Dani ni a nadie entre las piernas de mi mujer, por mucho que a nosotros nos pusiera a tope imaginarlo o a mi soñar con comerme aquellas tetas de su novia.

Y llegó Navidad, quizá la fiesta que más detestaba pues por fuerza, sí o sí, había que estar contento y felicitar incluso a tu enemigo aunque lo odiaras tanto que no lo pudieras ver, estábamos en las fiestas del amor y del perdón; y luego estaba la otra faceta, había que beberse hasta el agua de las fuentes, siempre que estuviera aliñada con una buena dosis de alcohol.

Aquel día comenzamos los cuatro con churros y chocolate para iniciar con fuerza la jornada, luego vino las cervezas del medio día en el bar de Manolo, seguimos con una suculenta comida en casa de Susana y Dani, luego las copas, cuando nuestro cuerpo comenzó a dar señales de cansancio, salimos a dar una vuelta a última hora de la tarde y como había sido corto el día nos fuimos todos a nuestra casa donde dimos cuenta de una sabrosa cena a base de tapas y por si había faltado algo, terminamos la noche con cubatas.

Yo, que de entrada no soy muy fiestero, aquello me estaba superando aunque no tuve más remedio que comenzar a desabrocharme el cinturón pues la barriga la tenía que me explotaba y con respecto a ellos, no me explicaba cómo tenían tanto aguante, por Dios, si yo ya no era persona, y tanto Bea como Susana y no digamos Dani, estaban tan frescos. No me lo podía explicar si yo estaba deseando que se terminara el día y que se fueran a su casa, pues nada, aquello seguía y seguía, me acordaba del famoso anuncio de las pilas Duracel, hasta que llegaron los malditos juegos.

Yo advertía mucha complicidad entre mi mujer y Dani, pero tampoco tenía mayor importancia teniendo en cuenta que era íntima de su novia y que con él también pasaba muchísimas horas y ya eran muchos los años, pero he de reconocer que me sentía algo intimidado, no quería aparecer como una persona celosa pero reconozco que no terminaba de encontrarme a gusto, a veces llegaba incluso a sentirme solo o desplazado en mi propia casa.

-Bueno, yo creo que ya ha llegado el momento de los juegos  porque espabilamos o nos quedaremos dormidos, especialmente  Alberto que tiene los ojos casi cerrados.

-No, yo estoy bien, pero quizá si lo dejamos para otro momento tampoco estaría mal porque yo ya no encuentro ni mi alma.

-Eso es que llevas pocos cubatas

-¿Pocos? Por el amor de dios, si a este paso me voy a tirar meando dos días.

-Qué exagerado eres, Alberto, vamos a jugar, por fa, yo no tengo ganas de que la noche termine –replicó, cómo no, Bea, siempre Bea.

-Bueno, pero que sea algo corto.

-Bea, trae unos cubitos de hielo. –Era Dani quién dirigía la jugada.

-Volando –y se fue tan fresquita, como una niña pequeña. Si es que en el fondo hasta me agradaba verla tan contenta pero si además estuviera descansado mis ojos lo apreciarían mucho mejor.

-El juego es muy sencillo, vamos a formar dos parejas, y para hacerlo más interesante, las cruzaremos: yo iré con Bea y tú, Alberto, con Susana. –La primera en la frente, mal empezamos.

Ah, como cualquier juego, también éste tiene premio para los ganadores o castigo para los perdedores.

-Pues empezamos bien –dije con un entusiasmo arrollador, es ironía, sin embargo Bea estaba desconocida y yo no salía de mi asombro, su entusiasmo era arrollador. Siguió Dani

-Nos vamos a poner los cuatro en círculo y para evitar suspicacias lo haremos chica/chico/chica/chico.

Vamos a poner música de fondo porque tenemos que bailar como sepamos y podamos.

Seguidamente uno de nosotros se pondrá un cubito de hielo en la boca y deberá pasarlo a la persona que tenga a su lado, sin dejar de moverse para que el paso del hielo sea algo más divertido y complicado.

El objetivo es evitar que el hielo termine en el suelo por lo que, al que se le caiga, hará que su equipo pierda un punto, esto lo haremos cinco veces. Pero para hacerlo más emocionante, la persona que pierda se habrá de tumbar en el suelo, se levanta la camiseta y se le llenará el ombligo de wiski, su pareja tendrá que bebérselo utilizando sólo la lengua sin que se derrame ni una gota porque en caso contrario en vez de un punto negativo tendrá dos.

Las chicas gritaban con una alegría desmedida, más bien parecía que estuvieran colocadas, yo, para ser sincero, le encontraba poca gracia al juego, pero bueno, no iba a ser siempre el aguafiestas aunque ganas no me faltaban.

Comenzó Bea poniéndose el cubito de hielo en la boca, me lo pasó a mí y con mil malabares yo se lo pasé a Susana, ésta a su marido y Dani a mi mujer. Tres vueltas dio el cubito, del que ya quedaba poquito, cuando me lo pasó Bea y yo con rapidez se lo pasé a Susana, con tan mala fortuna que se le cayó al suelo. El equipo contrario formado por mi mujer y un chulesco Dani, saltaron de alegría y se abrazaron, él la agarró por la cintura y la levantó del suelo. Yo miraba con ojos de pocos amigos aunque ellos lo tomaron como mosqueo por la pérdida del punto.

El siguiente paso fue también muy sonoro, Susana se tumbó en el suelo y ellos le llenaron al máximo el ombligo con el licor, ella no se podía mover porque en el momento que hacía el más mínimo atisbo de ello escurría por su barriga alguna gota del wiski que inmediatamente tenía que lamer con mi lengua lo más rápido posible para evitar que nos penalizaran, lo que provocaba algo de cosquillas a Susana, más gotas, otra vez a correr. Hasta que fue imposible pararlas por el espasmo que le dio en una de mis lamidas. Consecuencia, dos puntos negativos. Aquello estaba abocado al fracaso como así sucedió al final, independientemente de que ellos también fallaron y de que tuviera que beber Dani de la barriga de mi mujer y ésta de la de él, sólo que éste se recreaba en exceso tanto en pasarle el cubito a su boca como en las lamidas sobre su ombligo.

Y vuelta a abrazarse por haber ganado y vuelta a mofarse de nosotros por haber perdido y mi cabreo que comenzaba a no tener límites, ni tampoco pretendía ocultarlo.

-Pero ¿qué hemos perdido? –dijo una sonriente Susana.

-Bueno, ya veremos, Bea y yo, cuál va a ser vuestro castigo pero no desesperéis que no se nos va a olvidar –dijo un sonriente Dani.

-Ah, pero ¿es que habrá castigo? –fui yo el que preguntó, con cierto desconcierto en mi voz.

-Por supuesto, de eso se trataba y ya lo sabíais, así que ahora no os vayáis a rajar, que os veo capaces de ello.

-No, no os preocupéis, nosotros tenemos palabra –dijo Susana.

-Pues yo no tengo ninguna, cojones, que ya comienza a aburrirme el tema.

-Alberto, no seas mal perdedor –se le puso cara de berenjena a Bea.

A mí ya me estaba cargando la noche, así que con la mejor cara les dije que ya no podía más y que cada mochuelo a su olivo, a lo que me sorprendió la respuesta de mi mujer,

-Jo, qué sosito estás hoy, acuéstate tú si quieres que yo no tengo ganas de hacerlo todavía.

Y eso fue precisamente lo que hice más que nada por despecho pues yo consideré que el día ya había dado suficiente de sí aunque mi mujer me dejara con el culo al aire.

No sé la hora que sería cuando ellos se fueron y mi mujer se acostó, venía con gana de fiesta aunque para fiesta estaba yo con el cabreo que tenía, así que me hice el dormido y aunque ella lo intentó no tuvo más remedio que darse por vencida ante mi poca predisposición. Con las mismas, se dio la vuelta y no pasó mucho tiempo cuando llegué a notar como se acariciaba en una sutil masturbación, ¿qué le había llevado a ese estado de excitación tan manifiesta?

Sería cerca de la una del mediodía cuando nos levantamos, fuera hacía frío por lo que no invitaba a salir, mirar tras los cristales era una sensación agradable con algunos tintes románticos. Hicimos algo de comer aunque el estómago estaba algo revuelto, no cabe la menor duda que nos estaba pasando factura el tabaco y el exceso de alcohol. Sin embargo, ella era incansable y en su rostro se reflejaba una cierta sonrisa

-Qué bien nos lo pasamos anoche.

-Sí

-Yo creo que mucho más que un sí

-Vale

-Jo, Alberto, qué te pasa

-Pues que no tenías altura, yo creo que desde la diez de la mañana que nos encontramos con ellos hasta las cinco de la madrugada sin parar de comer, beber, de hacer y decir chorradas es tiempo más que suficiente para hartarse, y por supuesto era preferible quedarte con ellos y dejarme con el culo al aire, y más después del absurdo juego

-¿Absurdo?, ¿por qué?

-Me sentó como dos patadas en los huevos verte besarte con él

-Oye, que tú hiciste lo mismo con Susana y yo no dije nada, además de que era un inocente juego

-Unos cojones, inocente, si se le veía la cara de salido cuando juntaba sus labios con los tuyos y lo que más  me descolocó es que tú lo disfrutaras

-No te entiendo, si no querías jugar haber dicho que no y ya está

-Claro, estabas tú muy por la labor de dejarlo

-¿Estás insinuando algo?

-Nada, por dios –dije con cierta ironía.

-Vete a la mierda, gilipollas.

Y se fue a la habitación, no es eso sólo, es que cuando salió, iba vestida de calle.

-Me voy a dar una vuelta.

-Bea, espera y me cambio.

-No, me apetece ir un rato sola

-Ah, vale, no se hable más, ya me la daré yo solo, así no te incómodo, parece que es la única forma de no discutir.

Y se fue, sin más aspavientos que no eran pocos los que ya habíamos puesto en marcha. Era la misma tónica y técnica de siempre, cuando le decías algo que no le interesaba o que le incomodaba, si no podía llevarte a su particular huerto, se sentía molesta u ofendida. No solían durarle mucho esos enfados pero he de reconocer que me jodían sobremanera.

Me pasé la tarde del domingo encerrado en casa, recuperando las constantes vitales de la última noche pero al mismo tiempo perdiendo la vida al ver que ella no daba su brazo a torcer, seguiría enfadada y me imagino, que no lo sé, que estaría con su amiga del alma, de la que estaba hasta los cojones, pero a ver quién decía nada, como siempre, para evitar que se cabreara y terminara en nuevos enfados.

Estaba pensando en mandarle un wasa para preguntarle por dónde estaba y en todo caso si vendría a cenar pues iba a preparar algo cuando recibí un mensaje. Inmediatamente cogí el móvil pues pensé que sería ella, mi frustración fue total cuando descubrí que el origen era Dani

-Tío, ¿qué tal va ese cuerpo?

-Bien, por qué

-Nada, nos ha dicho Bea que estabas bastante perjudicado y que por eso no habías salido con ella –así que resulta que como me imaginaba, estaba con ellos, no está mal y yo como un gilipollas esperándola.

-La verdad es que sí, no está ya uno para tanta bebida y claro pues pasa lo que pasa.

-Te estás haciendo mayor –me escribió él aunque yo lo que verbalicé fue: el cornudo de tu padre, querrás decir

-Puede ser, tampoco es para sentirse orgulloso el beberse hasta la taza del wáter

-Coño qué borde estás

-Yo, por qué

-Nada, es igual. Ah, por cierto, ya hemos estado hablando Bea y yo sobre el castigo que os impondremos cuando pueda ser

-Ah, todavía estamos con esa chorrada

-Chorrada, nada, perdisteis y tenéis un castigo.

-Sí, mi amo, luego me azotas las pelotas

Y ahí se quedó la cosa. No estaba yo para las chorradas que el otro pretendía en ese momento, lo que yo quería es estar con mi mujer y sin embargo ella había preferido estar con ellos. Ni lo entendía ni lo entiendo, no tengo más cojones que aceptarlo pero maldita la gracia que me hizo verlo tan contento cuando le pasaba el hielo a ella, sobre todo cuando ya iba quedando poco  pues eso permitía juntar las lenguas. Es que me ponía enfermo el recordarlo, maldita sea, y ¿este era el protagonista de nuestras fantasías? A este lo saco yo de ellas, vaya si lo saco de mi cama. Y Bea sin venir, en ese momento le envié un mensaje diciéndole

*Hola cariño, iba a preparar la cena, ¿sobre qué hora llegarás? –Su contestación me dejó frío.

*Lo siento, cari, se me ha ido el santo al cielo, se me ha pasado decirte que estoy en casa de Susana y Dani y como han sacado cosas para picotear, ya he cenado.

*No te preocupes, yo tomaré algo ligero

*Lo siento, de veras.

Tampoco siguió la conversación, ¿todo estaba dicho? Supongo que no pero qué habría de hacer, ¿ir y sacarla de los pelos? ¿Mandarla a la mierda? No, no era ese mi estilo aunque me sintiera decepcionado y ganas no me faltaran para hacerlo. Me preparé algo ligero pues no tenía mucha hambre, finalmente me senté a mirar la tele y viendo que no llegaba, terminé por irme a la cama sin esperarla. Al momento escuché las llaves y el cerrar la puerta de la casa, por último su alegre voz que llegó hasta el último rincón de la casa.

-¿Ya te has acostado?

-Sí, la verdad es que estaba algo cansado y aburrido

-Me ha dicho Dani que te dijo él que estaba en su casa, ¿por qué no te has acercado?

-Porque no me lo has dicho tú

-Bueno, qué más da que te lo dijeran ellos o yo, lo importante es que si no has ido es porque no has querido.

-Seguro que es eso

-Veo que sigues enfadado

-Es posible, no ha sido precisamente el mejor día

-Lo siento, yo no pretendía molestarte pero es que esta mañana estabas tan pesado con lo del juego. Bueno, me ducho rápido y nos dormimos.

No tardó mucho en acostarse, al apagar la luz, comenzó a chalar conmigo, como si no hubiera pasado nada, como si todo fueran alucinaciones mías, ella la buena y yo el malo, como siempre. Bueno, al menos el sentirla pegada a mi cuerpo me reconfortaba, me hacía sentir pequeño y al mismo tiempo el más grande del mundo en un país de enanitos. Yo era el Rey y ella mi Reina.

Y comenzó la semana y volvió la rutina, ya habíamos salido de la Navidad, de las comidas llenas de grasa, colesterol y ácido úrico, regalos y veladas interminables con felicitaciones hasta el próximo año. Reconozco que me estaba volviendo un antisocial porque me repugnaba tanta hipocresía, nos queremos tanto que si pudiéramos nos despellejaríamos vivos entre nosotros. Bea era todo lo contrario a mí, extrovertida, alegre, optimista…, le gustaba más una fiesta que a un gato las sardinas, siempre necesitaba estar con y entre gente, lo malo es que eso implicaba que en demasiadas ocasiones se olvidaba que estabas a su lado, muchas veces terminaba sintiéndome ignorado y solo pues a veces no conocía a nadie. Y la semana siguió así y todo volvió a la normalidad entre nosotros, sin llegar a decirle nada más de los recelos que me provocaba Dani para evitar un nuevo enfrentamiento. Si ella lo sacaba en nuestras fantasías, yo siempre procuraba sacar a otro que envolviera esa figura tan deleznable para mí.

Aquel día estábamos en la cocina preparando la comida cuando sin anestesia me dice

-Ayer contratamos una casa rural para el último fin de semana del mes, estoy muy ilusionada.

-A ver, a ver. Que no lo he pillado.

-Sí, que nos enteramos de una oferta sobre una casa rural

-Comencemos desde el principio que sigo sin pillarlo

-Jo, qué cortito estás hoy.

-Tiene que ser eso.

-Nada, que estábamos Susana y yo hablando sobre las vacaciones, mirábamos cositas en internet cuando nos salió un anuncio de una casa rural a unos cien kilómetros de aquí que nos encantó. Entramos, vimos que estaba muy bien de precio y nos decidimos por contratar un par de noches para el último fin de semana de febrero, aprovechando que para esas fechas el tiempo suele dar un cambio a mejor, los días son más largos y el sol comienza a calentar, al menos esas son las predicciones.

-¿Lo has contratado, sin preguntarme?

-Ya lo sé, cari, pero es que no había tiempo y quedaban las plazas justas, tú estabas en el trabajo y como no te gusta que te moleste pues decidí por los dos.

-Y tenemos que ir con ellos dos, también, claro

-Pues claro, cari, así nos lo pasamos mucho mejor.

-¿Tú o yo?

-¿Ya estamos otra vez? Es que no me das tregua.

Me mordí la lengua, le pedí perdón y me tragué mi orgullo. Acepté ir a la casa rural y me prometí a mí mismo, pasármelo bien a pesar de ellos. Sin embargo, ¡qué equivocado estaba!

Los días pasaron muy rápido y cuando menos me lo esperaba, estábamos haciendo los preparativos para el dichoso fin de semana, no sólo de ropa, sino de comida y de bebida. Sí, eso último que no faltara.

Decidieron que iríamos en nuestro coche, por ser más grande y permitir el rodaje por caminos de tierra pues desconocíamos en qué estado estaría, y ahí comenzaron las sorpresas. Cuándo íbamos a subirnos dijo Dani que Susana se pusiera delante y Bea detrás, de esa forma iríamos emparejados tal y como la famosa noche, perdedores contra ganadores. Ellas lo vieron bien entre risas y bromas, a mí me sentó como una patada en los cojones, pero callé, como siempre.

Al rato de estar en carretera, volvió a la carga el cabronazo para decir que había llegado el momento de dar a conocer nuestro castigo como perdedores y que si nos parecía bien y puesto que en ese lugar nadie nos conocía, Bea y Dani se presentarían como pareja,  y Susana y yo como amigos, ellas lo alabaron como ocurrente por mi parte me sentó tan mal que a punto estuvimos de tener un accidente por el volantazo que llegué a dar.

-No, no, eso ni de coña, yo no lo veo así

-Cari, perdisteis y estaba pendiente que pagarais por ello. –En ese momento sentí la presión de la mano de Susana sobre mi pierna indicándome que no pasaba nada, que sería divertido. Sin embargo a mí me estaba sobrepasando todo aquello pero tragué, nuevamente, como siempre

Y así, cuando llegamos a la casa, la dueña que nos estaba esperando, salió a recibirnos. Dani parecía el jefe de la manada, el macho alfa, y presentó a Bea como su prometida y a mí y a Susana como amigos. A ellos les dieron una habitación con cama de matrimonio y a nosotros dos, una con dos camas separadas. Volví a mostrar mi desagrado pero Bea me echó en cara, nuevamente, que era un mal perdedor, que era un juego más y que no tenía importancia porque sólo era para que los demás pensaran que eran pareja sin serlo. Y además para que pagáramos por nuestra derrota, que se trataba de controlar nuestras emociones y nuestra imaginación porque allí no pasaría nada, ¿o sí?

Susana volvió a salir en mi ayuda, llevándome hasta nuestra habitación, diciéndome que no tuviera malos pensamientos porque en realidad y en verdad sólo era un juego de roles, ellos estarían como íbamos a estar nosotros, haciendo un paripé. Sin embargo, yo no me fiaba de todo aquello y menos aún de Dani, estaba demasiado bien planificado y yo no sabía qué papel tenía que jugar, por mucho que me lo explicaran.

Además de nosotros, en la casa rural había otras seis personas, cuando bajamos, nos presentamos pues ya estaban todos preparados para la cena en una mesa larga que permitía interactuar con otros compañeros. Susana se sentó a mi lado y comenzamos una amena charla con los demás, estábamos frente a las escaleras y en mi mano una copa de vino, al mirar frente a mí casi se me atraganta la bebida o casi rompo la copa al presionar con tanta fuerza sobre ella, frente a nosotros bajaban, cogidos de la mano, como dos enamorados, Bea y Dani. Llegaron a la mesa y se presentaron como pareja. Yo miraba a mi mujer como si quisiera matar a alguien, ella por el contrario se mostraba con suprema indiferencia.

Todo transcurrió con cierta normalidad, por mi parte, ninguna pues no participé de la conversación ni contesté a las polladas que ambos decían y menos a las de Dani que ya hacía rato que comenzaba a cargarme en exceso. Cuando terminamos, decidieron bajar las bebidas y prepararnos unos combinados, el mío voló en dos segundos, fue entonces cuando Bea se dignó dirigirme la palabra para reprocharme, en voz baja,  mi aptitud.

-¿Qué quieres mi bendición?

-Por favor, Alberto, tengamos la fiesta en paz.

-Sí, eso, veremos cómo termina la fiesta, aunque te advierto que no estoy cómodo, luego no digas que no lo sabías, avisada estás –retorció la boca pero no dijo nada.

Para comenzar no llegué a emborracharme pero no le faltó tanto, Susana estaba zorreando con un joven del otro grupo y Bea y Dani en su papel de enamorados ficticios, con innumerables piquitos que para mí eran innecesarios si sólo se trataba de un teatro y sin embargo entraban en mí como puñales. No tardaron en despedirse pues decían estar cansados y aún tenían algo pendiente por hacer. Todos rieron, menos yo.

Y nuevamente volvió en mi ayuda Susana para disipar de mi mente los malos pensamientos y los fantasmas que de forma tan absurda habíamos creado. Estando en mi habitación, con un desasosiego impresionante, necesité salir al pasillo porque me estaba ahogando en aquel espacio cerrado, fue entonces cuando se me ocurrió algo tan absurdo como tocar en la puerta de la habitación de mi mujer con una  escusa tan tonta como que no encontraba mi cepillo de los dientes. Cuando abrieron, Dani estaba desnudo con una toalla a la cintura y Bea de igual manera pues acaba de salir del baño. Al verme, se quedó cortada pero reaccionó rápido, me dio un cepillo y las buenas noches, comenzaba a reflejarse en mi rostro la estela de un cornudo.

No podía dormir, las horas eran eternas, no dejaba de dar vueltas en mi cama por lo que temía despertar a Susana, así que decidí bajarme al salón cuando no tardó mucho tiempo en oírse una encarnizada batalla de enamorados en el piso superior y todos los allí presentes comenzaron a reír y a decir auténticas groserías llenas de picardía y carentes de ingenuidad. Irritado, salí a la calle a fumarme un cigarrillo, la noche estaba estrellada y hacía frío pero lo necesitaba. No tardé mucho tiempo en sentir cómo unas manos me abrazaban y busqué en ellos mi refugio y mi triste consuelo, en mis ojos me estaba poniendo los cuernos y yo si no hacía nada sería un consentidor, y a eso me negaba en rotundo.

-Alberto, cariño, no le des más importancia a lo que está ocurriendo en aquella habitación porque te aseguro que todo es una falsa, también nosotros podemos hacer lo mismo, chillar, gemir o suspirar…, como si el más increíble de los orgasmos nos estuviera llevando al paraíso. Ahí no está pasando nada, te lo aseguro, pero ya sabes cómo son ellos cuando se meten en el papel que quieren interpretar, -así consoló mi alma, Susana.

-Eso quiero creer pero no es eso lo que yo interpreto.

-Bea me ha dicho que muchas veces fantaseabais con nosotros, que eran sueños de cama para llegar al más dulce de los orgasmos. Míralo así, ellos están jugando, imagina lo que quieras para que luego, cuando estés a solas con ella, puedas recrearlo.

-Quizá tengas razón, soy demasiado egoísta, te veo a ti y veo cómo lo llevas y te envidio pero es que no puedo aprender tan rápido.

-Ya lo sé, no te preocupes tú por ello, disfruta de mi compañía o ¿es que desmerezco a la de Bea?

-Sabes que no, pero es que no sé si soy, en estos momentos, el mejor compañero.

-Sí que lo eres. Vamos dentro, aquí hace frío.

Cuando subíamos por la escalera, se oían los sonidos propios de una cama y de dos cuerpos debatiéndose en feroz batalla, miré con tristeza a la vez que con una sonrisa pues en el fondo tenía la esperanza de que todo fuera una farsa. Cuando entramos, Susana acercó su cuerpo al mío, besó mis labios de la forma más dulce que recordaba y me pidió que nosotros también hiciéramos ruido, y lo hicimos y nos reímos, parecíamos dos niños haciendo travesuras en una noche de pijamas.

Al acostarme, al apagar la luz, todo lo vivido en las últimas semanas vino a tropel sobre mi cabeza, me estaba volviendo loco, ¿era yo sólo el que lo veía? Aún no me había dormido cuando noté que Susana estaba entrando en mi cama, me abrazó por la espalda y su cuerpo y el mío formaron una perfecta cuchara.

-Susana, eres preciosa, reconozco que cualquier hombre se sentiría tremendamente feliz de tenerte tan cerca como yo te estoy sintiendo en este momento pero no es eso lo que necesito, a quien yo necesito es a mi mujer. Cuando volvamos a recuperar la cordura, todo esto quedará como una absurda anécdota pero nada más.

-Alberto, haz realidad tus fantasías, como seguramente lo estará deseando Bea, prueba y luego opinas.

-No, Susana, de verdad que prefiero seguir teniéndote en el mundo de los sueños y de las fantasías antes que traicionar a mi mujer. Yo sé que ella también está esperando la llegada del alba, cuando haya terminado este fantasmagórico fin de semana.

-Pero ella me dijo que intentaría vivir con Dani lo que imaginabais en la cama.

-No lo creo.

-Yo creo que en el fondo tú también lo deseas.

-No, Susana, no vas a convencerme de algo en lo que no creo.

-Pero y si ella lo estuviera viviendo

-Pues que me lo diga con su propia boca –y entonces ella soltó un auténtico dardo con sus palabras

-Si ella es feliz esta noche, ¿estarías dispuesto a acompañarla?

-¿Qué quieres decir?

-Lo que has oído.

-No, no lo sé, de verdad que no lo sé. Yo no sabría qué sentir si la viera en brazos de otro hombre.

-Igual deberías replantearte muchas cosas en el amor, dejar fluir los sentimientos y buscar las sensaciones que os ayuden. Bea se siente ahogada, al menos eso es lo que yo creo, quizá sería justo que ella recorra los recovecos de la felicidad y que tú la acompañes.

-No te entiendo. ¿Acaso piensas que ella necesita abrir la pareja?

-Yo no he dicho eso pero igual tampoco sería algo descabellado.

-Ella sabe que ese camino nunca lo podríamos recorrer juntos.

-Habladlo y, en todo caso, piensa que ella te quiere con locura. Un beso de buenas noches y que sueñes con los angelitos.

No respondí pues si lo que pretendía era tranquilizarme había tenido el gran don de producir el efecto contrario al meterme los demonios en mi cuerpo, qué digo, en mi mente.

Por el cansancio, dormí plácidamente las primeras horas pero en la madrugada me desperté sobresaltado, nuevamente volví a sentirme angustiado, nuevamente me ahogaba en aquel espacio y a mi mente regresaba constantemente, Bea; su imagen me perseguía y las palabras de Susana apretaban con fuerza en mi garganta, por lo que no tuve más remedio que, sin hacer ruido, vestirme y salir en busca de la calle, echar un cigarro era ahora lo único que conseguiría relajar mis pulsaciones, aquellas de un corazón desbocado. Sin embargo, al pasar junto a la habitación que estaba ocupando Bea y Dani, no pude evitar el acercarme a ella y poner la oreja, al principio no se oía nada pero después creí oír la voz de ambos con risueña complicidad y el sonido o bien de unos besos o el chocar de dos cuerpos cuando están follando, ¿sería sólo mi imaginación? Volví a sentir que me volvía loco de celos e impotencia por quererla tanto, yo había consentido aquello aunque no lo aceptara y ahora no podía entrar como un demente sin saber qué buscaba ¿y si todo era mentira?, así que decidí esperar al nuevo día y entonces encarar a mi mujer con lo que presumía que podría haber ocurrido allí.

La noche estaba serena aunque fría, me encantaba mirar a las estrellas pues siempre veía en ellas una sonrisa cuando de la sombra salió una voz que llegó a asustarme.

-¿Tú tampoco puedes dormir?

-Hola, lo siento, no te había visto. No, no puedo dormir aunque debería de estar, al menos, descansando.

-Igual también a vosotros os han despertado los ruidos de la habitación de vuestros amigos, vaya nochecita que llevan.

-No, no he oído nada.

-Pues esa suerte que has tenido porque no han parado de follar en toda la noche

-Ah, pues no sé qué decirte.

-Es igual, era un simple comentario. ¿Quieres un cigarrillo?

-Te lo agradezco pues en este momento lo necesito y mucho.

Aquel cigarrillo me supo a gloria y aquella compañía borró de mi mente los negros nubarrones que no habían dejado de amenazarme en toda la noche, y lo más importante, dejé por unos minutos de sentirme solo y de pensar en ella.

Comenzaba a despuntar la mañana cuando decidí volver a la habitación con otro ánimo y otro talante, aquella mujer, compañera desconocida de un mal fin de semana, había llevado la paz a mi atormentada alma; ya no me desvestí sino que tal como iba me eché sobre la cama, mi ojos veían en la oscuridad y mi mente se quedó en blanco mientras cerraba los ojos y evitaba oír el sonido de la madrugada. Cuando ya fui consciente de que me sería imposible volver a conciliar el sueño decidí salir a caminar por el campo con el propósito de cansar el cuerpo y al mismo tiempo estar lejos de todos ellos.

Ya comenzaban a asomar los días largos, el calor anunciaba que pronto estaría la primavera asomando a la esquina y que todos los moradores de aquellos campos comenzarían con el ritual del apareamiento abriendo sus alas a la vida. En nada se diferenciaban de nosotros o nosotros de ellos, al final, casi todo giraba en torno a la pareja y al sexo y cuando alguien entraba en nuestro terreno nos sentíamos agredidos sin importarnos lo que opinara nuestra pareja. Quizá estaba siendo egoísta al pretender retener a Bea, ella ya sabía quién era yo y en dónde podría hacerme daño, no la creía capaz de ello pero me lo estaba haciendo aunque sólo fuera con el silencio.

Cuando volví a la casa, a media mañana, no había señales de nadie salvo de Susana que al verme se acercó risueña a mi lado

-¿Dónde has estado?

-Dando una vuelta.

-¿Te encuentras bien?

-Creo que sí.

-¿Estás en condiciones de aceptar lo que ahí haya ocurrido? –la miré con odio, apreté mis manos y evité hacer algo de lo que me pudiera arrepentir.

-Lo estaré pero siempre que sea ella quien me lo diga. Susana, no dejas de hacerme insinuaciones es como si disfrutaras con lo que me está ocurriendo, con este sufrimiento que me está volviendo loco aunque espero que sólo sea una falsa apreciación mía.

-Pues habrá que esperar porque estos no dan señales de vida. Entré esta mañana y ni se enteraron, hasta que les hice cosquillas y ronronearon, me echaron de allí con viento fresco, se ve que estaban cansados.

-¿Entraste? ¿Los viste?

-Sí

-Dime qué vieron tus ojos

-Quieres la verdad o lo que quieres escuchar.

-Dime la verdad, por favor.

-Vi a dos personas jóvenes abrazadas, de la misma forma que deberíamos haber estado tú yo esta noche…

-Sigue

-Poco más, dos cuerpos abrazados y apenas cubiertos por una sábana

-¿Desnudos?

-Desnudos.

Me alejé de allí, necesitaba sentirme solo pero solo de verdad. Tenía la necesidad de escucharme a mí mismo y de contestar a tantos por qué. Susana intentó estar a mi lado, para convencerme de qué, pero le rogué que me dejara estar solo, nuevamente solo, siempre solo con mi angustia y mi pena. Susana no cejaba en su empeño hasta que sin pretenderlo le grite.

-Vete.   -Y así lo hizo, asustada por mi reacción y así pude escuchar mi voz en el extraño silencio del día.

Cuando volví a la casa, cerca de la hora del almuerzo, se oían las voces de todos sus ocupantes tomando un aperitivo en fraternal compañía y esperando la comida. Desconcertado por la algarabía, saliendo de forma abrupta de la soledad que me acompañó en toda la jornada, me acerqué a ellos sintiéndome extraño en un mundo de conocidos, sólo una voz ya familiar me saludó, en ese momento me di cuenta de la persona que me había acompañado en el silencio de la madrugada, era una bella joven, en la que advertí que también llegó a sentirse desplazada y sola entre tanta gente.

-¿Qué tal el paseo?

-Bien, la verdad es que lo necesitaba.

-¿Alberto, qué has venido a buscar aquí?

-Mas que venir a buscar temo que lo que he venido es a perder.

-Entonces, ¿por qué no huyes ahora que estás a tiempo?

-Pues porque nunca he huido de nada e intento resistirme a ello.

Nos fuimos alejando de la vivienda en un tranquilo paseo, a lo lejos se oía la suave música que habían puesto para que les acompañara en su rato de asueto los acogidos en aquella casa, sin pensarlo, sin creer en nada pero con la imperiosa necesidad de hacerlo, cogí su mano y como si estuviéramos en la corte de Luis XIV, le pedí aquel baile. Una sonriente muchacha se acercó a mí, puso sus brazos sobre mi cuello y acerco su cuerpo al mío que recogió el calor que le faltaba. A lo lejos, una desconcertada Bea observaba la escena y con cruel revancha se perdió en los brazos de Dani mientras sus bocas se buscaban.

-Me da la impresión que alguien te buscó y no disfrutó con lo que ha visto.

Volví la cabeza y vi la escena más cruel que pude llegar a imaginar, dos cuerpos que pedían a gritos desgarrar las sábanas. Sin embargo, yo me volví nuevamente en busca de mi compañera de baile a la que con una dulce sonrisa le dije

-A mí no era a quien buscaban –y seguimos bailando mientras la brisa de los últimos días de febrero nos abrazaba.

-Yo me iré cuando termine de comer pero tú seguirás aquí, disfruta, siempre una sonrisa en tu cara y procura ser feliz siempre.

-Qué corto ha sido el camino de la felicidad, sólo dos momentos y unas pocas palabras pero te aseguro que me has dado la compañía que necesitaba y has hecho que los fantasmas que me estaban matando desaparezcan de mi mente o, al menos, que se oculten.

-Tú también me has hecho sentirme bien.

-¿Nos volveremos a ver?

-Quién sabe pero no lo busquemos porque eso sería ir contracorriente, -y se juntaron nuestros labios y de nuestras bocas escapó un suspiro de tristeza.

La comida fue amena, todos formaron su pareja menos yo que había decidido no separarme de ella hasta que se fuera. Las miradas que me dedicaba mi amada Bea, eran de odio, de ira, de extraña necesidad de romper con todo. A su lado un sonriente y chulesco Dani y una desconcertada Susana; no dejaron de cuchichear entre ellos, supongo que poniéndose al día de lo que ocurrió dentro de aquella habitación y también de la otra; pero mi actitud los descolocó a todos, ¿qué había ocurrido allí mientras ellos dejaron de controlarme?

Cuando todo terminó y aquellos compañeros circunstanciales de unas horas, abandonaron la casa, el silencio se instauró, nuevamente estábamos los cuatro, nuevamente se habían formado las ficticias parejas, ahora no era preciso disimular ante nadie ni ante nada. Se echaron una copa pero yo me sentía incómodo por lo que no tardé mucho tiempo en irme a la puerta, tras de mí salió Bea.

-Veo que no te lo has pasado tan mal como pensaba.

-Dudo mucho que tú puedas decir otra cosa

-¿Qué quieres decir?

-Que lo que ha ocurrido hoy no tiene sentido, nada, absolutamente nada, o ¿acaso tú se lo has encontrado?

-Puede, he de reconocer que el juego era divertido

-¿Para quién?

-Para todos

-¿Para todos? ¿Acaso me has preguntado? ¿Acaso eres consciente de mis sentimientos sabiendo lo que sabes de mí? No, eso te ha preocupado bien poco, tú querías tener tu momento de gloria y para eso me has utilizado y me has humillado. Así que, ¿podemos irnos ya?

Se acercó a mí, me abrazó con fuerza, me pidió mil perdones e intentó dar su versión. Me dijo que lo primero que sentía por mí era un inmenso amor, quizá más que ayer pero menos que mañana, como decía aquel famoso eslogan publicitario, que igual se había cegado por los sueños y las fantasías que los dos habíamos creado a lo largo de tantos días, que su mayor ilusión hubiera sido tenerme a su lado en todo momento, hacer real lo que habíamos deseado tanto, compartirlo. Abrazados en un extraño silencio entramos, Dani y Susana aún permanecían allí sentados y nos invitaron a hacerlo. Nos miramos y decidimos tomarnos una copa con ellos. No fue una copa ni dos sino muchas, por fin se había reestablecido la confianza entre nosotros  y también la complicidad entre todos o, al menos, eso es lo que yo creí advertir, cada oveja había vuelto con su pareja. La verdad es que me sentía algo mareado y ella no se quedaba atrás por lo que decidimos subir a echarnos un rato.

Cuando entre en aquella habitación, cuando vi aquella cama desecha, cuando miré el entorno y vi su ropa interior en el suelo manchada por no se sabe qué, cuándo ni dónde, llegué a sentirme extrañamente excitado; ella se dio cuenta e inmediatamente acudió a mí, nuestras bocas se juntaron, nuestros labios se buscaron, nuestros brazos nos arroparon. Y así, con auténtica ansia nos devorábamos hasta el punto que nuestras ropas se esparcieron como el grano en la sementera y nuestros cuerpos se juntaron sin importarles si el sudor era propio o ajeno.

-Cuéntame qué ha pasado aquí

-Te sentirías molesto

  • Te prometo que no ocurrirá eso o, al menos, lo intentaré

-Me odiarás

-O te amaré

-¿Y si te destruyo?

-A lo mejor es todo lo contrario y renace un nuevo hombre junto a una nueva mujer.

-Pero quiero hacerlo a mi manera sin que pongas objeciones por lo extraño que te pueda parecer; por lo pronto ataré tus manos y piernas a la cama, vendaré tus ojos y taparé tu boca. Sólo estarán libres tus oídos para que lleguen todos los sonidos, tu nariz para que percibas todos los olores y tu piel, para estremecerse con el roce.

Y de esa forma, como en otras ocasiones había ocurrido, comenzó el juego, ella me fue narrando la forma en la que todo ocurrió, la forma en la que otra polla entró en aquel lugar que ella prometió reservar sólo para mí. Al mismo tiempo, sus manos acariciaban mi verga que ya estaba a tope, en ese momento se sentó sobre mí y mi alma entró a donde nunca debió salir. Me cabalgó me llevó hasta el cielo, me contó que en ese momento estaba juntado el esperma de Dani con el que surgiría de mí, que era la mujer más feliz del mundo, y cuando estaba a punto de correrme me hizo una pregunta

-¿Deseas verme con él?

-Ufff, no.

-Yo creo que sí, vamos sé sincero.

-No pares, me falta muy poco.

-Vamos, contesta, deseas verme con él

-No sé ni lo que quiero ni lo que puedo soportar.

-Quizá sea el momento de saberlo, me gustaría que me vieras en sus brazos o bajo su cuerpo, que al mismo tiempo entre dentro de mí y que descargue toda su simiente, también me gustaría ver como Susana te cabalga.

-No sé si podría hacerlo.

-Vamos a verlo

-Nooooooooooooo te salgas –pero lo hizo y ella se acercó a la puerta donde esperaban pacientemente Dani y su novia. Cuando entraron, cuando se desnudaron fueron hacia mí para quitarme la venda, se echaron sobre la cama y volvieron a taparme la boca. Seguía atado y desconcertado. Susana atacó inmediatamente  mi polla mientras Bea hacía lo mismo con la de Dani y mientras lo hacía me iba describiendo lo que sucedía y lo que sentía, y después de chupar aquella polla quiso besar mis labios aunque yo lo impedí al volver la cara en sentido contrario.

No, no estaba vendado ni tampoco mi oídos tapados y aunque el trabajo de Susana sobre mi polla me impedía ser consciente de mis actos, de mis ojos escaparon unas lágrimas mientras Dani descargaba dentro de Bea, por último me tocó a mí, ya no podía, aunque lo intentaba, controlar mi cuerpo y mis deseos. Susana retiró su boca mientras seguía masturbándome hasta que por fin derramé sobre mi vientre todo lo que había guardado para mi mujer.

Continuará...