El juego de la infidelidad (Parte I)

Descubrí que mi esposo me quería ver con otro pero no se atrevía a decírmelo. Me hizo jugar un juego perverso en el que no aceptaba su deseo pero me empujaba a cumplir su fantasía.

Tengo siete años de matrimonio y debo decir que ha sido un período de mi vida bastante bueno. Respeto a Roberto, mi esposo. Siempre me ha tratado bien, nos entendemos y más allá de ciertos percances tenemos una feliz unión.

Soy una mujer de 37 años y amo a mi esposo. Quiero complacerlo en todo. Me parece un hombre maravilloso. Él tiene 41 y siempre me elogia. Dice que no sabe cómo una mujer como yo pudo haberse fijado en él. Realmente exagera, siempre fue un hombre muy apuesto, aunque con los años ha empezado a desarrollar una barriguita y evidentemente el paso del tiempo se nota.

En mi caso, sí debo decir que físicamente estoy en mi mejor momento. Con 37 años me siento mejor que en mis 25 ya que me he interesado por la vida fitness. Soy blanca, tengo el cabello negro y liso, mi figura es óptima con mis 1,68 cm de altura, mis nalgas con admiradas por todos los hombres (que no saben disimular) a donde quiera que vaya y tengo los senos operados. Estoy feliz con mi cuerpo.

Esto empezó cuando estaba repasando unos planos un jueves por la noche. Tenemos varias computadoras en casa y para trabajar muchas veces me es indiferente cuál usar. Estaba sola porque Roberto estaba de viaje por trabajo y se me ocurrió ver un poco de porno.

Me dispuse a poner el buscador y vi las últimas búsquedas. Obviamente eran de Roberto porque nuestro niño de siete años no tiene acceso a ese computador. Me llamó la atención lo que aparecía: “Cuckold”. Había reproducido varios videos sobre eso y apenas revisé lo que era lo entendí. Videos de cornudos.

Eso me llamó la atención y me estuvo dando vueltas en la cabeza por días. Ojo, no juzgo a mi esposo ni sus gustos, solo me causaba curiosidad que eso lo atrajera y que no me lo hubiese dicho. Además, soy una mujer muy sexual y siempre me he sentido dispuesta en complacer a mi esposo, hablar sobre cualquier tema con él e inventar nuevas cosas.

La semana siguiente decidí indagar un poco más. Cuando nos fuimos a la cama busqué un artículo referente al cuckold y me puse a leer en mi teléfono para comentarle.

  • Qué loco esto que encontré en Twitter. Habla sobre relaciones cuckold y cómo hay hombres que les gusta ver a su esposa con otros- le dije mientras pude ver su asombro en la mirada.

  • ¿Qué es eso? Gente loca- intentó disimular.

  • Bueno, ni tan locos. ¿Por qué? Es gente que vive su sexualidad a su gusto, no le veo nada de malo- insistí a ver si reacción.

  • Bueno, sí, cada quien en sus cosas- evadió él.

Ese día empecé a sospechar que Roberto sí tenía cierto gusto por eso. Había visto sus búsquedas en internet y ahora pude apreciar cómo se asombró con mi comentario. La situación me parecía divertida y empecé a pensar cosas para seguir presionando a mi esposo.

Mi sospecha era que a Roberto le daba algo de vergüenza hablarme del tema, entonces quería crear situaciones a ver si se sentía interesado. Empecé a investigar y leí que a los hombres que les atrae ese estilo de vida, por lo general, estaban siempre interesados en detalles de la vida sexual pasada de su esposa.

Él y yo nunca habíamos hablado de eso a fondo, más allá de lo general. Él nunca había indagado demasiado y yo no veía la necesidad de decirle nada en ese sentido. Así que busqué una oportunidad, aunque un poco forzada, de hablarle. Conseguí otro artículo que hablaba sobre el tamaño del pene promedio y le comenté:

  • Aquí dicen que 12 centímetros es el tamaño promedio del pene, pero eso me parece que lo escribe alguien que no sabe. Yo por lo general siempre me he encontrado con chicos que lo tienen más grande- solté esperando su respuesta.

El comentario ni siquiera tenía sentido pero fue la manera que conseguí.

  • ¿Ah?

  • O sea, que la mayoría de los hombres con que he estado no lo tenían de ese tamaño

  • ¿A quiénes te refieres?

  • A los chicos con que he estado en mi vida antes de conocerte pues

Ahí lo vi interesado. Había logrado mi cometido.

  • ¿Fernando fue el último hombre con que estuviste?- preguntó refiriéndose al último novio que tuve antes de conocerlo.

  • Realmente no. Después salí con un chico que conocí en esos tiempos. Se llamaba Fabián

  • ¿Ese es del que hablas?

  • Lo decía en general, pero sí. Él lo tenía mucho más grande de 12 centímetros

  • ¿Qué tanto?- preguntó interesado Roberto.

  • No sé, diría que 18 centímetros o algo así

  • Pero tú siempre has dicho que el tamaño no importa- cuestionó él.

  • Por supuesto. Pero eso no es el tema. Y si, no importa el tamaño pero siempre es agradable que sea grande

  • O sea, que el mío no es agradable entonces

  • Jajaja tonto. Claro que sí

  • O sea, que ese tal Fabián lo tenía grande y te gustaba eso

  • Sí. Además sabía usarlo- me atreví a decir

  • ¿Cómo es eso?- preguntó mi esposo, ya lo había metido en el terreno que me interesaba.

  • De nada sirve que lo tenga grande si no se sabe mover, no dura o no te trata en la cama como se debe- le dije.

  • Explícame, ¿cómo deben tratarte?

-Tú lo sabes. Me gusta que tengan iniciativa y seguridad, que me traten rudo

  • Yo lo hago solo a veces, no siempre. ¿Ese Fabián te trataba rudo?

  • Te vas a molestar si te digo- advertí.

  • Dime. Tranquila- me respondió mientras intentaba tapar su erección.

  • Sí. Me trataba bastante fuerte cuando teníamos sexo. Pero eran mis tiempos de soltera y de cacería. Él supo aprovechar

  • ¿Salieron por mucho tiempo antes de que me conocieras?

  • No. Unos seis meses. Pero ese hombre me cogió como le dio la gana- le dije de forma más directa mientras tomaba su pene con mi mano.

  • ¿Recuerdas una en especial?

Así que procedí a contarle sobre un día que Fabián me invitó al hotel un sábado en la noche. Le conté que no dormíamos sino hasta las 5 am y cómo me lo hizo en el jacuzzi, en la cama, en el sofá, eyaculando sobre cada parte de mi cuerpo y haciéndome tragar su semen. Mientras contaba esos detalles, masturbaba a mi esposo, quien escuchaba todo totalmente excitado hasta acabar abundantemente sobre mi mano y su propio abdomen.

Ese día confirmé el morbo de Roberto por imaginarme con otros hombres. Sin embargo, él no terminaba de hablar y decirme que deseaba eso. Pero desde entonces le gustaba hablar sobre algún ex mío y preguntar me detalles de nuestras relaciones sexuales.

Pasaron varias semanas y la situación me tenía pensando. En la oficina, en el gimnasio, en el parque, a donde quiera que iba pensaba en hacerlo con otro hombre y cumplir la fantasía de mi esposo, pero al no expresarse, me generaba muchas dudas y no quería ser yo quien le preguntara si quería verme con otro.

Así que decidí ir un paso más allá. Pensé en coquetear con otro hombre. Tenía que elegir alguno. Como dije, pretendientes no me faltaban por mi bien cuerpo y mi perfil profesional, todo me hacía una mujer deseable.

Empecé a pensar en distintas opciones e hice un paneo de todos los que me intentaban conquistar en los lugares a los que iba. Varios tipos del gimnasio, incluso el entrenador. Los de la oficina que me miraban como unos tontos cada vez que pasaba frente a ellos con tacones y jeans ajustados o los muchos que me agregaban a Instagram y me dejaban mensajes solo por haber coincidido con ellos en las clases de karate de mi hijo o en cualquier reunión social.

Pensé en que si iba a tener alguna aventura debía ser algo diferente. Recordé a un ingeniero que trabajaba en mi empresa, pero en otro departamento. Cada vez que debía ir a ese área de la empresa, él siempre me saludaba, a veces me regalaba un chocolate y hasta me decía piropos si no había nadie cerca. El chico tenía 23 años, 14 menos que yo, un buen candidato.

Así que empecé a pasar más por el departamento donde él trabajaba. Él es un chico alto de alrededor de 1,85 cm, con un rostro cautivador y un aire de chico malo. Siempre acostumbré a vestir tacones, jeans y alguna blusa escotada que acompaño con un maquillaje sencillo pero que me haga lucir. Una cosa es estar casada y no significa que por eso deba de dejar de lucir el cuerpo que Dios me dio.

Francisco siempre me veía con una cara muy seductora así que empecé a pasar frente a él, a mostrarme mucho más y a devolverle algunas miradas pícaras. No pasó demasiado tiempo para que intercambiáramos números y empezáramos a hablar.

Tenía manos grandes, algo que me excita de un hombre. Siempre estaba vestido formal con camisas de botones y tenía bastante estilo. Me empezó a escribir seguido y a atacarme. Yo en condiciones normales hubiese ignorado sus mensajes por ser una mujer casada pero estaba jugando al juego que quería Roberto y no se atrevía a confesarme.

Al ver a Francisco, recordé cómo son los hombres. Su novia era una rubia más o menos de su edad, bella y con muy buen cuerpo. Aun así él estaba detrás de mí y a través del chat se lanzó de frente. Evidentemente a mí me interesaba poco si tenía pareja o no, solo me estaba divirtiendo.

Después de varios días hablando con él y dejándolo seducirme, venía el siguiente paso de mi plan: conseguir la forma de decírselo a Roberto.

Simple, me tome una foto en el gimnasio mientras entrenaba. Tenía un top y mi abdomen sudado se veía bien. Así que la subí a mi estado de WhatsApp para que solo la pudieran ver Roberto y Francisco. Mi esposo la vio y me dijo que había quedado bien. Posteriormente, la vio Francisco, quien me dejó un comentario algo subido de tono, había llegado el momento.

  • Los hombres son un caso serio- dije a Roberto

  • ¿Por qué?

  • Este chico de la oficina. Trabaja en él área de ingeniería y siempre me está comentando lo que subo

  • ¿Ah sí?

  • Sí. Todavía despierto pasiones. Tiene apenas 23 años- me arriesgué a decir

  • Estoy seguro de que cualquier hombre querría estar contigo, mi amor

  • A lo mejor le acepto una salida- dije en tono de broma

Roberto solo río tímidamente. Así que ya le había dicho a mi esposo que un chico que coqueteaba, también le había hablado sobre mis experiencias pasadas con un ex, lo había masturbado mientras se las contaba y no se había visto disgustado en ningún momento. No sé qué me sucedía pero la situación me provocaba lujuria y quería pasar a la acción, pero tenía evidentes dudas.

Venía la fiesta de aniversario de la empresa y sabía que la ocasión podía servir para lo que yo buscaba. El alcohol se apoderaba del ambiente y ya yo me había tomado unos cuantos tragos. Francisco se me acercó y se puso a conversar conmigo. Podía notar el morbo en su mirada mientras veía el escote de mi vestido negro de cuero que combine con unos tacones negros patentes.

Eran las 11 de la noche cuando Roberto me escribió:

  • ¿Cómo va todo?

  • Bien, la estamos pasando excelente

  • ¿Que están haciendo?

  • Ahora estoy con Francisco. ¿Recuerdas? El chico de quien te hablé y que te dije que le gusto

  • ¿Y qué harán?- preguntó mi esposo

  • No sé ¿Qué deberíamos hacer? ¿Qué sugieres?

  • No sé. No estoy ahí ahora, entonces no sé qué pueden decidir. Seguro elegirán bien

Roberto sabía que estaba con este chico y no parecía molesto. Me seguía confundiendo el hecho de que no hablara las cosas de frente y no me dijera nada de su fantasía o morbo de que lo hiciera con otro. Mientras tanto, Francisco atacaba.

  • ¿Puedo hacer un comentario sincero?

  • A ver, dime

  • Me encanta cómo se marcan tus nalgas con ese vestido

  • ¿Pero sabes cómo se ven mejor? Sin el vestido- le respondí de manera desafiante

  • Eso quisiera verlo

  • Juega tus cartas y a lo mejor tienes suerte

Ya a la 1 am decidí irme con Francisco. Como mi esposo no me decía las cosas de frente, yo seguiría con mi discurso ambiguo, así que le escribí a Roberto.

  • No me esperes. Me voy con Francisco. No quiero estar sola en taxi y él vive cerca, así que es más seguro que me quede ahí

  • Ok, mi amor. Cualquier cosa me avisas cómo va todo

Le dije que me iba con este chico y que no me esperara en la noche. Mi esposo sabía lo que estaba sucediendo, evidentemente, y aún así no me frenaba. Mientras iba en el carro con Francisco camino al hotel y bastante alegre debido al alcohol, se me ocurrió decirle.

  • Le dije a mi esposo que dormiré contigo

  • jajaja sí, claro- respondió incrédulo.

  • En serio. Desde hace meses estoy sospechando que mi esposo quiere eso

  • ¿Cómo es eso posible? No entiendo

  • Sé que tiene la fantasía de que yo me acueste con otro pero no se atreve a decírmelo. Pero su fantasía es tal que le digo que voy contigo y no se molesta.

  • Super loco todo eso ¿Por qué elegirme a mí?- me preguntó Francisco.

  • Técnicamente no te elegí. Solo te correspondí

  • Suena excitante tu fantasía. Voy a hacer que valga la pena jaja

Debo decir que me sentí imponente cuando llegamos al hotel. Mi vestido lucía genial, mis nalgas resaltaban aun más por los tacones y mi escote había sido motivo de muchas miradas en la fiesta de donde veníamos. Entrar con este chico alto, guapo, atlético y bien vestido, 14 años menor que yo y que todos quienes nos vieran supieran que íbamos a tener una noche de sexo.

Hace años que no salía con nadie diferente a Roberto y ese tipo de planes casuales no eran parte de mi vida ya. Así que subimos y pedimos una botella de champán para amenizar el momento. Ya estábamos jugando el juego y volví a escribirle a mi esposo.

-¿Quieres ver?- le puse.

  • Tú decides

Fue suficiente. Eché el teléfono a un lado y me concentré en lo que estaba sucediendo. Estábamos en el balcón del hotel, un espacio abierto en un piso 10 donde la brisa corría suavemente y podíamos ver toda la ciudad desde allí.

  • Entonces, ¿Qué vamos a hacer?- preguntó Francisco mientras me veía con lujuria.

  • Me extraña que hagas esa pregunta- le contesté con la misma actitud

  • Ambos sabemos perfectamente lo que va a pasar, pero me refiero al tema de tu esposo. Tengo un par de ideas

  • Háblame de ellas

  • Vamos a enviarle algo

Caminé a donde estaba Francisco y me senté en sus piernas. Le dije que tomara mis senos entre sus manos por encima de mi vestido y me tomé una foto. La envié a mi esposo mientras veía la cara de Francisco con actitud morbosa.

  • Me alegro de que hayas llegado bien. Espero que me sigas actualizando cómo vas- respondió mi esposo como evadiendo lo que le estaba mostrando.

Francisco se me quedó viendo impresionado. No podía creer que le había enviado eso a Roberto.

  • Increíble. Estoy totalmente impresionado...y excitado- dijo Francisco mientras empezaba a besar mi cuello

  • ¿Te impresiona? Eso que no has visto nada- le dije

  • Entonces quiero ver todo y ayudarte a cumplir esa fantasía

Empezó a desabrochar el cierre de mi vestido y lo fue bajando lentamente mientras pasaba sus manos por mi cuerpo. Logró retirármelo todo y vio mi ropa interior color esmeralda. Una pequeña tanga de encaje que dejaba mis nalgas totalmente al descubierto y un sostén de encaje que realzaba mis senos.

Intenté retirarme los tacones pero Francisco me frenó.

-Déjalo así. Te voy a coger en tacones

Esas palabras llegaron a mi cabeza y sentí algo que no había sentido en muchos años. La lujuria del sexo casual, las palabras de un hombre que te ve como su presa y que te va a tomar salvajemente. Para Francisco yo era una figura de autoridad en la empresa debido a mi recorrido y mi cargo, pero acá en el balcón del hotel me veía como una zorra a quien se iba a follar.

Así fue como sacó su pene del pantalón. Yo lo ayudé a bajárselo y me encontré con lo que esperaba. Su pene era grande, unos 17 o 18 centímetros. Me encantó su forma, era muy grueso, especialmente en el medio, mientras que su cabeza y la base eran menos gruesas que esa zona.

Me puse de cuclillas y lo tomé con mi mano. De una vez lo metí todo en mi boca, sentí la llenura de su miembro y sentí cómo empujaba su pelvis para metérmelo casi todo. Por supuesto que no podía tenerlo entero en la boca pero sí gran parte de él y desde ahí empecé una mamada como no había hecho en años.

No quería detenerme. Su pene en mi boca era una sensación increíble. Subí la mirada y me encantó ver la lujuria en sus ojos mientras yo jugaba con su pene. Pasé la lengua por sus testículos y después desde la base de su pene hasta la punta. Cuando llegué ahí sentí su mano en la nuca y cómo me tomó para volver a meterme su pene entero en la boca.

Me sentí un poco atragantada y mis lagrimas salieron. Eso lo excitó a él y me excitó a mí. Así que seguí haciéndole sexo oral por un buen rato y podría haber seguido por siempre si no me hubiese hablado.

  • Levántate

  • ¿A dónde?

  • A la baranda

Me levanté y tomé la baranda con mis dos manos. Me incliné un poco y me puse de espaldas a Francisco. Abrí las piernas estando de pie sobre mis tacones. Sentí que movió mi panty a un lado y empezó a frotar su pene húmedo contra mi vagina. Acariciaba mis nalgas y de momento sentí una buena nalgada que me estremeció y me causó ardor. Volteé a verlo.

  • ¿Te gusta eso?

  • ¿Qué?

....me dio otra nalgada fuerte- Eso- repitió.

  • No entiendo ¿puedes repetirlo?

Me dio otra nalgada. El dolor de su palmada en mi trasero contrastaba con el cosquilleo que sentía en mi vagina a causa del roce de su pene.

  • Puta- me dijo.

  • ¿Te gusta que te diga así?

  • Quiero que me hagas sentir como una. Penétrame

  • Pídemelo

  • Métemelo

  • ¿Qué?- preguntó con autoridad

  • Méteme la verga- respondí entendiendo que quería que fuera más vulgar.

Me dio un poco de pena escuchar cómo sonó cuando me penetró. Estaba demasiado mojada y se oía el ruido de mi flujo. A él pareció gustarle porque hizo un “uuuuufff” mientras empezaba.

Yo estaba tan caliente que ni siquiera le respondí. Empezó a embestirme y a decir cuanta barbaridad se le ocurría. “¿Te gusta mi verga adentro?”, “Ojalá tu marido pudiera ver cómo te tengo clavada”, “Desde la primera vez que te vi en la oficina sabía que serías mi perra”. Entre otras cosas.

Yo veía la ciudad y me sentía imponente con mis tacones y mi ropa interior, siendo follada por este chico guapo menor que yo y su enorme verga. Volteaba a verlo a la cara y no podía disimular mis gestos de placer.

Tomaba los barrotes de la baranda con fuerza, sentía sus manos grandes tomando mis caderas y el choque de su pelvis contra mis nalgas. Apenas me cogió por unos minutos y me hizo sentir un orgasmo súper intenso que durmió un poco mis piernas y me hizo perder el balance. Casí me caigo ante la debilidad de mis piernas pero él interpuso su antebrazo en mi abdomen y evitó que me fuera al piso. Me volvió a poner en la misma posición en la que estaba.

  • Aguanta, que ahora es que te falta, Sandra. Apenas estoy empezando contigo- me dijo al oído en un tono altanero.

Realmente es normal que mis piernas fallen al tener un orgasmo en esa posición pero me gustaba su actitud.

Ni siquiera me había recuperado cuando ya me estaba cogiendo de nuevo y así siguió por un rato dándome duro. No niego que sentí su furia y que este chico sabía coger y dominar.

  • Cambiemos- le dije.

  • ¿No aguantas más?- preguntó.

  • Déjame tomar el dominio

  • Así me gusta

Le pedí que se acostara boca arriba en pleno piso del balcón. Una vez lo hizo tomé su pene y lo chupé un poco antes de ponerme de cuclillas viendo a Francisco de frente y me introduje su miembro. Empecé a hacer sentadillas sobre él mientras tomé sus manos para no perder el balance.

Me movía fuerte, el choque de mis nalgas contra su pelvis se escuchaba muchísimo. Sentía los muslos y las nalgas ardiendo a causa de las sentadillas pero si en el gimnasio hacía tantas repeticiones sin parar, imaginen cómo estaba de motivada al hacerlas sobre Francisco. Estaba moviéndome tan fuerte que me dijo:

  • Sabes que si se sale en ese movimiento me puedes lastimar ¿verdad?

  • ¿Tienes miedo?- le dije con una sonrisa en la cara.

Seguí moviéndome fuerte y empecé a notar en su cara su lucha para no venirse. Después de lo que me dijo cuando me fallaron las piernas quería demostrar mi experiencia. Aunque soy una mujer casada, tengo mi recorrido y no va a ser un niño de 23 años quien venga a decirme que no aguanto una cogida.

Así que lo vi disimular diciéndome “Te quiero en cuatro”. Realmente solo quería que me bajara de ahí porque estaba a punto de estallar. Me paré y caminé de forma sexy hasta adentro de la habitación y de una vez me puse a cuatro.

Francisco me quitó la tanga y metió su cara entre mis nalgas. Me empezó a lamer la vagina y el ano de una manera espectacular. Incluso el instinto me hizo apoyarme en una sola mano para estirar la otra y hundir su cara en mi trasero.

Por supuesto que eso que hizo Francisco fue para ganar tiempo. No estaba en condiciones de cogerme y estaba intentando recuperarse. Después de un rato por fin se levantó y me penetró. Pude notar que ya estaba recuperado porque regresó con un ritmo salvaje. Sentía la fuerza en cada movimiento, en cada nalgada y en la forma como tomaba mi cabello.

  • Te voy a partir- me dijo.

  • Si pudieras- respondí en actitud retadora.

Empezó a hacérmelo con rabia como si quisiera destrozarme. Yo no me quedé atrás y empecé a mover mi culo con fuerza para recibir sus embestidas. Empecé a sentir el sudor correr por mi cuerpo mientras veía los músculos de él brillantes a causa de su sudor.

Era un momento excitante el choque de nuestros cuerpos, el sudor corriendo y mis gemidos que ya eran gritos. Tanto que estallé en otro y me lancé a la cama agotada y jadeando después de es faena.

Él me volteó y me puso boca arriba. Una de mis piernas la subió a su hombro y se arrodilló sobre la cama. La otra pierna la pasé por debajo de las de él y empezó a cogerme de nuevo. Veía su pene entrando a mi vagina y su cara de lujuria mientras admiraba esa penetración. Empecé a sentir el cosquilleo de nuevo, así que me empecé a frotar el clítoris mientras me cogía y tuve un nuevo orgasmo.

  • Pásame mi teléfono- le dije y se lo desbloqueé- grábame recibiendo tu leche.

  • ¿Dónde la quieres?

  • Donde se te antoje

  • Ponte en cuatro y mámalo

Procedí a hacer lo que me pedía. Me quité el brasier en ese momento y quedé completamente desnuda, solo tenía mis tacones. Tomé su pene y empecé a hacerle sexo oral con cara de provocación mientras él grababa con mi celular.

  • Pide lo que quieres- me dijo mientras lo veía a los ojos con su pene en la boca.

  • Quiero tu leche. Quiero ver tu verga expulsando leche sobre mí

  • ¿Te gusta mamarme la verga?

  • Me encanta

  • ¿Qué te encanta?

  • Mamarte la verga. Es divina. Me encanta lo grande que la tienes

Lo seguí masturbando hasta que empezó a gemir. Abrí la boca y saqué la lengua para recibirla. Tenía tiempo que no veía una eyaculación así. Los chorros de leche salían deliciosamente, muchos entraban en mi boca, otros golpeaban mi cara. Sentí como se vació y me arrodillé en la cama mientras él acercó el celular a mi cara.

  • ¿Te gusta tener mi leche en la cara? Te quedó regada, trágatela.

  • Me encanta- le respondí mientras pasaba mis dedos por mi cara y me comía todo lo que había quedado.

Una vez terminé volví a bajar y tomé su verga ya un poco flácida y se la limpié con la lengua, también se la besé.

Nos acostamos un rato y vimos el video juntos, decidí guardarlo, estaba realmente morboso. Después de un rato me metí a bañar. Él me siguió y volvimos a hacerlo en el baño por un rato hasta que acabó en mis tetas. Salí y a esa hora le dije que me iba (eran alrededor de las 3:45 am). Tomé un taxi y me fui a la casa.

Mientras iba en camino pensé en enviar ese video también a Roberto. Ya le había enviado la foto en la que se veían las manos de Francisco apretar mis senos pero ya esto era otro nivel. Al final desistí de enviarle el video pero lo dejé guardado en mi teléfono. Al entrar a mi habitación vi a mi esposo despierto.

  • Pensé que no llegarías hasta mañana

  • Me vine de una vez

  • ¿Cómo te fue?

  • Delicioso. ¿Recibiste mi foto?

  • ¿Cuál foto?

  • La que te envié. Tú sabes

  • Lo olvidé. Seguro no presté atención.

No podía creer que Roberto se estuviese haciendo el loco cuando por el chat me dijo que incluso quería ver más. Estaba jugando conmigo, obviamente sabía que yo venía de coger.

Así que entre al baño para cambiarme y me puse una ropa interior. Quería que viera los rocetones en los costados de mi abdomen producto de cómo Francisco me había tomado por allí con fuerza, también tenía las nalgas enrojecidas así que lo dejé ver las marcas de las nalgadas que me habían dado esa noche.

Vi su cara impresionada cuando volví al cuarto con la evidencia de una noche de sexo. Aún así no dijo nada, me besó, me dijo que era la mujer más hermosa del mundo y nos fuimos a dormir.

Roberto quería jugar conmigo y eso me confundía. Pero me encantaba ese juego perverso, así que esa noche con Francisco era solo el inicio... CONTINUARÁ.