El joven vecino vuelve por más

El muchacho busca al hombre que le desvirgó para que le dé más.

Autor: Ricardo

Dirección: e_puig99@hotmail.com

El joven vecino y su hermana

Ricardo acudió a abrir la puerta de su departamento y se encontró con su joven vecino Juan que, sonriendo, le sonreía.

"Vengo por más"

Dijo y con mirada pícara entró, instalándose en el sofá, mientras Ricardo pensaba para sí que el joven le había resultado un alumno aventajado, ya que hacía dos días que le había sodomizado y ya estaba buscando repetir la experiencia de iniciación a la que le había sometido.

Conversaron del tiempo, de los estudios y del campeonato de fútbol, disfrutando de los momentos que precederían a la acción que buscaba el muchachito.

"¿Y cómo está Ana, tu hermana?"

"Tuvimos un acercamiento anoche, en mi pieza"

"Pensé que habías olvidado lo que te propuse"

"Cómo puedes pensar eso. Lo tenía muy presente y la invité a mi pieza después de cenar"

"Me alegra que no lo olvidaras"

"Le hice algunas preguntas para mi examen próximo y aproveché de entusiasmarla"

"¿Cómo lo hiciste?"

"Pues andaba en shorts apretados, de manera que mi paquete fuera evidente a su vista"

"Imagino que, por lo que me dijiste, no fue difícil lograr que ella se entusiasmara"

"Pensé en lo que hicimos tu y yo y producto de ello mi paquete se veía más grande que de costumbre"

"Me pasa lo mismo cuando me acuerdo"

"El asunto es que Ana nuevamente se fue al ataque y me tomó el paquete"

"¿Cómo le explicaste tu excitación?"

"Le dije que lo tenía así porque le veía sus muslos, que estaban abiertos"

"¿Qué hizo ella?"

"Eso la excitó y me sacó la verga, que empezó a pajearme"

"Mmmmmm"

"Yo pensaba en tu herramienta y mi verga se paraba cada vez más. Ella creía que era por sus tocaciones"

"Eres un pilluelo"

"Llevé una mano a sus piernas y las subí hasta alcanzar su vulva, que estaba mojada"

"Una escena caliente, Juan"

"Si, pues ella acabó inmediatamente y yo la seguí, regalándole una acabada que estaba dirigida a ti"

"Gracias"

"Ella quería más y como no podíamos hacer nada en la casa, le dije que este fin de semana seguiríamos"

"¿Este fin de semana?"

"Si. Nuestros padres salen de la ciudad y quedaremos solos los dos"

"¿Qué planeas?"

"Que tu estés presente y tengamos una sesión entre los tres"

"¿Te decidiste a follarte a tu hermana"

"No, Ricardo. Lo que deseo es verte a ti hacerlo"

Ambos rieron con la ocurrencia del muchacho.

Ricardo se plantó frente a su joven vecino, que con mirada picara sonreía esperando por lo que iba a hacer, mostrando una confianza aplomo muy diferentes de la timidez que le invadía cuando Ricardo le sedujo. Ahora sabía lo que quería y tendría parte activa en la obtención de lo que esperaba de su vecino mayor.

Ricardo abrió la parte delantera de su pantalón, que cayó al suelo. Se bajó el slip y tomando su verga en la mano, la exhibió ante el muchacho, que la miraba extasiado. Era un pedazo de carne rosado claro, que no había sabido apreciar en su belleza la vez anterior. Ahora que podía verla con más detenimiento, observó las gruesas lineas de las venas que sobresalían a lo largo de su tronco, que se mostraba grueso y de aproximadamente 20 centímetros, según calculó inconcientemente. Al final (¿o sería mejor decir al inicio?) estaban dos bolas de carne arrugadas que se mostraban henchidas de vitalidad, dispuesta a ser expulsada cuando el se decidiera a darle el tratamiento adecuado. Y la cabeza, de una piel suave a la vista, reluciente, de color más claro que el tronco, le dejó atrajo poderosamente por su textura y por lo bello de sus formas.

Juan acercó su mano y acarició la herramienta de su compañero de juegos. Ahora que subía sus dedos a lo largo del grueso tronco de carne que se mostraba impúdico ante su rostro, sentía que la tersura de la verga de Ricardo era otro elemento que la hacía atrayente para él, y sus dedos se deslizaron delicadamente entre las venas repletas de vida que cubrían ese enorme pedazo de carne. Toda la verga de Ricardo era algo digno de admirarse y Juan no podía dejar de hacerlo, mientras seguía delicadamente rozando con sus dedos, arriba y abajo, toda la extensión de carne que se le ofrecía. No imaginaba que una verga pudiera ser algo tan atrayente como lo que tenía entre sus dedos. Cuando imaginaba tener una de estas en sus manos no pensó que en realidad sería algo más exquisito que lo que sus sueños le entregaban. Recordaba las fotos que tantas masturbaciones le inspiraron, pero no recordaba haber visto en ellas un trozo de carne tan excitante como el de Ricardo, que se deslizaba entre sus dedos esperando que se decidiera a besarlo.

Casi hipnotizado, acercó su hermoso rostro a la cintura de Ricardo y abriendo su boca con deleite, fue tragando centímetro a centímetro todo el tronco que tenía ante sí.

Cerró sus ojos y disfrutó con la vitalidad que la verga de Ricardo transmitía dentro de su boca. Sintió que su garganta era golpeada por la cabeza impaciente de esa verga que le tenía hechizado con su belleza sensual y seductora. Con los ojos cerrados podía disfrutar más plenamente las embestidas de la carne que entraba y salía de su boca, cuyas paredes encogía para dar la apariencia de una vulva húmeda que era penetrada por ese invasor del que estaba enamorado.

Las manos de Ricardo se apoderaron de su cabeza y le atrajeron, pero Juan no necesitaba incentivos para seguir chupando la lanza que entraba y salía de su boca, que chupaba con fruición cada pedazo de carne. Era una sensación indescriptible sentir cómo la verga de Ricardo abandonaba su boca para volver a violarla con ímpetus renovados.

Eran tan intensas las sensaciones que Juan sentía con ese pedazo de carne que entraba y salía de su boca que en medio de su suave chupar sintió que éste era interrumpido por un orgasmo que le vino como corriente eléctrica, pero que no quiso exteriorizarlo ante Ricardo, que seguía metiendo y sacando su verga de la boca de ese hermoso muchachito. Fue un orgasmo íntimo, no compartido, egoísta.

"Está bien por ahora, ¿no crees?"

Dijo abriendo su boca y liberando a su prisionero, para alargar su propio gozo.

Ricardo se desnudó y lo mismo hizo Juan, que fue al dormitorio y se acostó como si fuera una novia esperando a su enamorado que la desfloraría. Ricardo se acostó a su lado y se fundieron en un abrazo apasionado, en que sus bocas se confundieron buscando la lengua del otro para chuparla. Perdieron toda compostura y ahora eran dos hombre-mujeres que daban rienda suelta a sus instintos sexuales, ahora liberados de toda inhibición. Tal era su calentura.

Ricardo, más experimentado, llevó el cuerpo de Juan de manera que quedara con su boca en su verga y él se acomodó de tal forma que la del muchacho quedó dispuesta para que él la metiera en su boca. Era tal la carga de excitación de los dos que se apoderaron del trozo de carne que se movía ante sus bocas, como dos bestias desesperadas por el hambre de devorar ese alimento que se les regalaba. Fue un 69 desesperado, en que sus cuerpos se movían enloquecidos mientras sus bocas chupaban como un sediento.

Ricardo fue el primero en acabar, seguido muy pronto por Juan. Ambos tragaron el semen del otro, que se prodigó copiosamente en el rostro del oponente, que lo saboreó con deleite.

Descansaron unos momentos y empezaron las confidencias. Los dos deseaban conocer más del otro, de su pasado, de sus sueños, de sus planes. Y de lo que harían con Ana, la hermana de Juan.

Al cabo de unos minutos de conversación, comprobaron que había llegado la excitación nuevamente. El estar ambos desnudos sobre la cama, abrazados, dándose esporádicos besos mientras intercambiaban confidencias, las que obviamente eran de subido tono, les llevó a renovar el deseo del uno por el otro y sus miembros delataron el estado de excitación en que estaban.

Con el deseo retratado en su rostro, Ricardo puso al muchacho de espaldas y abrió sus piernas, las que levantó y pasó por encima de sus hombros. Parecía una muchachita a punto de ser penetrada, con su macho al frente, dispuesto a meter en ella su herramienta, que se movía sola por el deseo que la invadía. Puso una almohada debajo de Juan de manera que su culo quedara a altura suficiente para la penetración. Y tumbándose sobre el muchacho, Ricardo le ensartó su trozo de carne, que se hundió sin misericordia en el túnel juvenil, que se dilató para dar paso al invasor. La virilidad de Ricardo se fue abriendo paso en el canal posterior de Juan y terminó de alojarse finalmente en toda su dimensión.

"¿Te gusta?"

"Si, Ricardo. Es exquisito"

"¿Sientes cómo te entra y te sale?"

"Siiiiiiiiiiii"

"Dime cosas"

"Dale, daleeeeeeeeee papito"

"Sigueeeeeeeee"

"Aghhhhhhh, paiiiiiiiiiiii, ricoooooooooooooooooooo"

"tomaaaa, mijitaaaaaaaa"

Ricardo hundió su cuerpo contra el del muchacho y le entregó todo el semen que su virilidad albergaba, el que el muchacho recibió feliz, como una muchachita que siente que ha entregado su virginidad a su primer hombre, porque Ricardo fue su primer hombre, el que de alguna manera la desfloró cuando le regaló su culo inviolado.

Se abrazaron y entre caricias hicieron planes para la inclusión de Ana en sus juegos. Juan presentía que para seguir disfrutando a Ricardo debía entregarle a su hermana, para que viera que él estaba dispuesto a todo tipo de sacrificios por amor. Y Ricardo sabía que ese muchachito haría lo posible por darle gusto, aunque para ello debiera soportar verlo hacerle el amor a su hermana.