El juego de la tentación
Breve relato erótico sobre una relación no convencional en el que el morbo y la provocación lo es todo para los protagonistas. Los cuales entran en una espiral de tensión sexual no resulta.
En este relato basado en hechos reales, se han modificado algunas partes para proteger la identidad de sus protagonistas. No así sus perversiones y juegos más que eróticos construidos de la tentación.
Los dos protagonistas de esta historia se conocieron por casualidad llevando vidas paralelas. Se habían visto en multitud de ocasiones, físicamente se atraían pero por distintos convencionalismos sociales, no pueden dar rienda suelta a su placer carnal.
Todo comenzó un día que siendo conscientes ambos de sus circunstancias, transgredieron las normas en el secreto de la soledad absoluta. No hubo penetración sexual. Sin embargo, sí que tuvieron un encuentro cargado de excitación, morbo y placer. Así comenzó el juego de la tentación.
Solo impusieron 2 reglas para jugar. La primera de ellas que cualquier tentación estaba permitida. La segunda era que nadie podría saber que estaban jugando ni que tenían esa relación prohibida.
Esto les llevó a realizar muchas locuras y tentaciones. Una espiral de juegos de pasión que solo alimentaba su tensión sexual no resuelta. Los primeros juegos fueron prácticamente de niños, pero que avivaban el fuego de la pasión. Simplemente quedaban de forma premeditada para poder encontrarse en distintos sitios con amistades comunes. Su juego era cruzar miradas. Para en esos momentos, ella abrir su boca y relamerse los labios mientras él la observaba con deseo. Él, por su parte, participar en las conversaciones del grupo con comentarios cargados de dobles sentidos e indirectas sexuales. A la vez que miradas de complicidad hacia ella.
No tardaron en subir la apuesta. Una tentación más intensa y con mayor riesgo. Cualquier instante donde ser perdiera el contacto visual con sus amistades arriesgaban a besarse. A mordisquear ella los labios de él, que era respondida con perder la mano de él entre la melena de ella y sujetarla por el cogote para librar una rápida lucha de lenguas. Hasta que firmaban una tregua para evitar ser pillados en esa situación. Mirar a su alrededor y desatar la pasión sin que nadie de sus amistades fuera testigo pese a estar a escasos metros.
En el supermercado de su barrio fue otro de sus encuentros. Ambos con sus respectivas cestas a ruedas para llevar la compra. Cada uno fue recorriendo el establecimiento de forma totalmente normal. Pasando de un pasillo a otro y echando productos a sus cestas.
Siendo inverno, el pasillo de los productos antimosquitos, insecticidas y demás productos era sin duda el menos transitado. Coincidieron uno por cada lado del pasillo. Se cruzaron las miradas desde lejos. El corazón de él se aceleró pese a no dar señales externas de dicha situación. Ella por el contrario le entró un sudor frío y se ruborizó sin motivo aparente. Siguieron disimulando el conocerse hasta estar uno al lado del otro mirando productos. Justamente para que en el momento en el que comprobaron mutuamente que no había nadie más en el pasillo, ella se lanzó a iniciar el juego. En un movimiento relámpago se quitó sus braguitas y las echó en la cesta de la compra de él. Se recolocó la parte baja del vestido y se alejó con paso firme.
Una cena con amigos fue otra oportunidad de jugar a su perverso juego. Nadie en esa mesa daba por hecha la relación entre ambos. Amistad y nada más, por eso ellos como parte del azar, se sentaron uno frente a otro. Participan distendidos en las conversaciones, evitaban mirarse y en ocasiones cada uno hablaba con un lado distinto de la mesa. Bajo el mantel era todo muy distinto. En esta ocasión ella tenía su pie fuera del zapato que llevaba. Y con gran disimulo y flexibilidad, mientras estaba sentada, con su pierna estirada llegaba a rozar y toquetear la entrepierna de él. Ella lo conocía perfectamente pese a no haber tenido ningún contacto íntimo. Pero con su pie palpaba su entrepierna y la creciente tensión sexual. No era de continuo, solo en momentos puntuales para intentar provocar alguna reacción en él.
Una tarde de compras se convirtió en el escenario ideal. Un plan habitual que tornó en lujuria y pasión. Entraron en una conocida marca de ropa.
Ella ya se imaginaba lo peor. Él entró ya prácticamente en erección al probador. Allí no dejó ni colgar las prendas. Empujó contra uno de los espejos a ella. La desnudó de forma brusca. La abrio las piernas con las suyas, la levantó los brazos sujetándola por las muñecas y dejó caer su peso contra ella atraparla contra la pared. El espejo comenzó a empañar por el aliento agitado de ella. Él, la fue susurrando al oído que la iba a hacer suya. Ella se dejaba dominar moviendo las caderas a la vez que sentía como el miembro de él cada vez estaba más rígido entre sus nalgas desnudas y frías. Nunca llegó la penetración, pero los dedos de él terminaron muy arrugados al salir del probador.
Poco antes de terminar de escribir estas líneas, solo diré que es verano y los dos protagonistas de esta historia, siguen sin haber llegado a la penetración. Al sexo más primitivo. Pero han estado varias horas desnudos entre las sábanas marcando el cuerpo del otro. Bocados y chupetones por todo el cuerpo. Señales de la pasión desenfrenada que se provocan. Apenas 24 horas antes de haber quedado con su grupo de amistades para pasar un caluroso día de piscina. ¿Les servirá la excusa de que han sido los mosquitos o habrán llegado a la explosión de su juego de la tentación?