El juego de las miradas (2)

La tarde continuaba y Alejandro seguía disfrutando del placer del sexo casual... Un reencuentro sería el punto culminante de ese caliente día. * Actualizado 2009-10-08 *

Antes de entrar al cuarto oscuro del vapor, Alejandro se despojó de su sabanilla y se dio un regaderazo de agua tibia en las regaderas. Se quitó la sabanilla y mientras se enjuagaba los restos de su aventura de tan solo unos breves instantes atrás, una mano varonil se acercó y le sobó la verga. Él sólo volteó a ver el rostro del audaz valiente que estaba haciendo eso en la zona "común" del baño y le regaló una sonrisa que el otro le devolvió. Alejandro volvió a amarrar su sabanilla a su cintura y se dirigió al cuarto "oscuro" entre comillas, porque estaba medianamente iluminado gracias a una ventana alta por donde entraba una luz lívida que contribuía enormemente al aspecto erótico y sensual de ese cuarto.

Alejandro iba entrando en el cuarto y de tan solo sentir el aroma característico del vapor se sintió excitado. Inmediatamente se quitó la sabanilla y se jaló la verga que inmediatamente saltó al momento de despojarse de la prenda. Únicamente llevaba puestas sus sandalias... un modelo poco común de las muy populares sandalias Teva, que eran de color negro y estilo griego: de tiras delgadas que atravesaban el dorso del pie en forma de cruz y daban una vuelta en el tobillo. Eran de llamar la atención...

Una vez adentro se enfiló al fondo de la larga banca de azulejo y se sentó a sudar. Miró del otro lado de la sala del vapor a aquel hombre con el que acababa de tener ese apasionado encuentro, disfrutando su sexo a solas y seguramente recordando cuánto había disfrutado con aquél muchacho. Alejandro lo dejó jalándose su gruesa verga y se dedicó a ver al resto de los parroquianos que miraban expectantes todos los cuerpos que se introducían a ese cuarto perfumado de lujuria. Varios murmullos se escucharon mientras Alejandro paseaba su desnuda y varonil figura y al final dejaba su cuerpo reposar en la banca de azulejo.

Alejandro era, sin ser un adonis, bastante agradable a la vista. Era un tipo cercano a los 30, de cabello y ojos oscuros y facciones comunes pero con una sonrisa arrebatadora, de complexión regular, una piel morena clara salpicada de lunares y pecas (por su afición a los baños de sol), un vello corto pero abundante en todo su cuerpo (sobre todo en el pecho) y una estaca deliciosa de unos 18 cm., gruesa, cabezona, circuncidada y siempre dispuesto a hacerla disfrutar.

Precisamente la visión de haber visto a su último compañero "ejecutando a su amigo" de una forma golosa y febril, Alejandro sintió un cosquilleo que se vio intensificado cuando rozó con las yemas de sus dedos por debajo de sus huevos. Así se quedó un rato, y en un momento llegó a sentarse junto a él un muchacho muy alto y robusto, de piel morena oscura. Tan solo de ver a Alejandro, este muchacho era feliz haciéndose una rica chaqueta. Alejandro abrió sus piernas de una forma invitante, ofreciéndole su tranca. El muchacho acarició con suavidad los muslos de Alejandro y besó la parte interior de sus piernas. Alejandro se excitó más de la cuenta al sentir los labios y el vaho agitado de este chico en su camino hacia el caramelo que buscaba disfrutar.

Como este muchacho estaba viendo de frente hacia el rostro de Alejandro, no vio que detrás de él se estaba masturbando un hombre de unos 45 años, también alto de estatura, de pelo chino entrecano y velludo. Alejandro lo vio y lo reconoció, pues era uno de los hombres con los que, si bien no conocía su nombre, sí había tenido varios encuentros con él pues también era un asiduo visitante del vapor. Lo distinguió por la silueta que formaba su melena rizada y húmeda por el vapor, su cuerpo atlético de músculos marcados y una cadena de plata con un diminuto dije rectangular también de plata, que era de donde Alejandro se agarraba con la boca cuando follaba con él. Alejandro vio cómo este hombre empezó a restregar su larga y gruesa verga de unos 25 cm. de largo y unos 4 cm. de diámetro contra las grandes y morenas nalgas del muchacho que le engullía con su mamada. Así se estuvieron un buen rato, hasta que el muchacho se incorporó, tomó a Alejandro de la mano y lo hizo pararse. Una vez así parado, le acarició los hombros de una forma suave y le besó el cuello y el pecho, hasta que volvió a bajar a su verga y se la volvió a comer, estirando para ello su largo cuerpo, levantando sus nalgas hacia atrás y ofreciéndole su culo al amigo que tan sólo momentos atrás únicamente frotaba su tranca contra él.

El otro, como ya estaba más que listo para atacar, tenía su espada lista para ensartar. Poco a poco fue entrando y al momento de sentir dilatado el húmedo y caliente esfínter que albergaba su salchicha, empezó a entrar y salir con un gran vaivén. Alejandro mientras tanto, empujaba con sus manos la cabeza del muchacho para que su cavidad bucal sacara y metiera su tranca. En este momento ya había 4 hombres alrededor de este trío masturbándose al unísono. Seguía entrando gente al cuarto, pero al ver el festín que ocurría al fondo de la sala, preferían ocupar los lugares más próximos a la puerta, aunque hubo quienes a la distancia, disfrutaban viendo en vivo esa escena que parecía sacada de una película porno, mientras también se chaqueteaban.

Uno de los hombres que veían el espectáculo se colocó al lado del hombre que cogía al muchacho y le empezó a besar y a acariciar el pecho y las nalgas, contribuyendo a su éxtasis. Otro de los mirones decidió actuar y puso su boca al lado de la del muchacho doblemente fornicado (por Alejandro en la boca y por el hombre maduro en el culo) y le empezó a besar. Alejandro prácticamente estaba en trance, porque en un momento dado, hubo dos bocas mamando y besando su verga. Los otros dos mirones que quedaban se pusieron uno a la derecha de Alejandro y otro a su izquierda y le empezaron a besar y a acariciar. Los dos muchachos que estaban agachados tenían ahora tres vergas por comerse; las tres muy apetecibles. El trío se convirtió en un grupo de siete integrantes disfrutando al mismo tiempo del placer que les daba ese contacto de hombre contra hombre. El perfume del vapor era sustituido en ese instante por el delicioso y varonil aroma que despide un hombre a su máximo nivel de erotismo con un igual; sólo que este aroma estaba multiplicado por siete.

Alejandro estaba en éxtasis. Sus dos "sobadores" se vinieron en las bocas de los dos "agachados" y a pesar de haber acabado ya, seguían acariciándole el vientre, el cuello, los hombros y besándole las tetillas. En un momento en el que sintió que estaba a punto de estallar, Alejandro les quitó su juguete a los dos hombres a la altura de su pubis y empezó a masturbarse, mientras que los otros dos le lamían el prepucio, buscando mutuamente sus bocas de una forma golosa. Alejandro explotó en medio de gemidos y rugidos graves, salpicando las cabelleras de los "agachados".

Segundos después, el que estaba disfrutando el culo del muchacho sacó su verga y descargó sus abundantes y potentes trillazos de leche caliente y salada en la espalda y las nalgas del muchacho. Los dos que estaban agachados se la jalaron hasta venirse... Todos satisfechos, todos contentos, cada uno salió hacia las regaderas. Mucha agitación y mucho sudor había de por medio.

Alejandro se quedó al último, y tal como era su costumbre, reflexionando en lo que acababa de pasar. A pesar de la agitación, siguió recostado unos segundos acariciando su verga ya flácida y cansada... ¡Dos buenas vaciadas en menos de dos horas! Eso no ocurría todos los días...

De repente, oyó al abrirse la puerta del cuarto, una voz varonil que cantaba boleros en las regaderas. Creyó conocer esa voz y decidió salir para averiguar de quién era esa voz que le agradaba tanto. Su sorpresa fue muy agradable al reconocer al "cantante".

El "cantante" era Gustavo, uno de los tantos compañeros que Alejandro había conocido en el vapor en otras ocasiones que había estado ahí. Cantaba con una voz muy grave y bien entonada desde la sala de masajes donde "El Chino" se estaba tomando un merecido descanso. De unos 35 años; varonil; de bigote bien cuidado; un cuerpo si no atlético, por lo menos cuidado y medianamente velludo. Alejandro sí conocía el nombre de Gustavo porque éste en la última vez que estuvieron juntos antes de ese día, le dio su nombre y su teléfono anotados en un papel, esperanzado que le llamara para ir a tomar una copa o algo por el estilo. Alejandro no le llamó por miedo... ese miedo que no le permitía liberar su verdadero yo ante los demás. ¿Pero exactamente a qué le tenía miedo? ¿A enamorarse? ¿A entusiasmarse con la persona equivocada? ¿A quedar en ridículo ante alguien que le gustaba? ¿A "salir del clóset? Eso era un enigma...

Temiendo algún reproche de parte de Gustavo, se metió a la sala y saludó a ambos hombres. "El Chino" lo saludó y se recostó en una de las mesas de masaje. Gustavo le lanzó a Alejandro una mirada que fundía al mismo tiempo alegría, rencor y deseo... él tomó la iniciativa e inició la conversación posterior a los saludos.

Me quedé esperando tu llamada... Creí que no te había gustado estar conmigo...

Perdón! respondió Alejandro; Perdí tu número. No supe dónde lo dejé... (una gran mentira porque Alejandro lo tenía muy bien guardado en su casa).

Pues me debes esa llamada... Oye! Qué bonitas sandalias! dijo Gustavo mirando los pies de Alejandro.

Gracias, gracias... las compré la última vez que fui a Houston. Son diferentes, por eso me gustan. Cambiando radicalmente la conversación, le dijo a Gustavo: Oye! No sabía que te gustaba cantar! Eso es algo que tenemos en común!

Ah, sí? Tú también cantas? le preguntó Gustavo a Alejandro con una mezcla de incredulidad, burla y adhesión Vamos a platicar allá afuera mejor, no?

Está bien, vamos... Con tu permiso, Chino!

Alejandro observó a Gustavo de espaldas. Tenía unas nalgas muy ricas, redondas y paradas, tapadas por la sabanilla que Gustavo llevaba anudada. Sin embargo, había un camino de vellos que recorrían la espalda de Gustavo que culminaban en sus glúteos. Al llegar a las regaderas, Alejandro se colocó debajo de una y se relajó bajo el chorro de agua fría mientras escuchaba a Gustavo decirle:

Traigo jabón. No quieres que te enjabone la espalda?

Perfecto! Quería que El Chino me diera un masajito, pero creo que ya no lo alcancé. Mira a los que estaban esperando... Te lo acepto!

Gustavo trajo el jabón y masajeó deliciosamente la cansada espalda de Alejandro. Él, agitado por los "ejercicios" realizados, lo recibió gustoso y le cayó de maravilla.

Ya una vez que Alejandro se hubo enjabonado y enjuagado el resto del cuerpo, Gustavo le pidió a Alejandro el mismo servicio pero ahora a la inversa. Ahora fue Alejandro quien masajeó a Gustavo mientras le despojaba de su sabanilla y restregaba mientras enjabonaba, con la mayor discreción posible, su verga hinchada de nueva cuenta contra esas nalgas que tanto le gustaba. Gustavo, para manifestar su aprobación empezó a entonar "Quiero abrazarte tanto". Alejandro se animó y empezó a cantarla a dúo con Gustavo. Pronto la sala de vapor se vio alegrada con las dos voces.

Robando un poco de shampoo de una botella que algún descuidado había dejado cerca de las regaderas (pues no venía al caso ir a buscar el propio a su cuarto), Alejandro lavó su cabeza y lavó la de Gustavo con cariño y sensualidad, acariciando sus sienes y su nuca.

Gustavo le dice:

Te invito a tomar algo.

Está bien, vamos a tu cuarto y pedimos unas cervezas, responde Alejandro.

No, al cuarto no... le dice Gustavo. Vamos a mi casa. Compramos unas cervezas en el camino y allá platicamos más relajados... Qué te parece?

Perfecto!

Bueno, vamos a vestirnos y nos vemos a la salida de los baños pata que me sigas con tu carro.

Algo raro había pasado. No era la primera vez que Alejandro recibía esa clase de invitaciones, pero siempre las rechazaba, por sus temores de siempre... pero en esta ocasión quién sabe qué pasó. A lo mejor Gustavo le inspiró confianza o a lo mejor simplemente se inspiró al pensar qué encuentro piel a piel podría pasar en casa de Gustavo.

Alejandro pensaba en esto mientras se vestía y sonreía. Lo que pasaría sería de un alto significado para él. Esa noche iba a ser especial...